On eres quan hi eres?, de Jana Montllor Blanes

LA IMAGEN PERDIDA. 

“Et busco. Busco fotos de tots dos. Em bloquejo quan em fan parlar de nosaltres. Intento possar paraules del que em passa, però no las trobo. O pitjor encara, no las sé afrontar. ¿Què li ha passat a la meva memòria?. Em barallo amb les respostes. No sé si tinc pocs records perquè era una nena. O perquè vam viure poques coses junts. No sé si em veies. Tampoc sé si volies que et veies. M’encantaria poder parlar amb tu. Tinc moltes preguntes”. 

El cine puede ser muchas cosas aunque, si en algo es muy poderoso, es mirar el pasado desde el presente, o lo que es lo mismo, su invocación a los fantasmas, porque su propia materia genera la posibilidad de compartir la ausencia, eso sí, la misma materia que lo hace posible, también lo hace imposible. Quizás las películas se quedan en ese limbo entre una cosa y la otra, entre los vivos y los muertos. A los cineastas se les abre una infinidad de conflictos cuando se acercan al ausente, al que no está, y la memoria que deja, ya sea de documentos y la más íntima, la que comparte con sus allegados. Acercarse a ese espacio es, ante todo, un desafío porque debes encontrar imágenes propias para tu película donde no hay imágenes propias o simplemente no existen. 

La cineasta Jana Montllor Blanes (Barcelona, 1979), ha dirigido películas como Ciutat abandonada (2007), Aquí viu gent (2008) y Disonar (2022), amén de ser una de las socias fundadoras de La Selva. Ecosistema Creatiu donde producen cine y crean proyectos comunitarios. La directora barcelonesa, segunda hija del músico, actor y poeta Oivid Montllor (1942-1995), se acerca a la figura de su padre con On eres quan hi eres? (sobresaliente título que encierra el macguffin de la película), no desde un ámbito público, si no de la intimidad compartida, y lo hace a través de rebuscando su archivo más íntimo, a través de sus fragmentos de películas, de canciones, fotografías y documentación y demás. Toda película, y más el documental, va de una búsqueda, de un encuentro, ya sea real o inventado a través de las imágenes, de construir una narrativa donde las imágenes, sonidos y sensaciones se parezcan a esa memoria frágil, vulnerable, lejana y en muchos casos, ficcionada, porque a través de la inventiva nos acerquemos a aquello imposible que deseamos. La película es un viaje de una hija que tiene la necesidad de hablar con su padre fallecido, de sus recuerdos, de poner en cuestión su memoria confrontada con la de él, en ese espacio tan íntimo entre un padre y una hija, entre todo aquello que se aleja del foco y lo público. 

A partir de un guion coescrito por Liliana Díaz Castillo, Lucía Dapena González y la propia directora, socias de La Selva, junto a Marc Vila Bosc, tejen una asombrosa y sensible historia donde los pliegues de la memoria se escenifican a través del agua, elemento que los espectadores descubrirán su importancia, las imágenes borrosas, encuentros con los amigos más íntimos de su padre como el gran guitarrista Toti Soler y el pintor Toni Miró, así como Montse Blanes, la madre de Jana. Una cinematografía que firma Maria Grazia Goya, de la vimos recientemente El rugir de las llamas, en la que prima lo experimental y lo formal como base en la que se buscan las imágenes, los testimonios, los documentos y demás archivo, siempre desde lo íntimo y lo invisible para acercarse y capturar la imagen que revele lo que la memoria no acaba de concretar. El gran trabajo de sonido en que encontramos el conciso y magnífico trabajo de diseño sonoro por parte de la gran Eva Valiño, y mezclado por Alejandro Castillo, construyen un espacio sonoro envuelto en brumas, en una especie de laberinto en el que los sonidos nos van guiando por el mar revuelto de la memoria. El montaje de Pepa Roig Camarasa, que ha trabajado en las interesantes Un bany propi y la reciente Dios lo ve, consigue un relato lleno de interés y muy profundo donde sus 74 minutos de metraje contribuyen a esa incesante búsqueda de quizás un imposible o algo que sirva para recordar y recordarnos. 

La película On eres quan hi eres?, de Jana Montllor estaría en el mismo tono de otras excelentes películas que han abordado la memoria íntima como Stories We Tell (2012), de Sarah Polley, La metamorfosis de los pájaros (2020), de Catarina Vasconcelos, desde la ficción Aftersun (2022), de Charlotte Wells, Soc filla de ma mare (2023), de Laura García Pérez, y la actual Flores para Antonio, de Isaki Lacuesta y Elena Molina, entre muchas otras. Tres formas de acercarse a la memoria familiar, ya sea del padre o madre, donde se construye un relato que indague en el pasado más íntimo, en una materia muy profunda y sensible, en el que se acercan desde lo más honesto y transparente, en que el cine nos devuelve su trazo más fuerte y sólido, porque las imágenes resultantes edifican eso que llamamos memoria y la intimidad que se busca, en un ejercicio de catarsis personal donde lo imposible se mezcla con lo posible, generando ese limbo del que hablaba más arriba, de ese espacio donde todo es posible, donde la memoria deviene una materia orgánica a la que se puede mirar de frente, con sus contradicciones y complejidades, pero de forma sincera y nada complaciente, porque todo viaje al pasado, y por ende, a la memoria, siempre deja heridas y curas, de conocernos más y saber de dónde venimos y las cosas que vivimos y lo que recordamos en un constante viaje de idas y vueltas, de tiempos e imágenes perdidas, de vivos y muertos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Samuel Alarcón

Entrevista a Samuel Alarcón, director de la película «El género chico» y «Déjame hablar», en el marco de L’Alternativa. Festival de Cinema Independent de Barcelona, en el hall del Teatre CCCB en Barcelona, el sábado 16 de noviembre de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Samuel Alarcón, por su tiempo, sabiduría y generosidad, y al equipo de L’Alternativa, por su tiempo, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

El sendero azul, de Gabriel Mascaro

EL SUEÑO DE TEREZA. 

“Nunca se es demasiado viejo para fijarse otra meta o soñar un nuevo sueño”.

C. S. Lewis

Hay muy pocas películas sobre la vejez, y las que hay, salvo contados excepciones, pertenecen a su ocaso, centradas en la nostalgia, los recuerdos y la falta de futuro. Por eso, celebramos con gran entusiasmo el estreno de una película como El sendero azul (en el original, “O último azul”), porque su protagonista Tereza de 77 años, que trabaja en un centro industrial de carne de caimán, se enfrenta a que el estado la jubila y la envía a una colonia para personas de su edad, y así dejar espacio para los más jóvenes. Ante ese panorama, la mujer hace lo imposible para escabullirse de la decisión del gobierno, y decide emprender una huida por el río Amazonas en busca de su sueño, que no es otro que volar. Una decisión que la llevará a embarcarse, y nunca mejor dicho, en una gran aventura llena de descubrimientos tanto físicos como emocionales, en los que crecerá como persona y, sobre todo, la sumergirá en la vida por primera vez, en vivir en libertad, en vivir plenamente, y en vivir como ella quiera frente a la ley que nos obliga a producir y no ser. 

El director Gabriel Mascaro (Recife, Brasil, 1983), que arrancó su filmografía dirigiendo documentales como  Avenida Brasilia Formosa (2010) y Doméstica (2012), entre otros, y ficciones vistas por estos lares como Vientos de agosto (2014), Boi neon (2015) y Divino amor (2019), en las que miraba con sentido y crítica lo rural en las dos primeras, y la evangelización de su país con la llega del conservador Bolsonaro al poder. Con El sendero azul, coescrita por Tiberio Azul y el propio director, mezcla muchas cosas diferentes: tenemos el género fantástico, con el líquido azul de un caracol que hace ver cosas futuras, la crítica social, con una sociedad obsesionada con la productividad, el viaje íntimo y personal, con una abuela que se niega a ser un florero y quiere luchar por convertir sus sueños en realidad, y por último, la realidad y contradicciones del río Amazonas, en relación a esa imagen romanizada del foráneo. Y todo, eso en una estructura que bebe mucho del viaje, o cómo la llaman los estadounidense, las road movies, esas historias donde lo importante es el viaje, como el Ulises de Homero, el origen de todo, el héroe, en este caso, la heroína Tereza que quiere seguir soñando en pos a una sociedad estúpida y enloquecida en lo físico y vacía en lo emocional. 

El apartado técnico de la película está concebido como las aventuras de antes, con la Panavision como encuadre y el formato de 1.33 y 4/3 que ayuda a penetrar con más naturalidad e intimidad en las relaciones de los diferentes personajes en cuestión, en una cinematografía llena de luminosidad asfixiante y llena de neones durante la noche que firma el mexicano Guillermo Garza, habitual del director Humberto Hinojosa Ozcáriz. La música del mexicano Memo Guerra llena de melodías que mezclan lo misterioso con lo cotidiano se fusiona con gran habilidad con la atmósfera del Amazonas, un personaje más y tan lleno de misterio, tan industrial, tan denso y tan cosmopolita. El montaje que firman la pareja el mexicano Omar Gúzman, habitual de la directora Lila Avilés y el documentalista Javier Toscano, y el chileno Sebastián Sepúlveda, con una gran carrera al lado de cineastas tan reconocidos como Sebastián Leilo, Marialy Rivas y Pablo Larraín, ejecutan una edición concisa, libre y llena de detalles, que consiguen que sus 86 minutos de metraje se vean con interés, en una trama que aborda el género para introducir elementos cercanos y ajenos en una fábula protagonizada por abuelas llenas de vida, entusiasmo y amor por el ser y la vida que ya lo quisiéramos la mayoría. 

Para el apartado interpretativo, Mascaro se ha rodeado de un grupo que transmite una naturalidad y sensibilidad en sus respectivos personajes que hacen que la película vuele muy alto. Tenemos a la protagonista Tereza que hace una fascinante y poderosa Denise Weinberg, con más de un cuarto de siglo de carrera al lado de nombres como René Guerra, Sergio Machado, Sergio Rezende, entre otros. Su Tereza es un personaje inolvidable, una mujer de 77 tacos con una vitalidad, fuerza y resistencia que construye una rebeldía que la hace decir NO, y seguir, a pesar del gobierno, de su hija y de una sociedad con miedo a protestar. Su lucha pequeña e invisible es uno de los actos de amor a la vida y al ser humano tan emocionantes y tan poco habituales en la gran pantalla. El actor brasileño Rodrigo Santoro, con más de tres décadas de carrera al lado de grandes directores como Walter Salles, Héctor Babenco, David Mamet, Pablo Trapero, Steven Soderbergh, Fernando Meirelles, entre otros. Su Cadu es una especie de Robinson Crusoe del río, tan lunático como terrenal, uno de esos vaqueros de Peckinpah, tan gastado como humano. La actriz cubana Miriam Socarrás es Roberta, la otra abuela, la compañera de fatigas de Tereza, otra resistente, rebelde y amante de la vida y del río, y por supuesto, de su barco, que es todo su mundo y su vida. Sólo me queda decirles, que no lo piensen más, y se descubran El sendero azul, de Gabriel Mascaro, cine de calidad, cine humanista, cine sobre la vejez, cine sobre los sueños por hacer y cine de verdad del que habla de lo que nos sucede en nuestro interior de un modo tranquilo, sensible y lleno de amor. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Balearic, de Ion de Sosa

LAS CASAS CON PISCINA. 

“Era uno de esos domingos de mediados del verano, cuando todos se sientan y comentan: Anoche bebí demasiado”. 

De la novela “El nadador”, de John Cheever

Hace más de una década que el gran observador que es Carlos Losilla escribió el artículo “Un impulso colectivo” en el que exponía las razones y emociones de ese otro Cine Español, el que se producía con pocos recursos, alejado de modas, tendencias y demás etiquetas, tan propio como personal, muy variado en temas, formas y texturas que a pesar de su invisibilidad empezaba a abrirse camino sobre todo en festivales internacionales. Ahora no voy a nombrarlos a todos/as, pero si que voy a centrarme en un grupo muy heterodoxo que surgió principalmente en la ECAM, con nombres como el Colectivo Los Hijos (Javier Fernández, Luis López Carrasco y Natalia Marín), Miguel Llansó, Velasco Broca, Chema García Ibarra e Ion de Sosa que se ayudaron y fueron cómplices para levantar sus respectivas películas, tan diferentes entre sí, y llenas de entusiasmo, proponiendo un cine del extrarradio, un cine que investigue su propia narrativa y forma, y que plantee múltiples realidades muy apegado a los tiempos actuales. 

Con Balearic, el cineasta Ion de Sosa (San Sebastián, 1981), en su quinto trabajo como director, sigue manteniendo esa línea de exploración que le ha llevado a un cine que bebe del género fantástico para generar su propio universo en el que atiza con crítica y sin miramientos las grietas de una sociedad ensimismada, estúpida y extasiada que huye de cualquier atisbo de reflexión y conocimiento interior. Ya lo hizo en sus deslumbrantes Sueñan los androides (2014), filmada en Benidorm, quizás la ciudad por excelencia de lo masivo y lo superficial, siguió con Leyenda dorada (2019), alrededor de una piscina como objeto de lo pretencioso y lo ahogado, y Mamántula (2023), un psychokiller tan abrupto como fascinante. En Balearic, coescrita por Juan González (una de las mitades de los Burnin Percebes), Chema García Ibarra, codirector de Leyenda dorada, Lorena Iglesias y Julián Génisson, que ya estuvieron en la citada Mamántula, y el propio director, nos convocan a dos películas o una dividida en dos, con un primer tercio en el que unos adolescentes se cuelan en una casa vacía con piscina y disfrutan de un baño en el primer día del verano. De repente, unos perros atacan a una de ellas y el resto se refugia en el centro de la piscina mientras grita de horror. Unos gritos que nos llevan a una de las casas cercanas donde unos pijos o lo que pretenden ser se divierten que, por supuesto, no escuchan esos gritos de auxilio. 

El cineasta donostiarra plantea una trama de espejos y reflejos de una sociedad carente de empatía, ahogándose en sus propias miserias y codicia malsana, donde todo vale. La cinematografía de Cris Neira, que ha estado en los equipos de cámara de Mamántula y Sobre todo de noche, entre otras, debuta en una película rodada en 16mm, marca de la casa, con ese grano y textura que remarca la luz mediterránea y esa rugosidad de las diferentes situaciones que nos retrotrae al cine español de la transición, y la serie fotográfica «La playa (1972-1980), de Carlos Pérez Siquier, del que la película bebe como las atmósferas turbias de Carlos Saura y de Eloy de la Iglesia,  la irreverente Caniche (1979), de Bigas Luna, con la que tiene muchas semejanzas. La música de Xenia Rubio actúa como acicate en esta fiesta de unos alucinados tan alejados de la realidad como de sus propias existencias que, al contrario de los adolescentes tan despreocupados, no pueden disfrutar de la piscina que observan como si un monstruo la habitara, como si estuvieran poseídos como los burgueses de El ángel exterminador (1962), de Buñuel que, al igual que aquellos siguen de fiesta, a pesar de los gritos que no oyen, del fuego que deja caer una ceniza que lo inunda todo, y demás irrealidades que los van asaltando, donde lo cotidiano se mezcla con los inexplicable y viceversa, en ese juego de idas y venidas, de realidad, sueño y fantástico como evidencia el gran trabajo de montaje de Sergio Jiménez, otro de la factory, con esos breves 74 minutos de metraje, lleno de  encuadres y planos de cercanía y lejanía que entronca con los universos de Lynch y Haneke donde lo que vemos resulta tan oscuro como asfixiante. 

El reparto de la película es otro elemento esencial en el cine de Ion de Sosa, con esa mezcla de intérpretes de su universo, y otros naturales que fusionan muy bien esa idea de cine donde la realidad, documento y ficción se confunden. Tenemos a los cuatro adolescentes casi debutantes: Lara Gallo, Elías Hwidar, Ada Tormo y Paula Gala, y los otros: la artista Maria Llopis, la cantante-actriz Christina Rosenvinge, el croata Luka Peros, que hemos visto en Mientras dure la guerra y series como Matadero, Moises Richart, que era el prota de Mamántula y también estaba en Sueñan los androides, Sofia Asencio, Manolo Marín, y los Mamántula Lorena Iglesias, Julián Génisson y Marta Bassols, y la presencia del único rico Zorion Eguileor, un estupendo actor que hemos visto en El hoyo, y más recientemente en Maspalomas, y muchas más. Un grupo y heterogéneo cast que compone un variopinto grupo humano en una película que profundiza en el clasismo imperante en la sociedad, el hedonismo como única vía de escape de tanta estupidez y la falta de empatía como arma contra la deshumanización donde el yo ha triunfado y el nosotros es solamente una excusa para no matarse, pero sin vínculos ni intimidad. 

Ese otro Cine Español del que habla Losilla, un Cine Español que mira de verdad a la realidad que experimentamos, tan cercana como lejana, que se pregunta por sus narrativas, formas y texturas, en un cine que reivindica la cinematografía auténtica que pasa de modas y demás objetos de consumo en forma de películas y series. Un cine que recupera el Cine Español que se investigó y se esforzó por hablar de lo que ocurría, pero sin ser tan evidente, sino buscando y buscándose, a pesar de los pesares, porque el cine de De Sosa y los demás citados, y los que no hemos citado, es un cine que no es invisible, aunque algunos lo quieras así, desconocido, y mi labor como observador del cine que se hace en el país en el que vivo, por pequeña que sea, es mirarlo, estudiarlo y criticarlo y hablar bien si me gusta, que es el caso. Así que, gracias por llegar hasta aquí, y no dejemos que ese otro Cine Español que tan sólido, diferente y brillante sea Cine Español como el resto, y no sufra distinciones de condescendencia por parte de aquellos que se abanderan como lo único, porque hay muchas formas de ser en el Cine Español como reivindica Balearic, de Ion de Sosa y todas las demás. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Aro Berria, de Irati Gorostidi Agirretxe

SER LA REVOLUCIÓN. 

“No puedes comprar la revolución. No puedes hacer la revolución. Solo puedes ser la revolución. Está en tu espíritu o no está en ninguna parte”. 

Ursula K. Le Guin

Algunos cineastas emprenden una búsqueda de su forma de mirar y narrar a través de las huellas del pasado tanto físico como emocional. El caso de Irati Gorostidi Agirretxe (Eguesibar, Navarra, 1988), es paradigmático en este sentido, porque en sus películas siempre ha observado su pasado y la relación que tenía con él de un modo reflexivo, crítico y nada complaciente, donde lo obrero, lo humano y lo político han sido el centro de la cuestión.  Ahí tenemos el mediometraje Pasaia Bitartean (2016), que recorre el citado puerto y sus cambios del esplendor obrero de los setenta hasta nuestros días. En sus cortometrajes como Unicornio (2020), una joven huía hacía una casa aislada en ruinas y tiene un compañero muy especial, con el aroma de Sin techo ni ley (1985), de Agnès Varda. Con San Simón 62 (2023), codirigido con Mirari Echávarri, volvían a los valles de Navarro donde se ubicó la comunidad Arco Iris, recorrieron los pasos de sus respectivas madres y su experiencia, y en Contadores (2024), reflexionaba del movimiento obrero de San Sebastián de 1978 en la fábrica de contadores. 

Para su primer largometraje, Aro Berria (en el original, “Nueva Era”), la directora navarresa continúa lo que ya expusó en el citado Contadores, y en su primer tercio asistimos a la actividad asamblearia y política de los mencionados trabajadores/as y su desencanto en aquella España de finales de los setenta en la que, después de meses de huelga y movilizaciones no acaban de conseguir sus objetivos como clase obrera. Algunos de aquellos deciden huir del mundanal ruido y convertirse en un miembro más de la comunidad “Arco Iris”, en Lizaso, en el valle de Ultzama, en Navarra, y vivir en una comunidad alejada de lo material y centrada en lo espiritual, siguiendo los preceptos del Tantra, explorando la sexualidad, la respiración, el yoga y la meditación para estar conectados con el alma y tener una conciencia profunda. La película es una ficción, aunque está filmada como si fuese un documental del momento, a partir de la llegada de dos amigas, seguimos la actividad diaria del centro, las continuas performances, ejercicios y movimientos de sus participantes, los continuos diálogos entre unos y otros, y sobre todo, las continuas discusiones entre lo que significa la política, la revolución, lo sexual, la igualdad y distintos términos tan cuestionados en aquellos momentos y en cualquier momento. 

La textura y la intimidad que da el 16mm contribuye a que los espectadores seamos uno más de la comunidad, en una cámara muy corpórea e invisible que se mueve entre ellos y ellas, en una cinematografía poderosa y llena de matices que firma Ion de Sosa, que ya estuvo en las citadas Unicornio y Contadores, también filmadas en 16mm. La música es otra cuestión a resaltar de la película, porque consigue ese estado espiritual y sexual que emana toda la trama, en la que el movimiento del cuerpo y todos sus fluidos son esenciales para entender lo que significa la actitud de cada personaje y su forma de gestionarlo. Las melodías de Beatriz Vaca (Narcoleptica), y la música adicional de Xabier Erkizia (que ha trabajado en interesantes films como Meseta, Dardara, Samsara y Negu Hurbilak), hacen que la película entre en una especie de hipnotismo catártico en que las almas bailan, cantan y se mueven al son de una idea y de un sentimiento en espectaculares akelarres alrededor de la piedra y el fuego. El montaje de una grande como Ariadna Ribas ayuda a implicarnos en la cotidianidad y la intimidad que se vive y respira en la comunidad, con esa fusión entre movimiento y palabra que potencia el ideario de vivir de forma diferente en aquellos tiempos, en sus intensos 100 minutos de metraje. 

Una película tan a contracorriente, que busca verdad en cada una de sus imágenes, en la que cada secuencia deviene una experiencia catártica, sumergidos en un trance donde cuerpos y almas danzan al son de sus impulsos sin ataduras y alejados de convencionalismos, el que cada uno de los personajes experimenta su propio camino era preciso tener unos rostros y cuerpos que expresan todas esas emociones descubiertas que hay que gestionar. Tenemos un grupo de intérpretes lleno de caras desconocidas que dan ese toque de verosimilitud y “verdad” que tanto tiene Aro Berria. Empezamos por la artista Maite Muguerza Ronse, que fue una de las actrices de Contadores que da vida a Eme, una de las recién llegadas, Edurne Azkarate coprotagonista de Irati, de Paul Urkijo Alijo, como una de las activistas políticas. Los hombres  Óscar Pascual Pérez, Aimar Uribesalgo Urzlai y Jon Ander Urresti Ugalde. Y los cameos que amplían la nómina de la cinta con un Jan Cornet desatado y guía de las actividades, Javier Barandiaran como sindicalista, que hemos visto en series como La línea invisible y Cristóbal Balenciaga y películas como La infiltrada y la reciente Karmele, y el cineasta Oliver Laxe como una especie de gurú de lo tántrico.  

Si llegados a este punto del texto, todavía están diciendo en sí ven una película como Aro Berria, quizás piensen que la cosa de una comunidad espiritual perdida en Navarra allá por finales de los setenta no va mucho en estos tiempos, permítanme decirles que se equivocan, porque aquella experiencia en comunidad sigue tan vigente como entonces, ya que aquellos jóvenes después de cuatro décadas de dictad, oscuridad y violencia, y desencantados con la política y la imposibilidad de vivir dignamente de su trabajo, decidieron abrir una nueva vida y poner en práctica todos los ideales de libertad, de contracultura y experimentación ya vividos en otros países. Temas que siguen tan vigentes como entonces, la idea de una sociedad diferente, más humana, más vital y más interior. La película coge un vuelo alucinante cuando la idea de comunidad y libertad sexual choca con las contradicciones de esos mismos elementos y las diferentes experiencias de hombres y mujeres y sobre todo, la llegada de los hijos a un lugar idealizado donde no pensaban en niños y niñas. Me gustaron mucho los anteriores trabajos de Irati Gorostidi Agirretxe y me ha encantado Aro Berria, por su libertad, lo salvaje de sus situaciones e ideas, y su experiencia alucinante de cada uno de sus imágenes listas para hacer reflexionar, preguntarse y sobre todo, cuestionar una sociedad cada vez más simple, superficial, de tanta experiencia materialista y muy alejada de lo interior y el espíritu. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Presentación Flores para Antonio

Presentación de la película «Flores para Antonio», con la presencia de su protagonista Alba Flores y los directores Elena Molina e Isaki Lacuesta, en el marco de IN-EDIT Barcelona. Festival Internacional de Cine Documental Musical, en una de las salas del Aribau Mooby Cinemas en Barcelona, el miércoles 29 de octubre de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Alba Flores, Elena Molina e Isaki Lacuesta, por su tiempo, sabiduría y generosidad, y al equipo de comunicación del festival, por su tiempo, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Flores para Antonio, de Isaki Lacuesta y Elena Molina

ALBA ENCUENTRA A SU PADRE. 

“Una espina se clavó en la cima de mi montaña y, una nube se posó sobre mi tela de araña. Sabe Dios lo que pasó y, está escrito en mis entrañas, la zarpa que desgarró mi túnica de pasión. Tú sabes cual es mi dolor, por favor dame calor”. 

“Una espina” (1994), de Antonio Flores 

Muchas obras nacen de una necesidad vital, de un deseo de encarar la mochila, el dolor, la pérdida y el vacío. El cine actúa como mediador a todos esos conflictos interiores que son invisibles, difíciles de compartir y son los que más duelen. En ese sentido, el cine documental es la travesía más idónea para adentrarse en las profundidades del alma e interrogarse, primero con uno y luego, con el entorno. La actriz Alba Flores (1986, Madrid), perdió a su padre a los 8 años. Su padre era Antonio Flores (1961-1994), un compositor y músico extraordinario que, siempre vivió a contracorriente, libre, a su manera en un mundo demasiado complejo y duro para las almas sensibles como la de él. En Flores para Antonio la citada Alba, coproductora de la cinta junto a su madre Ana Villa, emprende su propio viaje personal y profundo para encontrarse con su padre a través, y cómo reza la frase que abre la película: “Una película de conversaciones pendientes, documentos, canciones, una búsqueda y una catarsis”

La pareja de directores son Isaki Lacuesta (Girona, 1975) y Elena Molina (Madrid, 1986), que se convierten en los demiurgos de la propia Alba, en una historia en la que su protagonista se abre y se atreve a todo aquello que necesitaba hacer y nunca había hecho hasta ahora. A hacer las preguntas sobre su padre. Y lo hace acompañada de su familia: su madre, sus tías Lolita y Rosario, su prima Elena y demás, y los innumerables archivos familiares en formato de vídeo doméstico en los que aparecen los presentes, y ausentes como sus abuelos Lola Flores y Antonio Gonzalez “El Pescaílla”, y su propio padre. Y muchos más como amigos de la vida y el rock como Ariel Roth, Sabina, Juan El Golosina, Antonio Carmona y demás testigos y compadres de la existencia de Antonio. La cosa se amplía y de qué manera, con una gran cantidad de material de archivo: documentación, fragmentos de programas de televisión, letras de canciones, dibujos y demás objetos de un artista muy activo que no cesaba quieto en ningún instante. Un viaje hacia nuestros fantasmas, al legado de los que ya no están, al cine como línea que une esta vida con la otra, mediante sus huellas, su memoria y sobre todo, el recuerdo que dejan en los vivos. Una película-viaje que ayuda a sanar, a comprender y a hablar, que tan necesario es. 

Una película con gran contenido emocional y, también, con un gran equipo técnico que ha manejado con gran cuidado todo el material sensible que manejaba. Tenemos a Juana Jiménez en la cinematografía, que conocemos por sus trabajos en el campo documental en cintas como Las paredes hablan, de Carlos Saura, y Marisol, llamadme Pepa, entre otras, en una cinta-collage que se ve muy bien e invita a la reflexión y a bucear nuestro interior. El diseño sonoro lo firma un grande como Alejandro Castillo que, no tenía tarea sencilla con tanto ambiente sonoro de diferentes procedencias y la infinidad de canciones que escuchamos del artista. La música la firma la propia Alba y Sílvia Pérez Cruz.  El montaje que firman el dúo Mamen Díaz, de la que hemos visto las interesantes Violeta no coge el ascensor, Alumbramiento, la serie La mano en el fuego, que dirigió la citada Elena Molina, y Alicia González Sahagún, con mucha experiencia en el terreno de series como El incidente y Cien años de soledad, entre otras. Un gran trabajo de concisión y detalle para poder retratar a un artista muy inquieto, que navegó por todos los lados: los de la vida, los de las drogas, los de la pasión, el amor y todo aquello que no se ve, y los encuentros con él que experimenta su hija, en sus emocionantes 98 minutos de metraje. 

Una película como Flores para Antonio tiene la gran capacidad de hacer un recorrido muy personal y profundo de una hija a través del legado y los que conocieron a su padre, y lo hace con toda la alegría y tristeza, con la melancolía de aquella que le hubiera gustado haber estado más con su padre, y lo hace desnudándose en todos los sentidos, mostrando sus duras internas con todos y todo, sobre todo, con él mismo, sus felicidades y tristezas, sus ganas de vivir y de hacer música, su música, sus partes más oscuras de rebeldía, de revolucionario a su manera, de sus adicciones, y de todo su esplendor y oscuridad. En ese sentido, la película es honesta y muy íntima, coge de la mano al espectador, acompañando al viaje de Alba, y nos lleva por esos ochenta llenos de vida y muerte, de risas y penas, del despertar a una nueva vida después de 40 años de terror y oscurantismo. Isaki y Elena demuestran que, a partir de un material ajeno a priori, saben encauzar a sus imágenes: la música y el duelo están muy presentes en el cine del director gerundense, y en Remember my Name (2023), de Molina, se hacía eco de un grupo de jóvenes de danza que se agrupan para vencer sus difíciles vidas. La película trasciende el cine y se convierte en una catarsis, como se anuncia al inicio, y para los espectadores un viaje muy emocionante que abre todo eso que está ahí esperando a ser escuchado y en el que se recupera la memoria de un músico excepcional como Antonio Flores y todo lo que significó y significa. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Anna Alarcón, Ventura Durall y Mathurin Malby

Entrevista a Anna Alarcón, Ventura Durall y Mathurin Malby, intérpretes y director de la película «Supernatural», en una de las salas de los Aribau Cinemes en Barcelona, el martes 2 de diciembre de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Anna Alarcón, Ventura Durall y Mathurin Malby, por su tiempo, sabiduría y generosidad, y a Eva Herrero de Madavenue, por su tiempo, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Mr. Nobody contra Putin, de David Borenstein y Pavel «Pasha» Talankin

EL MAESTRO VALIENTE. 

“Me temo que ya no daré más clases, no sé cuánto tiempo me queda aún. Como la lección de hoy será muy breve, he querido elegir un buen libro. Uno que me prestó el profesor Sorel. Todo lo que vais a oír ahora es algo que escribieron grandes hombres. Fue escrito en una noche de entusiasmo hace mucho tiempo, 150 años. Eran hombres de diferente condición (…) y no entraron en polémica. Se pusieron de acuerdo aquella noche maravillosa. Otros hombres querrán destruir este libro. Es posible que acabe en el fuego pero no lo borrarán de la memoria. Vosotros lo recordaréis siempre y de ahí vuestra enorme importancia”.

Albert Lory interpretado por Charles Laughton en “Esa tierra es mía” (1943), de Jean Renoir

La valentía, quizás, sea el acto más profundo y resistente que puede adoptar alguien. Porque la valentía requiere sacar fuerzas a pesar del miedo que se tiene. Ante un enemigo superior y más fuerte, las personas valientes, en un acto de inconsciencia absoluta y sin más salidas que esa, deciden enfrentarse al enemigo con sus fuerzas que, aunque sean pocas, son importantes y pueden hacer algo ante tamaña amenaza. 

Un tipo valiente es Pavel “Pasha” Talankin, un joven maestro de primaria de la escuela de Karabash, pequeña población rusa a la falda de los montes Urales, conocida por sus contaminantes minas de cobre. El docente es el encargado de organizar los eventos del colegio y filmar todo lo que allí sucede. Esa armonía, cotidianidad y felicidad se termina abruptamente cuando Rusia invade Ucrania y la escuela recibe las nuevas directrices patrióticas de adoctrinamiento y militarización del centro. A partir de ese instante, “Pasha” emprende una revolución silenciosa y efectiva que lucha ante esa invasión para frenar el reclutamiento voluntario que hacen sus ex alumnos. Todas esas imágenes y actos resistentes del joven maestro son recopilados y reflexionados en Mr Nobody contra Putin, codirigida junto a  David Borenstein, cineasta estadounidense afincado en Copenhague (Dinamarca), siguiendo la línea de sus anteriores trabajos como Love Factory (2021),  Dream empire (2016), y Can’t Feel Nothing (2024), en los que crítica las artimañas del poder, la propaganda ideológica y los efectos nocivos de las nuevas tecnologías en las emociones.   

El apartado técnico de la película es magnífico porque la gran cantidad de horas grabadas por Pavel Talankin debían resumirse y generar el discurso de todas las experiencias y circunstancias vividas por el maestro. La voz en off acaba resultando esencial para contar todo lo sucedido, sin caer en la tristeza, sino relatando la facilidad en que una escuela se va convirtiendo en un centro patriótico que apoya la guerra sin rechistar como moldeados funcionarios que bajan la cabeza y siguen la manada que dicta el poder. La música del dúo Michal Rataj y Jonas Struck, que estuvo en la citada Can’t Feel Nothing, crea ese espacio para ir acentuando los conflictos que va experimentando el maestro, dividido entre lo que se espera de él y su conciencia humana que lo lleva a hacer esos pequeños gestos disidentes. El montaje resultaba extremadamente difícil ya que el material debía seguir la cronología de los hechos, y sigue esa idea de desmoronamiento donde hay inteligencia, profundidad y sensibilidad, sin caer en esa idea simplista de buenos contra malos, sino de la relación que tenemos entre nuestro trabajo, nuestras ideas políticas y ese instinto de supervivencia que choca contra nuestro ideales. La pareja danesa Rebekka Lonqvist y Nikolaj Monberg hacen un trabajo de edición conciso y lleno de detalles en sus agitados 90 minutos de metraje que, ayuda a profundizar en lo fácil que es crear el miedo y la obediencia en personas como nosotras. 

He empezado por Albert Lory, el maestro que se enfrentó a los nazis con sus armas, y debemos terminar este texto con él, y con todos los docentes como Pavel “Pasha” Talankin, y tantos otros y otras que, con sus pequeños gestos y herramientas que tienen a su alcance, en el caso de este último, las grabaciones que hace en su colegio, no miran hacia otro lado y deciden enfrentarse al poder dictatorial que adoctrina a jóvenes ignorantes que la patria los necesita para morir en otra guerra estúpida e inútil. Es evidente que tanta civilización y modernización no ha servido para que gobernantes idiotas y ególatras sigan con las guerras y llevando al matadero a tanta gente que cree en la patria como un bien superior y no en una comunidad en la que todos y todas vivamos lo mejor posible. Un mundo como éste en el que sobran tantas banderas, patrias y demás estupideces y falta tanta humanidad, empatía y bondad ante aquellos que sólo piensan en destruir vidas. Por eso, la actitud de Pavel “Pasha” Talankin debería ser el ejemplo que todos deberíamos adoptar ante los malvados que rompen la paz y la tranquilidad que necesitamos para seguir creciendo como personas  críticas ante el horror y la deshumanización y no como meros objetos para trabajar, obedecer, gastar y nada más. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Supernatural, de Ventura Durall

ENFRENTAR LAS HERIDAS. 

“La única asignatura que tenemos que pasar todos es la de la vida. Qué nos importa que nos describan lo que vivimos con términos sabios, si en realidad se vive sin palabras. Y en realidad, cuando se habla de curanderismo, de salud, de enfermedad, del bienestar, del malestar, de ser fiel a sí mismo, de la traición, lo que estamos haciendo es únicamente vivir. ¿Por qué no decir las cosas llanas? ¿Por qué disfrazar con palabras sabias lo que es inmediato y entero? (…) Ejercita los sentidos, callar, olvidar, ser el que ve y no el que dice, porque el que dice muere con el diccionario”. 

André Malby 

El cineasta Ventura Durall (Barcelona, 1974), ya había tocado algunos temas de Supernatural, como los referentes a las diferencias entre ciencia y magia en Bugarach (2014), codirigida junto a Salvador Sunyer y Sergi Cameron, en la que unos individuos se refugian en un pequeño pueblo del Sur de Francia ante la inminencia del fin del mundo, y las difíciles relaciones con el pasado y la figura paterna en el díptico ficción-documental Las 2 vidas de Andrés Rabadán (2008) y El perdón (2009). 

En Supernatural, el relato se desdobla en la experiencia real de la actriz Anna Alarcón, que protagonizó L’ ofrena (2020), de Durall que, siendo niña fue salvada de una durísima anorexia gracias a la ayuda de André Malby (1943-2008), una sanador, chamán, filósofo, investigador y herbolario, entre otras muchas más cosas. Y por otro lado, tenemos a Mathurin Malby, hijo del citado André, doctor de profesión y muy contrario a la sabiduría de su progenitor, con el que mantuvo una difícil relación. A partir de estas dos experiencias, la película los junta y viven una serie de actividades, como la que sucede en las cuevas de la luz, última residencia de André, en la que se reúnen antiguos colaboradores y curados del chamán. El cineasta barcelonés impone una mirada de observación, de honestidad y nada pretenciosa. La película no juzga, escucha las diferentes posiciones y sobre todo, indaga en los pasados de sus dos personajes, a través de un rico material de archivo: fotografías, relatos, diarios y archivo televisivo, donde Malby padre intervenía. Un interesante y profundo collage que ayuda a sumergirse en las elegantes, reposadas y sofisticadas imágenes que nos sitúan en la naturaleza en todo su esplendor, en los distintos viajes espirituales y demás aspectos. 

Técnicamente la película es asombrosa y con un acabado extraordinario con una cinematografía que firman el dúo Núria Gascón, que ha hecho cortometrajes de Irene Moray y Alba Cros, e Iván Castiñeiras, que ya estuvo en la citada Bugarach, y en trabajos de Sergi Cameron e Ángel Santos, componen una sinfonía de grandes encuadres que nos introducen de forma majestuosa y bellísima a cada espacio de la película que nos lleva por varios lugares, por España y Estados Unidos. La música de Justine Bourgeus, que eleva cada plano y cada instante de la historia que se cuenta, potenciando la trama psicológica que ayuda a que los perspectivos viajes muy personales y profundos de los protagonistas se convierta en una maravillosa y enriquecedora experiencia. Otra pareja es la que firma el montaje como son Nikan Salari y Maria Castan, habitual del cine de Jaume Claret Muxart que acaba de estrenar Extrany riu, y del director Xavi Puebla, entre otros. Una edición llena de matices, que bucea de forma tranquila y pausada en cada mirada y gesto, en sus 84 minutos de metraje, en la que hay innumerables altibajos en este viaje tanto físico como exterior, donde escuchamos muchos puntos de vista diferentes e interesantes.

Podríamos ver Supernatural como un western clásico y nada complaciente, que va sobre dos ideas contrapuestas, la eterna lucha entre lo que yo creo y lo que cree el otro, pero, a parte del argumento, la cosa va por otros lares, porque la película huye de la lucha entre razones y sentimientos, y explora las experiencias personales de cada uno, a través de su memoria, sus complejidades y las situaciones vividas y las que creen haber vivido. Si hay algún espectador que vaya al cine buscando respuestas inmediatas no las va a encontrar, porque la película escucha y sitúa su objetivo en todas las miradas y perspectivas para que cada espectador saque sus propias conclusiones, o quizás no. En la cinta de Ventura Durall se citan dos propuestas antagónicas como la ciencia y la magia o lo invisible, aquello que no entendemos, y no luchan entre ellas, si no que coexisten unas y otras, según la circunstancia, y según los diversos testimonios que aparecen en la historia. Las dificultades y oscuridades de las relaciones paterno-filiales también son un tema recurrente en la cinta, y es ahí donde la película vuela y nos hace un nudo en la garganta, porque lo muestra de forma directa y dura. Vean Supernatural porque además de hacerles reflexionar y mucho sobre lo que somos y todo lo que ignoramos, que es mucho. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA