Entrevista al cineasta Amos Gitai, con motivo de la retrospectiva sobre su obra, en la Filmoteca de Catalunya en Barcelona, el viernes 21 de enero de 2022.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a amos Gitai, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a Rafael Dalmau, por su gran labor en la traducción, y a Jordi Martínez de Comunicación Filmoteca, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.
“Solo la moralidad de nuestras acciones puede dar belleza y dignidad a nuestra vida”
Dani Karavan
(Texto en la escultura “Mifgash”, en Villa Lemm, Berlín, Alemania)
La película arranca en el Monumento Negev en Beerseba, Israel, un anciano Dani Karavan (Tel Aviv, Israel, 1930-2021), ayudado por su hija, camina con dificultad hacia la estructura. Se detiene frente a una de las puertas, y mirando a la cámara, explica como el viento colándose por unos tubos, emite ese sonido, aseverando que “Si la naturaleza te ofrece algo, serías estúpido no cogerlo, hay que escucharla porque la naturaleza te habla”. El documento-retrato de este singular, mágico y humanista artista, nos llevará a países como Israel, Francia y Alemania, en los que visitaremos acompañados de Karavan, todas sus obras. Admiraremos su belleza, su funcionalidad, su entorno, ya sea natural o urbano, escucharemos los enormes enfados del artista quejándose del deterioro y el mal mantenimiento de sus estructuras. También, le acompañaremos a sus visitas al médico, y conoceremos el lado humano y comprometido de un gran artista, que no solo se inspira en la naturaleza, sino que trabaja incansablemente en pro de los derechos humanos, levantando grandiosas estructuras en parques en mitad de la ciudad, o en el desierto, para ser admirados, para recordar el holocausto, y sobre todo, como herramienta de reflexión ante las injusticias y abusos del mundo.
El artista se acompaña de colaboradores, otros artistas, historiadores, incluso otros creadores como el cineasta Wim Wenders, en uno de los momentos más bellos que contiene la película, en el emocionante y existencialista diálogo que se genera entre los dos. Barak Heymann (Israel, 1976), que junto a su hermano Tomer, y a través de su compañía Heymann Brothers han producido más de treinta documentales, se encarga de la dirección, donde se deja de estridencias narrativas y argumentales, para centrarse en Karavan, en su vida personal, su obra y su malhumor, un carácter que le ha ayudado a defender sus obras y también, a que sean respetadas una vez instaladas, porque como menciona el artista: “El tiempo y el progreso son fundamentales en mi obra”. Karavan es un artista, y como tal, es un artista político, encauza su trabajo a hablarnos de frente y de forma transparencia, sobre el pasado, sus memoria, peor desde el presente de su trabajo, reivindicando el espacio público, ya sea urbano o natural, en que el arte promueva conciencias y sobre todo, ayude a generar reflexión en un mundo capitalista abocado al negocio y no al humanismo que si representa el trabajo de Karavan.
El artista israelí como todo artista que se precie se autoafirma como inconformista, irreverente, enérgico, con una vitalidad envidiosa que, a pesar de sus achaques de salud, sigue en la brecha, siguiendo un camino de mirar el entorno y sacar el máximo provecho a todos los materiales y elementos naturales como el agua, básico en su arte, con ese continuo movimiento que ayuda a seguir caminando, y se enfada muchísimo cuando en sus esculturas falta, por desidia y dejadez. En ¿Puedes oírme?, de Pedro Ballesteros, que hacía un interesante y formidable retrato sobre el escultor Jaume Plensa, se convierte en un espejo donde Dani Karavan, también se mira, y las dos películas no solo quieren trazar un retrato fidedigno y humanista de los artistas, sino que la propia película tenga una voz propia de cómo filmar las obras en cuestión, desde el silencio y las diferentes perspectivas necesarias para admirar toda su belleza.
Hace pocos días, en concreto el pasado 29 de mayo, que el artista Dani Karavan nos dejó, la muerte se llevó a uno de los más grandes artistas del siglo XX, por la calidad de su obra, sus reflexiones, y su posicionamiento político a favor de un Israel que viva en paz entre judíos y palestinos. Su vastísima obra, repartida por el mundo, en lugares tan lejos como Japón, o más cercanos como Italia o España, donde su homenaje a Wlater Benjamin en Portbou es sublime, donde se realza una de las cualidades de la belleza, su sencillez, y su forma de catalizar el significado de refugiado, la oscuridad y la negritud de una vida en constante huida y peligro. Una obra que reivindica la película y el propio Karavan en ella, sigue perdurando, a pesar de su deterioro, sigue viva, y sigue cambiando, son trabajos orgánicos, que nunca dejan de moverse y ofrecer vistas, reflexiones y almas a todo aquel espectador que quiera admirarlas, y también, introducirse en sus entrañas, en todo su ser, ampliando sus pensamientos, sus inquietudes y sus formas de mirar. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista al director Marc Recha, con motivo de la retrospectiva sobre su obra que le dedica la Filmoteca de Catalunya en Barcelona, el martes 6 de abril de 2021.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Marc Recha, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Jordi Martínez de Comunicación de Filmoteca, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.
Entrevista a Pedro Ballesteros, director de la película “¿Puedes oírme?”, en el parque Pompeu Fabra en Badalona, el lunes 5 de octubre de 2020.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Pedro Ballesteros, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Teresa Pascual de Good Movies, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.
“Crea tu propio estilo visual. Hazlo único para ti mismo e identificable para los demás”.
Orson Welles
Hablar del cineasta Orson Welles (1915-1985) no es tarea fácil, amén de la innumerable cantidad de material de todo tipo que ya existe sobre su obra y su figura, tanto personal como pública, un material de archivo que ha trazado un sinfín de caminos indagando y profundizando acerca de su peculiar y compleja obra, siempre realizada con dificultades de toda índole, aunque la perseverancia de Welles vencía casi todos los obstáculos y llevaba a buen puerto las obras que proyectaba convirtiéndolas en películas que forman parte de la historia del cine. Mark Cousins (Belfast, Reino Unido, 1965) escritor y cineasta siempre interesado en la mirada y sus construcciones en la que ha investigado en buena parte de su carrera en forma de grandes libros sobre cine como su imprescindible The Story of Film, que convirtió en una memorable serie de más de 900 minutos a la que añadió el subtítulo An Odissey, o los títulos de Escena por escena, Historia y Arte de la mirada. A su trabajo en el campo de la literatura, Cousins ha creado una vía muy estrecha y en perfecta sintonía en el campo audiovisual, con la ya mencionada serie a la que se añaden otros trabajos sobre el cine menos conocido como su trabajo en The First Movie, sobre niños del Kurdistán iraquí, entre otras.
Ahora con el hallazgo de desconocidísimo material plástico de Welles por parte de su hija Beatrice Welles y Philip Hallman, del Departamento de Artes Visuales y Culturas de la Universidad de Michigan, se abre una nueva vía para acercarse a la figura del cineasta desde un ámbito completamente diferente, el de su trabajo visual, con infinidad de dibujos, ilustraciones y bocetos de sus películas, obras de teatro y demás proyectos vistos, frustrados, conocidos o no. El cineasta irlandés coge todo ese material inédito y construye una película en la que mediante su voz en off iremos viajando por aquellos lugares de la vida de Welles, en forma de misiva, transitando de forma desestructura por esos paisajes que antes vio Welles, espacios suyos y lugares que vieron nacer al genio que se estaba fraguando. Cousins estructura su película en tres actos: Peón, Caballo y Rey, añadiendo el epílogo sobre el tema del Bufón. En el primer acto, “Peón”, la película nos sumerge en la política de Welles, todos esos personajes de gente corriente y sencilla que transitan por su cine. En el segundo acto, “Caballo”, nos muestra al Welles obsesionado por el amor y sus tormentosas relaciones con mujeres como Dolores del Río o Rita Hayworth, con esos ideales quijotescos de caballeros andantes que pertenecían a otra época.
Y Finalmente, el tercer acto, “Rey”, los temas del poder y la corrupción en el cine Shakesperiano de Welles en títulos como Macbeth, Campanadas de medianoche u Otelo, sin olvidarnos de esos tipejos desagradables y malvados como el policía de Sed de mal, interpretado por el propio Welles. El epílogo trata sobre imágenes burlonas y grotescas en su obra y carácter, con el añadido de la intervención de Welles mofándose de sí mismo. La película se detendrá en lugares como Kenosha, en Wisconsin, donde nació Welles, en Irlanda, donde trabajó en el Gate Theatre por primera vez, en Chicago donde estudió dibujo, en New York y Los Ángeles donde paso tanto tiempo, o Arizona, o Europa, con España donde rodó la citada Campanadas de medianoche o Mr. Arkadin, o Marruecos e Italia, lugares de vidas, rodajes, trabajos, procesos creativos en los que Cousins dialoga en cómo eran entonces y cómo son en la actualidad, en que explora ese tiempo imperfecto, entre el tiempo de antes y el de ahora, y el tiempo cinematográfico, aquel que creó Welles.
La película analiza de forma exhaustiva la forma cinematográfica de Welles, con esos planos generales donde veíamos los techos y la profundidad de campo, en que el diseño de producción adquiría connotaciones importantísimas, o los elegantes primeros planos y los imposibles, algunos filmados en varios sitios que en su cine adquirían un limpieza y orden visual al alcance de muy pocos, todo eso acompañándonos la preciosa música de “Adagio”, de Albinoni, melodía que Welles utilizaó por primera vez en el cine en su adaptación de El proceso, donde ponía en imágenes el universo de Kafka, deteniéndonos en sus obras de teatro, sus trabajos como intérprete para sus películas y para otros, sus magníficas intervenciones en la radio y su memorable voz narrando La guerra de los mundos, donde atemorizó a toda la nación que creyeron como verdad la magnífica locución de Welles, o su compromiso social y político que a través de las ondas intentaba concienciar a la población de hechos bárbaros cometidos contra los más débiles y necesitados.
Cousins traza un película caleidoscópica sobre una figura difícil, un verdadero outsider que hizo el cine que quiso a pesar de lo endiabladamente extraño que era en una industria donde se controlaba mucho y se dejaba poco espacio para la libertad creativa, y eso que arrancó de forma ejemplar con títulos como Ciudadano Kane o El cuarto mandamiento, pero luego vinieron los problemas, la libertad creativa de Welles enfrentada a los estudios de Hollywood, su libertad profesional ante las fauces de un negocio demasiado encorsetada en una forma de hacer cine, y poco dado a las propuestas revolucionarias y creativas que proponía el genio de Welles, alguien incomprendido, alguien extraño, alguien fuera de su tiempo, pero sobre todo, alguien que amaba su trabajo, apasionado, con carácter y un genio que miraba mucho más allá, imaginando mundos desconocidos y vidas aventureras, periféricas y llenas de amor y odio a la vez. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“La gente que me rodea me fascina. No importa dónde se encuentre. En las calles de mi barrio de París, en Nueva York, sean los protagonistas de mis historias o gente corriente que me surge por una esquina”.
Agnès Varda.
El pasado 29 de marzo de este año fallecía Agnès Varda (Ixelles, Bélgica, 1928) una de las más grandes cineastas de la historia del cine, precursora en muchos aspectos cinematográficos, investigadora ferviente de la técnica y la representación artística en todos sus aspectos, materias y formas, que ha seguido explorando los caminos del cine hasta el fin de sus días. Ahora, nos llega su última película, su despedida del arte que más le ha dado en su vida, y adopta el título de Varda por Agnès, mismo título que el libro que en 1994 publicó la Cinemateca francesa con motivo de una retrospectiva. Una retrospectiva, un repaso minucioso y profundo de su obra guiada por ella es el contenido de la película. Una película que a modo de “MasterClass”, Agnès, la mujer nos habla de Varda, la cineasta, sumergiéndonos en un viaje dividido en dos partes bien diferenciadas. La primera, llamada “Analógica”, arranca en 1954 con La pointe courte, film que se adelantó a la Nouvelle Vague varios años, donde mezclaba la ficción en forma de historia de amor tormentosa con el documento, registrando la vida cotidiana de las gentes del lugar.
Este primer bloque concluirá con la película Las mil y una noches de 1994. La segunda parte a la que denominara “Digital”, se inicia con la película Los espigadores y la espigadora del año 2000 y finalizará en el 2018 con Caras y lugares. Varda sobre un escenario, sentada y micrófono en mano y dirigiéndose a diferentes públicos habla de su cine, su forma y fondo, pero no lo hace de forma cronológica, sino de forma asociativa, realizando continuos saltos en el tiempo, centrándose en las diferentes texturas y formas cinematográfica, adentrándose en movimientos de cámara, en aspectos de luz, la interpretación de sus actores y actrices (como ese momento impagable y maravilloso cuando Sandrine Bonnaire la visita, y desde la tarima donde está colocada la cámara, simulando un plano de Sin techo ni ley (el relato profundo e intenso de una vagabunda y su deambular conociendo personas de todo tipo) la actriz y la cineasta conversan rememorando el citado rodaje de la película, en el que la vida y el cine se confunden y se mezclan maravillosamente bien para sumergirnos en una especie de limbo inigualable.
Varda nos habla con voz reposada y honesta profundizando en todos los detalles técnicos y emocionales de sus obras, contextualizándolas y sobre todo, detallando su aspecto anímico y las circunstancias de la película, el carácter indomable para levantar proyectos, su visión feminista en la que construyó inolvidables personajes femeninos, y criticó con dureza todas aquellas situaciones en las que se menospreciaba a las mujeres, una mujer libre y cautivadora como su cine que trabajó incansablemente para seguir en la brecha más de seis décadas y mostrando un espíritu libre y curioso que la acompañó hasta sus últimos años, con una obra compuesta de un puñado de cortometrajes, la veintena de títulos cinematográficos entre ficción y documental, o más bien podríamos decir que sus películas son obras que fusionan las dos formas de ver o de hacer, y su trabajo expositivo, en el que Varda da buena cuenta de sus instalaciones, sus orígenes y su realización. Para los que conocemos la intensa y magnífica obra de Varda, la película nos ayuda a recordar las películas, tanto sus aspectos argumentales y formales, como aquello de la vida que sucedía cuando se hacía la vida cinematográfica, que explica con detalle y emoción Ángel Quintana en su extraordinario libro Después del cine, cuando hacía referencia al rodaje de Casablanca, y toda la realidad vital de su equipo técnico y artístico en ese contexto histórico en plena Segunda Guerra Mundial.
También, es una película fantástica para todos aquellos que conozcan poco o nada la vida y obra de Varda, porque descubrirán por primera vez sus películas, todo su amor por el cine y la vida, como evidencia en su minuciosa explicación sobre el tiempo cuando rememora la película Cleo de 5 a 7, en la que la escasez económica propició una forma cinematográfica natural y a tiempo real. Y también, se emocionarán escuchando la sencillez y naturalidad de una mujer a contracorriente, una mujer inteligente y audaz, alguien que se enfrentó al cine y a todo su entorno masculino con el objetivo firme e inteligente de poder hacer cine y contar las historias que nadie había contado antes o simplemente ofrecer su mirada femenina a ciertos temas que antes solo habían tocado los hombres, vino para quedarse, para ir más allá, como su etapa estadounidense con un relato sobre hippies o filmando esos murales pintados que daban cuenta de una nueva forma de vida y expresión cultural.
Sus maravillosas La felicidad, en la que exponía con aplomo y sobriedad la vida conyugal enfrentada al amor intenso, Réponse de femmes: Notre corps, notre sexe, una pieza de 8 intensos minutos donde enfrentaba a la sociedad patriarcal con el testimonio de múltiples mujeres, Daguerréotypes, sobre los habitantes de la calle donde reside, Jacquot de Nantes, en la que describía la infancia de su marido Jacques Demy, o su última etapa y el descubrimiento de la tecnología digital que le ofreció hablarnos en primera persona de sus reflexiones sociales, culturales y económicas de los cambios en el nuevo milenio creando relatos sencillos, artesanales e intimistas, como una vuelta a los orígenes del cine, en títulos como Las playas de Agnès o la citada Caras y lugares, donde su presencia se hizo más evidente, más personal y sobre todo, haciendo gala de un humor irreverente, irónico y sagaz, dejando bien claro que el cine y la vida de Varda eran uno solo, y el cine seguía latiendo en su interior, independientemente del formato técnico que utilizaba en la que su mirada hacia las personas y los lugares seguía siendo libre, única, personal y muy profunda. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA