Mi vida con Amanda, de Mikhaël Hers

LAS VIDAS DAÑADAS.

“El cine debe apropiarse de los atascos, encontrar una manera de incluirlos, hacerlos hermosos o conmovedores. Tengo la sensación de acercarme más a la verdad a través de momentos de calma y digresión que a través del ojo de la tormenta”

François Truffaut

Erase una vez una niña llamada Amanda que tenía siete años. Un día, esperaba sentada en los escalones de entrada a su colegio a su tío David, un joven de 24 años, despreocupado y ligero como su vida acotada al presente efímero. Esta es la primera secuencia de la película Mi vida con Amanda, ese primer instante en que descubrimos la relación entre los dos personajes que protagonizarán el grueso del relato. La tercera película de Mikhaël Hers (París, Francia, 1975) después de las interesantes Memory Lane (2010) sobre un grupo de amigos parisinos, y Ce sentiment de l’été (2015) sobre el duelo compartido entre un joven, novio de la fallecida, y la hermana de ésta. En su nuevo trabajo vuelve a hablarnos de duelo, de cómo afrontar la pérdida, la ausencia, vivir con el vacío del ausente, a través de David y Amanda, tío y sobrina, que después de un atentado en un parque, pierden a Sandrine, hermana y madre, respectivamente.

Hers plantea una película que, en su primera media hora es una comedia ligera de relaciones familiares y personales, donde conoceremos a esta peculiar familia y también a Léna, una amiga especial de David. A partir de la tragedia, la película se encamina al drama, pero no a ahondar en el melodrama, sino en un drama vital e íntimo, en el que nos sumergiremos en las vidas de los que sobreviven a la tragedia, a esas existencias dañadas, a su cotidianidad, a aquello que no sale en los medios, al día después de la noticia, a ese día a día que, a veces se hace oscurísimo y otras, sin venir a cuento, se llena de luminosidad, a esas emociones a ritmo de crucero, a una mezcla de sentimientos que van del odio al amor y viceversa, a esos llantos y risas que nacen desde lo más profundo en los lugares más insospechados, junto a un amigo, en mitad de una estación de tren abarrotada o explicándole a su sobrina de 7 años que nunca volverá a ver a su madre.

Y en mitad de ese cúmulo de sensaciones, tristezas y alegrías, esta la ciudad de París, con sus idas y venidas, sus ajetreos diarios, y su inmensa población llenándola de vida y también, de ausencias, sensación que quedará muy reflejada cuando David va a visitar a Léna a su pueblo, donde el tiempo se calma y las cosas parecen tener otra naturaleza, una materia más cercana y diferente. Hers vuelve a contar, como ha hecho en sus anteriores trabajos, con el cinematógrafo Sébastien Buchman para capturar esa luz parisina y el tumulto de esos trayectos en bicicleta, que también describen esa pulsión emocional que tienen los personajes y las relaciones que los unen. El montaje obra de Marion Monnier (colaboradora de nombres tan importantes como Hansen-Love o Assayas, entre otros) componiendo ese ritmo entre ligero y tenso que tanto requiere el drama que nos cuenta la película.

Para transmitir ese mana de emociones contradictorias y la tragedia cotidiana con la que deben convivir los diferentes personajes se requería intérpretes cercanos y transparentes como Vincent Lacoste (que habíamos visto en Eden, de Hansen-Love, o en Vivir deprisa, amar despacio, de Honoré) con ese aire de ligereza y despreocupación que tiene David, recordándonos tanto por su aspecto físico como emocional al Gaspard que hacía Melvil Poupad en la maravillosa Cuento de verano, de Rohmer. Bien acompañado por la niña Isaure Multrier como Amanda, en su primera aparición en el cine, protagonizando con el personaje de Lacoste los momentos más intensos de la cinta. Con las agradables presencias de Stacey Martin como Léna, transmitiendo la tristeza después de la tragedia, y un buen contrapunto con el personaje de David, y finalmente, a Greta Scacchi en un personaje interesante que nos descubrirá aspectos actuales.

Hers ha construido una película magnífica y cálida, llevándonos por unos personajes en proceso de reconstrucción, en vidas dañadas, en existencias detenidas en seco, en vidas que deben volver a vivir y sentir, sin miedo, apoyándose mutuamente, porque no hay otra, compartiendo emociones, tristezas y alegrías, porque ahora es todo lo que tienen el uno y el otro. Mi vida con Amanda se hermana con Verano 1993, de Carla Simón, en su forma de presentar y construir el duelo, la ausencia y la amalgama de emociones que se sienten después de la tragedia, la convivencia con el dolor, en un mundo diferente, extraño, que huele de otra manera y sobre todo, se refleja con otro aire, un aire que nos ha cambiado, que nos ha transformado, que ha dejado a lo que éramos y ahora, debemos empezar a caminar a ser lo que dejamos, a valorar todo aquello que tenemos y sobre todo, cuidarnos mutuamente en compañía de los que nos quieren y queremos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

DOCSBARCELONA 2020: Panorama, Latitud y Extras (1)

Hace una semana, el martes 19 de mayo, quedó inaugurada la XXIII edición del DOCSBARCELONA. Festival Internacional de Cinema Documental, manteniendo el subtítulo de “Miradas inquietas”. Este año debido a la crisis de la Covid-19, y siguiendo la línea de otros festivales de la ciudad como el D’A Film Festival, el certamen se desarrolla vía online a través de la plataforma Filmin, eso sí, con el mismo espíritu de mostrar la sensibilidad, la capacidad y el talento del cine documental, un cine que explora otras inquietudes, necesidades y valentías alrededor del mundo, muy alejado de normas y marcas y modas, radicalmente libre y brillante. Así que, desde el salón de mi casa, sentado o tumbado, arrancamos esta edición especial y diferente, pero tan estimulante y enriquecedora como las anteriores, con la película que abrió el festival LETTER FROM MASANJIA, de Leon Lee. A partir de una carta que llegó a EE.UU. al hogar de Julie Keith, escrita clandestinamente por Sun Yi, prisionero de un cambo de trabajos forzados en China por sus creencias espirituales, el director canadiense de origen chino, especializado en historias que profundizan sobre la China contemporánea, realiza un retrato íntimo y sincero, con animación e imagen real, sobre la persecución de un hombre corriente, alguien perseguido y vigilado por las autoridades chinas, en una película necesaria y valiente que, además de destapar las siniestras prácticas del gobierno chino, es un canto a la libertad de uno mismo, de luchar por la justicia, y sobre todo, es un retrato magnífico, rodado sin estridencias, sobre la amistad que no conoce fronteras, diferencias ni clases, en las que interviene la necesidad de escuchar al otro y conocer su historia. De la sección PANORAMA arranqué con la película RISING FROM THE TSUNAMI, de Hélène Robert y Jeremy Perrin. En marzo del 2011, un tsunami devastador asoló las costas de Tohoku, en Japón, dejando más de 15000 fallecidos. Casi una década después, las secuelas y los traumas entre los supervivientes continúan en ciudades como Sendai. Perrin ya había explorado las leyendas de animales a través de A Praga, La Plaie, ahora con Robert, se adentra en el lugar de la tragedia a través de los familiares y amigos que recuerdan a los que ya no están, en un retrato sobre una forma de sentir y relacionarse con la muerte muy diferente a la occidental, en la que conviven con los fantasmas y espíritus de los ausentes de manera cotidiana, en una obra contundente y desoladora sobre las tragedias vitales, la forma que nos enfrentamos a la muerte y a la ausencia de los seres queridos, y sobre todo, las múltiples formas de llevar el duelo.

SOLO, de Artemio Benki. El director parisino, autor de una extensa obra documental, debuta en el largometraje con el retrato de Martín Perino, niño prodigio del piano que, en la actualidad, ya adulto, se encuentra en un proceso de salud mental en el que ha de batallar entre su gran pasión con la fragilidad de su enfermedad, y emprender una vida fuera de los muros del psiquiátrico. La película, en un tono naturalista y cercano, sigue a Martín en su andar cotidiano, reconstruyendo su existencia y emprendiendo nuevos proyectos tanto vitales como profesionales, escuchando y sobre todo, escuchándose y siendo consciente de su identidad, de sus miedos e inseguridades, de quién era y quién es, en su soledad y a través de sus amistades, pero también, de su grandísimo talento como pianista. Hi, A. I., de Isa Willinger. Fascinante e inquietante documento sobre la relación de los seres humanos con los robots con inteligencia artificial, en la que Willinger, que ya había explorado temas como el género o los conflictos sociales, se adentra de forma contundente e íntima, a través de varios aspectos humanos como el de un estadounidense que acaba de adquirir una pareja robot o una anciana japonesa que recibe a su nuevo robot de compañía, y aspectos técnicos, dialogando con diseñadores y constructores de robots en el que nos hablan de sus características. El futuro robotizado que tanto nos habían explicado en la ficción ya es una realidad y forma parte de nuestro presente y cotidianidad, aunque quizás todavía no estemos preparados para ello.

SONGS OF REPRESSION, de Marianne Hougen-Moraga y Estephan Wagner. Tercer trabajo de Wagner que en esta ocasión se alía con Hougen-Moraga y se trasladan a la antigua “Colonia Dignidad”, ahora llamada “Villa Baviera”, un antiguo asentamiento al sur de Chile, fundado en 1961 por evangelistas alemanes que, capitaneados por Paul Schäfer, impusieron una secta religiosa donde se abusaba física, psíquica y sexualmente de los menores por los adultos, y apoyaron la dictadura y asesinaron personas. La pareja de cineastas vuelve al siniestro lugar y nos presentan a algunos del centenar de personas que conviven para hablarnos del pasado y la nueva reconversión del lugar en reclamo turístico. Una fábula terrorífica sobre la tortura, el pasado y el presente, en un espacio donde conviven maltratados, abusadores ya ancianos y un aire malsano de un lugar que antaño era una comunidad siniestra y oscura. THE LETTER, de Maia Lekow y Christopher King. El colonialismo y la religión han transformado la convivencia y las ideas de muchos países del mundo. En Kenya, ocultándose en la codicia de quitar tierras a los más ancianos, muchos los acusan de brujería y acaban asesinándolos impunemente. Karisa es un joven que vuelve al pueblo donde creció, donde vive su familia, para averiguar que ocurre con su abuela y un tío que la acusa de bruja. La nigeriana Lekow y el australiano King hacen tándem por primera vez para hablarnos de pasado y presente en una cinta intimista y terrorífica en el que se mezclan familia, poder, superstición y codicia para destapar un presente en el que se persigue a los ancianos con la excusa de eliminarlos, y apropiarse de sus bienes, en la que el joven Karisa, que nos va guiando por su pueblo y va escuchando las diferentes versiones de los miembros de su familia y va recogiendo el sentir de unos mayores en continua amenaza y miedo.

¿PUEDES OÍRME?, de Pedro Ballesteros. La personalidad y el trabajo del escultor Jaume Plensa es el tema principal del documental de Ballesteros, con amplia experiencia en trabajos periodísticos y cinematográficos, en la que nos sumerge en un fascinante y profundo viaje por varios países del mundo descubriendo las obras del afamado escultor, en la que las observamos y vamos escuchando las interesantes y conmovedores reflexiones de Plensa sobre su trabajo, la vida, el cosmos, los mundos interiores, y la espiritualidad que conforman elementos fundamentales en su existencia y en su trabajo, descubriendo a la persona, al escultor, en su taller, hablándonos de la creación, a través de los elementos, los sueños y demás, dejándonos llevar por un camino donde obra y creador se magnetizan de forma maravillosa y espiritual, transportándonos a otros lugares y sensaciones indescriptibles. EL GRAN VIAJE AL PAÍS PEQUEÑO, de Mariana Viñoles. El sexto trabajo de la cineasta uruguaya, comprometida con los aspectos humanos, sigue a dos familias refugiadas sirianas en su viaje del Líbano a Uruguay mostrándonos a través de una maravillosa intimidad y honestidad, su cotidianidad en el que hay problemas de adaptación, el recuerdo del país abandonado y la relación a distancia con sus familias que todavía pertenecen en Siria, y las dificultades de vivir en un nuevo país, con otro idioma, otras costumbres, y otros conflictos, tanto internos, físicos o psíquicos, en un trabajo de documento-diario en el que la cineasta se convierte en uno más de esta realidad dura sobre la inmigración, en que resurgen temas como la solidaridad, la fraternidad y también, menos cómodos como empezar de nuevo , lejos de tu país y los tuyos, y avanzar en una vida mejor para ellos y sus familias.

THE HYPNOTIST, de Arthur Franck. El director finés recurre a las imágenes de archivo para contarnos una historia curiosa y desconocida, trasladándonos a la Finlandia de mediados de los cincuenta con la aparición del hipnotista Olliver Hawk, que irrumpió con sus actividades psicológicas y sus innumerables excentricidades. El poder político, la manipulación psicológica de las masas y los medios de comunicación se dan la mano en un relato inquietante y fascinante en que se mezcla a Urho Kekkonen, presidente finés durante un cuarto de siglo, sus rivales y la mano de Olliver Hawk, utilizado por el gobierno para inutilizar a los adversarios. Las altas esferas políticas y el retrato de alguien incomprendido son la base de una película que nos habla de los tiempos más oscuros de Finlandia, un tiempo oculto para la gran mayoría. Y para finalizar esta primera tanda de películas finalicé con SPACE DOGS, de Elsa Kremser y Levin Peter. La pareja formada por la austriaca Kremser y el alemán Peter unen sus fuerzas para dirigir su primer documental que nos guía por los perros callejeros utilizados por la URSS para enviarlos al espacio y hacer experimentos de todo tipo. Desde la perra Laika hasta otros que pasaron por las investigaciones espaciales. Paralelamente, el relato se centra en un par de canes, dos tortugas y un chimpancé que malviven en el Moscú actual. Un film desigual, en el que las imágenes de archivo son la parte más interesante, en el que dejan patente la explotación y manipulación del ser humano a los animales, la naturaleza y todo aquello que le sirva para seguir adueñándose de este planeta para su bienestar y su progreso, dejando de lado todo lo demás. Hast aquí la primera remesa de cine documental de la edición especial del DOCSBARCELONA 2020. Hasta pronto! JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

El incendio, de Daisy Coulam

DE PUERTAS PARA ADENTRO.

“Es un hecho maravilloso y digno de reflexionar sobre él, que cada uno de los seres humanos es un profundo secreto para los demás.”

Charles Dickens

¿Qué es conocer a alguien? ¿Cuándo descubrimos o qué detalles nos hacen decir que conocemos a una persona? Por mucho que nos esforcemos en conocer a alguien, descubrir sus secretos ocultos, aquellos que callan, aquellos que se mantienen en su interior, descubriremos que es una tarea inútil, porque siempre habrá algo que la persona oculte, que guarde en lo más profundo de su alma, y ese misterio se mantendrá vivo, y seguiremos sin conocer de manera clara y transparente a nadie. Muchas de estas reflexiones llevaron a la guionista Daisy Coulam conocida por la exitosa serie Grantchester, sobre detectives después de la segunda guerra mundial) a escribir El incendio, una miniserie de cuatro episodios de cuarenta y cinco minutos cada uno, ambientada en Kirkdarroch, una pequeña comunidad de Escocia, a partir de dos matrimonios con hijos.

Por un lado, tenemos a Tom Kendrick, el médico de cabecera del pueblo y querido por todos, y su mujer, Kate, maestra primaria, y sus adorables hijas pequeñas. Y por el otro, a Steve, el sargento de la policía local, y su esposa Jess, también maestra como Kate, e íntimas amigas. La fiesta que abre el relato deja patente la aparente armonía y la hermandad entre las parejas y sus vecinos, pero, todavía desconocemos los detalles, esas pequeñas cosas que a simple vista no vemos. Una noche, el hogar de los Kendrick estalla en llamas y después de la pronta acción de los vecinos descubre los cuerpos sin vida de las tres pequeñas y Kate, y el cuerpo inconsciente de Tom. En ese instante, la historia abrirá dos sendas, la primera, las investigaciones de lo sucedido con Steve a la cabeza con la ayuda de dos policías estatales, y el otro camino, los flashbacks en los que descubriremos detalles en el interior del hogar de Tom y Kate, y sus relaciones con Steve y Jess.

La directora Lynsey Miller plantea un relato en el que impera una inquietante y extraordinaria atmósfera, con esa luz fría y oscura de la cinematógrafa Neus Ollé (directora de fotografía de Albert Serra, Mar Coll y Belén Funes, entre otros) que evidencia ese tono de claroscuros que también casa con los personajes y todo aquello que ocultan a los demás, manteniendo esa intriga emocional bien cuidada y filmada, manteniendo una trama que va de un lugar a otro, dejando huellas y detalles para que los espectadores vayan descifrando las verdaderas relaciones entre los cuatro personajes en liza, descubriendo sus secretos y la naturaleza de sus acciones, en un magnífico, hipnótico e inquietante thriller psicológico, donde las pesquisas policiales van al alimón con la revelación de secretos e intimidades del matrimonio de Tom y Kate, desvelando aquellos detalles anteriores que se les escaparon a los personajes, y añadiendo a la cuestión otros elementos igual de interesantes como la búsqueda de familia de la pareja de Steve y Jess, además, de un secreto oculto que provocará un cisma entre ellos y en la investigación policial.

La productora Natalie Holt, autora también de la banda sonora, en la que crea una música para afianzar ese ambiente de emociones ocultas, enterradas y en silencio en el que transitan unos personajes atrapados en unas existencias complejas y difíciles. El excelente reparto encabezado por David Tennant (que habíamos visto en series como Broadchurch y Doctor Who, también productor ejecutivo de la miniserie, dando vida a Tom, un personaje esquivo y de carácter, que poco a poco iremos descubriendo su relación con Kate y los demás, y su madre, Cush Jumbo es Jess, esa mujer que lo ah dejado todo por amor y la dificultad por quedarse embarazada crea un conflicto entre ella y su amor, Steve, Anna Madeley es Kate, la esposa de Tom, que toma pastillas después de una depresión postparto de su hija Charlotte, y se siente como una mujer sin rumbo en una vida rota, y por último, Steve, la pareja de Jess, un policía sencillo y rudo, que deberá lidiar con la tristeza de su mujer y además, no implicarse personalmente demasiado en el caso para que sus problemas internos no intercedan en la complicada investigación. El incendio (que en su original sería algo parecido a Cayó el agua muerta, en el que se evidencian la revelación de todos los secretos más profundos) destaca que sus responsables de los apartados técnicos están comandados por mujeres, algo que debería ser natural, como pasa con los hombres, que en el caso de las mujeres se convierte, por desgracia, en una excepción. Una miniserie bien construida y llena de recovecos que hay que resolver, en esa maraña laberíntica de pasiones, relaciones, amistades, secretos y traumas que padecen los personajes. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

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La rusa, de Aritz Ortiz

FURIA EN EL VALLE.

“Sólo la violencia ayuda donde la violencia impera.”

Bertolt Brecht

Había una vez un tipo llamado Tito, de unos 50 años, sin trabajo y sin rumbo, vuelve al pueblo de nombre El Valle, después de años de ausencia. Allí, se encuentra un lugar desolado, casi vacío, con miedo y bajo el mandato de los Crespo, una familia de miserables que tienen amedrentado a todo el pueblo. Un día, en el bar que regentan los Crespo, conoce a Svitlana, a la que llaman “La Rusa”, una bellísima y asustada ucraniana, esposa de Crespo padre, que vive sometida a los abusos físicos y psíquicos de su marido violento y canalla. Y, desde ese instante, la existencia de Tito, a pesar de los consejos de su único amigo, cambiará de rumbo, cobrará un sentido y se implicará en ayudar a la joven rusa. Aritz Ortiz, curtido en mil y una batallas en el mundo del cortometraje, debuta con una historia basada en un suceso real acontecido en Extremadura, con una película filmada en 13 días y un presupuesto low-cost, en la que bajo un marco directo y actual, en el aquí y ahora, teje un relato sobre los abusos de poder, el miedo y la necesidad de huir, a través de una trama noir, muy oscura y violenta, un cuento rural con tintes trágicos, en el que un tipo cualquiera, alguien que no tiene nada que perder, se enfrentará al dominio impuesto de los Crespo, los típicos caciques que imponen su ley y su fuerza.

La cuidadísima y elegante luz de la película es otro de los elementos que más destacan en el relato,  obra de Israel Seoane, cinematógrafo de las singulares y excelentes películas Crumbs y Jesus Shows You the Way to the Highway, ambas de Miguel Llansó, y el preciso y cortante montaje del propio Ortiz, convierte a La rusa, en una obra con un gran empaque visual y llena de ritmo y energía, en una estructura cocinada a fuego lento, con su intriga elaborada que mantiene el ritmo, en un in crescendo muy bien dosificado en que el ritmo se va imponiendo en esta demoledora fábula social y violenta. El pueblo real de Valdetorres, provincia de Badajoz, sirve de marco rural para construir esta ficción breve, apenas una hora de metraje, con ese aroma que tenían las series B estadounidenses, en que en sesenta minutos despachan westerns, policiacos, terror o aventuras intensas y bien tejidas, con personajes complejos y siniestros con algunas pinceladas, en las que los relatos eran poderosos y firmes.

Ortiz reúne a un buen reparto, la mayoría muy desconocidos, pero que saben llevar y componer con naturalidad y entrega a unos personajes perdidos, solitarios y capaces de todo, incluso de entregar su propio pellejo, encabezados por Xosé Núñez como Tito, ese hombre sin nada que acaba en la boca del lobo por su carácter humanista en que no soporta las injusticias y las desigualdades, tropezándose con “La Rusa”, Svitlana, protagonizada por Monika Kowalska (que ya habíamos visto en El destierro, de Arturo Ruiz Serrano, muy emparentada con La rusa, en su empaque visual y su relato violento, y también, en Pullman, de Toni Bestard, como madre de la niña) componiendo un personaje asustado, atrapado y esperando un rayo de luz en forma de hombre valiente y capaz que se enfrente a Crespo y la saque de allí, y Manuel Larrea, como el patriarca cacique, con ese rostro marcado y esa voz rasgada, en una interpretación fantástica y sobria, convirtiéndose en uno de los mejores debuts del cine español en los últimos años, y Eduardo Rosa, como el violento y chulesco hijo de Crespo, malvado e irritante, como escenifica en ese instante con los chavales y su pelota.

A pesar de las incomodidades presupuestarias y la velocidad del rodaje, Ortiz saca buena nota con su opera prima, siendo fiel a un relato lleno de cualidades, en el que sobresale su cuidada atmósfera, un relato sencillo y honesto, un lugar desolador y con el aliento contenido, a punto de estallar, su duración, que cuenta lo que hay que contar, sin añadiduras ni devaneos dramáticos ni adornos innecesarios, contando un thriller rural de ahora, sobre el poder, el sometimiento y sobre todo, el miedo, marcando aquellos pasos que mencionaba Fritz Lang: Amor, odio y venganza, que tantas veces disfrutamos en su cine. La rusa se ve con asombro y claridad, no da aquello que no necesita, centrándose en todo lo que tiene, que no es poco,  una cinta íntima y humanista, en el que se asoma una pequeña historia de amor en la que unos seres sin nada y atrapados, descubrirán que en ocasiones la vida, nos da un respiro para sacar la cabeza y respirar, aunque el aire sea denso y pesado, que dadas las circunstancias, es un alivio entre tanta miseria y violencia. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

 

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Noches mágicas, de Paolo Virzì

AQUEL CINEMA ITALIANO TAN GRANDE…

“El negocio del cine es macabro, grotesco: es una mezcla de partido de fútbol y de burdel”

Federico Fellini

En un instante bellísimo y conmovedor de Noches mágicas, de Paolo Virzì (Livorno, Italia, 1964) vemos la claqueta final de la última película de Fellini, La voz de la luna, en el que Roberto Benigni se asoma a un pozo en mitad de la oscuridad de la noche. El momento es mágico, recogido en un silencio sepulcral, como de otro mundo, de otro tiempo, solo roto por los aplausos finales de los allí presentes. Ese instante recoge todo el espíritu que encierra la película de Virzì, un canto de amor íntimo y profundo aquel cine italiano que fue tan grande y en el verano del noventa se despedía o podríamos decir daba sus últimos suspiros, firmando sus obras póstumas como en el caso de Fellini. El director italiano también homenajea a otros de los grandes como Mastroianni, como ese cómico y desolador momento cuando llora desconsoladamente por el enésimo abandono de la Denueve, o ese otro guiño a Furio Scarpelli, legendario guionista, en la piel de un tal Fluvio Zappellini, interpretado por Roberto Herlitzka.

El director italiano, autor de comedias agridulces en las que juega con sus personajes atribulados, excesivos y perdidos en busca de un poco de cariño como hizo en su debut con La bella vita (1994) hace ya casi tres décadas, o siguió, entre otras,  con Caterina va in città (2003) el renacer en la gran ciudad de una adolescente desamparada, en Tutta la vita davanti (2008) se empleó con fuerza en la crítica social mediante la reivindicación de unas empleadas, en El capital humano (2013) vistió de elegante thriller un drama familiar vertebrado por dos familias, una elitista y la otra, con dificultades, o en Locas de alegría (2016) con unas maravillosas Valeria Bruni Tedeschi y Michaela Ramazzotti, con problemas psiquiátricos y huidas para vivir su aventura particular y reencontrarse con ellas mismas. En Noches mágicas, Virzì nos introduce en su sentido y honesto homenaje a ese cine italiano tan grande que maravilló a tantos espectadores del mundo, situando su relato durante el mundial del 90 celebrado en Italia, a través de tres jóvenes incipientes guionistas, finalistas de un premio. Antonino, el chico de pueblo, cerebro e idealista, que sueña con el retorno del gran cine italiano. Luciano, el eterno buscavidas y enamoradizo, y finalmente, Eugenia, la apocada y obsesiva, de familia riquísima, que sueña con un actor francés habitual del cine de autor.

Los tres jóvenes guionistas cargados de ilusión rememorarán su “Dolce Vitta” romana particular, agasajados por los productores, como el caso de Leandro Saponaro, uno de esos últimos dinosaurios del cine, arruinado y ennoviado con una chica cincuenta años más joven, o por otros vividores u olvidados del cine, que andan de aquí para allá, en continuas fiestas nocturnas, esperando que suene un teléfono desconectado. Virzì ironiza en esa forma de hacer cine actual, como evidencia en la secuencia de los guionistas tecleando como energúmenos sus máquinas de escribir en esa fábrica en serie de films y series, o esa caída del mito que sufre la joven Eugenia cuando conoce las miserias de su actor idolatrado. El epicentro de la trama se desarrollará en la famosa semifinal del mundial cuando Italia cayó en los penaltis con la Argentina de Maradona, cuando el automóvil de lujo de Saponaro cae estrepitosamente en las aguas del río Tiber, y rescatan cadáver al productor, y los tres guionistas serán arrestados como principales sospechosos.

El realizador italiano nos sitúa en una comisaría de policía, donde los tres guionistas, cuentan, a través de un flashback, los pormenores, aventuras, detalles y circunstancias de los tres jóvenes en busca de fama y dinero en ese cine italiano, que en los noventa iba por otras lindes y comenzaba a despedir a los pocos antiguos que todavía podían hacer cine. Virzì opta por la comedia agridulce y el thriller, como es habitual en su cine, para contarnos su visión del cine italiano que tanto ama, ahora convertido en un cementerio de elefantes, donde asistimos a momentos de humor, de esa comedia alocada y divertida, con esos instantes de pura amargura, desolación y tristeza, con secuencias de enorme ritmo, en que la cámara se cuela en rodajes, oficinas, reuniones, cenas, fiestas, locuras varias, amores desinhibidos, sexo a tutti pleni, y demás saraos y extravagancias, con momentos fellinianos como el protagonizado por la diva que hace Ornella Muti, mostrando su sexo levantándose la falda frente a Luciano. Un relato que sigue sin descanso a los tres jóvenes, con esa Roma veraniega, en que el fútbol se erige como medio para hablarnos de los éxitos y las miserias de un grupo de gente que fue, pero ya no es, que quiere seguir siendo, pero el tiempo pasó de largo, los dejó atrás, como ese director solitario que nunca habla, y encuentra en una joven ese último aliento para seguir respirando y recordando lugares mágicos donde rodó esos planos inmortales que lo encumbraron en los festivales internacionales.

La naturalidad, juventud y frescura de los Mauro Lamantia, Giovanni Toscano e Irene Vetere como los Antonino, Luciano y Eugenia, respectivamente, se convierten en los mejores aliados de la cinta y en el mejor contrapunto frente a los cineastas viejos y olvidados, siendo los mejores guías para mostrarnos esa Roma nocturna llena de dinosaurios que recuerdan viejos tiempos, y se arrastran por un presente indolente y con nuevas modas y corrientes, muy lejos de las suyas, como evidencia ese Giancarlo Giannini, viejo productor que hizo dinero con el cine comercial y se arruinó con el de autor, dando sus últimos bandazos y enganchado a múltiples medicamentos, o Andrea Roncato como Fosco, ese cineasta-autor que todavía lucha contra su precariedad y sus sueños oxidados, esperando esa oportunidad, onírica, para volver a hacer esa gran película que todavía no ha hecho. Una película sobre el cine, el cine italiano grande y también, sobre lo que quedaba de él en aquel verano del 90 cuando todo parecía que aún era posible, incluso que Italia ganará el Mundial. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

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Parking, de Tudor Giurgiu

LOS PAISAJES SOLITARIOS.

“Amor, cuántos caminos hasta llegar a un beso, ¡qué soledad errante hasta tu compañía!”

Pablo Neruda

Adrían es rumano e inmigrante, y soñador, escribe para que algún día su poesía pueda llegar a los demás. Mientras, pasa sus días en el sur de España, guardando un concesionario en horas bajas y malviviendo en una caravana a la espera de una oportunidad o de quién sabe. Un día, conoce a María, una joven que toca el bajo en un grupo de música de segunda fila, y se enamoran. Quizás ese amor, inesperado y descontrolado, como son todos los amores, sea la causa de que su existencia cambiará de rumbo. El cuarto trabajo de Tudor Giurgiu (Cluj-Napoca, Rumania, 1972) es una fábula sobre las decisiones y circunstancias vitales que debemos afrontar en nuestras vidas, una película que en cierta medida, sigue la línea de sus anteriores trabajos. En su opera prima, Love Sick (2006) un trío amoroso ponía al límite a sus participantes, en De caracoles y hombres (2012) el cierre de una empresa coloca a sus empleados en la tesitura de aceptar una solución rocambolesca por parte del sindicalista, y en Why Me? (2015) un abogado se veía en el dilema de trabajar por la verdad o mentir favoreciendo a intereses particulares.

Giurgiu coloca a sus personajes en el abismo, en esa circunstancia donde han de elegir, de tomar decisiones, de dejar de posponer su vida y agarrarla con fuerza y energía, sin saber en absoluto hacia donde acabaran. Su mirada nunca viene desde una posición altiva y condescendiente, sino que lo mira desde a la misma altura, frente a frente, conduciendo al personaje a esa tesitura moral y vital, en la que el propio espectador deberá también decidir si la decisión tomada es la correcta o no. Parking se basa en la novela Apropierea (Cercanías), de Marin Mâlaicu-Hondrari, que también firma el guión junto a Giurgiu, en la que plasma las desventuras de un rumano en España, acabando en un parking de automóviles sin compradores, regentado por Rafael, uno de esos tipos buscavidas, en pleno proceso de divorcio, y además, con una relación complicada con Mercedes. La aparición de María en la vida de Adrián, lo complicará todo y pondrá al joven rumano en la difícil tarea de elegir y tomar las riendas de su vida. Giurgiu nos habla de personas solitarias, gentes sin rumbo, a la deriva, como si el parking de las afueras, olvidado y en descomposición, fuese un barco sin mando ni timón, a expensas de un golpe de suerte que parece que no acaba de llegar. Personas, que muy a su pesar, encontrarán esa cercanía que sus existencias les niega, y la encontrarán en el lugar más insospechado que puedan imaginar.

Parking también nos habla de relaciones entre personas que vagan solitariamente, de amor de verdad, o al menos de otra manera, del que no pide nada a cambio y lo da todo por el otro. De ese amor que vive al límite y que necesita de respeto y cariño, como el que viven Adrián y María. La fría y acogedora luz del cinematógrafo Marius Panduru (colaborador entre otros de Corneliu Poromboiu) que vuelve a trabajar con Giurgiu después de Why Me?, resulta esencial para transmitir esa atmósfera de soledad y aislamiento que padecen todos los personajes, y en especial, Adrián. Giurgiu, también productor de gente tan importante como Peter Strickland o Manuel Martín Cuenca, convoca un reparto encabezado por el rumano Mihai Smarandache como Adrián, el inmigrante soñador en busca de un lugar en el que sentirse mejor. A su lado, Belén Cuesta como María, con su peculiar naturalidad conduce a esa mujer de aquí para allá, que lo deja todo por su amor rumano, que también busca ese lugar diferente y acogedor, Rafael al que da vida un siempre convincente Luis Bermejo, un tipo al borde todo, buscando desesperadamente ese golpe de suerte que quizás solo existe en su imaginación, y Mercedes a la que da vida una estupenda Ariadna Gil, esa mujer práctica que se ve arrastrada por Rafael por amor.

El cineasta rumano ha construido una película de almas solitarias, de náufragos sin barco ni isla, y sobre todo, sin horizonte, ni futuro ni nada, en muchos momentos de su vida aislados y temerosos por su existencia, que siempre han huido o lo siguen haciendo, en continua carrera y sin lugar donde quedarse, gentes que deberán trabarse su vida y su camino, a pesar de las terribles dificultades en las que se encuentran, pero con esa lucha incondicional que tienen y esa resistencia que les hará enfrentarse a sus miedos, inseguridades e incertidumbre, que quizás tengan una oportunidad, por pequeña que sea, para salir de su atolladero particular. Un relato sincero y honesto sobre la cercanía de las personas, sobre derribar los obstáculos que nos separan y unir fuerzas para tirar hacia delante, aunque sea con una vida alquilada y un coche prestado, pero con todas las ilusiones que da el amor y sobre todo, con todas las ilusiones que da el sentirse diferente y libre por primera vez. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

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Bacurau, de Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles

EN UN FUTURO NO MUY LEJANO…

“Toda forma de desprecio, si interviene en la política, prepara o instaura el fascismo”

Albert Camus

“Si te vas, vete en paz”, reza en el cartel que anuncia la proximidad de 17 km de Bacurau, un pueblo aislado al oeste de Pernambuco, en un futuro no muy lejano, en un futuro en el que hay escasez de agua, de medicinas, de comida, y en el que las comunidades viven aisladas del resto, un futuro muy negro que se está instalando en ese Brasil cada vez más autoritario y fascista. Kleber Mendonça Filho (Recibe, Brasil 1968) plantea un cine social y humanista, íntimamente ligado a las personas, sus relaciones y conflictos, como hizo en Sonidos de barrio (2012) y Doña Clara (2016), ambas filmadas en Pernambuco, en las que recorría un vecindario con problemas de seguridad y una señora con conflictos con una constructora que quiere echarla de su vivienda. En Bacurau (nombre ficticio que bien podría ser uno de tantos pueblos perdidos y aislados de Brasil o de cualquier lugar del mundo) Mendonça Filho se alía con su director de arte Juliano Dornelles (Recibe, Brasil, 1980) para dirigir conjuntamente una película social, que mezcla el género como la aventura, el western o la ciencia-ficción, de forma natural y sin tapujos, manejando la crítica social y política de forma contundente y bien armada, presentándonos a la comunidad rural de Bacurau, con sus más y menos, que se verán inmersos en una amenaza del exterior, un invasor extranjero, invisible y sanguinario.

Pedro Sotero en la cinematografía, Eduardo Serrano en el montaje, Nicolas Hallet en el sonido, y Thales Junqueira en arte, vuelven a colaborar con Mendonça Filho y Dornelles, para tejer un relato intenso y bien elaborado, en que el género se alía con la crítica social y política, para hablarnos de la oscura deriva que está teniendo el Brasil actual con Bolsonaro en el poder, implantando una política autoritaria y fascista en el que la mayoría de la población se utiliza para bienes elitistas, como borrarlos del mapa o dejarles sin suministro eléctrico, o incluso yendo más allá, como ocurre en la película, exterminándolos. Aunque los invasores, de nacionalidad estadounidense, se topan y de qué manera, con un pueblo unido, un pueblo que tiene a Lunga, su ángel de la guarda, un fuera de la ley, una ley injusta que apoya al poderoso frente a los débiles. Con Lunga, el pueblo se arma y se defiende con uñas y dientes, todos a una.

El tándem de cineastas brasileños optan por el formato “Panavision”, para darles ese tono crudo y cercano a su relato, que recuerda a aquellos westerns y bélicos que tanto afloraron en las décadas de los setenta y ochenta, en que la mirada de Peckinpah, dejaría claras las referencias de la película, por su atmósfera seca y dura, esa hostilidad frente al poderoso, como quedará patente con el político que los quiere comprar, y los invasores. También, encontramos el aroma del cine de John Sayles y sus Hombres armados, cierto cine político y social que reivindicó la lucha unida y armada del pueblo frente al forastero, o la ciencia-ficción de serie B estadounidense, que tanto nos habla de amenazas exteriores en forma de enemigo de la guerra fría. La película maneja bien su tempo cinematográfico, mostrando la cotidianidad del pueblo, sus dificultades sociales, y las relaciones tejidas y que se van tejiendo, para luego, mostrarnos el otro lado, la de los invasores, esos extranjeros que hablan en inglés, y su plan para exterminar ese pueblo, que podría ser otro cualquiera, su aislamiento y su aparentemente indefensión, lo hace apetitoso para las ansías de sangre de este grupo paramilitar, malvado y sediento.

Un reparto bien conjuntado y heterogéneo con intérpretes veteranos de la altura de Sonia Braga, que vuelve a repetir después de la experiencia de Doña Clara, en un personaje de doctora algo peculiar, la serenidad y la potencia de Udo Kier, como jefe del grupo invasor, Bárbara Colen como doctora y amante de Thomas Aquino, un tipo con gatillo fácil y uno de los líderes de la comunidad, y Silvero Pereira como Lunga, el brazo armado y proscrito que es un especie de líder del pueblo, Karine Teles y Antonio Saboia, como dos motoristas sospechosos, entre muchos otros que componen la pequeña aldea de Bacurau. La película de Mendonça Filho y Dornelles se siente de forma profunda y espectacular, donde no cesan de ocurrir hechos cada vez más oscuros en un in crescendo magnífico, donde los habitantes del pueblo, en apariencia tranquilos y apacibles, se tornarán alimañas difíciles de cazar cuando se ven invadidos y sobre todo, hostilizados por esa manada extranjera que viene a arrebatarles la vida y todo lo que son. Bien, la película brasileña podría tratarse de una alegoría sobre la situación en el Brasil actual, pero más lejos de la realidad, quizás, ese futuro no muy lejano con el que se abre el relato, sea aquí y ahora. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

 

 

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D’A 2020: Talents, Transicions y Sesiones Especiales (y 3)

Seguimos, desde el sofá de casa, descubriendo películas de la sección TALENTS. Llega el turno de HOMEWARD, de Nariman Aliev. La opera prima del cineasta crimeo se instala en la guerra entre Rusia y Ucrania por el territorio junto al Mar Negro, pero no lo hace desde las trincheras, sino que lo hace desde una familia crimea, que acababa de perder al hijo mayor en la guerra, y el padre y el hijo pequeño, emprenden un viaje para poder enterrarlo en su tierra natal. Con ecos de El regreso, de Andrei Zvyagintsev, o La última bandera, de Richard Linklater, asistimos a una magnífica y sobria road movie en la que veremos las difíciles relaciones familiares, la agresión constante por parte de las autoridades, y las revelaciones de un camino tanto físico como emocional, con una pareja extraordinaria de intérpretes que nos conmueven con sus composiciones. ALL FOR MY MOTHER, de Małgorzata Imielska. Olka tiene 17 años y vive en un orfanato, huérfana de padre y abandonada por su madre, tiene dos obsesiones: participar en los Juegos Olímpicos como corredora y localizar a su madre. Mientras, pasa los días tristes y sombríos en un centro corrupto y soportando a una compañera malvada, y además, tiene que soportar a familias de acogida oscuras. La opera prima de Imielska es un durísimo y descarnado drama social sobre realidades miserables y acerca de la voluntad férrea de una chica que lucha con todas sus fuerzas por ser aceptada y tener algo de cariño ante la situación de desamparo que le ha tocado vivir, y todo contado desde la honestidad sin caer en torpezas sentimentales, con una extraordinaria composición de la joven Zofia Domalik.

MONSTERS, de Marius Olteanu. El primer trabajo del director rumano, asistente de Cristiu Puiu, entre otros, es un retrato íntimo y desolador en el Bucarest actual, a través de un matrimonio desgastado y en descomposición, situado en las últimas 24 horas de una esposa que prefiere dar vueltas en taxi, y su esposo, que decide pasar unas horas en el apartamento de otro hombre. La austeridad y los silencios conforman un relato angustioso y asfixiante sobre todo aquello que ocultamos y callamos y nuestra imposibilidad de relacionarnos con los demás, y poder mirarnos a los ojos y reconocernos con lo que somos. Una película intensa y emocionante que destapa el talento del joven cineasta rumano. OLEG, de Juris Kursietis. La contundencia y la miseria de películas como El silencio de Lorna, de Jean-Pierre y Luc Dardenne y Trabajo clandestino, de Jerzy Skolimowski, se dan cita en la segunda película del director letón, que nos habla con total desnudez y sinceridad sobre la explotación del hombre por el hombre, a través de la triste y descarnada de Oleg, un joven letón que acaba de llegar a Bruselas y se verá envuelto en los sucios trapicheos de un delincuente polaco que lo utiliza a su antojo en sus actos viles y canallas. Una mirada atroz y deshumanizada de la miseria moral y física que viven algunos inmigrantes del este en esa Europa oculta y marginal.

De la sección de TRANSICIONS me detuve en la película LAS BUENAS INTENCIONES, de Ana García Blaya. La opera prima de la directora argentina es una mirada honesta y profunda, con reminiscencias autobiográficas, sobre una niña de 10 años y sus hermanos pequeños que viven entre su madre y su padre, divorciados. La rectitud de la madre choca con la despreocupación del padre, un músico rock que regenta una disquera con sus amigos de siempre. Cuando la madre decide emigrar a Paraguay, debido a la crisis que asola la Argentina de los 90, provocará que la niña quiera quedarse con el padre y decidir su propia vida. La naturalidad y el humor que imprime García Blaya, convierte la película en una mirada profunda y honesta al pasado familiar, huyendo de la nostalgia, y sobre todo, a través de la mirada de una niña y su entorno. ATLANTIS, de Valentyn Vasyanovych. El cinematógrafo de la exitosa The Tribe, debuta en la ficción con una película magnífica, que no deja indiferente, que imagina una Ucrania distópica devastada por la guerra con Rusia, a través de un ex soldado con estrés postraumático que se enrola en una ONG para recuperar cadáveres abandonados. Un relato desolador y profunda sobre las heridas de la guerra, y todo aquello que conlleva, desde la reconstrucción física como psíquica, desde la intimidad y la sencillez de alguien solitario y vacío, igual que la tierra seca y llena de almas sin descanso, que pisa cada día intentando que el paisaje vuelva a respirar y sobre todo, que su trabajo sirva para volver a ser humano.

THE TWENTIETH CENTURY, de Matthew Rankin. La opera prima del director canadiense imagina el ascenso político de William Lyon Mackenzie King, primer ministro de Canadá desde 1935 a 1948, con una estética que bebe de las fuentes del esperpéntico, el surrealismo, el humor negro, y una estética distópica, entre otras, con resonancias a Svankmajer, los hermanos Quay, Jeunet y Caro, el cómic, y el humor crítico y social que ayuda a comprender un mundo de antihéroes, gentuza sin escrúpulos, y demás almas perdidas y desorientadas, en una película alucinógena, brillante y divertida, en la que se ridiculiza a los políticos, los estados y todo aquello que tiene que ver con el poder y las miserias de los comportamientos humanos. GHOST TROPIC, de Bas Devos. El director de Violet (2014) regresa con un drama ambientado en Bruselas sobre una mujer musulmana viuda que tras quedarse dormida en el metro, debe volver a casa caminando. Durante su trayecto nocturno, se tropezará con una fauna nocturna variopinta y oculta como algunos inmigrantes como ella, la pobreza más absoluta, empleadas divorciadas con niños, o su propia hija bebiendo alcohol. Una radiografía certera y honesta sobre esa inmigración poco representada en el cine, desde un prisma humano y sencillo, a través de la intensidad de la actriz Saadia Bentaïeb, que compone un personaje inolvidable, con sus silencios y miradas.

IVANA THE TERRIBLE, de Ivana Mladenović. La directora serbia recupera la crisis psicología que sufrió un verano en su ciudad natal, para convocarnos en una autoficción en la que se interpreta a ella misma, al igual que su familia y amigos, en un retrato lleno de humor y crítica social, en el que se hablan de las relaciones entre Serbia y la vecina Rumanía, las peculiaridades de la fama, los conflictos familiares, los reencuentros con amigos o examantes, y sobre todo, la incapacidad de estar bien con un mismo este donde este, y la libertad individual como hecho primordial en el bienestar personal, en una película naturalista que aboga por unos personajes excéntricos y muy cercanos, que podríamos encontrar en cada una de nuestras familias. Finalmente, terminé mi paso por esta sección con la película THIS IS NOT A BURIAL, IT’S A RESURRECTION, de Lemohang Jeremiah Mosese. La tercera película del director sudafricano se centra en la desaparición de un pueblo que será abnegado por una presa, a través de una octogenaria, viuda que acaba de perder a su hijo, que se opone al proyecto. Filmada en Lesoto, lugar de origen del cineasta, compone una fábula sobre la lucha del hombre contra el sistema capitalista, a partir de imágenes poderosas, un relato fascinante y una sublime atmósfera, tejiendo un magnífico relato sobre la memoria y la identidad, en una obra que recuerda al aroma que emana en el Oncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas, de Apichatpong Weerasethakul. Una obra inolvidable, maravillosa y penetrante, con una cuidada belleza plástica y unos personajes íntimos y humanos, se ha erigido como el mejor descubrimiento de esta edición del D’A.

Del apartado de SESSIONS ESPECIALS me interesaron AZNAVOUR BY CHARLES (LE REGARD DE CHARLES), de Marc Di Domenico. De Charles Aznavour conocíamos su exitosa faceta como cantante e intérprete, pero cuando falleció en 2018, descubrimos que también era un gran aficionado a filmar en súper 8 y 16 mm, un material que legó antes de su muerte al cineasta Di Domenico, que en su tercer trabajo, recopila el material de Aznavour y construye una película que recoge cuatro décadas en la vida del extraordinario músico, desde la inmigración de sus padres de Armenia hasta París, sus años mozos y aquel tiempo de juventud, sus éxitos como cantante, sus canciones, sus amores, sus viajes de trabajo y placer, en fin, su vida, obra y milagros, en el que descubrimos la peculiar y excelente mirada de Aznavour para captar la vida y el frenesí de la existencia en los lugares que visitaba, bien narradas por el actor Romain Duris, en un excelente y pasional film. Finalicé mi paseo por el D’A con la película ANDREY TARKOVSKY. A CINEMA PRAYER, de Andrey A. Tarkovsky. Dirigida por el vástago del mítico cineasta soviético, nos propone un viaje intenso y profundo sobre la vida y obra cinematográfica de su padre, recuperando materiales de archivo y actuales, para componer una película hablado por el propio cineasta, en la que escuchamos sus magníficas reflexiones sobre la vida, su infancia, sus películas, el arte, la religión y demás cuestiones que acompañaron y tuvieron significado en la vida y obra del extraordinario cineasta. Un documento magnífico y extenso que nos acompaña por los lugares en los que vivió el director, capturando su esencia y sus huellas. Una deliciosa obra en el que los admiradores de la obra de Tarkovsky encontrarán aspectos para seguir amando su obra y los que no casen con el cineasta, encontrarán aspectos vitales y espirituales capaces de seducir a cualquier que quiera indagar sobre esos temas.

Y hasta aquí mi paso por la no X Edición (la Décima edición se llevará a cabo el próximo año) Edición del Festival Internacional de Cinema d’Autor de Barcelona. Un festival convertido en un referente magnífico para todos aquellos que amamos el cine, sus buenas historias, reflexivas, comprometidas y valientes, que nos hablan con personalidad y carácter de los problemas más cotidianos, políticos, sociales, económicos y culturales, un certamen que enriquece de manera extraordinaria la primavera cinéfila de Barcelona, y la edición de este año ha ofrecido un nivel cinematográfico altísimo, donde han brillado películas de diferentes lugares del mundo, con la fascinación intrínseca del ser humano por contar historias y otros, por verlas y apreciarlas. Mi enorme agradecimiento al equipo del festival, ya que en estas circunstancias tan raras, se haya podido llevar a cabo esta edición online a través de la imperdible plataforma Filmin. Hasta la edición del año que viene!!! Muchas Gracias por todo D’A FILM FESTIVAL 2020!!! JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

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D’A 2020: Un Impulso Colectivo y Extras (2)

La segunda entrega de las reflexiones del D’A Film Festival se posa en UN IMPULSO COLECTIVO, una de las secciones más queridas y admiradas por el que suscribe, porque nos hace descubrir ese cine inquieto, reflexivo y muy alejado de lo comercial, un cine que se le niega su presencia en los circuitos convencionales, y es en los festivales, donde adquiere su relevancia e importancia. Mi paseo, desde el sofá de mi casa, arrancó con VIOLETA NO COGE EL ASCENSOR, de Mamen Díaz. Al llegar el verano, Delphine se encontraba sola para ir de vacaciones en El rayo verde, de Rohmer. Algo parecido anímicamente le ocurre a Violeta, pero sin salir de Madrid, trabajando como becaria en un pequeña editorial. La joven se siente desorientada y sin rumbo, jugando al amor sin ninguna convicción, y teniendo esa sensación extraña que el tiempo pasa por encima. La opera prima de Mamen Díaz es una comedia romántica alejada de los convencionalismos, donde se habla de amor, de relaciones, de sentimientos, de cine, y de estados de ánimo, y también, de verano, con la estupenda Violeta Rodríguez en su primer rol protagonista, mostrando naturalidad y sensibilidad. Tiene ese marco de películas ligeras, frescas y divertidas de Hong Sang-soo o Jonás Trueba, donde cine, vida y amigos se entrecruzan en relatos de aquí y ahora. AS MORTES, de Cristóbal Arteaga Rozas. En El triste olor a carne (2013) Alfredo Rodríguez era un hombre desesperado por conseguir dinero ante el desahucio de su casa. Ahora, es un aldeano gallego que asesina a su mujer y oculta el caso a sus allegados y vecinos. El quinto trabajo del director chileno es un thriller rural filmado en un primoroso blanco y negro. La película se envuelve en silencios, fantasmas y misterios, en una película austera y muy inquietante, con muy pocos personajes, creando esa atmósfera sucia y oscura, que nos atrapa desde el primer instante. Arteaga Rozas maneja como nadie el tempo cinematográfico, con la presencia de unos cuerpos y rostros que construyen con paciencia y cuidado todo lo que va sucediendo de manera sencilla y sobria en la pantalla. Otra grandísima obra de ese cine gallego que brilla con luz propia.

LA REINA DE LOS LAGARTOS, de Burnin’ Percebes. El dúo de cineastas Fernando Martínez y Juan González, vuelven en su tercer largometraje a ese cine low cost, sensible, divertido y atípico, en el que mezclan una tierna historia de amor entre una madre soltera y un extraterrestre, con la ciencia-ficción, el humor más irreverente y el melodrama, en una Barcelona diferente y periférica. Bruna Cusí y Javier Botet son los protagonistas de una cinta que no dejará a nadie indiferente, atemporal y extraña, filmada en Súper 8, y con una banda sonora extraordinaria con temas de notas religiosas, muy al estilo de la semana santa, para contarnos que a veces la vida juega con nosotros y nos depara situaciones y personas que no esperamos en absoluto. VIDEO BLUES, de Emma Tusell. Segundo largo de la montadora de Cuerda o Vermut, en el que nos invita a reflexionar sobre la memoria y sus ausencias y fantasmas, a través de su archivo familiar y personal, en el que reconstruye su identidad a través de grabaciones en video de su niñez y luego sus propias filmaciones en las que indaga en las huellas de sus padres fallecidos, y sus procesos emocionales, a las que añade diálogos junto a su pareja, en una cinta sobre el tiempo pasado y presente, y la memoria como vehículo esencial para buscar, investigar y (re) encontrarse con lo que hemos sido, nuestros recuerdos, y lo que somos.

LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL, de Jorge Juárez. El director madrileño, ayudante de dirección de Rebollo y Veiroj, entre otros, construye una intensa y emotiva opera prima sobre el amor, el cine, la crisis económica y los recuerdos de su infancia y adolescencia, en una cinta autorreferencial, en que en una magnífica voz en off del propio Juárez, nos guía por un viaje sobre la memoria personal, el amor a distancia, y las consecuencias vitales y sentimentales de la crisis, y sobre todo, el cine y su final analógico, a través de ese proyeccionista maravilloso. Una película que recuerda al espíritu que dominaba a Los ilusos, de Jonás Trueba, ese cine que se hace cuando no se hace cine, en que la vida real se filtra entre las imágenes de ficción o no. ACTOS DE PRIMAVERA, de Adrián García Prado. El director madrileño se filma a sí mismo durante la primavera, con abundantes elementos autobiográficos, en los que explora las posibilidades del cine capturando la luz, su cuerpo y el paisaje, tomando prestado de aquí y de allá, en una película absorbente y peculiar, en que el cine adquiere un componente muy importante, como una especie de tabla de salvación, en tiempos de precariedad económica, en tiempos donde la vida necesita ser filmada, al igual que sus reflexiones, descubriéndonos un universo cotidiano y doméstico, sobre lo que nos rodea y sobre nosotros mismos, en un relato sobre aquello que ocultamos y mostramos.

MY MEXICAN BRETZEL, de Núria Giménez. Un maravilloso y fascinante fake, que nos absorbe desde sus primeras imágenes, llevándonos a través de un matrimonio suizo de clase acomodada por los años cincuenta y sesenta, descubriendo el mundo a través de sus vacaciones filmadas en Súper 8, y los textos del diario de ella, en un perverso, inquietante y extraordinario juego de espejos con el aroma del melodrama clásico de Sirk o Wyler, donde no falta de nada, amores apasionados, infidelidades, mentiras, realidades ocultas, obsesiones, tragedias y la descomposición del matrimonio, del amor, y sobre todo, de la vida, en la sugerente y brutal opera prima de la directora barcelonesa, convertida, sin lugar  a ningún género de dudas, en una de las grandes películas del D’A de esta edición. GIRANT PER SANT ANTONI, de Pere Alberó. La monumental y larguísima reforma del Mercat de Sant Antoni de Barcelona, con más de 140 años de historia, sirve a Alberó para acercarse a todos los universos que se mezclan en ese microcosmos, desde las obras del edificio, sus obreros, extranjeros muchos de ellos, los paradistas en su ubicación y la nueva, las tiendas centenarias de la zona, el homeless vendedor de libros, y los vecinos que sufren gentrificación, tanto mayores como jóvenes, a través de sus luchas y reivindicaciones para tener un hogar y futuros dignos. La película se mueve entre el documento que captura una realidad efímera y cambiante, y el ensayo más crítico y social, abordando la memoria e identidad del barrio, mostrando la vida y las diferentes personas, tanto sus pequeñas y grandes realidades, con el aroma de películas como Aquí se construye, de  Agüero o En construcción, de Guerín.

Me acercó a una de las películas de la sección ESPECIALS con JESUS SHOW YOU THE WAY TO THE HIGWAY, de Miguel Llansó. Con Crumbs (2015) el cineasta madrileño demostró que se podían romper todos los esquemas establecidos para contarnos una cinta futurista muy diferente, extraña y romántica, con su inseparable Daniel Tadesse Gagano, su actor fetiche. En su segundo trabajo sigue esa línea en la que los géneros, estéticas y narrativas se mezclan y fusionan creando una cinta que bebe de la ciencia-ficción, al estilo Matrix, la comedia alocada, los relatos de espías, los súper héroes, los videojuegos, etc… Con el aroma sesentero y atemporal, situada nuevamente en Nigeria, y construyendo un universo de múltiples capas donde se ríe de todo, apuntando a lo convencional, y a la cultura popular estadounidense, incluso de sí mismo. De la sección TALENTS me detengo en la película LA MAMI, de Laura Herrero Garvín. En El remolino (2016) centrada en una pequeña comunidad de Chiapas, en México, que convivía con las inundaciones anuales. En su segundo trabajo, la toledana se traslada a la capital mexicana para mostrarnos el “Barba Azul”, un mítico cabaret, para presentarnos a “La Mami”, antigua cabaretera que ahora regenta el backstage del lugar, cuidando a las mujeres que allí trabajan. Herrero teje a fuego lento una obra de gran calado humanista, poderosa y absorbente, por su sencillez y hoenstidad, en la que su observadora e inquieta cámara nos acerca a la realidad de muchas mujeres que se dedican a damas de compañía por apuros económicos, y nos muestran una realidad femenina que debe salir del arroyo con trabajos difíciles, que ocultan a los suyos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

 

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D’A 2020: Direccions y Talents (1)

La primavera barcelonesa nos brinda cada año el D’A Film Festival, uno de los mejores escaparates cinematográficos del país, ofreciendo una enorme variedad de títulos de cine de autor e independiente, que han pasado por los grandes certámenes del mundo. Este año, la edición del 2020 es muy especial, (la celebración del décimo aniversario tendrá que esperar al año que viene) ya que debido a la crisis sanitaria provocada por el Covid-19, las salas, las presentaciones de cineastas, el reencuentro con amigos o conocidos, ha dejado paso a la intimidad del hogar, porque la decisión del equipo del festival, en un grandísimo gesto de valentía y generosidad, ha decidido optar por vivir el certamen desde la plataforma Filmin, eso sí, con el mismo espíritu de mostrar la sensibilidad, la capacidad y el talento del ese cine alejado de normas y marcas, libre y brillante. Así que, desde el salón de mi casa, sentado o tumbado, arrancamos esta edición especial y diferente con la sección DIRECCIONS, donde se acomodan nombres ilustres y muy personales, con la película LOS SONÁMBULOS, de Paula Hernández. La ciénaga (2001), de Lucrecia Martel, es una de las películas fundacionales de ese cine de la descomposición familiar a través de madres e hijas distanciadas y solitarias, que tienen que batallar con una crisis emocional y física. El quinto trabajo de la bonaerense transita por esos lares, situándonos en un fin de año en que el clan familiar se reúne en la casona entre conversaciones sobre herencias, comidas eternas, baños en la piscina, y juegos perversos en el bosque, en un fábula moderna sobre la familia, las intimidades ocultas y las miradas esquivas y críticas, a partir de la relación fría entre una madre, con un matrimonio en el abismo, y una hija, en pleno despertar a la edad adulta, con el añadido de la presencia de un primo díscolo e impenetrable. NOMAD: IN THE FOOTSTEPS OF BRUCE CHATWIN, de Werner Herzog. Todas las películas del veterano cineasta alemán nos proponen un viaje a la aventura, a lo desconocido, y sobre todo, al descubrimiento de uno mismo. En este caso, rescata la figura de Bruce Chatwin, escritor y fotógrafo, fallecido de Sida en 1989, y amigo personal del director, en un viaje sobrecogedor y deslumbrante, recorriendo los lugares de Chatwin, tanto personales como profesionales, los compartidos y los experimentados, en un documento extraordinario de inusitada belleza, armonía y sensibilidad, en que Herzog no solo viaja físicamente a los sitios más recónditos del planeta, desde Australia a la Patagonia, en que nos descubre tradiciones ancestrales de culturales desconocidas y ocultas, sino que también lo hace de forma espiritual, mostrando el trabajo y el legado del amigo ausente.

TO THE ENDS OF THE EARTH, de Kiyoshi Kurosawa. El veterano director japonés nos sitúa en la lejana Uzbekistán y rompe tópicos y prejuicios, a través de una reportera japonesa (estupenda y sensible la interpretación de la cantante de J-Pop Atsuko Maeda) solitaria, inquieta y en muchas ocasiones, solitaria, en su forma de adentrarse y descubrir la sociedad uzbeka, en un retrato inteligente sobre los choques culturales, que mezcla con sabiduría el descubrimiento interior, el drama intimista, y el musical, consiguiendo conmovernos y ofreciendo una realidad humana y sencilla de quiénes somos y cómo nos miramos en el otro.  ROUBAIX, UNE LUMIÈRE, de Arnaud Desplechin. Si en su anterior trabajo Los fantasmas de Ismael (2017) el director francés miraba hacia el interior de su oficio con las dudas de un cineasta francés con la aparición de una antigua novia que hacía tambalear su vida. Ahora, Desplechin vuelve a su ciudad natal, Roubaix, para construir un inmenso ejercicio noir, muy alejado de los convencionalismos del género, con reminiscencias a Hitchcock, en un grandísimo thriller criminal muy personal sobre un asesinato de una anciana, a través de las pesquisas del caso, encabezado por Roschdy Zem, en un brillante rol como comisario. Una película social, crítica e inteligente que asombra por su intimismo y sobriedad en un drama policial sobre las partes más desfavorecidas de la sociedad.

SAURDAY FICTION, de Lou Ye. Suzhou River (2000) dio a conocer internacionalmente al director chino, que desde entonces es un nombre habitual de los mejores festivales de todo el mundo. Su nuevo trabajo nos traslada al Shanghái ocupado de enero de 1941, a una semana del ataque japonés a Pearl Harbour, en el que a través de una actriz china (imponente el trabajo de Gong Li) que ensaya una obra de teatro dirigida por un ex amante, que es en realidad una espía encubierta de los aliados, nos enfrentamos a una laberíntica trama llena de misterios y perversidad, reunidos en un hotel céntrico de la ciudad, con un blanco y negro imponente, que subraya el carácter personal, histórico y profundo de un relato con aroma clásico sobre amores fou, traiciones y soledad. Sin salir de mi habitación, me trasladé a la sección TALENTS, siempre apostando por carreras incipientes diferentes, que apuestan por miradas muy profundas de realidades cercanas y invisibles. Empecé con NOCTURNAL, de Nathalie Biancheri. La directora italiana, especializada en documentales de ciencia y naturaleza, debuta en el largometraje con un relato intimista, oscuro e inquietante, sobre la relación extraña entre un treintañero solitario obsesionada con una adolescente, en los ambientes costeros de cualquier ciudad inglesa pequeña y aburrida, consiguiendo una asombrosa atmósfera, y grandes interpretaciones de la pareja protagonista, Cosmo Jarvis y Lauren Coe, en un relato que sorprende y seduce, en el que se mezclan pasado, identidades y soledad.

ADAM, de Rhys Ernst. Con el espíritu que caracteriza el mejor cine indie estadounidense, Ernst, productor de la exitosa serie Trasnparent, debuta con un relato ambientado en el Nueva York del verano en el 2006, sobre la transexualidad, uno de los temas recurrentes en su trabajo, cuando un adolescente inexperto conoce a la chica de sus sueños y se hace pasar por chico trans, creando una historia sencilla, sensible y brillante que rompe tópicos y prejuicios sobre la comunidad LGTBI, y abre nuevos caminos en la forma que trata sus conflictos, a través de distintas maneras de presentar las múltiples formas de amar y relacionarse sin importar quién eres y qué haces. DISCO, de Jorunn Myklebust Syversen.  La brillantísima y conmovedora interpretación de la joven Josefine Frida Pettersen destaca en el segundo largo de la noruega, que explica el camino tortuoso de una campeona mundial de baile en la modalidad de disco, cuando cuestiona su fe a Dios, en el seno de una familia con padre evangélico y madre enamorada, y va encontrando otras maneras de conocer a Dios cada vez más radicales y oscuras, en una cuento sobre la fe y sus múltiples formas de conocerla, a través de una experiencia personal a nuestros miedos e inseguridades, en un relato que empieza con diversión y pop y se adentra en terrenos muy pantanosos e inquietantes.

Y para acabar con esta primera crónica personal e intransferible del D’A/Filmin finalizaremos hablando de NEVIA, de Nunzia de Stefano. No es de extrañar que la producción de la película corra a cargo de Matteo Garrone (uno de los cineastas italianos que más mira a la periferia y sus miserias) dándole el testigo a una de sus alumnas más aventajadas, en la que la napolitana Nunzia de Stefano, rescata parte de su atormentada adolescencia, para contarnos a través de Nevia, una chica de 17 años (brillantísima la composición de la joven Virginia Apicella) la sucia, opresiva y tristísima realidad de una niña que sueña con salir de ese mundo aislado con una familia desestructurada que vive en los suburbios, y huir lejos a una realidad más amable y humana. La directora napolitana aporta en esta Rosetta italiana, una mirada diferente añadiendo la fantasía y humor alejándose de los típicos dramas convencionales donde se muestra una crudeza pornográfica. Seguimos viendo películas en el D’A… Hasta pronto!!!

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