Un viaje de mármol, de Sean Wang

EL CAPITALISMO Y NOSOTROS. 

“La gente paga por su propia subordinación”

Noam Chomsky

Los tremendos y rápidos cambios económicos de China han quedado retratados de forma profunda y seria por un cineasta de la talla como Jia Zhangke en películas como El mundo (2004), Naturaleza muerta (2006), y Wuyong (Useless) (2007), entre otras, excelente cronista de su país y el desánimo de una población lanzada al capitalismo y expulsada a la vida. Otro cineasta chino como Sean Wang, retrata en Un viaje de mármol el capitalismo desde dentro y sobre todo, desde fuera de China, y sus conexiones con Grecia, destino turístico y colaborador esencial en engrandecer la economía de sus ciudadanos más pudientes. No es la primera vez que el director chino se ha acercado a la realidad griega, ya lo hizo en su ópera prima Lady of the Harbour (2017), en la que se centraba en el trabajo de Suzanne, una activista china que junto a su equipo, ayudaba a los refugiados que llegaban exhaustos a Lesbos, Pireo y Atenas, esos mismos lugares, a los que se añade otros lugares turísticos como Santorini y demás, son los espacios en los que se desarrolla la película.

La película tiene un arranque tan revelador como demoledor con las gemelas chipriotas haciendo un directo frente al Partenon y hablando en chino, a los que se les acercan un par de turistas chinos y el diálogo y la cordialidad se desarrolla de manera sencilla y divertida. Luego, pasamos al Peloponeso, la ciudad de donde se extrae el mejor mármol del mundo, con el que se construyó el Imperio Romano, que ahora se exporta a China para que los ricos se gasten cantidades indecentes en sus casas del material tan noble. Conoceremos a todos los agentes en cuestión: las citadas gemelas, una especie de embajadoras que reclutan ricos para que compren en Grecia su sol, sus islas y cualquier producto, un artesano chino del mármol que fabrica para el mundo entero haciendo copias y réplicas esparcidas por todos los países, un empresario que explota sus negocios con la piedra en China, en la que hay más permisividad a nivel laboral y legal, y finalmente, el sobrante del mármol, que acaba en los talleres chinos para crear souvenirs que vuelven a Grecia y se esparcen por todo el mundo. Wang va construyendo su narrativa desde un punto de vista global, sin caer en la condescendencia ni en el sentimentalismo. 

Un filme que propone la observación detenida, sin prisas, en la que nos abre una ventana para que contemplemos la belleza del mármol, y el mercantilismo feroz y terrible que se hace de él, con unas imágenes elegantes y sofisticadas, que en muchos momentos creemos que estamos en una película de ciencia-ficción por toda esa ostentosidad que contrasta con los talleres tan miserables en los que hay polvo nocivo, niñas trabajando y unas condiciones de explotación y horror. Wang no remarca en absoluto su discurso político, no le hace falta y tampoco sería necesario, porque sus imágenes y sobre todo, lo que retrata, deja muy patente la absurdidad del mundo capitalista y esa falsa idea de globalización de estar más cerca de todo y los otros, que es una falsedad, porque seguimos como siempre, unos privilegiados viven de esa forma porque la otra mitad de la población trabaja sin descanso y sufre una precariedad extrema. La película muestra situaciones de pobreza laboral, aunque también, mira y atiza a los “presuntos” empresarios, que van y vienen de Grecia a China y viceversa, copiando, replicando y rodeados de un lujo hortera y estúpido, donde todos parecen fotocopiados, en un mundo descontrolado donde la idea de amasar dinero y gastarlo en gilipolleces está a la orden del día, un mundo que parece el posapocalíptico de otro que fue, y ya no está, donde todo lo bello acaba siendo pasto de la mentira, la riqueza y la estupidez humana. 

Con un ritmo estupendo y ágil, nos llevan de manera suave y reposada por esos ambientes empresariales, donde abundan los encuentros, las fiestas y demás, incluidos los religiosos, y los otros, los que los trabajadores chinos y chinas pierden su vida y su salud esclavizados por el bien del progreso de otros, porque no del suyo. Wang podría haber construido una tragedia sin esperanza, pero aunque vemos poca de esperanza, sí que ha concluido mucho humor en su película, un humor divertido y en otras ocasiones, muy irónico, en el que se descojona sin compasión de todas las argucias y estupideces del sapiens por ganarse al rico y venderle de todo, con saraos superficiales, sonrisas fingidas y demás poses para ganarse la confianza, es decir su chequera. Aprovechen la ocasión que les brinda el DocsBarcelona a través de su maravillosa iniciativa del Documental del Mes y no se pierdan Un viaje de mármol, de Sean Wang, porque tiene de todo y muy bueno. Tiene eso que mucho cine actual ha olvidado y no es otra cosa que mostrar y retratar una realidad, pero no edulcorada cayendo en la deshonestidad, sino todo lo contrario, mostrando una realidad que duele, pero es así, porque podemos mirarla desde otros ángulos si queremos, pero seguirá siendo la misma realidad, eso sí, podemos contarla como lo hace Wang, de verdad, con emoción y con mucho humor, porque es bueno ver las cosas desde otro modo, aunque sigan siendo crudas, ayuda a sacar nuestras propias conclusiones y la próxima vez que tengamos la necesidad de comprar un artículo o turistear a algunos de esos países, pensemos un poco en toda la basura que mantiene esa injusticia, y sobre todo, a la maquinaria que hace que este mundo de tanto asco. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

 

Entrevista a Alicia Cano Menoni

Entrevista a Alicia Cano Menoni, directora de la película “Bosco”, en la sede de la Casa Amèrica Catalunya en Barcelona, el miércoles 16 de noviembre de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Alicia Cano Menoni, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a mi querido amigo Óscar Fernández Orengo, por retratarnos de forma tan especial, y a Violeta Medina de Comunicación, por por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Maria Besora

Entrevista a Maria Besora, directora de la película “Animal salvatge”, en el Parc de la Ciutadella en Barcelona, el miércoles 8 de diciembre de 2021.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Maria Besora, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Mil incendios, de Saeed Taji Farouky

LA FAMILIA BIRMANA.

“Gobierna tu casa y sabrás cuánto cuesta la leña y el arroz; cría a tus hijos, y sabrás cuánto debes a tus padres”.

Proverbio oriental

La película se abre de forma magnífica y muy descriptiva. Vemos una zona rural, una tierra que emana fuego, agujereada de pequeños pozos que de forma manual intentan sacar petróleo del subsuelo. El sonido natural ha dejado paso a un intenso ruido mecanizado de las diferentes máquinas y motores rudimentarios para extraer el valioso oro negro. Nos encontramos en Myanmar (Birmania), y conocemos al matrimonio Thein Shwe y Htwe Tin, que han dejado la agricultura y se dedican a la extracción de petróleo manual, un trabajo durísimo, sucio, asfixiante, y sobre todo, muy explotador para el rendimiento que se saca, en un subsuelo cada vez más seco. Zin Ke Aung, el hijo de la pareja, se niega a seguir la tradición familiar y quiere probar suerte con su sueño de futbolista en la ciudad. La familia le apoya, pero también, le entristece perder a su único hijo.

El director palestino y británico Saeed Taji Farouky, ha cimentado una filmografía en el campo documental, adentrándose en una defensa a ultranza por las injusticias de las minorías, componiendo un cine a favor de los derechos humanos, como en The Runner (2013), en el que retrataba la vida de Salah Ameidan, un saharaui occidental que quiere representar como corredor a su país olvidado y no reconocido internacionalmente. En Tell Spring Not to come This Year (2015), película aclamada en el prestigioso Festival de Berlín, en la que se centraba en la intimidad y cotidianidad de dos soldados afganos y hacía todo un profundo recorrido por la historia del país árabe. Con Mil incendios, se ha trasladado a una zona también olvidada, a una zona rural de Birmania, una zona donde malviven muchas familias en el oficio de la extracción de petróleo. La cámara filma y captura esa intimidad familiar, desde el trabajo rutinario, pesado y difícil, las pausas para comer, sobre todo, arroz y algún pescado, y los escasísimos momentos de asueto familiar, donde cada uno sueña con sus cosas, sus ilusiones olvidadas, y sus esperanzas maltrechas.

El extraordinario trabajo de montaje de la experimentada Catherine Rascon, con más de cuarenta títulos en el documental, consigue una película, donde el sonido es capital, porque siempre las máquinas están en funcionamiento, nunca cesas, un ruido que se mezcla con el de la escasa cotidianidad familiar, con esos parones, en los que asisten a ver jugar a fútbol al hijo y lo llevan a la ciudad a las pruebas, o esos otros, que van en moto, con el bidón de petróleo a cuestas, para venderlo en otra aldea más grande, y muchos instantes más. La excelente música de Fátima Dunn, ayuda a relajar tanta desigualdad y miseria, y alegrarnos, porque a pesar de las dificultades, siempre hay tiempo para sonreír y jugar con el recién llegado. Aunque la película retrate unas condiciones de vida y trabajo durísimas y esclavistas, Saeed Taji Farouky no se regodea en esa suciedad y miseria, sino que la filma desde el respeto y la honestidad, huyendo de la “porno miseria”, que mencionaba nuestro añorado Luis Ospina, y dotando de humanismo y sinceridad a todo lo que vemos, a darle valor a esa resistencia de las gentes humildes que, a pesar de tanta negrura, siguen diariamente en sus quehaceres laborales, intentando salir adelante y ayudar a sus hijos.

La película plantea de forma sutil y magnífica las confrontaciones entre padres e hijos o lo que es lo mismo, entre el pasado y el futuro, entre una vida tradicional con trabajos duros y esa otra vida, alejada de la aldea y encaminada a la modernidad, en este caso, el fútbol como vía para huir de tanta explotación. El mismo conflicto del cine del maravilloso e inolvidable Yasujiro Ozu, un cine que hablaba de nosotros, y de cómo el tiempo nos reflejaba en el espejo y nos devolvía otra persona. El cineasta palestino-británico apenas echa mano de los diálogos y construye una película de miradas, gestos, y sobre todo, mucho ruido ensordecedor que inunda toda la pantalla, un ruido mecanizado que no solo expulsa cualquier atisbo de la palabra y por ende, de humanidad, sino que invade todo aquello que vemos en la historia, solo roto por esos escasos momentos ya mencionados, donde la película se transforma en una profunda exploración de sus gentes, sus vidas, sus creencias, sus vidas pasadas, su astrología y todo aquello de donde vienen y hacia donde van. Mil incendios es una película grandiosa, por la sutileza y la honestidad con la que cuenta unas vidas que, en manos de otro, daría a una de esas películas horribles donde el sentimentalismo y la condescendencia se apoderan de todo, y es un desastre. Afortunadamente, Saeed Taji Farouky trata con sumo respeto a todas aquellas personas que filma y lo hace desde la cercanía y la sinceridad del cineasta que observa y no juzga. Una gran película, que no debería perdérsela nadie. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Esta lluvia nunca cesará, de Alina Gorlova

ANDRIY SULEIMAN, REFUGIADO KURDO.

“Esto es lo que hace la guerra. Y aquello es lo que hace, también. La guerra rasga, desgarra. La guerra rompe, destripa. La guerra abrasa. La guerra desmembra. La guerra arruina”.

“Ante el dolor de los demás” (2002), Susan Sontag

Conocía la existencia del conflicto kurdo, pero fue viendo La espalda del mundo (2000), de Javier Corcuera, que conocí la tremenda gravedad del problema. La película explicaba el caso de Leyla Zana, una parlamentaria encarcelada en Turquía por temas políticos. El capítulo seguía la gris y triste existencia de su familia exiliada en Suecia, después que el marido pasase dieciséis años en la cárcel. Cuatro años después, en Las tortugas también vuelan, de Bahman Ghobadi, ambientada en un campo de refugiados del Kurdistán iraquí, éramos testigos de las condiciones miserables de un pueblo como el kurdo condenado a la huida constante, intentando encontrar un lugar al que pertenecer. La cineasta Alina Gorlova (Zaporiyia, Ucrania, 1992), de la que conocíamos su trabajo en el campo documental con la película No Obvious Signs (2018), en la que retrataba a una soldada ucraniana en pleno proceso de rehabilitación por estrés postraumático.

En Esta lluvia nunca cesará (significativo y desesperanzador título), el retrato se centra en la vida de Andriy Suleiman, un kurdo sirio que abandonó el país árabe por la guerra de 2012, y se instala en Lysychansk, al este de Ucrania, país de origen de su madre. La cámara de Gorlova sigue la vida del joven, voluntario de la Curz Roja en la guerra del Donbass en 2014, y de su familia, y su periplo por varios países donde se encuentra diseminada su familia y amigos, como Irak, Kurdistán y Alemania, donde quiere empezar de nuevo. La cineasta ucraniana divide en diez partes su película, a modo de capítulos, y usa el blanco y negro para mostrar esas vidas errantes, grises, difíciles y rotas, vidas que son meras sombras debidos a los graves efectos y causas de la guerra, que parece seguirles allá donde van. El retrato es profundamente humano y alejado de sentimentalismos. Todo se cuenta desde la verdad, o mejor dicho, desde lo auténtico de unas vidas que quieren salir adelante y a duras penas lo consiguen, poniendo el foco en todas las personas anónimas que han huido de su país, sus trabajos y su vida, e intentan encontrar ese lugar en el que volver a estar tranquilos y en paz.

Gorlova construye una intimidad que traspasa, que nos seduce con muy pocos elementos, y nos convierte a los espectadores no solo en testigos privilegiados del drama humano de este grupo de kurdos, sino en personas que conocen una verdad que es en realidad la de muchos refugiados en todo el mundo, personas que lo dejan todo por la guerra, personas acogidas en países extranjeros, personas que deben luchar diariamente para no perder su identidad, no en un sentido nacionalista ni patriótico, sino en el concepto humano, de tus orígenes, de tu forma de vivir, de tus tradiciones, de todo lo que significa ser kurdo. Un documento excepcional y cercano, cimentado con la complejidad de las diferentes existencias, como la labor humanitaria del protagonista kurdo frente al desfile de la máquina militar pesada ucraniana que van a la guerra del Donbass, al este del país, una zona de eterno conflicto entre los prorusos y los ucranianos contrarios, un conflicto que retrató de forma magistral el cineasta ucraniano Serguéi Loznitsa en su película homónima de 2018. Las contradicciones de los bailes tradicionales kurdos y ucranianos, así como el desfile de soldados frente a la marcha del orgullo gay en Berlín.

Un mundo lleno de contrastes, de grises automatizados, de perversidad y alegría en la mismo espacio o según en la perspectiva que te encuentres o te toque circunstancialmente. Esta lluvia nunca cesará no es una película apológica ni se decanta por nadie ni por nada, si hay una idea política, porque en cualquier acción humana la hay, es sin lugar a dudas, la del lado de lo humano, de mirar de frente a todos aquellos que huyen por la guerra, a todos aquellos que, lejos de sus tierras, siguen viviendo la guerra diariamente, de los traumas que deja la guerra, el exilio y estar lejos de todo sin saber donde se está, de todos los espacios oscuros que construyen unos poquísimos y afectan a millones de personas alrededor del mundo, de la guerra como mal eterno de la historia de la humanidad que define mucho nuestra forma de vivir, de compartir y de mirar al otro. Andriy Suleiman es uno de tantos refugiados que cada día abandonan su vida para emprender un camino lleno de peligros y de dolor del que desconocen completamente donde les llevará y que será de ellos, y lo más incierto, si algún día podrán regresar a sus vidas y cuántas vidas costará tanto desastre imposible de detener. Aunque la película no solo muestra desgracia y tristeza, porque también hay tiempo para el reencuentro, para seguir adelante a pesar de todo, y sobre todo, hay tiempo para seguir se esté donde se esté. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Rock por mil, de Anita Rivaroli

A VECES LOS SUEÑOS SE HACEN REALIDAD.

“El riesgo es que los guitarristas, por su papel habitual dentro del típico grupo de rock, actúen como unas divas. De todas formas, creo que hemos conseguido enviar un mensaje subliminal: “Hay mil músicos tocando. No hay espacio para el virtuosismo ni para las masturbaciones musicales con el instrumento”. Me interesa Rockin’1000 como experimento “sociomusical”, porque se trata de anular el ego. Es algo muy zen. Yo creo que va a ser muy bueno para los músicos”.

Erase una vez en la localidad de Cesena, al norte de Italia, que un tipo llamado Fabio, biólogo de profesión y rockero de pasión, tenía un sueño. Su sueño era que la banda de rock estadounidense “Foo Fighters” tocará en su ciudad. Y para ello, con la amistad y el trabajo de varios colegas del rock, idearon una aventura de nombre Rockin’1000. La aventura era convocar a mil músicos entre bateristas, guitarristas, bajistas y cantantes para que tocasen el tema del grupo “Learn to Fly” y filmar toda esa experiencia única e irrepetible. Hubo una campaña de crowfunding de donde salieron los gastos presupuestados en más de 40000 euros, un casting vía internet, y llegó el gran día, donde todo fue rodado. Grabaron un video que subieron a youtube que en pocos días alcanzó más de veinte millones de visualizaciones y Dave Grohl, líder de la banda, conoció a Fabio y el grupo y prometieron tocar en Cesena.

La cineasta Anita Rivaroli, natural de Cesena, y graduada en el prestigioso Centro Sperimentale di Cinematografia, con experiencia en cortos y videoclips, amén de autora del videoclip de Roking’1000, es la autora de esta película que documenta no solo la aventura de un grupo de rockeros del norte de Italia, sino el trabajo en equipo, de hacer posibles lo imposibles, y sobre todo, a pesar de la individualidad y superficialidades imperantes de esta sociedad consumida por lo material y la impostura, de tanto en tanto, un montón de gente deciden aparcar sus vidas y sus historias y ponerse al servicio común, a la maravillosa idea cooperativista de todos a una, de trabajar e invertir su tiempo para otros, o mejor dicho, para una causa que les va reportar un bienestar emocional, todo un milagro en los tiempos que corren. Rivaroli crea un documento al uso, con sus respetivos testimonios de todos los instigadores del proyecto, tanto creadores como músicos, y de los otros, todos esos músicos anónimos que arribaron a Cesena con la ilusión y las ganas de ser parte de una iniciativa loquísima y llena de amor y alegría.

Las imágenes nos hablan del inicio del proyecto, sus adversidades, sus continuos problemas económicos y de logística, y de su periplo, su enorme éxito, en que el video resultante se convirtió en un fenómeno mundial, el concierto de Cesena y la larga vida de la experiencia Rockin’1000 ya convertida en una banda de rock que llena estadios de todo el mundo. La película no solo nos habla de la pasión de cada uno, sino de los infinitos caminos de la música, con sus múltiples formas, texturas y variantes de entenderla, experimentarla y de vivirla. Un grupo de mil músicos que no entienden la vida sino es tocando sus instrumentos y hacer mucho ruido, tocar los temas de sus grupos de referencia, y porque no, un día, en la medida de sus posibilidades, pertenecer a esos músicos de rock que tocan en estadios llenos y hacen vibrar a una masa entregada y vital. Rock por mil también nos habla de los sueños, de los sueños de cada uno, de todas esas ideas, ilusiones y demás que nos rondan la cabeza.

La película se centra en todo el trabajo que hay detrás de cada sueño y cada aventura, de todos y todas que los hacen realidad, de todas las posibilidades que nos ofrece trabajar en grupo y crear una comunidad, de esa magnífica idea de creer en algo y llevarlo a cabo con la ayuda de tantos entusiastas como tú, porque en un sistema que continuamente aboga por el yo, es una forma de resistencia crear un nosotros, donde no hay nombres, ni egos ni nada que se le parezca, solo un grupo de mil personas que suman talentos para crear algo bueno, bonito y lleno de esperanza, en una especie de rito sagrado, una mirada espiritual, donde el único fin es pasárselo bien y sobre todo, crear en comunidad, todos y todas a una por y para el rock, porque aunque el mundo siga a lo suyo, o sea, a su inevitable autodestrucción con sus ansias de crecer y crecer y explotarlo a todo y todos, en Cesena, una pequeña localidad del norte de Italia, se lanzaron a una aventura que parecía imposible, un sueño que no solo se hizo realidad, sino que construyó mil realidades y mil formas de hacer música y disfrutar de la vida desde otro ángulo imposible y posible. Ya solo nos queda decir: ¡LARGA VIDA A LOS SUEÑOS IMPOSIBLES Y A LAS PERSONAS QUE LOS SUEÑAN!. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Arica, de Lars Edman y William Johansson

MALDITOS DESECHOS.

“La economía es un sistema digestivo que devora minerales, ríos, especies y personas y defeca residuos peligrosos que envenenan la tierra, el aire o el agua”.

Yayo Herrero

La función más importante y humana del cine no es entretener al personal, eso tiene su mérito, pero no trasciende. Lo principal del cine, y lo que ha conseguido que siga un medio capaz de mantenerse en el tiempo, no es otro que visibilizar lo oculto y dar voz a los silenciados. En definitiva, mirar todo aquello humano, todo lo que el armatoste económico no convierte en un mero producto que rentabilizar económicamente. Y no solo mostrarlo, sino sacándolo del olvido y profundizar en los hechos, en su pasado, y sobre todo, convertirlo en un película que muestre otras realidades, otras perspectivas, y sobre todo, que nos haga reflexionar. Los cineastas Lars Edman, nacido en Chile y adoptado en Suecia, en la ciudad de Boliden, y William Johansson, sueco de nacimiento, ya trabajaron juntos en Toxic Playground (2010), donde daban a conocer  con los afectados de las consecuencias de los vertidos tóxicos en Arica, una ciudad desértica y empobrecida del norte de Chile, por parte de la citada empresa minera sueca.

Una década más tarde, vuelven a Arica y siguen la investigación de los afectados y sus representantes legales y el transcurso de la demanda contra la empresa sueca. El propio Edman se convierte en el medio en el que nos informa de los hechos del pasado con excelente y cuidadoso material de archivo, que se remonta allá por el año 1984 en plena dictadura chilena, cuando Boliden dejó los residuos tóxicos con el beneplácito de las autoridades. El impacto que sufrieron los miles de niños que jugaban en esas montañas de tierra negra junto a sus casas. Muchos de ellos afectados de malformaciones, canceres y demás problemas graves de salud. La película viaja por el pasado, y se asienta en el presente y sigue minuciosamente el juicio celebrado en Suecia, en el que litigan los afectados ariqueños contra la empresa Boliden. Escuchamos muchos testimonios: los chilenos padres que lloran y cuidan de sus hijos, algunos fallecidos y otros, gravemente enfermos, los abogados y activistas que los ayudan, y la otra parte, la figura de uno de los expertos de Boliden, que participó en la película de Toxic Playground, y su cambiante actitud con el juicio en primera línea, y los abogados de la compañía sueca que intentan con todo su arsenal que la compañía quede libre de cargos.

La película tiene un gran ritmo, es honesta y transparente, con el aroma de los mejores títulos de investigación, sólido y veraz, se esfuerza en hablar con todas las partes y dejar las diferentes posiciones claras, en aportar mucha información, pero no a lo bestia y sin sentido, sino que desde puntos de vista diferentes y argumentadas, tomándose su tiempo y dejando que los espectadores la observemos con detenimiento y de forma reposada. La película se centra en este hecho, pero siempre va a más, porque Boliden no es una empresa más, sino que es una compañía que funciona dentro del engranaje capitalista de usar el mundo y aquellos empobrecidos que lo habitan, para uso y disfrute de los enriquecidos. Porque la película no habla solo de una terrible injusticia que se ha cometido durante quince años con los habitantes olvidados y empobrecidos de Arica, sino que también se centra en un mundo que no ha aprendido nada de su pasado colonizador, miserable y violento, sino que sigue ejerciéndolo bajo otras prácticas igual de devastadoras, pero en este caso, silenciadas por el periodismo de masas, que no solo no informa de lo importante, sino que cuando lo hace, lo ejecuta sabiendo quién paga y manda, y todo acaba convirtiéndose en un mero espectáculo de desinformación y servidor pusilánime del estado.

Arica es una película honesta y sensible, que mira de frente a los habitantes de Arica, que les da un espacio para poder hablar, llorar y sentirse acompañados, y les hace importantes explicando su pasado y su presente. La película provoca dolor, indignación y miedo y desencanto ante el poder de los que mandan y ordenan, aunque como explica el activista que trabaja para el pueblo de Arica, ellos seguirán luchando por la dignidad y memoria de los que ya no están y de los que siguen en la lucha, aunque haya mínimas posibilidades de conseguir nada, porque aunque la lucha no signifique ganar o tener ni siquiera alguna posibilidad de salir victorioso, la lucha es necesaria para seguir levantándose cada día, y seguir manteniéndose en pie a pesar de tanta injusticia, tanta mentira y tanto dolor, porque solo se pierde si se abandona la lucha, y los ariqueños nunca abandonarán porque aparte de las carencias económicas y demás que tienen en sus vidas, su dignidad ni se compra ni se vende, se consigue luchando cada día y haciéndole frente a los problemas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Miguel Eek

Entrevista a Miguel Eek, director de la película “La primera mujer”, en el marco de L’Alternativa. Festival de Cinema Independent de Barcelona, en el Teatre CCCB en Barcelona, el miércoles 17 de noviembre de 2021.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Miguel Eek, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a Sandra Carnota de Begin Again Films, y al equipo de comunicación de L’Alternativa, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

La primera mujer, de Miguel Eek

EVA TIENE UNA VIDA NUEVA.

“Estoy más o menos bien. Estoy estable y estar aquí para mí ahora es aturdirme más. Aquí los problemas son con gente que no está bien, que no tiene culpa. (…) Necesito estar con gente normal. Tener amistades, un trabajo o unos estudios para poder trabajar. Tener una casa, pareja. Y nada más. Quiero ser una persona normal”.

Tanto Lilith (1964), de Robert Rossen y Monos como Becky (1999), de Joaquím Jordà, tienen en común que, a partir de premisas entre el documento y la ficción, abordan de manera profunda y sensible todos los conflictos relacionados con las enfermedades mentales. Además, la película de Jordà, junto con En construcción (2001), de José Luis Guerín, abrió nuevos terrenos a la no ficción y sobre todo, acercó a muchísimos jóvenes a estudiar el cine desde otras perspectivas, realidades y posiciones políticas. Seguramente, uno de esos jóvenes inquietos fue Miguel Eek (Madrid, 1982), que creció en Mallorca, y ha dedicado toda su filmografía como productor, guionista y director a temas relacionados con su ciudad. En Vida divina (2015), se acercó a tres religiosas de clausura, en Vida y muerte de un arquitecto (2017), nos explicaba los pormenores del arquitecto Josep Ferragut, en Ciudad de los muertos (2019), la trama giraba en torno a los trabajadores del cementerio de Palma, y en Próximamente últimos días (2020), se adentraba en la gestión cooperativista del Cineciutat.

Un cine muy cercano, intimista, transparente y conmovedor, que abre resquicios de luz en una sociedad que va demasiado deprisa y con un rumbo muy fijado. Ante eso, el cineasta mallorquín abre diferentes ventanas para asomarse a temas y elementos que se evitan y se destierran de la cotidianidad. En La primera mujer, vuelve a tocar uno de esos temas de los que la sociedad huye y oculta, la enfermedad mental vista en primera persona, sin adornos ni nada que se le parezca, a través de una mujer llamada Eva, de pasado muy oscuro que, después de quince años acarrando sus problemas mentales, ahora se encuentra curada, y está a la espera de salir del hospital psiquiátrico de Mallorca, donde se ha pasado los últimos seis años. Eek divide su película en dos partes bien diferencias. En la primera, asistimos codo con codo a la cotidianidad de Eva, en sus talleres de cerámica, sus quehaceres domésticos, sus comidas y la interacción con los otros pacientes. La espera es difícil, pero la mujer no desespera y sigue con buen humor y su voluntad en dejar atrás toda esa vida dura y de toxicómana. En la segunda parte, todo cambia para Eva, le dan su piso tutelado, un trabajo, encuentra una pareja, visita a su madre en la residencia donde vive, y también, espera poder ver a su hijo que no ve desde que la diagnosticaron.

Eek construye una película sensible, íntima y naturalista, todo desprende verdad y autenticidad, acercándose a la enfermedad mental desde el alma y el respeto y honestidad de una enfermedad devastadora, visibilizando a todos los pacientes que la sufren diariamente, revolviendo entre ellos y extrayendo su humanismo, sus secretos, sus conflictos, y sus ilusiones y reflexiones. La primera mujer nos sitúa en el centro de todo, nos convierte en testigos privilegiados para mirar y observar a todos los pacientes, nunca se juzga a nada ni nadie, todo está filmado con muchísimo respeto y esperanza, porque el film huye completamente de la estigmatización, la tristeza y el paternalismo que rodea el universo de la salud mental, convirtiendo a los pacientes en seres como nosotros, y sobre todo, metiéndonos en el meollo de todo, para ver qué sucede y para reflexionar porque uno de ellos podemos ser nosotros en cualquier momento. Un montaje magnífico que resuelve una película que trata un tema muy complejo en solo 76 minutos, que firma Aina Calleja Cortés, que también actúa como guionista, y ya había trabajado con Eek, que cuenta con una filmografía al lado de nombres tan poderosos como Mar Coll, Liliana Torres y Nely Reguera, entre muchos otros. Destacar la cinematografía naturalista y con esa luz que da brillo y empaque a todo lo que se cuenta, que hace Jordi Carrasco, que ha estado en los equipos de Agustí Villaronga, e hizo la misma labor en Próximamente últimos días.

Somos uno más, somos testigos de la experiencia vital de Eva, una mujer que empieza una vida nueva, una vida llena de esperanza y dificultades, pero con la voluntad de olvidar y alejarse de su vida anterior, una película que navega entre la lucidez y la oscuridad, entre lo que hemos sido y somos, que hace especial hincapié en las segundas o terceras oportunidades, y sobre todo, ayuda a desenterrar muchos prejuicios y gilipolleces en torno de la salud mental y todos aquellos que la padecen. Eek no solo ha hecho una película sobre la salud mental, sino también sobre todos nosotros, nuestra posición moral ante una enfermedad de estas características, ante como la juzgamos y la tratamos, siempre de forma injusta y muy alejada de su realidad más cercana, y la película ayuda y no veas como ayuda, a verla con otros ojos, desde otras posiciones, una posición frente a frente, de igual a igual, de ser a ser, y también, de tomar conciencia a no estigmatizarla, a no ocultarla, y a abrir diálogos y debates en torno a ella, porque ya no es ese enemigo que se ocultaba en todos los ámbitos de la sociedad, ahora, es una enfermedad como cualquier otra, quizás muchísimo más salvaje que otra, porque no se ve, pero está ahí, y sus consecuencias pueden ser devastadoras. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Mothers, de Myriam Bakir

EL ESTIGMA DE SER MADRE SOLTERA EN MARRUECOS.

“Hay que ser muy valiente para pedir ayuda, pero hay que ser todavía más valiente para aceptarla”.

Almudena Grandes

En la España franquista, ser madre soltera era una terrible condena. Las mujeres, en muchos casos, menores de edad, eran vilipendiadas por la sociedad y sus familias, y presionadas por todos, optaban por soluciones drásticas: abortos clandestinos, donaciones forzadas sin ningún tipo de protección legal, o abandonadas a su suerte. Las mismas situaciones las viven en la actualidad las madres solteras marroquíes. Mujeres olvidadas e invisibilizadas por una sociedad que vende modernidad, y bajo la alfombra sigue anclada en ideas muy conservadoras y medievales. Aunque para muchas de estas mujeres, existe un resquicio de luz, la Asociación Om El Banine, creada por Mahjouba Edbouche, una señora que con su equipo de trabajadoras sociales, se dedica a escuchar a estas mujeres solas, ofrecerles ayuda, acompañarlas durante el embarazo, a darles un empujón una vez son madres, y también, a trazar puentes entre estas mujeres y sus familias.

La directora Myriam Bakir, nacida y criada en París (Francia), pero de padres marroquíes, ya tocó un tema candente como la prostitución en su primer largo de ficción Agadir-Bombay (2011). Para su primer documental, la directora se centra en otro gravísimo problema para las mujeres que tienen hijos fuera del matrimonio, que como marca la ley, pueden ser causadas de prostitución, un delito muy grave en Marruecos, que las puede llevar a la cárcel. Bakir compone una película breve, de sesenta y dos minutos de metraje, y filma el proceso de seis mujeres: Karima, Bahija, Ilham, Imane, Sarah y Fátima, seis mujeres a las que nunca veremos el rostro, siempre de espaldas o de lado a la cámara, que empiezan explicando su caso a la trabajadora social, en planos cerrados, encajonándolas en esos trances por los que están pasando, casi siempre en interiores, donde las escuchamos y conocemos los pormenores de su embarazo y la nula relación con su familia, que desconoce los hechos. Las veremos en el piso tutelado de la asociación, en sus quehaceres diarios, en sus encuentros con abogados y doctores, con sus preocupaciones, sus ilusiones y sus tristezas, todo contado desde una intimidad que encoge el alma, desde esa posición de frente y directa, en que el relato cuenta, sin juzgar y siempre desde la distancia justa y no intrusiva, sino optando una voz amiga, tendiendo un puente en que retrata y da voz a estar mujeres que la sociedad oculta, estigmatiza y las obliga a tomar decisiones drásticas.

La directora franco-marroquí no embellece ni maquilla su dispositivo, todo desprende una realidad tangible, cercanísima y llena de humanidad, acercándonos una realidad más acogedora y una línea de luz, en la que la asociación consigue algo muy emocionante, una lucha diaria para financiarse, y sobre todo, una herramienta necesaria y vital para todas estas mujeres, una ayuda indispensable para llevar el mal trago de ser madre soltera en Marruecos. Hace tres temporadas, vimos la película Sofia, de Meryem Bemm’Barek, en que tomaba el caso de una menor embarazada y el vía crucis doloroso y traumático en el que se veía sometida por su familia y el estado para regularizar su situación. Una película que encaja perfectamente en la idea que plantea la película de Bakir, mostrar unos hechos deleznables para una sociedad, y también, explicar las acciones de ayuda y humanitarias que se dan desde la asociación para no abandonar a estar mujeres, acompañarlas, asesorarlas y sobre todo, seguirlas decidan lo que decidan, pero siempre desde el respeto y el amor.

Mothers es un brutal puñetazo de realidad, que hiela el alma, y también, resulta reconfortante, porque da un poco de luz. La cinta no se anda con atajos ni condescendencias, sino que lo muestra todo de forma áspera, cruda y honesta, mostrando una realidad terrible, sin concesiones, pero no olvida ese punto de esperanza que da la asociación, ofreciendo ayuda y apoyo, en un camino que no será en absoluto nada fácil, pero sí, muy diferente, un camino que ya no tendrán que hacer solas. La Asociación Oum El Banine y su creadora, la grandísima Mahjouba Edbouche, se convierten en esas personas que demuestran que con mucha voluntad, trabajo y esfuerzo, las pequeñas ideas pueden salvar muchísimas vidas y derribar muros de intolerancia, machismo y dolor y dar mucho de vida, humanidad y sobre todo, esperanza, que siempre es difícil, a veces casi imposible, pero con amor, solidaridad y libertad pueden llegar a cuantas mujeres mejor y ofrecer otra forma de hacer las cosas, y sobre todo, de ayudar, esa palabra que tanto se dice y tan poco se práctica, ayudar y ayudar a los demás, que es la única actitud que nos hace humanos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA