El tercer asesinato, de Hirokazu Kore-eda

NADIE DICE LA VERDAD.

En la primera secuencia de la película, bajo el manto oscuro de la noche, nos sitúan cerca de un río, en el que vemos a dos hombres caminando uno tras el otro, en un momento, el de atrás, asesta un golpe al otro, que cae al suelo, inmediatamente después, el hombre en pie, se agacha y remata al otro propinándole más golpes que acaban con su vida. Seguidamente, rocía el cuerpo con gasolina y le prende fuego. Somos testigos de unos hechos, si, pero la nueva película de Hirokazu Kore-eda (Tokio, 1962) la número 11 en su filmografía, se centra en las pesquisas de un reconocido abogado Shigemori para esclarecer las causas que han llevado a su defendido Misumi, a cometer semejante crimen, la cosa no resultará nada sencilla ya que el acusado asume su culpa. El cineasta japonés deja de lado sus dramas familiares basados en experiencias muy personales, para adentrarse en otro marco, en el cine de género, el thriller judicial de investigación.

La película se centra en las pesquisas del abogado y su equipo para esclarecer la verdad de los hechos, empresa compleja, por no decir imposible, en un entramado de personajes, La mujer e hija del asesinado, y algún que otro trabajador de la empresa de alimentación de la que era dueño también el muerto. Aunque entre esta tela de personas que callan más que hablan, ocultando una verdad que jamás sabremos con exactitud, y que como es sabido el juicio tampoco la buscará, ya que el proceso judicial de nuestras sociedades existe para dirimir los intereses particulares de las partes implicadas en el proceso, sin ningún atisbo de buscar esa verdad que, por un lado, sería el primer mandato de cualquier proceso judicial, y por otro, nos haría entender el porqué de muchas cosas que ocurren. Kore-eda enmarca su película, como es habitual en su cine, en una trama de pocos personajes, si bien, la película se sitúa en el marco judicial, hay rasgos significativos que anidan en su mirada hacía las familias, centro de análisis de buena parte de su filmografía, aquí, volvemos a encontrarnos con familias desestructuradas, rasgadas por separaciones, odios, mentiras y enormes faltas de cariño entre ellos.

La película avanza en dos direcciones, los careos entre abogado y acusado, en los milimétricos y apabullantes encuentros filmados en la cárcel, donde descubrimos algo más de lo que se cuece en el interior de estos dos personajes, uno intentando levantar aire y mar para desempolvar la verdad de los hechos, que curiosamente, defiende a un hombre que treinta años atrás también, y con su padre de juez, fue condenado por doble asesinato. Y frente a él, al acusado, un hombre solo, contradictorio, que está alejado de su única hija, y parece asumir su destino o no. Kore-eda nos lanza infinidad de cuestiones al aire, sin inmiscuirse en la moral de sus personajes, dejándolos ir y venir, con sus consecuencias, por la película, eso sí, dejándonos a nosotros, sus espectadores, encontrar la verdad o no, a partir de todos los argumentos de unos y otros, y no sólo sus necesidades vitales, económicas y demás, sino aquellas que ocultan, aquellas que mantienen en secreto, que a la postre, son las verdaderas razones que les han llevado a obrar de una manera u otra.

Dejando la fotografía naturalista que nos tenía acostumbrados en sus películas familiares, Kore-eda opta por una luz artificial, obra de Mikiya Takimoto, muy propia de los clásicos americanos, en la que la cámara filma a sus personajes muy cerca, creando esa atmósfera inquieta, plaga de claroscuros que también viste en estas películas, que tanto en argumento como forma nos recuerda a El infierno del odio o Anatomía de un asesinato. Una película de ritmo cadencioso, suave, como susurrándonos al oído, sin esas incomodas sorpresas sacadas de la nada, aquí, no hay nada de eso, Kore-eda nos propone un intenso y emocionante thriller judicial, un apabullante tour de force entre sus dos intérpretes, Masaharu Fukuyama y Koji Yakusho, abogada y acusado, tanto monta, monta tanto, dos personajes atrapados en este entramado de apariencia y mentiras, a través de unos personajes complejos que se mueven entre las tinieblas de una sociedad demasiado agarrotada en sus falsas mentiras, en un mundo de trajes oscuros, pero de doble moral, que contribuye a un mundo cada vez más legal con el sistema e ilegal con las personas, donde convertirse en adulto es comenzar a mentir como mencionaba Pessoa, reflexión que nos debería empezar a replantearnos qué tipo de sociedad estamos creando y para quién demonios sirve.

Entrevista a Catalina Mesa

Entrevista a Catalina Mesa, directora de “Jericó, el infinito vuelo de los días”, en el marco del Festival DocsBarcelona.  El encuentro tuvo lugar el viernes 26 de mayo de 2017 en el hall del Teatre CCCB en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Catalina Mesa,  por su amistad, tiempo, generosidad y cariño, a Nathalie Pampin, colaboradora de la directora, por su tiempo, generosidad y amabilidad,  y a Ana Sánchez de Comedianet, por su amabilidad, paciencia, atención, generosidad y cariño.

En cuerpo y alma, de Ildikó Enyedi

¿QUÉ SOÑASTE ANOCHE?.

Un nuevo día, un día como otro cualquiera, en un matadero de cualquier ciudad europea, sus empleados se mueven mecánicamente por las diferentes salas, haciendo su trabajo como cada día. Se reúnen en el comedor para ingerir alimentos, todos se mueven de manera tranquila y mecánica, pero, nos quedamos viendo a uno de ellos, Endre, el maduro director financiero, impedido de un brazo, que come el estofado que más le gusta. De repente, algo llama su atención, se trata de Mária, una joven atractiva que es la nueva inspectora de sanidad. El séptimo trabajo de Ildikó Enyedi (Budapest, 1955) después de un largo período sin dirigir largometrajes, 18 años exactamente, dedicados a la enseñanza, a trabajos en campos como el documental, el cortometraje o la televisión, después de su celebrado Mi siglo XX, debut allá por 1989, premiado en Cannes y en innumerables festivales, y elegida como una de las mejores películas del cine húngaro. La cineasta húngara nos cuenta una peculiar y original historia de amor, dos seres antagónicos aparentemente pero con grandes similitudes emocionales, que descubren por azar que sueñan lo mismo. Sueñan con dos ciervos, macho y hembra, que se encuentran en un bosque nevado rumiando, buscando comida, bebiendo de un arroyo, etc.

Enyedi construye su película de forma sencilla y austera, situándonos en apenas algunos espacios, el matadero, por el día, con los quehaceres mecánicos y asépticos, donde la mecanización absorbe cualquier vestigio de humanidad, ya no digamos las relaciones superficiales que allí se mantienen, en contraposición, con los pisos de los dos protagonistas, fríos e incómodos, pero que nos descubren la intimidad y las interioridades de cada uno de ellos. Tanto Endre, el maduro de vida apagada y vacía, que debido a su edad ya se ha retirado y ha renunciado a volver a enamorarse, y acepta su vida y su trabajo de forma tranquila y aburrida, en el que las cosas funcionan de forma cotidiana y aburrida, y luego está Mária, una joven muy observadora y extremadamente eficaz en su trabajo, pero carece de sociabilidad, debido a sus problemas emocionales, ya que le resulta incapaz de relacionarse con los demás de manera natural, y tiene su sexualidad apagada. Un relato sencillo y emocionante que nos relaciona con el mundo animal, tanto con los ciervos de los sueños, como las vacas que son sacrificadas en el matadero, las emociones de unos seres no tan alejadas de las nuestras.

Dos seres cotidianos, con los que nos cruzamos cada día por la calle, que no llaman la atención, dos seres que podríamos ser nosotros, llevando sus vidas sin más, unas vidas vacías y ancladas en la nada, del trabajo a casa, alguna cerveza en un bar triste y vacío, y cenas precalentadas mientras se aburren mirando un estúpido programa de televisión. Vidas sin más, como tantas existen y tenemos en estas sociedades industrializadas, donde todo se ha racionalizado y las emociones han quedado castigadas sin más, done todo se desarrolla bajo los objetivos materiales sin importar los sentimientos. Endeyi cimenta su película bajo los territorios de sus anteriores trabajos, donde la condición humana y las relaciones personales forman la estructura argumental de su cine, mostrando relatos cotidianos donde esa aparente sencillez oculta conflictos interiores personales y sociales difíciles de resolver, en unas tramas donde se mezclan la realidad con el mundo de los sueños, como les ocurre a sus protagonistas, seres mundanos que ocultan graves conflictos emocionales, pero que descubrirán que no todo está perdido, porque ese mundo onírico que los tiene seducidos, quizás tiene su interpretación en el mundo real en el que viven diariamente, aunque su materialización resulte demasiado complejo y provoque grandes tensiones entre ellos, debido a sus torpezas, miedos e inseguridades.

Endeyi ha construido una bellísima película sobre el dolor, el amor, la vida, y el mundo de los sueños, de lo que somos y en realidad, deseamos ser, de todo aquello que ocultamos por miedo a sentirnos rechazados y todas nuestras cargas emocionales que tanto cuesta compartir, en una cinta que atrapa desde su frágil armonía de personajes, espacios y elementos, en un inmenso trabajo de luz, que se mueve entre la frialdad y el claro oscuro, de colores muy opacos, obra de Maté Herbai, y el detallista trabajo de arte de Imola Láng, que bucea en la desnudez de unos espacios deshumanizados e incómodos, el sutil y preciosista montaje de Károly Szalai, y la suave y seductora música de Ádám Balázs, un equipo técnico de trabajo ejemplar, que ayudan a contarnos esta íntima y bellísima historia donde la gran pareja protagonista, Géza Morcsányi que da vida a Endre, debutante en el cine, que ha desarrollado su profesión en una de las grandes editoriales del país, y Alexandra Borbély, componiendo a la correcta y fría Mária. Una pareja que se aleja de los intérpretes de las historias románticas al uso, aunque esta es una historia de amor diferente, compleja y conmovedora, que nos atrapa suavemente, sin necesidad de artificios, sólo con un par de personajes, un trabajo sin más, y unos sueños que se comparten y provocan emociones complejas y seductoras a ambos.

Jericó, el infinito vuelo de los días, de Catalina Mesa

EL ALMA FEMENINA DE LAS PEQUEÑAS COSAS.

“Nada por perder, nada por ganar, todo para dar”

Mathieu Richard

La semilla de esta película se inició como homenaje a Ruth Mesa (1925-2008) escritora y poetisa de Jericó, un pequeño pueblo a 100 km de Medellín (Colombia) que se alza a 2500 metros de altura, en la cordillera occidental de Los Andes, en el sureste del departamento de Antioquia. Sus historias, sabiduría e inquebrantable espíritu enamoraron a una de sus nietas, la directora Catalina Mesa, que años después, volvió con su cámara y su equipo, para levantar su primera película enla tierra de su tía abuela para filmar sus calles, sus casas coloridas, sus vientos, su luz y sobre todo, recoger el testimonio de 8 mujeres de diferentes vidas, clase social, amores, dolores, creencias, etc… pero todas compartiendo el mismo espíritu férreo y vitalista de esas pequeñas cosas que conforman unas existencias en las que ha habido de todo, desde lo más bonito hasta lo más duro, pero que nunca, a pesar de todo lo que les tocó vivir, no han desfallecido en su forma de ser y en su maravillosa actitud ante la vida y sus cosas.

La directora colombiana construye su película a través del testimonio y la mirada de estas 8 mujeres, mujeres que pasan de la setentena, en un viaje poético e íntimo a sus vidas, sus recuerdos y todo aquello que ha rodeado sus existencias, en el que la ausencia masculina, por diferentes motivos, llena sus testimonios, y Mesa, no lo hace con bustos parlantes, sino que lo plantea a través de diferentes diálogos-encuentros que van manteniendo las mujeres con su entorno, en el que las vamos conociendo, escuchando y reflexionando sobre sus vidas, sus viajes, su trabajo, y esa relación tan íntima con su paisaje a través del llamativo colorido de sus casas, sus comidas y todos los objetos que decoran sus casas, y tienen un especial significativo en el transcurso de sus vidas. Mesa, a través de una exquisita forma, en la que prevalece la explosión de colores, debido a su peculiar arquitectura, y un finísimo detalle en la filmación de los objetos, muebles y espacios en los que viven estas mujeres, y no sólo se quedándose en el elogio de esas vidas vividas.

La película, también, nos descubre el dolor y la fortaleza que han tenido que sacar de sus entrañas para sobrevivir ante los avatares de sus vidas, sus pérdidas, las ausencias, algunos elegidas y otras, no, y el apoyo en lo religioso, herencia de la cultura europea, como motor espiritual en sus vidas. Una película que también puede verse también como un homenaje, no sólo a estas mujeres fuertes y dulces, sino también a la vida rural colombiana, y su cultura popular, en las que escuchamos su sabiduría de la tierra que las ha visto crecer y convertirse en mujeres, con sus itinerarios de vida, en que hay espacio para escuchar la poesía de Jericó, y la música que ha acompañado a estas mujeres, como la pianista Teresita Gómez, Eydie Gorme y Los Panchos, o Dr. Alfonso Ortiz y Juan Arvizu, donde escuchamos tangos, boleros, cumbias y unas melodías que nos transportan a los recuerdos de estas mujeres, a aquella juventud de viajes, de rezos, de amores, de amistades, de males, alegrías y tristezas, vidas en las que el recuerdo está muy presente, pero siempre desde un punto de vista lleno de humor, porque estas 8 mujeres pasan del llanto a la risa en un abrir y cerrar de ojos, aceptando el dolor y la alegría como elementos indisolubles de vivir y seguir hacia delante.

Un relato bellísimo y conmovedor, que tiene en el cine de Depardon y sus películas del mundo rural francés, su fuente de inspiración, en el que filma con honestidad y espíritu de observacional, alejándose de la postal embellecedora tan manida de otros. La película contiene un trabajo antropológico y valioso de dejar testimonio del pueblo y su historia, y de sus habitantes, en este caso de un puñado de sus mujeres, de reflexionar y mostrar ese espíritu inquebrantable femenino que sigue en pie, con sus recuerdos amontonados, sus fotografías que nos muestran esas vidas de trabajo duro y felicidad, pero que no cejaron en vivir sus propias vidas, siendo autónomas, y sobre todo, trabajar con energía e ilusión para ser las mujeres que querían ser, a pesar de las dificultades de una sociedad anclada en el patriarcado imperante, pero que ellas, seguras de sí mismas y haciendo frente a los problema logrando ser unos espíritus libres, alegres y combativos.


<p><a href=”https://vimeo.com/209874521″>TRAILER JERICO</a> from <a href=”https://vimeo.com/compacto”>COMPACTO.coop</a&gt; on <a href=”https://vimeo.com”>Vimeo</a&gt;.</p>

Entrevista a Aitor Arregi

Entrevista a Aitor Arregi, codirector de “Handia”. El encuentro tuvo lugar el martes 17 de octubre de 2017 en el hall de los Cines Verdi en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Aitor Arregi,  por su tiempo, generosidad y cariño, y a Nuria Costa y Katia Casariego de Working at Weekend, por su amabilidad, paciencia, atención, generosidad y cariño.

El secreto de Marrowbone, de Sergio G. Sánchez

EL MAL ENTRE NOSOTROS. 

“Nada, nadie, nunca podrá separarnos”

Una madre y sus cuatro hijos llegan una mañana de principios de verano a una antigua casa abandonada que perteneció a la familia. Huyen de alguien, y lo único que desean es empezar una nueva vida, todos juntos, alejados de ese mal que les acecha. Pero, la madre cansada y enferma, muere a los pocos días, y los hermanos tendrán que ocultar su muerte para continuar juntos. Pero, cuando todo parecía alimentarse de armonía y una nueva ilusión, el pasado, personificado en un padre asesino vuelve a penetrar en sus vidas. La primera película cinematográfica de Sergio G. Sánchez (Oviedo, 1973) guionista habitual de J. A. Bayona (ejerciendo como productor) que ya había dirigido un telefilm y un par de cortos, en uno de ellos 7337, supondría el germen argumental de El orfanato (2007) primer largo de Bayona, así que su puesta de largo como director no ha sido una sorpresa, sino que era de esperar. La película mantiene el armazón de su cine predecesor, manteniendo elementos compartidos con la mencionada El orfanato. Volvemos a una casa abandonada que guarda muchos enigmas, también está protagonizada por niños que huyen de algo, y nos cuentan su historia siguiendo los parámetros del cuento de terror, ese que nos contaban en las noches de tormenta.

El cineasta asturiano sitúa su película en la América rural del 1969, donde unos hermanos tendrán que vivir o al menos intentarlo, y hacer frente a las continuas adversidades a las que deberán enfrentarse. Jack, el mayor, se hará cargo de la familia, Jane, la segunda, cuidará de Sam, de 5 años y benjamín de todos, y por último Billy, de 18, el rebelde que generará algún que otro conflicto. En sus vidas, aparecerá Allie, una chica que trabaja en la biblioteca del pueblo, que iluminará y devolverá algo de esperanza a sus existencias, y el marco de esta trama, lo completa Potter, el abogado de la familia que investigará más de lo debido, causando algún que otro problema al secreto que guardan los hermanos. G. Sánchez nos sumerge en una fábula moral, en un relato de terror psicológico siguiendo las leyes del cuento clásico, conduciéndonos por una estructura que nos ocultan una serie de enigmas que la propia trama nos irá desvelando concienzudamente, siguiendo un ritmo pausado, generando con astucia todas las tensiones y conflictos que se producirán en este relato que mezcla diferentes elementos, desde el thriller, algún que otro susto, una historia de amor libre e inocente, y además se adentra en el drama social, distintas situaciones que conviven en una trama in crescendo, en que ese pasado y oscuro, que se nos irá desvelando muy despacio, se acabará adueñando de la casa.

La casa donde se desarrolla este drama, aislada de todo y todos, y no menos que ruinosa, que actúa como un personaje más, como mandan los cánones de los filmes de terror, en un gran trabajo de arte de la mano de Patrick Salvador (habitual del director Gabe Ibáñez) consiguiendo crear un espacio vivo, lleno de grietas, manchas y habitaciones oscuras rodeadas de ruidos extraños, en un inmenso trabajo de luz naturalista (muy setentera, que recuerda al Néstor Almendros de Días del cielo) obra de Xavi Giménez (colaborador de Balagueró, Fresnadillo, que ya cinematografió los dos capítulos de la serie Penny Dreadful, dirigidos por Bayona) y el enérgico e intenso montaje de Elena Martín (que hemos visto en trabajos de Bayona , Kike Maíllo e Isabel Coixet) en un cuento clásico de terror que huye del efectismo, aunque recurre a algún que otro susto muy recurrente a este tipo de películas en el cine actual, y deja algún que otro cabo suelto en un argumento que mantiene su línea de tensión narrativa e inquietud rara, esas situaciones donde en cualquier momento estallará algo aterrador.

La película mantiene su ritmo y pulso narrativo, creando esa atmósfera inquietante y carcomida que se ha instalado en esas cuatro paredes que hablan más de lo que parece y en esos hermanos que callan más de lo que sienten, donde los fantasmas que rodean sus vidas y la casa, tienen que ver más con su pasado que su actual presente. El buen trabajo de los intérpretes jóvenes, británicos y talentosos, protagonistas de la película consigue convencernos en unos personajes huidos, llenos de incertidumbre, que se mueven entre sombras y arrastran la condena de ese pasado terrorífico reencarnado en la figura de ese padre Saturno, y nunca logran mantener por mucho tiempo esa paz que tanto ansían. Rodada en localizaciones de Asturias (raíces del director) la película entretiene, conmueve, y logra introducirnos en esta historia de huérfanos en constante peligro, en un bien contado cuento de terror, recuperándonos nuestros miedos infantiles, donde los fantasmas parecen más reales que lo que nos dicta nuestra imaginación, y el terror y los males siempre se encuentran más cerca de lo que imaginamos, y sólo en nuestro interior, tenemos las respuestas a todo aquello que nos amenaza e inquieta profundamente.

Presentación del libro “Vestidas para un baile en la nieve”, de Monika Zgustova

Presentación del libro “Vestidas para un baile en la nieve”, de Monika Zgustova, en la que conversa con la escritora Anna Caballé, con la presencia de Joan Tarrida de la Editorial Galaxia Gutenberg. El acto tuvo lugar el jueves 19 de octubre de 2017, en la librería Laie de Pau Claris de Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Monika Zgustova, por su tiempo, conocimiento, y cariño, a Marta Sebastián de Diseño Comunicación de la editorial Galaxia Gutenberg, por su generosidad y paciencia, y a Anna Torné de la Librería Laie, por su trabajo, amabilidad y cariño.

Handia, de Aitor Arregi y Jon Garaño

EL GIGANTE DE ALTZO.

“La tarea de la ficción es la persecución de la verdad, no de los hechos”

Oakley Hall

Cuenta la leyenda que allá a mediados del siglo XIX, en la pequeña aldea de Altzo, perdida en los montes de Gipuzkoa, vivían en el caserío familiar, Martín Eleizegi y su hermano menor Joaquín. La tranquilidad de los quehaceres cotidianos de labranza, fueron interrumpidos un día de 1833 cuando la primera guerra carlista se llevó a Martín a luchar. Cuando esta acabó, Martín imposibilitado económicamente de marchar a EE.UU. regresó al caserío y se encontró con su hermano Joaquín con una estatura enorme. Convencidos por un organizador de espectáculos se lanzaron a presentar al mundo al gigante de Altzo. El mismo equipo de Loreak (2014), Jon Garaño (San Sebastián, 1974) José Mari Goenaga (Ordicia, 1976) y Aitor Arregi (Oñati, 1977), que convencieron a crítica y público con una drama intimista filmado en euskera y protagonizada por tres mujeres que veían trastocada su vida por unas flores que se cruzaban en su camino.

Todos ellos, socios cinematográficos que llevan más de 15 años realizando películas como Lucio  (2007)  o 80 egunean (2010), vuelven a la carga con otra cinta intimista, inspirada en hechos reales, pero ahora han dejado la actualidad para adentrarse en el convulso siglo XIX,  época de grandes cambios, donde las luchas se sucedían por una Europa en continua transformación, entre el antiguo régimen que se resistía a los nuevos tiempos y el nuevo orden industrial que avanzaba a pasos agigantados. Tiempos convulsos y de continuos cambios se erigen como el paisaje ideal para contar la historia del gigante de Altzo y su hermano, dos seres completamente diferentes, pero iguales a la vez. Martín, el mayor, inútil del brazo izquierdo en la guerra, inconformista y rebelde ve en sus ansías de conocer el mundo una gran oportunidad para abandonar el estancamiento del caserío familiar, por el contrario, Joaquín, el gigante, es hogareño y tradicional, aunque los dos, debido a las considerables dimensiones de Joaquín emprenderán un viaje lleno de nuevos lugares y gentes, en un itinerario que los cambiará para siempre, enfrentándolos a nuevos retos inimaginables en su pequeño pueblo, como la reconstrucción de la identidad, la ambición desmedida, la fama del pueblo y grandes cantidades de dinero que no sólo los cambiaran, sino que los llevarán por lugares muy oscuros a los que quizás no están tan preparados.

Garaño y Arregi ahora en labores de dirección, con el trabajo como coguionista de José Mari Goenaga y la aportación de Andoni de Carlos, construyen una fábula moral sobre dos hombres que por azares del destino se ven envueltos en un mundo ajeno a ellos, muy alejado de su vida tradicional de pueblo, un mundo de oportunidades y aventuras, pero también de extraños y oscuros lugares, tanto físicos como emocionales, porque los dos hermanos se transforman, Martín, encuentra en esta aventura por el mundo una manera de saciar su sed de ver mundo y avanzar, sentirse siendo otro, con aquella persona que siempre había soñado y ahora se hacía real, en cambio, Joaquín, pierde lo que era, su identidad, convirtiéndose en un mono de feria, en alguien demasiado expuesto, en una pobre criatura admirada y denostada por otros, y llevando la tortura de seguir creciendo, problemas que lo llevan a sufrir fuertes dolores. Dos hermanos que los actores Joseba Usabiaga y Eneko Sagardoy consiguen capturar los detalles y matices que describen a sus personajes, dotándolos de garra y fuerza.

Los cineastas vascos cimentan su película en la relación antagónica de los dos hermanos, las dos caras de una moneda, y siguen su viaje de éxito y soledad, de ambición económica y tragedia personal, donde todo parece que vale para ser quiénes no son. Los cineastas guipuzcoanos envuelven esta fábula en una admirable y vigorosa concepción formal, con la precisa y bellísima luz, y una apabullante atmósfera que mezcla el expresionismo y el realismo de Zurbarán, conseguida por el cinematográfo Javier Aguirre, uno de sus más fieles colaboradores, como el música Pascla Gaigne, que firma una banda sonora envolvente de melodías suaves que nos devuelven al mundo romántico y oscuro de la cinta, elementos que ayudan a sumergirnos en un cuento clásico que aborda el mito, su construcción y todas las leyendas que giran a su alrededor, pero lo muestra de una manera íntima, indagando en las consecuencias que conlleva todas estas experiencias, observando a sus criaturas desde la honestidad y seriedad, sin juicios morales ni nada que se le parezca, sino que mostrando unos hechos y como lidian con sus conflictos interiores, en un mundo que avanza demasiado rápido, casi sin tiempo de evaluar los hechos y digerirlos para seguir hacia delante, sin perder de vista lo que son y todo aquello que dejaron tras de sí.

Garaño y Arregi nos hablan de la cultura popular enfrentada al nuevo mundo, las rondallas de toda la vida contada por los abuelos frente a la industrialización, en un mundo deseoso de grandes avances que acaba admirando a un ser de gran altura (cuentan que llegó a medir 242 cm) sólo por su físico, sin apreciar el carácter y el mundo interior que esconde una persona como ellos, un relato que aborda el drama, la amistad, la identidad, el mito, lo romántico, lo fantástico, o el conflicto entre el hombre corriente y el mundo industrializado, así como el ser diferente ante ese mundo normalizado que se burla de lo diferente, que se inspira en grandes títulos como “Frankenstein”, la novela de Mary Shelley, y la película homónima de Whale, La bella y la bestia, El mago de Oz, Freaks de Browning, El pequeño salvaje o El hombre elefante, en la que el idioma también juega un papel fundamental en el transcurso del relato, unos aldeanos que sólo hablan euskera, y tienen que comunicarse en otros idiomas, como el castellano, el francés o el inglés, aún afianza más la falta de adaptación de Joaquín, que aparte de sus problemas de salud debido a su imparable crecimiento, se añaden su soledad, su sufrimiento, y la falta de amor carnal debido a sus dimensiones, problemas que lo acaban convirtiendo en quién no desea ser con todos los conflictos internos que le provocan.

Morir, de Fernando Franco

EL AMOR ENFERMO.

“El amor es exigente”.

Tanto el arranque como el cierre de la película, filmados en los mismos escenarios, indican de forma necesaria y ejemplar el camino tortuoso y brutal que sigue ella, Marta, la mujer de este relato, donde la trama se posará para contarnos, a través de su mirada inquieta y rota, este drama que casi podríamos hablar de drama otoñal, porque los cielos grises y nublados del norte acapararán no sólo el ambiente donde se desarrollan los acontecimientos, sino el ánimo de sus dos personajes. Porque la cinta nos cuenta un año en la vida, o podríamos añadir, la no vida, o la despedida de Luis, novio de Marta, que sufre una enfermedad terminal. Después de someternos a la existencia de Ana, la enferma de TLP que se hacía daño a ella y a todos los de su entorno, en un durísimo drama sobre las consecuencias de las depresiones y la ansiedad, en La herida (2013), interesante debut de Fernando Franco (Sevilla, 1976) como director después de una larga trayectoria como montador, en los que ha trabajado en títulos de Armendáriz, Berger, Sorogoyen o Ángel Santos, entre muchos otros.

Franco vuelve a sumergirnos en un durísimo drama de andamiaje sobrio, cocido a fuego lento, y contenido sobre dos personajes, el enfermo y su cuidadora, mientras su amor libre de ataduras y emocionante, se ve sometido a este duro camino, donde resucitarán los miedos e inseguridades, no sólo de cada uno, sino del amor que sienten. Un enfermo que se esconde de los demás, que le cuesta aceptar su enfermedad y deterioro, y una compañera, que deberá asumir la voz y la palabra del sufrimiento, mintiendo a los demás, haciendo ver que el problema que viven, no les afecta a ellos. Franco y su coguionista Coral Cruz (que firmó la adaptación de Incerta glòria) se inspiran en la novela corta de Arthur Schnitzler para envolvernos en un drama íntimo, que se desarrolla casi en la totalidad de cuatro paredes, el piso de la ciudad y la casa junto al mar de las vacaciones otoñales, donde aflorarán las mentiras, la culpa y el miedo, en unos personajes que lidian como pueden ante la adversidad de la enfermedad, ante la fractura de su vida, ante ese amor que no pueden retener y tienen que despedir.

La luz tenue y desnuda, con tonos opacos y muy suaves de Santiago Racaj ayuda a crear ese paisaje frío de dolor y silencio que se ha instalado en sus vidas, unas vidas que ya no tienen futuro ni proyectos, sino instaladas, muy a su pesar, en un continuo enfrentamiento con la enfermedad en este peculiar y doloroso descenso a los infiernos cotidiano, que casi podemos sentir y tocar, como si estuviéramos presentes en las habitaciones del piso, el hospital o esa casa junto al mar, excelentemente confeccionadas por el arte de Miguel Ángel Rebollo, que dota a las estancias de esa frialdad incómoda y automatizada que se ha quedado en estas vidas. Franco acota su película en un año, 365 días en la que seremos testigos de ese tiempo enfermo, en el que plantea su película desde la mirada observadora, el cineasta que mira y filma con detalle y tiempo su película, sin caer nunca en ningún sentimentalismo ni excesiva empatía con sus espectadores, aquí todo sucede en un tempo candente, todo sucede sin sobresaltos, como si la enfermedad hubiese contaminado no sólo su alrededor, sino a ellos mismos, como si hubiese penetrado en su espíritu y ahora tuviesen que arrastrarlo con mucha dificultad y sufrimiento.

Las contadas localizaciones exteriores de la película, enfatizan aún más si cabe, el deterioro de los personajes, sumiéndolos en un entorno agreste y rocoso, como sucede con los exteriores urbanos, donde Marta encuentra esos espacios ajenos a ella, pero necesarios para disfrutar de un leve alivio ante lo que le espera en su hogar, que además describen su interior, esa rotura del alma que debe vivir esta enfermedad que va a transformar sus vidas, y ya nada volverá a ser igual. Franco instala su cámara en esa enfermedad contada como un diario, con sus horas, minutos y segundos, donde parece que el tiempo no existe, sólo el tiempo entre inyecciones, desesperaciones y la terrible agonía, acercándose en forma y planteamientos a Elena, de Andrei Zvyagintsev o Amor, de Haneke,  sendos dramas muy sobrios de perfecta ejecución formal y emocional, donde la distancia y la prudencia emocional revisten las experiencias en emocionantes sin ser emotivas, y en capturar la intimidad, lo que queda tras la puerta, de esas frágiles vidas que se van lentamente.

La admirable composición de la pareja protagonista, que vuelven a trabajar con Franco después de La herida, unos contenidos y sobrios Marian Álvarez que vuelve a enfundarse un personaje difícil y doloroso que tiene que lidiar con un novio enfermo que no pone las cosas fáciles, sino todo lo contrario, inventarse un sufrimiento frente a los demás, y sobrevivir al que tiene en casa, y a su lado, Andrés Gertrudix como el enfermo, sacando esa decrepitud y desaliento que le exige un personaje que se oculta tras su pareja, ese amor resquebrajado, ausente y enfermo que le ayuda a no sentirse sólo, aunque esto a veces no resulte lo más apropiado. Franco lo ha vuelto a hacer, nos ha sumergido en una película compleja, que se dirige a todos nosotros, desde la sinceridad, adoptando un tono serio y ajustado, donde todo respira en su tempo, donde las cosas suceden de forma sencilla y austera, centrándonos en un amor que deviene en otra forma de amar, en otra forma de sentir, y sobre todo, en otra forma de cuidar y a pesar de todo, continuar escuchando el leve aliento de tu amor que se va perdiendo, cada día un poco más…


<p><a href=”https://vimeo.com/231870512″>MORIR_TRAILER_INTERNET_PRORESHQ_5.1_25_</a&gt; from <a href=”https://vimeo.com/kowalskifims”>Kowalski Films</a> on <a href=”https://vimeo.com”>Vimeo</a&gt;.</p>

La piel fría, de Xavier Gens

LA CRIATURA DE OTRO MUNDO. 

“Nunca estamos lo suficientemente lejos de aquellos a los que odiamos Por la misma razón, nunca estaremos muy cerca de quiénes amamos”

Un barco llega a una isla perdida alejada de todo situada en el Atlántico Sur. Su misión es dejar en ese trozo de tierra a un joven que permanecerá un año realizando mediciones meteorológicas. Una isla sin más habitantes que un farero de mediana edad, huraño y de carácter indolente. Nos encontramos en los albores de 1914. Allí, en la isla, después de unas noches donde el joven científico es fuertemente atacado por unas extrañas criaturas feroces que provienen del mar, y que dejan inhabitable su casa, es recogido por el farero a cambio de víveres y ayuda para luchar encarnizadamente contra esas bestias anfibias que parecen proceder de otros mundos misteriosos y extraños. Basada en la novela homónima de Albert Sánchez Piñol, de espectacular éxito de crítica y público y traducida a más de 30 idiomas, la adaptación, con las inevitables licencias cinematográficas, mantiene el espíritu de las grandes obras de aventuras, envolviéndonos en el universo de Conrad o Stevenson (curiosamente, algunos de los autores que lee el joven meteorólogo, como el “Infierno” de Dante, extraño anticipo que irá descubriendo a lo largo de su estancia en la isla).

Xavier Gens (Dunkerke, Francia, 1975) director especializado en el género de terror, arrancó con Frontière(s) en el 2007, thriller terrorífico donde unos atracadores aprovechan la confusión social para asaltar un hotel aislado regentados por unos nazis asesinos, y siguió, entre otras, con Aislados (The divide), en el 2011, donde unos supervivientes intentan con grandes penurias sobrevivir a un aterrador apocalipsis, y alguna que otra serie siempre dentro del género del suspense y el terror psicológico. Aquí, aborda el género de aventuras clásico, mezclado con el suspense y sobre todo, el terror de zombies, y el psicológico, en una trama sencilla que cuenta con sólo tres personajes, el joven del que poco sabemos, solamente que huye de algo o alguien, el farero solitario y amargado que arrastra un pasado de abandono y complejo, y la criatura que ha sido adoptado como animal de compañía y concubina sexual por el farero.

Tres almas perdidas y solitarias que deberán convivir por circunstancias en un lugar inhóspito y extraño que oculta un misterio atroz, donde las noches se convierten en un infierno de supervivencia, porque deben enfrentarse a esas criaturas del mar que les atacan sin tregua. La película consigue construir una atmósfera envolvente e inquietante, manejando con audacia los tempos cinematográficos, y consiguiendo algunas secuencias de gran mérito, como los ataques de las criaturas, y sobre todo, los paisajes de Lanzarote que sirven de escenario en esa isla, fría, oscura y alejada de todo mundo civilizado. Dos hombres en las antípodas que tienen que convivir por su supervivencia, que van descubriendo su razón de ser en ese mundo de inquieta paz por el día, y una guerra salvaje y sangrienta por las noches. La película logra introducirnos en esa atmósfera extraña y agobiante en el que se ven sometidos los personajes, quizás demasiado, porque la parte psicológica de los personajes queda algo traslucida por el aparato formal de la cinta, donde se echa en falta toda la parte personal y profunda de la historia que tienen el joven científico y la criatura.

Aunque, bien es cierto, que aunque su ritmo funciona de manera desigual, el tramo final de la película remonta y nos ofrece un cierre sincero, trepidante y emocionante. El buen hacer del intérprete británico Ray Stevenson (visto en innumerables películas de acción en EE.UU., dando vida al malhumorado Grunner, ese farero anclado en la rabia de su pasado y sin más existencia que la muerte de esas criaturas de otro mundo, bien acompañado por su paisano David Oakes, que compone un joven serio y frío que deberá aprender demasiadas cosas y a gran velocidad para convivir con el farero, y por último, una “monstruosa” e irreconocible Aura Garrido, embutida en el maquillaje espectacular de la criatura, que esconde una alma dócil y tranquila dentro de la máscara salvaje que parece haberla condenado Grunner. Gens consigue el aspecto formal de la película, tomando como inspiración a los maestros clásicos antes mencionados, sin olvidarnos de otros autores de corte fantástico como Lovecraft, donde lo cotidiano se mezcla con lo fantástico, en una trama donde lo humano adquiere otro tipo de connotaciones, en las que se confunde y a veces, cuesta saber donde se encuentra y de qué manera.