Eterna. Una película documental sobre Gata Cattana, de Juanma Sayalonga y David Sainz.

EL LEGADO DE GATA CATTANA. 

“Me voy como lo que vine / como la antítesis de lo ario, de lo puro” (…) Quedará un yo, ese yo que solo aparecerá / con un olor, con una risa, una nota, / un litro, una persona, un ruido, un silencio, / y, lo más importante, un pensamiento”.

Gata Cattana

La temprana muerte de un artista carismático e influyente, siempre deja un vacío enorme y sobre todo, deja una huella imborrable. Ya sucedió con Eduardo Benavente, el líder de “Parálisis permanente” en 1983, cuando falleció en un accidente con apenas veinte años. Un caso parecido ha vuelto a suceder con el repentino fallecimiento de la artista Gata Cattana en el 2017, cuando sólo contaba veinticinco años. En Eterna. Una película documental sobre Gata Cattana, los directores Juanma Sayalonga (Sevilla, 1988), y David Sainz (Las Palmas de Gran Canaria, 1983), formados en el videoclip, en el cortometraje, en la web series, y demás espacios audiovisuales, no solo quieren hacer un homenaje, sino que también quieren descubrirnos a la artista y a la persona que había detrás, y no solo a través de los testimonios de sus familiares y amigos, y colaboradores y cómplices, sino otros y otras que la conocieron, que la trataron y la admiraron, sino que también hay un buceo profundo y sincero a través de ella, recuperando imágenes domésticas y televisivas, en las cuales vemos a la joven como va creciendo tanto a nivel humano como artístico. 

Muchos habíamos escuchado alguna cosa de Gata Cattana, pero no la conocíamos en profundidad, ni mucho menos, y por eso, uno de los grandes aciertos de la película no es solo que exista, sino que habla de ella, porque la cinta también actúa como espacio de abrir su arte a todas aquellas que necesitábamos conocerla mucho más, para acercarnos su arte y su legado a todas esas personas inquietas de la cultura, del arte en general, de la política, de la sociedad, de la historia y de lo humano, porque Ana Isabel García Lorente, el nombre que la vio nacer allá por 1991 en el pequeño pueblo de Adamuz (Córdoba), era todo eso y muchísimo más. Una artista de los pies a la cabeza, con una personalidad y una capacidad innata para brillar en el soneto, en la poesía y en el rap, donde era toda una fiera, según sus propias palabras: “Frágil pero muy guerrera”. Una de las cualidades de la película que no solo encantará a los amantes del rap español, a todos esos y esas que disfrutan con las llamadas “peleas de gallos” y demás, sino que es una cinta que gustará a todos los que les gusten las historias sobre el alma, sobre la vida, porque Gata era todo un terremoto y una batalladora en todos los frentes. 

Sus canciones hablan de historia, de sociedad, de política (de la que era licenciada universitaria), de poesía, de feminismo, una artista implicada a todos los niveles, que hablaba de injusticia, de explotación, de derechos, de mujeres, de amor, y de todo, y encima lo hacía con mucho arte, con letras interesantes, profundas y entretenidas, que calaron en mucha gentes joven y acercó a materias, antes imposibles, con una forma de hablar, recitar y cantar asequible para todos y todas, y sobre todo, generando esa conciencia que tanta hace falta en la sociedad actual. La película hace un recorrido desordenado y vivo, lleno de vitalidad, de risas, de humor, y de amor, a través de una artista que era todo amor, toda furia, toda guerra y toda alma, inquieta y luchadora, una mujer que lo tenía todo para convertirse en una de las más grandes y no solo en el ámbito del rap, sino en el mundo artístico, sin lugar a dudas, por su enorme talento, inteligencia y sabiduría. Otro de los aspectos que enriquecen la película es su estado de ánimo, es decir, que la película es un fiesta de la vida, de la vida de Gata Cattana, y en ningún momento cae en la tristeza y en la melancolía, sino todo lo contrario, es una continua celebración de su vida, de su camino, y sobre todo, de su aspecto humano y artístico. 

La película tiene un estupendo ritmo y se sumerge con muchísima transparencia en la intimidad y el alma de la artista. Conocemos sus inquietudes, sus alegrías y tristezas, y mucho más, en una bellísima aproximación de la mujer y la cantante, la poetisa, la lectora y demás, en un viaje que pasa por muchos lugares, su citado Adamuz, Granada, donde despertó totalmente su poesía, sus canciones y su rap, Madrid, donde se asentó y despertó el interés de todas y todos a nivel musical en todos los sentidos, y también pasa por New York, muchos lugares, muchas experiencias, muchos conciertos, muchos versos, y sobre todo, mucha vida de alguien que veía muchísimo más, de alguien que veía la sociedad, y la codificó bajo su verso y su poesía, siempre en actitud de activismo social, una luchadora que cantaba a la injusticia, a la explotación, a esta mierda de capitalismo feroz e inhumano, y a las mujeres, a su lucha, a su feminismo y a su camino, y lo hacía de tal forma, tan brillante, tan inteligente y tan especial, que capturaba la atención de todas y todos, ya fuesen amantes del rap como los otros, los que solo eran amantes de la cultura con mayúsculas. 

Celebramos, aplaudimos y nos vamos de fiesta con la película Eterna. Una película documental sobre Gata Cattana, porque nos ha encantado, porque sus noventa y nueve minutos de duración son una pasada, hemos disfrutado muchísimo en todos los sentidos. Hemos descubierto una artistaza que no solo nos deja un buen puñado de poemas y canciones magníficas, sino que también ha derribado tantos muros tan necesarios para que otras mujeres también se acerquen a la poesía y al rap y sigan todo lo que ella empezó, porque el mayor legado de una artista que, desgraciadamente nos ha dejado demasiado pronto, no es otro que la huella que ha dejado en los otros y otras que después vendrán, y como dice la Gata, nos despedimos con sus maravillosas palabras: “Vine de la tierra y a la tierra voy más que agradecida. Pueblo errante sabe que ná dura, por eso sabe de pintura también dejarlo escrito en la pared, pá quién venga después”. Solo nos queda decir que, a ti Gata, allá donde estés, gracias infinitas por todo lo que has dejado por aquí. Te cantaremos, te leeremos y sobre todo, te seguiremos amando, hasta el infinito y mucho más allá, por ser quién fuiste y por ser quién eres. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Anna Giralt Gris

Entrevista a Anna Giralt Gris, directora de la película “Robin Bank”, en la oficina de la productora Gusano Films en la Incubadora Almogàvers en Barcelona, el lunes 26 de septiembre de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Anna Giralt Gris, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y al equipo de Gusano Films, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Labordeta, un hombre sin más, de Paula Labordeta y Gaizka Urresti

EL POETA DEL PUEBLO.

“Recuérdame como un árbol batido; como un pájaro herido; como un hombre sin más. Recuérdame como un verano ido; como un lobo cansino; como un hombre sin más”

De la canción Ya ves, de José Antonio Labordeta

Cuando todavía era niño no entendía el activismo de mi padre, aunque siempre que mi madre me dejaba, lo acompañaba. Él siempre estuvo afiliado a partidos de izquierda, incluso llegó a ser candidato a la alcaldía de Sabadell. Era feliz acompañándolo a enganchadas de carteles, reuniones y diferentes actos políticos y manifestaciones. Lo que más recuerdo de aquellos años, años de agitación política que raro era el día que no se escuchaban muchas canciones protesta, entre ellas, como no, “Canto a la Libertad”, de José Antonio Labordeta (1935-2010), que nació un año antes que mi padre. De adulto, conocí a Labordeta , tanto al poeta como al hombre, y no era solo aquel tipo de “Un país en la mochila” de TVE, sino un hombre del pueblo, alguien que siempre defendió al reprimido, al perseguido, al huido, a aquel que siempre se enfrentó al capital, como se decía antes. Un hombre que escribió, cantó y habló sobre los derechos de los olvidados, de los que nadie hacía caso, de los que no paran de trabajar y apenas tienen algo. Perteneció a la generación de mis padres, aquellos que crecieron en dictadura, aquellos que no se dejaron domar, como decía el gran Marcelino Camacho, aquellos que trajeron la libertad y la democracia a este país, con sus luchas, protestas, política y humanidad.

La película Labordeta. Un hombre sin más, de Paula Labordeta, su hija menor, que ha estado toda la vida realizando televisión, junto a Gaizka Urresti, cineasta de larga trayectoria que ha producido a gente tan importante como Agustí Villaronga, Carlos Saura y Santiago Tabernero, entre otros, y dirigido películas sobre Buñuel o Luis Eduardo Aute, entre otros. La película con guion de Miguel Mena, Ana Labordeta y los propios directores, no es un homenaje al uso, porque profundiza en su lado más íntimo y personal, y lo hace a través de los suyos, su viuda Juana de Andrés, sus tres hijas, Ana, Ángela y Paula, y sus nietas, amén de amigos como el dramaturgo Sanchis Sinistierra y algunos más, e indagando en el hombre desde dentro, del humano, del que dudaba, del que sentía miedo, del que se frustraba, pero también reía, se ilusionaba, y a pesar de los pesares, como diría el poeta, seguía en la lucha, aunque bien sabía que había mucho que hacer para conseguir tan poco, cosas de este país tan oscuro y tan triste, donde siempre acaba mal, como mencionaba Gil de Biedma.

La cinta repasa su vida, sus publicaciones, su poesía, su etapa como político, su vida familiar, y sus tantas vidas de alguien inquieto, muy curioso, y alguien que miraba el mundo desde otras perspectivas, desde otra forma, y hacía música para reivindicar a lo pequeño, a lo sencillo, a todo aquello que se les negaba a sus gentes sin más de Aragón. Como buen retrato, no hay espacio para el edulcoramiento y demás falsedades narrativas, porque el propósito de la película es abordar todo aquello del hombre que menos se conoce, porque vemos momentos célebres de su vida, y otros, menos cómodos, donde le asaltaban las dudas, la desilusión y la tristeza. La película ayudará a recordar a uno de los grandes tipos que vivió, cantó y luchó en buena parte de la dictadura y su final, y aquellos años de euforia de la democracia recién nacida y su posterior asentamiento, aquellos años de miedo y oscuridad que muchos intentan contar de otra manera, y también, ayudará a todos aquellos que todavía no conocen su vida y quieran conocerlo, peor conocerlo de verdad, a través de sus hazañas, como contaba aquel tebeo mítico, y sus tristezas, que también las hubo, y las pasó como se pasan, con mucha ayuda y casi siempre en soledad.

El mayor logro de Labordeta. Un hombre sin más, de los muchos que tiene, es su sencillez, su transparencia y su humildad, porque hablar de un hombre como Labordeta que era todo humanidad e intimidad, requería una película así, una película construida como un homenaje de verdad, de los que ya apenas se hacen, con cara y ojos y cuerpo y alma, para hablar de alguien que era uno más, pero a pesar de su existencia sin más, logró destacar y convertirse en un referente, que en este pobre mundo tanta falta hacen, porque ahora parece que cualquier mojigato de tres al cuarto cree hacer algo y mucho más, qué equivocados andan, porque seguramente no conocen a tipos como Labordeta, que era mucho más de lo que fue, sin pretenderlo, y mucho menos sin buscarlo. Y también, es un sincero y profundo homenaje no solo a Labordeta sino a todos aquellos que le acompañaron, tanto conocidos como desconocidos, todos aquellos que lucharon por un mundo mejor y por un trozo de libertad. Para despedir este texto no puedo hacerlo de otras manera que cediendo la palabra y la música al poeta: “Habrá un día en que todos al levantar la vista, veremos una tierra que ponga libertad… Vivan todos aquellos que soñaron con la libertad, y a José Antonio Labordeta, único, irrepetible y sobre todo, un tipo sin más, que hizo mucho, que en este país es toda una proeza. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Como yo quiera, de Samaher Alqadi

LAS MUJERES EGIPCIAS EN PIE DE LUCHA.

“Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos de pie”

Emily Dickinson

El dictador egipcio Mubarak cayó en febrero del 2011 debido a las multitudinarias protestas del pueblo levantado ante tanta injusticia y pobreza. La protesta más fuerte fue la del 25 de enero, la Plaza Tahrir, la Plaza de la liberación, epicentro de la capital El Cairo, en la que unas 15.000 personas la abarrotaron. Esa es la imagen que se lanzó al mundo, el pueblo egipcio levantándose contra la tiranía de su gobierno. Aunque, ese día hubo otras historias en la plaza, en la que los hombres aprovecharon el tumulto para violar en grupo a muchas mujeres. A partir de esa imagen de horror, que contrasta profundamente con la imagen de protesta, la directora egipcia Samaher Alqadi, que creció en el campo de refugiados de Jalazon en la ocupada Cisjordania, una cineasta siempre interesada en los conflictos de oriente medio, y sobre todo, los problemas relacionados con las mujeres árabes, nos sumerge en una extraordinaria película de una grandísima fuerza, llena de tensión, capturando los acontecimientos invisibles contra las mujeres, y los años posteriores de continuas luchas contra el gobierno de los hermanos musulmanes que recogieron el relevo de Mubarak, y continuaron gobernando mal.

Alqadi lo cuenta todo desde la mirada femenina, filmando los testimonios de mujeres que reciben acoso constante, su propia experiencia y testimonio, y además, nos habla de la maternidad, de la suya propia y la de su madre, haciendo un gran recorrido histórico del sometimiento femenino en Egipto. Como yo quiera es una película que habla de un pasado reciente, pero su narración y contenido y su forma de capturarlo, parece una película rodada aquí y ahora, porque Alqadi nos conecta con la calle tomada por las mujeres, su lucha, habla con activistas, se enfrenta al acoso de los hombres y realiza una película que va mucho más allá de su tiempo, trazando una poderosísimo mensaje sobre todas las mujeres árabes y del resto del mundo que han sufrido acoso, las que continuamente deben reivindicar su condición de activismo y demás, y la lucha feminista para hacer de este mundo un lugar menos triste.

La directora egipcia construye una relato muy contundente, apasionante, político y liberador, lleno de esperanza, pero también lleno de obstáculos, tensiones y terrorífico, a través de un formidable montaje que firma Gladys Joujou, donde la intimidad de lo doméstico se confunde con lo público de la calle, como esos fantásticos encuadres desde su balcón donde vemos las disputas callejeras y la vida que va y viene por esa calle, bajamos a la guerra de la calle, con las luchas callejeras entre bandos enemigos, con la policía, las continuas manifestaciones y protestas de las mujeres, luchando por sus reivindicaciones, por sus derechos, para salir a la calle sin miedo, y sobre todo, por ser ellas mismas, con voz y voto en un país machista y conservador. Al igual que Alqadi, muchas otras mujeres cineastas han cogido la cámara y han mirada a las mujeres como Haifaa Al Mansour, Annemari Jacir, Meryem Benm’ Barek, Munia Meddour, Maryam Touzani, solo son algunas de las cineastas árabes que, a través del documentla o la ficción indistintamente, han mostrado un relato diferente al estatal, dando vida y reflejo a las mujeres árabes, las grandes olvidadas de estos países, mirándolas con detenimiento, explorando sus vidas, sus sentimientos, sus ilusiones y anhelos.

La directora Samaher Alqadi no solo ha hecho un documento sobre la realidad de las mujeres egipcias, sino que también se ha sumergido en la sociedad árabe patriarcal, en las formas de lucha política, en la libertad que será para todos y todas o no será, no solo en la lucha feminista, sino en la lucha de todos y para todos, donde la situación de sometimiento y opresión que sufre la mujer sea por siempre vencida, y la lucha sirva para que todos vivan bien, no solo los hombres. La película demuestra que hay mucho camino todavía por recorrer, pero que muchas mujeres árabes y egipcias, como describe la película, se hayan levantado y tomen las calles reivindicando sus derechos, sus vidas y sus libertades es muchísimo, y ya se ha empezado a caminar con paso firme, decidido y valiente, y esto, por mucho que hayan retrógrados y machistas del Medievo, ya no hay quién lo pare, tardará más y se enfrentará a muchas dificultades, pero seguirá hacia adelante, porque ya se han puesto de pie y se han lanzado a luchar, y eso hasta la fecha nunca había pasado. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Miss Marx, de Susanna Nicchiarelli

MI NOMBRE ES ELEANOR MARX.

“Vamos a lanzar tres bombas a las masas: inquietud, educación, organización”

Eleanor Marx

Ser hija de una gran personalidad histórica como Karl Marx (1818-1883), filósofo, economista, político, sociólogo y junto a Friedrich Engels (1820-1895), el padre del socialismo y el comunismo moderno, no resulta tarea nada sencilla. Como se deja claro al inicio de la película cuando Eleanor Marx (1855-1898), se identifica con la siguiente afirmación: “Mi padre Karl Marx luchó por la libertad de las personas, salvo la mía”. Susanna Nichiarelli (Roma, Italia, 1975), de formación filósofa, y oficio de cineasta, que aprendió en el prestigioso Centro Sperimentale di Cinematografia, escuela por la que han pasado nombres ilustres como Pasolini, fellini y Antonioni, entre otros, se ha fogueado entre documentales, para luego pasarse a la ficción, siempre desde la posición feminista, relatos sobre mujeres valientes, decididas y luchadoras en películas como Cosmonauta (2009), sobre una chica de 15 años que sueña con ser astronauta en la Italia de los sesenta, en La Scoperta dell’alba (2012), sobre las hijas de un profesor asesinado por las Brigadas Rojas, y Nico, 1988 (2017), reflexiona sobre los últimos años de la vida de Christa Päffgen, musa de Warhol y cantante de la Velvet Underground. Retratos sobre mujeres, muy políticos, sociales y culturales, que recorren buena parte de los cambios del siglo XX.

En Miss Marx, la directora romana se ha ido más lejos, situándonos a finales del XIX, en el Londres victoriano, purista y conservador, arrancando con la muerte de Karl Marx, en 1883, y deteniéndose en la extraordinaria figura de su hija Eleanor, que tras la muerte de su padre, y junto a Engels, preserva su memoria y legado y se lanza a movilizar a los trabajadores y trabajar y defender sus derechos. La película abarca hasta el año 1896, y recorre el activismo político y humano de Eleanor, así como sus hermosas traducciones de Flaubert e Ibsen, sus grandes dotes como actriz, su relación con su sobrino, con Engels y su familia, y su amor con Edward Aveling, escritor y activista como ella, pero un derrochador y libertino. La exquisita, naturalista y cercana cinematografía de Crystal Fournier (la directora de fotografía de la gran directora Céline Sciamma), que vuelve a trabajar con Nicchiarelli después de la experiencia de Nico, 1988, dotando a la composición de esa intimidad y profundidad que tanto necesita el marco de una mujer de gran coherencia que luchaba con la misma fuerza e ímpetu, tanto fuera como en su hogar.

El delicioso y rítmico montaje de Stefano Cravero, editor de toda la filmografía de la directora italiana, encuadra con garra y tensión una película que abarca trece años de la vida agitada y poderosa de una mujer muy inquieta, que no paraba quieta ni un momento, luchando, agitando y batallándose contra unos y otros por los derechos de los trabajadores, de las mujeres y todo aquel conservador que se oponía a los avances sociales y humanistas en el Londres de finales del XIX. El otro elemento capital de la película es su sorprendente banda sonora, que deja de lado las composiciones clásicas para ilustrar la época, describiendo con astucia a una mujer como Eleanor, una gran avanzada a su tiempo, en sus ideas y activismo político, una mujer feminista, socialista y sindicalista, bien acompañada por una música de la banda de punk rock “Downtown Boys”, llena de canciones de aquí y ahora, que casan a la perfección con la forma y el fondo de la película, donde se mezclan con sabiduría su atemporalidad e intimidad, como esa alucinante versión de “La Internacional”, en francés, uno de los momentos más brillantes de la película, o ese otro instante con ese baile increíble de la propia protagonista que nos deja alucinando, lanzando ese mensaje que las ideas de Eleanor Marx vienen de muy de lejos y siguen tan vigentes como el primer día.

Si la elección de los intérpretes en una película resulta crucial, como mencionaba Chabrol. En Miss Marx, Scchiarelli ha juntado un grupo actoral que resulta muy creíble y brillante, tanto en la cuidadísima ambientación, los pequeños detalles y las miradas que dicen todo sin decir nada, donde todos los personajes cazan sus roles y transmiten esa transparencia que tanto se busca en la película, como John Gordon Sinclair que hace de Engels, con esa sobriedad que caracterizaba al pensador, el cineasta Philip Gröning, que muchos cinéfilos recordarán por su monumental película de El gran silencio, interpreta a Karl Marx, en ese momento en que cada uno de los miembros de la familia, en época de en vida del padre, explican el significado que tienen para ellos la palabra “libertad”, Patrick Kennedy, actor muy prolífico en televisión en series tan relevantes como Mr. Holmes, Downton Abbey, Boardwalk Empire y Black Mirror, entre otras, tiene en su Edward Avelling, ese amante y hombre de Eleanor, muy activo en la política, pero también, muy golfo y pendenciero en su vida privada.

Y por último, Romola Garai (actriz británica que hemos visto en títulos muy interesantes de la mano de Woody Allen, François Ozon, Kenneth Branagh y Lone Scherfig, entre otros), que hace una espléndida, brutal e intensa Eleanor Marx, el alma indiscutible de la película, desde su llamativo y colorido vestuario, sus formas de hablar a la gente, su determinación, su grandísimo activismo, y sus convicciones, no exentas de dudas y miedos, una personalidad arrolladora, llena de fuerza, feminista, cuando ser feminista era muy peligroso, luchadora incansable, perfecta en seguir con el legado del padre, y sobre todo, una mujer de carácter, sensible y llena de energía que era inteligente, sabía transmitir y era una alma incansable por hacer de este mundo un lugar mejor, aunque se consiga poco, Eleanor Marx es un grandísimo ejemplo, y la película lo sabe desarrollar y componer sin caer en ningún momento en esos biopics tan manidos donde se obvian ciertas etapas para endulzarlo todo, y se convierten en meros entretenimientos banales donde se vanaglorian los hechos optimistas del personaje en cuestión, en Miss Marx, la cosa no va por ahí ni de lejos, donde no ha trampa ni cartón, sino verdad, donde se cuentan los hechos que condicionaron la existencia de Eleanor, y los más oscuros, en un retrato lleno de color, grises y demás. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Juan Tomás Ávila Laurel

Entrevista a Juan Tomás Ávila Laurel, escritor y protagonista de la película “El escritor de un país sin librerías”, de Marc Serena, en el hall de los Cinemes Girona en Barcelona, el martes 3 de diciembre de 2019.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Juan Tomás Ávila Laurel, por su tiempo, amistad, generosidad y cariño, y a Carla Gómez de Comunicación de la película, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

El escritor de un país sin librerías, de Marc Serena

LA GUINEA SILENCIADA.

“Hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio”.

Mario Benedetti

Guinea Ecuatorial ha sufrido dos siglos de dominación colonial por parte de Portugal y España. En 1968 con la recién inaugurada independencia y un camino por delante de ilusión y reparación, recuperó una libertad que le fue arrebata en 1979 con el golpe de estado de Teodoro Obiang, que instauró una dictadura que se ha convertido con cuatro décadas en el poder es la más longeva del mundo. Un país que sigue sufriendo, aunque eso no haya sido impedimento para que unos cuántos sigan reclamando derechos y democracia, y sigan creyendo que hay un futuro mejor para su Guinea Ecuatorial. Entre aquellos que siguen en la lucha encontramos a Juan Tomás Ávila Laurel (Annobón, Guinea Ecuatorial, 1966) nacido en plena colonia española, de infancia difícil, pero ahora convertido en escritor reconocido internacionalmente, que vive exiliado en España desde 2011 debido a su manifestante condena al régimen autoritario de Obiang que le llevó a una huelga de hambre. Ahora, volvemos a Guinea de la mano de Juan Tomás Ávila, a través de su experiencia y a través de sus amigos, de aquellos activistas que siguen en la brecha intentando ofrecer ventanas de resistencia, aunque mínimas, mediante la política, la cultura y el activismo social.

El director Marc Serena (Manresa, 1983) autor del largo Tchindas (2015) que ponía el foco en Tchinda Andrade, un transexual de una pequeña isla de Cabo Verde, también codirigió junto a Biel Mauri el documental sobre autismo Peces de agua dulce (en agua salada) y ha escrito varios libros entre ellos ¡Esto no es africano!, un recorrido sobre amores prohibidos en el continente africano. Ahora vuelve a África para presentarnos El escritor de un país sin librerías, significativo título que pone de manifiesto las dificultades que anidan en un país sin libertad, derechos ni cultura. Un viaje de Barcelona a Guinea que hacemos a través de la mirada y la voz de Juan Tomás Ávila, en el cual conoceremos el pasado colonial español, su independencia y la llegada al poder de Obiang, la dictadura y sobre todo, el activismo de conocidos y amigos de Juan Tomás Ávila, que frente a la cámara explican sus actividades, entre las que destaca la función teatral que habla del pasado y presente de Guinea, y escucharemos a ex presos políticos que explican sus experiencias en la política y en la cárcel.

Haremos un repaso por la historia de Juan Tomás Ávila, un niño de una pequeña isla que creció y se convirtió en escritor, su literatura muy crítica contra Obiang y a su familia, a través de imaginativas y coloridas animaciones que dibujan su vida, acompañadas de música autóctona con artistas como Concha Buika o Negro Bey, entre otros. Serena nos cuenta de manera sencilla y honesta la realidad triste y silenciada de Guinea, a través de la mirada de Juan Tomás Ávila, un escritor humilde y reposado que se mueve por Guinea como alguien que sabe que su país ha quedado lejos de su vida, que está sin estar, como le espeta uno de sus amigos, alguien que conoce una realidad amarga y desesperanzadora de su tierra, que la mira con orgullo y pasión, pero se siente triste por la situación que atraviesa, que no tiene signos de mejoría, debido principalmente del apoyo que recibe Obiang de países como España y compañía. El director manresano se centra en las personas, en la actividad resistente de seres humanos que a pesar de la situación política de Guinea, siguen empecinados de mostrar otras realidades más humanitarias que viven, aunque sea medio en la sombra y ocultas en la realidad imperante de un país silenciado y vacío, que rinde culto y pleitesía a su dictador como si fuese una especie de mesías redentor.

La película muestra un activismo real y cercano, lleno de entusiasmo y humanista, y las personas que lo practican, haciéndose eco de una realidad que no llega a los medios internacionales, por falta de veracidad y atada a intereses económicos, recorriendo un país donde la gente vive a pesar de las restricciones, de los conflictos sociales y demás problemas que atraviesa el país. Un obra necesaria y valiente que ayuda a enseñar una realidad silenciada, una realidad oculta, una realidad que existe, que se mueve y sigue luchando, ofreciendo una vida diferente y ajena a la realidad de oropel para unos cuantos privilegiados que vende el régimen autoritario de Obiang, como los fastos pro su cumpleaños o las ristras de hoteles y residencias de la élite del país, una realidad falsa, vacía y superficial que dista mucho de la realidad de la mayoría de ciudadanos que se levantan cada día trabajando por un poco y nada más. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA


<p><a href=”https://vimeo.com/365060331″>Tr&aacute;iler &quot;El escritor de un pa&iacute;s sin librer&iacute;as&quot;</a> from <a href=”https://vimeo.com/foradequadre”>Fora de Quadre</a> on <a href=”https://vimeo.com”>Vimeo</a&gt;.</p>

120 pulsaciones por minuto, de Robin Campillo

LA LUCHA CONTINÚA.  

El arranque de la película es sumamente descriptivo y eficaz, lanzándonos de lleno a la cuestión que plantea su discurso. Unos jóvenes escuchan atentamente a un activista del Act-Up París que les explica la idiosincrasia de la asociación de LGTB que lucha contra el sistema para visibilizar los enfermos de VIH positivo y que se inviertan todos los recursos disponibles para luchar contra la enfermedad de forma más eficaz que hasta la fecha, además, les menciona el modus operandi de sus acciones de protesta y el funcionamiento de las asambleas donde de forma democrática se debate, se escucha y se llegan a acuerdos en la forma de aplicar las teorías. Estamos a principios de los 90, cuando el estado demonizaba al colectivo LGTB, y por supuesto, no veía con malos ojos la enfermedad del SIDA, que ya se había convertido en una epidemia mundial que haría estragos en la comunidad citada, y en otras, como los toxicómanos y demás. La tercera película de Robin Campillo (Mohammédia, Marruecos, 1962) vuelve a explorar temas que ya estaban en sus anteriores dos trabajos, aquellos ocultos a la sociedad, pero que sobreviven en las sombras, en esa periferia de la sociedad que la gran mayoría se niega a ver, en Les revenants (2004) nos contaba una trama con trasfondo social y político, pero a través de unos muertos vivientes, en su siguiente trabajo, Eastern boys (2013) se detenía en las miserables peripecias de los menores venidos del este que subsistían prostituyéndose en Francia.

En su nuevo trabajo, vuelve a introducirnos en un relato social y político, de lucha y activismo, en el que unos jóvenes seropositivos se enfrentan a lo establecido, a las farmacéuticas amparadas por el gobierno de turno que se niega a visibilizar la enfermedad del SIDA y a combatirla con todos los medios a su alcance. Campillo que ha desarrollado toda su carrera como coguionista y editor al lado del cineasta Laurent Cantet, nos sumerge aquí en un estado de excepción constante, en una lucha incansable y decidida por convencer a aquellos que no quieren convencerse. Una lucha diaria, llena de energía y fuerza, a través del combate en primera línea, saboteando eventos (como la secuencia que abre la película) visitando las empresas y haciendo visible sus protestas con esa sangre de mentira que visibiliza la sangre contaminada que recorre sus cuerpos, irrumpiendo en aulas para explicar los efectos devastadores del VIH, mientras reparten condones, o manifestándose y montando campañas publicitarias con mucho ingenio y brillantez. Todo lo que este a su alcance para combatir esa enfermedad invisible que el establishment se niega a ver un gran problema cuando muchos de sus amigos perecen irremediablemente.

Campillo compone una película de arrollador ritmo y atmósfera, que sus 144 minutos se nos pasan volando, convirtiéndonos en uno más de las asambleas, en las que se debate agitadamente las diferentes posturas que allí se manifiestan (que nos recuerda a los mismos debates que tenían el profesor con sus alumnos en La clase) en la que todos hablan y exponen sus reflexiones y diferentes posturas que a veces, deben debatirse para llegar a consensos y de esa manera materializar con más fuerza sus acciones reivindicativas. Campillo no solo nos habla de  la actividad política, sino también, de aquello menos visible, los sentimientos que experimentan sus componentes, sus amores (como el que articula la película) o las secuelas terribles que tienen debido a los tratamientos ineficaces contra la enfermedad, y cómo van llevando sus problemas de salud, su declive y sus últimos días. El cineasta francés nos lleva en volandas por una película que recoge a los primeros activistas que se alzaron contra los poderosos, y lucharon incansablemente, hasta sus últimos días, para cambiar el destino de sus enfermedades, y por ende, sus vidas.

Una película de arrolladora energía, que levanta hasta el más apático, envolviéndole en ese colectivo de lucha política activa, aquellos que ejercen una fuerza contra los de arriba, contra esos que se hacen llamar representantes de la democracia, una democracia o cómo se llame, sujeta y completamente abducida a las leyes de un mercado capitalista, que en nombre de la libertad y la justicia, acapara grandes fortunas y deja sin recursos sociales a los que más sufren. El brillante y rico plantel de actores jóvenes, capitaneados por Nahuel Pérez Biscayart, Arnaud Valois o Adèle Haenel (que algunos recordarán como La chica desconocida, de los Dardenne) nos seducen con su fuerza, su agitación, sus miradas y sus gestos de rabia, con esa energía envidiable que se lanza a las calles a protestar y gritar mientras bailan moviendo unos pompones rosas, luces y colores, y también, oscuridades y sufrimiento, en una película necesaria y valiente, que recoge con una gran fuerza a todos aquellos que se levantaron contra el establishment, esos burócratas canallas que  corrompen un sistema del que se sirven en favor de sus intereses personales y el de sus colegas, aunque siempre tendrán la oposición de aquellos que no se callan las injusticias.

Cómo cambiar el mundo, de Jerry Rothwell

CZzif1TXEAAGNQ5TODO EMPEZÓ EN VANCOUVER EN 1971.

“Me di cuenta que había olvidado una cosa que había aprendido en los años 60, que mi existencia aislada es un espejismo, que la ecología es una corriente de la cual tú y yo formamos parte. Todo lo que hacemos afecta a esta corriente y lo que hace la corriente nos afecta a nosotros”.

Bob Hunter

La película arranca en 1971, en Vancouver, en plena época del hipismo, donde un grupo de jóvenes activistas y ecologistas liderados por Bob Hunter (periodista e ideólogo del movimiento), Paul Watson, Rex Weyler, David “Walsrus” Garrick y Carlie Truman, se lanzan en un pesquero de 25 metros y armados con cámaras de 16mm para filmarlo todo, con el fin de detener el ensayo nuclear en la pequeña isla de Amchitka, en Alaska, por parte del Gobierno de EE.UU. presidido por Nixon. Debido a problemas con la policía aduanera, la aventura no llegó a buen puerto, pero estos jóvenes amantes de la naturaleza y de la vida, volvieron a la carga. Su nuevo objetivo era salvar a las ballenas que eran exterminadas cruelmente. El reconocido documentalista inglés Jerry Rothwell, interesado en las personas a contracorriente y apasionadas, como ya testimonió en su anterior película, Deep wáter (2006), codirgida con Louise Osmond, donde relataba la odisea de un joven marinero inexperto que, a finales de los 60, desafió a la naturaleza con una travesía alrededor del mundo.

Ahora, documenta, a través de material de archivo y valiéndose de los testimonios de los implicados, los orígenes, auge y evolución del movimiento ecologista Greenpeace. Aquellos jóvenes canadienses que pensaban que era más fácil cambiar el mundo con una cámara que con una arma, se lanzaron con todo en contra para parar la catástrofe natural que infringían las naciones contra nuestra naturaleza y los animales. La segunda campaña que les dio gran relevancia internacional se llevó a cabo en las frías aguas del norte con el objetivo de parar con la caza indiscriminada de ballenas, se enfrentan a un potente ballenero soviético, y aunque no consiguen su objetivo, si que filman el arpón que pasa por encima de ellos. Una imagen que les valió la repercusión internacional que buscaban, y el grupo comienza a crecer y estallan los primeros conflictos internos. La siguiente campaña los divide, ahora la actividad se desarrolla en un pequeño pueblo de Terranova donde se asesina ferozmente a las crías de focas para conseguir su piel blanca. Las negociaciones con los pescadores de la zona que se muestran en contra de la protesta del grupo.

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Estallan las opiniones contrarias dentro del grupo, las distensiones amenazan la unidad, y también, el desgaste personal y emocional que implica constantemente tomar decisiones, recaudar dinero para financiar las campañas, y las múltiples ideas que florecen a la hora de afrontar los diferentes proyectos. La película de Rothwell recoge fielmente las aventuras y avatares en las que se involucran las personas del grupo, mediante los diarios de Hunter, donde se documentan todas las acciones, los conflictos de la actividad, y los personales, y cómo se desarrollan las acciones. Una cinta que cuestiona la idea de cómo se organiza una revolución, los sacrificios que eso implica, y de qué manera se gestionan los egos y los conflictos internos de sus integrantes, y cómo afecta al desarrollo de las actividades. Un documento que testimonia la idea y ejecución de unas personas que se lanzaron al vacío por la naturaleza y sus animales, que arriesgaron sus vidas por lo que creían y soñaban, un grupo de amantes de la vida y su entorno que hizo estallar la conciencia internacional de seguir luchando y peleando por un mundo mejor y más humano, creando uno de los movimientos globales más potentes de la historia. Porque como argumenta Hunter: “Si tenemos que esperar a los pacientes para heredar la Tierra, no nos va a quedar nada por heredar”. Una frase que advierte que siempre hay que estar alerta y seguir incomodando y protestando contra aquellos poderes que se sienten amos del mundo.