(No olvidemos nunca quién somos, ni por qué estamos aquí)
La película arranca de forma brillante y demoledora, una mujer (ataviada con una camiseta en contra de los desahucios) friega los platos, de repente, unos antidisturbios tira abajo la puerta e irrumpen en su caso. Le siguen imágenes, a modo de prólogo, cortantes sobre las movilizaciones de la PAH (Platafroma de afectados por la hipoteca), cuna del activismo social de Ada Colau (1974, Barcelona) el hilo conductor que vertebra la película. En uno de esos momentos, unos policías cogen en volandas a Ada Colau, desalojándola de una sentada durante una protesta, al grito de “Sí se puede”, situación que entroncara con otra imagen, que también veremos más adelante en la película, la de una felicísima Ada Colau, el día de su proclamación como alcaldesa de Barcelona, cuando la policía le va abriendo paso en una plaza Sant Jaume abarrotada y delante de una masa enfervorecida. (Instante que recuerda una anécdota de Semprún, explicaba que cuando era Ministro de Cultura, la policía le abría paso porque llegaban tarde a una inauguración, y comentaba irónicamente con un colega, que en tiempos del franquismo, era al revés, se escondía y huía de la policía). Un viaje parecido es el que ha protagonizado Ada Colau, vecina de Barcelona, y bregada en las luchas vecinales reivindicando el derecho a una vivienda digna y para todos.
Con producción de Nanouk films (con Ventura Durall, que además de productor es coguionista, autor de los interesantes documentales El perdón y Bugarach, entre otros). El director Pau Faus (1974, Barcelona) documentalista y artista visual, del que ya conocíamos su película Si se puede. Siete días en PAH Barcelona (2014), no sólo se ha centrado en la figura de Ada Colau, sino que ha introducido sus cámaras en las entrañas de un movimiento social que se inició en las calles, en las movilizaciones contra los desahucios, y en las protestas por una sociedad mejor, más igualitaria, justa y digna. La película empieza 10 meses antes de las elecciones, y finaliza con la investidura de Ada Colau como alcaldesa, y se abre cuando un grupo de ciudadanos decide presentar la candidatura “Barcelona en comú”, con el objetivo de presentarse a las elecciones municipales de Barcelona en mayo del 2015. En ese instante, seguimos este apasionante viaje, donde veremos de todo, con la cabeza visible de Ada Colau, pero rodeado de un equipo de ciudadanos anónimos que invierten su tiempo y trabajo para levantar y hacer crecer una candidatura que represente a los de abajo, que sean visibles, y sobre todo, cambiar las reglas de un juego que ya no funciona, que sólo obedece al capital y se niega a escuchar las necesidades del pueblo. Faus filma todo ese proceso histórico, los momentos íntimos de las personas, enfrascadas en hacer política, en la complejidad que todo eso comporta, en los problemas y conflictos que se van sucediendo, las negociaciones con otras formaciones políticas, la imagen de campaña, los debates para explicar sus ideas, los ataques de los enemigos, las estrategias a abordar, las diferentes opiniones e ideas que se debaten y discuten entre todos, valorando todas las reflexiones, buscando la mejor manera de entenderse por el bien común. También, asistimos a unas sesiones de video diario, a modo de cuaderno de bitácoras, en el que Ada Colau, en primera persona, va explicando sus vivencias cotidianas, sus inseguridades, debilidades, contradicciones y dudas.
Faus ha construido una película emocionante, viva, libre y apasionante, que recoge el espíritu de Primary (1960, Robert Drew), el maravilloso y aleccionador documento sobre las primarias de Winconsin, protagonizado por los dos candidatos John Fitzgerald Kennedy y Hubert Humphrey, un cine de observación que se adentra en las profundidades de la política, mostrando un retrato íntimo y personal sobre el lado humano de los políticos, ese rostro que se escapa de la actualidad fugaz. La película de Faus se toma su tiempo, es serena, nos introduce de forma sencilla y honesta en el epicentro del grupo político, con sus aciertos y errores, con las emociones y sentimientos a flor de piel, nos cuenta una verdad que se siente y se puede tocar, no hay trampa ni cartón, huye del panfleto y del maniqueísmo. La película rezuma verdad por los cuatro costados, su narración sigue este viaje desde el activismo hasta las instituciones, en el que la protagonista es una mujer corriente, alguien que lucha contra la injusticia, que se levante ante el poder capitalista, pero también alguien con miedo, con dudas, que se equivoca y que a veces, se siente sin fuerzas, cansada, echando a faltar a su hijo, y con dificultades para tirar pa’lante, pero que tiene un gran equipo de personas a su lado, que la apoya, la asesora, la ayuda a seguir con este viaje histórico, un proceso que la ha convertido en la primera mujer alcalde de Barcelona.
” Llevo, desde el vientre materno, un fanático corazón “
W.B. Yeats
(Remordimiento por un discurso inmoderado)
El rasgo que más define el cine de Arnaud Desplechin (1960, Roubaix, Francia) es la pasión, una pasión devoradora y excesiva, que se apodera de sus historias, y sobre todo, de sus personajes, unos individuos intensos, emocionalmente inestables, que viven y sienten de manera diferente a los demás, más propios de personajes literarios, inconformistas que emprenden una aventura, de forma caótica y descerebrada, en la que experimentan deseos personales que a los demás espantan sólo de pensarlo. Después de su experiencia con Jimmy P. (2013), filmada en EE.UU. y en inglés, sobre la relación entre un ex combatiente indio veterano de la segunda guerra mundial que sufre trastornos mentales, y el doctor que lo trata. Desplechin vuelve a sus orígenes, por así decirlo, a recuperar el personaje de Paul, el profesor de filosofía de Mi vida sexual, que filmó veinte años atrás, con su inseparable Mathieu Amalric. Un especie de precuela que ha filmado entre su pueblo natal y París.
Vuelve a contar con Amalric, para centrarse en la vida de Paul Dédalus, un diplomático que, tras un período en el extranjero, vuelve a su país, y debido a un problema con su identida, recuerda tres momentos de su juventud. El período más breve, a modo de prólogo, registra su infancia, en la que tiene que superar la muerte de su madre, y soportar la autoridad de un padre ausente. Le sigue el episodio de Rusia, cuando en un viaje estudiantil, ayuda a un compañero judío a entregar una valiosa documentación y dinero a unos refugiados, una parte, que alcanza la media hora, en que Desplechin disfraza su película con la apriencia de una intriga de espías, con la guerra fría de telón de fondo, en la que asistimos a una trama más propia del cine de Hitchcock o las novelas de Frederick Forsyth o John Le Carré. Finalmente, el tercer recuerdo, (que visita al Paul desde los 16 hasta los 21 años), y en el que Desplechin cambia su punto de vista, si en los dos primeros segmentos se centraba exclusivamente en la mirada de Paul, ahora bifurca la trama a través de Esther y sus amigos. La parte más significativa, y compone el grueso de la película, en la que Paul evoca la relación con Esther, el único amor de su vida. Desplechin haciendo gala de una maravillosa sutileza de composición de la mise en scene, en la que imprime una ligereza y sensibilidad envolventes, nos introduce en aquellos años 80, en los años de juventud ardiente e inquieta, en la que Paul y Esther se enamoran, y viven una relación a distancia, él estudia en París antropología, y ella, va al instituto en Roubaix, una historia de amor pasional y agitada, en la que hay deseo, sexo, crisis, infidelidades, y todo tipo de desequilibrios emocionales.
Desplechin ha hechado la vista atrás de forma muy personal, una mirada sentimental y amarga de sus años de juventud, en los que salir con amigos, escuchar hip-hop, fumar hierba, seducir a chicas, y soñar con una profesión para cambiar el mundo, formaba parte de la vida cotidiana. Unos años que nos recuerdan quiénes fuimos, que hacíamos, a quién amábamos, y sobre todo, en quién nos hemos convertido. Desplechin filma esta parte homenajeando a sus mentores, recuperando el espíritu que invadía el cine de aquellos años 60, aquel cine está muy presente en toda la trama, y se puede percibir el aroma de las películas románticas filmadas en libertad y por cineastas jóvenes que deseaban contar sus historias a su modo, huyendo de etiquetas y apartándose de lo que imperaba en aquel momento. Los primeros filmes de la Nouvelle Vague, los de Truffaut, Rohmer, Chabrol o Rivette, y sus elementos característicos (la voz en off que nos va explicando lo que hacen y sienten los personajes, las pantallas divididas, una cámara inqueita que sigue incesantemente a los personajes, un enfoque naturalista, la literatura como forma de conocimiento y evasión, la fuerza del erotismo, la luz parisina y los contrastes entre la realidad que viven y la que sueñan), sin olvidarnos de los otros cines que eclosionaron en los 60, con el primer Forman de Los amores de una rubia, o Jîrí Menzel en Trenes rigurosamente vigilados…, y posteriormente, las reflexiones de Pialat, Eustache o Garrel, entre otros, sobre el hecho de enamorarse y demás devaneos sentimentales. Los debutantes Quentin Dolmaire y Lou roy-Lecollinet, que interpretan a la pareja enamorada, aportan la frescura y vitalidad necesaria que impregna el unvierso de la película. Desplechin ha parido una cinta que combina el drama y la comedia, con sus familias disfuncionales, con personajes perdidos y vacíos, que luchan encarnizadamente para entender lo que les rodea, y entenderse a sí mismos, en la que mezcla de forma interesante música clásica y moderna, dotando a la película de un toque surrealista y confuso, muy propio de los años de juventud, años en los que todo parece posible y el futuro no es más que un reproche de los adultos.
Entrevista a Marc Crehuet, director de “El rey tuerto”. El encuentro tuvo lugar el jueves 19 de mayo de 2016, en la Plaza Tísner de Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Marc Crehuet, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Eva Herrero de Madavenue, por su paciencia, amabilidad y simpatía.
“La civilización extrema arrebata al crimen su aterradora poesía, y así, en este tiempo de inefable y delicioso progreso, el crimen ha adquirido una extraña fisonomía”
Un narrador (que recuerda a los que nos guiaban en las obras de Shakespeare) es el encargado de introducirnos en la película, y nos irá abriendo los diferentes capítulos que la componen. Nos presenta a Roberto, un dandy fatuo y hastiado, que recuerda con cierta nostalgia, los tiempos de pomposas fiestas en palacios y amores libertinos con nocturnidad y alevosía. Una noche, mientras regresa de una fiesta, se encuentra a una joven que lo invita a su casa, con el fin de proporcionarle una noche de placer y desenfreno, aunque todo cambia de rumbo, y la mujer le abre su corazón y le cuenta algo que le ocurrió en el pasado y sigue dominando sus emociones más profundas. La cineasta portuguesa Rita Azevedo Gomes (1952, Lisboa), que tuvo a Manoel de Oliveira (1908-2015) entre uno de sus mentores, al que dedicó una película, lleva un cuarto de siglo dirigiendo películas centradas en el universo femenino.
En la que nos atañe ahora, producida en 2012, desarrolla una adaptación libre de un relato homónimo incluido en Las diabólicas (1874), de Jules Barbey D’Aurevilly. La cineasta lisboeta acomete la película, centrada en una sóla noche, desde el punto de vista de la mujer, una desdichada señora que se casó con uno de los hombres más ricos de España, pero al que no quería, su infortunio se produjo cuando se enamoró del primo de su marido, y todo desembocó en una tragedia, que le confinó a una vida miserable, encerrada en cuatro paredes y vendiéndose a todos los hombres que se interesan por sus favores carnales. No estamos ante una película de época, sino una representación de época, una máscara, artificial, con un propósito y sentidos concretos, con múltiples referencias de poesía, pintura y teatro, enraizados en una trama que se desarrolla en dos tiempos, el presente, y el pasado, que penetra de forma natural contaminando todo lo que está sucediendo. Una mise en scene estilizada, y de calculada y milimétrica elaboración (en la que predominan las tomas largas, suaves movimientos de cámara que encuadran a los personajes, y planos generales) nos conduce por los diversos decorados, y sobre todo, por la casa de la mujer, donde se desarrolla principalmente la historia, a través de maravillosos juegos de luces y espacios, en los que el tiempo no existe, desaparece, se aleja a nuestros sentidos, en el que nos atrapa, de forma irreversible, un espacio fílmico de abrumadora belleza, en el que se imponen los colores oscuros y apagados con predominio del rojo, ese rojo de sangre, de vida, de amor y muerte.
Gomes nos relata una historia terrible y de gran crudeza, huyendo de dramatismos y condescendencias, sumergiéndonos de forma sencilla y honesta en el oscuro pasado de una mujer muerta en vida, desgraciada en el amor, y desgarrada de emociones, que ya no vive, sólo respira para arrastrar su no dignidad, vendiendo su cuerpo a decenas de amantes ocasionales, para vengarse de aquel que le hizo daño, aquel que no la entendió, quién la convirtió en lo que es. Una película que recupera el aroma del romanticismo, de las historias de amor fou, relatos oscuros de amores arrebatados, de locura, sin razones, en las que las almas enamoradas se dejan llevar hacía el abismo, hacía la nada. Un film que nos devuelve a la memoria heroínas desdichadas en el destino del amor como la Gertrud de Dreyer o las aproximaciones al mundo romántico de Rohmer con La marquesa de O, Perceval le Gallois o El romance de Astrea y Celadón, obras de fuerte carga emocional y conceptuales que nos invitan a dejarnos llevar por historias de amor de verdad, de las que se sienten y padecen. El exquisito trabajo de luz y composición de Acácio de Almeida (colaborador de Tanner, Ruiz, Oliveira…) que en cierta manera, recuerda al trabajo que hizo Storaro para Goya en Burdeos, y el magnífico montaje de Patrícia Saramago, refuerzan la idea formalista y teatral con la que nos presenta su historia la realizadora portuguesa. El gran trabajo de la actriz Rita Durâo (coladora en la filmografía de la directora) que compone el personaje de forma admirable, dotándolo de matices y miradas, a una protagonista envuelta en amargura y rabia, que la mata por dentro, un espectro sin rumbo que se mueve entre sombras. Y su paternaire, el actor Fernando Rorigues que impone dignidad a un tipo venido a menos y cansado, algo así como un caballero errante. Gomes ha parido una obra de grandísima belleza, que nos hipnotiza, a través de una concepción formal abrumadora, y nos sumerge en el alma oscura y terrible de una mujer desconsolada que se mueve por inercia, sin capacidad para sentir, con el alma rota y vacía, con el fin de invadir de soledad a aquel que la dejó así.
Dos amigas que se reencuentran a través de Facebook, se citan para cenar. Van acompañadas de sus respectivas parejas, Ignacio, un activista que ha perdido un ojo por un pelotazo de goma en una manifestación, y David, antidisturbios, el autor del lanzamiento de la pelota. Bajo este decorado, angustioso y terrorífico, el cineasta Marc Crehuet (1978, Santander) filma su opera prima. Crehuet bregado en televisión creando y escribiendo series de éxito, y autor también de varios cortos, leyó la noticia de un joven italiano que había perdido un ojo durante una acción en Barcelona, casos que se repetían en los últimos años. El santanderino de nacimiento, y barcelonés de adopción, se lanzó a la escritura de la obra de teatro El rei borni, un texto que planteaba la posibilidad del enfrentamiento entre el lanzador de la pelota y la persona que perdía el ojo. La obra cosechó un gran éxito en Barcelona y Madrid. El guionista Joaquín Oristrell, después de ver la obra, instó a Crehuet a realizar una adaptación cinematografía.
El joven realizador ha construido un artefacto incendiario y brutal, que desgraciadamente sigue estando de actualidad (caso de Esther Quintana), sobre la naturaleza de nuestras convicciones morales, los roles sociales que nos hacen ser quiénes somos, y sobre todo, la falta de orientación y confusión en un mundo caótico, sumido en una grave crisis económica y de valores. Un cuarteto protagonista en estado de gracia (implicados en el proceso de producción) componen unos personajes que se mueven como autómatas, incapaces de saber hacía adónde ir ni que hacer, unos, en paro y sin expectativas, protestan y se manifiestan con el objetivo de cambiar las cosas, y otros, cumplen sus obligaciones, aunque sean inmorales y perjudiquen a otros, sólo porque son “legales”. Víctimas y verdugos cambian de bando, se mezclan o simplemente, se quedan en tierra de nadie, sin respuestas, perdidos y vacíos.
Una película compleja, necesaria y valiente, que huye de todo maniqueísmo facilón, en la que no hay buenos ni malos, no existe nada de eso, todo la trama se desarrolla de manera brillante, en una comedia negrísima, una sátira con una fuerte carga dramática, que desarrolla un juego de identidades e ideas asombroso, a través de una estructura compuesta por tres actos bien diferenciados, en el primero, la situación/conflicto planteada, en la segunda, como las circunstancias personales nos hacen ver las cosas de otro modo o nos hacen cambiar nuestras opiniones que hasta entonces creíamos férreamente, y el tercer acto, y último, las consecuencias de unos actos que vienen provocados por el ambiente malsano, de falta de trabajo, y agobiado por una sociedad sin rumbo, perdida e inhumana. Una película que recuerda a planteamientos y reflexiones parecidas a las de Un Dios salvaje, de Polanski (que también había sido obra de teatro), la naturaleza fragilísima de nuestra moral, nuestras reacciones cuando se exponen conflictos con los otros, y nuestra manera de relacionarnos entre nosotros. Una película rodada en apenas 17 días, que ha contado con la colaboración y complicidad de todo el equipo, empezando por el cinematógrafo Xavi Giménez o la diseñadora artística Sylvia Steinbrecht, entre otros, y el plantel de intérpretes, los mismos actores que ya trabajaron en la obra, Alain Hernández (el portero de discoteca metido a antidisturbios), su novia, Betsy Túrnez (sin trabajo que llena su tiempo con estúpidos cursillos), Miki Esparbé (el activista social gracias al amparo paternal), y su pareja, Ruth Llopis (la modernilla que se cree la más lista de la clase), seres perdidos, todos víctimas, de un modo u otro, de un sistema podrido, de extrema competitividad, y ambicioso, que ha hecho de la codicia y el acumulamiento de riqueza su forma de vida, olvidándose de las necesidades de las personas que viven y trabajan en las ciudades.
Entrevista a Pablo Hernando, Julián Génisson y Juan Cavestany, directores de “Esa sensación”. El encuentro tuvo lugar el viernes 29 de abril de 2016, en el marco del Festival Internacional de Cine de Autor de Barcelona, en el vestíbulo del Teatre CCCB de Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Pablo Hernando, Julián Génisson y Juan Cavestany, por su tiempo, generosidad y cariño, a Eva Calleja de Prismaideas, por su paciencia, amabilidad y simpatía, a Pablo Caballero de Márgenes Distribución, por su apoyo y cariño, a Óscar Fernández Orengo, buen amigo, que tuvo el detalle de tomar la fotografía que ilustra esta publicación, y al equipo del D’A, atentos y buena gente.
Fúsi es enorme y tiene sobrepeso, ha pasado de los 40, pero todavía vive con su madre sobreprotectora. Trabaja en el aeropuerto transportando el equipaje, y soporta las humillaciones de sus compañeros, en sus ratos libres colecciona muñecos bélicos, juega con su vecina de 8 años, y cree ser un general en las simulaciones de batallas de la Segunda Guerra mundial que disputa con un vecino. Todas las noches conduce su automóvil hasta el puerto, y llama a la radio para que le dediquen un tema de rock. Y así, de esta manera tranquila y cotidiana pasa su existencia. Su madre, que se ha echado novio, le regala para su cumpleaños un curso de baile country, en el que conoce a Sjöfn, una mujer desorientada y falta de cariño. Bajo esta premisa y decorado, el director y músico Dagur Kári (1973, Francia), que estudió cine en Dinamarca, donde reside, y creció en Islandia, ha elegido estos antecedentes para contarnos su segundo trabajo, un relato sencillo, humanista y sensible.
La película sigue la peripecia de este hombre corriente, reservado y silencioso, pero de enorme bondad y sentido del humor. Alguien diferente a los demás, en parte por su gran tamaño, y su carácter. Un ser que se ha encerrado en sí mismo, que le cuesta encajar, y cambiar su forma de vida. Kári ha construido una bellísima y emocionante comedia romántica, a base de detalles y elementos cotidianos, que escapa del tono sentimentalista y condescendiente de otras del mismo género, aquí nadie tiene éxito profesional ni belleza física, los personajes son seres cotidianos que nos podemos cruzar a diario, no destacan, ni lo pretenden, son gente que vive en barrios obreros, que intentan comprender a los demás y sobre todo, así mismos. El paisaje islandés hivernal y oscuro por el que se mueven los personajes, también ayuda a esa idea de película diferente, que camina por otros escenarios, el entorno es duro y frío, y el carácter nórdico, de pocas palabras, dibuja una narración apoyada en las miradas y silencios. Una cinta que explica su historia de manera tranquila, sin aspavientos ni salidas de tono, todo sucede de forma serena, construyendo las situaciones con tacto y sensibilidad, sumergiéndonos en la mirada inocente y cálida de Fúsi, ese gigante de gran corazón que protagoniza esta fábula moderna, algo así como una especie de Frankenstein o Qausimodo actual, seres que ante la intolerancia y la amenaza de los demás, debían esconderse y vivir entre las sombras, ocultos de todos.
Kári nos habla de las dificultades que tenemos los seres humanos de aceptarnos a nosotros mismos, y relacionarnos con los demás, de nuestros miedos e inseguridades, de todo aquello que nos atenaza y acobarda. El realizador, danés de acogida, edifica una narración a base de tomas cortas, de planos cercanos, en sitios cerrados, en su totalidad, y la noche, como testigo, en la que crea esa intimidad necesaria y cercana, en la que entendemos a un personaje acomodado en el nido, que tarde o temprano, deberá volar hacía otros lugares, y librar sus propias batallas. Un grandullón que acaba conquistándonos desde lo más íntimo, casi sin pretenderlo, mostrándose como es, sin hacer nada más, en la que la extraordinaria interpretación y fisionomía de Gunnar Jónsson (cómico islandés de gran éxito) hace el resto. Estamos ante una comedia de “chico conoce chica”, y se enamoran, pero contada y filmada de otra manera, como se filmaban antes, más cercana a las comedias de Capra o Wilder, aquellas en las que los protagonistas eran poco agraciados, tenían trabajos de medio pelo, vivían en apartamentos compartidos y ruidosos, y no siempre, y para colmo de males, se acababan enamorándose de la chica que quería a otro, o simplemente, no los quería a ellos.
Tres directores: Juan Cavestany (1967, Madrid), autor de las imprescindibles Dispongo de barcos, El señor, Gente en sitios, entre otras, películas de costes muy reducidos que, desarrollan a través de breves secuencias, un compendio de lo absurdo de la existencia y cotidianidad, en el contexto de crisis económica, social y vital. Julián Génisson (1982, Madrid) del colectivo audiovisual Canódromo Abandonado, autor de La tumba de Bruce Lee (que se reserva un breve papel), y finalmente, Pablo Hernando (1986, Vitoria-Gasteiz), autor de los largometrajes Cabás y Berserker (2015). Y tres historias: Un extraño virus se propaga silenciosamente por la ciudad contagiando a los ciudadanos, a los que contagia sin remedio, sometiéndolos a situaciones sin sentido, en las que preguntan y formulan cuestiones sin venir al caso, dejándolos fuera de juego, y además, provocando la estupefacción de sus asombrados acompañantes. En la segunda, un hijo, vendedor de pisos, sigue a su padre que parece perdido sin tener muy claro quién es y qué hacer. Y para terminar, una mujer joven y atractiva tiene relaciones sexuales con todo tipo de objetos que se va encontrando en su camino.
Tres miradas y tres relatos, tres formas de reflexionar y penetrar en el vacío existencial de la cotidianidad y el absurdo de nuestras vidas, desde un punto de vista irónico y sarcástico, situaciones surrealistas, incluso esperpénticas, de las que vemos cada día, pero siempre manteniendo un tono serio en lo que se cuenta. Historias que se narran de forma paralela, a modo de vidas cruzadas, en la que se opta por miradas y acercamientos diferentes: La del extraño virus, da una vuelta de tuerca más al cine reciente que ha ido haciendo Cavestany, un cine focalizado en las miserías y absurdos humanos, se mantiene fiel a sus antecesoras, pero optando por nuevos caminos, mantiene algunas de sus características, eso sí, como las abundantes localizaciones, o las tomas largas, mantiene un tono cercano y transparente, produciendo situaciones incomódas y esperpénticas, y una gran variedad de vaiopintos personajes que abarcan todas las clases de condiciones sociales y carácteres, sigue provocándonos mucha extrañeza y absurdidad, y penetra de modo salvaje, aún más si cabe, en la profunda herida de la desorientación de los ciudadanos. Continuando con la del hijo que intrigado por la actitud extraña de su padre, lo sigue por las calles y lo espía, un relato que nos habla de la fe, del descubrimiento de la fe católica por parte del padre, y el hijo, atónito por el hecho, no cesa de preguntar, buscando respuestas pero es incapaz de encontrar la manera de entender. Quizás, padre e hijo, se parecen mucho más de lo que uno u otro desearían. Un relato contado a modo de thriller urbano, con una cámara que funciona como testigo accidental a todo aquello que está sucediendo.
Y para redondear la función, la de la chica enamorada de objetos, compuesta sólo por acciones, prescindiendo de diálogos, apoyada en una cámara pegada a su personaje, que sigue sin cesar a un personaje ávido de deseo que huye de un pasado que quiere olvidar, describiendo esas zonas oscuras que despiertan nuestro deseo, protagonizada por una actriz en estado de gracia, Lorena Iglesias, que mantiene de forma ejemplar la curiosa desviación sexual de su personaje, dotándolo de humanidad y extrañeza, y haciendo creíbles las situaciones con sólo gestos y miradas. Una cinta que demuestra la capacidad de nuestros creadores, que suplen la falta de medios, con una inagotable energía de talento y sabiduría, para seguir produciendo películas que hablen de los tiempos de ahora, desde miradas y puntos de vista diferentes, que actúa a modo de resistencia contra la corriente generalizada tan vacía y superficial. Cavestany, Génisson y Hernando han construido una película de ahora, contada de forma irónica y muy ácida, en la que ponen el dedo en la llaga en esa inmensa vacuidad instalada en todos nosotros, esa falta de rumbo y valores que se han perdido debido a la crisis. Una obra de nuestro tiempo, demoledora, y sin adornos, que habla de personas como nosotros, seres vacíos que no se encuentran a sí mismos, ni a los demás, que no saben adónde ir ni que hacer, individuos solitarios, faltos de vida, que deambulan como fantasmas por ciudades cada vez más extrañas y automatizadas, en un mundo caótico, materialista y falto de valores.
El arranque de la película nos introduce de manera sutil y tenebrosa en el espíritu que transitaba en la Suecia del primer tercio del siglo XVII, un mundo lleno de caos, guerras y destrucción. Vemos a la futura reina Cristina, cuando apenas es una niña de 6 años, obligada por una madre de carácter fiero y trastornada, a besar el cadáver de su padre difunto, el rey Gustavo Adolfo II, que su madre sigue tratando como si estuviera vivo. Después de aquello, Cristina es nombrada heredera y trasladada al castillo para seguir su educación, bajo el amparo de la iglesia luterana. A los 18 años, es nombrada reina. El director Mika Kaurismäki (1955, Ormattila, Finlandia) – empezó su carrera junto a su hermano, el también director Aki, pero a comienzos de los 90 los dos hermanos separaron sus caminos, Mika se instaló en Brasil, donde ha seguido dirigiendo películas documentales, y dirigiendo en otros lugares, donde se ha labrado una interesante filmografía -.
Kaurismäki, que ha necesitado de una década para levantar el proyecto, encontró en la figura de Michel Marc Bouchard (escritor quebequés de gran éxito, que también ha escrito para Xavier Dolan, y su obra Cristina, la reina hombre, de gran éxito en Canadá en 2012, y posteriormente, traducida al inglés en 2014) el vehículo perfecto para acercarse a la figura de la Reina Cristina. Un enorme esfuerzo de producción que ha agrupado a compañías de cuatro países como Finlandia, Canadá, Alemania y Suecia, y un rodaje de 40 días realizado en el sudoeste de Finlandia, y en la región de Bavaria en Alemania, para contar una película de época, cuidada hasta el más mínimo de los detalles, que huye de obras ambientadas en ese marco, aquí no hay heroísmos ni grandes discursos, ni la épica de grandes batallas y conquistas, la cinta viaja por otros derroteros, se centra en los personajes, empezando por la Reina Cristina, una mujer educada como un varón, ejecutiva, contradictoria, excéntrica y solitaria, que tiene que lidiar con su país, enfrascado en una guerra, llamada de los 30 años, entre católicos y protestantes, que la Reina quiere zanjar, y las continuas conspiraciones que le acechan. Una mujer adelantada a su tiempo, que tuvo que elegir entre la pasión y la razón, moderna, de espíritu libre, que lucha a espada con todos sus enemigos para modernizar su país del oscurantismo de la religión, dotando a su país de ideas nuevas, basadas en las ciencias y artes.
Kaurismäki centra su relato en la Reina Cristina, en su mirada y sus gestos, su manera de moverse y ocupar la secuencia, una mujer que se mueve en un mundo dominado por hombres, que se enfrentará a todos y a ella misma, para ser la persona que quiere ser, y amar a quién desea, como su amor por la Condesa Ebba Sparre, a la que hace dama de compañía, y compañera de lecho, una relación oculta, y llena de deseo y pasión, que la llevará a múltiples problemas y conflictos, elegir entre su pueblo y ella, entre lo que uno siente, y lo que los demás desean. La amistad con el filósofo René Descartes le guiará a abrir su mente, a decidir por ella misma, abandonando la voluntad de Dios, y aceptar que más allá de las murallas de su reino y su vida, hay un mundo de saber y conocimiento que la espera a ser conquistado. Una película arrolladora, de excelente concepción formal, de narración enérgica, con personajes complejos y pasionales (como el canciller, aliado de la Reina), o los hombres que quieren conquistar el corazón solitario e independiente de la monarca, o la figura de la madre, que odia a su hija). Excepcional el trabajo de todo el elenco (en la que destaca la figura de Malin Buska, que interpreta con sabiduría y temple a la inquieta y confusa Reina). Una cinta de bellísima y fría luz obra de Gy Dufaux (cinematógrafo de Dennys Arcand, entre otros), que desde un tiempo pasado, aquel 1632, edifica las relaciones y lazos con la historia actual, con sus intrigas, conspiraciones y enfrentamientos políticos, en la que un mundo antiguo se niega a desaparecer y luchará para no hacerlo, enfrentado a otro, uno moderno que avanza sin cesar, a pesar de los obstáculos, para iniciar otro camino, provocando un cambio en la manera de pensar, dotado de una naturaleza más abierta, humana y honesta.
El pasado domingo 1 de mayo, cerró sus puertas la VI Edición del Festival Internacional de Cinema d’Autor de Barcelona. Después de 10 intensos días de cine, presentaciones, mesas redondas, y demás actividades relacionadas con el mundo cinematográfico. La retrospectiva de este año estuvo dedicada al cineasta lituano Sharunas Bartas, las secciones, como vienen siendo habitual, se dividieron en Direccions, Talents y Transicions. También, hubo como novedad principal, la apertura del certamen a otras sedes fuera del epicentro Barcelona. En las mesas se habló de intrusismo de cineastas en territorios de masculinidad, y de creación y autoría con respecto a la escritura y el montaje. La noche del sábado, en el Teatre CCCB, antes de la película de clausura, se entregaron los galardones: El Premio Talents recayó en Oleg y las raras artes, de Andrés Duque, el jurado también tuvo una mención especial para John From, de Joâo Nicolau. El Premio de la Crítica fue a parar a Baden Baden, de Rachel Lang, y finalmente, el Premio del Público se lo llevó Happy hour, de Ryusuke Hamaguchi. Premios que dieron carpetazo a un sinfín de actividades para todos los paladares, en un festival que después de 6 años, viene dedicándose al cine resistente, diferente, reflexivo y contundente, consolidándose en una ciudad en la que existe un público interesado por este cine, y ha hecho de esta cita, a comienzos de primavera, una concentración del cine que ha dejado huella en festivales prestigiosos de todo el mundo.
Mi aventura en el D’A, como se conoce al festival, arrancó con la película ALLOYS, de Tobias Nölle. El cineasta suizo nos sumerge en un relato con tintes fantasmales, de excepcional cálculo formal, de atmósfera sugerente y oscura, en la que nos habla de un introvertido y obsesivo hombre que se dedica a investigar a los demás. El robo de uno de sus materiales, lo lleva a una espiral sin retorno de graves consecuencias psicológicas, en las que entabla una relación extraña con una joven vecina. Hay espacio para la comedia surrealista, los toques de thriller y un cruce fascinante entre la realidad, la fantasía y la crónica social, en la que se edifica una profunda reflexión sobre la soledad y continuar la vida sin los que se fueron. Siguiendo en la sección de Talents, miré con atención BADEN BADEN, de Rachel Lang. A través de la mirada dulce e inquieta de Ana (portentosa interpretación de Salomé Richard), una joven que vuelve a Estrasburgo, después de un trabajo fallido, y se intenta ganar la vida con trabajos esporádicos, mientras visita a su abuela enferma, flirtea con su amigo, mientras a la vez que sigue enganchada a una relación destructiva, mantiene una relación distante con sus padres, y además, se reencuentra con viejas amistades. Mantiene la atención con la personalidad desbordante de una mujer de gran fuerza y energía. La cámara la sigue incesantemente, pegada a ella (estilo Dardenne) y somos testigos de una vida a contrarreloj, en la que también hay tiempo para el amor, las inseguridades de la edad, y la sensación de sentirse desamparada y sobre todo, de no saber todavía en qué lugar ubicarse.
De Talents, me acerqué a KAILI BLUES, de Lu Bian. La primera película del cineasta chino Lu Bian, nos propone un viaje físico, pero también emocional y espiritual. Un hombre se adentra en una zona rural recóndita para encontrar a su sobrino. La película de estructura narrativa y formal impecables, nos envuelve en un aura de fábula social, fantástica, y arcaica en el que viajamos de modo extraño por los caminos y lugares, que parecen perdidos en el tiempo, como si pertenecieran a otro tiempo y lugar. Apoyada en un estilo intimista, en el que podemos sentir el aliento y la desazón de los personajes, y narrada a través de largos planos secuencias, que nos trasladan de un espacio a otro, de forma milimétrica, en una trama sencilla sobre la identidad, y la aventura de conocernos a nosotros mismos a través de los otros. Sin dejar Talents, me sumergí en MATE-ME POR FAVOR, de Anita Rocha da Silveira. Curiosa e inquietante película brasileña que se centra en la mirada de una niña Bia y sus amigas, y en los misteriosos asesinatos de niñas, que además de convulsionar el barrio donde residen las protagonistas, provocan una extraña mezcla de seducción de la muerte y la identidad del asesino. La primera película de la realizadora brasileña también funciona como crítica social de la idiosincrasia brasileña. En un entramado narrativo de gran capacidad, en el que nos atrapa de manera sutil, en una mezcla de géneros y miradas que van desde lo fantástico, el thriller, y una vuelta de tuerca a las películas ambientadas en institutos. Mencionar el excelente trabajo interpretativo de Valentina Herszage, que encarna a la inquieta y reservada Bia.
Una de las películas más esperadas del festival era OLEG Y LAS RARAS ARTES, de Andrés Duque. Precedida de las buenas acogidas en festivales de prestigio como el Cinema du Réel de Rotterdam o Punto de Vista de Navarra, donde cosechó premios importantes, la tercera película del realizador venezolano afincado en Barcelona, nos sumerge en la personalidad de Oleg Karavaitxuk, un músico ruso de 89 años de edad, enjuto y de voz aflautada, que se mueve dentro de la misticidad que requiere su personalidad, y lo captura de forma impecable en un escenario mítico, el museo Hermitage de San Petersburgo. Oleg va explicando anécdotas, situaciones y demás vivencias, y también, se detiene en su narración, para tocar el piano poseído con toda la energía y fuerza que le caracterizan, convirtiéndose en otro ser. Duque vuelve a maravillarnos con un retrato (como hizo con Iván Zulueta en su celebrada pieza) de un personaje extraño y sublime, que ama la Rusia zarista y a Stalin, a partes iguales, o sólo lo explica así. Un maravilloso juego de apariencias y extrañezas en un personaje de otro tiempo y de éste, de ningún lugar y de algún lugar. Un viaje imposible y envolvente que nos habla de arte, de quién quisiéramos ser y sobre todo, de quiénes pudimos ser. Para cerrar la sección Talents, estuve viendo VILLE-MARIE, de Guy Édoin. El segundo trabajo del quebequés es un drama intimista y cercano, con la noche como presencia incesante, que nos sumerge en un relato de madres/padres e hijos, de personas que tienen que convivir con la pérdida, y la terrorífica culpa que los atenaza constantemente. Vidas cruzadas en la ciudad de Mont-real, salpicada de dureza y desazón. Un actriz de renombre (enorme Monica Bellucci) que trabaja en su próxima película, con tintes demasiados autobiográficos y dolorosos para ella, una doctora y un conductor de ambulancia que comparten el escenario de urgencias, y además más cosas que guardan celosamente. Una historia narrada con fuerza, que nos habla de una manera delicada y sobrecogedora de nuestros sentimientos, y la naturaleza de nuestras relaciones.
De la sección de Transicions, me llamó muchísimo la atención CHRONIC, de Michel Franco. El cuarto trabajo del director mexicano, rodado en inglés, y protagonizado por un excelente Tim Roth, nos mete de lleno, en un estilo documental, combinando actores profesionales con amateurs, en un drama de un hombre reservado que cuida de enfermos terminales, mientras arrastra una pérdida muy cercana que le separa de su familia. Una película dura y terrible, que de un modo realista, se acerca una realidad difícil y compleja. Una cinta que huye del sentimentalismo y la compasión, tratando de forma inteligente los dramas cotidianos de los personajes, y mostrando situaciones durísimas filmadas de manera sincera y honesta. De la misma sección, me interesó MI AMIGA DEL PARQUE, de Ana Katz. La actriz argentina de la reciente Kiki, el amor se hace, de Paco León, se ha labrado una carrera interesante como directora en su país, con historias intimistas, protagonizadas por personajes corrientes que se enfrentan a sus dramas personales y cotidianos. En ésta, se centra en una madre reciente que cría sola a su bebé (su marido trabaja fuera) y se relaciona con dos hermanas bastante embaucadoras y pesadas. Una reflexión madura y sincera sobre la maternidad y todos los efectos que esta ocasiona en las jóvenes madres. Katz se acerca los problemas reales, miedos e inseguridades que transitan en este tipo de situaciones. Utilizando un estilo realista y natural, que en ocasiones se disfraza de thriller dramático, se desata como una película inteligente, a ratos irónica, que se ve con bastante interés.
Continuando en Talents, tenía curiosidad por MUCH LOVED, de Nabil Ayouch. Cineasta marroquí del que conocía Los caballos de Dios (2012). Ahora se centra en tres prostitutas que sobreviven en una sociedad corrupta y peligrosa, ofreciendo sus cuerpos, sentimientos y encantos a todos aquellos que quieran gastarse su dinero en ellas. Rodada con un estilo documental, y de extrema dureza, Ayouch (que se enfrentó a numerosos problemas en su país) narra de forma contundente y brutal a estas mujeres que rechazados por todos, incluidos los suyos, se mantienen a duras penas, soportando humillaciones y violencia, en un ambiente malsano y de terror, en el que sobresalen las buenas interpretaciones del trío protagonista, mujeres que sueñan con una vida mejor, que quizá solo existe en sus sueños o en otro país. Para finalizar mi viaje por el D’A, esperaba con expectación la película que clausuraba el certamen, LA PROPERA PELL, de Isa Campo e Isaki Lacuesta. El último trabajo del incombustible tándem, que firman la dirección por primera vez, es una película oscura, terrible y compleja, que nos sumerge en una trama sobre identidades, búsqueda y pasados sangrantes, constantes en el cine de Campo y Lacuesta. Una trama que sobrecoge por su dureza, tanto a nivel físico (filmada en Los Pirineos), como emocional, en un drama en el que un joven regresa con su madre, después de 8 años desaparecido. El pasado, la culpa y la pérdida enfrentan a unos personajes reservados y misteriosos, que mienten más que hablan, y ocultan más que muestran, en una narración excelente que camina entre el drama social (muy al estilo de los Dardenne) y el thriller rural, en un paisaje helado y abrupto que ahoga a todos los personajes. Una película que puso el broche de oro a un festival que se ha convertido en una cita imprescindible y muy necesaria en la ciudad de Barcelona, erigiéndose en uno de los festivales más interesantes y audaces en el actual panorama, que como viene siendo habitual, en la gala de clausura, se anunciaron las fechas de la próxima edición que se celebrará del 27 de abril al 7 de mayo del 2017. Larga vida al D’A y sobre todo, al cine que viaja a lugares inexplorados con miradas interesantes y reflexivas, que nos ayuden a entender a los demás, y sobre todo, a nosotros mismos, o si no lo conseguimos, que por lo menos, lo intentemos.