Entrevista a Theo Montoya

Entrevista a Theo Montoya, director de la película “Anhell69”, en el marco del D’A Film Festival en Barcelona, en el Hotel Regina, el miércoles 29 de marzo de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Theo Montoya, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Iván Barredo de Surtsey Films, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Maria de Medeiros

Entrevista a Maria de Medeiros, directora de la película “Nuestros hijos”, en el Hotel Catalonia Eixample en Barcelona, el jueves 11 de mayo de 2023

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Maria de Medeiros, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Eva Calleja de Prismaideas, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

Oink Oink, de Mascha Halberstad

BABS Y SU CERDITO KNOR. 

“Si te interesa algo, sea lo que sea, ve a por ello a toda velocidad. Recíbelo con los brazos abiertos, abrázalo, ámalo y, sobre todo, apasiónate por ello. Lo tibio no es bueno. Lo caliente tampoco. Ser incandescente y apasionado es la única opción”.

Roald Dahl 

La directora Mascha Haberstad (Holanda, 1973), fogueada en mil y una batallas en el universo de la animación, menciona como fuente de inspiración al grandísimo escritor Roald Dahl (1916-1990), que dedicó tantas obras para el público infantil con títulos inolvidables como Gremlins, Charlie y la fábrica del chocolate, Fantastic Mr. Fox, Las brujas y Matilda, entre otras. El autor galés siempre creó personajes encantadores con sus lados oscuros, elevando a una categoría superior el libro infantil, convirtiéndolo en obras de culto para todos los públicos, al igual que algún que otro de los personajes que nutren Oink Oink, el primer largometraje de Haberstad, que parte del libro De wraak van Knor, de Tosca Menten, adaptado para la gran pantalla por la guionista Fiona van Heemstra, en la que nos cuenta la peripecia de Babs, una niña de 9 años que va en skate y pasa las horas en su cabaña con su fiel amigo, y vive junto a sus padres muy diferentes. La madre es una obsesiva del veganismo, con su huerto y sus ejercicios, y el padre, reservado y poco carácter que pinta muy poco. 

La película se agita y de qué manera, rompiendo toda esa aparente tranquilidad, volviendo todo del revés a partir de dos inesperadas visitas: la del abuelo, que viene de Estados Unidos y demasiado cowboy, que vuelve a casa con la espinita de su exilio forzado cuando, veinte y cinco años atrás, fue descalificado del gran concurso local de “El rey de la salchicha”, por una pelea con su enemigo acérrimo, el carnicero de la ciudad, y la del cerdito Knor, que se convierte en inseparable para Babs, que podrá quedarse con la condición de ser adiestrado. Estamos ante una película de exquisita belleza plástica y un elaboradísimo diseño de producción basado en la técnica de animación “Stop-motion”, que dota a los personajes de una naturalidad y cercanía maravillosas, en un equipo entre los que destacan la producción de Marleen Slot, el supervisor de efectos visuales Florentijn Bos, la cinematografía de Peter Mansfelt, la música de Rutger Reinders, y el exquisito montaje de la propia directora, en un depurado trabajo en una película brevísima de setenta y dos minutos de duración. 

Estamos delante de una película con el mismo espíritu de aquella maravilla que era Babe, el cerdito valiente (1995), de Chris Noonan, en que el protagonista absoluto de la cinta era un pequeño cerdito que venía a trastocar las leyes naturales de la granja y de la vida, porque su mayor sueño era ser pastor de ovejas, un filme que era deudor de la gran novela Rebelión en la granja, de George Orwell. En la misma línea podríamos añadir otros títulos emblemáticos como James y el melocotón gigante, basada en una novela de Dahl, Chiken Run, evasión en la granja, Wallace y Gromit, la maldición de las verduras, La oveja Shaun, La vida de calabacín, entre otras. Película destinadas al público más pequeño, pero que no olvidan a los adultos que lo acompañan, porque mezclan a las mil maravillas las situaciones divertidas e ingeniosas que harán las delicias de los niños y niñas, y tienen esas partes que nos hablan directamente a los adultos, en las que se habla, como ocurre en el caso de Oink Oink, de ecologismo, de mentiras, de apariencias, de egoísmo y demás oscuridades de la condición humana, y todo contado desde la sencillez y la intimidad, y la humanidad de unos personajes que sienten y padecen como nosotros, rodeados de una apabullante técnica de animación, llena de una imaginación desbordante, una capacidad de fabulación infinita y sobre todo, un amor por la belleza y la plasticidad de la creación de los personajes y los mundos que habitan. 

La cineasta Mascha Halberstad, a la que habrá que seguir la pista, ha construido una delicia para los sentidos, una cuento muy Dahl con muchísima imaginación que tiene de todo: crítica social, comedia desternillante y en algunos tramos, muy negra, drama intimista y familiar, y sobre todo, mucha aventura cotidiana, y ese toque de codicia y manipulación que albergan algunos personajes, en su afán de tener aquello o lo otro aunque tengan que pisar a unos y otros, una crónica social que vemos continuamente en la sociedad superficial y sin valores en la que vivimos diariamente. Su implacable y detallismo en cada secuencia, en cada encuadre, y en cada espacio de la pequeña ciudad y la casa en la que se sucede la película, la hace extraordinaria y una aventura en sí misma, porque está llena de detalles y belleza por toda la acción. Una trama extraordinariamente sencilla pero exquisitamente elaborada, en la que todo encaja a la perfección y todo rezuma vida y sencillez, y todo contado en sus escasos setenta y dos minutos, que aún la hace más estupenda, en una cinematografía actual que tiene al alargue innecesariamente, sometiendo al espectador a series cada vez más exentas, y con escaso contenido, donde se impone el cuánto más mejor, pues no, porque Oink Oink, demuestra todo lo contrario, porque es breve y con un contenido abrumador, que hace pensar, entretiene un montón, y además, usa la reflexión como mejor arma, en que niños y adultos lo pasarán muy bien y encima, se irán a casa reflexionando, unos elementos que no abundan en la mayoría de la producción que se realiza, destinada al más puro entretenimiento y a veces, ni eso.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Crónica de un amor efímero, de Emmanuel Mouret

LAS MANIOBRAS DEL AMOR. 

“Bueno, iba a demostrar algo. Veréis: sucedió hace unos meses, pero sigue sucediendo en este mismo instante, y es algo que debería hacer que nos avergoncemos cuando hablamos como si supiéramos de qué hablamos cuando hablamos de amor”.

Del libro “De qué hablamos cuando hablamos de amor”, de Raymond Carver

Es una noche de primavera como otra cualquiera, pero no para Charlotte y Simon, porque para ellos es su primera cita. Una cita que los acabará llevando a casa de ella a hacer el amor. Y así irán pasando los días y sus citas, una o dos veces por semana, que los llevará a conocerse a través del placer y sus largas charlas sobre la vida y todas las demás cuestiones. Tanto ella como él no quieren enamorarse, solo quieren quedar y pasarlo bien, sin ningún compromiso, como cuando eran jóvenes despreocupados. Ella está libre pero no quiere ataduras de ningún tipo, él está casado y tampoco quiere atarse. Pero… ¿De verdad sólo quieren placer y nada más? O quizás… no se atreven a expresar lo que sienten, o también, están atados a ese pacto de no enamorarse, como si el amor fuese un sentimiento que podemos controlar y manejar a nuestro antojo y/o circunstancias. 

Estamos ante el 14 trabajo de Emmanuel Mouret (Marsella, Francia, 1970), un director que ha construido de forma sencilla y natural relatos sobre las cuestiones sentimentales, y todo lo que ello comporta, a través de historias de amor o no amor, en el que sus personajes deambulan por sus emociones de forma perdida, a la deriva y sin tener la más remota idea. Nos acordamos de El arte de amar (2011), Caprice (2015), Mademoiselle de Joncquiéres (2018), Las cosas que decimos, las cosas que hacemos (2020), y Crónica de un amor efímero, la que nos ocupa, que ya contiene un misterio en su propio título, la de una relación con fecha de caducidad, quizás todas la tienen, y en un inicio no parece importarle a sus dos personajes, incluso lo agradecen, quitándose ese peso de la duración de las relaciones. Aunque, la vida tiene sus propios planes, y no digamos los sentimientos, y nosotras sólo somos unos títeres guiados por unas cuerdas muy invisibles. Una trama bien construida y apoyada en cimientos firmes y muy sólidos en un guion que firman Pierre Giraud, que ya trabajó en la mencionada Mademoiselle de Joncquiéres, y el propio director, en el que sólo con dos almas crean y recrean ese pequeño y sensible universo de paseos por la ciudad, visitando exposiciones, deambulando por parques, citándose en hoteles para dar rienda suelta al placer y la carne, y esos largos paseos por el campo, en bicicleta o tumbados disfrutando de la brisa. 

La suave e íntima luz que firma Laurent Smet, ocho películas con Mouret, le da ese tono y textura adecuados para un relato donde no hay tensiones ni gritos entre esta pareja de temporada, como escenifica en esa tarde de cine viendo en uno de esos cines de antes la inmortal Secretos de un matrimonio (1974), de Bergman, una pareja que es todo lo contrario a ellos, porque sí verbaliza cruelmente toda la rabia y la tensión de años de pareja. El exquisito y conciso trabajo de montaje de Martial Salomon, otro habitual del cine de Emmanuel Mouret, que impone la ligereza y la naturalidad alejándose del artificio y la impostura para crear unas secuencias que se ven como una brisa de viento, pero que albergan toda la complejidad y la profundidad que sienten interiormente tanto uno como otro. Tiene el tono y el aroma tan característico de la cinematografía francesa en la que se habla de amor y la vida a través de largos e interesantes diálogos, en el que el cine traspasa la pantalla y son hijas de su tiempo y de cualquier tiempo, como las célebres y recordadas historias de amor y no amor como Las maniobras del amor (1955), de René Clair, La piel suave (1964), de François Truffaut, Un hombre y una mujer (1966), de Claude Lelouch,  L’amour fou (1969), de Jacques Rivette, Nosotros no envejeceremos juntos (1972), de Maurice Pialat, El amor después del mediodía (1972), de Eric Rohmer, La mamá y la puta (1973), de Jean Eustache, Una vida de mujer (1978), de Claude Sautet, entre otras. 

Charlotte y Simon no son una pareja modelo, pasan de los cuarenta, parecen felices con sus carreras profesionales, o quizás sólo lo fingen. Los dos forman una pareja atípica y nada convencional siendo los protagonistas de esta cercana historia de amor o lo que sea, dos almas sometidas a la prisa y la locura de esta sociedad mercantilista, y que encuentran en sus citas más que una vía de escape, sino una forma de relajarse, de olvidarse de ellos mismos, y sobre todo, recuperar aquello perdido del placer y esas relaciones donde prima el futuro y no el presente. La natural y encantadora Sandrine Kiberlain es Charlotte, una mujer que se siente libre y desinhibida en el amor y las relaciones, acepta lo que encuentra y se va metamorfoseando según las personas y sus circunstancias. Frente a ella, un adorable y simpático pascal Macaigne es Simon, ese especialista en la preparación del parto, que tiene una vida triste y una mujer a la que quiere pero no mucho, que encuentra en su relación con Charlotte aquello que necesita, quedar, pasarlo bien, hablar sin preocupaciones y sin más, y olvidarse de los sentimientos. 

Los dos protagonistas parecen tener claro lo que sienten y lo que buscan en la relación diferente que tienen, aunque esto siempre resulta aparente porque en verdad es eso lo que sienten, o quizás, sienten otra cosa, porque la vida dicta sus normas, el amor las suyas y nosotros las que podemos. Si les gustó la anterior película de Mouret, la sencilla y fantástica Las cosas que decimos, las cosas que hacemos, que estoy seguro que así fue, no se pierdan Crónica de un amor efímero, porque tiene la transparencia, la sutileza y el encanto de las grandes películas sobre el amor que tan bien hacen en el país vecino, y además, les hará reflexionar muchísimo sobre sus sentimientos, sobre sus relaciones sean íntimas o no, y sobre todo, y esto es lo que más importante me parece, es que tiene esa melodía, porque las películas buenas la tienen, esa melodía que te atrapa con lo más sencillo e íntimo, y te sumerge en otro tiempo, en otro estado, en otra vida, en otro amor, esos que aparecen sin avisar, los que te pillan desprevenido, los que te hacen sentir emociones que hasta ahora desconocías que podías sentir. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

To Leslie, de Michael Morris

LA BALADA DE LESLIE.  

“El que no está dispuesto a perderlo todo, no está preparado para ganar nada”.

Facundo Cabral 

El tema de la “superación” se ha convertido en un género en sí mismo en el sistema hoolywodiense. Películas de corte cercano, de sentimientos y muy empáticas, donde sus protagonistas después de caer en la más absoluta desgracia, sea por los motivos que sean, emprenden un camino de obstáculos que irán salvando para finalmente conseguir ser una buena persona, o sea, una persona aceptada, con un trabajo bien remunerado, la casa con piscina, el perro, la señora, los hijos y los domingos de barbacoa. Películas que ensalzan unos valores conservadores, superficiales, materialistas, y sobre todo, muy patriotas. Fuera del circuito comercial, también hay películas que hablan de “superación”, pero en otros términos, mucho más humanos, más reales y sobre todo, mucho más complejas, mostrando un Estados Unidos de verdad, más decadente, violento y jodido. La película To Leslie, de Michael Morris (London, Reino Unido, 1974), va por esos encajes, porque nos pone en la piel de la Leslie del título, una mujer agraciada con un premio suculento en la lotería, como nos explican en sus magníficos títulos de crédito iniciales, pero la película arranca con Leslie, sin un puto dinero, porque ha despilfarrado en regalos y alcohol toda su fortuna, y después de perder su casa, se va como una homeless intentando colocarse en algún sitio. Ahí comenzará un periplo que la llevará con su hijo, y luego, al pueblo que la vio nacer y hace la tira que no pisa. 

Morris que se ha pasado toda su carrera dirigiendo series de televisión, entre las que podríamos destacar algunas como Kingdom y Better Call Saul, entre muchas otras, hace su puesta de largo con un guion de Ryan Binaco, que también ejerce como coproductor, en una película “indie”, en todos los sentidos (sin abusar del término “indie”, del que se ha abusado hasta la saciedad, corrompiendo su verdadera esencia y espíritu), y sí, con To Leslie, decimos “independiente”, por varios motivos, desde su reparto, lleno de rostros desconocidos, que llenan de alma y vida cada momento de la historia, de su tema, que habla de esas gentes invisibles, gentes que viven en la periferia, gentes que la vida les va mal y viven con muy poco, y sobre todo, gentes muy perdida y que siempre pierde, esas gentes que llenaban las películas de los outsiders tan alejados de los parámetros hollydienses como Ray, Brooks, Mulligan, Fuller, Altman, Cassavetes y demás francotiradores del alma y de la realidad más inmediata. Un gran trabajo de cinematografía de Larkin Seiple, de la reciente “Todo a la vez en todas partes”, que construye una luz natural, tan cercana , una luz de verdad, de esa que escuece el alma, donde lo sombrío acecha en cada rincón, en esos no lugares en que el tiempo parece ni darse cuenta que existen, llenos de gentes sin alma, o gentes que la vida ha retirada después de muchos tumbos, tropelías y desaciertos. 

La suave y delicada composición de Linda Perry, que actúa como una caricia entre tanta hostia en la existencia de Leslie, una tipa enganchada al alcohol, en un proceso de autodestrucción y una vida que solo sirve para fallar a los suyos y sobre todo, a ella misma. El estupendo montaje de Chris McCaleb, que consigue imponer ese ritmo cadente y reposado en una película con un metraje que se va a las dos horas, donde nada de lo que ocurre está contado con prisas y es vacío, en una película completamente apoyada en las miradas y en las relaciones sucias entre los personajes. La película con un tercio que nos habla del periplo de no búsqueda de Leslie, en el que va de aquí para allá, sin rumbo ni nada, y luego, un par de tercios, donde a su llegada al pueblo, todo adquiere más búsqueda, ahora con un sentido real. Viendo To Leslie nos viene a la memoria una película que parece su inspiración como La balada de Cable Hogue (1970), de Sam Peckinpah, situada en aquel no lugar, alejado de todos y todo, donde van a parar los desahuciados de la sociedad, a los que nadie quiere o los que no se quieren, porque ese no lugar donde va a parar Leslie tiene mucho de tierra de nadie, de esos sitios de paso, esos espacios donde van a caer todos aquellos y aquellas que algún quisieron y fueron queridos. 

Un reparto de esos que sin decir nada transmiten todo, porque solo hay verdad, esa verdad a la que no le hace falta fingir ni tampoco hacer la pose, con un reparto de rostros no populares, pero brillante en cada plano y en cada mirada, como Owen Teague, Catfish Jean, Stephen Root, James Landry Hebert, Andre Royo, Matt Lauric y Allison Janney, mención especial tiene la pareja de la película, o quizás podríamos decir mejor, el dúo que tiene un peso importante en la película, como son Marc Maron, que tuvo su serie propia, y hemos visto en películas tan importantes como Joker y Worth, frente a él, una arrebatadora y fascinante Andrea Riseborough como Leslie, una antiheroína en toda regla, esa mujer que ha fallado a todos, pero más a sí misma, una outsider que podría ser cualquier mujer rodeada de mala suerte del cine de Fuller, alguna de esas mujeres sin suerte del cine de Nicholas Ray, y algunas otras de más allá, que pululaban en lugares donde imperaba la violencia y el desamor. Celebramos que una película como To Leslie se haya metido en la carrera de los premios de la Academia de Hollywood, aunque la nominación a la mejor actriz para la increíble Andrea Riseborough ha venido precedida de una enorme manifestación de la profesión reivindicando un trabajo tan impresionante. No obstante, que una película de estas características esté ahí, eso es muchísimo, quizás sea la cuota de cine “indie” de verdad, o quizás también sea que, el cine que se hace fuera de los encajes de Hollywood, también puede aportar, en su pequeño espacio, pero a la postre aportar, y con eso nos quedamos, con que el cine aporte, otras cuestiones más ambiciosas se las dejamos para él que quiera aportarlas, yo no lo haré, porque hacer una película bien construida, que cuente algo que emocione, y encima, te creas, ya es mucho más de lo que aportan la mayoría. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Un cielo impasible, de David Varela

NUESTRA GUERRA CONTADA A LOS ADOLESCENTES.

“El pasado es siempre lo que dictaminan los presentes; en el futuro el pasado será el presente. Así se escribe siempre la historia”.

“Campo del Moro”, de Max Aub

En el verano de 2007, el Palau de la Virreina en Barcelona organizó la exposición “Cartografías Silenciadas”, de la fotógrafa Ana Teresa Ortega, compuesta por cincuenta instantáneas actuales de los lugares donde se alzaron campos de exterminio franquistas durante el período entre 1938 y 1962. Mi sorpresa fue mayúscula al conocer como esos sitios del horror habían sido silenciados y sepultados de la historia, en un trabajo de desmemoria de los gobernantes para borrar las tragedias de la dictadura. El cineasta David Varela (Madrid, 1972), que lleva desde hace más de una década en el cine documental formulando preguntas investigando nuestro pasado desde el presente, de forma audaz y reflexiva, como ya lo hizo acercándose a los vestigios y huellas de la Guerra Civil Española en Blockhaus 13 (2020), retratando el búnker de Colmenar del Arroyo (Madrid).

Con su nuevo trabajo Un cielo impasible, de título sumamente revelador en su propuesta, porque el director nos propone un viaje muy profundo y personal a nuestra guerra, a la guerra de nuestros antepasados, que diría Delibes, peor lo hace de forma muy interesante, ya que va mucho más allá que otras propuestas de revisión de memoria histórica, porque nos propone un trabajo a pie de campo, a visitar los lugares donde se desarrolló la Batalla de Brunete (Madrid), allá por julio de 1937, y lo hace de forma muy potente, convirtiendo su película-documento en una travesía que nos conecta con el pasado-presente en un solo espacio, donde se mezclan y fusionan en forma de caleidoscopio muchos elementos: las grabaciones de testimonios de combatientes y familiares, el ensayo-rodaje que tiene la película en varios instantes, los espectaculares planos secuencia con drones que nos permiten una visualización general del lugar y lugares más concretos, conociendo y valorando in situ los espacios, sus objetos y demás huellas de ese pasado que no se borra aunque algunos así lo pretendan.

Aunque la parte más interesante de de la película son los compañeros de viaje de Varela, porque se hace acompañar por un grupo de cuatro adolescentes que descubren, aprenden y miran lo que fue la Guerra en Brunete, y sobre todo, se preguntan, se cuestionan y reflexionan sobre nuestro pasado, sobre cómo este pasado se ha planteado en las aulas, y aún más, dialogan con historiadores y expertos sobre cómo se estudia el pasado y se transmite a los adolescentes de hoy en día. Varela se acompaña de buenos profesionales como la cinematógrafa Raquel Fernández Núñez, que ha trabajado con Mariano Barroso, Miguel del arco y María Ripoll, entre otros, para conseguir esas imágenes que tienen fuerza, que adquieren un nuevo sentido, porque ya no solo miran las huellas del pasado, sino que lo retratan, como el inmenso trabajo de sonido de Sergio López-Eraña, que tiene en su haber películas tan interesantes como Los veraneantes, True Love y Oscuro y lucientes, y muchas más, y la composición de Jonay Armas, que ha trabajado en films importantes como Europa y La estrella errante.

El extraordinario trabajo del propio director que escribe, produce, diseña el laborioso trabajo de sonido de la película, y además dirige, en colaboración con los cuatro adolescentes: Jimena Gómez de Diego, Paula Gordils Carrillo, Andrea Lázaro Pacios y Jacobo Llavona Pastor, en una experiencia que nos remite a la realizada por Jonás Trueba en su magnífico Quién lo impide (2021), en un relato sobre todos nosotros, sobre ese pasado que nuestros gobernantes demócratas han mirada de reojo, sin profundizar y sobre todo, dejando que el tiempo borre sus testimonios y sus lugares, pero películas como Un cielo impasible, heredera de otras como La guerrilla de la memoria (2000), de Javier Corcuera, Equí y n’otru tiempu (2014), de Ramón Lluís Bande, Elefantes (2017), de Carlos Balbuena, y Esa fugaz esencia que dejaron los sucesos (2022), de Carolina Astudillo, entre otras obras que se han acercado a la memoria de la Guerra Civil Española a través de todos sus lugares en su tiempo presente, retratando una historia contada por los vencedores y silenciando a los otros, a los vencidos, a los que nadie recuerda, a los que se perdieron en el olvido de la historia.

Un cielo impasible de David Varela, no solo es un retrato de lo mal que lo ha hecho este país con la historia de la guerra, que ha provocado nuestra desmemoria y atontamiento como sociedad que han provocado muchos de los problemas de los últimos tiempos, sino que también, y esto lo hace muy importante, la película se trata de un análisis certero y brutal sobre el mal funcionamiento de los centros de enseñanza públicos del país en materia de memoria, porque los más jóvenes están interesados en estos temas si se hacen con criterio, cercanía y sobre todo, con amor por nuestra historia, que no nos gustará, pero es la que es, y lo peor de todo, no solo es enseñarla mal, es no recordarla, es dejar que sus huellas desaparezcan y sean meros trozos de piedra y objetos sin significado, y es sería una tragedia como lo fue la guerra, porque los herederos de todo aquello somos los que debemos conocer la historia no solo para volverla a repetir, que eso es muy difícil, pero si para ser más humanos y seres que recuerden, que sepan y críticos con nuestro presente porque conocemos nuestro pasado. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Oriol Estrada y Natalia Cabral

Entrevista a Oriol Estrada y Natalia Cabral, directores de la película “Una película sobre parejas”, en su vivienda en Capellades, el miércoles 6 de julio de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Oriol Estrada y Natalia Cabral, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a mi querido amigo Óscar Fernández Orengo, por retratarnos de forma tan especial. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a José Pablo Escamilla

Entrevista a José Pablo Escamilla, director de la película “Mostro”, en el marco del LATCinema Fest en los Cinemes Girona en Barcelona, el domingo 3 abril de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a José Pablo Escamilla, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Anna Vázquez de Gestión Cultural de Casa Amèrica Catalunya, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Kumjana Novakova y Guillermo Carreras-Candi

Entrevista a Kumjana Novakova y Guillermo Carreras-Candi, directores de la película “Tierra removida”, en el marco de La Inesperada Festival de Cine, en el Zumzeig Cinema en Barcelona, el sábado 26 de febrero de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Kumjana Novakova y Guillermo Carreras-Candi, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Miquel Martí Freixas y Núria Giménez Lorang, directores de La Inesperada, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Olga, de Elie Grappe

LO PERSONAL VS. LO COLECTIVO.

“Lo más importante del deporte no es ganar, sino participar, porque lo esencial en la vida no es el éxito, sino esforzarse por conseguirlo”.

Barón Pierre de Coubertin

En abril de 2015, en un ciclo de Cine contemporáneo polaco que tuvo lugar en la Filmoteca de Cataluña, visioné la película Mundial. Gra o wszystko, de Michal Bielawski. Un documental que se aproximaba a la experiencia de la selección polaca del fútbol en el Mundial del 82 celebrado en España, mientras en su país había protestas, ley marcial, militares en las calles y opositores inundando las cárceles. Una extraordinaria exploración sobre el deporte y la política, sobre lo personal y lo colectivo. Un proceso parecido al que ha realizado el  cineasta Elie Grappe (Lyon, Francia, 1994), que después de dirigir un cortometraje sobre danza, inmediatamente después codirigió un documental sobre una orquesta, donde conoció la experiencia de una violinista ucraniana que llegó a Suiza justo antes del Euromaidán (el nombre al que se le dio a las revueltas y protestas del pueblo ucraniano, entre noviembre 2013 y febrero de 2014, que derrocaron al presidente Víktor Janukóvich). A partir de esa idea nació Olga, su primer largometraje.

Con un guion de Raphaëlle Desplechin (del que hemos visto películas tan interesantes como Tournée, de Mathieu Amalric o Curiosa, de Lou Jeunet, entre otras), con el protagonismo de la citada Olga, una niña ucraniana de quince años, gimnasta de élite que debido a los ataques que sufre su madre periodista opositora al gobierno, es enviada a Suiza, la patria de un padre que apenas conoció, y a seguir entrenando para participar en el Campeonato de Europa que sirve de preparación para los Juegos Olímpicos. El director francés fusiona extraordinariamente el documento, rescatando imágenes reales de las protestas grabadas con el móvil por los propios manifestantes ucranianos con esas otras imágenes construidas para la película, que también podrían enmarcarse en el documento, ya que utiliza gimnastas de élite, pero pasado por el filtro de la ficción, creando un relato de muchísima fuerza, tensión, ejemplar naturalidad y sobre todo, una brillante y concienzuda aproximación a la complejidad de una persona exiliada por obligación y compitiendo, mientras su país está en mitad de un proceso revolucionario histórico.

Una apabullante cinematografía de Lucie Baudinaud, que ya estuvo en Suspendú (2015), cortometraje de Grappe, en la que sobresale su férrea cercanía, en la que filma los rostros, los cuerpos y el movimiento de las gimnastas. El estupendo montaje de Suzana Pedro, consigue sumergirnos de forma brutal e inmersiva tanto en ese mundo interior contradictorio y lleno de tensión en el que vive la protagonista, tanto en lo emocional, recibiendo esas imágenes, los videos con su madre y Sasha, su amiga y también gimnasta, como en lo físico, con sus duros entrenamientos, sacrifico y fuerza, y ese espacio de Magglingen, sobre Biena, encerrada en esas meseta estrecha de duro invierno y aislada. El magnífico trabajo interpretativo de la debutante Anastasia Budiashkina en la piel de la antiheroína que, al igual que Sabrina Rubtsova, que se mete en la piel de la citada Sasha, pertenecen al equipo de reserva de la selección de Ucrania de gimnasia, situación que le da a la película y a lo que está contando una verosimilitud y una intimidad extraordinarias, al igual que ocurre con el resto del reparto, todos son integrantes de equipos de gimnasia de élite, tanto preparadores como deportistas.

Estamos ante una película llena de matices, de complejidades y de una honestidad profunda y bien construida, donde no hay buenos ni males, ni ese odioso mensaje de superación ni nada que se le acerque. Aquí hay verdad, a través de la ficción, pero una ficción que podría ser la de cualquier persona que se halle en una situación tan difícil y dolorosa como la que vive Olga, una niña que se va a hacer mayor de repente y de forma intensa, y como pasa en estos casos, todo será traumático, violento y tremendamente tortuoso, una experiencia que la joven la vivirá como puede, entre dos aguas, entre su país, entre todo lo que ha quedado allí, su madre, su amiga del alma, sus raíces, su vida, contra donde está ahora, un exilio forzoso, una salvación que deberá gestionar emocionalmente y físicamente ente durísimos entrenamientos, un nuevo idioma del que no entiende la jerga y una nueva vida, que no resultará nada sencilla debido a los conflictos emocionales en los que está inmersa. Una protagonista que a pesar de los inconvenientes en los que se encuentra inmersa, demostrará una grandísima fuerza y compromiso ante todo y todos. Olga es una película que deberían ver todos los estudiantes y deportistas del mundo, porque no solo se acerca a la vida y al deporte como es, con sus alegrías, tristezas y vuelta a empezar. Toda una enseñanza y lo hace desde la humildad y la humanidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA