Nos encontramos en el Madrid de 1996. Lupe, una treintañera de aspecto frágil, vive, o podríamos decir, se desplaza como si fuese un zombie por las cuatro paredes de su casa, su terrible agorafobia le impide salir al exterior. Junto a ella, conviven su madre, Paquita, una mexicana devota y fiel a su clan familiar, que cuida de Pancho, hijo de Lupe, que odia a su madre. Ante semejante situación, Paquita decide, con la ayuda de una amiga, invocar el alma de Diego, hijo fallecido en 1981 para que ayude a Lupe a salir de su letargo emocional. La aparición de Diego en el entorno familiar abrirá la caja de pandora de los fantasmas del pasado, las heridas que siguen abiertas y piden a gritos ser cerradas para seguir caminando hacía delante. La debutante Betatriz Sanchis, cortometrajista de éxito, sitúa su película en el pasado, los conflictos interiores que nos dificultan nuestra vida, acercándonos a un personaje a la deriva, a una mujer que en el pasado formó un grupo de pop llamado Groenlandia junto a Diego y tuvieron un gran éxito, y en la actualidad vive atormentada por la muerte trágica de su hermano en un accidente de tráfico. Melodrama familiar con tintes fantásticos, en que la fotografía apagada, desdibujada y cercana de Alvaro Gutiérrez actúa como una proyección de la mirada de Lupe, que se debate en su tristeza y en la imposibilidad que tiene para enterrar sus fantasmas y afrontar de nuevo la vida a pesar de la ausencia del ser querido. Fábula urbana plagada de múltiples referencias musicales, el nombre del grupo Groenlandia remite a un tema musical de gran éxito en los 80 del grupo Zombies, vemos imágenes del grupo actuando en TVE en el programa La edad de oro”, cantando su éxito “Corazón automático”, (espacio que se mantuvo en antena de 1983 hasta 1985, que presentado por Palomo Chamorro dió buena cuenta de toda aquella efervescencia musical que se apoderó del país), así como la historia del hermano muerto, Diego, tiene grandes similitudes con la vida de Eduardo Benavente, líder del grupo Alaska y los Pegamoides, primero, y Paralísis Permanente después, que murió a los 20 años en un accidente de tráfico. Existe cierto desequilibrio entre su ajustado formalismo y la manera de expresar su vertiente emocional, en el que la labor interpretativa de Elena Anaya (el fantasma de la película), destaca por encima de las demás. Del resto de los otros intérpretes, algunos cumplen con su tarea, pero otros parecen no encontrar su sitio en la acción del relato. Sanchis se esfuerza en realizar una película sobria y contenida que vaya creciendo a nivel emocional, en cierta manera lo acaba consiguiendo, pero no transmite toda la profundidad que debería. Un filme estimable de apariencia dulce pero de entramado complejo que, en el último Festival de Málaga se alzó con los premios a la mejor actriz para Elena Anaya, y los galardones del Jurado, banda sonora y jurado joven. Una historia susurrada que cuenta más de nosotros mismos de lo que en una primera mirada podríamos esperar, porque como es bien sabido, los fantasmas que más miedo provocan son los que nacen en nuestro interior.
En la última década el cine rumano ha demostrado con creces su buena salud, pariendo historias de gran crudeza con planteamientos estilísticos similares, y filmadas de forma directa. Relatos de gran crudeza que han repasado su reciente historia, desde los últimos días de la dictadura de Ceausescu en la magnífica, 4 meses, 3 semanas y 2 días (2007), de Cristian Mungiu, que se alzó con la Palma de Oro en el Festival de Cannes, así como otras cintas que planteaban historias situadas durante la post-dictadura y la Rumanía actual, como La muerte del Sr. Lazarescu (2005), de Cristi Puiu, 12:08 Al este de Bucarest (2006), de Corneliu Porumboiu, y Martes, después de Navidad (2010), de Radu Munteau, todas ellas valoradas internacionalmente en los certámenes más prestigiosos del mundo. Madre e hijo, de Calin Peter Netzer continúa la misma senda trazada por sus predecesoras tanto a nivel formal como argumental, sumergiéndonos en una historia durísima donde el amor de una madre hacia su hijo traspasa la frontera emocional convirtiéndose en una relación destructiva, posesiva y manipuladora. La historia arranca cuando Barbu, un joven desorientado que anda por la treintena, atropella y mata con su automóvil a un niño de 11 años. En ese momento, Cornelia, su madre, de clase alta y mujer influyente moverá todos sus hilos a su alcance para evitar por todos los medios el encarcelamiento de su hijo. Las tensiones entre madre e hijo no tardarán en florecer de manera brutal, los insultos y reproches destapan una relación enfermiza entre la madre y su hijo. La mise en scène de Netzer es agobiante, sigue con su cámara de manera asfixiante a sus criaturas, como si se encontrasen atrapadas en una telaraña que los ahoga. Las secuencias de gran tensión las filma con tomas largas en las que dos personajes dialogan en constante tensión a punto de saltar por los aires. Son especialmente significativas las protagonizadas por la madre: sobornando al testigo del accidente, otra con la novia de su hijo, y la que tiene con su hijo. Destacar también, la secuencia que cierra la película, donde madre, hijo y nuera acuden a mostrar sus condolencias a la familia del niño fallecido, rodadas con planos cortos y sin música, elemento ausente durante toda la película. Un relato de personajes y las relaciones enfermizas que se generan entre ellos, en este melodrama familiar que fue galardonado con el Oso de Oro y el premio Fipresci de la crítica internacional en la 63º edición del Festival de Berlín por un jurado presidido por el cineasta Wong Kar Wai. Unos actores magníficamente bien dirigidos, donde destaca de forma magistral la presencia de la actriz, Luminita Gheorghiu, que interpreta a esta madre devoradora, (que nos recuerda a la Lola Gaos de Furtivos), convertida en unade las figuras principales por su participación en buena parte de las películas de este nuevo cine rumano, que de forma humilde está generando historias muy contundentes y sólidas que están abriéndose paso de forma excelente en el actual panorama del cine.
El 14 de Mayo de 2011, Dominique Strauss-Kahn, director del FMI era detenido en el aeropuerto de Nueva York, acusado de agresión sexual e intento de violación a una empleada negra en la suite del Sofitel New York Hotel. Welcome to New York, de Abel Ferrara toma como punto de partida este affaire para construirnos un ejercicio que, como se nos anuncia en el texto que precede a la película, juega a representarnos lo que fue, apropiándose de unos hechos que ocurrieron en la realidad y que no llegaron a ser esclarecidos del todo durante el proceso judicial que se levó a cabo. Estructurado en tres partes bien diferenciadas: durante el primer tercio, asistimos a una bacanal de sexo y lujuria, rodada como si fuese una soft porno, luego, nos presentan el ataque sexual de Devereaux (sosias de Strauss-Kahn) a la camarera y la posterior detención y encarcelamiento, aquí Ferrara, echa mano de la forma cinematográfica de Haneke, para mostrar toda la frialdad y contundencia del aislamiento en el que se ve sometido el magnate. En el último tramo, la película vuelve a cambiar el tono cuando aparece en la función Simone, la mujer de Devereaux, en la que las discusiones, tensiones y reproches del matrimonio inundan la pantalla, unas secuencias filmadas de forma realista y cruda en los interiores del domicilio donde tuvo su arresto el acusado. Ferrara interesado en personajes en estado de degradación que se mueven por ambientes malsanos y mugrientos que son seguidos por su cámara de forma fría escarbando en sus miserias y miedos: la yonqui de Ángel de venganza (Ms. 45. 1981), el policía de Teniente corrupto (Bad lieutenant, 1992), los vampiros de The addiction (1995), los gánsteres de El funeral (the funeral, 1996). En Welcome to New York cambia de escenario, pero no de personajes a la deriva emocional. El cineasta neoyorquino dibuja a Devereaux como un depravado sexual (magnífico el registro de Depardieu), que muestra sin ningún tipo de tapujos su inmensa anatomía, que parece una morsa marina en continúo celo. Un hombre enfrentado a sus miserias y debilidades, un individuo podrido de dinero que se muestra incapaz de mantener su lívido en paz, que tiene una nefasta relación con su hija, y su mujer, que veía en él al futuro presidente de la República Francesa. Una Simone, protagonizada por Jacqueline Bisset, (maravilloso contrapunto de Depardieu), una esposa que fabrica un personaje sofisticado que se siente incapaz de controlar a su marido, y a la vez, sus ansías de poder le ciegan para enfrentarse a una realidad alejada de sus delirios de grandeza. Ferrara continúa mostrándonos la parte oscura del alma humana, en un mundo dominado por el dinero y por los más bajos instintos. Nos coloca delante de un espejo deformado que nos devuelve el reflejo de una sociedad llena de suciedad y mugre que se mira demasiado a sí misma.
“Tú no quieres estar conmigo, quieres que yo este contigo”
¿De qué seríamos capaces de renunciar por seguir con la persona de la que nos hemos enamorado? Alex y Sergio son una pareja de Barcelona que llevan 7 años juntos y quieren tener un hijo. Alex, fotógrafa, le ofrecen una beca de 1 año en Los Angeles, a partir de ese momento mantendrán su relación mediante la pantalla del ordenador. 10.000 KM, de Carlos Marques-Marcet es la crónica de cómo un amor sólido se ve maltratado debido a las circunstancias en las que se ve sometido. El realizador catalán, afincado en Los Ángeles, hizo un viaje parecido al de su protagonista hace seis años, de aquellos sentimientos y miedos nació su película, en la que aborda el tema de la necesidad de irse fuera a nivel profesional con los problemas que eso conlleva a nivel afectivo. Alex es independiente, quiere tenerlo todo sin renunciar a nada, por el otro lado tenemos a Sergio, que cree en el amor por encima de todo. Dos maneras antagónicas de posicionarse ante la disyuntiva de enamorarse y mantener una relación sentimental. Marques-Marcet construye una película sincera y emotiva, y también, muy dura. El proceso que siguen estos personajes que se ven abocados a enfrentarse a ellos mismos y a investigar la naturaleza real de sus sentimientos. El arranque de la película en un minucioso y espectacular plano secuencia de unos 20 minutos donde el director nos introduce la acción, y pone en situación al espectador, deja paso a una realización básicamente en interiores donde abundan las secuencias y planos cortos, y sobre todo, el discurso en el que sustenta la película, el plano real en Barcelona/Los Ángeles y su contraplano virtual en la pantalla del ordenador. Alex y Sergio se ven abocados a la ausencia del otro, a la falta del yo, a vivir un amor sin el contacto físico, a estar en una relación donde el otro se encuentra en el mismo espacio, pero de un modo diferente, sólo está de forma virtual, sólo habita en una pantalla, pero se encuentra en otro lugar y en otro tiempo. La película aborda el tema de las nuevas tecnologías, de cómo los nuevos medios para comunicarse están cambiando nuestras formas de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás. El cineasta catalán, debutante con esta película, ha fabricado una historia hija de su tiempo, un relato que plantea situaciones que se viven en la actualidad. Podríamos verla como un análisis profundo sobre los límites de comunicación, y también de cómo sorteamos y reaccionamos ante los embates de la vida, de las decisiones que tenemos que afrontar en las diferentes situaciones que nos colocan las circunstancias vitales. Película que arrasó en el último Festival de cine de Málaga, donde recogió el primer premio, director, actriz, y guión. Un relato donde la pareja protagonista, Natalia Tena y David Verdaguer, estupendos en sus registros, destila mucha química y hace creíble unos personajes que se expresan a base de miradas y silencios. 10.000 KM es una historia que nos habla sobre el amor y la comunicación, pero también sobre lo solos que nos sentimos, aunque estemos rodeados de dispositivos para comunicarnos, porque al fin y al cabo, cómo le ocurría al protagonista de Her, de Spike Jonze, que se enamoraba de un sistema operativo informático en un futuro no muy lejano, las nuevas tecnologías quizás hacen nuestra vida más cómoda, pero no más feliz.
Seguimos con la sección de TALENTS, la que apoya a aquellos cineastas que atesoran menos de 3 realizaciones, y que en un futuro no muy lejano, deberían consolidarse con sus nuevas miradas y propuestas: EL FUTURO, Luis López Carrasco. Una de las películas más esperadas del Festival por albergar tantos alicientes. Por un lado, su director, 1/3 del colectivo Los hijos, que debuta en solitario, una película vista en Locarno y Sevilla, festivales en los que tuvo una gran acogida de crítica y público, y por otra parte, el tema que desarrolla, una mirada hacía el pasado desde el presente, mirar hasta el contexto de aquel año 1982, cuando ganó el PSOE las elecciones, y parecía que el futuro se antojaba lleno de esperanza. Treinta años después, estamos aquí y ahora. El cineasta español plantea su película en una fiesta, en la que suenan éxitos musicales que retratan y relatan los tiempos que se vivían, apenas se escuchan las conversaciones de los jóvenes, alguna mínima alusión al terrorismo y poco más. Rodada en 16mm, la apuesta de López Carrasco es una obra muy interesante que juega de manera reflexiva, divertida y fresca en un ejercicio de auto crítica con los tiempos pasados, presentes y futuros. LOS POSIBLES, de Santiago Mitre, J. Onofri Barbato. El director de El estudiante, película que se pudo ver en el D’A hace un par de temporadas, vuelve al Festival con una propuesta radicalmente diferente, una obra sin diálogos que sigue un espectáculo de danza junto al coreógrafo Juan Onofri Barbato, un relato que propone un diálogo entre los diferentes cuerpos de los bailarines y el movimiento que van produciendo. Una película de extraordinaria belleza visual, que quizás la naturaleza de su discurso juega en su contra, porque la fuerza de sus imágenes, el espacio vacío donde se desarrolla la acción, y la cámara de Mitre, que filma magníficamente la danza, brillan con luz propia y desequilibra, en cierta medida, el contenido de la obra, donde la forma cinematográfica queda por encima del relato. STOP THE POUNDING HEART, de Roberto Minervini. Una obra que se sitúa en Texas, en una comunidad granjera profundamente religiosa y practicante que choca de manera frontal con los deseos e ilusiones de Sara, una de las cuatro hermanas de la familia en la que se centra la película. Minervini opta por un discurso híbrido que fluctúa entre el documental y la ficción, ya que sus personajes son habitantes reales de la zona y se interpretan a sí mismos. Unos individuos que se mueven entre las tareas diarias con los animales, el tiro y el rodeo. La contrariedad que sufre la joven protagonista entre lo que siente por un joven de su misma edad, que se dedica al rodeo, y lo que le dicta la tradición familiar, gestiona una propuesta de gran belleza visual, que juega de forma admirable con los tiempos, y además es una excelente historia sobre el amor, el deseo y la fe en uno mismo, que ya obtuvo aplausos Cannes y Toronto.
La sección más imaginativa y combativa del festival en esta edición ha sido sin lugar a dudas la de UN IMPULSO COLECTIVO, comisariada por el crítico Carlos Losilla, apoyaba a los autores emergentes del panorama actual del cine español, a ese grupo de autores que han ido apareciendo en los últimos años con obras realizadas a contracorriente, con grandes dosis de imaginación, ilusión y entusiasmo, que han aterrizado en el panorama cinematográfico español con nuevas propuestas imaginativas y rompedoras. LOS PRIMEROS DÍAS, de Juan Rayos. La cámara de Rayos sigue durante dos años el proyecto teatral de La Tristura, que consiste en levantar una obra protagonizada por 4 niños de 9 años en la cual se desarrollan temas sobre la actualidad. El objetivo de Rayos se centra en los ensayos, los diálogos, los viajes, los bolos, y sobre todo en las relaciones y la comunicación que se van desarrollando y creando entre los jóvenes actores y sus directores. Niños que sueñan, que crecen, maduran y observan el mundo desde su mirada aún inocente en contraposición con la de los mayores. Una propuesta muy fresca y divertida que aunque tenga momentos más logrados que otros, no deja de sorprender y alegrarnos mediante su sinceridad. SOBRE LA MARXA, de Jordi Morató. Una de las películas más interesantes de todo el certamen. Nacida del Máster de documental de la UPF, uno de sus alumnos más aventajados, ayudado por material de archivo rodado en vídeo, consigue atraparnos y conmovernos contándonos la vida de Garrell, un ser que movido por sus ansias de libertad y de contacto con la naturaleza se construyó una ciudad a base de madera e infinito ingenio, fortaleza y sabiduría. La mezcla de found footage y el documento nos lleva irremediablemente al universo de Herzog. Una mirada sobria y elegante sobre un refugio a la vez que real e imaginario, donde la tenacidad del hombre puede soportar cualquier tipo de agente amenazador a los que se ve sometido el mundo de Garrell. Una obra sugerente y estimulante sobre la capacidad del hombre en contraposición con el mundo civilizado, que con sus ansias de riqueza acaba arrasando con todo. UNE HISTOIRE SEULE, de Xurxo Chirro, Aguinaldo Fructuoso. Los dos realizadores nos presentan una película sobre el cine y el deseo del viaje. La idea consistía en viajar hacía las ciudades de Ginebra y Rolle, lugar de residencia de Godard y conocer al venerable cineasta. Uno de los autores que vive en la zona grabaría las imágenes con un móvil IPhone S4, y enviaría al otro las filmaciones que iría montando. El resultado es una película que interacciona directamente con el público, con el propio Godard y todo su imaginario aludiendo a otros elementos como Borges y Benjamin. Una propuesta que a ratos resulta muy imaginativa y sorprendente y en otros, el conocimiento de la obra gordiana resulta imprescindible para seguir la acción. URANES, de Chema García Ibarra. Una de las propuestas más sencillas y emotivas y divertidas del festival. El realizador alicantino, autor de algunos de los cortometrajes más interesantes de los últimos años, nos propone una aventura que navega por varios e inusitados elementos: el fake, la comedia, la ciencia-ficción y el musical. Todo mezclado para contarnos la vida y milagros de José Manuel, un joven que nació con una discapacidad mental que sueña con ser director de cine. La película habla sobre el hecho de seguir siendo uno mismo, a pesar de las dificultades que uno se va encontrando. A ratos es un film emotivo, a otros, tiene un sentido del humor irreverente y cínico que atrapa a todo espectador que se precie.
Seguimos en el camino y ahora nos detenemos en la sección de À TOUTE VITESSE, una propuesta interesante del festival en la que se abordan películas que tienen en común dos elementos: se trata de obras debutantes, y en todas ellas se abordan el tema de la adolescencia, ese difícil estado por el que pasamos todos. Ese tránsito entre la niñez que dejas y el mundo adulto que empiezas a conocer. MACONDO, de Sudabeh Mortezai. La acción se desarrolla en Macondo, un barrio humilde de la periferia de Viena que acoge a refugiados de 22 nacionalidades diferentes que esperan pacientemente el asilo austriaco. El relato se centra en Ramasan, un niño checheno de 11 que vive con su madre y sus dos hermanas pequeñas. La ausencia del padre muerto en la guerra marca la vida del pequeño que se debate entre la tradición de su cultura, que conlleva la responsabilidad de su familia ya que se ha convertido en el hombre de la casa, y las típicas travesuras de un niño de su edad. La aparición de un amigo del padre desestabilizará la vida de Ramasan y este hecho le llevará a madurar más rápido de lo que esperaba. La cámara de Mortezai sigue a su criatura, utiliza un único punto de vista, a la manera del cine de los Dardenne, que parecen haber sentado las bases de cómo filmar historias protagonizadas por adolescentes desprotegidos. Una obra madura que aborda un tema difícil, aunque a veces, todo hay que decirlo, se define muy por encima cuando debería ser más contundente. PUPPYLOVE, de Delphine Lehericey. La directora suiza fija su objetivo en Diane, una adolescente el pleno despertar sexual. Es una joven que se siente apocada con los chicos hasta que conoce a Julia, una chica desinhibida que experimenta con el sexo de forma liberal. La propuesta de Lehericey es muy fresca y divertida, un relato sobre la libertad y el deseo del sexo como forma de placer y auto conocimiento personal. Un relato con dos actrices en estado de gracia, la historia del patito feo que gracias a una amiga logra sentirse bien consigo misma y superar los complejos y sus prejuicios morales. Apoyada en una score que acompaña de forma admirable a las imágenes. Un estimulante debut que te hace pasar un buen rato a la vez que te hace reflexionar en una sociedad que piensa mucho y siente muy poco.
Hasta aquí la crónica de la cuarta edición del Festival de Cinema D’Autor de Barcelona, al final fueron 17 títulos. El año que viene esperemos y deseemos que levanten el telón de la quinta edición para así volver a disfrutar con el cine de autor más interesante. Por ahora, gracias y felicidades por el Festival!!!!
El pasado 4 de mayo el Festival Internacional de Cinema D’Autor de Barcelona echaba el cierre, atrás quedaban 10 días de abrumador e intenso cine. El D’A ha ofrecido en esta edición, la número 4, 62 títulos repartidos en 7 secciones (Direccions, Sessions Especials, Talents, Un Impuls Col.lectiu, À toute vitesse, Auditoria Catalana y la Retrospectiva a Denis Coté), amén de la película inaugural y clausura. Ahora toca recogerse, como se decía antes, y hacer análisis de todo lo visto que no ha sido poco, aunque como suele ocurrir en casos como el que nos atañe, uno siempre acaba con la sensación de haberse perdido nombres y títulos que debería haber visto, y por otro lado, uno piensa que debería haberse perdido algún título de lo visto por otro que no vio. Pero, es el mismo cuento de siempre, y la naturaleza festivalera invita a eso mismo, que no es otra cosa que a acudir a los certámenes a descubrir, experimentar y sobre todo, a dejarse llevar por todo lo que uno vea que en cualquier caso, nunca será mucho ni poco.
Arrancamos esta crónica del D’A con la sección DIRECCIONS, quizás la más potente del festival, la que mira a los más granado autoral de la temporada: EXHIBITION, de Joanna Hogg. Ejercicio interesante sobre el espacio que nos propone la realizadora británica en su tercer largometraje. Huyendo de cierto tipo de convencionalismo clásico, Hogg reflexiona sobre la relación de los seres humanos y el espacio que ocupan. En este caso, una casa, en la que han habitado durante más de 17 años la pareja protagonista, él, arquitecto, y ella, artista performance, que viven y trabajan en este medio. La cámara de Hogg lo retrata de manera distante, mecánica y fría, haciendo especial hincapié en como las personas nos relacionamos con nuestro entorno próximo, y acabamos confundiéndonos con nuestros objetos, y sobre todo, de qué manera nos llegamos a sentir desnudos alejados de estos. LA JALOUSIE, de Philippe Garrel. Uno de los nombres más importantes del cine francés desde la segunda mitad del S. XX, con más de 30 títulos a sus espaldas. Después de Un verano ardiente, dónde trabajó con el color, vuelve a su hábitat natural, a su blanco y negro, a sus historias íntimas y sentimentales, a sus personajes perdidos y a la deriva, a los celos y a las infidelidades. Esta vez nos muestra una pieza de cámara, protagonizada por sus dos hijos, Louis y Esther, que curiosamente hacen de padre e hija. El relato es más ligero, más íntimo y con más humor que sus anteriores trabajos. En algunos momentos nos recuerda a Rohmer, pero Garrel sigue a lo suyo, continúa reflexionando de manera brillante sobre las inquietudes y constantes que vertebran todo su cine: el amor y sus consecuencias. O HOMEM DAS MULTIDÕES, de Cao Guimarães, Marcelo Gomes. Basada libremente en un cuento de Edgard Allan Poe, nos sumerge en la vorágine de una gran ciudad brasileña, que podría tratarse de cualquier urbe, para centrarse en la figura de un apocado y callado conductor de trenes, que lleva una vida austera y muy disciplinada, alejada de sorpresas. Todo cambia el día que una compañera de trabajo lo invita a salir. Entre los dos nace una relación donde abundan los silencios y las miradas en la que apenas se dirigen una palabra. La película brasileña añade el atractivo de haberse rodado en un formato curioso, el 3×3. Un ejercicio estimulante que en su propuesta sencilla y directa nos vienen ciertos ecos del cine de Kaurismaki. El relato es interesante en su descripción de cómo las grandes urbes anulan a sus ciudadanos convirtiéndolos en meros autómatas. REDEMPTION, de Miguel Gomes. Pieza de 27 minutos dirigida por el autor de Tabú, nos ofrece un ejercicio dónde nada es lo que aparece. Apoyándose en imágenes de archivo históricas y domésticas donde se relata las vidas de diferentes personas que desconocemos, acompañado de unas voces en off de diferentes idiomas. Una obra experimental de profunda carga poética en el que al final se desvelará la intención que persigue mostrándonos la identidad de los protagonistas. Trabajo donde Gomes sigue experimentando con su tema favorito: la memoria. Su película nos remite a Human remains (1998), de Jay Rosenblatt, cortometraje que utilizando imágenes de archivo domésticas profundizaba en la parte humana y desconocida de algunos de los dictadores del S. XX (Hitler, Mussolini, Stalin, Mao Tse Tung, Franco).
STRAY DOGS, de Tsai Ming-Liang. El cine del taiwanés está estructurado a través de mecanismos que viajan a contracorriente del mundo veloz, caótico y desenfrenado en el que nos movemos. Su cine es todo lo contrario, sus planos secuencia larguísimos, su modo de observación y contemplación de la sociedad que le rodea, su mirada onírica, y a veces malsana y su peculiar manera de observar a sus personajes, le han convertido en uno de los directores contemporáneos más estimulantes e interesantes. Aquí nos retrata una familia que componen la pareja y sus dos hijos que viven, o tendríamos que decir, sobreviven en un edificio ruinoso sin más ilusiones o esperanzas que las que les depara el día a día. El plano final con el que cierra su película, (de 20 minutos de duración, donde encuadra a sus dos protagonistas) se convierte así en el mejor ejemplo donde se apoya su admirable radicalismo cinematográfico. VIC + FLO ONT VIU UN HOURS, de Denis Cõté. El realizador quebequés vuelve a mostrarnos un relato opresivo, cerrado y sin fisuras. Ahora se interesa por una mujer sesentona que acaba de salir de la cárcel y para escapar de su entorno huye a una cabaña en el bosque que pertenece a su familia. Unos días después, llega su compañera de celda con la que mantiene una relación. La apacible búsqueda de la paz en la naturaleza, no resulta tan tranquila como pretendía. Las constantes en el cine de Cõté aparecen: el aislamiento, la incomunicación, la dificultad de mantener relaciones y las amenazas interiores y exteriores del ambiente. Cõté se toma su tiempo para introducirnos en su territorio malsano y corrompido, sus dos criaturas no sólo tienen que convivir con sus problemas sino que algo del exterior, en este caso del pasado, vuelve a pedir cuentas. SHIRLEY: VISIONS OF REALITY, de Gustav Deutsch. La propuesta de llevar a la ficción 13 de las grandes pinturas del pintor norteamericano Edward Hopper, se antojaba a la vez que atractiva, tremendamente sugerente. El planteamiento del realizador austriaco se basa en contarnos 30 años de la vida de una estadounidense y los acontecimientos históricos que va viviendo: desde la época de la gran depresión hasta el macarthismo. Quizás el estatismo que decora toda la película corre en su contra, y también, cierto ensimismamiento en la contemplación de la pintura hopperiana. Una obra visualmente conseguida en trasladar el universo extraordinario del pintor, pero en cierto modo, es en ese sentido donde el relato pierde fuelle y su propia naturaleza juega en su contra, regodeándose en su apariencia y olvidándose de su contenido. CUBA LIBRE, de Albert Serra. Pieza de 20 minutos, filmada como homenaje al músico Günther Kaufmann, habitual de las películas de Fassbinder. Mientras Serra rodaba para el Festival Documenta de Kassel una obra sobre Hitler, Goethe y Fassbinder de una duración de 10 horas, tiene conocimiento del fallecimiento del músico, y aprovecha para rendirle un sincero y digno homenaje con este trabajo en el que un músico amigo suyo de raza negra canta tres canciones de Kaufmann en un bar de decoración setentera. Un trabajo brillantemente bien filmado que atrapa al espectador con la música que nos recuerda al universo del cineasta alemán.
Años 70, Texas. Bob y Ruth son una joven pareja de fugitivos enamorados que viven de cometer delitos. Ella se queda embarazada. Después de un atraco frustrado, la policía los atrinchera en una casa de campo y Ruth mata accidentalmente a uno de los guardias. Bob asume la responsabilidad y es arrestado. Lo condenan a cuatro años de prisión, durante los cuales mantiene contacto con su mujer a través de cartas que se envían. Un día se escapa para volver a estar con su mujer y conocer a su hija. En un lugar sin ley, de David Lowery es un relato lírico y melancólico sobre una manera de vivir al margen de la ley, de dos personajes abocados a un destino fatalista. Bob y Ruth son jóvenes y despreocupados, viven el momento y no sienten el peso de la vida ni piensan en el futuro. El objetivo de Lowery se sitúa como observador, no interviene en la acción, no juzga a sus criaturas, las mira y las sigue, acercándonos a su devenir diario y su historia. La cinta se abre con el título de: Sucedió en Texas… El realizador norteamericano nos habla del mito y la leyenda, de la fascinación que tiene el público estadounidense de convertir a los delincuentes en meras leyendas y héroes. Lowery se toma su tiempo para contarnos la película (destaca su bellísima composición visual, no obstante, Lowery ha sido montador de Umpstream color). Una acción que se desarrolla a través de lugares cerrados y oscuros, en la que predomina una luz apagada y mortecina, la ausencia de espacios abiertos nos envuelve en una relato donde la atmósfera es un personaje más, con unas criaturas que se mueven principalmente de noche y entre tinieblas. En un lugar sin ley es una película deudora del cine norteamericano de los 70, del western crepuscular que popularizaron directores de la talla de Peckinpah, y sobre todo, Robert Altman, Los vividores (1971) y Ladrones como nosotros (1974), (esta última remake de Los amantes de la noche (1948), de Nicholas Rey) son dos películas muy presentes en la cinta de Lowery. Amén de rescatar a Keith Carradine –actor fetiche en las dos obras de Altman-, en un personaje muy característico de los de Altman, un maduro tendero, cansado de todo, que actúa como padre-protector de la joven, que actúa como equilibrio perfecto a la pareja protagonista, Casey Affleck y Rooney Mara, magníficos en sus registros, como pareja desdichada por el amor y el destino. También, como es lógico, nos vienen a la memoria aquellas películas protagonizadas por jóvenes rebeldes que vivían al margen de la ley: Sólo se vive una vez (1937), de Fritz Lang, Bonnie & Clyde (1967), de Arthur Penn, y Malas tierras (1973), de Terrence Malick, quizás es evidente la influencia con esta última, y en cierto modo, en muchos conceptos y elementos del cine de Malick, aunque, también es cierto, que Lowery ha logrado acercarse al cine setentero estadounidense desde una posición seria e inteligente, sin caer en el pastiche, pariendo una obra aterradoramente poética dotada de gran belleza y romanticismo.
Entrevista a Neus Ballús, directora de “La plaga”. El encuentro tuvo lugar el Miércoles 9 de abril en Barcelona, en la oficina de su productora, El Kinògraf.
Mi sincero agradacemiento a Neus Ballús, por su tiempo y generosidad, y a David del Fresno, amigo y cómplice, por su gran labor técnica.