Arranca la película explorando el origen de la palabra fotografía, nos cuentan que proviene del griego, de la palabra “photos”, que significa luz y “graphis” que significa dibujo, escritura. Así que, su significado sería “dibujar o escribir con la luz”. Wim Wenders (Düsseldorf, 1945), cineasta y fotógrafo alemán, de amplísima trayectoria con más de 30 títulos, desde que debutase en 1970 con Verano en la ciudad, con experiencia en retratos sobre diversas figuras artísticas: se ha acercado y reflexionado sobre cineastas y el cine, Nicholas Ray, Yasujiro Ozu…; sobre música, trova cubana y el soul americano, o sobre danza con la figura de Pina Bausch. Un cineasta que aborda de manera magnífica y sincera la figura del fotógrafo Sebastião Salgado (Aimorés, Minas Gerais, Brasil, 1944), que después de dedicarse un tiempo a la economía, en 1973, decidió dejarlo todo, comprarse un equipo de fotografía y dedicarse a su pasión. Empezó recorriendo Sudamérica, captando con su cámara las diferentes culturas indígenas y sus maneras de vivir. Ese viaje encendió su conciencia social y trazó su camino, su trabajo se dedicaría en denunciar la injusticia retratando la guerra, el hambre, los refugiados y desplazados, los trabajadores… Una fotografía siempre en blanco y negro, luminosa, bellísima (que a principios del 2000, le llevó a duras críticas por parte de intelectuales de la talla de Susan Sontag o periodistas del Times, que le reprochaban que la belleza de sus imágenes sobre la exposición de la miseria humana, le podían hacer perder la autenticidad de la misma, situación que obvia la película). Su trabajo le ha llevado a convertirse en un viajero incansable, desde principios de los 80 ha estado en todas las guerras y conflictos humanos que han ido sucediendo a lo largo y ancho del mundo (las guerrillas latinoamericanos, la hambruna de Etiopía, en la guerra de Irak –con la quema de los pozos de petróleo-, la guerra de los Balcanes, la de Ruanda, etc…), su conciencia social le ha llevado a recorrer el mundo inmortalizando con su objetivo el terror, la tragedia y miseria humana. En su última guerra se detuvo, no pudo más, se retiró y busco refugio en sus orígenes, donde nació, un lugar desértico y erosionado, que con la ayuda de su familia, su mujer Léila, -fundamental en su obra- replantaron y lo convirtieron en un ecosistema lleno de naturaleza viva repleta de árboles, vegetación, agua y animales. Aquella vuelta a sus orígenes, lo devolvió a la fotografía, a sus viajes para retratar la naturaleza ancestral, la que seguía virgen y alejada del mundo civilizado, y a las culturas que vivían en esos medios salvajes y vivos. Wenders, acompañado de Juliano Ribeiro Salgado, -hijo mayor del fotógrafo- nos invocan a un viaje y a un encuentro entre el cineasta y el fotógrafo, a recoger de forma profunda y reflexiva, a través de imágenes de archivo y actuales, la trayectoria humana y profesional de Salgado, que va relatando su vida, de una forma sincera, nos habla de su exilio en París, debido a la dictadura en Brasil, el desarrollo de su trabajo, las situaciones que más le emocionaron, los momentos dulces y duros de su experiencia. Los cineastas nos muestran la cara humana del fotógrafo, la que no vemos, lo que queda detrás de la imagen. El fotógrafo brasileño nos cuenta que la fotografía ya no es un objeto, es un concepto. Una vida dedicada a mostrar lo que nos rodea, al retrato humano de la tragedia, a explorar y dar luz a todos aquellos que no la tienen, a los invisibles, a los que viven apartados, a todos y cada uno de ellos Salgado les ha dedicado su tiempo y su trabajo. Documento no sólo sobre un fotógrafo y su obra, sino también sobre una manera de vivir, de sentir y sobre todo, de mirar la vida en todos los sentidos y de cualquier fomra, la humana, la animal, la vegetal y la mineral. La película nos invita a cerrar los ojos, a mirarnos y mirar con el corazón, volviendo a nuestro interior, a los orígenes, a lo más insignificante y a lo más pequeño.