My Sunny Maad, de Michaela Pavlátová

LAS MUJERES AFGANAS. 

“No estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar, estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar”.

Angela Davis

La novela “Frista”, de la corresponsal de guerra y activista humanitaria Petra Procházková, en la que explica su experiencia personal de su matrimonio con un afgano desde un modo realista, crudo, muy profundo y sensible, a través de aquellos viviendo en el Kabul post talibán. La cineasta Michaela Pavlátová (Praga, Chequia, 1961), encontró en la novela de Procházkova la materia perfecta para hablar de una mujer checa en mitad de una sociedad completamente diferente en la que su amor se verá sometido a la voluntad de una sociedad machista. Un guion escrito por Ivan Arsenyev y Yaël Giovanna Lévy, donde nos explican de un modo muy cercano y transparente la vida de Herra, una joven solitaria universitaria que conoce a Nazir del que se enamora, y con él se van a vivir a Kabul en Afganistán, ese país aún militarizado y recogiendo los escombros de años de dictadura talibán. En ese contexto tan extraño para ella, vivirá con la familia de su amado: un abuelo liberal que defiende los derechos de la mujer, una cuñada maltratada por un marido celoso y estúpido, y la llegada de Maad, un niño discapacitado y abandonado que Herra y Nazir acogen como su hijo. 

La película muestra con claridad y solidez el conflicto social que impregna la atmósfera de la historia, con el trabajo en la embajada estadounidense y el choque entre una vida conservadora y patriarcal con otra más moderna y equitativa. El exterior de Kabul queda reflejado al detalle y sin estridencias de ningún tipo, en el interior del hogar, donde se desarrolla la trama de la película, en la que con intimidad e intensidad sorprendentes, vamos conociendo los diferentes roles de las mujeres frente a los hombres, la invisibilidad en la que viven y el sometimiento continuo. La cinta huye del manido film de buenos y malos, para adentrarse en una investigación profunda y magnífica desde la posición de la mujer, pero sin caer nunca en discursos y proclamas panfletarias, todo está muy bien medido y ajustado a la personalidad de cada mujer, de cómo cada una reacciona ante la injusticia y demás situaciones adversas que se producen en el interior de ese hogar afgano. Seguimos la experiencia de Herra en su eterno conflicto de una europea avanzada y capacitada en un rol completamente diferente siendo la esposa de un hombre, aunque veremos su evolución y su resistencia a no ser solo eso, a ser más, a ser ella y tener un trabajo y ser madre de un modo diferente muy alejado a lo convencional. 

La película se detiene en la mirada y el gesto de las mujeres, en sus diálogos y confidencias y apoyo emocional. En ese sentido, la película nos habla como a susurros, sin alzar la voz, ni recurrir a recursos tramposos y condescendientes, sino optando por acercarse a una realidad que, a veces puede ser muy compleja y llena de oscuridades. Con un estilo visual impecable y lleno de concisión, la película trabaja a partir de una animación realista, en la que consigue mostrar y ser explícito cuando la situación lo requiere, donde la animación se convierte en el mejor vehículo para contar todo aquello que está ahí, pero que no vemos sino escarbamos con decisión. La parte técnica es magnífica, porque nos acerca y a la vez, nos sitúa en esa posición de testimonio asistiendo a esa mezcla de dureza, incertidumbre y humor, a partir de la entrada de Maad, el niño discapacitado que aporta madurez, inteligencia y muchas risas, por su forma de enfrentarse al conflicto y la injusticia. Tenemos a los músicos y hermanos Evgueni y Sacha Galperine, que han compuestos bandas sonoras originales para nombres tan importantes como los de Asghar Farhadi, Andrey Zvyagintsev, François Ozon, Kantemir Balagov, Marjane Satrapi, Audrey Diwan, entre otras, que componen una música muy especial que detalla esas partes duras de la historia, así como esos otros instantes donde la armonía y la familiaridad se tornan más evidentes y cercanas. 

Creo que sería una buena noche de cine la sesión doble que compondrían My Sunny Maad, por un lado, y Las golondrinas de Kabul (2019), de Zabou Breitman y Eléa Gobbé-Mévellec, otra joya incontestable de la animación, en la que nos sumergían en la situación de Zunaira y Mohsen, dos jóvenes enamorados, en medio de ese Kabul dominado por los talibanes, que resisten a pesar de todo y todos. Déjense de las fábulas simplistas y las mentiras que les han contado desde los medios internacionales que abogan por la transparencia y el rigor informativo, cuando solo son escaparates de la política internacional interesado y especulativa, que cuentan una versión muy alejada de la realidad y sobre todo, de la intimidad de la vida real y cotidiana de las afganas y demás, en un país que lleva décadas azotado por la cruenta e inútil guerra que ha destrozado anímicamente y físicamente un país lleno de riquezas y no me refiero a las materiales, sino a las emocionales, a las que valen de verdad. My Sunny Maad, de Michaela Pavlátová es uno de esos estrenos que merecen y mucho el coste de la entrada de un cine, porque debemos aplaudir el gesto y el esfuerzo de las distribuidoras Pirámide Films y BarloventoFilms por estrenarla en nuestro país y difundirla, entre tanto estreno superfluo e intrascendente que sólo ocupa un espacio valioso que impide que valiosísimas películas como esta y otras, no dispongan de su espacio para llegar al público que quiere conocer esas vidas anónimas que están ahí y a nadie parece importarles, y son las que mejor explican la situación de las mujeres y también, a nivel político y económico de un país como Afganistán. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

La ola verde (Que sea ley), de Juan Solanas

LA FUERZA IMPARABLE.

“Una no nace mujer, una se hace mujer”

Simone de Beauvoir

Los pañuelos blancos que cubrían las cabezas de las abuelas de la Plaza de mayo nacieron durante la dictadura de Argentina, para protestar contra la desaparición forzada de muchos familiares o amigos.  Más de cuatro décadas después, a esos pañuelos blancos se les han unido otros de color verde, los que reivindican el derecho al aborto libre, legal y gratuito. Una marea de cientos de miles de mujeres argentinas, se lanzaron a la calle a protestar durante el 2018, cuando la ley fue aprobada por el congreso, y tres días después tenía que ser ratificada por el senado. Juan Solanas (Buenos Aires, Argentina, 1966) después de algunos trabajos en la ficción, y el documental Jack Waltzer: On the Craft of Acting (2011) sobre uno de los más famosos profesores del emblemático “Actor’s Studio”, vuelve a la realidad más directa y reivindicativa con La ola verde (Que sea ley), una película que recoge las multitudinarias manifestaciones apoyando el aborto, y además, recoge testimonios de activistas feministas legendarias, jóvenes de ahora, familiares de víctimas de abortos clandestinos, y también, la otra cara, aquellos en contra del aborto.

Un documento necesario y valiente pone rostro y cuerpo a todas aquellas mujeres que han sufrido la falta de una ley que permita el aborto, mujeres en situación de pobreza, mujeres que mueren una a la semana por este motivo, mujeres olvidadas, mujeres que se jugaron la vida, y en muchos casos la perdieron. Mujeres que son recordadas en la película, hablando de sus diferentes circunstancias, reivindicando esa memoria para seguir en pie y en la lucha, para que no cesen las protestas y finalmente, se consiga la ley. Solanas, hijo del legendario Pino Solanas (grandísimo documentalista, autor entre otras de La hora de los hornos o Memorias del saqueo, entre otras, que aparece en la película en su función de diputado defendiendo el derecho al aborto) realiza una película extraordinario y cruda, mostrando realidades que encogen el alma, ejecutando un magnífico documento político sobre una situación inhumana que lleva a la muerte a tantas mujeres, escuchándolas a través de ese cine directo, espontáneo y de guerrilla, un cine militante que pone el foco y la voz a todas aquellas mujeres que luchan con lo que tienen para hacerse notar, armando jaleo en la calle, y gritando las injusticias de un país tan vilipendiado por tantos gobernantes sin escrúpulos.

Un documento azotado por una energía maravillosa y poderosa, se detiene en todos los frentes abiertos, sin dejarse nada en el tintero, contagiada por esa fuerza de las mujeres en pie, abriendo en carnes la cuestión, dando testimonio a las dos caras, con los argumentos de unos y otros, escuchando las dos posiciones antagónicas, y va mucho más allá, porque en realidad no se trata una cuestión de vida sí o vida no, sino que en realidad estamos ante una lucha social, en el que los más privilegiados no quieren perder su status, y los de abajo, se han levantado, cansados de tanta injusticia, y han dicho basta y se han lanzado a las calles a protestar contra la desigualdad y el desamparo legal. La película tiene ritmo y una energía brutal, atrapándonos con su fuerza social, emocionándonos esa marea de mujeres imparable que quizás pierdan muchas batallas, pero finalmente, su empuje y decisión derribará el muro de la hipocresía, la indiferencia y se será ley, contribuyendo con su lucha a que el mundo sea un poco más justo e igualitario.

Solanas ha construido un documento contundente y extraordinario, sus 82 minutos se ven con entusiasmo y amargura, porque por un lado vibramos con la lucha de tantas mujeres en pie y su alegría reivindicativa, peor por el otro, asistimos a tantos casos de mujeres fallecidas en abortos clandestinos y luego, la indiferencia de profesionales médicos u otros ante esa falta de humanidad que provoca que el aborto este penado por la ley. El director argentino se alza como un heredero digno de su apellido con esta película que recoge el sentir humano de las calles, esas protestas y luchas incesantes que no solo dejan claro que el mundo ha cambiado, que el mundo patriarcal tiene los días contados, que las mujeres que luchan por una sociedad más justa se han levantado para no someterse jamás, que los privilegios de unos pocos dejarán paso a los derechos reales, de muchos que han sido pisoteados durante tantos siglos, esos olvidados que necesitan una serie de condiciones legales para que sus existencias sean un poco menos sombrías e invisibles, para que la democracia sea verdadera y no sea una máscara para que los de arriba sigan manteniendo los privilegios de hace siglos sea el sistema gubernamental que sea. Porque como dice la película, por humanidad y empatía. ¡QUE SEA LEY! JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA