Entrevista a María Ruido, codirectora de la película “La revolución (es) probable”, en el marco de la Mostra Internacional de Films de Dones de Barcelona, en la Filmoteca de Catalunya en Barcelona, el sábado 11 de junio de 2022.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a María Ruido, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Anne Pasek y Teresa Pascual de Good Movies, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“Bueno, iba a demostrar algo. Veréis: sucedió hace unos meses, pero sigue sucediendo en este mismo instante, y es algo que debería hacer que nos avergoncemos cuando hablamos como si supiéramos de qué hablamos cuando hablamos de amor”.
Del libro “De qué hablamos cuando hablamos de amor”, de Raymond Carver
Es una noche de primavera como otra cualquiera, pero no para Charlotte y Simon, porque para ellos es su primera cita. Una cita que los acabará llevando a casa de ella a hacer el amor. Y así irán pasando los días y sus citas, una o dos veces por semana, que los llevará a conocerse a través del placer y sus largas charlas sobre la vida y todas las demás cuestiones. Tanto ella como él no quieren enamorarse, solo quieren quedar y pasarlo bien, sin ningún compromiso, como cuando eran jóvenes despreocupados. Ella está libre pero no quiere ataduras de ningún tipo, él está casado y tampoco quiere atarse. Pero… ¿De verdad sólo quieren placer y nada más? O quizás… no se atreven a expresar lo que sienten, o también, están atados a ese pacto de no enamorarse, como si el amor fuese un sentimiento que podemos controlar y manejar a nuestro antojo y/o circunstancias.
Estamos ante el 14 trabajo de Emmanuel Mouret (Marsella, Francia, 1970), un director que ha construido de forma sencilla y natural relatos sobre las cuestiones sentimentales, y todo lo que ello comporta, a través de historias de amor o no amor, en el que sus personajes deambulan por sus emociones de forma perdida, a la deriva y sin tener la más remota idea. Nos acordamos de El arte de amar (2011), Caprice (2015), Mademoiselle de Joncquiéres (2018), Las cosas que decimos, las cosas que hacemos (2020), y Crónica de un amor efímero, la que nos ocupa, que ya contiene un misterio en su propio título, la de una relación con fecha de caducidad, quizás todas la tienen, y en un inicio no parece importarle a sus dos personajes, incluso lo agradecen, quitándose ese peso de la duración de las relaciones. Aunque, la vida tiene sus propios planes, y no digamos los sentimientos, y nosotras sólo somos unos títeres guiados por unas cuerdas muy invisibles. Una trama bien construida y apoyada en cimientos firmes y muy sólidos en un guion que firman Pierre Giraud, que ya trabajó en la mencionada Mademoiselle de Joncquiéres, y el propio director, en el que sólo con dos almas crean y recrean ese pequeño y sensible universo de paseos por la ciudad, visitando exposiciones, deambulando por parques, citándose en hoteles para dar rienda suelta al placer y la carne, y esos largos paseos por el campo, en bicicleta o tumbados disfrutando de la brisa.
La suave e íntima luz que firma Laurent Smet, ocho películas con Mouret, le da ese tono y textura adecuados para un relato donde no hay tensiones ni gritos entre esta pareja de temporada, como escenifica en esa tarde de cine viendo en uno de esos cines de antes la inmortal Secretos de un matrimonio (1974), de Bergman, una pareja que es todo lo contrario a ellos, porque sí verbaliza cruelmente toda la rabia y la tensión de años de pareja. El exquisito y conciso trabajo de montaje de Martial Salomon, otro habitual del cine de Emmanuel Mouret, que impone la ligereza y la naturalidad alejándose del artificio y la impostura para crear unas secuencias que se ven como una brisa de viento, pero que albergan toda la complejidad y la profundidad que sienten interiormente tanto uno como otro. Tiene el tono y el aroma tan característico de la cinematografía francesa en la que se habla de amor y la vida a través de largos e interesantes diálogos, en el que el cine traspasa la pantalla y son hijas de su tiempo y de cualquier tiempo, como las célebres y recordadas historias de amor y no amor como Las maniobras del amor (1955), de René Clair, La piel suave (1964), de François Truffaut, Un hombre y una mujer (1966), de Claude Lelouch, L’amour fou (1969), de Jacques Rivette, Nosotros no envejeceremos juntos (1972), de Maurice Pialat, El amor después del mediodía (1972), de Eric Rohmer, La mamá y la puta (1973), de Jean Eustache, Una vida de mujer (1978), de Claude Sautet, entre otras.
Charlotte y Simon no son una pareja modelo, pasan de los cuarenta, parecen felices con sus carreras profesionales, o quizás sólo lo fingen. Los dos forman una pareja atípica y nada convencional siendo los protagonistas de esta cercana historia de amor o lo que sea, dos almas sometidas a la prisa y la locura de esta sociedad mercantilista, y que encuentran en sus citas más que una vía de escape, sino una forma de relajarse, de olvidarse de ellos mismos, y sobre todo, recuperar aquello perdido del placer y esas relaciones donde prima el futuro y no el presente. La natural y encantadora Sandrine Kiberlain es Charlotte, una mujer que se siente libre y desinhibida en el amor y las relaciones, acepta lo que encuentra y se va metamorfoseando según las personas y sus circunstancias. Frente a ella, un adorable y simpático pascal Macaigne es Simon, ese especialista en la preparación del parto, que tiene una vida triste y una mujer a la que quiere pero no mucho, que encuentra en su relación con Charlotte aquello que necesita, quedar, pasarlo bien, hablar sin preocupaciones y sin más, y olvidarse de los sentimientos.
Los dos protagonistas parecen tener claro lo que sienten y lo que buscan en la relación diferente que tienen, aunque esto siempre resulta aparente porque en verdad es eso lo que sienten, o quizás, sienten otra cosa, porque la vida dicta sus normas, el amor las suyas y nosotros las que podemos. Si les gustó la anterior película de Mouret, la sencilla y fantástica Las cosas que decimos, las cosas que hacemos, que estoy seguro que así fue, no se pierdan Crónica de un amor efímero, porque tiene la transparencia, la sutileza y el encanto de las grandes películas sobre el amor que tan bien hacen en el país vecino, y además, les hará reflexionar muchísimo sobre sus sentimientos, sobre sus relaciones sean íntimas o no, y sobre todo, y esto es lo que más importante me parece, es que tiene esa melodía, porque las películas buenas la tienen, esa melodía que te atrapa con lo más sencillo e íntimo, y te sumerge en otro tiempo, en otro estado, en otra vida, en otro amor, esos que aparecen sin avisar, los que te pillan desprevenido, los que te hacen sentir emociones que hasta ahora desconocías que podías sentir. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“No quieres soltar la rabia ni los recuerdos dolorosos. Los acumulas en tus músculos en forma de contracciones que te dan la sensación de existir. Si los relajas, al desaparecer tu solicitud de ser amado, tus angustias de abandono o tus rencores, te sientes desaparecer. Crees, niño triste, que el sufrimiento es tu identidad.”
Alejandro Jodorowsky
Esta es la historia de Freddie, una joven de 25 años que vuelve a Corea del Sur, después que al nacer fuera adoptada y enviada a Francia con sus nuevos padres. También es la historia de alguien que necesita saber sus orígenes, volver a mirar a sus padres biológicos, y reencontrarse con quién es y su lugar en el mundo. Una mujer que habla francés, que casi no entiende el coreano, y se siente herida por tantas cosas, enfadada con ella misma y con los demás, alguien que se siente extraña en la se supone que es la tierra de su familia. Freddie es una especie de náufraga de sí misma, alguien a la deriva, una persona que al cumplir un cuarto de siglo de edad, sabe que hay algo en su vida desajustado, una ausencia que debe llenar para quitarse tanto peso de encima. Freddie ha emprendido el viaje más importante de su vida, o quizás, ha empezado a conocerse mejor a través de los que le precedieron.
El cineasta campoyano-francés Davy Chou (Fontenay-aux-Roses, Francia, 1983), que tiene en su haber tanto documental como Golden Slumbers (2011), en la que explica el nacimiento del cine camboyano en los sesenta y su posterior destrucción por los Jemeres Rojos en 1975, y ficción como Diamond Island (2016), en la que los jóvenes sueñan con la modernización del país mientras actúan como si el genocidio camboyano no hubiera existido. Con Retorno a Seúl se enfrenta también a la memoria histórica del pueblo coreano, cuando la escasez y la pobreza originada por la guerra, obligó a muchas familias a recurrir a la adopción como vía de salvación de sus hijos. Freddie es la voz visible de muchos que, al igual que ella, vuelven a casa en busca de respuestas, de encuentros y de sanar sus heridas. A partir de un detallista y elaborado guion del propio Chou, caminamos junto a la protagonista, en una historia dividida en tres partes bien diferenciadas que se alarga en el tiempo durante ocho años en el que suceden muchas historias. En la primera parte abundan los interiores, comidas, fiestas y (des)encuentros con la familia paterna, en la que Freddie está siempre a la defensiva, a punto de estallar, con mucha rabia, filmada a través de planos cortos y cerrados. En el segundo tramo, la película se abre mucho más, en sintonía con el personaje de Freddie, y vamos viendo mucho más la ciudad de Seúl y sus ciudades costeras, en la que la trama va virando a un acercamiento entre todas las partes implicadas, y finalmente, la última parte, nos presenta a Freddie, de forma diferente, en la que la extrañeza de los inicios deja paso a otra mujer, más madura, más tranquila y sin rencores.
La película abraza la pausa y la poesía, no tiene ninguna prisa en contarnos el periplo interior de Freddie, porque opta por la mirada y el gesto, porque no busca la empatía de forma abrupta y condescendiente, sino al contrario, quiere que el espectador entienda y se emocione junto a Freddie y viaje con ella, en su travesía emociona y catártica, sin prisas pero sin pausa, apoyándose en los silencios y la excelente música que llena esos huecos en las que las palabras no salen, que firman el dúo Jerémie Arcache y Christophe Musset, que ya trabajaron para el director en Diamond Island. La cinematografía íntima y delicada, con esos neones fluorescentes, tan característicos de las noches asiáticas, ayuda a que todo eso vaya produciéndose, en un gran trabajo de Thomas Favel, que ha estado en las dos películas citadas de Chou, amén de otras como Bella durmiente (2016), de Ado Arrieta, y otros directores como Benoît Forgeard y Pierre Léon, entre otros. Un preciso y ajustado montaje de Dounia Sichov, de la que hemos visto trabajando para directores de la talla de Sharunas Baratas, que abarca ocho años de la vida de Freddie, con sus vaivenes y roles diferentes, en una historia que se va casa a las dos horas de metraje, en la que se impone ese ritmo cadente y emocional que fusiona ese estado de ánimo agridulce que baña toda la historia.
Una película que trabaja tanto las emociones de forma sutil y nada empalagosa y subrayada, necesitaba una actriz brillante como Ji-min Park, de profesión artista plástica en su primer trabajo como actriz, con una historia similar al de su personaje, porque también nació en Corea y a los ochos se trasladó a Francia, con una mirada que traspasa la pantalla, una mirada que lo explica todo sin decir nada, y su particular viaje conteniendo todo ese tsunami de emociones tan complejas y dolorosas, en una especie de zombie a la deriva cuando llega a Seúl y poco a poco, sintiendo que su dolor proviene de otras cosas y entendiendo y entendiéndose mejor, y sobre todo, abrazar el amor y desterrando la ira, la culpa y demás fustigadores que nos hacen sufrir. A su lado, nos encontramos con Oh Kwang-Rok, al que hemos visto en títulos de Park Chan-Wook, la actriz coreana Kim Sun-young, fiel escudera de Freddie, el actor francés Louis-Do de Lencquesaing, de amplia trayectoria al lado de directores vitales como Haneke, Sokurov, Emmanuel Mouret, Emmanuel Carreré, entre otros, en el rol de un hombre de negocios que se cruzará en la vida de Freddie.
El cineasta camboyano-francés ha construido una película notable y muy actual y de siempre, que sigue a un personaje sumamente complejo, una persona que está herida, que busca, que está perdida, que tiene problemas con su identidad, con su pasado y su presente, que deambula por un país que no reconoce porque es el suyo pero no ha vivido en él, que está en un limbo emocional y también físico, ni aquí ni allá, que está metida en una especie de laberinto sin salida, lleno de puertas donde la esperanza se mezcla con el desánimo, donde la pequeña alegría de un encuentro se desvanece por la falta de incomprensión, ya sea por no saber coreano, o por no entenderse, o simplemente, porque todos son desconocidos que se conocen de oídas. Una película que habla sobre el significado de reconstruirnos constantemente, de aceptar los cambios y las circunstancias vitales, nos gusten o no, de conocernos por dentro y de seguir por la vida, aunque no sepamos donde estemos ni qué hacemos, lo importante es seguir y seguir, porque algún día nos descubriremos a través de los otros, y ese día todo cambiará y sin saberlo sabremos quiénes somos y qué debemos hacer. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Antonio Pagudo, Eva Ugarte y Juan Carlos Vellido, intérpretes de la película “Bajo terapia”, de Gerardo Herrero, en la cafetería del Hotel Market en Barcelona, el jueves 16 de marzo de 2023.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Antonio Pagudo, Eva Ugarte y Juan Carlos Vellido, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Katia Casariego de Revolutionary Press, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.
“No estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar, estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar”.
Angela Davis
La novela “Frista”, de la corresponsal de guerra y activista humanitaria Petra Procházková, en la que explica su experiencia personal de su matrimonio con un afgano desde un modo realista, crudo, muy profundo y sensible, a través de aquellos viviendo en el Kabul post talibán. La cineasta Michaela Pavlátová (Praga, Chequia, 1961), encontró en la novela de Procházkova la materia perfecta para hablar de una mujer checa en mitad de una sociedad completamente diferente en la que su amor se verá sometido a la voluntad de una sociedad machista. Un guion escrito por Ivan Arsenyev y Yaël Giovanna Lévy, donde nos explican de un modo muy cercano y transparente la vida de Herra, una joven solitaria universitaria que conoce a Nazir del que se enamora, y con él se van a vivir a Kabul en Afganistán, ese país aún militarizado y recogiendo los escombros de años de dictadura talibán. En ese contexto tan extraño para ella, vivirá con la familia de su amado: un abuelo liberal que defiende los derechos de la mujer, una cuñada maltratada por un marido celoso y estúpido, y la llegada de Maad, un niño discapacitado y abandonado que Herra y Nazir acogen como su hijo.
La película muestra con claridad y solidez el conflicto social que impregna la atmósfera de la historia, con el trabajo en la embajada estadounidense y el choque entre una vida conservadora y patriarcal con otra más moderna y equitativa. El exterior de Kabul queda reflejado al detalle y sin estridencias de ningún tipo, en el interior del hogar, donde se desarrolla la trama de la película, en la que con intimidad e intensidad sorprendentes, vamos conociendo los diferentes roles de las mujeres frente a los hombres, la invisibilidad en la que viven y el sometimiento continuo. La cinta huye del manido film de buenos y malos, para adentrarse en una investigación profunda y magnífica desde la posición de la mujer, pero sin caer nunca en discursos y proclamas panfletarias, todo está muy bien medido y ajustado a la personalidad de cada mujer, de cómo cada una reacciona ante la injusticia y demás situaciones adversas que se producen en el interior de ese hogar afgano. Seguimos la experiencia de Herra en su eterno conflicto de una europea avanzada y capacitada en un rol completamente diferente siendo la esposa de un hombre, aunque veremos su evolución y su resistencia a no ser solo eso, a ser más, a ser ella y tener un trabajo y ser madre de un modo diferente muy alejado a lo convencional.
La película se detiene en la mirada y el gesto de las mujeres, en sus diálogos y confidencias y apoyo emocional. En ese sentido, la película nos habla como a susurros, sin alzar la voz, ni recurrir a recursos tramposos y condescendientes, sino optando por acercarse a una realidad que, a veces puede ser muy compleja y llena de oscuridades. Con un estilo visual impecable y lleno de concisión, la película trabaja a partir de una animación realista, en la que consigue mostrar y ser explícito cuando la situación lo requiere, donde la animación se convierte en el mejor vehículo para contar todo aquello que está ahí, pero que no vemos sino escarbamos con decisión. La parte técnica es magnífica, porque nos acerca y a la vez, nos sitúa en esa posición de testimonio asistiendo a esa mezcla de dureza, incertidumbre y humor, a partir de la entrada de Maad, el niño discapacitado que aporta madurez, inteligencia y muchas risas, por su forma de enfrentarse al conflicto y la injusticia. Tenemos a los músicos y hermanos Evgueni y Sacha Galperine, que han compuestos bandas sonoras originales para nombres tan importantes como los de Asghar Farhadi, Andrey Zvyagintsev, François Ozon, Kantemir Balagov, Marjane Satrapi, Audrey Diwan, entre otras, que componen una música muy especial que detalla esas partes duras de la historia, así como esos otros instantes donde la armonía y la familiaridad se tornan más evidentes y cercanas.
Creo que sería una buena noche de cine la sesión doble que compondrían My Sunny Maad, por un lado, y Las golondrinas de Kabul (2019), de Zabou Breitman y Eléa Gobbé-Mévellec, otra joya incontestable de la animación, en la que nos sumergían en la situación de Zunaira y Mohsen, dos jóvenes enamorados, en medio de ese Kabul dominado por los talibanes, que resisten a pesar de todo y todos. Déjense de las fábulas simplistas y las mentiras que les han contado desde los medios internacionales que abogan por la transparencia y el rigor informativo, cuando solo son escaparates de la política internacional interesado y especulativa, que cuentan una versión muy alejada de la realidad y sobre todo, de la intimidad de la vida real y cotidiana de las afganas y demás, en un país que lleva décadas azotado por la cruenta e inútil guerra que ha destrozado anímicamente y físicamente un país lleno de riquezas y no me refiero a las materiales, sino a las emocionales, a las que valen de verdad. My Sunny Maad, de Michaela Pavlátová es uno de esos estrenos que merecen y mucho el coste de la entrada de un cine, porque debemos aplaudir el gesto y el esfuerzo de las distribuidoras Pirámide Films y BarloventoFilms por estrenarla en nuestro país y difundirla, entre tanto estreno superfluo e intrascendente que sólo ocupa un espacio valioso que impide que valiosísimas películas como esta y otras, no dispongan de su espacio para llegar al público que quiere conocer esas vidas anónimas que están ahí y a nadie parece importarles, y son las que mejor explican la situación de las mujeres y también, a nivel político y económico de un país como Afganistán. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Laura Mora, directora de la película “Los reyes del mundo”, en Casa Amèrica Catalunya en Barcelona, el martes 14 de marzo de 2023.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Laura Mora, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Sergio Martínez de BTeam Pictures, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.
EL MARAVILLOSO UNIVERSO DE LA FAUNA IBÉRICA SALVAJE.
“Cada planta, cada animal, incluso cada complejo minero, cada paisaje, tiene su razón de ser. No están a nuestro alcance por puro azar o capricho, sino que forma parte de nosotros mismos. El hombre no es un ovni venido de una lejana galaxia; el hombre es un poema tejido con la niebla del amanecer, con el color de las flores, con el canto de los pájaros, con el aullido del lobo o el rugido del león”
Félix Rodríguez de la Fuente
El trabajo cinematográfico del biólogo y naturalista Arturo Menor (Talavera de la Reina, Toledo, 1970), siempre ha estado enfocado a mostrar, experimentar y descubrirnos la belleza y los secretos de la fauna ibérica salvaje, dirigiendo casi veinte cortometrajes, y dos largometrajes como Wildmed, el último bosque meditérráneo (2014), sobre los bosques de Sierra Morena, Barbacana, la huella del lobo (2018), siguiendo el rastro del lobo en su hábitat natural, y ahora nos llega su tercer trabajo con Iberia, naturaleza infinita, en la que siguiendo con la mirada y premisas anteriores, seguimos el viaje de un águila real que ha perdido a su pareja y desterrada de su espacio, emprende un viaje de norte a sur, buscando su nuevo lugar.
La película se va deteniendo en cada rincón minúsculo, en cada espacio por mínimo que sea y a modo de detective meticuloso, nos va descubriendo y mostrando los diferentes ecosistemas y la fauna que lo habita, desde el pájaro más diminuto a la nutria que vive en sus pequeños riachuelos, incluso los osos y sus crías, y demás vidas que se mueven, que pueblan con sus existencias la gran riqueza y diversidad de nuestros bosques y dehesas. La película se toma su tiempo, no tiene prisa, porque quiere que veamos la naturaleza y sus pobladores de forma diferente, deteniéndose en aquello que parece invisible, en aquello que se nos escapa, en todo lo que hay, en todo lo que está y no vemos. El espectacular trabajo técnico es uno de los elementos del cine de Arturo Menor, en el que se rodea de un equipo humano magnífico, empezando por el montaje de José M. G. Moyano, que conocemos por sus trabajos con Alberto Rodríguez y Santi Amodeo, en un preciso y conciso trabajo, lleno de detalles e intensidad y reposo, en un estupendo ejercicio de pausa y de ritmo para verlo todo y no encantarse para condensar sus increíbles setenta y cinco minutos de metraje.
Un especial y delicado trabajo de sonido por uno de los maestros en este tipo de documentales de naturaleza como es Carlos de Hita, que es el responsable de las últimas películas sobre el tema producidas en España al lado de Gerardo Olivares, Joaquín Gutiérrez Acha y Andoni Candela, entre otros. La mezcla de sonido lo hace un gran profesional como Jorge Marín, Juan Ventura es el responsable del color y los efectos visuales, Iván Merino es el piloto FPV y Juan Luis Malpartida es el zoólogo, y el narrador Jesús Olmedo, con su voz profunda que no solo nos explica aquello que no escapa, sino que se convierte en un narrador que nos explica un cuento, una fábula de un animal que busca su lugar en el mundo, y se va encontrando con infinidad de conflictos y demás en su itinerario de huida. La película reivindica la belleza de nuestra naturaleza y su fauna salvaje, y también, la mano del humano que los ha transformado para su beneficio, también habla de la riqueza y la belleza de la diversidad de tantos animales, ya sean aves, osos, nutrias, lince ibérico, y demás vidas ocultas e invisibles para nosotros, que habitan en nuestros bosques, en esos espacios recónditos y en las dehesas, tan alejados de nosotros que parecen seres de otro mundo.
Iberia, naturaleza infinita quiere contarnos un cuento, el que protagoniza la águila real con un viaje que sirve como excusa para ver todo lo que encuentra, lo que vemos a partir de ella, lo que sentimos y experimentamos, todo aquello que nos conecta con la naturaleza, del lugar de donde venimos y pertenecemos, aunque no queramos reconocerlo, todo aquello que fuimos y donde empezaron nuestros ancestros. Quizás la película peca a veces, en contadas ocasiones, de contarnos ese cuento del águila real, con algunas imágenes sobreimpresionadas, pero no la desmerecen en absoluto, porque todo lo que muestra y sobre todo, como lo muestra, es de una belleza, riqueza e inteligencia fuera de la norma, con un inmenso trabajo técnico y humano, donde no solo lo vemos todo, sino que también lo vemos con nitidez, con pausa y con todo lujo de detalle, haciendo un recorrido espectacular de norte a sur, pasando por mil lugares y situaciones, desde a ras del suelo a las altas cumbres donde anidan las aves, desde diversos puntos de vista, y desde miradas de todas las situaciones y circunstancias.
Volvemos a aplaudir el magnífico trabajo de Arturo Menor y su equipo, porque con Wildmed, el último bosque mediterráneo y Barbacana, la huella del lobo, y la actual Iberia, naturaleza infinita, queremos creer que es una especie de trilogía no concebida así en un principio, pero viéndola y disfrutándola queremos imaginar que es así, ha construido una película para los sentidos y para el alma, conformando una de las más bellas, intensas, cautivadoras y sensibles aproximaciones a nuestros ecosistemas ibéricos y toda la fauna que lo habita, con el espíritu y aroma inconfundible del maestro Félix Rodríguez de la Fuente, el hombre que miró a la naturaleza y sus animales, desde una mirada humanista, una mirada que traspasa la vida y criticaba los intereses económicos del humano, o mejor dicho, del sapiens, en sus ansías y codicia de sacar provecho de todo, sin importarle nada ni nadie, destruyendo y eliminando la vida vegetal y animal. La película de Arturo Menor nos obliga a mirar diferente, desde el reposo, desde la humanidad que parece que perdimos, en un ejercicio de reconectarnos con la naturaleza y sus seres, de ese lugar de donde venimos, de ese lugar que somos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Gerardo Herrero, director de la película “Bajo terapia”, en la cafetería del Hotel Market en Barcelona, el jueves 16 de marzo de 2023.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Gerardo Herrero, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Katia Casariego de Revolutionary Press, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.
“A mitad de camino entre ninguna parte y el olvido”.
Frase de Million Dollar Baby
Conocimos el cine de Laura Mora (Medellín, Colombia, 1981), en 2017 con Matar a Jesús, su primer largometraje en el que a partir de un suceso autobiográfico contaba la experiencia de una chica que presencia el asesinato de su padre y comienza una investigación para dar con su asesino, sumergiéndose en los ambientes más sucios, degradados y violentos de la urbe de Medellín. Sin salirse de esa atmósfera asfixiante y violenta, nos encontramos con los cinco chavales que protagonizan Los reyes del mundo. Los Rá, de 19 años de edad, Culebro de 16, Sere de 14, Winny de 12, y Nano de 13, son las cinco almas sin nadie, como los menciona Eduardo Galeano, esos chicos solos, sin más apoyo que ellos mismos, chicos de la calle que se buscan la vida como pueden, chicos sin más, a los que a nadie les importa. La trama es sumamente sencilla y directa, como esa espectacular apertura con la vida y el tumulto de Medellín, donde a toda prisa van los chicos de aquí para allá.
Dejamos la urbe, porque al contrario que Matar a Jesús, el fabuloso guion que escriben Maria Camila Arias, que coescribió Pájaros de verano (2018), de Ciro Guerra y Cristina Gallego, y la propia directora, no se desarrolla en lo urbano, porque Rá recibe una notificación que las tierras arrebatadas durante el eterno conflicto que afectó a Colombia, les han sido devueltas, y así empezamos un viaje muy físico en un inicio y a medida que avanza se irá imponiendo el sentido más emocional, espiritual y fantasmagórico, que les sacará de la ciudad para cruzar la cordillera hacia el Bajo Cauca en busca de esa tierra para ellos, abandonados y olvidados sin tierra. Con una contundente y mágica cinematografía de un grande como David Gallego, que está detrás de magníficas películas como El abrazo de la serpiente (2015), y la citada Pájaros de verano (2018), del tándem Ciro Guerra y Cristina Gallego, que mezcla esos momentos tan físicos y viscerales con esos otros, tan hacia dentro, donde la película se transforma en un intenso e inmenso viaje hacia nuestro interior, hacia lo invisible, hacia la imaginación, hacia todos esos mundos inexistentes tan reales que hacen que podamos seguir vivos o simplemente nos impiden tener algo de esperanza en un mundo tan devastador y tan mercantilizado.
Un viaje que nos recuerda aquel que hicieron los Juan en busca de “El Andarín”, en El corazón del bosque (1978), de Manuel Gutiérrez Aragón, y Willard tras el rastro de Kurtz en Apocalypse Now 81979), de Francis Ford Coppola, ambas películas basada en la monumental El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, donde el viaje los adentraba en lo más profundo de su alma en contraposición con esa naturaleza tan violenta y arcaica. Un montaje alucinante y lleno de complejidad firmado por el tándem Sebastián Hernández y Gustavo Vasco, que ya trabajaron con la directora en la serie Frontera verde, que han trabajado con importantes nombres del cine colombiano como Luis Ospina, Rubén Mendoza, entre otros. El espectacular diseño sonoro de Carlos E. García, que también coincidió con Mora en la mencionada Frontera verde, y hemos disfrutado de su talento en Celda 211, Arrugas, Slimane, Blanco en blanco, Eles transportan a Morte, las citadas El abrazo de la serpiente y Pájaros de verano, entre muchas otras. Con una producción que firman la citada Cristina Gallego y Mirlanda Torres Zapata, también en Frontera verde, consiguen un look impresionante para una película con una textura y fuerza maravillosas.
Un reparto de actores naturales reclutados de la calle que imprimen naturalidad, cercanía y alma a estos cinco chicos ensombrecidos por unas existencias durísimas y sin nada ni nadie: los Rá, Culebro, Sere, Winny y Nano son respectivamente los Carlos Andrés Castañeda, Cristian David Duque, Davison Florez, Cristian Campaña y Brahian Acevedo, que no sólo conocerán la hostilidad y la violencia de algunos, sino también el amor y el cariño de otros, como esos grandes momentos con las prostitutas mayores y el ermitaño anciano que los ayudan y los miran de otra forma. Unos chavales que no están muy lejos de los Jaibo y compañía que deambulaban por aquel México de Los olvidados (1959), de Luis Buñuel, y de Mónica y demás que veíamos existir en La vendedor de rosas (1998), de Víctor Gaviria, y el Mechas y el resto de Los nadies (2016), de Juan Sebastián Mesa, con ese aire tan pasoliniano, tan cerca de la miseria y de la no vida, de la calle, de la derrota, de la desesperanza, de la violencia cotidiana, y sobre todo, de la invisibilidad, de la sombra, y de la tristeza que encoge el alma.
Los reyes del mundo no es una película cómoda ni nada esperanzadora, tampoco es una historia triste, porque hay emociones que nos acercan a la esperanza, pero de otro modo, no esa que facilita las cosas y ayuda a levantarse cada día, sino aquella otra que nos ayuda a soñar, a crear otros mundos, otros universo, otras formas de mirar y relacionarse con la vida, en el mundo de los sueños, que siempre es más agradable y bonito de esa realidad durísima y violenta a la que se enfrentan cada día este grupo de cinco almas a la deriva, perdidas y sin nada ni nadie, que los acerca a esos chicos que pululan tantas ciudades de este planeta, que esnifan pegamento, que hacen lo que sea para comer algo, y que sueñan con una vida mejor, o quizás sólo sueñan que ya es mucho debido a sus circunstancias tan adversas. La directora colombiana Laura Mora no solo va mucho más allá en su segundo trabajo, que recibió el primer premio en el último Festival de San Sebastián, el mismo galardón que recibieron primeras películas y pusieron en el panorama internacional nombres de cineastas que hasta entonces eran unos completos desconocidos, como Llueve sobre mi corazón, de Coppola, El espíritu de la colmena, de Erice, Malas tierras, de Malick, Alas de mariposa, de Juanma Bajo Ulloa, entre otras, alumbrando grandes obras y empujando miradas diferentes, incómodas y llenas de inteligencia en un cine actual que también necesita mirar hacia otro lado, mirar hacia diferentes realidades, y sobre todo, dejarnos soñar y mostrarnos sueños, aunque sean de cinco chicos que no son nadie ni tienen nada, sólo a ellos que son una familia, una familia en continuo viaje, una travesía que no solo es lo ven y experimentan, sino también todo aquello que tienen en su interior, todos sus miedos, inseguridades, tristezas y fantasmas que nunca los abandonan, que son parte de sí mismos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“Amor no es resignación eterna, vulneración de principios, sumisión, descalificación o engaño. Los límites del amor están en nuestro amor propio, en nuestra dignidad”.
Alex Rovira
La historia de Bajo terapia, escrita por Matías del Federico, nació en los teatros donde se representó cosechando un gran éxito de crítica y público. Ahora, llega su adaptación al cine de la mano de Gerardo Herrero (Madrid, 1953), prolífico productor con más de 150 títulos entre los que se encuentran grandes nombres internacionales como Ken Loach, Adolfo Aristarain, Alain Tanner, Tomás Gutiérrez Alea, Arturo Ripstein, y de aquí como Manolo Gutiérrez Aragón, Mariano Barroso, Enrique Urbizu, Cesc Gay, Álex de la Iglesia, Rodrigo Sorogoyen, entre muchos otros. Paralelamente Herrero ha construido una interesante filmografía como director que abarca 20 títulos entre los que destacan las adaptaciones de novelas de Almudena Grandes, Belén Copegui, Manuel Vázquez Montalbán, entre otros. La premisa de Bajo terapia es muy sencilla y directa. La trama se localiza en un único escenario, en este caso un coworking ubicado en las afueras, en una de esos centros industriales reconvertidos, y con sólo seis personajes, que son tres parejas en crisis. Tres parejas acuden a la psicóloga, pero esta vez la profesional se muestra ausente y ha dejado unos sobres para que las tres parejas hagan terapia en grupo conjuntamente.
El guion del propio Herrero se disfraza de comedia de sexos, aunque a medida que avanza la trama, la cosa irá derivando por otros derroteros. Tenemos tres conflictos. Es decir, a Esteban y Carla, en el que ella no se decide a vivir juntos, a Daniel y Laura, que discuten sobre la forma de educar a sus hijos, y finalmente, a Roberto y Marta, que no llevan bien la depresión de ella. La hora y media de película la pasamos escuchándolos discutir y mucho, convirtiendo la improvisada y accidental reunión en una guerra de hombres machirulos que se niegan a aceptar unos roles que ellos creen que les desautorizan y demás cuestiones que los separan en estos dos bandos declarados. La película tiene ese toque de comedia disparatada pero con muchos toques de atención, donde toca temas serios y pertinentes tan actuales como el machismo, la salud mental, la mentira, el miedo y tantas cosas que nos suceden cuando estamos en pareja. El cineasta madrileño se acompaña de un equipo admirable arrancando con la precisa y natural cinematografía, llena de planos secuencias y planos cortos, de un experto como Juan Carlos Gómez, que tiene en su haber películas de Achero Mañas, Daniel Sánchez Arévalo y Gracia Querejeta, entre otras.
Un único, inusual y especial escenario de un grande como Iñaki Ros, con más de cuarenta títulos a sus espaldas, añadiendo un plus muy interesante, con ese espacio donde no queda nadie y con ese aroma impersonal. La delicada e interesante música de Paula Olaz, que hemos escuchado en películas como Nora, Errementari y La cima, entre otras. Y por último, el preciso y conciso montaje de Clara Martínez Malagelada, que consigue un ritmo que casa perfectamente con las situaciones y los conflictos que se van desarrollando y acumulando entre los seis personajes de la película. Una trama de estas características necesitaba a seis intérpretes muy metidos en su roles y sus deseos, ilusiones y miedos y tristezas, y consigue un reparto lleno de grandes aciertos y sorprendente, empezando por Fele Martínez y Juan Carlos Vellido, que rescata de la obra homónima, y que acompaña de sus respectiva “parejas” en el rostro de Alexandra Jiménez y Malena Alterio, y Eva Ugarte y Antonio Pagudo, la pareja que falta. Una interesante mezcla de gente que viene de varios medios como el teatro, cine y televisión, en el que van creando esa lucha sin cuartel de hombres llenos de miedos y prejuicios contra las realidades que van imponiendo unas pacientes mujeres.
Bajo terapia juega y con mucho acierto a ese tipo de comedias de sexo en apariencia, porque dentro de ella hay muchísimo más, porque es una película que nos hace reflexionar y mucho, viendo a unos personajes que parecen una cosa y en realidad son otra, individuos que mienten, que ocultan cosas, que se mueven en un miedo patológico que acaba lastimando a los demás, y sobre todo, a ellos mismos, que se engañan, que se pierden en sus idiotas prejuicios y demás estupideces que nos hace muy infelices y sin darnos cuenta vamos dañando a los que más queremos. Una película que va creciendo a medida que van avanzando sus intensos, divertidos y reflexivos noventa y dos minutos de metraje, en el que asistimos a poner sobre la mesa cuestiones que no nos atrevemos a plantear con nuestra pareja y mucho menos con nosotros mismos, y la ocurrencia de la invisible psicóloga hace posible. Citar a tres parejas en crisis que no se conocen entre sí, y ahora deberán hablar y mirarse los unos a los otros, para encontrar soluciones a sus respectivos conflictos, eso sí, sin trampa ni cartón, con toda la transparencia y desnudez posible, con todos sus sentimientos sobre la mesa, a la vista de todos y todas, y nada de eso es fácil, y mucho menos para personas que hablan mucho, en las que también me incluyo yo mismo, y casi todos, y bla bla bla, y sobre todo, no llegamos a decir nada relevante ni importante para solucionar los conflictos con los que amamos y con nosotros mismos, en fin, el mal moderno, de hablar para entretenerse, y no para crecer y mejorar. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA