La luz que imaginamos, de Payal Kapadia

TRES MUJERES EN MUMBAI. 

“De alguna manera siento que una persona común y corriente (el hombre de la calle, si se prefiere) es un tema de exploración más desafiante que las personas en el molde heroico. Son las medias sombras, las notas apenas audibles las que quiero capturar y explorar. […] Mis películas tratan sobre seres humanos, relaciones humanas y problemas sociales”.

Satyajit Ray

Recuerdo la admiración que me proporcionó la sesión de A Night Knowing Nothing, la primera película de Payal Kapadia (Mumbai, India, 1986), vista en el Festival de La inesperada en el Zumzeig Cinema. Sus fascinantes y poéticas imágenes, en una suerte de duermevela, mientras escuchaba el contenido de unas cartas entre dos amantes, amén de una narración donde se explicaba lo magnífico de la educación y por contrapartida, la dificultad de unos estudiantes inmersos en una lucha continua por mejorar sus condiciones. Un hermoso y reflexivo documento/ensayo que convocaba las ideas físicas y emocionales y exploraba la capacidad infinita del lenguaje cinematográfico. Así que, estaba emocionado el otro día, en los Cinemes Girona, cuando entré en la sala para ver La luz que imaginamos

La segunda película de Kapadia, donde introduce la ficción, amén del cine documental, con el que precisamente arranca la película, a través de una extraordinaria panorámica a pie de calle, a bordo de un vehículo, de izquierda a derecha, donde vemos el trasiego nocturno de los puestos ambulantes del centro de Mumbai, en la India. Un prólogo que cerrará a la inversa, observando a los vendedores y transeúntes que se agolpan en las tumultuosas calles. Como ocurría en Ladrón de bicicletas (1948), de Vittorio de Sica, el documento deja paso a la mirada de la protagonista Prabha, una enfermera de unos cuarenta años, que se dispone a arrancar su jornada laboral. La cámara la sigue en sus quehaceres diarios: en su trabajo en el hospital, volviendo a casa en tren o en su piso imaginando una vida diferente… Una trama que se mueve en una suerte de híbrido donde tanto documental como ficción conviven al unísono. Conoceremos a Anu, veinteañera, también enfermera y compañera de piso, y a una tercera, Parvaty, de mediana edad, enfermera como las anteriores. Tres almas como otras cualquiera de una ciudad como Mumbai, un lugar de paso, donde estas tres mujeres han llegado de sus pueblos de origen para trabajar como enfermeras con sus conflictos pertinentes. El de Prabha, con su marido emigrado en Alemania, el de Anu, que mantiene un amor clandestino porque su novio es musulmán, y por último, el de Parvaty, que tiene problemas para pagar su alquiler. 

A través de planos cortos y medios, en un gran trabajo del cinematógrafo Ranabir Das, que ya trabajó en A Night Knowing Nothing, la cineasta india nos explica sin prisas, y dejando que la cotidianidad se torne pausada y tranquila, desde una posición nada complaciente, con una atmósfera absorbente y siempre nocturna, en que las tres vidas de estas mujeres se vuelven íntimas y profundas para nosotros, donde asistimos a sus realidades difíciles y complejas dentro de un espacio humano y muy cercano, a través de unas imágenes neorrealistas, hipnóticas y oníricos, en muchos instantes. La película no cae en el tremendismo ni en la sensiblería, se aleja notablemente de esas convencionalidades construyendo un retrato de verdad, con inteligencia, muy conciso y tremendamente detallista, generando un infinita amalgama de miradas y gestos. El estupendo trabajo de sonido contribuye a generar ese universo de matices donde cohabitan rostros, palabras y silencios, que firman el trío Benjamin Silvestre, Romain Ozanne, que hizo la primera película de Kapadia, y Olivier Voisin, un grande con más de medio centenar de películas entre las que destacan Crudo, Porto, entre otras. contribuye a generar ese universo de matices donde cohabitan rostros, palabras y silencios. El conciso y sobrio montaje que construye un ritmo cadencioso y naturalista en sus casi dos horas de metraje, que firma Clément Pinteaux, del que vimos Los años de Super 8, sobre las grabaciones domésticas de la escritora Annie Ernaux y la música de Dhritiman Das, con esos magníficos pasajes de piano y cuerdas, muy jazzísticos, con el mejor aroma de Malle y Cassavetes.

 

Si la parte técnica es extraordinaria, la parte artística está a la misma altura. Las tres maravillosas actrices indias que dan vida a sus tres heroínas corrientes y normales les dan un peso humano y emocional alucinante, porque parecen no interpretar y transmiten la verdad que le mencionamos anteriormente, con unas composiciones llenas de naturalidad y transparencia, de esas que cualquier leve mirada o gesto lo explican todo. Kani Kusruti es Prabha, la mujer un poco triste y un poco pensativa, que se debate entre dos aguas, entre dos mundos, el de un marido emigrado del que no sabe nada, y el de un doctor que cada día se le acerca más. Por otra parte, el caso de Anu que hace Divya Prabha es el de una mujer joven con ganas de ser libre y disfrutar de la vida, que debe de llevar su noviazgo en secreto por las diferencias culturales y religiosas, aún así, está dispuesta a luchar y seguir. Y por último, Parvaty que interpreta Chhaya Kadam, ya cansada de las dificultades de vivir en una urbe como Mumbai y quizás, ha llegado la hora de mirar al futuro y no rendirse a los malditos especuladores que, desgraciadamente, están en cualquier parte de este planeta. Tres retratos de mujeres, con sus diferencias y parecidos, que son una parte significativa de las mujeres indias de la actualidad, con sus alegrías, tristezas y complejidades. 

El cine de Satyajit Ray está muy presente en la película de Payal Kapadia, y no sólo que comparten nacionalidad, sino en su forma de retratar lo humano en su cotidianidad y en sus conflictos diarios, y mostrando una naturalidad tan íntima que convierte a los espectadores en una enfermera o habitante de Mumbai más, y no obstante, imprime un lenguaje de verdad y poético en contraste con la urbe inmensa, agotadora y bulliciosa. Una película como La luz que imaginamos se erige como una sutil y liberadora cinta sobre el significado de la fraternidad, la amistad y el amor en tiempos donde parece que importan otras cosas más urgentes. Es una película pequeña y muy grande a la vez, que no pide nada, quizás, pide sólo una cosa, que la veamos con tranquilidad, sin distraernos en ningún instante, y no lo digo porque vayamos a perdernos algo de su leve trama. No por eso, sino por la forma de cada plano y encuadre y lo que habitan en cada uno de ellos, de la capacidad inmensa de Kapadia para extraer lo máximo a partir de lo mínimo, consiguiendo atraparnos desde sus primeras imágenes del mercado callejero, mostrando la ciudad y sus habitantes y más tarde, las tres mujeres que se convertirán en sus protagonistas. Tres mujeres con sus conflictos, sus sueños en la ciudad que llaman así, o quizás, también sea la ciudad de las ilusiones, esos pensamientos fugaces, ya sean reales o inventados que nos ayudan a soportar ciudades como Mumbai, a maridos ausentes que parecen fantasmas, amores clandestinos que necesitan la oscuridad para ser reales o pisos que se escabullen de nuestras vidas porque algunos deciden hacer negocio. Unas ilusiones vividas en silencio, en el interior de unos corazones y unas almas que siguen viviendo o soñando, quién sabe. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

El cine de aquí que me emocionó en el 2023

El año cinematográfico del 2023 ha bajado el telón. 365 días de cine han dado para mucho, y muy bueno, películas para todos los gustos y deferencias, cine que se abre en este mundo cada más contaminado por la televisión más casposa y artificial, la publicidad esteticista y burda, y las plataformas de internet ilegales que ofrecen cine gratuito. Con todos estos elementos ir al cine a ver cine, se ha convertido en un acto reivindicativo, y más si cuando se hace esa actividad, se elige una película que además de entretener, te abra la mente, te ofrezca nuevas miradas, y sea un cine que alimente el debate y sea una herramienta de conocimiento y reflexión. Como hice el año pasado por estas fechas, aquí os dejo la lista de 30 títulos que he confeccionado de las películas de fuera que me han conmovido y entusiasmado, no están todas, por supuesto, faltaría más, pero las que están, si que son obras que pertenecen a ese cine que habla de todo lo que he explicado. (El orden seguido ha sido el orden de visión de un servidor, no obedece, en absoluto, a ningún ranking que se precie).

1.- UN CIELO IMPASIBLE, de David Varela

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2.- LAS PAREDES HABLAN, de Carlos Saura

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3.- AS BESTAS, de Rodrigo Sorogoyen

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4.- ETERNA. Una película documental sobre Gata Cattana, de Juanma Sayalonga y David Sainz

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5.- H, de Carlos Pardo Ros

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6.- NÈIXER PER NÈIXER, de Pablo García Pérez de Lara

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7.- NOTAS SOBRE UN VERANO, de Diego Llorente

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8.- MATRIA, de Álvaro Gago

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9.- 20.000 ESPECIES DE ABEJAS, de Estibaliz Urresola Solaguren

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10.- LAS BUENAS COMPAÑÍAS, de Sílvia Munt

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11.- HAFREIAT, de Alex Sardà

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12.- ARA LA LLUM VERTICAL, de Efhtymia Zymvragaki

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13.- POÈMES, de Héctor Fáver

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14.- SECADEROS, de Rocío Mesa

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15.- TODA UNA VIDA, de Marta Romero

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16.- UPON ENTRY, de Alejandro Rojas y Juan Sebastián Vásquez

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# https://242peliculasdespues.com/2023/06/19/entrevista-a-bruna-cusi-2/

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17.- EXTRAÑA FORMA DE VIDA, de Pedro Almódovar

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18.- TE ESTOY AMANDO LOCAMENTE, de Alejandro Marín

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19.- LAS CHICAS ESTÁN BIEN, de Itsaso Arana

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20.- CERRAR LOS OJOS, de Víctor Erice

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21.- CREATURA, de Elena Martín

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22.- MISIÓN A MARTE, de Amat Vallmajor del Pozo

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23.- O CORNO, de Jaione Camborda

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24.- DISPARARON AL PIANISTA, de Fernando Trueba y Javier Mariscal

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25.- SABEN AQUELL, de David Trueba

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26.- EL MAESTRO QUE PROMETIÓ EL MAR, de Patricia Font

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27.- QUE NADIE DUERMA, de Antonio Méndez Esparza

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28.- RUTA SALVATGE, de Marc Recha

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29.- ZINZINDURRUNKARRATZ, de Oskar Alegría

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30.- EL AMOR DE ANDREA, de Manuel Martín Cuenca

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31.- ROBOT DREAMS, de Pablo Berger

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32.- SOBRE TODO DE NOCHE, de Víctor Iriarte

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33.- SAMSARA, de Lois Patiño

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34.- LA ÚLTIMA NOCHE DE SANDRA M., de Borja de la Vega

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35.- SPLENDID HOTEL: RIMBAUD EN ÁFRICA, de Pedro Aguilera

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Entrevista a Jean-Gabriel Péirot

Entrevista a Jean-Gabriel Péirot, director de la película «Regreso a Reims», en el marco de L’arxiu subterrani. Found footage. Centenari del cinema amateur a Catalunya, en la sala Laya de la Filmoteca de Catalunya en Barcelona, el miércoles 24 de abril de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Jean-Gabriel Péirot, por su tiempo, sabiduría, generosidad, a Rafael Dalmau, por su gran labor como intérprete, y a Jordi Martínez de comunicación de la Filmoteca, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Eureka, de Lisandro Alonso

ÉRASE UNA VEZ EN AMÉRICA. 

“Nosotros no heredamos la tierra de nuestros ancestros; solo la tomamos prestada de nuestros hijos”

Proverbio nativo norteamericano

Podríamos decir que el primer tramo de Eureka, de Lisandro Alonso (Buenos Aires, Argentina, 1975), entrando en el espacio de la imaginación, es la conclusión de Jauja (2014), la anterior película de Alonso. Porque el oficial danés por fin da con su hija, a la cuál buscaba con ahínco en la mencionada. Un tramo filmado en blanco y negro con un formato cuadrado, muy sucio y físico, ambientado a finales del XIX o primeros del XX, en el que un tipo aparece por un poblado mexicano, muy parecido al de Por un puñado de dólares (1964), de Sergio Leone, a tiro limpio liquidando a todos los matones que se va encontrando en su áfan por dar con su hija, cruzándose con una enigmática mujer que es la cabecilla de todos los asesinados. Aunque, la conclusión quedará para nuestra imaginación, porque de repente, pasamos a la actualidad, y más concretamente en Pine Ridge en Dakota del Sur, en una reserva india que iremos conociendo de la mano de Alania, una policía en el turno de noche, y también, su sobrina Sadie. Otro corte dejará este segundo episodio para llevarnos al tercero y último, el que se sitúa en los años setenta en pleno río Amazonas cuando un grupo de indios se afanan por encontrar oro empleados por el blanco de turno. 

El cineasta argentino completa su película más ambiciosa de su breve pero intensa filmografía, 6 títulos en 22 años. Si bien continúa sumergiéndose en tipos solitarios y errantes, alejados de todos y todo, en una trama onírica y muy física, donde el personaje, el paisaje y el alma se funden en un terreno muy cercano a aquellos no westerns de finales de los 60 y comienzos de los 70, donde se despoja tanto a la historia, el personaje y al espacio de cualquier halo cinematográfico y se humaniza todo, retratando seres perdidos, confusos con una sociedad malvada y enfrascados en cuestiones del alma. Con la citada Jauja se produjo un cambio que todavía arrastraba conceptos y miradas de sus cuatro primeros filmes, aunque ya dejaba huellas de su interés por los nativos americanos, los grandes protagonistas, muy a su pesar, de la grandeza del western y por ende de Hollywood, personificando el mal, el salvajismo y lo antinatural, cuando era todo lo contrario. Una imagen que aquel no western se encargó de desmitificar, tratando a los nativos desde la mirada del conocimiento, dándoles su importancia en la historia de Estados Unidos. Alonso parte de la ficción de su primer episodio, en el que retrata un no western, alejándose del canon hollywoodiense, y más próximo a la modernidad del no género, para mostrar dos realidades bien diferentes de la suerte de los indios americanos. Desde la cárcel en la que viven más de 50000 personas en la reserva comentada, sumidos en el olvido y totalmente alineados a la forma de consumismo occidental, y los otros, a aquellos indios del Amazonas que trabajan para hacerse ricos, pero mantienen sus tradiciones y costumbres ancestrales, tanto con el entorno y los animales, en especial, las aves.

 Tres miradas para reflexionar sobre la suerte de los nativos, para mirarlos y sobre todo, para darles su espacio e importancia en la historia. Son tres momentos que parten del género para deformarlo o mejor dicho, para desmontarlo, para quitarle toda la parafernalia y despojarlo del sometimiento occidental. Una experiencia que la película, y tomando los anteriores trabajos del cineasta bonaerense, se multiplica y suma al espectador en una experiencia más allá de lo físico en el que lo transporta a un espacio donde el espíritu se mezcla con lo más tangible, en que las tradiciones van encontrando su resquicio de luz y manifestándose. En Eureka a partir de un guion escrito por Fabian Casas (que estuvo en Jauja y en la reciente Los delincuentes, de Rodrigo Moreno), Martin Caamaño y el propio director, construyen una película muy de cine, donde prevalecen dos elementos como la presencia femenina, y  seguramente, es la película más hablada de Alonso, porque también abarca mucho, tanto pasado histórico como presente continuo, pero sin apartar lo cinematográfico, porque lo hay y mucho como ha hecho en su cine, donde cada cuadro y cada mirada adquieren un significado relacionándolo en su conjunto.

Una imagen que vuelve a tener una importancia esencial como en sus anteriores películas, con el formato cuadrado del inicio y final, con el 16:9 en el medio, donde nuevamente vuelve a contar con Timo Salminen, como hiciese en Jauja, y un segundo cinematógrafo como Mauro Herce, dos grandes de la luz para dotar a la historia de una presencia fuerte y tensa, que va desde el blanco y negro denso, y ese halo de realidad y cuerpos más cerca de las experiencias de Kelly Reichardt, o las de El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, El poder del perro, de Jane Champion, Appaloosa y la reciente Hasta el fin del mundo, ambas protagonizadas por Viggo Mortensen, entre otras, pasando por lo nocturno de la reserva, que nos retrotrae al cine de los outsiders norteamericanos como Fuller, Cassavetes, Jarmusch y los Cohen, entre otros, para finalizar en ese río Amazonas de los setenta donde emergen los Glauber Rocha, y los Nelson Pereira dos Santos, donde se desnuda el encuadre y se penetra en los rostros y el alma de los personajes. El pausado y sobrio montaje de Gonzalo del Val, que ya hizo lo mismo en Jauja, con sus 147 minutos de metraje, en el que el ritmo cadencioso y depurado enriquece enormemente la experiencia que propone la película, donde tan importante es lo que vemos como lo que sentimos y más tarde, reflexionamos, en todo eso que se ha llamado western y la imagen distorsionada de los nativos, convirtiéndolos en un mero objeto definido por sus invasores. 

El gran trabajo de sonido, donde tan importante es lo que entra y lo que no, que firman Santiago Fumagalli, que ha estado en todas las películas de Alonso, y Vincent Cosson, toda una eminencia con casi 250 títulos que le ha llevado a trabajar con Gus Van Sant y Pablo Larraín, el magnífico diseño de producción con Miguel Ángel Rebollo, habitual de Javier Rebollo y Jonás Trueba, e Yvonne Fuentes. Un reparto que tiene a su compadre Viggo Mortensen que, después de Jauja se han convertido en una hermandad de la vida y el cine, dando vida a ese tipo con sed de venganza sin caballo y cansado y sucio que se enfrenta a todos y a él mismo, que tiene ese momentazo con Chiara Mastroianni, en la piel de una capo sin palabras y como mira, Alaina Clifford es la indígena polícia en la reserva que lleva todo el peso en la segunda película, que nos tiene arrebatados en una composición que recuerda a la de Lily Gladstone, la india de otra gran película desmitificadora como Los asesinos de la luna, del gran Scorsese, Sadie Lapointe es Sadie, la sobrina que quiere huir de allí, de tanta soledad, vacío y sin futuro, y luego el mexicano José María Yazpik como capataz en el río Amazonas, Viilbjork Mailing Agger, que repite después de la experiencia de Jauja, y luego una retahíla de grandes intérpretes componiendo unos personajes cercanos y naturales. 

A los que conozcan el cine de Lisandro Alonso estarán deseosos de volver a sus historias, sus imágenes, y sobre todo, su ensoñamiento, porque hacía casi una década que no veíamos una película del argentino, tiempo que ha dedicado a otros menesteres, según explica. Así que, le estreno de Eureka, título muy bien colocado y cuando vean la película estarán conmigo, es todo un acontecimiento a sus más fieles seguidores, en los que me encuentro, y no solo eso, porque aquel que no conozca su cine, es una gran oportunidad de conocerlo, porque además de disfrutar con uno de los narradores más singulares y personales del cine actual, es también un explorador de imágenes, a través de sus encuadres y planos, de sus largos planos y de sus primeros planos, y de encuadrar a sus personajes en los espacios, donde es todo un virtuoso, y añadir ese espacio espiritual, ese paisaje que no vemos pero está ahí, y esta película lo muestra, no desde lo físico, sino desde lo espiritual, desde ese lugar del que los occidentales nos hemos alejado tanto que ya ni reconocemos, y es ahí donde los indios, por mucho que les hayan expulsado de sus tierras, siguen hablando con sus ancestros, con sus muertos, con los otros, y siguen viendo aquello que nosotros no vemos, y es en ese instante donde mejor se mueve la película de Lisandro Alonso, haciendo visible lo invisible. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Not a Pretty Picture, de Martha Coolidge

FUI VIOLADA A LOS 16 AÑOS POR UN COMPAÑERO DE CLASE.   

“Esta película está basada en incidentes de la vida de la directora. La actriz que interpreta a Martha también fue violada cuando estaba en el instituto. Se han cambiado nombres y lugares”.

El cine tiene una inmensa capacidad para inventar con el propósito de enfrentarse a las historias que quiere contar para transmitir a los futuros espectadores. Cada historia necesita su propia mirada y sobre todo, su propia forma. Dicho esto, cuando la cineasta Martha Coolidge (New Haven, Connecticut, EE.UU., 1946), contaba con tan sólo 16 años y estudiaba secundaria fue violada por un joven de 21 años. A la hora de afrontar su primera película, Coolidge tenía la necesidad de hacer una película sobre el hecho traumático que supuso la violación 12 años atrás. La directora se aleja de la ficción convencional y construye un dispositivo magnífico, que consiste en un relato que tiene secuencias ficcionadas, que ocurren en el instituto y sobre todo, en el interior de un coche, camino a la fiesta donde se producirá la mencionada violación. A estas ficciones, les acompaña unas extraordinarias secuencias documentales, situadas en un destartalado loft en New York, en las que escenifican el momento de la violación, así como indicaciones y diálogos que mantienen la propia directora con amigos alumnos de la Universidad de la citada ciudad que interpretan a los personajes. 

De Martha Coolidge conocíamos sus películas posteriores a ésta, como La chica del valle (1983), Escuela de genios (1985), El precio de la ambición (1991), Angie (1994), y series de televisión como Sexo en New York (1998), C.S.I. Las Vegas (2000), y Cult (2013), entre otras. Una extensa carrera que abarca casi medio siglo de vida y más de 40 títulos. La pregunta es: ¿Por qué no conocíamos una película como Not a Pretty Picture?. Ya conocemos la respuesta. Por eso, por lo que cuenta y cómo lo aborda. Hasta ahora, porque gracias a la iniciativa de la restauración y el acierto de Atalante Cinema de distribuirla por estos lares, podemos verla y sobre todo, reflexionar en su fondo y forma. Lo que más sorprende de una película de esta naturaleza es la valentía y la mirada de su directora, Martha Coolidge de afrontar su propio dolor y el de muchas adolescentes que también fueron víctimas de la cultura de la violación tan naturalizada en los institutos. Estamos ante una película que es muchísimas cosas: desde el documento, de rememorar unos recuerdos dolores y difíciles de expresar, desde el ensayo, donde hay espacio para dialogar sobre lo que se está filmando y la forma de hacerlo, la ficción, como vehículo para desmembrar con más profundidad la complejidad de la realidad, y los componentes que la rodean. y desde lo humano y lo político, porque es tan importante lo que se muestra y el cómo se hace, donde en ese sentido.

La película es todo un ejemplo, ya lo era en su momento, en los pases que tuvo, porque no tuvo una carrera en cines comerciales, y lo es ahora, porque el problema sigue tan vigente como lo era entonces, donde el abuso y la violación siguen tan actuales, por desgracia. Not a Pretty Picture tiene el espíritu de los cineastas independientes de New York, los que se acogen en el Anthology Film Archives, como los Jonas Mekas y Peter Kubelka, entre otros, las películas de John Cassavetes, porque con una cámara de 16mm se acercan a las realidades más inmediatas pasadas por la ficción del cine y sus elementos más naturales y transparentes. Coolidge que tenía 28 años cuando hizo Not a Pretty Picture, se desdobla en dos miradas, la de la cineasta y la persona que mira su película y vuelve a aquel día fatídico donde fue violada, haciendo y haciéndose las preguntas y entablando diálogos con sus personas/personajes, donde su protagonista Michele Manenti, que hace de ella misma, también fue violada en el instituto, y las aportaciones de Jim Carrington, que es el violador, que habla desde el personaje y de él mismo, como los demás intérpretes, y la presencia de Anne Mundstuk, que fue compañera de la directora, interpretándose a sí misma.  

Una película denuncia y política, porque no sólo se queda en los hechos sino que va más allá, interpelando a esa cultura del abuso tan arraigada en los institutos y en los adolescentes que la ven como algo normal y consentido, cuando es al contrario. Desde su aparente sencillez, el aparato cinematográfico que cimenta Coolidge es, ante todo, una película que aborda un tema durísimo, pero sin ningún atisbo de revancha ni nada que se le parezca, sino desde la profundidad y la reflexión para comprender porque el abuso y la violación están tan naturalizados por los hombres y porqué se producen con tanta impunidad, creando el espacio para la conversación y el diálogo compartiendo experiencias, pensamientos y miradas. Por favor, hagan lo imposible por ver la película Not a Pretty Picture, de Martha Coolidge porque es toda una lección magnífica de cómo abordar un tema como la violación, el abuso, la intimidación y sobre todo, el miedo que rodea a la víctima ante un hecho tan doloroso, la dificultad de compartirlo con los demás y el asqueroso sentimiento de culpa que tienen las mujeres que han pasado por un trance tan horrible como este. Estamos ante una película de obligada visión por todos y todas, con sus maravillosos 83 minutos de metraje. 

Quiero agradecer enormemente a la directora estadounidense Martha Coolidge que hiciese esta película, por su audacia, por su talento y su forma de hacerla con ese espíritu indomable de la independencia y de la amistad, de compartir con los demás su violación y su dolor, y ser tan sencilla y tan transparente en su forma de mirar y reflexionar, en una película infinita, es decir, que usa las herramientas del cine para encarar el tema, y lo hace desde la profundidad más libre, natural y transparente, sin caer en tremendismos ni posiciones de un lado u otro, sino desde lo humano, desde lo político, pero en el sentido de reflexionar sobre el problema del abuso a las mujeres desde múltiples puntos de vista para mostrarlo sin edulcorantes ni nada de esa índole, sino desde la “verdad”, desde esa verdad de mirarnos de frente, sin tapujos ni sombras, sino con toda la claridad y transparencia posibles, y la directora lo consigue, porque habla desde lo personal y lo sencillo. Una película extraordinaria, abrumadora y sorprendente por lo que cuenta y cómo lo hace, tan moderna que no tiene tiempo ni está sujeta a nada ni nadie, sino al problema que retrata. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

El cine de aquí que me emocionó en el 2022

El año cinematográfico del 2022 ha bajado el telón. 365 días de cine han dado para mucho, y muy bueno, películas para todos los gustos y deferencias, cine que se abre en este mundo cada más contaminado por la televisión más casposa y artificial, la publicidad esteticista y burda, y las plataformas de internet ilegales que ofrecen cine gratuito. Con todos estos elementos ir al cine a ver cine, se ha convertido en un acto reivindicativo, y más si cuando se hace esa actividad, se elige una película que además de entretener, te abra la mente, te ofrezca nuevas miradas, y sea un cine que alimente el debate y sea una herramienta de conocimiento y reflexión. Como hice el año pasado por estas fechas, aquí os dejo la lista de 30 títulos que he confeccionado de las películas de fuera que me han conmovido y entusiasmado, no están todas, por supuesto, faltaría más, pero las que están, si que son obras que pertenecen a ese cine que habla de todo lo que he explicado. (El orden seguido ha sido el orden de visión de un servidor, no obedece, en absoluto, a ningún ranking que se precie).

1.- CANTO CÓSMICO, NIÑO ELCHE, de Marc Sempere-Moya y Leire Apelllaniz

# https://242peliculasdespues.com/2022/02/04/canto-cosmico-nino-de-elche-de-marc-sempere-moya-y-leire-apellaniz/

# https://242peliculasdespues.com/2022/02/07/entrevista-a-marc-sempere-moya/

2.- LA ABUELA, de Paco Plaza

# https://242peliculasdespues.com/2022/01/30/la-abuela-de-paco-plaza/

# https://242peliculasdespues.com/2022/01/31/entrevista-a-almudena-amor/

3.- TROS, de Pau Calpe

# https://242peliculasdespues.com/2022/02/27/tros-de-pau-calpe/

# https://242peliculasdespues.com/2022/03/01/entrevista-a-pau-calpe/

4.- ELES TRANSPORTAN A MORTE, de Helena Girón y Samuel M. Delgado

# https://242peliculasdespues.com/2022/05/20/eles-transportan-a-morte-de-helena-giron-y-samuel-m-delgado/

5.- ALMA ANCINA, de Alvaro Gurrea

# https://242peliculasdespues.com/2022/05/27/alma-anciana-de-alvaro-gurrea/

# https://242peliculasdespues.com/2022/05/29/entrevista-a-alvaro-gurrea/

6.- ALCARRÀS, de Carla Simón 

# https://242peliculasdespues.com/2022/06/01/alcarras-de-carla-simon/

# https://242peliculasdespues.com/2023/07/31/entrevista-a-arnau-vilaro/

7.- LAS GENTILES, de Santi Amodeo

# https://242peliculasdespues.com/2022/06/05/las-gentiles-de-santi-amodeo/

# https://242peliculasdespues.com/2022/06/06/entrevista-a-lola-buero-y-africa-de-la-cruz/

# https://242peliculasdespues.com/2022/06/07/entrevista-a-santi-amodeo/

8.- TENÉIS QUE VENIR A VERLA, de Jonás Trueba

# https://242peliculasdespues.com/2022/06/17/teneis-que-venir-a-verla-de-jonas-trueba/

# https://242peliculasdespues.com/2022/06/26/entrevista-a-jonas-trueba-e-irene-escolar/

9.- RENDIR LOS MACHOS, de David Pantaleón

# https://242peliculasdespues.com/2022/06/16/rendir-los-machos-de-david-pantaleon/

# https://242peliculasdespues.com/2022/06/19/entrevista-a-david-pantaleon/

10.- CANTANDO EN LAS AZOTEAS, de Enric Ribes

# https://242peliculasdespues.com/2022/07/01/cantando-en-las-azoteas-de-enric-ribes/

# https://242peliculasdespues.com/2020/10/19/entrevista-a-gilda-love-en-el-rodaje-de-cantando-en-las-azoteas-de-enric-ribes/

11.- UNA PELÍCULA SOBRE PAREJAS, de Natalia Cabral y Oriol Estrada

# https://242peliculasdespues.com/2022/12/14/entrevista-a-oriol-estrada-y-natalia-cabral/

12.- EL SECRETO DEL DR. GRINBERG, de Ida Cuéllar

# https://242peliculasdespues.com/2022/08/31/el-secreto-del-doctor-grinberg-de-ida-cuellar/

# https://242peliculasdespues.com/2022/04/24/entrevista-a-ida-cuellar/

13.- PACIFICTION, de Albert Serra

# https://242peliculasdespues.com/2022/09/04/pacifiction-de-albert-serra/

# https://242peliculasdespues.com/2022/09/22/entrevista-a-ariadna-ribas/

# https://242peliculasdespues.com/2023/09/11/entrevista-a-artur-tort/

# https://242peliculasdespues.com/2023/09/17/entrevista-a-montse-triola/

# https://242peliculasdespues.com/2023/12/14/entrevista-a-albert-serra-3/

14.- DÚO, de Meritxell Colell

# https://242peliculasdespues.com/2022/09/11/duo-de-meritxell-colell/

# https://242peliculasdespues.com/2022/09/14/entrevista-a-meritxell-colell-3/

15.- 918 GAU, de Arantza Santesteban 

# https://242peliculasdespues.com/2022/10/01/918-gau-de-arantza-santesteban/

# https://242peliculasdespues.com/2022/10/02/entrevista-a-arantza-santesteban/

16.- LA CONSAGRACIÓN DE LA PRIMAVERA, de Fernando Franco

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17.- MODELO 77, de Alberto Rodríguez

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18.- EN LOS MÁRGENES, de Juan Diego Botto 

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19.- UNICORN WARS, de Alberto Vázquez

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20.- CERDITA, de Carlota Pereda

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21.- EL AGUA, de Elena López Riera

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22.- TOLYATTI ADRIFT, de Laura Sisteró

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# https://242peliculasdespues.com/2022/11/01/entrevista-a-laura-sistero/

23.- UN AÑO, UNA NOCHE, de Isaki Lacuesta

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24.- MANTÍCORA, de Carlos Vermut

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# https://242peliculasdespues.com/2022/12/12/entrevista-a-zoe-stein/

# https://242peliculasdespues.com/2022/12/10/entrevista-a-carlos-vermut-2/

25.- LA MATERNAL, de Pilar Palomero

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26.- LA VISITA Y UN JARDÍN SECRETO, de Irene M. Borrego

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27.- SURO, de Mikel Gurrea

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28.- MATADERO, de Santiago Fillol

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29.- CANCIÓN A UNA DAMA EN LA SOMBRA, de Carolina Astudillo

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# https://242peliculasdespues.com/2022/12/04/entrevista-a-carolina-astudillo-2/

30.- AS BESTAS, de Rodrigo Sorogoyen

# https://242peliculasdespues.com/2023/02/23/as-bestas-de-rodrigo-sorogoyen/

Entrevista a Lois Patiño

Entrevista a Lois Patiño, director de la película «Samsara», en el Hotel Seventy en Barcelona, el lunes 11 de diciembre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Lois Patiño, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Katia Casariego de Revolutionary Press, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Samsara, de Lois Patiño

CERRAR LOS OJOS. 

“Un sentimiento que a él le gustaría llamar la sensación de la “eternidad”, un sentimiento de algo ilimitado, infinito, por así decir “oceánico”.

Sigmund Freud

En un momento fascinante y revelador de ese prodigio que es la película Las vacaciones del cineasta (1974), de Johan van der Keuken, el propio cineasta menciona la grandiosidad del aparato cinematográfico cuando revela que: “El cine es el único arte que tiene la capacidad de mostrar la vida y la muerte en un solo plano”. En Samsara, el tercer largometraje de Lois Patiño (Vigo, 1983), la idea no es solo mostrar la vida y la muerte, y la fragilidad que las separa, sino en materializar ese tránsito entre esos dos estados. Filmar lo invisible, aquello que no es perceptible para nuestros sentidos, y lo que nos propone es una experiencia radical, sí, pero también, una experiencia diferente, la de cerrar los ojos literalmente, y que las imágenes que nos vemos se posen en nuestros párpados y se conviertan en esa pantalla oculta. Una pantalla que nos irá guiando por esos sensitivos 15 minutos, convertidos en un interludio que devuelve el cine su magia, su parte espectral, donde las cosas que no vemos son tan o más importantes que las que vemos, o lo que es lo mismo, las imágenes que vemos y las que no, sobre todo, estás últimas, son el vehículo que nos ayuda a ver lo que no vemos. 

Los que conocemos la trayectoria de Patiño no nos sorprende en absoluto ese nuevo capítulo en su filmografía, porque desde que vi Montaña en sombra (2012), una pieza de 12 minutos donde el paisaje de montaña nevado mientras veíamos a unos diminutos esquiadores, ya nos daba cuenta de la mirada de un cineasta que profundiza en la relación de humanos y el paisaje, donde en plano muy general, las cosas formaban figuras extrañas en que la experiencia sensorial y visual era toda una revelación. En Costa da Morte (2013), su ópera prima, nos mostraba ese lugar mítico desde otra perspectiva, a plano general, también, donde veíamos a mariscadoras en su tarea, mientras escuchábamos sus diálogos como si estuvieran a nuestro lado. Una experiencia inmersiva desde la lejanía que nos situaba en una zona de experiencia intuitiva y fascinante. En Lúa Vermella (2020), su cine entraba en otro estado, y nunca mejor dicho, y se planteaba la relación entre los marineros muertos en los naufragios que volvían en forma de espectros con los vivos, creando una nueva realidad donde conviven unos y otros en un espectáculo visual y sonoro magnífico. 

Samsara coescrita por Gabiñe Ortega, coproductora de la cinta junto a Leire Apellaniz y Claudia Salcedo, y el propio Patiño, sigue la línea, o podríamos decir, que sigue en sintonía a lo que revelaba Lúa Vermella, pero ahora deja su tierra galega para viajar lejos o cerca, y llevarnos a dos tiempos, dos estados y dos formas de relacionarse con la vida y sobre todo, con la muerte, con esa interesante idea que todo formamos de un todo. Primero, estamos en Laos, siguiendo la experiencia del joven Amid, que lee a una anciana moribunda el Bardo Thodol o Libro Tibetano de los Muertos, y hace amistad con un joven novicio budista que llevará por el río Mekong junto a otros novicios hacia una gran cascada. Cuando muere la anciana, la película se adentrará en el “Bardo”, la realidad intermedia de la que habla el mencionado libro (experimentando esos 15 minutos que nos invitan a cerrar los ojos y a meditar), donde el cuerpo transita hasta la segunda parada del viaje, las playas de Tanzania, en que la nueva existencia se hará realidad en el cuerpo de una cabrita Neema, que significa “Bendición”, bajo la tutela de una niña que se llama Juwairiya. La película traza un magnífico espectáculo lumínico y sonoro, donde el tiempo se detiene, en que el relato se cuenta y se toma su tiempo para entrar en un estado diferente, en que nos detenemos y miramos la película.

La película nos propone un camino sinuoso, peor también relajado, más allá de nosotros y lo que conocemos, porque Samsara es una película para mirarla y contemplarla, porque sus imágenes contienen belleza y poesía, en que lo mítico y lo espiritual abordan cada mirada, cada gesto y cada instante, con una cinematografía doblada, ya que para Laos se encarga el gran Mauro Herce, y para Tanzania, Jessica Sarah Rinland, la directora de A imagen y semejanza (2019), con los destellos intermitentes de color estroboscópico que se posan en nuestros ojos cerrados, y filmada en 16mm con ese grano y textura, que consuma esa idea de atemporalidad y otro tiempo y ningún tiempo, en que la película no muestra una realidad, sino muchas, múltiples, y ninguna conocida, todas las posibles e infinitas no realidades de otros mundos, o mejor dicho, que pertenecen al mundo de los sueños, a lo inexplicable, a lo sublime, a lo otro. El vasco Xabier Erkizia se encarga del diseño de sonido y la música, esenciales en una película en la que estos dos elementos se convierten en lo que vemos o en las guías fundamentales para que nuestras mentes vean lo que no vemos. El formidable montaje que lleva la firma del propio director, es un virtuoso trabajo lleno de detalle, de ese ritmo pausado que no pesado, donde cada plano y cada encuadre vive y muere. 

Patiño ha construido una película que va más allá de la propia experiencia cinematográfica, porque usa el cine para vehicular una experiencia elevadora que nos remite a los orígenes, cuando el cine era capaz de filmar lo invisible, materializar lo oculto, donde el universo de los vivos y los muertos se mezclaba y no éramos capaces de discernir entre uno y el otro. Samsara, de Lois Patiño es una alucinante película que fusiona lo doble, desde la convivencia de diferentes religiones como el budismo y el islamismo, dos universos, dos paisajes, dos formas de vida, dos pensamientos, la vida y la muerte en eterna convivencia, y ese otro estado, el llamado “Bardo”, y filma lo invisible, lo que no se ve, y para eso, mientras lo hace, nos invita a no ver, a ver más allá, a una relación íntima y sensorial y visual porque percibimos esos mencionados destellos. Una película que es más que una película, porque se sumerge en un estado emocional muy profundo, y lo hace con una herramienta infinita como el cine, dotándola un valor que muchos han olvidado o quizás, no saben que posee, porque Patiño no sólo ha mirado a eso que desconocemos: el tránsito entre los vivos y los muertos, sino que ha mirado mucho más allá, y se ha sumergido en aquello que no ve, aquello que siente o intuye, aquello que está y que sólo cerrando los ojos, como nos acuciaba Erice en su última película, estrenada apenas tres meses, porque hay cosas demasiado importantes que sólo podemos ver con los ojos cerrados. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Víctor Iriarte

Entrevista a Víctor Iriarte, director de la película «Sobre todo de noche», en el Hotel Catalonia Eixample 1864 en Barcelona, el martes 28 de noviembre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Víctor Iriarte, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sonia Uría de Suria Comunicación, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Sobre todo de noche, de Víctor Iriarte

UNA MADRE, UN HIJO, UNA MADRE. 

“Esta es una historia de violencia, de rabia y de violencia. Alguien pierde a alguien. Alguien busca a alguien el resto de su vida. Esta es mi historia. Hubiera podido suceder de otra manera pero sucedió así”.

Vera

Si algo adolece mucho del cine actual es la ausencia de relato en las historias que cuenta. Muchas películas abandonan por completo la idea del cuento, la idea de la fábula poliédrica, aquella historia que se bifurca constantemente, que fábula sobre ella misma, que indaga a partir del artefacto cinematográfico en una incesante búsqueda donde el artificio se fusiona con la narración, en que el camino no tiene una constante ideada, sino todo lo contrario, un itinerario que acoge otras disciplinas como la literatura, la música y el canto para contar y contarnos su historia en un caleidoscopio infinito donde el género es una mezcla de todos ellos, incluso el misterio que oculta cualquier película, en este cine se revela o no y cuando lo hace se revela ante nosotros interrogando a la propia película, en un documento ensayístico en el que lo importante no es sólo lo que nos están contando, sino que va construyendo una forma heterogénea que va mutando a lo largo de la película. 

El cineasta Víctor Iriarte (Bilbao, 1976), al que conocemos por su trabajo de programador de cine y director de múltiples piezas, amén de sus trabajos para Isaki Lacuesta y Raya Martin, debutó con el largometraje Invisible (2012), un relato que ya planteaba la fusión de géneros, elementos, texturas y formas para contarnos muchas historias dentro de ella. Mismo punto de partida con el que ejecuta su segundo trabajo de título tan estimulante, Sobre todo de noche, donde nos pone en la pista de Vera, una madre que entregó su hijo por no poder atenderle, y años después, cuando quiso saber de él, se enfrenta a un vacío y oscuridad burocrática y decide vengarse de todos ellos. Una línea mínima de argumento, convertido en un interesante y revelador guion que firman Isa Campo, estrecha colaboradora del citado Isaki Lacuesta, (que ambos coproducen la película, junto a Valérie Delpierre, y demás), Andrea Queralt, productora de títulos tan importantes como O que arde, de Laxe, y Matadero, de Fillol, y el propio director, filmada en un estupendo trabajo de cinematografía en 16mm por Pablo Palomo, del que vimos Al oriente, de José María Avilés, en una composición que nos remite a por ejemplo películas como Los paraísos perdidos (1985), y Madrid (1987), ambas de Basilio Martín Patino, con ese aroma de atemporalidad donde las cartas y los mapas pueden convivir con los móviles sin ningún tipo de interferencia. 

La excelente música, un personaje más de la historia, que firma una grande como Maite Arroitajauregi, una habitual del cine vasco en películas como Amama, Akelarre e Irati, y de directores como Fernando Franco, construyendo de forma tensa y profunda todos los vaivenes emocionales de los personajes. Una película de estas características donde la forma y lo que cuenta devienen tanta importancia requería un preciso y detallado trabajo de montaje, y lo encontramos en una habitual de este tipo de cine que investiga y se investiga, que no es otra que Ana Pfaff, que realiza una edición donde priman los rostros y las manos, en que la película se explica mediante acciones, acompañadas de intensas reflexiones sobre el pasado. Qué decir del excelente trío protagonista de la película con una enorme Lola Dueñas como Vera, la madre que busca a su hijo, la madre que se venga de esa burocracia ilegal y miserable, la madre que encuentra a su hijo y sobre todo, la madre herida que no se lame las penas y se lanza en un viaje en el que no cesará en su empeño. La actriz está inmensa y construye una Vera que traspasa la pantalla por su forma de mirar, de hablar y moverse en un mundo que vapulea al débil y lo olvida, pero Vera no es de esas, porque Vera es una mujer herida, como las que construía Chabrol en su cine. 

La gran actuación de Lola/Vera no ensombrece a los demás intérpretes, que componen un estupendo contraplano interpretativo en sus diferentes roles, porque en su viaje/encuentro se tropezará con otra madre, la que hace Ana Torrent y recibe el nombre de Cora, profesora de piano, una madre que no puede tener hijos, una madre que es muy diferente a Vera, pero otra madre, en fin. Y luego, está Manuel Egozkue. que muchos recordamos como el protagonista de la maravillosa y exquisita Arquitectura emocional 1959 (2022), de León Siminiani. El actor hace del hijo, él hace de Egoz, que está a punto de cumplir los 18. El hijo de dos madres. Y después están María Vázquez que tiene su momento en una biblioteca, y Katia Bolardo, que también tiene el suyo en una piscina, y Lina Rodrigues, que tiene su instante cantando un fado. Intérpretes de vidas duras que arrastran heridas inconfesables, heridas que no han compartido, heridas que desgarran unas vidas que no pueden quedar en el olvido de la desmemoria. Personajes que no están muy lejos de aquellos que tanto le agradaban a Bresson, que explican sus cosas con movimientos, con esos planos de detalle de esas manos recorriendo mapas, recorriendo vidas que quedaron detenidas. 

Sobre todo de noche traza un recorrido por muchos espacios, lugares, texturas y tonos como lo psicológico de Hitchcock, lo noir de Melville, los mundos y submundos de Borges, Bioy Casares y Cortázar, donde la forma y el relato casan con extraordinario detalle y composición, donde la película descansa en la precisión de lo que se está contando acompañado de unas imágenes breves y concisas, donde pasado y presente forman un único espacio, donde todo va convergiendo en ese espacio fílmico o de ficción en el que la historia se interroga y nos interpela a los espectadores, recuperando esa idea de la fábula, del cuento que se cuenta de múltiples formas y las vamos viendo todas, como sucedía en El muerto y ser feliz (2012), de Javier Rebollo, y en La flor (2018), de Mariano Llinás, saltando de forma natural de un género a otro, mezclándolos, de una forma a otra, y de un tiempo/espacio a otro, pero obedeciendo a un proceso donde todo se compacta en armonía, sin darnos cuenta, de un modo de absoluta transparencia, en el que los objetos de naturaleza diversa se vuelven cotidianos, y donde los personajes van y vienen en un sin fin de espesuras y tensiones, donde todos tienen su camino, su objetivo, en busca de paz, de esperanza dentro de los conflictos que les ha tocado vivir, o mejor dicho, padecer, con una narradora que es la propia Vera que explica e indaga sobre sí misma y los demás, en un continuo juego de espejos y realidades múltiples. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA