Las películas de fuera que me emocionaron en el 2014

El año cinematográfico del 2014 ha bajado el telón. 365 días de cine han dado mucho y muy bueno, películas para todos los gustos y deferencias, cine que se abre en este mundo cada más contaminado por la televisión más casposa y artificial, la publicidad esteticista y burda, y las plataformas de internet ilegales que ofrecen cine gratuito. Con todos estos elementos ir al cine a ver cine, se ha convertido en un acto reivindicativo, y más si cuando se hace esa actividad, se elige una película que además de entretener, te abra la mente, te ofrezca nuevas miradas, y sea un cine que alimente el debate y sea una herramienta de conocimiento y reflexión. Como hice el año pasado por estas fechas, aquí os dejo la lista de 13 títulos que he confeccionado de las películas de fuera que me han conmovido y entusiasmado, no están todas, por supuesto, faltaría más, pero las que están, si que son obras que pertenecen a ese cine que habla de todo lo que he explicado. (El orden seguido ha sido el orden de visión por mi parte)

1.- NYMPHOMANIAC, de Lars Von Trier

L’enfant terrible por excelencia del mundo cinematográfico atacaba de nuevo con una película de más de 4 horas de duración -estrenada en dos partes, como ocurrió con Kill Bill (2003-4) de Tarantino- donde contaba la historia de Joe, -una Charlotte Gainsbourg pletórica y admirable- desde que descubre el sexo en la adolescencia hasta la edad adulta, un cuarto de siglo donde su terrorífica adicción al sexo la obligaba a sumergirse en su propio descenso a los infiernos practicando todo tipo de actividades sexuales habidas y por haber. Trier manejaba muchos elementos:  filosofía, terror, social, relaciones humanas, familia, sexo explícito… y toda clase de situaciones que nos enfrentaban a los más terribles miedos humanos de los que nos podíamos escapar. Una cinta oscura, a veces siniestra, y brutal en todos los sentidos.

2.- A PROPÓSITO DE LLEWYN DAVIS, de Ethan y Joel Coen

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3.- HER, de Spike Jonze

La cinta de Jonza nos traslaba en futuro no muy cercano, que casi lo podíamos acariciar con las manos, donde un joven Theodore, -grandísima composición de Joaquin Phoenix- que se gana la vida escribiendo cartas para los que no tienen tiempo ni ideas, entretiene su soledad, en su piso de aires sintéticos,  colgado de internet buscando sistemas virtuales que le transporten a otras realidades. En uno de esos viajes por la red, encuentra un aplicación y comienza a hablar con un sistema operativo de compañía,  Samantha (donde escuchamos la voz de Scarlett Johanson). Jonze crea una atmósfera sin vida, donde todo el mundo anda conectado y perdido en los mundos virtuales que les ofrecen un mundo imaginario para satisfacer todas sus soledades y miserias. Un mundo irreal donde las relaciones humanas han desaparecido y el contacto físico se ha convertido en reliquia del pasado.

4.- EL VIENTO SE LEVANTA, de Hayao Miyazaki

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5.- LA IMAGEN PERDIDA, de Rithy Pahn

Pahn es un cineasta de la memoria, buena parte de su cinematografía se centra en la terrible dictadura que asoló su país, Camboya, durante los años 1975 y 1979, por parte de los Jemeres Rojos, y su sistema fascista, terrorífico y asesino que llevó a la muerte un tercio de la población. Siguiendo la línea de S-21: La máquina de matar de los Jemeres Rojos (2003), vuelve al lugar de la tragedia, pero esta vez lo hace de una manera singular e muy imaginativa. La falta de imágenes de los campos de trabajo forzados, le hace inventarse un mundo de figuras de barro que recrean aquellos trágicos lugares perdidos en la selva. La película es brutal y aplastante, su sencillez formal y su sabiduría dramática agarran al espectador dejándolo sin aliento y descompuesto. Una obra contundente, desgarradora y brutal de uno de los directores más interesados en desenterrar los lugares vacíos de la memoria.

 6.- STRAY DOGS, de Tsai Ming Liang

El cine del taiwanés está estructurado a través de mecanismos que viajan a contracorriente del mundo veloz, caótico y desenfrenado en el que nos movemos. Su cine es todo lo contrario, sus planos secuencia larguísimos, su modo de observación y contemplación de la sociedad que le rodea, su mirada onírica, y a veces malsana y su peculiar manera de observar a sus personajes, le han convertido en uno de los directores contemporáneos más estimulantes e interesantes. Aquí nos retrata una familia que componen la pareja y sus dos hijos que viven, o tendríamos que decir, sobreviven en un edificio ruinoso sin más ilusiones o esperanzas que las que les depara el día a día. El plano final con el que cierra su película, (de 20 minutos de duración, donde encuadra a sus dos protagonistas) se convierte así en el mejor ejemplo donde se apoya su admirable radicalismo cinematográfico.

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7.- SÓLO LOS AMANTES SOBREVIVEN, de Jim Jarmusch

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8.- OMAR, de Hany Abu-Assad

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9.- BOYHOOD, de Richard Linklater

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10.- WINTER SLEEP, de Nuri Bilge Ceylan

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11.- DOS DÍAS, UNA NOCHE, de Jean-Pierre y Luc Dardenne

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12.- PERDIDA, de David Fincher

La cinta de Fincher arranca una mañana en uno de esos lugares residenciales donde todo parece ir bien. La desaparición de una joven esposa que ha triunfado en su profesión como escritora de libros para niños hace destapar un mundo de apariencias, en el que todos mienten y viven una vida falsa y sin sentido. La película es un cruce entre el cine noir más clásico, y la crítica brutal a unos medios de comunicación más dados a lo cirquense que a su profesión de descubrir la verdad y contarla, donde el marido y su familia y amigos se lanzan a buscar a la desaparecida, cuando a mitad de la trama, el director nos desvela la verdad, y la cinta se adentra en un mundo sucio y mugriento de mentiras, complejos, miedos y frustraciones que llevan a unos personajes a engañarse a sí mismos en pos de sus objetivos inhumanos y terribles. Unos Ben Afleck y Rosemunde Pike realmente brillantes en sus respectivas composiciones.

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13.- JAUJA, de Lisandro Alonso

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Jauja, de Lisandro Alonso

jauja-posterPoema sobre el vacío

Lisandro Alonso (Buenos Aires, 1975) se ha pasado 6 años sin dirigir un largometraje, después de Liverpool, si exceptuamos su trabajo en las Correspondencias para el CCCB (2011) que mantuvo con Albert Serra, una pequeña pieza de 23 minutos rodada en la Pampa donde recuperaba a Misael, el personaje de La libertad (2001), su opera prima. Tiempo suficiente para pensar en cómo afrontar su nueva película. Jauja, es una obra radical e hipnótica, que si bien sigue el mismo discurso que Alonso ha investigado en sus anteriores obras, aquí da un paso más, o podríamos decir, llega al final de su camino, y no sólo con la película, sino también con su faceta como director de cine. En su última obra, también reconocemos sus constantes tanto temáticas como formales: hombres errantes en busca de alguien o algo –que Alonso utiliza como mera excusa argumental-, un paisaje exterior e interior que aplasta y devora al personaje de forma brutal, la relación de los personajes con objetos reveladores, los planos fijos y mantenidos de extensa duración que provocan el desconcierto en el espectador, su rodaje en 35mm, y sobre todo, una investigación constante de las propias formas del lenguaje cinematográfico que le han llevado en cada película a reinventarse como creador adoptando nuevas fórmulas y caminos. En su quinto título, nos sitúa en la Patagonia en 1882, durante una de las campañas del ejército argentino en busca de Jauja, ese lugar mítico donde reina la abundancia y la felicidad. Les ayuda Dinesen, un capitán danés ingeniero, -magistral la composición de Viggo Mortensen- al que le acompaña su hija, Ingebor. Una noche, Ingebor se fuga con uno de los soldados, y su padre sale tras ella adentrándose en territorio enemigo. Alonso arranca su película cercando a sus personajes en un tiempo de espera, -recuerdan el ejército de El desierto de los tártaros (1976), de Zurlini- entre diálogos, tareas y baños, recordando al oficial Zuluaga que ha desaparecido (como el coronel Kurtz de Apocaypse Now), encuadrados en el formato 1:1, la total ausencia de la mise en scène, y la ruptura entre el tiempo y el espacio temporal, tres cuestiones en las que Alonso da un paso más en relación a sus anteriores trabajos. En el instante en que Dinesen se apodera de la película, el director argentino empieza su viaje, un trayecto en el que se inspira de muchas fuentes del western: desde Ford, -donde La legión invencible (1949), tendría un papel destacado-, el metafísico de Hellman, o el crepuscular de Peckinpah, donde la hermosísima y penetrante luz de Timo Salminen –habitual colaborador de Kaurismäki-, juega un gran papel dotando a la textura del filme un sabor clásico y moderno a la vez, en que el formato cuadrado afianza una imagen que conmueve e inquieta. Alonso sigue a su criatura desde la distancia, abriendo el plano, observando como el desierto lo va devorando lentamente, como su difícil tránsito por las rocas y las hierbas lo van derrotando y consumiéndolo a la nada –la secuencia nocturna donde el capitán se recuesta mirando el firmamento estrellado, resulta de una emoción sobrecogedora-. En ese momento, el espacio físico y emocional se apropian de la película transportándonos hacía otro lugar, y revelando la cinta hacía una experiencia poética y existencial, donde ya nada existe y somos invadidos por sensaciones, y estímulos de todo tipo. La secuencia de la cueva, -que podría haber firmado Lynch-, navega entre el sueño y el lirismo- podría resumir todo el trayecto de la película, donde también podríamos encontrar elementos del cine de Herzog. El cineasta bonaerense nos conduce hacía otra dimensión, quizás hasta la tierra de Jauja, un lugar que sólo existe entre lo físico y lo emocional, donde el pasado se ha borrado y el futuro no existe, un espacio espiritual y mágico que habita en algún lugar profundo de nuestro ser.