Entrevista a Mario Hernández y Salva Reina

Entrevista a Mario Hernández y Salva Reina, director y actor de la película “Tregua(s)”, en la terraza del Hotel Pulitzer en Barcelona, el miércoles 20 de septiembre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Mario Hernández y Salva Reina, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Íñigo Cintas y Andrés García de la Riva de Nueve Cartas comunicación, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Tregua(s), de Mario Hernández

LO QUE SOMOS, LO QUE FUIMOS Y LO NUNCA SEREMOS.  

“Alcanzó el paraíso que pueblan todos los amantes de todos los tiempos, el mundo al fin entrelazado de dos seres diversos que, por un instante, creen dejar atrás la soledad”.

“Contra el viento”, de Ángeles Caso. 

La comedia romántica de nuestros días, por lo general, se ha instalado en una especie de pleitesía hacia el público, ofreciendo películas de corte muy superficial, con historias políticamente correctas, con el afán de agradar sin agredir, es decir, que todo el mundo salga de verla con la sonrisa, sin haber reflexionado una pizca de nada de lo que le han propuesto, porque la propuesta, valga la redundancia, está únicamente construida para eso mismo, para agradar y no pensar en nada, pasar el rato o perderlo, según el caso. Por ese motivo, comedias románticas como Tregua(s), se agradecen y mucho, porque se salen de lo fácil y del producto, para indagar en otros territorios de la complejidad de la condición humana, en su apartado más complicado como los sentimientos y las emociones. Tenemos a dos personajes, a dos almas, Ara y Edu. Ella, actriz de renombre con una relación de dos años. Él, un guionista sin más, también con una relación de tiempo. A pesar de la aparente felicidad que tienen con sus parejas, Ara y Edu hace una década que son amantes intermitentes. Cuando coinciden en festivales o eventos, comparten sexo, confidencias y ese oasis de descanso de sus vidas reales o no. 

Mario Hernández (Albacete, 1988) ha hecho carrera como dramaturgo y director en el teatro, y ha dirigido cortometrajes documentales y de ficción como Por Sifo (2016), protagonizado por Salva Reina, que aquí actúa además como coproductor, y actor protagonista junto a Bruna Cusí, construye su ópera prima a partir de un guion y una dirección sencilla, sin adornos ni artificios, acotada a una noche que se va alargando, apoyándose en la palabra y en todos los silencios que esta causa. La película se destapa como una atrevida y agitada comedia romántica cómo se hacían antes, con el regusto del Hollywood clásico, salvando las distancias, por supuesto, con aquellas adorables historias llenas de personajes afilados, de mundo, y ambiguos, que deseaban a la par que dudaban de sus sentimientos, películas que hicieron grande el género y a día de hoy son referentes incuestionables, y películas sobre el amor y los amores que también se les dan a la cinematografía francesa. Tregua(s) también se nutre de ese cine-diálogo donde lo importante es tanto lo que se dice como lo que se calla, con esas conversaciones donde la pareja protagonista se dice de todo, y de más allá, atrayendo, retando y vacilando al que tienen delante. Un (des)encuentro en el que hay sexo, palabras, y sobre todo, pasado, un pasado que viene a recordarles que su relación o su amor pende del siguiente (des) encuentro o no. 

Dividida en tres tramos muy diferenciados. El primero es una habitación de hotel, donde los espejos juegan un rol fundamental que describe sin palabras, todo lo que son esta singular pareja, lo que comparten, lo que no y en qué punto están. El segundo tramo sucede entre un bar y la calle, con ese juego infantil entre ellos, y luego, los reproches, los absurdos y la distancia. Y el último, la terraza del hotel, donde la ciudad de Málaga queda abajo, y ellos arriba, o quizás es al revés, en que tanto uno como otro esconden lo que sienten, se divierten, beben y hacen ver lo que son, los que les gustaría ser y tal vez, lo que nunca serán. Un gran trabajo de cinematografía que firma Alex Bokhari, que tiene en su haber estado en los equipos de series tan potentes como El ministerio del tiempo, La casa de papel y The Crown, entre otras, el exquisito y rítmico montaje de Dani Aránega, del que hemos visto películas como la reciente Asedio, y la serie Parot, firma una edición complicada por tratarse de una película apoyada a través del diálogo, que en ningún momento se hace pesada ni sensiblera en sus 90 minutos de metraje. 

Si tuviéramos que destacar la parte fundamental de la película esa no sería otra que su espectacular pareja protagonista, con el citado Salva Reina, del que hemos visto su acertado trabajo en comedias de otra índole, aquí se destapa como un tipo cansado y aburrido de su trabajo como guionista, y esas cosas del negocio que hacen odiar a uno su pasión. Alguien que se ríe de sí mismo y constantemente hace bromas para no enfrentarse a una realidad que prefiere esquivar para no mentirse más de lo que lo hace. A su lado, frente o quizás, junto a él, tenemos a Bruna Cusí, que decir de una de las mejores actrices de su edad del país, y no lo decimos por quedar bien, sino por muchas razones, por su mirada, esos momentos que nos regala en la película, por cómo habla y cómo dice los diálogos de su personaje, y ´como está tan perdida y vacía como su partenaire. Tregua(s) es una película de producción sencilla y pequeña, pero muy grande en su forma y fondo, sin caer en lugares comunes ni condescendencia al público, sino haciendo una película honesta y sencilla, como las grandes películas. 

Tregua(s) es una historia que engancha por su aparentemente sencillez, peor que oculta e irá emergiendo toda una retahíla de aspectos relaciones con el amor o no, las relaciones personales, las ajenas y las propias, y todo lo que somos, lo que nos gustaría ser y lo que nunca seremos, todas las mentiras que decimos a los demás, a nosotros mismos, y sobre todo, aquello que escondemos a los demás y a nosotros, y todas esas cosas que un día fuimos y quisimos, y ahora, se nos ha olvidado y lo más grave, no es que ya no seamos, es que queremos autoconvencernos que en algún lugar y junto a alguien, todo está esperando para cuando lleguemos nosotros. En fin, una comedia romántica, donde nos reímos, nos entristecemos y también, reflexionamos sobre muchas cosas, pero sobre todo, sobre nosotros mismos, eso que casi nunca hacemos. Véanla, por favor, si tienen ocasión en su ciudad, y cuando lo hagan, la recomendarán, y les diré porque, porque todo lo que le habían contado acerca del amor, verán que no saben nada, o quizás, saben demasiado, y ahora sólo queda, que sean honestos con los demás y con ustedes, aunque sea durante un rato cada día. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Arnau Vilaró

Entrevista a Arnau Vilaró, coguionista de la película “Alcarràs”, de Carla Simón, en la Cantina Restobar en Barcelona, el miércoles 9 de septiembre de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Arnau Vilaró, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Nicolas Cazalé

Entrevista a Nicolas Cazalé, actor de la película “Esperando a Dalí”, de David Pujol, en la terraza de Gran Torino Garage Bar en Barcelona, el jueves 13 de julio de 2023

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Nicolas Cazalé, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Violeta Cussac de MadAvenue, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

Entrevista a David Pujol y José Ángel Egido

Entrevista a David Pujol y José Ángel Egido, director y actor de la película de la película “Esperando a Dalí”, en el marco del BCN Film Festival, en el Hotel Casa Fuster en Barcelona, el domingo 23 de abril de 2023

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a David Pujol y José Ángel Egido, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Violeta Cussac de MadAvenue, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

Entrevista a Clara Ponsot

Entrevista a Clara Ponsot, actriz de la película “Esperando a Dalí”, de David Pujol, en la terraza de Gran Torino Garage Bar en Barcelona, el jueves 13 de julio de 2023

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Clara Ponsot, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Violeta Cussac de MadAvenue, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

El caso Braibanti, de Gianni Amelio

EL ESTADO CONTRA ALDO BRAIBANTI. 

“Ser distinto, diferente, puede ser un perjuicio, pero, si haces que tu diversidad no sea solo una característica sexual sino una muestra de una personalidad diferente, no algo plano ni conformista, puedes ganar a los que te insultan”.

Gianni Amelio

Podríamos decir, sin ánimo de exagerar, que Gianni Amelio (Magisano, Calabria, Italia, 1945), pertenece a esa última gran hornada de cine italiano, y me refiero a ese cine italiano comprometido con su tiempo, crítico con la sociedad democrática que no se enfrenta a su pasado miserable y terrorífico, profundamente político, y sobre todo, un cine que todavía persiste en el tiempo porque no es sólo cine, es mucho más, es una crónica de un tiempo para entender de dónde venimos y lo mal que hemos construido esta Europa tan aparentemente moderna pero sostenida por interés económicos y poco más. Amelio que estudió filosofía y ayudante de Vittorio De Seta, forma parte de aquellos y aquellas cineastas que nacieron en los treinta e inmediatamente, después, como Liliana Cavani (de la que Amelio fue ayudante), Paolo y Vittorio Taviani, Bernardo Bertolucci y Marco Bellocchio, a los que incluimos, como no, a Pier Paolo Pasolini, nacido en los veinte, pero que empieza en los sesenta. Cineastas que hicieron cine en los sesenta y en adelante, y muchos de ellos, lo siguen haciendo, aquellos que crecieron rodeados de Neorrealismo, los que pasaron cuentas a Italia, y por ende, a esa Europa después de la guerra, que pretendía construir un continente sin armas y más humano. 

Amelio tiene películas sobre política, sobre los mecanismos del poder que va contra los más débiles como los niños o inmigrantes, películas que se han quedado en la memoria como Golpear al corazón (1983), y Puertas abiertas (1990), Niños robados (1992), Lamerica (1994), Cosi ridevano (1998), La estrella ausente (2006) y La ternura (2016), entre los veinte títulos que forman una filmografía siempre atenta a los cambios sociales y económicos, en esa eterna lucha de David contra Goliat, o lo que es lo mismo, entre el necesitado y el poder, interesado en el dinero y no en las necesidades humanas. En El caso Braibanti (del original Il signore delle formiche), inspirada en un caso real, a partir de un guion de Edoardo Petti, Federico Fava y el propio director, nos cuenta un oscuro episodio sucedido en los años sesenta, más concretamente, en 1965, que se alarga hasta 1969, y comienza en 1959, cuando el profesor de filosofía, intelectual, marxista y homosexual se encariña de Ettore Tagliaferri, un joven alumno, y entre los dos nace una bonita historia de amor consentida e igualitaria. No obstante, la madre del joven denuncia al profesor apoyándose en una ley de “subyugación moral”, vigente desde la época de Mussolini y Vibrante es detenido y llevado a juicio. 

Un suceso que lleva a muchos detractores como Ennio Scribani, un joven periodista de “L’Unità”, vinculado al Partido Comunista Italiano, pero en los sesenta, un diario al servicio de todos, o lo que es lo mismo, de lo políticamente correcto, o sea, lo que dictan las leyes. Un periodista que recibe la censura de su jefe, al que, por ejemplo, al Partido Comunista se le menciona Partido Obrero, en fin. También, está Graziella, una comunista activa que lucha contra la detención y el juicio injusta a Braibanti. Estamos frente a una película producida el año pasado, pero es una película sin tiempo, porque tiene el aroma imperecedero del cine humanista, el cine que habla de nosotros, de nuestras circunstancias, del estado represor y de las leyes injustas y conservadoras. Un cine que toma el relevo de aquel gran cine italiano como El conformista (1970), del mencionado Bertolucci, con la que la película de Amelio no estaría muy lejos, porque nos habla de esa clase fascista, ahora convertida en “ciudadanos normales y  demócratas”, que siguen usando el poder para sus intereses económicos y demás, y La clase obrera va al paraíso (1971), de Elio Petri, donde la conciencia de clase se convierte en una afrenta para el poder. 

La película se estructura a partir de la eterna lucha del individuo contra el estado, o contra el poder, un poder arbitrario que clama por la libertad y el progreso, y por la espalda, hace todo lo posible por mantener viejos valores católicos, ancestrales y mantener a unas élites y sus monopolios, por eso, atacan y persiguen a todo aquel que lee, que propone cambios, más igualdad, más derechos, y más pensamiento y razón contra la barbarie de la especulación y la arbitrariedad en las leyes. Aldo Braibanti es uno de esos hombres que sigue escondiéndose en una sociedad que vende democracia, pero que no la práctica, sólo cuando le conviene para repartir deudas. Todo esto no es nada nuevo, así seguimos en Europa años después. Una cuidadisima y detallada luz del cinematógrafo Luan Amelio, que ha trabajo en las últimas películas del maestro italiano, como Hammamet (2020), con esos claroscuros que tanto casan con lo que sucede en la Italia del momento, con secuencias que ya forman parte de nuestro recuerdo. Acompañada por un excelente trabajo de edición de la gran Simona Paggi, con más de 80 títulos en su filmografía, y 11 películas con Amelio, desde Puertas abiertas

Como es costumbre en el cine del director italiano, el reparto siempre está muy bien escogido, en el que encontramos a Luigi Lo Cascio en la piel del desdichado pero digno Aldo Braibanti, al que hemos visto en películas de Bellocchio, Marco Tullio Giordana, entre otros. Un hombre de libros, un marxista convencido cuando ya nadie cree, una especie de Don Quijote desilusionado pero no derrotado, como muchos de sus camaradas, que dejaron la militancia política para abrazar el consumismo enfermo. Braibanti es uno de esos hombres que siguen resistiendo a pesar de la sociedad, a pesar el estado, a pesar de las leyes, y a pesar de los perjuicios y el odio. Elijo Germano que era uno de los protagonistas de La ternura, y tiene cintas con Pietro Marcello, Luca Guadagnino, Gabriele Salvatores y Dario Argento, etc… Hace de periodista que, como le ocurre a Braibanti, no encaja en una sociedad muy dada a trabajar para el poder, a ser un siervo más, a no cuestionar sus miserias. Otro derrotado pero digno, un tipo desencantado pero que sigue en la lucha, otro de esos personajes que tanto le gusta retratar a Amelio. Le siguen Sara Serraiocco como Graziella, al que hemos visto recientemente en El primer día de mi vida, junto a Servillo, como la joven ilusionada que todavía no ha llegado al desencanto de los otros citados. Les acompañan dos debutantes: Leonardo Malteste como Ettore, que sufre el odio y el conservadurismo de su familia que lo aleja de Braibanti, muy a su pesar, y Anna Caterina Antonacci como Madalena, otra joven alumna del profesor y amiga de Ettore. 

Amelio lo ha vuelto hacer y ya van unas cuantas, ha vuelto a construir una película de verdad, que parece casi una excepción, en un cine actual demasiado ensimismado en las emociones y no en la sociedad que nos rodea, en esa sociedad que mata las ilusiones, que nos convierte en aquello que no queramos. El caso Braibanti es un film político, humano y de aquí y ahora, y de entonces, sin tiempo, tiene una construcción excepcional y cercanísima, es bella y trágica como las grandes historias, que retrata a aquellos años sesenta, con su poquísima libertad, siempre oculta, y frente a esa sociedad que seguía empeñada en lo más rancio, oscuro y estúpido de su más terrible pasado fascista, que perseguía a los diferentes, y con razón, porque siempre han sido los que piensan y se cuestionan los que cambian las cosas, porque son los que dicen NO, los que se detienen y buscan su lugar, su verdad y su sensibilidad, ante una sociedad que habla constantemente de libertad y de derechos, pero nunca ejerce ni hace lo posible para que las personas los ejerzan, en fin, una película no ya actual, sino inmortal, porque habla de lo que somos y cómo vivimos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Vicky Peña

Entrevista a Vicky Peña, actriz de la película “Esperando a Dalí”, de David Pujol, en la terraza de Gran Torino Garage Bar en Barcelona, el jueves 13 de julio de 2023

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Vicky Peña, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Violeta Cussac de MadAvenue, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

Esperando a Dalí, de David Pujol

CADAQUÉS 1974.

“Ojalá que la espera no desgaste mis sueños”.

Mario Benedetti

Érase una vez aquella Barcelona del 74, una ciudad que luchaba contra el dictador moribundo, y otra, que quería abrirse hueco en el difícil mundo de la cocina de autor. Dos formas de enfrentarse a la vida, o lo que es lo mismo, dos hermanos, Alberto y Fernando, respectivamente. Dos individuos que, por la lucha del pequeño, Alberto, deben huir a Cadaqués, y más concretamente, al Surreal, un restaurante costero regentado o no por un tal Jules, un soñador, un loco, un francés, que su gran ilusión es que su vecino más ilustre, Salvador Dalí, vaya a comer a su establecimiento. Los dos hermanos se encontrarán allí una especie de microcosmos: la pareja Lola y François, que todavía andan en las calles de aquel París de 1968, sobre todo, él, porque ella, hija de Jules, es puro fuego e intensidad. Está Luis, el escudero de Jules, Tonet, otro soñador que quiere pintar todo el pueblo de azul. Rafa, un zorro marino que ahora disfruta los manjares del Mediterráneo. Y “los otros”, es decir, Arturo, el chófer de Dalí, tan serio, tan profesional, y tan “amigo”, Gala, la señora del genio, tan rusa, tan distante, y tan ella. Y el Teniente de la Guardia Civil Garrido, la ley, el que todavía nos recuerda el tiempo en el que vivimos. 

El director David Pujol, con estudios en Barcelona y EE.UU., de dirigir tv movies como Morir en tres actos, cortos como El mismo día a la misma hora, documentales como Salvador Dalí, en busca de la inmortalidad, y El Bulli. Historia de un sueño, que han sido la base de Esperando a Dalí, porque aúna dos elementos que ya había tocado como Dalí y la cocina, fundiéndolos en dos personajes, Jules, el soñador que quiere que Dalí se siente a su mesa, y Fernando, el joven chef que todavía está detrás de su lugar en el mundo. Porque la película de Pujol reúne en su historia a un grupo de náufragos que van a parar al Surreal, una especie de isla desierta que acoge a todos esos personajes desamparados, que no encajan en esa realidad tan dura de finales de los setenta, una realidad que no acepta a los soñadores, a los locos y a los diferentes. Viste su relato de fábula, que tiene mucho parentesco con aquellas deliciosas comedias italianas como Los inútiles (1953), de Fellini, Rufufú (1958), de Monicelli, que en España tuvo su reflejo con Berlanga en Bienvenido Mr. Marshall (1953), Novio a la vista (1954), Calabuch (1956), y Los jueves, milagro (1957). Todas comedias corales, con un toque agridulce, que retrataban un lugar, una forma de vida e idiosincrasia, y sobre todo, nos hablaban de soñadores y perdedores de gran corazón, porque a pesar de la dura y triste realidad, había tiempo de imaginar un mundo mejor. 

Pujol coge esa idea y nos devuelve a aquel tiempo, donde la libertad o las ansías que había, chocaba con la ley todavía anclada en los oscuros años de la dictadura, como muestra la magnífica secuencia en el que participan los hippies y sus puestos de artesanía siendo violentados por la Guardia Civil, ante la atenta mirada de Rafa, y esas otras protagonizadas por la ley. Pujol vuelve a contar en la cinematografía con Román Martínez de Bujo, para crear esa luz mediterránea, tan brillante y tan cegadora, con esos claroscuros que aportan el estado emocional de los diferentes personajes. Para el montaje también opta por un viejo cómplice como Jordi Muñoz Salló, en un relato que maneja con soltura los momentos cómicos con los dramáticos, y las situaciones surrealistas y oníricas, con un gran ritmo que no cesa en ningún instante, en una película nada fácil de ejecutar ya que se va casi a las dos horas de metraje. Por último, un gran fichaje, el compositor y maestro Pascal Comelade, con esa música tan característica, creada con instrumentos musicales infantiles, y ese aroma de cuento, de fábula espiritual que encaja a la perfección con las imágenes de la película. 

Un elemento importantísimo para una película coral es su reparto y el de Esperando a Dalí, luce de forma muy brillante e íntima, donde cada uno de los personajes está muy cerca de nosotros, unos tipos y tipas que se alegran y entristecen como hacemos por aquí. Destacan la pareja principal encarnada por José García, fantástico como histriónico y quijotesco Jules, bien acompañado por Iván Massagué como Fernando, que bien mira este actor, y ese gesto que mantiene durante la película, un tipo de pensamiento y de acción, y poco habla. Pol López es Alberto, el activista que ha de huir, siempre tan bien como ya demostró en la reciente Suro, los franceses Clara Ponsot y Nicolás Cazalé son Lola y François, personajes que se parecen pero no tanto, e importantes para los hermanos llegados de Barcelona, un viejo conocido como Francesc Ferrer hace de Tonet, esos seres tan necesarios para la vida y los lugares, Alberto Lozano es Luis, ese Sancho Panza de Jules, o lo que es lo mismo, el que siempre está ahí, para bien o para mal, Pep Cruz es Rafa, esos tipos que cuentan las mil y una, que saben tanto de Cadaqués como de la condición humana, con ese momentazo con Strauss de fondo. El siempre cercano Paco Tous como la ley, que gesto y que pose, al igual que José Angel Egido, actores curtidos en mil batallas que nunca defraudan, Varvara Vodina es una de las hippies que deambulan y tendrá su momento con uno de los hermanos, y finalmente, Vicky Peña, una gran actriz, siempre elegante, con una mirada que tan bien habla, encarnando a Gala, ni más ni menos, fantástica y tan “ella”. Ah! También está Dalí, pero tan enigmático, tan cercano como lejano, tan divino, tan genio tan “él”.  

Me ha encantado Esperando a Dalí, de David Pujol, porque no es pretenciosa, porque no usa la cocina como un reclamo, sino que está ahí, es un elemento más, como puede ser Dalí, y esa espera u obsesión, o razón, nunca lo sabremos. Es una película pequeña pero muy grande, porque cuenta una parte de un tiempo donde se empezaba a respirar, y a soñar, porque tiene amor, magia, frescura, transparencia, alegría y tristeza, por sus sueños y derrotas, porque nos habla de gentes que sueñan a pesar de esta sociedad, que ya era un dolor entonces, en ese lugar llamado El Surreal, que deben conocerlo, porque es imposible que lo olviden, se lo aseguro, lleno de almas que sueñan y hacen para que esos sueños se cumplan, aunque a veces o siempre, lo hacen torpemente, como todos y todas, ¿No?. Pero a pesar de los obstáculos y piedras en el camino siguen soñando, porque si no no hacerlo sería mucho peor. Los personajes de la película son como los cowboys que retrataba Peckinpah, unos individuos que pertenecen a este mundo, pero a un mundo que ya pasó o quizás, nunca llegó, y andan deambulando por sus propias vidas, esperando algo o alguien, quizás a Dalí o a ellos mismos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Mounia Meddour

Entrevista a Mounia Meddour, directora de la película “Houria”, en los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona, el miércoles 28 de junio de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Mounia Meddour, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a Martin Samper, por su gran labor como intérprete, y a Lara P. Camiña y Sergio Martínez de BTeam Pictures, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA