Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa

NUESTRA AINARA QUIERE SER MONJA. 

“Lo que falta aprender en las familias es que dentro no debe existir el poder”. 

Francis Bacon

De las tres obras que componen la filmografía breve e intensa de Alauda Ruiz de Azúa (Baracaldo, 1978), la familia se erige como centro capital del que vertebran todas las ramificaciones habidas y por haber. La familia no como institución o nexo común entre una serie de individuos, sino de cómo actúa la familia cuando el conflicto estalla. Una cuestión que es diseccionada de forma quirúrgica por la cineasta vasca desde todas las posiciones posibles, en la que bucea de forma tranquila y nada complaciente, escarbando todos los pormenores, sacando a relucir las grietas invisibles que a simple vista no se ven. Un cine para reflexionar sobre personas que parecen equilibradas y reposadas en vidas que, a priori, parecen normales y nada extrañas. En Cinco lobitos (2022) su ópera prima, el tema iba sobre la maternidad de la hija y cómo eso suponía un destrozo emocional en todo el clan. En Querer (2024), miniserie para Movistar, la cosa andaba por la denuncia de una madre contra su marido por malos tratos ante la sorpresa de los hijos. 

En Los domingos estamos ante una familia religiosa y convencional que se trastorna cuando Ainara, la heredera de 17 años, exitosa en los estudios y de carácter reservado y afable, se acerca tanto a Dios que despierta su vocación y decide que será monja. Como es una familia civilizada respeta la decisión de la joven, aunque será Maite, la tía que se mostrará en contra de tal decisión e instando a su hermano, Iñaki, y padre de la niña, a que la convenza de cambiar su decisión. La película abre muchas vías que aparentemente suenan irreconciliables pero que la directora sabe manejar y mezclar con inteligencia y aplomo. Está la religión y la fe, porque la película también explora estos elementos, y como no, la familia, donde cada uno de sus miembros expresa su respeto e incredulidad, y si nos sumergimos más en sus pliegues narrativos y formales, encontraríamos una tercera vía, las cosas que nos unen y nos separan entre las personas más cercanas, y las dudas que generan esas ilusiones y soledades compartidas y alejadas. Ruiz de Azúa tiene un mecanismo frágil y potente entre manos, y lo cuida con mimo y lo muestra con serenidad, sobriedad y alejándose de lo estridente. 

La cinematografía concisa y naturalista que firma Bet Rourich, que tiene en su nómina a grandes nombres de nuestra cinematografía como Elena Trapé, Sergi Pérez, David Ilundain e Isabel Coixet, en un excelente trabajo de planos y encuadres cerrados en el que prevalece el estudio psicológico, en algunos momentos como si fuese un cuento de terror, de los que suceden en el ámbito doméstico, que son los más fuertes, con esa luz  de pura transparencia y cercana en el que cada instante ayuda a profundizar, sin prisas, y mirar con detenimiento cada situación y el interior revuelto de los personajes. El montaje de Andrés Gil, que ha estado en todas las obras de la cineasta vasca, ha sido parte fundamental en su cine, amén de haber trabajado en la reciente La buena letra, de Celia Rico. Su edición plantea un corte limpio, sin titubeos, en que la trama la arman los diferentes personajes a partir de sus (des) encuentros y diferencias, y alguna, aunque pocas cercanías, en un relato que fusiona lo íntimo con lo público de forma magistral, en todo aquello que dejamos ver a los demás y lo que ocultamos, y sobre todo, en cómo nos miramos al espejo y qué hacemos con ese reflejo que nos encontramos. En ese sentido, cabe destacar la ausencia de música extradiegética, y por contra, la presencia de la música que es tocada, cantada y escuchada in situ, como tanto apreciaba en su cine Buñuel. 

En las obras que hemos visto de la directora vizcaína, sus intérpretes no sólo muestran sus fortalezas y vulnerabilidades, sino que las transmiten con muy poco, devolviéndonos ese cine donde lo que no vemos se refleja a partir de momentos en intermedios y cotidianos, de los que pasan desapercibidos. La joven debutante Blanca Soroa se enfunda en Ainara, la niña que ha recibido la llamada de Dios y quiere dedicarse en cuerpo y alma a su bendición, en una interpretación alucinante y llena de matices y muchos grises, adoptando muchas formas y texturas, en ese mar de tormenta por el que navega, sobre todo, en relación con su familia. Le acompañan una inconmensurable Patricia López Arnaiz, qué pedazo de actriz es la vitoriana, haciendo de esa tía de carácter y fuerte, que intenta por todos los medios que su sobrina deje el camino divino y estudie una carrera. El padre lo hace Miguel Garcés, un actor lleno de carisma, qué mira muy bien, y acepta a medias lo de su hija. Un intérprete que hemos visto en los films de Estibaliz Urresola, en la serie Apagón, en Soy Nevenka, de Bollaín, y que repite con la directora después de su presencia en la citada Querer. La Miren de la mencionada Querer, la fantástica Nagore Aranburu hace de monja, una muy particular que, en la piel de la actriz vasca, se muestra tan cercana y natural. Mabel Rivera, que seguimos desde Mar adentro, es la abuela, y el actor argentino Juan Minujín, que nos encantó en El suplente, es el novio de la tía. 

La película fue galardonada con el Gran Premio de la Concha de Oro del Festival de San Sebastián, no sabemos si merecido o no, porque esto de los premios es así, cuestión de pareceres. Lo que sí sabemos de Los domingos es su fuerza, integridad y honestidad en su forma de investigar concienzudamente ese espacio familiar tan cercano y lejano a la vez, tan cálido y horrible, según la experiencia, tan lleno de amor como de odio. Un espacio que, para bien o para mal, resulta fundamental a nivel emocional en el devenir de nuestra existencia. Un espacio que ha sido explorado en multitud de ocasiones en el cine, aunque nunca son suficientes, porque cada familia tiene lo suyo, y la que protagoniza Los domingos, tiene su miga, como mencionaba mi abuela, una de tantas con sus cosas, tan buenas, tan malas y tan no sé qué. Tres obras he visto de Alauda Ruiz de Azúa, tres viajes a la familia y a sus reflejos y sus sombras, y me han resultado tremendamente estimulantes y brillantes, porque la cineasta retrata lo humano y su complejidad, soledad y tristeza, y sabe cómo mirar los entresijos de la familia, esos que no se ven y en el fondo, actúan de forma implacable en lo que somos, en lo que creemos ser y en lo que imaginamos que seremos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

San Simón, de Miguel Ángel Delgado

LA MEMORIA SILENCIADA. 

“Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia”.

José Saramago 

Resulta muy paradójico la ausencia en el cine de ficción de nuestro país películas que hayan interesado en plasmar la vida cotidiana de alguno de los más de 300 campos de concentración franquistas que se dedicaron a encerrar, someter y asesinar a los vencidos. Por otro lado, hay una gran cantidad de documentación en forma de libros y cómo no, películas de no ficción como por ejemplo, Aillados (2001), de Antonio Caeiro, que recordaba la colonia penitenciaria de la isla de San Simón, un centro de detención y represión que funcionó durante 7 años desde julio de 1936 hasta el año 1943 por donde pasaron 6000 personas. La primera obra de ficción con tono documental del artista visual y cineasta Miguel Ángel Delgado bajo el título San Simón, recoge la cotidianidad del citado lugar, uno de los islotes de la ría de Vigo, en las Rías Baixas, un lugar de una sobrecogedora belleza que tristemente, albergó la impunidad, la venganza y el terror hacía aquellos republicanos que defendieron la libertad, la democracia y el futuro de una diferente forma de vivir, sentir y pensar. 

El cineasta manchego afincado en Galicia, autor, entre otras, de Alberto García-Alix. La línea de sombra (2017), trabajó durante cuatro años recopilando información sobre el siniestro lugar, y ha levantado una película que huye de lo convencional y lo estridente para construir un relato muy austero, sobrio y conciso que a través de uno de los presos, el que nos va introduciendo con su voz en off en los diferentes instantes en los que vemos el horror de la cotidianidad, esos momentos donde forman cabizbajos en silencio, van apuntando los nombres de los recién llegados, y se van mirando fijamente los dos hombres encargados a tal desagradable asunto, u otros del hacinamiento de sus habitaciones, y los diferentes quehaceres como descargar comida desde los muelles y las tareas duras de trabajo físico. Todo se cuenta desde el que observa en silencio, el que mira sin intervenir, retratando un espacio, una mirada y sobre todo, un estado de ánimo en el que prima la derrota, la resistencia pasiva y un presente continuo donde nada parece tener sentido, en que el tiempo se ha detenido, no avanza ni hacia ningún lugar, porque se ha parado como una metáfora de la derrota, de la violencia y de la muerte. Un horror que existe pero que no vemos, porque la película quiere centrarse en los rostros de aquellos que sufrieron prisión, miedo, dolor y muerte y la ausencia de los que ya no están. 

Una película que ha contado con un gran equipo de técnicos como Andrea Vázquez, coproductora de O que arde y Sica, que contiene una cinematografía de primer nivel con ese primoroso y crudo blanco y negro que traspasa la mirada y se te mete dentro como un peso que se arrastra que firma Lucía C. Pan, que conocemos por sus trabajos con Xacio Baño, Álvaro Gago, Andrés Goteira, Liliana Torres y Andrea Méndez, por citar algunos de sus reconocidos trabajos. La música de Fernando Buide ayuda a reflejar toda esa tensión constante y doméstica que condensa una atmósfera triste, irreal y dolorosa. El brillante montaje de Marcos Flórez que, en sus 108 minutos de metraje, construye un tiempo reposado en el que cada mirada, gesto y detalle tiene presencia, carácter y adquiere una importancia capital. El gran trabajo de sonido, donde cada paso y movimiento resuena en nuestro interior obra del dúo portugués Elsa Ferreira y Pedro Góis, dos brillantes técnicos con más de veinticinco años de carrera en las que han participado en más de 100 títulos. Y otros excelentes técnicos como Aleix Castellón y Analía G. Alonso como directores de producción, Inés Rodríguez en dirección de arte y Uxia Vaello como diseñadora de vestuario, entre otros. 

Un magnífico reparto que, al igual que el equipo técnico tiene descendientes de algunos de los presos de San Simón, encabezado por un impresionante Flako Estévez, al que hemos visto en películas tan importantes como Eles transportan a morte, Matria y O corno, entre muchas otras, es el guía, la voz y la desesperanza del relato. Un actor de pocas palabras que lo dice y siente todo. Le acompañan Javier Varela y Tatán con experiencia profesional, y otros como Alexandro Bouzó, Guillermo Queiro, Ana Fontenia, Mª del Carmen Jorge, Manuel F. Landeiro, y muchos más que conforman un álbum de la derrota, la desilusión y el no futuro. No dejen de ver una película como San Simón, de Miguel Ángel Delgado, por su mirada, audacia, inteligencia y por rescatar la memoria silenciada de tantos y tantas que sufrieron el terror del franquismo. Además, lo hace con la conciencia política, la concisión y la sobriedad de grandes obras como La pasajera (1963), de Munk, quizás la ficción que mejor ha retrato la realidad de un campo de exterminio, y otras como Un condenado a muerte se ha escapado (1956), de Bresson, Le Trou (1960), de Becker, y Fuga de Alcatraz (1979), de Siegel, entre otras, donde la vida penitenciaria se crea a través de una terrible cotidianidad, en que las miradas se fijan en la memoria, y donde cada detalle y movimiento reflexionan en silencio en el que prima la violencia y un horror en off pero que inunda todo. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Manel Piñero y Jorge Cebrián

Entrevista a Manel Piñero y Jorge Cebrián, actor y director de la película «Boris Skossyreff, el estafador que fue Rey», en la vivienda de Pere Vall en Barcelona, el miércoles 17 de septiembre de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Manel Piñero y Jorge Cebrián, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Pere Vall de Comunicación de la película, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Maria Sanz y Sara Espías

Entrevista a Maria Sanz y Sara Espías, actrices de la película Hada» de Àlex Mañas, en el domicilio del director en Barcelona, el miércoles 3 de septiembre de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Maria Sanz y Sara Espías, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Pere Vall y Àlex Mañas, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Carlotto Rose y Alex Kumar

Entrevista a Carlotto Rose y Alex Kumar, directores de la película «Malditos», en el domicilio de uno de los directores en Barcelona, el miércoles 18 de junio de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Carlotto Rose y Alex Kumar, por su tiempo, sabiduría, cercanía y generosidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Víctor Jiménez, Andreu García y Pol Subirà

Entrevista a Víctor Jiménez Lafuente, Andreu García Antolí y Pol Subirà i Moragreca, directores y director de fotografía y coproductor de la película «Apartamentos Paradiso», en el Círcol en Badalona, el martes 2 de julio de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Víctor Jiménez Lafuente, Andreu García Antolí y Pol Subirà i Moragreca, por su tiempo, sabiduría, generosidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Abel García Roure

Entrevista a Abel García Roure, director de la película «Sumario 3/94», en su domicilio en Barcelona, el viernes 4 de enero de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Abel García Roure, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y al equipo de comunicación de la distribuidora Begin Again Films, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Iván Massagué

Entrevista a Iván Massagué, actor de la película «Esmorza amb mi», de Iván Morales, en la Biblioteca de la Filmoteca de Cataluña en Barcelona, el lunes 2 de junio de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Iván Massagué, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Katia Casariego de Revolutionary Comunicación, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Almudena, de Azucena Rodríguez

ALMUDENA FRENTE AL ESPEJO. 

“La alegría me había hecho fuerte, porque (…) me había enseñado que no hay trabajo, ni esfuerzo, ni culpa, ni problemas, ni pleitos, ni siquiera errores que no merezca la pena afrontar cuando la meta, al fin, es la alegría”. 

Almudena Grandes 

Permítanme que les cuente mi experiencia personal con Almudena Grandes (Madrid, 1960-2021), que sucedió un Sant Jordi en Barcelona, el de la edición de 2007, cuando guardé escrupulosa cola para ser uno de los agraciados que se llevase a casa la dedicatoria y la firma de la insigne escritora en su último libro “Corazón helado”. La cosa fue bien, o más bien, fue inolvidable y muy emocionante, ya que Almudena se mostró cercana, simpática y sobre todo, natural y acogedora, haciéndote sentir especial en aquellos breves minutos que duró el encuentro. Cuando volvía a casa en tren miraba atónito como hipnotizado sin dejar de mirar su letra y pensando en su mirada y nuestro encuentro. Fue el primero de otros encuentros, aunque en ese instante lo desconocía, eso sí, los otros fueron igual de sinceros e inolvidables. Recuerdo uno junto a mi hermano, igual de emocionante, aunque eso es ya otra historia.  

Ahora sí, vamos a centrarnos en Almudena, la película que ha hecho Azucena Rodríguez (Madrid, 1955), que adaptó una de sus novelas “Atlas de la geografía humana” en 2007, amén de ser una de sus mejores amigas. Su retrato se centra en Almudena contado por la propia Almudena, a través de su compromiso con la vida, la infancia, la familia, la literatura, la política y demás aspectos de la vida, rastreando en una fascinante material de archivo donde podemos encontrar a aquella niña morena y de facciones bruscas que soñaba con escribir e inventar su propio mundo, y otras imágenes que nos van ilustrando junto a la voz inconfundible de la escritora. La estructura no obedece a una linealidad, sino todo lo contrario, la cosa se va contando de aquí para allá, adelante y atrás y vuelta a empezar o acabar, recorriendo sus ideas, sus fantasías, ilusiones, sus novelas, su amor, sus amigos, sus experiencias buenas y no tan buenas y demás aspectos de la vida y de la no vida. Recorremos su ciudad Madrid junto a ella, y un espacio importante que se abre con la Granada que compartió junto a su hombre Luis García Montero, el excelente poeta que muestra otra faceta de Almudena, y abre ese lado del duelo cuando la vida continúa a pesar de la ausencia de la escritora, como hacen sus hijos, sus hermanas y algún que otro más. Sin olvidar las playas de Rota en Cádiz, donde las vacaciones junto a amigos como Sabina, Prado y demás se convertían en noches sin fin. 

Un buen equipo técnico encabezado por Juan Barrero, amén de director de La jungla interior y Chillida: Lo profundo es el aire, y editor de documentales del desaparecido Diego Galán, y de Samuel Alarcón o de ficciones con Emma Tusell, que se encarga de la cinematografía y montaje, en un excelente trabajo donde todo gira en torno a Almudena, donde hay de todo, risas y alegría por la vida y por todo lo que contiene en sus entretenidos y reflexivos 80 minutos de metraje. La música corre a cargo de Rosa Torres-Pardo, que la conocemos por su trabajo como pianista, para Carlos Saura en Iberia y Arantxa Aguirre en El amor y la muerte. Historia de Enrique Granados, aportando esa sensibilidad e intimidad que tanto demanda una película que habla de una mujer excepcional, de carácter, libre y tozuda y del atleti, y el temazo que canta Enrique Morente sobre un poema de Lorca, ahí es nada. Elementos que nos ayudan a viajar por Almudena y su mundo, el que vivió y la huella que nos dejó, tanto en sus novelas, recibidas con gran entusiasmo tanto por la crítica como el público convirtiéndola en una magnífica novelista de nuestro tiempo, y esa otra parte humana cuando las puertas se cerraban. Dos espacios que convergen con naturalidad y sencillez durante toda la película. 

El tratamiento tan cercano e íntimo construye una película que consigue atrapar a cualquier espectador ávido del pensamiento y la reflexión, independientemente que conozcan a la escritora y su trabajo, es lo de menos, porque el retrato que se hace de ella, el presente escuchándola y el otro presente, el de ahora, cuando la escritora ya no está, es de una delicadeza sobrecogedora, porque construye un profundo y honesto retrato de quién era, quién fue y qué ha dejado, una huella y legado que todos los que la conocieron y leyeron siguen experimentando cada vez que la leen, que la escuchan y la piensan, porque en cada libro hay un pedacito de ella, en cada palabra escuchada y leída sigue muy presente, por su forma de ser, por su valentía, su capacidad para afrontar retos y obstáculos y mostrarse como lo que era, una mujer humanista que hablaba desde el corazón y la razón, muy conocedora de su tiempo, de la España que le tocó vivir, de esa España deudora de guerra y miserias, de la que tanto escribió, pensó y analizó. Acérquense a ver Almudena, de Azucena Rodríguez, porque de seguro que les va a emocionar y hacer reflexionar, porque no es triste ni condescendiente, sino un retrato sobre alguien de verdad, y con los tiempos que corren, eso es mucho. Para finalizar, me permito otra licencia personal como la que encabeza este texto y les dejó con Almudena y la dedicatoria de aquel primer encuentro: “Para José Antonio, con la esperanza de que le caliente el corazón”. Allá donde estés querida Almudena, seguimos luchando para que el corazón siga caliente. Un abrazo!. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA