Una noche con Adela, de Hugo Ruiz

MIENTRAS MADRID DUERME.  

“En la venganza el más débil es siempre más feroz”.

Honoré de Balzac

Cada año en la gran cantidad de películas que llegan a las salas, aparecen ese tipo de películas, modestas en su producción y atrevidas en su forma y en lo que cuentan, que sorprenden a propios y extraños y convencen incluso a los más escépticos. Una noche con Adela es de esas películas, que los anglosajones llaman “sleeper”, refiriéndose a esa cinta que se convierte en un éxito cuando nadie la esperaba. Que una película como ésta se meta en un certamen como Tribeca Festival de New York es una hazaña extraordinaria, y además, resulta galardona con el premio de Mejor dirección novel es absolutamente sorprendente, porque no estamos ante una película debut, que cuenta una historia muy oscura y violenta, y además, lo hace a partir de una narración muy audaz y dificultosa, con ese plano secuencia que nos lleva de aquí para allá, siguiendo los pasos de una antiheroína como la mencionada Adela, una barrendera del turno de noche. Una mujer que esa noche llevará a cabo una venganza que lleva años ideando. Una venganza que le sanará algunas heridas o quizás no. 

Detrás de las cámaras tenemos a Hugo Ruiz (Zaragoza, 1974), que conocíamos por su cortometraje Taxi fuera de servicio (2011), en la que mezclaba el drama con la comedia en un taxi que acaba convirtiéndose en un lugar parecido como el famoso camarote de los hermanos Marx. El maño debuta en el largometraje con Una noche con Adela, una película nocturna, que se detiene en una sola noche, durante el turno de la citada, recorriendo las calles recogiendo la basura, es decir, todo aquello que los ciudadanos no quieren, tropezando con esas rapiñas de la noche como abusadores, ladrones y gentuza de la peor calaña. Cuando parece que el relato se encaminará hacia el thriller más oscuro y destroyer, la película girará a lo personal, pero de un modo más profundo y salvaje, porque Adela tiene algo oculto para esa noche, que es su noche. Un viaje muy íntimo hacia la oscuridad de la condición humana, que se rompe con ese revelador diálogo de la protagonista con la locutora de radio, que se interpreta así misma la propia Gemma Nierga, que recupera su “Hablar por hablar”, un programa nocturno en el que personas solitarias compartían sus problemas y eran aconsejados por los demás oyentes. Adela conduce su camión recogiendo la basura, que deviene la metáfora del relato, en un viaje hacia la psique y lo físico, porque la barrendera entra en una espiral de drogas, sexo y violencia muy bestia. 

Mención aparte tiene el grandísimo trabajo de cinematografía de Diego Trenas, que debuta en el largometraje, con un detallista y preciso ejercicio de estilo, en un abrumador y lleno de tensión con los 105 minutos de un magnífico plano secuencia que sigue a la protagonista por ese Madrid oscuro y periférico, repleto de almas zombies que deambulan por las calles negras y vacías de la gran ciudad. Salvando las distancias, por supuesto, estamos ante un relato que emula aquellos que hicieron grandes como Boorman, De Palma, Scorsese y Lumet en los setenta en Estados Unidos, sacando la pala y desenterrando la miseria moral y física de una sociedad violenta y deshumanizada, porque Una noche con Adela es sencilla y honesta, no va más allá de lo que su modestia le permite, no juega a la pretenciosidad de otras películas, sino que conoce sus limitaciones y juega con ellas, sacando lo mejor de cada situación y trazando una parte de la radiografía humana de las calles cuando se llenan de noche y aparecen las criaturas de la noche, en la que Adela no es una más, sino alguien herido, derrotado pero no vencido, porque esa noche será su noche, y no de la manera que la cantaba Raphael, sino todo lo contrario, porque esa noche Adela llevará a cabo su venganza, una justicia que lleva años pensando y manteniendo en secreto. 

He dejado para la parte final de este texto mi comentario sobre la interpretación de Laura Galán como la mencionada Adela. Una actriz que muchos de nosotros descubrimos primero en el corto y luego en el largometraje de Cerdita, de Carlota Pereda. Un thriller rural, que emulaba las películas setenteras de terror estadounidenses, donde la castellana demostraba sus buenas dotes compositivas para cambiar de alimaña a cazadora, en un inmenso trabajo que le valió muchos de los reconocimientos del año. Su Adela está en otro lado, aunque conecte con lo corporal y lo sensitivo, porque su barrendera nocturna es una mujer demasiado herida, que se ha hartado de tanta vileza y dolor, y se ha puesto manos a la obra, ejecutando la venganza contra aquellos que la hicieron así, o la convirtieron en una mujer que se destroza cada noche en un trabajo que no le satisface y lo llena de drogas, alcohol y sexo salvaje. Laura Galán vuelve a demostrar que es una actriz portentosa, capaz de meterse en cualquier piel y cuerpo, que transmite con esa mirada de rencor y rabia, que es todo un ejemplo que con trabajo y algo de suerte, se puede labrar una interesante carrera a pesar de los estereotipos que tanto abundan en esta sociedad. Me gustaría que Una noche con Adela  tuviera tiempo para labrarse un boca a boca entre el público, porque estamos ante una película que está bien contada, que tiene a una actriz que llena la pantalla, porque tiene carisma, porque transmite y es pura energía. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Amaya Villar Navascués

Entrevista a Amaya Villar Navascués, directora de la película “Contigo, contigo, y sin mi”, en el Cafè de l’Òpera en Barcelona, el viernes 10 de noviembre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Amaya Villar Navascués, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sonia Uría de Suria Comunicación, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Tregua(s), de Mario Hernández

LO QUE SOMOS, LO QUE FUIMOS Y LO NUNCA SEREMOS.  

“Alcanzó el paraíso que pueblan todos los amantes de todos los tiempos, el mundo al fin entrelazado de dos seres diversos que, por un instante, creen dejar atrás la soledad”.

“Contra el viento”, de Ángeles Caso. 

La comedia romántica de nuestros días, por lo general, se ha instalado en una especie de pleitesía hacia el público, ofreciendo películas de corte muy superficial, con historias políticamente correctas, con el afán de agradar sin agredir, es decir, que todo el mundo salga de verla con la sonrisa, sin haber reflexionado una pizca de nada de lo que le han propuesto, porque la propuesta, valga la redundancia, está únicamente construida para eso mismo, para agradar y no pensar en nada, pasar el rato o perderlo, según el caso. Por ese motivo, comedias románticas como Tregua(s), se agradecen y mucho, porque se salen de lo fácil y del producto, para indagar en otros territorios de la complejidad de la condición humana, en su apartado más complicado como los sentimientos y las emociones. Tenemos a dos personajes, a dos almas, Ara y Edu. Ella, actriz de renombre con una relación de dos años. Él, un guionista sin más, también con una relación de tiempo. A pesar de la aparente felicidad que tienen con sus parejas, Ara y Edu hace una década que son amantes intermitentes. Cuando coinciden en festivales o eventos, comparten sexo, confidencias y ese oasis de descanso de sus vidas reales o no. 

Mario Hernández (Albacete, 1988) ha hecho carrera como dramaturgo y director en el teatro, y ha dirigido cortometrajes documentales y de ficción como Por Sifo (2016), protagonizado por Salva Reina, que aquí actúa además como coproductor, y actor protagonista junto a Bruna Cusí, construye su ópera prima a partir de un guion y una dirección sencilla, sin adornos ni artificios, acotada a una noche que se va alargando, apoyándose en la palabra y en todos los silencios que esta causa. La película se destapa como una atrevida y agitada comedia romántica cómo se hacían antes, con el regusto del Hollywood clásico, salvando las distancias, por supuesto, con aquellas adorables historias llenas de personajes afilados, de mundo, y ambiguos, que deseaban a la par que dudaban de sus sentimientos, películas que hicieron grande el género y a día de hoy son referentes incuestionables, y películas sobre el amor y los amores que también se les dan a la cinematografía francesa. Tregua(s) también se nutre de ese cine-diálogo donde lo importante es tanto lo que se dice como lo que se calla, con esas conversaciones donde la pareja protagonista se dice de todo, y de más allá, atrayendo, retando y vacilando al que tienen delante. Un (des)encuentro en el que hay sexo, palabras, y sobre todo, pasado, un pasado que viene a recordarles que su relación o su amor pende del siguiente (des) encuentro o no. 

Dividida en tres tramos muy diferenciados. El primero es una habitación de hotel, donde los espejos juegan un rol fundamental que describe sin palabras, todo lo que son esta singular pareja, lo que comparten, lo que no y en qué punto están. El segundo tramo sucede entre un bar y la calle, con ese juego infantil entre ellos, y luego, los reproches, los absurdos y la distancia. Y el último, la terraza del hotel, donde la ciudad de Málaga queda abajo, y ellos arriba, o quizás es al revés, en que tanto uno como otro esconden lo que sienten, se divierten, beben y hacen ver lo que son, los que les gustaría ser y tal vez, lo que nunca serán. Un gran trabajo de cinematografía que firma Alex Bokhari, que tiene en su haber estado en los equipos de series tan potentes como El ministerio del tiempo, La casa de papel y The Crown, entre otras, el exquisito y rítmico montaje de Dani Aránega, del que hemos visto películas como la reciente Asedio, y la serie Parot, firma una edición complicada por tratarse de una película apoyada a través del diálogo, que en ningún momento se hace pesada ni sensiblera en sus 90 minutos de metraje. 

Si tuviéramos que destacar la parte fundamental de la película esa no sería otra que su espectacular pareja protagonista, con el citado Salva Reina, del que hemos visto su acertado trabajo en comedias de otra índole, aquí se destapa como un tipo cansado y aburrido de su trabajo como guionista, y esas cosas del negocio que hacen odiar a uno su pasión. Alguien que se ríe de sí mismo y constantemente hace bromas para no enfrentarse a una realidad que prefiere esquivar para no mentirse más de lo que lo hace. A su lado, frente o quizás, junto a él, tenemos a Bruna Cusí, que decir de una de las mejores actrices de su edad del país, y no lo decimos por quedar bien, sino por muchas razones, por su mirada, esos momentos que nos regala en la película, por cómo habla y cómo dice los diálogos de su personaje, y ´como está tan perdida y vacía como su partenaire. Tregua(s) es una película de producción sencilla y pequeña, pero muy grande en su forma y fondo, sin caer en lugares comunes ni condescendencia al público, sino haciendo una película honesta y sencilla, como las grandes películas. 

Tregua(s) es una historia que engancha por su aparentemente sencillez, peor que oculta e irá emergiendo toda una retahíla de aspectos relaciones con el amor o no, las relaciones personales, las ajenas y las propias, y todo lo que somos, lo que nos gustaría ser y lo que nunca seremos, todas las mentiras que decimos a los demás, a nosotros mismos, y sobre todo, aquello que escondemos a los demás y a nosotros, y todas esas cosas que un día fuimos y quisimos, y ahora, se nos ha olvidado y lo más grave, no es que ya no seamos, es que queremos autoconvencernos que en algún lugar y junto a alguien, todo está esperando para cuando lleguemos nosotros. En fin, una comedia romántica, donde nos reímos, nos entristecemos y también, reflexionamos sobre muchas cosas, pero sobre todo, sobre nosotros mismos, eso que casi nunca hacemos. Véanla, por favor, si tienen ocasión en su ciudad, y cuando lo hagan, la recomendarán, y les diré porque, porque todo lo que le habían contado acerca del amor, verán que no saben nada, o quizás, saben demasiado, y ahora sólo queda, que sean honestos con los demás y con ustedes, aunque sea durante un rato cada día. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Néixer per néixer, de Pablo García Pérez de Lara

CONSTRUYENDO PERSONAS. 

“Una prueba de lo acertado de la intervención educativa es la felicidad del niño”.

María Montessori

Hemos hablado varias veces de la importancia capital que tienen los comienzos en las películas. Ese primer plano y esa secuencia explica mucho de lo que será la historia que vamos a ver. En Néixer per néixer, quinto largometraje de Pablo García Pérez de Lara (Barcelona, 1970), su apertura es sencilla, potente y magnífica. Vemos a un grupo de alumnos reunidos en un rincón del aula, conversan entre ellos. Se acerca una maestra y les comenta si les incomoda que se filme ese encuentro. Uno de ellos afirma que sí. Entonces, alguien del equipo de la película se levanta y cruza frente al plano fijo y la imagen corta a negro. Un leve gesto, pero en el fondo, un gesto que define una película que mira y respeta lo que mira. Una película que se detiene en una escuela, pero no en una escuela cualquiera, sino en la Escuela Congrés-Indians de Barcelona, un colegio que forma a sus alumnos con pedagogías diferentes, donde el alumno forma parte de un todo, donde cada uno de ellos aprende en una comunidad, habla de sus emociones abiertamente y cada uno de ellos tiene un acompañamiento especial y a su ritmo. La película registra el último curso de la primera promoción de la escuela que, después de 9 años, dejará la escuela para entrar en secundaria. 

García Pérez de Lara, que se encarga de la escritura, la dirección, la cinematografía y el montaje, filma la intimidad del centro: la profunda y detallada relación entre alumnos y maestros, las miradas y los gestos cotidianos, y todo lo que allí acontece, o podríamos decir, todo aquello que registra la cámara. Una intimidad que vemos desde el respeto y sobre todo, la educación, como hemos citado en el primer párrafo de este texto. Una cámara fija, a una distancia prudencial, observativa, no contaminante, que capta las rutinas, los diálogos, las relaciones y esos instantes únicos e irrepetibles de unos preadolescentes que dejarán un ambiente muy especial para entrar en otros. La cámara sigue sus movimientos, sus ilusiones, tristezas y demás aspectos emocionales, una vorágine de sentimientos, contradicciones y la vida de primera mano, esa vida que se escapa, que no se detiene, que avanza. Desde su primera aventura Fuente Álamo, la caricia del tiempo (2001), que ya llevaba consigo la palabra tiempo, el director manchego-catalán sigue empeñado no en contener el tiempo, que sería imposible, sino en mirarlo detenidamente, capturar una parte y reflexionar sobre él, ya sea desde la infancia, desde su propio trabajo como cineasta o demás aspectos de la condición humana. 

No es la primera vez que García Pérez de Lara había situado su mirada en la infancia y en la educación, ya lo había hecho en Escolta (2014), una película de 29 minutos centrada en una escuela donde hay niños oyentes y sordos. En Néixer per néixer aumenta la edad de sus “protagonistas”, los filma en su edad preadolescente, con todas las inquietudes, miedos , ilusiones e inseguridades propios de su edad, pero en un centro donde aprenden a escuchar, a explicar lo que sienten y sobre todo, aprenden a compartir el aprendizaje, sus caminos, y donde todos y todas son parte de sí mismos y de un todo. Estamos ante una película muy especial, una historia que engancha por su modestia, su sencillez y su transparencia, no resulta repetitiva ni educadora, para nada, la película habla de su proceso, de lo que está mirando y lo hace desde el respeto, desde lo humano y desde lo íntimo, porque no quiere enseñarnos nada, ni tampoco no pretende, sino capturar una forma de educación diferente a la mayoría de los centros, una educación que quiere ser y sentir, alejada de las formas convencionales que han acompañado desde siempre el sistema educativo. Una escuela pública para todos en la que se aprende a vivir, a pensar y a trabajar por sí mismos, sin excepciones, de forma libre, dinámica y compartiendo. 

Tiene la película el aroma de los grandes títulos que han mirado a la educación de forma honesta y reflexiva como la excelente Veinticuatro ojos (1954), de Keisuke Kinoshita, los imprescindibles documentos sobre el tema del gran Frederick Weisman, aquel monumento que es Diario de un maestro (1973), de Vittorio de Seta, y en la misma senda la espléndida Hoy empieza todo (1999), de Bertrand Tavernier, Ser y tener (2002), de Nicolas Philibert, A cielo abierto (2013), de Mariana Otero, y Primeras soledades (2018), de Claire Simon, entre otros. Obras que no sólo nos cuentan las diversas y complejas realidades a través de una pedagogía que se centra en las emociones y sus aprendizajes. Néixer per néixer  va más allá de una película-documento-retrato, porque no sólo se queda ahí, sino que investiga su propio dispositivo, investigando el material humano que maneja, y profundizando en un microcosmos y atmósferas que recoge la película, y lo hace desde un respeto que traspasa todo lo que vemos, con ese certero montaje que ha escogido unos planos, encuadres, diálogos y sentimientos de unas personas que las conocemos después de 9 años en Congrés-Indians, unos alumnos y alumnas tratados como personas, con sus días, sus altibajos emocionales, sus inquietudes, sus conflictos y demás cosas. 

La película no sólo se detiene en los niños y niñas, sino que, también conocemos a los adultos, unos maestros y maestras que están, escuchan y aprenden igual que sus jóvenes estudiantes, porque todo lo que vemos, sea en la escuela o fuera de ella, tiene una naturalidad asombrosa, donde hay vida, hay aprendizaje, y sobre todo, hay pedagogía, una pedagogía en la que todos, absolutamente todos y todas, alumnos y alumnas, maestras y maestros, en compañía, aprenden cada día, se miran cada día y se respetan cada día, compartiendo el aprendizaje, compartiendo la vida, y todo, absolutamente todo, y nos referimos a expresarse y escucharse, algo que hacemos tan poco o apenas. Una película que debería ser de visión obligatoria a todos y todas aquellos que quieran conocer otra forma de colegio, de eduación y de todo, porque a pesar de toda esa forma convencional que las élites quieran imponer, podemos hablarles que hay otra forma de vivir y sobre todo, aprender, que hay esperanza, aunque no lo parezca, y si no que vean Néixer per néixer, porque aunque recoge una de esas islas resistentes e inconformistas, hay que ver todo el mapa y todo lo que se hace fuera de la norma imperante, que visto lo visto, no ayuda a vivir mejor. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Carlos Pardo Ros

Entrevista a  Carlos Pardo Ros, director de la película “H”, en el marco de La Inesperada. Festival de Cine, en el Hotel City74 en Barcelona, el sábado 4 de marzo de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Carlos Pardo Ros, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Miquel Martí Freixas  y Núria Giménez Lorang de La Inesperada, y  a Sonia Uría de Suria Comunicación, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Laura Sisteró

Entrevista a Laura Sisteró, directora de la película “Tolyatti Adrift”, en su vivienda en Barcelona, el viernes 28 de octubre de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Laura Sisteró, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sandra Carnota de Begin Again Films, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Unicorn Wars, de Alberto Vázquez

OSITOS AMOROSOS VS. UNICORNIOS.

“El mal está sólo en tu mente y no en lo externo. La mente pura siempre ve solamente lo bueno en cada cosa, pero la mala se encarga de inventar el mal”.

Goethe

Recuerdo la primera vez que vi Bird Boy (2011), de Pedro Rivero y Alberto Vázquez (A Coruña, 1980), me estalló la cabeza, estuve tiempo flipando con sus imágenes en blanco y negro y muy oscuras e inquietantes, sus personajes infantiles pero con conflictos de adultos y contemporáneos, y la impactante idea de un mundo postapocalíptico, donde la miseria moral y la violencia se han instalado. Cuatro años después, dirigido por el mismo tándem, se estreno el largometraje Psiconautas, los niños olvidados, protagonizaba nuevamente por Bird Boy y Dinki, una pareja de amigos que intentaba sobrevivir ante semejante paisaje dantesco. Vi más trabajos de Vázquez, ahora en solitario, como Decorado (2016) y Homeless Home (2020), y Sangre de unicornio (2013) que, al igual que sucedió con Bird Boy, se ha convertido en un largometraje llamado Unicorn Wars.

El director gallego, ilustrador y dibujante de cómics, sigue explorando la condición humana, sus zonas más oscuras y violentas, y vuelve a construir personajes infantiles pero con almas en conflicto. El centro de la trama está contado a partir de dos personajes, dos hermanos, un Caín y Abel, dos ositos amorosos, dos almas muy diferentes. Uno, Azulín, es un ser abyecto, corroído por la rabia y violento, que se disputa desde niño el amor de su madre con su hermano gemelo Gordi, un osito obeso, torpe y acomplejado, pero lleno de amor. Dos almas contrarias que acaban en el campo Corazón, un campo de entrenamiento militar en el que reza el lema “Honor, dolor y mimos”, en el que se preparan para combatir contra los unicornios, sus enemigos ancestrales en que combaten para apoderarse el Bosque Mágico. El relato explota cuando Azulín, Gordi y un grupo de ositos emprenden una misión al citado bosque para encontrar a un destacamento que ha desaparecido, y la conquista de la sangre de los unicornios, que parece tener efectos inmortales. Vázquez vuelve a enmarcar su historia en un no mundo donde reina el mal, la competitividad, la oscuridad y la violencia gratuita, en una guerra fratricida, que recuerda  aquel cortometraje Carne de cañón (1995), de Katsuhiro Otomo, que muchos recordamos por su inolvidable film Akira (1988), donde en una ciudad futurista se dispara un cañonazo diario contra un enemigo invisible.

A medida que la misión de los ositos amorosos avanza nos encontraremos con un Bosque Mágico que dista mucho del paraíso que los jerarcas militares y el cura, con sus proclamas religiosas, les han inculcado a los soldados. La película construye una dualidad constante, a partir del conflicto entre los que quieren guerra y los que no. Guerra entre hermanos, guerra entre ositos, masculinos, contra unicornios, que son femeninos, al igual que las demás criaturas del bosque, entre civilización contra naturaleza, entre el bien contra el mal. Nos maravillamos con esa profunda y grave del narrador que nos es otro que el excelente actor Ramón Barea. Guerra y diferencias que quedan muy marcadas a nivel cromático y composición musical, donde Vázquez cuenta con cómplices que le han acompañado a lo largo de su filmografía como Iván Miñambres, en tareas de producción, Joseba Hernández en fx, Joseba Beristain en música, y Víctor García, en música adicional, y la aportación de Estanis Bañuelos e Iñigo Gómez en el montaje. La película viaja por diferentes géneros como el drama íntimo y personal, la fantasía y el terror, y una explícita violencia que saca lo peor del alma humana, hay poco espacio para la felicidad y la alegría, elementos que cuestan en un mundo dominado por la guerra, el militarismo y la violencia sin sentido.

Una película como Unicorn Wars es tristemente, una auténtica rareza en el panorama cinematográfico español, por eso deberíamos celebrar con gran entusiasmo que exista y sobre todo, ir a verla en masa, porque no solo abre vías de exploración en el mundo de la animación para adultos, sino que engrosa como una más a los grandes del género como Ralph Bakshi, Gerald Potterton, René Laloux, Katsuhiro Otomo, Hayao Miyazaki, Isao Takahata, Satoshi Kon, y las agradables aportaciones de Wes Anderson, con sus zorros y sus perros, y otros cineastas que usan la animación convencional para romper los códigos, dadles la vuelta y construir relatos que hablen de todo lo que está sucediendo a nuestro alrededor, en un mundo cada vez más triste, más autómata y carente de valores humanos. Unicorn Wars es una película marcadamente antibelicista, atacando a todos aquellos males que someten al ser humano, como la religión dominante que incita a la guerra y la destrucción, y una miseria moral, como la reparte Azulín, un ser que usa la violencia y la mentira para escalar posiciones sociales y aniquilar a sus oponentes cueste lo que cueste.

La cinta no oculta sus referentes como Apocalypse Now y Platoon, con continuas referencias a la religión y a la biblia, mezclando los mitos y las leyendas en un relato sobre la deshumanización de la humanidad, y abocada al individualismo, la competitividad y la maldad como medio de supervivencia imponiendo las ideas de unos contra otros, y sobre todo, destruyendo sin ningún miramiento nuestra entorno, generando un lugar lleno de oscuridad y terror como el llamado Bosque Mágico, trasunto de la sociedad actual en la que vivimos, donde vale más lo que hacemos que lo que somos, en el que todo se consume, se agota y se sacia a ritmo frenético, dejando el mundo como un espacio vacío, siniestro y caduco. Deseamos y esperamos que Alberto Vázquez siga regalándonos historias como las que suele hacer, porque no solo son grandes películas, convertidas en clásicos de culto al instante, sino que resultan películas completamente universales, porque habla de lo hacemos diariamente, y sobre todo, como nos comportamos con la naturaleza, con los otros, y con nosotros mismos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Aitor Merino

Entrevista a Aitor Merino, director de la película “Fantasía”, en el marco de L’Alternativa. Festival de Cinema Independent de Barcelona, en el Teatre CCCB en Barcelona, el martes 16 de noviembre de 2021.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Aitor Merino, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sonia Uría de Suria Comunicación, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Fantasía, de Aitor Merino

RESCATARNOS DEL OLVIDO.

“Todo lo que somos lo debemos a otros”

Antonio Muñoz Molina en su libro “Volver a dónde”

De Aitor Merino (San Sebastián, 1972), conocíamos su carrera como actor, trabajando a las órdenes de grandes nombres de nuestro cine como Montxo Armendaríz, Vicente Aranda, Pilar Miró, Icíar Bollaín, Chus Gutiérrez y Manolo Matji, entre otros. En el 2007 debuta en la dirección con El pan nuestro, una película de 19 minutos sobre el drama de la inmigración. Seis años más tarde, volvía a ponerse tras las cámaras con Asier y yo (Asier eta biok), codigirgida junto a su hermana Amaia, un largometraje que indagaba en la relación del propio Aitor con su amigo del alma, Asier, que ingresó en Eta en el 2002. Una película compleja, brillante e íntima, que nos maravilló por su enrome sensibilidad y naturalidad para retratar un conflicto muy difícil. Ocho años más tarde, Aitor Merino vuelve a dirigir, ahora en solitario, una película muy íntima y cercanísima, en la que profundiza en la memoria familiar, a través de todos los que ya no están y los presentes, sus padres, Iñaki y Kontxi, un par de jubilados de Iruñea.

Todo arranca en el 2015 con la excusa de un viaje en crucero, que se llama Fantasía, en el que los cuatro miembros de la familia, padres y los dos hijos, se reúnen para celebrar las bodas de oro de los progenitores. Una parte que Merino filma como si se tratase de un vídeo doméstico, atropellado y naturalista, según van sucediendo las situaciones, abriéndonos a un universo donde la intimidad aflora a cada encuadre, donde las acciones muy divertidas en general, y alguna más seria, donde se habla del aquí y el futuro, donde los padres ya no estarán. La tremenda agitación y corredizas del viaje nos conduce por una película ágil, divertidísima y llena de vida. Esas imágenes del crucero se cruzan con otros más reposadas, las de las navidades del mismo año, donde Amaia, que vive en Ecuador no puede viajar a pasar las fechas tan señaladas, y Aitor filma a sus padres, los filma en armonía, cada uno a sus cosas, también, enfadados, que no se dirigen la palabra, y Aitor actúa como mediador del conflicto, componiendo ese maravilloso plano en el que sus propios dedos juntan a sus padres, separados por escasos metros. También, habrá otras imágenes, en la que los cuatro conviven en la casa familiar, entre bromas, diálogos, discusiones, y reflexiones.

Merino no solo habla del presente, sino también del pasado, acordándose de aquel familiar del siglo XVIII, tan lejano como presente como todos los ausentes, aquellos miembros familiares que se fueron, y que pueblan nuestros recuerdos, y físicamente están presentes en forma de fotografías, cuadros y en charlas y recuerdos, donde la memoria se vuelve omnipresente y totalmente necesaria para recordarlos y sobre todo, recordarnos a nosotros de dónde venimos y quiénes somos. Fantasía tiene ese aroma que desprendían películas como Stories We Tell (2012), de Sarah Polley, y Muchos hijos, un mono y un castillo (2017), de Gustavo Salmerón, donde se habla de pasado desde el presente, se habla de familia, de ausencias, y sobre todo, se habla en un tono de investigación y divertido. Merino hace un retrato sobre la memoria, o quizás, podríamos decir que la película es un retrato contra el olvido, porque su razón de ser es recordar a los ausentes, pero también, filmar a los presentes, a los padres, a Iñaki y Kontxi, que nos devuelven al presente a todos los que no están, y lo hace desde la sencillez, la intimidad, la honestidad, y la brillantez, sin ser condescendiente ni juzgante, solo filmar la vida, la cotidianidad, lo doméstico, desde la sinceridad y desde lo humano, con sus deseos, ilusiones, tristezas y amarguras de la existencia.

Una película hecha en familia, la real y la profesional, porque el guion lo firman Ainhoa Andraka, que también se encarga del montaje y de la producción, junto a Zuri Goikoetxea y Cristina Hergueta (los mismos productores de Asier y yo), y los dos hermanos Amaia, y Aitor, que firma la cinematografía y el sonido directo. Los cien minutos de la película pasan volando, porque hay tiempo para todo, para viajar en el “Fantasía”, echar unas risas, recordar a los otros, unos ratos de tristeza, otros, de hospital por la dolencia respiratoria del padre, otros, para echarse de menos cuando Amaia está fuera, las visitas a la abuela, y otros, para recordar y hablar de los no presentes, y todos esos espacios donde va pasando la vida, va pasando el tiempo, y los padres en sus cosas y Aitor con su cámara capturándolos para la posteridad, generando esas imágenes que tendrán un grandísimo valor cuando los filmados no estén. Fantasía no es solo un retrato sobre una familia y sus dos hijos mayores, sino que es además un profundo, sensible y magnífico documento sobre la memoria y sobre contra el olvido, porque mientras alguien nos siga recordando, los que ya no están, seguirán vivos en nuestra memoria. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Aurel

Entrevista a Aurel, director de la película “Josep”, en el marco de la VIII Setmana del Cineclubisme, en la Filmoteca de Catalunya en Barcelona, el viernes 1 de octubre de 2021.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Aurel, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Tariq Porter de Comunicación, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA