Que nadie duerma, de Antonio Méndez Esparza

LOS ESPEJOS DE LA IRREALIDAD. 

“La vida era también un plano ciego en el que cada uno debía ir colocando los acontecimientos que la delimitaban”

Frase de la novela “Que nadie duerma” (2018), de Juan José Millás

Hace justo un año que se estrenaba en cines la adaptación de la novela “Desde la sombra”, de Juan José Millás bajo el título de No mires a los ojos, dirigida por Félix Viscarret. Ahora, llega otra adaptación de Millás, la de la novela “Que nadie duerma”, que con el mismo título, nos pone en la vida de Lucía, una informática que de la noche a la mañana pierde su trabajo y se recicla como taxista en un barrio obrero de Madrid. La vida de esta mujer se sitúa en visitar a su anciano padre, recordar la muerte trágica de su madre y mirarse en el espejo y no reconocerse, sentir que su vida siempre está en otro sitio sin ella. Las horas del taxi le están ayudando a no sentirse tan sola, escuchando e interactuando con sus clientes, sus historias y miedos, compartidos y cercanos, aunque Lucía todavía no sabe que su vida y sus deseos y frustraciones también están siendo visibilizados con sus clientes. La realidad, o lo que creemos que es, lo onírico, lo cotidiano y lo absurdo mezclado con lo surreal y lo fantástico,  la sensación de estar y no estar, resultan elementos cruciales en el imaginario de Millás, que se acerca y traspasa a sus personajes envolviéndolos en situaciones reales o no, de verdad o no, y sobre todo, difíciles de explicar y mucho menos entender. 

De Antonio Méndez Esparza (Madrid, 1976), conocíamos su cine primero filmado en México donde hizo Aquí y allá (2012), en la que repasaba la difícil situación de un mexicano que vuelve a su país después del periplo migratorio en Estados Unidos. Luego, instalado en Florida con La vida y nada más (2017), donde profundiza las complejas relaciones de una madre soltera y un conflictivo hijo adolescente, y en Courtroom 3H, de hace 3 años, en la que recogía los casos en una sala de juicios especializada en relaciones de padres e hijos. Con la película Que nadie duerma, filma por primera vez en su ciudad, en un Madrid muy cercano, de diario, de barrio obrero, y lo hace en 16 mm con Barbu Balasoiu (del que vimos en 2016 su trabajo en Sieranevada, del prestigioso Cristi Puiu), el cinematógrafo que le ha acompañado en sus tres largos anteriores, con el propósito de acercarnos a la vida de Lucía, de sentarnos en su taxi y ser un testigo más de su existencia. A partir de un guion que firman el talento de Clara Roquet, y el propio director, que consigue, sin alardes ni estridencias, trasladar ese universo particular de Millás, entre lo real y lo irreal, lo soñado y lo vivido, entre aquello que proyectamos y no, entre tantas cosas y ninguna. 

Un relato donde se juega a través de la vida de Lucía, una mujer sola, quizás demasiado sola, y demasiado inquieta para el mundo que le ha tocado vivir, que se obsesiona un día como otro cualquiera, cuando escucha la música de su vecino de arriba, en la que suena la pieza “Nessum Dorma”, cantada por Pavarotti para el “Turandot”, de Puccini. Sube y conoce a su vecino Calaf, que tras desaparecer, deja a Lucía obsesionada con él. Clientes del taxi que se hacen amigos como Roberta, una bella y sofisticada productora teatral, Ricardo, un escritor nada especial que podría ser un sosías del propio Millás, y otros clientes tan inquietantes con los que surgirán situaciones rocambolescas e irreales, o tal vez, demasiado reales para ser comprendidas. Con un gran trabajo de montaje de la gran Marta Velasco, en una película pausada pero muy agitada en la que no dejan de suceder muchas cosas, que logra dotar de precisión y detalle a una trama que alcanza los 122 minutos de metraje. La asombrosa composición musical de una estupenda Zeltia Montes, fundamental para contarnos esta película, que con una banda sonora compuesta de cuerdas consigue golpearnos emocionalmente siendo testigos de la vida de Lucía, una irrealidad muy real que deambula como Crusoe, no en su isla desierta, sino en su propio desierto, en su taxi y en ese Madrid periférico e inquietante, donde hay muchos mundos a parte de este, en el que Lucía va descubriendo con sus almas tristes y solitarias, de las que hay saberse cuidar y mantener alejadas. 

Un personaje de la inquietud y complejidad como el que transmite Lucía debía tener una actriz que tuviese la mezcla entre lo ingenuo, lo frágil y lo oscuro como resulta la extraordinaria interpretación de una sublime Malena Alterio, a la que hemos visto en muchos roles diferentes que van de la comedia y el drama, pero su Lucía es otra cosa, una mujer capaz de todo, y cuando digo capaz de todo, es que lo es, porque muchas veces la vida se vuelve del revés y nos da de hostias, tantas que perdemos la cabeza o quizás, sólo perdemos la esperanza y las ganas de levantarnos cada día en ese mundo o inframundo en el que nos ha tocado vivir. Le acompañan una sobresaliente Aitana Sánchez-Gijón en el papel de Roberta, con un look muy rompedor con ese pelo rizado a lo afro, esas gafas enormes, esos vestidos de mujer elegante e independiente con empleo liberal que es como así decirlo la imagen del otro lado del espejo al que le encantaría reflejarse Lucía. Tenemos al siempre eficaz José Luis Torrijo como escritor y articulista, uno más o uno menos, alguien que pasa desapercibido, de esas personas agradables pero aburridas, que las mata callando y tienen una vida sin más, interesante sólo por el caparazón. También, como no, hay un actor, el tal Calaf, que en realidad es Braulio Botas, que interpreta Rodrigo Poisón, que tiene sus momentos de representación, acaso la vida no lo es, que engatusa a la infeliz de Lucía, o quizás se engatusa ella misma, a la que falta todo y no sabe por dónde empezar, ni por donde caminar, y sobre todo, qué hacer cómo encontrarse en su vida y aceptarse y pasar más de los demás. 

Recomiendo enormemente la película Que nadie duerma, de Antonio Méndez Esparza, porque materializa con gran inteligencia el cotidiano, absurdo, tenebroso y fantástico universo de Millás, que no es nada fácil en el cine, del que sólo conoce tres adaptaciones contando la mencionada, tenemos la de La soledad era esto (2002), de Sergio Renán, y lo mejor de todo, que no opta por lo fácil con trucos ni engaños, sino por la parte más interesante y compleja, porque aparentemente todo se muestra muy real e íntimo, pero su forma de mirar, como si fuéramos un voyeur, que nos escondemos para mirar por un agujero por el que nunca nos sorprenden, una sensación que experimentamos cuando se lee a Millás. Porque la película y su protagonista se muestran desnudas, con todo lo que son y lo que hay, sin nada más, en una trama que mira de frente a sus personajes y lo que van experimentando, a partir de una realidad que duele, que se siente mucho, o mejor dicho, una realidad más irreal que cualquier otra, donde todo es posible y no, porque siempre dependerá de quiénes seamos y de todas las mentiras de los demás y las propias que seamos capaces de creernos y de sentir, porque, al fin y al cabo, como sostiene Lucía, llega un momento que miramos de otra manera, mucho más adentro y descubrimos cómo son en realidad los demás. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Amaya Villar Navascués

Entrevista a Amaya Villar Navascués, directora de la película “Contigo, contigo, y sin mi”, en el Cafè de l’Òpera en Barcelona, el viernes 10 de noviembre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Amaya Villar Navascués, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sonia Uría de Suria Comunicación, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Arantxa Echevarría

Entrevista a Arantxa Echevarría, directora de la película “Chinas”, en el Cafe Salambó en Barcelona, el miércoles 4 de octubre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Arantxa Echevarría, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y al equipo de Revolutionary Press, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Xinyi Ye

Entrevista a Xinyi Ye, actriz de la película “Chinas”, de Arantxa Echevarría, en el Cafe Salambó en Barcelona, el miércoles 4 de octubre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Xinyi Ye, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y al equipo de Revolutionary Press, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Chinas, de Arantxa Echevarría

EL LIMBO DE LA IDENTIDAD. 

“La identidad es una búsqueda siempre abierta e incluso la obsesiva defensa de los orígenes puede ser en ocasiones una esclavitud tan regresiva como, en otras circunstancias, cómplice rendición al desarraigo”.

Claudio Magris

Después de casi una década dirigiendo cortos de ficción y documental, conocimos a Arantxa Echevarría (Bilbao, 1968), con Carmen y Lola (2018), excelente ópera prima sobre los amores clandestinos de dos gitanas de barrio, enfrentadas a los prejuicios de su comunidad. Tres años más tarde, dirigió La familia perfecta, una comedia industrial que agrupaba a una familia burguesa con otra de barrio. En Chinas, su tercer largo, la directora vuelve al barrio, o quizás, podríamos decir, que sigue en el barrio, retratando a esas personas de la periferia, a los invisibles muy visibles de las grandes ciudades. Esta vez posa la mirada en la desconocida comunidad china, y no lo hace desde el paternalismo y el desconocimiento, sino a través de la complejidad y los miedos de la segunda generación. Esos niños y adolescentes que han crecido en el país de acogida y tienen, como no es de extrañar, los conflictos habituales con unos padres que los arrastran a su cultura china y ellos, a su vez, viven y crecen en una cultura completamente distinta. Ese limbo de identidad, de arraigo y desarraigo, y sobre todo, de difíciles relaciones paternofiliales son el objetivo y el análisis de la película. 

A partir de un estupendo guion bien documentado y elaborado de la propia Echevarría, la trama se asienta a través de tres mujeres que viven en el barrio periférico de Usera de Madrid: Claudia, la adolescente china que se debate entre la férrea actitud de sus padres que la obligan a trabajar muchas horas en el bar y por otra parte, es una joven que tiene amigas y le gustan los chicos. Lucía, su hermana pequeña de 9 años, y su relación con la nueva compañera de colegio, Xiang, una niña adoptada por un matrimonio acomodado. Tres miradas, tres formas de ser y estar entre dos universos, entre dos formas tan diferentes de hacer y pensar, hacen de la película una mirada sincera y honesta a la comunidad china, huyendo de esa manida representación en los thrillers convencionales a través de sus mafias y demás. Aquí, se habla de gente de barrio, los que trabajan de sol a sol, gente anónima, con vidas humildes, que luchan diariamente para seguir tirando del carro. Tiene Chinas mucho valor, y digo esto, porque ante la ausencia de cine social en nuestro país, se agradece enormemente que aparezcan cintas como esta, que mira a la gente de a pie, gente como nosotros, con sus problemas y vidas de verdad. 

En el apartado técnico, la directora bilbaína de nacimiento y madrileña de adopción, vuelve a contar con los “suyos”, con Pilar Sánchez Díaz en la cinematografía, y Renato Sanjuán en el montaje, que llevan casi la decena de títulos juntos. Construyen, en sus respectivos trabajos, sendas composiciones donde prevalece la “verdad”, es decir, lugares reales, lugares de barrio, y una luz lo más natural posible, que no embellezca nada de lo que mira y cuente. Los 118 minutos de metraje no se hacen para nada pesados, porque la película cuenta muchas cosas, y de esas que no se explican con palabras, sino con miradas y la tensión que les sigue. Aunque como sucediera en Carmen y Lola, con sus maravillosos intérpretes naturales, en Chinas, la directora lo ha vuelto a hacer, y ha construido su película a través de un reparto natural en su mayoría como las increíbles niñas Daniela Shiman Yang como Lucía y Ella Qiu es Xiang, las dos niñas que una es todo desparpajo y simpatía y la otra, todo silencio, que conjugan muy bien a medida que va avanzando la trama y las vamos conociendo más a fondo. Yeju Ji es una madre china que le cuesta comprender y adaptarse a los cambios de sus inquietas hijas. 

Mención aparte tiene Xinyi Ye. Recuerden su nombre, seguramente lo seguiremos disfrutando interpretando personajes como Claudia. La actriz, debutante en la película, auténtica revelación de Chinas, porque muestra una mirada y una naturalidad sorprendentes, que le ayudan a componer un personaje de esos personajes que se nos quedan, siendo esa adolescente que quiere ser una más y ve amenazado su universo por la negación de sus padres y esos amigos que parecen otra cosa. El reparto se complementa con unos formidables Leonor Watling y Pablo Molinero, un matrimonio que adopta a Xiang, que son dos personas que chocan en la educación de su hija. Cierra el reparto una colaboración muy especial, la de Carolina Yuste, que ha estado en todas las de Echeverría, una especie de alter ego de la directora, esa chica que llega a la hora del cierre al bazar a comprar cuatro cosas de última hora, y mantiene una relación especial con Lucía. Podríamos decir que Echevarría se ha marcado un Stephen Frears, es decir, ha hecho una película social, llena de verdad, cotidiana, íntima y llena de tensión y conflictos, sin olvidar el sentido del humor, con el mejor aroma del director de Leicester en películas como Mi hermosa lavandería (1985), Café irlandés (1993) y La camioneta (1996), entre otras, donde se habla de un colectivo cuando se cierra la puerta de sus casas, en sus quehaceres diarios y sus trabajos. Chinas haría fraternidad con la película Oriente es oriente (1999), de Damien O’Donnell, donde también se hablaba de los conflictos entre un padre paquistaní con sus hijos ingleses. 

No me gusta recomendar películas, y cuando lo hago, me siento muy pequeño, porque quién soy yo para decirle a nadie lo que tiene que ver. Así que no lo voy a hacer con Chinas. Sí que voy a hacer una cosa, si ustedes me lo permiten, y no es otra cosa que, aplaudir, celebrar y rendirme a una película como Chinas, porque hacía falta una mirada de verdad sobre este tema en nuestra cinematografía, exponiendo tres miradas tan cotidianas que nos podemos encontrar en nuestras vidas, y creo que la cinta de Arantxa Echevarría servirá para dejemos de mirar a chinos y chinas y comencemos a mirar a seres humanos que, a parte de su cultura y todas las aparentes diferencias, tenemos algo en común muy importante y no es otra cosa que un hogar y un trabajo para soportar las dificultades de un sistema demasiado económico y poco humano, por no decir completamente deshumanizado. Miremos al otro, no queriendo cambiarlo ni mucho menos, ni pretender que siga nuestras costumbres y demás, sino aprendiendo unos de los otros y compartir un lugar y sus cotidianidades, sólo eso, que no es nada fácil, lo sé, por eso todos tenemos que poner de nuestra parte, y sobre todo, no lo hagamos más complicado de lo que los malvados nos lo ponen. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Eterna. Una película documental sobre Gata Cattana, de Juanma Sayalonga y David Sainz.

EL LEGADO DE GATA CATTANA. 

“Me voy como lo que vine / como la antítesis de lo ario, de lo puro” (…) Quedará un yo, ese yo que solo aparecerá / con un olor, con una risa, una nota, / un litro, una persona, un ruido, un silencio, / y, lo más importante, un pensamiento”.

Gata Cattana

La temprana muerte de un artista carismático e influyente, siempre deja un vacío enorme y sobre todo, deja una huella imborrable. Ya sucedió con Eduardo Benavente, el líder de “Parálisis permanente” en 1983, cuando falleció en un accidente con apenas veinte años. Un caso parecido ha vuelto a suceder con el repentino fallecimiento de la artista Gata Cattana en el 2017, cuando sólo contaba veinticinco años. En Eterna. Una película documental sobre Gata Cattana, los directores Juanma Sayalonga (Sevilla, 1988), y David Sainz (Las Palmas de Gran Canaria, 1983), formados en el videoclip, en el cortometraje, en la web series, y demás espacios audiovisuales, no solo quieren hacer un homenaje, sino que también quieren descubrirnos a la artista y a la persona que había detrás, y no solo a través de los testimonios de sus familiares y amigos, y colaboradores y cómplices, sino otros y otras que la conocieron, que la trataron y la admiraron, sino que también hay un buceo profundo y sincero a través de ella, recuperando imágenes domésticas y televisivas, en las cuales vemos a la joven como va creciendo tanto a nivel humano como artístico. 

Muchos habíamos escuchado alguna cosa de Gata Cattana, pero no la conocíamos en profundidad, ni mucho menos, y por eso, uno de los grandes aciertos de la película no es solo que exista, sino que habla de ella, porque la cinta también actúa como espacio de abrir su arte a todas aquellas que necesitábamos conocerla mucho más, para acercarnos su arte y su legado a todas esas personas inquietas de la cultura, del arte en general, de la política, de la sociedad, de la historia y de lo humano, porque Ana Isabel García Lorente, el nombre que la vio nacer allá por 1991 en el pequeño pueblo de Adamuz (Córdoba), era todo eso y muchísimo más. Una artista de los pies a la cabeza, con una personalidad y una capacidad innata para brillar en el soneto, en la poesía y en el rap, donde era toda una fiera, según sus propias palabras: “Frágil pero muy guerrera”. Una de las cualidades de la película que no solo encantará a los amantes del rap español, a todos esos y esas que disfrutan con las llamadas “peleas de gallos” y demás, sino que es una cinta que gustará a todos los que les gusten las historias sobre el alma, sobre la vida, porque Gata era todo un terremoto y una batalladora en todos los frentes. 

Sus canciones hablan de historia, de sociedad, de política (de la que era licenciada universitaria), de poesía, de feminismo, una artista implicada a todos los niveles, que hablaba de injusticia, de explotación, de derechos, de mujeres, de amor, y de todo, y encima lo hacía con mucho arte, con letras interesantes, profundas y entretenidas, que calaron en mucha gentes joven y acercó a materias, antes imposibles, con una forma de hablar, recitar y cantar asequible para todos y todas, y sobre todo, generando esa conciencia que tanta hace falta en la sociedad actual. La película hace un recorrido desordenado y vivo, lleno de vitalidad, de risas, de humor, y de amor, a través de una artista que era todo amor, toda furia, toda guerra y toda alma, inquieta y luchadora, una mujer que lo tenía todo para convertirse en una de las más grandes y no solo en el ámbito del rap, sino en el mundo artístico, sin lugar a dudas, por su enorme talento, inteligencia y sabiduría. Otro de los aspectos que enriquecen la película es su estado de ánimo, es decir, que la película es un fiesta de la vida, de la vida de Gata Cattana, y en ningún momento cae en la tristeza y en la melancolía, sino todo lo contrario, es una continua celebración de su vida, de su camino, y sobre todo, de su aspecto humano y artístico. 

La película tiene un estupendo ritmo y se sumerge con muchísima transparencia en la intimidad y el alma de la artista. Conocemos sus inquietudes, sus alegrías y tristezas, y mucho más, en una bellísima aproximación de la mujer y la cantante, la poetisa, la lectora y demás, en un viaje que pasa por muchos lugares, su citado Adamuz, Granada, donde despertó totalmente su poesía, sus canciones y su rap, Madrid, donde se asentó y despertó el interés de todas y todos a nivel musical en todos los sentidos, y también pasa por New York, muchos lugares, muchas experiencias, muchos conciertos, muchos versos, y sobre todo, mucha vida de alguien que veía muchísimo más, de alguien que veía la sociedad, y la codificó bajo su verso y su poesía, siempre en actitud de activismo social, una luchadora que cantaba a la injusticia, a la explotación, a esta mierda de capitalismo feroz e inhumano, y a las mujeres, a su lucha, a su feminismo y a su camino, y lo hacía de tal forma, tan brillante, tan inteligente y tan especial, que capturaba la atención de todas y todos, ya fuesen amantes del rap como los otros, los que solo eran amantes de la cultura con mayúsculas. 

Celebramos, aplaudimos y nos vamos de fiesta con la película Eterna. Una película documental sobre Gata Cattana, porque nos ha encantado, porque sus noventa y nueve minutos de duración son una pasada, hemos disfrutado muchísimo en todos los sentidos. Hemos descubierto una artistaza que no solo nos deja un buen puñado de poemas y canciones magníficas, sino que también ha derribado tantos muros tan necesarios para que otras mujeres también se acerquen a la poesía y al rap y sigan todo lo que ella empezó, porque el mayor legado de una artista que, desgraciadamente nos ha dejado demasiado pronto, no es otro que la huella que ha dejado en los otros y otras que después vendrán, y como dice la Gata, nos despedimos con sus maravillosas palabras: “Vine de la tierra y a la tierra voy más que agradecida. Pueblo errante sabe que ná dura, por eso sabe de pintura también dejarlo escrito en la pared, pá quién venga después”. Solo nos queda decir que, a ti Gata, allá donde estés, gracias infinitas por todo lo que has dejado por aquí. Te cantaremos, te leeremos y sobre todo, te seguiremos amando, hasta el infinito y mucho más allá, por ser quién fuiste y por ser quién eres. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Las paredes hablan, de Carlos Saura

LOS MUROS QUE PINTARON Y QUE PINTAMOS. 

“Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara”.

Jorge Luis Borges

Mencionar el nombre de Carlos Saura (Huesca, 1932), es citar a uno de las grandes cineastas de la historia del cine español, uno de los nombres más destacados de nuestra cinematografía de sus últimos sesenta años, con películas tan inolvidables e importantes en nuestra cinematografía como La caza (1965), Peppermint Frappé (1967), Ana y los lobos (1972), La prima Angélica (1974), Cría cuervos… (1976), Mamá cumple 100 años (1979), Deprisa, deprisa (1981), Carmen (1983), ¡Ay, Carmela! (1990), Tango (1998), Goya en Burdeos (1999), películas que resultan imprescindibles para conocer España durante el franquismo, y los primeros años de democracia, convertidas en crónicas profundas y muy personales del tiempo histórico más controvertido de nuestro país. 

Aunque su primer trabajo después de la Escuela de Cine fue el documental Cuenca (1958), el cineasta aragonés se había instalado en la ficción, quizás por esas cosas que en las ficciones se podía hablar más de lo que sucedía capeando la durísima censura. Será en los años noventa donde su cine se instala en el documental musical con géneros como el flamenco, con la complicidad en la cinematografía del gran Vittorio Storaro, con títulos emblemáticos como Sevillanas (1991), Flamenco (1995), Iberia (2005), Flamenco, flamenco (2010), y otros géneros como en Fados (2007), Zonda: Folklore argentino (2015), Jota, de Saura (2017). La película Las paredes hablan, nacida de una idea de José Morillas, que escribe el guion con el propio Saura, viene de un encargo de la productora María del Puy Alvarado, que conocemos por películas como Madre, El agente topo y Anatomía de un dandy, entre otras, es un documental que, en cierta medida, recoge muchos de los elementos de aquel trabajo de juventud que fue el citado Cuenca, en el sentido que muestra una realidad y la analiza desde una perspectiva íntima, muy natural, alejándose de todo artificio y estridencia narrativa, para construir una película tan sencilla y acogedora, que se empareja con aquel cine primitivo que con tan poco llegaba a tan lejos, mostrando todas aquellas pequeñas cosas, revelando la esencia de lo invisible y deteniéndose en lo más oculto y lo más frágil y sensible. 

El Saura cineasta filma a Saura personaje y nos invita a un viaje que abarca cuarenta mil años de historia de la humanidad, que no es poco, pero la maestría del cineasta oscense le hace huir de la manida grandilocuencia, y construir un relato profundo, muy personal y a la vez, universal, lleno de conocimiento, sabiduría y sencillez. Una travesía que nos hace recorrer las cuevas de Asturias, Cantabria y Chauvet y dejarnos llevar por las maravillosas pinturas paleolíticas más significativas, un paseo por los barrios obreros de Madrid y Barcelona, y sus calles, deteniéndose en sus muros abandonados y olvidados, y con compañeros de viaje como Pedro Saura, experto en arte paleolítico, Juan Luis Arsuaga, director científico del yacimiento de Atapuerca, el pintor Miquel Barceló, la comisaria de arte del Museo de Prehistoria, Anna Dimitrova, Roberto Ontañon Peredo, director del Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria, y artistas vinculados al mundo del graffiti como Zeta, Suso33, Cuco y Musa71, que nos cuentan su arte, su filosofía y demás entre maravillosas conversaciones entre ellos y con Saura, que se convierte en un personaje más en esta historia de idas y venidas, de pasado y presente, del arte y sus artistas, en una fusión, una mezcla de tiempos, tendencias, géneros y materias. 

La película construye un puente de conexiones y vinculaciones entre el arte paleolítico y el arte urbano más actual, en el que se mira, se analiza y se profundiza en texturas, elementos, de esencias y metodologías de trabajo, visitas a talleres, en el que los vemos a parte de conversar, intercambiar ideas y cuestionar lo establecido y elogiar la incertidumbre, el error y la pérdida, en un sinfín de ideas que van y vienen, que se construyen trabajando, que se hacen y se mueren en cada trabajo, en cada estructura, y sobre todo, en ese proceso infinito de búsqueda, de buscar, de buscarse dentro de nosotros, en nuestro interior, en nuestra alma, y en nuestro alrededor de forma inquieta, curiosa y sencilla, en la que se habla del arte y del artista, de sus orígenes, sus elementos naturales y abstractos, de filosofía, de condición humana y de sentir y emociones. La sabiduría y la magia que destila la película de Saura es como una vuelta a la inocencia, a aquella pulsión del creador que empieza y quiero descubrirlo todo, haciendo preguntas y haciéndose preguntas desde la mirada del que quiere saber, del que quiere descubrir, del que busca, pregunta y observa maravillado por las pinturas, los detalles, y todo lo que hay detrás, de  ese universo invisible que está ahí, pero hay que acercarse y mirarlo detenidamente para ver todo lo que nos cuenta la pintura y sus huellas, sus restos y el artista desconocido que estuvo allí hace miles de años, porque, en cierta manera, como ya hemos planteado, Las paredes hablan y mucho, nos hablan de todo lo que ha sucedido en ellas, de todas las capas, relieves y texturas que el tiempo ha construido en ellas, y también, nos habla de las manos de los artistas que estuvieron allí, de su arte y sus mirada, de todo su contexto social, económico, político y cultural en el que vivían y pintaban. 

La película se podría mirar en el reflejo de otras como Mur murs (1981), de Agnès Varda, en el que se recogen las pinturas de arte urbano en las paredes de Los Ángeles (EE.UU), y todo su contexto y el origen y deseo de los artistas que las pintan, así como el estupendo documental La cueva de los sueños olvidados (2010), de Werner Herzog, rodado en 3D, en el que se observan y analizan con profundidad todas las pinturas rupestres de la mencionada cueva de Chauvet. Las tres películas forman una especie de trilogía en la que se abre un profundo e íntimo diálogo entre el cine y el arte, o lo que es lo mismo, se abre un diálogo sobre los procesos creativos, sobre la necesidad de mirar sin prejuicios y sin perder la curiosidad del niño o niña que todos fuimos alguna vez, y sobre todo, de disfrutar en todos los sentidos de la magia de la historia, de todos los secretos y revelaciones que sabemos y nos faltan por descubrir, de dejarse llevar por sus magníficos setenta y cinco minutos breves e intensos de metraje, en el que nos llevan de la mano por la historia de la humanidad, del descubrimiento de la consciencia, de todo lo que soñados en forma de pinturas y demás, y de nuestra identidad que es aquella que vemos cada día en un espejo, y aquella otra, la que no vemos y sentimos y es el material del que están hechos los sueños y lo que soñamos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Guillermo G. Peydró

Entrevista a Guillermo G. Peydró, director de la película “El retablo de las maravillas. Apuntes para una película de El Quijote”, en el marco de L’Alternativa. Festival de Cinema Independent de Barcelona, en el Hotel Céntric en Barcelona, el miércoles 17 de noviembre de 2021.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Guillermo G. Peydró, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y al equipo de comunicación de L’Alternativa, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

100 días con la Tata, de Miguel Ángel Muñoz

EL AMOR MÁS GRANDE QUE PODEMOS DAR.

“La última lección que todos nosotros tenemos que aprender es el amor incondicional, que incluye no solo a los demás, sino a nosotros mismos”

Elisabeth Kübler-Ross

Esta es una historia que se remonta allá por el año 1986, cuando Miguel Ángel Muñoz (Madrid, 1983), necesitaba que alguien lo cuidase, ya que sus padres por trabajo no podían. Luisa Cantero, hermana de su bisabuela, se hizo cargo de él. Sin ser conscientes de todo lo que estaba empezando, tanto Miguel Ángel como la Tata han seguido juntos desde entonces, confesándose el amor tan profundo y sincero que se tienen. El actor, músico y director quería hacer una película con su Tata, una película que hablase sobre su amor, y todos los años que han permanecido juntos, una película que dejará testimonio cuando la Tata, con 97 años en la actualidad, no estuviera con nosotros. Pero, en marzo del 2020, llegó la pandemia y el confinamiento, y Miguel Ángel y la Tata se encerraron en el piso de 25 m2 de ella, y pasaron 100 días de clausura, como nos ocurrió a todos los semejantes. 100 días con la Tata es la crónica de aquel tiempo, un tiempo donde Miguel Ángel y la Tata conviven juntos, discuten y se lo pasan bien, y mal también. Somos testigos privilegiados de la cotidianidad de la pareja protagonista. Ahora, será Miguel Ángel que cuide de su Tata, ya que la anciana ha visto anulada totalmente su independencia por su avanzada edad.

La película-documento acompaña el día a día, con sus pros y contras: el excesivo trabajo que tiene cuidar de una persona mayor de movilidad reducida, el mal psicológico que empieza a sufrir Miguel Ángel por la carga física y emocional, y también, el diario “CuarenTATA”, un diario vía Instagram que Miguel Ángel y la Tata hicieron durante cada día de confinamiento. Una ventana abierta al mundo que les ayudaba a descansar, relajarse y reírse de todo y todos, empezando por ellos mismos. Muñoz se rodea de un equipo profesional empezando por Jorge Laplace, con el que escribe el guion, el cinematógrafo José David Montero, y los editores Darío García García y Mer Cantero, y el músico Sergio Jiménez Lacia para dar forma, textura y agilidad a la historia. Una película que habla sobre ayudar a los otros sin olvidar de ayudarnos a nosotros. Una película que nació como una ficción con la Tata, pero que con una pandemia de por medio, se ha convertido en un excelente y sensible documento sobre la vejez y las personas cuidadoras, haciendo hincapié en la parte emocional tanto de unos como otros, erigiéndose en un documento sobre la vida, la muerte, y sobre todo, por la vida en todas sus etapas y contextos y circunstancias.

La asombrosa naturalidad, espontaneidad y frescura que destilan cada plano y secuencia nos dan las claves para mirar con detenimiento y reflexionar con todo lo que vemos y experimentamos con la Tata y Miguel Ángel, que viven y sufren todo su amor a pesar de los obstáculos, barreras y demás problemas derivados por la vejez de ella, el trabajo de cuidador de él, y encima, la pandemia azotándoles constantemente. Sin ser una película claramente social, ni mucho menos pretenderlo, 100 días con la Tata se convierte en mucho más que eso, en un estudio y radiografía de dos de los males más importantes de nuestro tiempo: el cuidado de nuestros mayores, y los conflictos personales que aparecen tanto en los que padecen la vejez, como los que cuidan a esas personas que ya no pueden cuidarse solas. El cuidado y la ayuda que nos hacemos los unos a los otros es otro de los temas candentes de la actualidad, y el que está impregnado en toda la película, visto de frente, cara a cara, sin medias tintas, de verdad, con tanta autenticidad que impresiona, esa ventana que se abre para que miremos, para que pensemos y sobre todo, nos concienciemos que más pronto que tarde estaremos tanto en el lugar de la Tata como de Miguel Ángel.

Es de agradecer que Muñoz haya puesto en el centro de su película a su Tata para hablarnos de la vejez, como lo hicieron De Sica en Umberto D, Ozu en Cuentos de Tokio, Bergman en Fresas salvajes y Saraband, y Payne en Nebraska, todas ellas miradas profundas y honestas sobre esa última etapa de la vida, que no debe ser solo triste y oscura, sino que también debe haber cabida para otros menesteres, como la alegría, el amor y la fraternidad, quizás hacer una película ahora mismo como 100 días con la Tata es ante todo, una forma de revolución, ahora que estamos asistiendo a una sociedad muy enferma, vacía, que hace culto a lo joven y la apariencia, olvidando a sus mayores y dejando de lado toda esa sabiduría y humanidad que les pueden ofrecer los ancianos, unas personas que sufrieron la guerra, la dictadura y han sacado adelante a sus familias y vidas a pesar de todos los pesares, siendo la parte esencial de luchas y reivindicaciones de todos los privilegios y comodidades de las que disfrutamos hoy en día, y que de seguir así, tan ensimismados y estúpidos en el yo, los estamos perdiendo y todo parece indicar que para siempre, aunque tengamos algo de ilusión, porque personas como la Tata o Miguel Ángel así lo demuestran, porque cuando hay amor sincero y de verdad, todos los problemas que vendrán se verán y encararan de otro forma y sobre todo, con firmeza, honestidad y juntos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

2020, de Hernán Zin

EL LADO HUMANO DE LA TRAGEDIA.

“Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino cuando la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez”.

Gabriel García Márquez

El sábado 14 de marzo de 2020, con el anuncio del gobierno del “Estado de alarma”, arrancaron unos meses de incertidumbre y auténtico terror en el país. Mientras todos estábamos confinados en casa, la vida continuaba, y muchos trabajadores luchaban incansablemente contra la pandemia del Covid-19, un virus contagioso que se propagaba por el mundo a velocidad de crucero, dejando en su recorrido millones de enfermos y cientos de miles de fallecidos. El director Hernán Zin (Buenos Aires, Argentina, 1971), con experiencia de más de una década como camarógrafo de guerra y documentalista, con trabajos sobre derechos humanos y países en guerra como en Nacido en Gaza (2014) y Nacido en Siria (2016), donde niños nos explican su terrible cotidianidad, y Morir para contar (2017), en el que dio voz a los periodistas de guerra, como él, contando sus experiencias y traumas.

Ahora nos llega 2020, en la que Zin y su reducido equipo, se han sumergido en Madrid, el epicentro de la tragedia, en las entrañas de la pandemia y en la primera ola de contagios, documentando el lado humano de la tragedia, en los profesionales que diariamente batallaban para salvar vidas. La película narra en un tono realista e íntimo, todo lo que se ha vivido en los espacios del Covid-19, lugares como hospitales, residencias, funerarias y cementerios, calles vacías, y cómo los familiares de enfermos o fallecidos han vivido ese tiempo. El director bonaerense captura la vida y el trabajo de tantas personas implicadas en el proceso, mientras las escuchamos, en las que nos cuentan sus reflexiones, miedos e inseguridades, todo lo vivido, todo lo experimentado, y lo hacen de frente, relatándonos toda la vida y la muerte que vivieron, que lucharon y sintieron. 2020, no es un documental que muestra heroicidades ni nada semejante, huye de toda esa idea romántica de la batalla contra la pandemia, mostrando todo su humanismo y crudeza, toda la miseria, pero sin caer nunca en el tremendismo o lo sentimental, hay sensibilidad, como no podía ser de otra manera, pero bien entendida, aquella que nos hace conmovernos y provoca reflexión. La cinta captura toda la verdad y realidad vivida y experimentada, o al menos, una parte de esa realidad que tantos vivieron en la primera línea de la enfermedad.

La mirada de Zin nos habla de humanidad, de trabajo extenuante, de organización cuando reinaba el caos, y faltaban herramientas y utensilios para trabajar, de personas que trabajaban con lo que disponían para salvar vidas. El director, afincado en Madrid, construye un complejo y crudo retrato-caleidoscopio, en el que filma con respeto y sobriedad, como demuestra en el encuadre que abre la película, llenando la pantalla de diversas vidas y experiencias de profesionales sanitarios, empleados de funerarias, fuerzas del orden, familiares de residentes, y un largo etcétera. Un grupo humano que trabaja y siente todo lo que experimenta, que explican sin tapujos la dureza de un virus muy fuerte y aniquilador, que ha destapado las miserias de una sociedad demasiado preocupada por el éxito individual y en lo económico, que desprecia la parte humana, y sobre todo, lo colectivo, partes esenciales que nos están salvando de esa tragedia, una tragedia que no se veía desde la Segunda Guerra Mundial. Zin y su equipo nos muestran el cuaderno diario de esos dos primeros meses, imágenes espeluznantes que tardarán en marcharse de nuestra memoria colectiva, cuando se amontonaban los fallecidos, con las enormes dificultades que vivieron los sanitarios, el inmenso pabellón de feria de Ifema convertido en hospital, las hileras de ataúdes, el trabajo a destajo de los enterradores, las tristes y solitarias despedidas de los familiares a sus difuntos, las terribles consecuencias en las residencias con tantos mayores fallecidos, y muchas más derrotas que ha provocado el dañino virus.

El director argentino y su equipo, se han convertido en uno más, en esa mirada de complicidad que tanto necesitaban los profesionales, sintiendo ese amor que en estos momentos trágicos necesitaban. Una película construida sobre la memoria de ese tiempo, un tiempo que jamás habíamos vivido, un tiempo en que, cuando la vida se había detenido, otros seguían con sus vidas, y sobre todo, con sus trabajos, luchando contra la pandemia, siendo testigos de la magnitud de la tragedia, siendo testigos de tanta fatalidad. La película reivindica el trabajo de estos profesionales, y lo hace desde la honestidad y la sencillez, mostrando su trabajo y su lado humano, porque como ha demostrado la pandemia, es de vital necesidad para la vida la gestión pública, y el inmenso trabajo de tantos profesionales que, sobre todo, necesitan más y mejores recursos para seguir trabajando en mejores condiciones laborales, porque si queremos una sociedad justa e igualitaria, hay que seguir trabajando para eliminar tantas desigualdades, para estar mejor preparados para la próxima vez que lo necesitemos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA


<p><a href=”https://vimeo.com/479792841″>Tr&aacute;iler 2020 documental Hern&aacute;n Zin</a> from <a href=”https://vimeo.com/dypcomunicacion”>DYP COMUNICACION</a> on <a href=”https://vimeo.com”>Vimeo</a&gt;.</p>