Chevalier, de Athina Rachel Tsangari

Chevalier_poster_cat_ok¿QUIÉN LA TIENE MÁS LARGA?.

En La gran comilona (1973), de Marco Ferreri, cuatro amigos burgueses se encerraban en una casa para comer y fornicar hasta la muerte. Ferreri describía un capitalismo agonizante, y perdido en el más asoluto de los vacíos, un estado que sólo podia alimentarse a través de la avarícia, la gula y la lujuría, para soportar el irreparable tedio del que todo lo tiene e incomprensiblemente, le falta lo que ya no sabe. Athina Rachel Tsangari (Atenas, Grecia, 1966) cuarenta años después del artefacto satírico de Ferreri, aborda el capitalismo valiéndose también de un grupo de amigos, en este caso seis, seis almas que se encierran en un lujoso yate, en medio del Mar Egeo, donde dirimen sus cualidades físicas, a través de juegos y desafíos  que se disputan entre ellos. Con la colaboración en la escritura de Efthymis Filippou (guionista, entre otras, de Canino, Alps o Langosta, todas ellas dirigidas por Yorgos Lanthimos, y producidas, las dos primeras, por Tsangari). Tsangari que en su primera película Attenberg (2010), retrataba de forma cruda la vida de la joven Marina que, hastiada de todo, evitaba cualquier contacto humano, refugiándose en sus deseos más profundos.

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Ahora, sigue el camino iniciado, aunque ahora su entorno ha cambiado, nos muestra la Grecia alejada de la postal turística, y se desplaza hasta la Grecia ajena a la crisis económica, la de aquellos burgueses que, aburridos de sus vidas y sus preocupaciones, compiten por placer a ser mejor que el otro, sumidos en una estúpida competición, como lo suelen ser todas, por otro caso, en la que se ponen en juego sólo las cualidades físicas. Aquí, la intelectualidad ha desaparecido, no tiene cabida en este ambiente. El paisaje de la burguesía de nuestros días, no anda muy lejano a lo que plantea Tsangari, ese barco que navega para el placer y el hedonismo, donde no hay rastro de cultura ni valores humanos, sólo hay espacio para competir absurdamente y erigirse en el mejor que el contrario, y de esta manera convertirse en el líder al que todos seguiran y admiraran como ejemplo. Tsangari construye una película mordaz y extremadamente ácida, sus planos y encuadres transmiten el absurdo y la idiotez de este grupo, a cual más cretino y narcisista, cuestiona la masculininidad desde aspectos de servidumbre y patetismo, en una carrera sin cabeza para demostrarse, y sobre todo, demostrar a los demás, esa fuerza bruta carente de sentimientos, siguiendo los estereotipos de jefe de la manada, un tipo de hombre aburguesado que ha encontrado en el capitalisme más feroz y sangrante una manera de materialitzar sus instintos más bajos, en una existencia completamente vacía, rodeada de dinero, placer y tedio.

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La propuesta de la realitzadora griega no es nada convencional, su juego no tiene términos medios, o gusta o no, su mirada es desoladora y brutal, describe de forma sencilla y honesta a sus personajes, esas almas enfrentadas no al otro, sino a sí mismos, el de demostrarse continuamente que pueden superarse y ser mejores, aunque sea en los juegos o pasatiempos más absurdos e inútiles, en una espiral sin sentidcomo los que juegan a lo largo del metraje, aunque quizás la secuencia que mejor define la propuesta de Tsangari es aquella en que los hombres compiten a ver quién monta el mueble tipo Ikea en la mayor brevedad posible u otro, en el que uno de ellos reivindica su erección y el tamaño de su pene. Hay tiempo para momentos de total absurdidad como el número musical que se marca uno de ellos (que no desmerece en absoluto al que protagonizaban las dos Hermanas siniestras de Canino).

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Tsangari  ha creado una película valiente, desoladora y crítica contra una sociedad deshumanizada y a la deriva, que no encuentra nada que valga la pena, en la que después de amasar dinero y todo tipo de bienes materiales, luego, no hay nada que hacer, no se les ocurre nada útil hacia los demás y lo que les rodea, sólo tienen tiempo para medir las fuerzas con el otro, al que convierten en un contrario, una especie de amenaza al que hay que ganar, humillar y reirse de él, en una existencia muy vacía y tediosa, que ha encontrado en la competición una manera de llenar esa existencia sin expectativas humanas ni nada que se le parezca. El cine de Tsangari recupera elementos del cine de Lanthimos, haciéndolo a través de la descripción distante de lo que retrata y una profunda mordacidad en las situaciones dramáticas que plantean, que sobrepasan la realidad para convertirse en artefactos surrealistas que retratan unos personajes y un entorno devastadores, aunque también, podríamos decir que, el cine contemporáneo griego ha sabido transmitir las miserias de este capitalismo en crisis y la falsedad de esta Europa unida en hermandad, no ahondando en ejercicios sobre la crisis y los problemas sociales de los habitantes, de un modo realista, sino de otro modo, en comedias absurdas y siniestras, donde las cosas parecen suceder dentro de un orden establecido y complaciente, pero nada más lejos de la realidad, en el fondo, si nos detenemos a mirar esa aparente felicidad, encontramos la mugre y el hedor más repugnante de la compleja, oscura  y profundidad del alma humana.

La isla del viento, de Manuel Menchón

lidv-cartel-laureles-bajaEL POETA COMPROMETIDO.

“Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho. Me parece inútil pediros que penséis en España”.

Miguel de Unamuno

La película arranca en aquel fatídico 12 octubre de 1936, en Salamanca, con la Guerra Civil en total ebullición, en la que Miguel de Unamuno (1864-1936) como rector de la Universidad, se dispone a abrir el curso académico en presencia de las autoridades franquistas. Una mujer joven, Cala, le recrimina su actitud de benevolencia frente a los fascistas. Después de este breve e intenso prólogo, la película viajará hasta 1923, a la isla de Fuerteventura, en Puerto Cabras, un pequeño pueblo de campesinos y pescadores, lugar en que el insigne escritor pasó 6 meses de exilio forzoso por sus duras críticas a la dictadura de Primo de Rivera y al Rey.

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Manuel Menchón (Málaga, 1977) que ya había demostrado sus dotes para las historias humanas y críticas a favor de la justícia y contra el fascismo, en su debut en el largometraje con el documental Malta Radio (2009) donde filmaba la odisea de los nueve días que vivieron unos pescadores que rescataron unos inmigrantes del mar, y se vieron obligados a mantenerlos en su pequeño barco, debido a que Malta se negaba a auxiliar a los refugiados. En La isla del viento (hermoso titulo que obedece a ese lugar aparentemente bello, pero también, lleno de dolor) Menchón recoge un corto período donde seguimos a Unamuno, aquí interpretado de forma soberbia y primorosa por José Luis Gómez (que deja momentaneamente aparcado su teatro que tanto le ha dado) en la que nos olvidamos del magnifico actor onubense (que realiza una composición de alta escuela, donde la contención y la mirada componen de forma concisa todo lo que encierra el interior de Unamuno) para centrarnos en la figura del hombre, un hombre cansado, vilipendiado y huido, alguien que llega a la isla y se enconde de todos, y sobre todo, de sí mismo, alguien que ha sido expulsado por alzarse contra la barbarie de aquellos que gobiernan y mantienen al pueblo en la ignorancia y la miseria.

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Menchón cimenta su relato a través de la mirada del escritor, la camera lo sigue por la isla, inicialmente como un paisaje extraño y agobiante para Unamuno, pero que el tiempo, convertirá en su hogar, en un escenario donde también la injusticia y la maldad se extienden, apaleando la frágil voluntad de un pueblo hambriento y triste. Aquí nos olvidamos de la parte más conocida del escritor (estamos hablando de su extensísima obra con decenas de cuentos y relatos cortos, sus novelas de gran calidad como Niebla, La tía Tula, Abel Sánchez o San Manuel Bueno, Mártir, entre otras, su faceta como filosofo, como académico, en el que brilló como trabajador incansable por una universidad moderna y pedagógica, y no menos, su labor como político, a favor de la República y los valores de libertad y humanismo). Menchón dirigí nuestra mirada al alma del poeta, a su interior, al armazón que cubre esa severidad y hastío del inicio que lentamente dará paso al hombre comprometido con su tiempo, su tierra y su gente.

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La envolvente y excelente luz del cinematógrafo Alberto D. Centeno (autor de la extraordinaria imagen de El árbol magnético, de Isabel de Ayguavives, ente otras) ayudan a plasmar las emociones que marcan ese paisaje que emana más tristeza que alegria y más penurias y soledad, que risas y abrazos. Unos secundarios de peso ayudan a fortalecer la trama de la película: el cura con crisis de fe que no cree en los niños, el hermano del cacique que se compromete con el poeta, la mujer que admira al poeta y hará lo imposible por seguirlo, y la niña harapienta que descubre otro mundo, personajes que forman parte del paisaje en el que se mueve Unamuno, el hombre de su tiempo, el humanista que no puede callar las injusticias, y que se enfrentará a todos por el bien social y ayudar al desvalido a que su vida mejore, aunque le cueste incluso su propia vida.

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La película volverá al presente que nos habían mostrado en la apertura, reconstruyendo de forma realista el momento histórico en que Unamuno, como cabeza visible de la Universidad de Salamanca, estalla contra el terror fascista enfrentándose al General Millán Astray, que clama muerte a los intelectuales, y a lo que responde Unamuno, con su habitual destreza con el lenguaje gritando el texto que encabeza esta crítica, entre los gritos y amenazas de los militares facciosos allí concentrados. La cinta de Menchón se cierra con la muerte del poeta, sólo y en silencio. Otro de nuestros más ilustres poetas, Antonio Machado, moriría al terminar la Guerra en un pequeño pueblo de la frontera francesa, momentos de tristeza que marcaran el devenir de esta España moribunda, a la que, tristemente, los que más la quieren, son aquellos que más daño le hacen.

Amor y amistad, de Whit Stillman

AF_A4_AMOR&AMISTAD LAS MANIOBRAS DEL AMOR.

La escritora Jane Austen (1775-1817) apenas tuvo ninguna repercusión en vida. Desgraciadamente, todo su éxito se produjo post mortem, cuando sus relatos cortos y novelas llegaron de forma masiva al gran público, tuvo el reconocimiento que se merecía. Sus obras se estructuran a través del punto de vista femenino, principalmente jóvenes de la alta burguesía provinciana, centradas en sus conflictos internos que giran en torno a cuestiones amorosas. Su rabiosa modernidad en retratar temas que profundizan sobre la complejidad del alma humana, exponiéndolos a través de una deliciosa ironía, en el que los detalles se describen de forma precisa en el retrato de los ambientes burgueses, y sobre todo, en las relaciones que establecen los personajes implicados en las tramas amorosas, incorporando cartas y notas, vehículos que utiliza para dar rienda suelta a la comicidad. A pesar de su corta obra, debido a su prematuro fallecimiento por enfermedad, Austen se ha convertido en una de las escritoras más importantes de la historia de la literatura.

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Whit Stillman (Washinton, 1952) que arrancó su carrera como agente de ventas de las primeras películas de Fernando Trueba y Fernando Colomo, en las que apareció en pequeños papeles, e incluso como productor en La línea del cielo, de Colomo, también tuvo tiempo para dedicarse a la literatura y el periodismo. Debutó en la gran pantalla con  Metropolitan (1990), que retrataba a un grupo nutrido de jóvenes burgueses neoyorquinos, le siguió Barcelona (1994), ambientada en los 80, en la que describía las andanzas de un joven estadounidense en la ciudad condal, cuatro años más tarde, presentó The last days of disco, con los 80 nuevamente como protagonistas, pero ahora, retratando a un par de amigas de la escena de New York. Un largo período de ausencia del cine, dedicados a la televisión, lo devolvió en 2011 con Damiselas en apuros, con Greta Gerwig (la musa de Baumbach) como protagonista, en la que seguía a unas jóvenes díscolas también de N.Y. Ahora, nos volvemos a encontrar con Stillman adaptando una obra corta de Jane Austen, Lady Susan, que debe el titulo de Amor y amistad, curiosamente, a un relato primerizo de Austen. Aquí, el relato también pertenece a los inicios de Austen, y en los ambientes provinciales ingleses de 1790, en la que conocemos a Lady Susan Vernon, una viuda reciente, que llega a Churchill, junto a su hija adolescente Frederica, a hospedarse en la casa familiar de su familia política, los Decourcy. Su llegada convulsiona el lugar, debido a su fama de promiscuidad y los secretos de sus verdaderas intenciones, que según cuenta, son puramente encontrar esposo a su hija, aunque su objetivo es puramente económico. El joven de los Decourcy se siente fuertemente atraído por la viuda que, juega con él y se deja querer, aunque la dama “distinguida” parece beber los vientos por otro apuesto caballero que reside en la ciudad, aunque mientras tanto se divierte en el juego del amor, tanto con el joven citado como con otro acaudalado y mojigato caballero, mientras, para pasar el rato, comparte confidencias con su joven amiga norteamericana Alicia Johnson, casada por conveniencia con el rico y aburrido Sr. Johnson.

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Stillman describe con astucia y sencillez todas las tramas y caracteres que se cuecen soterradamente en el ambiente, no hay excesos melodramáticos ni subrayados innecesarios, y alguno que hay, lo utiliza para mofarse de estos señores aburridos de almacenar riqueza. Stillman va al grano, nos divierte de forma sutil, no provoca grandes carcajadas, aunque soltemos alguna que otra, sino más bien, esa media sonrisa de finísima ironía que a ratos conlleva amargura y tristeza, que utiliza ingeniosamente,  para acentuar los conflictos que desata la belleza arrebatadora de la viuda. Estamos ante una película de corte “british”, muy alejada del tono estadounidense. Aquí todo bulle a fuego lento, la trama va in crescendo de forma reposada y suave, las formes distinguidas de los personajes, aparentemente, dejan paso a esos devaneos sentimentales que los arrastran incomprensiblemente a los brazos de quienes menos los valoran, aunque a simple vista, pueda parecer lo contrario. La pluma de Austen sacude con energía cada fotograma de la película de Stillman, nos emociona y nos conmueve, sin pasarse claro, en su justa medida, y también, cómo no, nos invita a la reflexión, de que diantres esta formada la compleja naturaleza humana, y a que se debe que muera por el ser más infecto, y en cambio, ni tenga en cuenta de aquel que lo cuida y lo valora, cuestiones difíciles de discernir, que diría el poeta.

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Amor y amistad se suma,  saliendo por la puerta grande, a otras adaptaciones cinematográficas, que con gran acierto han sabido retratar el espíritu y paisaje moral de Austen, y ese mundo de jóvenes heroínas que mueren de amor, como Sentido y sensibilidad (1995), de Ang Lee, Emma (1996) con Gwyneth Paltrow u Orgullo y prejuicio (2005) con Keira Knightley, entre otras. Stillman ha filmado una gran adaptación, con un elenco extraordinario entre los que destacan la sorprendente sutileza y elegancia de la simpática pérfida Lady Susan (que nos recuerda a ciertas maneras y astucias del arribista  y sinvergüenza Barry Lyndon, en otro contexto eso sí, de la película homónima de Kubrick) que interpreta Kate Beckinsale (alejada de sus papeles como violent femme de palomiteros blockbusters) y su confidente damisela, la interesante Cloë Sevingy (éstas dos repiten con Stillman después de The last days of disco) y un buen ramillete de intérpretes ingleses, que transmiten naturalidad y compostura con sencillez, sin necesidad de falsas estridencias, destacando las maravillosas presencias de Stephen Fry, James Fleet y Jemma Redgrave (de saga familiar ilustre). Stillman quiere que nos divirtamos, deja que miremos su película, sin prisas ni enigmas, con la belleza de sus paisajes y con la elegancia de sus interiores, con esos planos y encuadres largos, con pocos cortes, que nos da la distancia necesaria para mirar la película sin involucrarnos demasiado en las maneras de Lady Susan, sólo en sus actuaciones, algunas reales, otras no, pero al fin y al cabo, no dicen que tanto la guerra como el amor, saca a relucir lo peor de nosotros mismos.

Después de la tormenta, de Hirokazu Kore-eda

ddlt-cartel-400pxAFRONTAR LA DERROTA.

«No todo el mundo puede convertirse en lo que desea ser».

Tras un período de formación en la televisión realizando documentales, el cineasta Horikazu Kore-eda (Nerima, Tokyo, 1962) arrancó su filmografía con After life (1998) y Distance (2001), sendos dramas que exploraban la necesidad de la memoria para soportar las tragedias de la vida, en el 2004 con Nadie sabe, aportó un ingrediente que se ha convertido en una parte esencial de su obra desde entonces: la familia. En ésta, unos niños desamparados construían en su hogar un reino propio que se veía invadido por la hostilidad del exterior. En Hana (2006) le daba la vuelta al género de samuráis con un antihéroe que encontraba su lugar en un barrio pobre, pero de fuertes relaciones humanas. Con Still walking (2008) llegó su obra cumbre con una sencilla historia con ecos de Cuentos de Tokyo, de Ozu, en la que retrataba sus temas preferidos, la memoria, camino necesario para seguir hacía delante, la muerte como reflejo de la fugacidad de la existencia y la pérdida, y como afrontarla y asumirla. Con Air doll (2009) se tomó un leve respiro de sus núcleos familiares, y retrató el concepto de soledad en las ciudades actuales, con Kiseki (2011) volvió a sus ambientes familiares, en este caso, dos hermanos separados por el divorcio de sus padres, anhelan volverse a encontrar. En De tal padre, tal hijo (2013) experimentaba en las relaciones paterno filiales a través de la identidad y los lazos familiares, y en Nuestra hermana pequeña, del año pasado, describía los lazos familiares de unas hermanas que acaban de conocer su existencia.

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Ahora, Kore-eda nos presenta a Ryota, un tipo perdido de unos cuarenta años, que vive anclado en el pasado, un tiempo en el que escribió una novela que tuvo algo de éxito, y vivía con us mujer e hijo. Un tiempo que ya no volverá.  En la actualidad, se debate en un trabajo como detective (que dice que es para la investigación de su próximo libro) su afición por las carreras de caballos y apuestas de todo tipo (que recuerda a la misma actitud del personaje que hacia Fernando Fernán-Gómez en su inolvidable El mundo sigue) que hace que ande pidiendo dinero continuamente a su hermana mayor y a su madre, y además,  le imposibilita pagar la pensión a su ex mujer (por el hijo que comparten) de la que todavía sigue enamorado y está empeñado en recuperar. Kore-eda ambienta su película en el extrarradio de Tokyo, en un barrio residencial envejecido, que añora la nostalgia de lo que pretendía ser y nunca ha sido, y ahora es habitado por ancianos, como la madre de Ryota, Yoshiko (la maravillosa actriz venerada en Japón, en su quinto trabajo con el director, habitual desde Kiseki, que hace poco vimos como la adorable cocinera de yoradakis en Una pastelería en Tokyo) encarnando a esa madre independiente y protectora, que aporta un estupendo sentido del humor a esta historia triste y delicada del director nipón.

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Kore-eda estructura en dos partes su película, en la primera, y bajo un tono de desesperanza, vemos el deambular de Ryota, dando tumbos, moviéndose por lugares que no le pertenecen, que ha caído en ellos por su mala conducta, incapaz de asumir su derrota, de dejar de compadecerse y empezar un nuevo camino de ilusión en su vida. En la segunda mitad, la amenaza del tifón, obliga a madre/abuela e hijo, junto a nieto y ex esposa a pasar la noche en la casa de la abuela. En ese instante, y en ese preciso momento, se desatarán las necesidades de unos y otros, los anhelos que han marcado a los personajes, y las ilusiones de juventud que han ido muriendo por el camino. Unos personajes golpeados por la pérdida (la abuela acaba de perder a su marido de toda la vida), el hijo (no asume la derrota de su vida y no es capaz de levantar el vuelo) la ex, Kyoko (se debate en empezar una nueva relación sin estar enamorada) y el niño (le encantaría pasar más tiempo con un padre que ve solamente unas exiguas horas una vez al mes). Una noche refugiados por el tifón que despejará dudas a unos y otros sobre como relacionarse no sólo ante ellos, sino ante los demás, y en su vida y las decisiones que deben tomar (como ocurría en la magnífica Aguas tranquilas, de Naomi Kawase) como la naturaleza describía la profundidad de las emociones interiores que viven los personajes.

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Kore-eda ha construido una obra transparente, sumamente delicada y exquisita, profundizando de manera precisa en el retrato de la cotidianidad, consiguiendo situarnos entre las cuatro paredes del piso de la abuela, de forma naturalista y tremendamente sencilla. Si Yasujiro Ozu se convirtió en el mejor retratista de las relaciones familiares en el Japón devastado por la guerra, en sus maravillosas descripciones sobre las relaciones de padres (la tradición) e hijos (la occidentalización), Kore-eda ha tomado su testigo, componiendo excelentes frescos sobre la familia actual y sus tragedias (la separación de los padres, los hijos sin la figura paterna, y las nuevas parejas de los cónyuges…) imprimiendo a sus relatos un acertado retrato sobre la cotidianidad de sus personajes, explorando sus miedos, soledades y tristezas, todo aquello que no se explica con palabras, pero la mirada de Kore-eda logra mostrarnos con suma sensibilidad, sumergiéndonos en un mundo inabarcable de emociones y sentimientos.

Entrevista a Erik Gandini

Entrevista a Erik Gandini, director de «La teoría sueca del amor». El encuentro tuvo lugar el jueves 3 de noviembre de 2016 en el hall de los Cines Aribau en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Erik Gandini, por su tiempo, generosidad, y cariño, a Ot Burgaya y Laia Aubia de El documental del mes, por su paciencia, amabilidad y cariño, y a la intérprete Marta Varela, que además, tuvo el detalle de tomar la fotografía que encabeza la publicación

Presentación L’Alternativa 2016

Presentación de la 23 edición de L’Alternativa. Festival de Cinema Independent de Barcelona, en la que intervienen Vicenç Villatoro, director del CCCB, Oscar Abril, director de Sectors Culturals y Innovació de l’Institut de Cultura de Barcelona (ICUB) Francisco Vargas, director de l’Area Audiovisual de l’Icec, y Cristina Riera y Tess Renaudo, codirectoras de L’Alternativa. El acto tuvo lugar el jueves 10 de noviembre en la Sala Mirador del CCCB en Barcelona.

Quiero expresar mi agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Cristina Riera, Tess Renaudo, Marc Vaillo y a todo el quipo de L’Alternativa, por su trabajo, dedicación, resistencia y cariño, a Marta Suriol y Maria Gracia de La Costa Comunicació, por su trabajo, amabilidad, paciencia y cariño, y a todas las entidades que hacen posible la existencia de L’alternativa.

Las furias, de Miguel del Arco

af_cartel_furias_rgb_online_3219COMO EN LAS MEJORES FAMILIAS.

“Para mí la familia es el principio de todo. El microcosmos en el que nos formamos y que más tarde reflejamos, consciente o inconscientemente, en el macrocosmos al que somos lanzados como personas adultas. El que nos arma o nos desarma para defendernos en el mundo exterior”

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La frase que acompaña el cartel de la película nos advierte que hay que tener mucho cuidado con lo que uno hace con los suyos, si no te perseguirán “Las furias”, seres con cabeza de perro, alas de murciélago y serpientes en lugar de cabello, con la misión de obligarte a expiar tu culpa o enloquecerte. A continuación, arranca la cinta con el breve prólogo situado en el camerino del padre actor, después de una función,  rodeado de los suyos, con la compañía de la niña, iremos conociendo a todos los integrantes de la familia Ponte Alegre. Seguidamente, la película viaja hasta diez años después, más o menos, cuando la niña, María (excelente la joven Macarena Sanz) se ha convertido en una adolescente con problemas mentales, su madre, Casandra, la hija, (los tres hermanos compartes nombre extraídos de “La Ilíada”, de Homero) actriz frustrada, se gana la vida como loctura de radio escuchando las penurias ajenas, el padre, Gus, al cuidado de la hija, se ha olvidado de sí mismo y de su mujer. El hermano mayor, Héctor, de mediana edad, triunfador en las finanzas y felizmente enamorado de María, y el hermano menor, Aquiles, actor del montón, ahora se ha refugiado en el caserón de la infancia para escribir las memorias familiares. El padre, Leo, de más de setenta, famoso y carismático actor, ahora padece alzhéimer y ha olvidado su vida y los que le rodean, aunque en ocasiones irrumpe con su voz poderosa recitando pasajes de Shakespeare y demás. La madre, Marga, de alrededor de los setenta, mantiene una relación lésbica con Julia, una psiquiatra atractiva, que mantiene en secreto.

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Miguel del Arco (Madrid, 1965) que arrancó su carrera como actor, se ha convertido en una de las voces más interesantes y comprometidas del teatro actual, en el que ha adaptado a autores de renombre como Shakespeare, Gorki, Gógol o Molière, entre otros, además de escribir, dirigir y llevar un teatro. Desde el año 2000, dirige tres cortometrajes con numerosos premios tanto nacionales como internacionales, Las furias es su puesta de largo, y para ello se ha rodeado de algunos de los actores con los que ha trabajado a lo largo de estos años, y ha construido una película en torno a la familia, a todos sus logros, y sobre todo, fracasos. A ese extraño núcleo o grupo al que pertenecemos sin haberlo pedido, a ese mundo complejo de relaciones y confidencias, de secretos ocultos que no se dicen o situaciones del pasado que no se quieren volver a vivir, del implacable paso del tiempo y todo aquello que arrastra en su demolición natural, de los efectos, ilusiones, tragedias que se mascan en el seno de una familia muy vinculado al teatro, como no podía ser viniendo de Del Arco. El conflicto arranca cuando la madre, incapaz de afrontar la verdad (una constante que padecen todos los personajes) y desvelar su relación lésbica se escapa anunciando que va a vender la casa familiar, la casa de la infancia, de los recuerdos, de ese tiempo de esperanza, de juegos, de risas.

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Del Arco acota su obra en un fin de semana, un par de días en el que todos los componentes se reunirán para despedirse de la casa, situada en el norte con el cantábrico como testigo, y el paisaje de bosque frondoso y secreto, un lugar que los ha acogido con tanto amor, y de paso, asistirán a la boda de Héctor y María. Aunque la cosa de entrada pinta bien, pronto aparecerán los conflictos, rencores y diferencias entre ellos, todos, absolutamente todos, arrastran cargas emocionales muy pesadas que explotarán sin control durante esas 48 horas. El padre, que parece ausente, compondrá la figura marchita que ha perdido todo su esplendor de gran actor para caer en un olvido injusto, pero que quizás no parece tan perdido, la madre, pretendiendo ocultar su relación, se topará de bruces con la realidad y tendrá que hacerla frente, Gus y Casandra, distanciados por la mentira de ella, no tendrán más remedio que mirarse y hablar, Héctor y María con su boda quieren tapar una noticia terrible que ha roto sus vidas, y pronto saldrá a la luz, Aquiles, tendrá que hacer frente a su vida y dejar de huir, dejando atrás tantos castillos de cartón. Y finalmente, María, consumida por su enfermedad en medio de una familia perdida, hilarante y confundida (como suele ocurrir con todas, en mayor o menor medida) tomará una decisión que quizás ayudará a que todos se sientan menos solos, y manifiesten el amor que han olvidado, aunque solo sea ese fin de semana.

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Del Arco se ha rodeado de un reparto coral extrarodinario (como las películas de Berlanga) un elenco extraordinario encabezados por dos figuras de la interpretación como son José Sacristán y Mercedes Sampietro, con Carmen Machi, Gonzalo de Castro y Alberto San Juan, como los hijos perdidos de la Troya sitiada, con Emma Suárez y Pere Arquillué, como las parejas que resisten estoicamente, la maravillosa Bárbara Lennie, como la amante que quiere dejar de ser la asistente, y para finalizar, Macarena Sanz, la pequeña del clan que huye de sus demonios. El cineasta madrileño ha compuesto una lúcida, amarga y estupenda disección sobre la familia, (que recuerda en muchos aspectos a la deliciosa y cruel Mamá cumple cien años, de Saura, o más reciente en la negrísima Como en las mejores familias, de Cédric Kaplisch) que a ratos encoge el alama y en otros, se mueve entre el humor más cínico. Una tragicomedia de cimientos sólidos, que nos cuenta la vida de una familia de teatro, o al menos una que lo fue, de una familia de difícil y extraña complejidad que se mueve entre las sombras del pasado que fue diferente, y la incertidumbre de un presente, y de un tiempo oscuro en el que todos, cada uno a su manera, van a intentar escapar por otros caminos, aunque lo que desconocen que ese camino siempre lleva al mismo lugar, a ese espejo, sin trampa ni cartón, en el que debemos mirarnos para conocernos, saber quiénes somos y seguir adelante, aunque nos duela, porque siempre va a doler.

El destierro, de Arturo Ruiz Serrano

cartel_final_destierro-bigLA JOVEN QUE SURGIÓ DEL FRÍO.

La película se inicia con una estampa hibernal, la nieve ha ocultado un páramo perdido en algún lugar sin nombre de España. Un miliciano tapado hasta el alma, guía a su mula cargada hasta las trancas, asoma entre el tupido manto blanco como una mancha en medio de la nada. Arriba hasta uno pequeño refugio del que sale otro miliciano, le deja algunas provisiones, y le presenta a su nuevo compañero de morada, otro miliciano destinado a ese lugar. Así empieza esta película minimalista, íntima y honesta, en la que nos sitúan en mitad de la Guerra Civil, aunque sólo la vemos de pasada,  algunos aviones que sobrevuelan con destino a bombardear Madrid, y ráfagas a lo lejos. La cinta se centra en un puesto de vigilancia en mitad de un lugar desconocido, en el que hay que vigilar el fuego para soportar las bajísimas temperaturas del entorno. Un paisaje hostil, agreste, de los que hacen daño, sólo dos personajes, a los que se añadirá más adelante un tercero, son los ingredientes de esta película sencilla que plantea un relato sobre la condición humana, independientemente de la ideología política, sólo centrada en las necesidades cotidianas, en las incertidumbres de una guerra fratricida que aleja a los seres queridos, y lo convierte a uno en un animal hambriento.

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El director Arturo Ruiz Serrano (Madrid, 1972) prolífico autor de cortometrajes, con los que ha cosechado más de 180 premios tanto nacionales como internacionales, que ya estuvo como guionista en la interesante El perfecto desconocido (2011), de Toni Bestard (autor junto a Marcos Cabotá del documental I Am your father, aquí haciendo tándem en labores de producción), que también planteaba una situación parecida, la llegada de alguien a un pueblo y las relaciones con los vecinos. Ahora, para su puesta de largo, Arturo Ruiz Serrano, aborda un conflicto que enfrenta a dos personajes antagónicos, por un lado, teneamos a un miliciano rudo y animal, de aspecto fuerte, hombre de la tierra, del ejército fascista, nada convencido de la causa que defiende, y con la familia en el Madrid sitiado, y por el otro, un joven seminarista, intelectual y frágil, católico y fascista de familia. Las fricciones y conflictos no tardan en aparecer, una relación impuesta que no les agrada, pero tienen que luchar contra unos elementos atmosféricos muy hostiles que los amenazan más que los disparos de los enemigos que no se ven en todo el metraje. La aparición de Zoska, la joven polaca idealista que encuentran moribunda, incrementará la difícil convivencia entre los tres, y las diferentes oposiciones que se manifiestan con respecto al futuro de la joven.

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Ruiz Serrano construye, con acierto y sencillez, una película in crescendo, un menage a trois distinto, de corte clásico, huyendo de los aspavientos y demás artimañas modernas, para mirar hacia el cine de los maestros, y el cine de los países del este, todo se cuenta de forma austera, el paisaje se convierte en un personaje más, y la guerra funciona como trasfondo, situando su relato en la retaguardia, donde las ideologías y las heroicidades no valen, aquí se cuecen otras actitudes y necesidades: se fraguan las batallas interiores, las que no salen en los diarios, los miedos personales, la compleja supervivencia, el conflicto con el otro… Un grupo de técnicos profesionales que como Nicolás Pinzón en la fotografía (excelente la atmósfera hibernal) o Iván Ruiz en la música han acompañado tanto a Arturo Ruiz como a los productores mencionados, con la grandísima aportación de la montadora Teresa Font (habitual de Aranda, De la Iglesia o Uribe, entre muchos otros) han levantado una película de un esfuerzo titánico de producción, que nace con vocación de cine diferente, resistente y sobre todo, un cine que huye de convencionalismos y etiquetas, para mostrar aspectos de la condición humana, tanto físicos como emocionales. Amén del excelente trío protagonista, con Eric Francés como Silveiro, el huraño y bestia de una sola pieza, Joan Carles Suau como su contrapunto, la inteligencia emocional y la carga de los miedos que le atenazan, y la joven polaca Monika Kowalska como la perdida y guerrera Zoska. Un trío que emociona, nos envuelve y además, nos transmite toda la fuerza y la sensibiliada de sus personajes, y cuestión moral que propone esta fábula, no sobre la contienda bélica, sino sobre las emociones, los miedos, la soledad, y la estupidez de la guerra, que además de provocar que unos y otros ase maten, acaba relacionando a gentes de diverso corte social diferente, pero con las mismas necesidades que cualquiera.


<p><a href=»https://vimeo.com/144899813″>Trailer The Exile</a> from <a href=»https://vimeo.com/user13031022″>David Castellanos</a> on <a href=»https://vimeo.com»>Vimeo</a>.</p>

Entrevista a Isaki Lacuesta e Isa Campo

Entrevista a Isaki Lacuesta e Isa Campo, directores de «La próxima piel». El encuentro tuvo lugar el miércoles 19 de octubre de 2016 en el hall de los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Isaki Lacuesta e Isa Campo, por su tiempo, generosidad, amistad y cariño, a Sandra Ejarque y Ainhoa Pernaute de Vasaver, por su paciencia, amabilidad y cariño, y a mi querido Óscar Fernández Orengo, que tuvo el detalle de tomar la fotografía que encabeza la publicación

La teoría sueca del amor, de Erik Gandini

aaff_novembre_2016_castLOS CIUDADANOS INFELICES.

“No es verdad que la felicidad signifique una vida libre de problemas. Una vida feliz implica tener que superar problemas, lidiar con ellos, solucionar dificultades y retos. Haces frente a los retos, lo intentas y te esfuerzas. Y entonces llegar al momento de felicidad cuando ves que has podido controlar los retos del destino. Y es precisamente esto: la felicidad de haber superado las dificultades, de luchar contra los problemas, de afrontarlos y superarlos… Esto es lo que se pierde cuando crecen las comodidades”

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La película arranca con un prólogo en el que unas imágenes de archivo que pertenecen a los tiempos de gobierno de Olof Palme, en Suecia, cuando en 1972 puso en práctica el manifiesto titulado “La familia del futuro: una política socialista  para  la  familia”, con el fin de romper la estructura que hasta entonces sustentaba el concepto tradicional de familia, para modernizarlo, y fomentar a nivel estatal que toda relación humana verdadera se tiene que asentar en las bases del principio de independencia entre las personas. Seguidamente, la película se instala en el 2015 y nos informan de los resultados devastadoras de aquel sueño: la mitad de los suecos vive solo, y un 25% muere en soledad.

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La película de Erik Gandini (Bérgamo, Italia, 1967) indaga e investiga profundamente sobre la sociedad sueca y se centra en su forma de vida y en sus relaciones, construyendo un interesante documento sociológico y psicológico sobre no solo las formas de vida y relaciones de los ciudadanos suecos, sino del modo occidental demente y su miserable individualidad y perfeccionismo, tan arraigados en la sociedad, y cómo provoca estas conductas tan nocivas, provocan unos seres aislados y tremendamente individualistas. Gandini que alcanzo un merecido prestigio con la película Sacrificio. Quién traicionó al Che Guevara (2001), en el que investigaba la verdad sobre la captura y asesinato del célebre revolucionario,  vuelve a uno de sus temas que más le interesan: las sociedades occidentales y sus relaciones. Preocupaciones que ya recogía en Surplus. Terrorismo de consumo (2003) sobre las formas de compra y consumo en la sociedad sueca, abocadas al gasto innecesario y a la acumulación sin medida, al que siguió Videocracia (2009) en el que retrató a Berlusconi y como había construido su impero de popularidad gracias al control de la televisión.

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Gandini se centra en la cotidianidad de la vida de los suecos, y en sus actividades diarias, retratando diversos aspectos para analizar que ha llevado a sus ciudadanos a vivir tan aislados de los demás y seguir las directrices de las sociedades capitalistas occidentales, basadas en el trabajo, bienestar y la autonomía personal. Observamos a una joven que quiere ser madre soltera, y contrata a una empresa de Dinamarca que ofrece los servicios de autoinseminación artificial a domicilio, también, vemos a unos funcionarios que buscan los familiares de los fallecidos que mueren solos, las actividades grupales de los suecos como forma de actividad compartida, grupos de personas, cansados de la rutina infeliz a la que están sometidos, han dejado las ciudades y se han refugiado en los bosques, llevando una vida basada en lo físico, el contacto personal con los otros y las relaciones profundas entre los seres humanos, y los inmigrantes que llegan a Suecia y su acomodo en la vida cotidiana. Y finalmente, Gandini, abandona Suecia y se traslada hasta Etiopía, que según el mapa de valores sociales que nos enseñan, se encuentra en el otro extremo de Suecia. Allí, conocemos al Dr. Erichssen, un extravagante y peculiar doctor que en mitad de la nada, y habituado a unas carencias terribles, ejerce su profesión a favor de los más débiles, utilizando materiales precarios y reutilizables, derrochando una imaginación sin límites, y ejerciendo una desbordante alegría y felicidad, para cerrar su propuesta, con la aportación de Zygmunt Bauman, el sociólogo polaco nos habla de la felicidad, sus causas y conflictos, y nos invita a experimentar con nosotros mismos y a mirar al otro, en su interior, profundidad y complejidad.

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Gandini ha huido del documental al uso, no quiere manipularnos ni hablarnos de las ventajas y desventajas de optar por una vida u otra, abre el debate para que los espectadores tomemos partido y saquemos las oportunas refelxiones. el realizador sueco simplemente investiga, y recorre las vidas que reflejan el problema existente de soledad e infelicidad que contamina el país con mejor bienestar personal del mundo, tampoco quiere sentar cátedra, ni mucho menos, aborda el problema desde varias perspectivas, de diferentes miradas, a través de la quietud del ritmo y personalidad sueco, reposando cada historia y cada encuadre, contado con mucha ironía y sarcasmo, en el que la sociedad automatizada, repleta de ciudadanos zombies, que se desplazan de un lugar a otro, demasiado ensimismados en su realidad y sus objetivos personales y económicos.