El año cinematográfico del 2016 ha bajado el telón. 365 días de cine han dado para mucho, y muy bueno, películas para todos los gustos y deferencias, cine que se abre en este mundo cada más contaminado por la televisión más casposa y artificial, la publicidad esteticista y burda, y las plataformas de internet ilegales que ofrecen cine gratuito. Con todos estos elementos ir al cine a ver cine, se ha convertido en un acto reivindicativo, y más si cuando se hace esa actividad, se elige una película que además de entretener, te abra la mente, te ofrezca nuevas miradas, y sea un cine que alimente el debate y sea una herramienta de conocimiento y reflexión. Como hice el año pasado por estas fechas, aquí os dejo la lista de 13 títulos que he confeccionado de las películas de fuera que me han conmovido y entusiasmado, no están todas, por supuesto, faltaría más, pero las que están, si que son obras que pertenecen a ese cine que habla de todo lo que he explicado. (El orden seguido ha sido el orden de visión por mi parte).
Entrevista a Isaki Lacuesta e Isa Campo, directores de “La próxima piel”. El encuentro tuvo lugar el miércoles 19 de octubre de 2016 en el hall de los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Isaki Lacuesta e Isa Campo, por su tiempo, generosidad, amistad y cariño, a Sandra Ejarque y Ainhoa Pernaute de Vasaver, por su paciencia, amabilidad y cariño, y a mi querido Óscar Fernández Orengo, que tuvo el detalle de tomar la fotografía que encabeza la publicación
Entrevista a Àlex Monner, actor de “La próxima piel”, de Isaki Lacuesta e Isa Campo. El encuentro tuvo lugar el miércoles 19 de octubre de 2016 en el hall de los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Àlex Monner, por su tiempo, generosidad y cariño, a Sandra Ejarque y Ainhoa Pernaute de Vasaver, por su paciencia, amabilidad y cariño, y al compañero que tuvo el detalle de tomar la fotografía que encabeza la publicación.
Entrevista a Isa Campo, codirectora de “La próxima piel”. El encuentro tuvo lugar el miércoles 19 de octubre de 2016 en el hall de los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Isa Campo, por su tiempo, generosidad y cariño, a Sandra Ejarque y Ainhoa Pernaute de Vasaver, por su paciencia, amabilidad y cariño, y al compañero que tuvo el detalle de tomar la fotografía que encabeza la publicación.
El universo cinematográfico de Isaki Lacuesta (Girona, 1975) e Isa Campo (Oviedo, 1975) está construido a través de la memoria, sus personajes, perdidos y descarriados, deben enfrentarse a sí mismos, emprendiendo un viaje, tanto físico como emocional, que los lleva a una búsqueda incesante sobre su propia identidad y la de aquellos que los rodean. Su cine arranca siempre con un misterio, algo oculto, que se mantiene olvidado o se niega a desvelarse, un enigma del pasado que permanece escondido, una verdad que deberá buscarse a través del presente, enfrentándose al inevitable dolor y unas heridas ocultas que despertarán, en la que los personajes deberán combatirlas, y de esa manera, seguir hacia delante y construirse a uno mismo y el mundo que le rodea. Una obra audiovisual en continua búsqueda en su forma de representación, independientemente de los diferentes ámbitos en que haya sido creada (cine, teatro, instalaciones, etc…) que huye del género, de la convencionalidad imperante, impregnada por una realidad absorbente que contamina y da forma a cada una de sus imágenes. El documento y la ficción se mezclan y conviven de manera natural, sin la necesidad de ajustarse a ninguno de ellos, creando mundos propios y universales, en un magnífico equilibrio artístico que da lugar a obras muy personales, de naturaleza arrebatadora y tremendamente singulares dentro del panorama cinematográfico contemporáneo.
Para descubrir las primeras huellas de La próxima piel hay que remontarse hasta el 2005, cuando el proyecto comenzó su andadura, ha tenido que transcurrir una década para que seamos testigos del corte final. Lacuesta y Campo (que firman su primera película juntos, aunque llevan toda su obra trabajando juntos, como el matrimonio artístico formado por los excelentes y personales Jean-Marie Straub y Danièle Huillet) nos proponen un viaje emocional y catártico, en una sublime mezcla entre el melodrama íntimo, familiar en este caso, y el thriller psicológico, contando con un guión de impecable estructura dramática (en la que la pareja artística lo firma junto a Fran Araújo, director de la notable El rayo), en la que conviven de manera natural tres idiomas diferentes (castellano, francés y catalán), grandísimo acierto de los autores. Un guión en el que nos presentan a Léo, un joven en los albores de la mayoría de edad, que después de 8 años desaparecido, vuelve a su casa, donde se reencontrará con Ana, su madre, su tío, Enric, y los demás componentes de este entorno familiar que oculta demasiadas cosas. Lacuesta y Campo plantean una película in crescendo, que se abre con la llegada del chaval, y la sospecha de su impostura, de la mentira que rodea toda su historia, en la que el tío, brabucón y hombre de montaña, es el principal objetor del intruso impostor, que ha llegado invadiendo su hogar y desenterrando viejas rencillas y terribles secretos que permanecen ocultos.
Una película que se alimenta de su infernal paisaje, situado en las montañas aragonesas, un lugar fronterizo, de mucho frío y nieve, que además de congelar físicamente a los personajes, actúa como espejo emocional de éstos, y describe lo oculto, lo que no vemos, de todo cuanto allí está pasando. La película no da tregua, penetra en el alma de sus personajes de forma reposada, alimentando las dudas de la verdadera identidad del personaje, y cómo el resto lo defiende o lo acusa según la circunstancia. Léo, que en realidad es Gabriel o no, deberá recordar su pasado, quién era y como vivía, enfrentándose a sus monstruos, aquello que lo amenaza, a su verdad, para descubrir de donde viene y aquello que le ha producido tanto dolor. Una madre desvalida, rota y frágil, le acompañará en su búsqueda interior, almas vacías y a la deriva que comparten un pasado tenebroso que tendrán que lidiar para encarar su vida, y su futuro, de forma diferente y sobre todo, vencer y abandonar, definitavemente, ese pasado oscuro, oculto y doloroso.
Una obra que recuerda al El regreso de Martin Guerre (1982, Daniel Vigne) en la que un soldado volvía a su pueblo después de tantos años y nadie lo reconocía y todos ponían en duda su identidad. También intuimos el aroma del cine de los setenta, en la tradición de Peckinpah, el mejor Saura (Cría cuervos, Ana y los lobos, La prima Angélica, y otras tantas), de Borau (Furtivos, y con el nuevo siglo Leo) o Manuel Gutiérrez Aragón (Habla mudita, El corazón del bosque). Lacuesta y Campo vuelven a contar con un grupo de fieles colaboradores: Dussuel en la foto (creando una luz etérea, natural, de difícil definición, que no sólo atrapa ese ambiente hostil y agreste, sino que penetra en el alma de los personajes) Villavieja en el sonido (habitual de Guerín o Mercedes Álvarez) Roger Bellés en el arte, Domi Parra en montaje, y finalmente, Gerard Gil en la música (que consigue una banda sonora de múltiples aristas y contrariedades, con una partitura afilada, de aires tenebrosos y lúgubres, que azota ese ambiente malsano y agobiante que se respira en la trama). Amén del estupendo trabajo del gran reparto encabezado por la frescura y la visceralidad de Àlex Monner, (que tenía una breve aparición en Murieron por encima de sus posibilidades), creando un chaval de alma rota, que navega entre la sensación de no saber muy bien quién es y recordar un pasado que duele, amenazante y lleno de oscuridad, junto a la fragilidad y la delicadeza de Emma Suárez, una madre en eterna espera, angustiada por lo que pasó y con pocas fuerzas para arrancar de nuevo, acompañados por un fantástico Sergi López, con ese carácter rudo y bruto de cazador rural, la presencia de Bruno Todeschini (conocido por sus trabajos con Cherèau o Haneke) como el educador del centro de menores, y la terna de jóvenes, que aportan la necesaria mirada externa a ese mundo adulto de secretos, mentiras y trampas emocionales.
Lacuesta y Campo han construido una película grandiosa, (quizás la mejor de su filmografía) un cine potente, cine de armazón impecable, que profundiza en las heridas familiares, que realiza un minucioso retrato sobre la maternidad, y abre el debate sobre la identidad y estructura familiar, y sobre todo, es un prodigioso drama rural e íntimo, que nos atrapa desde el primer instante, subyugándonos y sumergiéndonos en este descenso al alma oscura y los secretos más profundos de sus personajes, con memorables secuencias, como la del baile entre madre e hijo, que define y de qué manera sus estados de ánimo, o la de los chavales en la caravana, con su indefinición moral y sexual por parte de Léo/Gabriel. Un film negrísimo, de factura sencilla y compleja, a la vez, que nos invita no sólo a reflexionar sobre la memoria y la identidad, sobre las relaciones familiares, sino también sobre la naturaleza de nuestras emociones, las fisuras del alma, y cómo estas, nos acaban definiendo, y llevando a lugares oscuros y muy profundos, de los que sólo nosotros seremos capaces de salir.