La comuna, de Thomas Vinterberg

la-comuna-cartel-a4-jpg_rgbLA UTOPÍA CUESTIONADA.

Érase una vez a mediados de los setenta al norte de Copenhague, un matrimonio de intelectuales, Anna (presentadora de TV) y Erik (arquitecto) y su hija adolescente Freja, heredaron un viejo caserón familiar. Debido a los grandes gastos que comportaba la casa, decidieron invitar a su amigo  díscolo Ole a vivir con ellos, luego llegó un matrimonio joven hippie con su hijo enfermo. Más tarde, una joven de vida sexual movida, y finalmente, un inmigrante con problemas de dinero. Y todos ellos, cada uno con sus excentricidades, pensamientos e individualidades comenzaron a vivir juntos, formando una gran familia, llena de amistad y amor (en la que hay sexo sensual y explícito, pero en grupo) en el que debatían y votaban todas las cuestiones de convivencia, aunque ninguno de ellos esperaba que todo aquello que tenían, lo que sentían y sobre todo, lo que vivían, se podría poner en peligro de manera tan sencilla, en el momento que viviesen una situación ajena a todos ellos, un conflicto con el que no tendrán más remedio que convivir, algo diferente que los pondrá a prueba, quizás demasiado.

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El nuevo trabajo de Thomas Vinterberg (Copenhague, Dinamarca, 1969) se basa en sus experiencias personales cuando vivió durante 12 años (desde los 7 a los 19) en una comuna, que después convirtió en una obra de teatro llamada Kollektivet, escrita por Morgens Rukov y él mismo, y ahora, en un guión escrito junto a Tobias Lindholm (con el que ya escribió las excelentes SubmarineLa caza). Vinterberg que se lanzó al panorama internacional cinematográfico con Celebración (1998) nacida bajo el amparo del Movimiento Dogma, auspiciado por Lars Von Trier, a la que siguieron algunas películas de desiguales resultados como It’s all about love (2003) o Querida Wendy (2005) ambas rodadas en EE.UU., pero volvió a demostrar su valía con densos dramas bien filmados como Submarino (2010) o La caza (2012), y su reciente trabajo, la muy conseguida Lejos del mundanal ruido, del año pasado, que adaptaba una novela de Thomas Hardy, que a su vez había adaptado John Schlesinger en el 67.

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El realizador danés con La comuna, vuelve a los temas que estrucuturan su filmografía, como los conflictos mínimos que se producen en el seno familiar o en comunidades pequeñas. Sus películas recogen las diferentes posturas morales que adoptan cada uno de sus personajes, y como esos problemas acaban resquebrajando la aparente tranquilidad que reinaba en el lugar hasta ese instante. Vinterberg construye una película que se inicia de forma tranquila, la “familia” , se ama, se entiende, se divierte, se bañan en pelotas todos juntos, confraternizan, viven con naturalidad e intensidad su nueva vida en todos los sentidos, en las que se sienten felices, con amigos y tranquilos, y superan con serenidad los problemas a los que va enfrentando su convivencia. Las dudas que acechaban a Erik en un principio quedan disipadas en el momento que viven la experiencia de vivir todos con todos, y además, ese estado de felicidad comunitaria contribuye a hacerle cambiar la propiedad del inmueble, y pasarlo a nombre de todos. Toda esta felicidad cambia, cuando Erik se enamora de Emma, una de sus alumnas. Este elemento ajeno, que viene en un principio a ser uno más, a convivir con todos, acaba siendo demoledor para la idea de la comunidad. Es en ese momento, cuando la película adquiere todo su significado, en los que los principios de libertad y compromiso comunitario se ponen en cuestión por los propios que lo alababan, y dejan paso a cuestiones más emocionales para los que no existe control ni razonamiento.

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Vinterberg nos propone dos películas, o podríamos ser más justos diciendo que nos invita a la reflexión a partir de dos situaciones, la primera, nuestro punto de vista a la idea de comunidad, de convivencia con el lema todo es de todos, bajo la forma de una comedia ligera y divertida, y seguidamente, con la llegada de Emma, ese elemento externo que viene a plantear una nueva situación, en la que nos explica, bajo un drama íntimo en el que sobresalen las emociones de cada uno de los implicados, lo que en un instante Anna cree como un idea excelente de convivencia con su marido y la amante de éste, como una idea de libertad en la que el amor libre se comparte y se acepta, acaba siendo una tortura para ella, la persona que dio origen a la idea de comuna, se siente rota y depresiva, y en una situación de destierro en su propia casa. La idea de comunidad y libertad, se ve invadida y resquebrajada por esta situación, y acaba absorbiendo a los implicados, maniatados en un conflicto que ni deseaban ni mucho menos esperaban.

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La maestría de Vinterberg en su manera de profundizar en conflictos humanos y cuestionar las ideas que parecían inamovibles de sus personajes, sin juzgarlos en ningún momento, simplemente narrando desde el distanciamiento, sin tomar partido, capturando todos los puntos de vista, contribuyendo a analizar de forma contundente e íntima las necesidades de cada uno de ellos, y la manera que tienen de reaccionar ante semejante entuerto. El plantel de intérpretes, ya dirigidos algunos en otras ocasiones por Vinterberg, encabezados por los convincentes y naturales Trine Dyrholm (enorme en su composición y alma de la película) y Ulrich Thomsen, entre otros, ayuda de manera extraordinaria a hacer creíbles los complejos personajes y las diferentes situaciones en las que se ven inmersos. El conflicto que  nos plantea el cineasta danés nos interpela directamente, poniendo en duda las ideas que teóricamente o en estados de placidez pueden funcionar, pero con cambios o agentes externos que vienen a materializar esas ideas, éstas no aguantan la presión emocional de los sujetos implicados, y están condenadas a cambiar de postura o inevitablemente, a desaparecer. Vinterberg nos sitúa en aquellos años 70, años de libertad, de ideas, de pensar y vivir un mundo diferente y más humano, aunque quizás lo que nos quiere proponer el director con su película, o al menos una de las ideas, es que quizás eran demasiado inocentes para prever todos los conflictos que podrían llegar, o como plantea uno de sus personajes, la era del amor se ha terminado y ahora vendrá otra, que ha de ser diferente, y probablemente, no sea tanto de nuestro agrado.

El perdido, de Christophe Farnarier

elperdido_v3_72dpiLA LLAMADA DE LO SALVAJE.

La película arranca con un amanecer en pleno epicentro del pirineo catalán, un hombre subido a una moto y una escopeta colgada, circula camino arriba, rasgando el silencio sepulcral que reina en la placidez de la montaña. Llega a  una cabaña, se detiene y se aproxima hacia un árbol donde se apoya. Se apunta con el arma para acabar con su vida, pero después de unos instantes, no se atreve y desiste de su empeño. Se levanta y se pierde hacia el interior de la montaña. De esta forma tan contundente y enérgica se abre el nuevo trabajo de Christophe Farnarier (Marsella, Francia, 1963) que ha sido cinematógrafo de Albert Serra y de Lluís Miñarro, y autor de una filmografía muy interesante que arrancó en el 2008 con El somni, película que abordaba el último viaje del pastor Joan “Pipa” por los montes guiando su gran rebaño, luego siguió con La primavera (2012), en la que se adentraba en la figura de Carmen, una campesina y su familia. Ahora, y siguiendo con la naturaleza como paisaje atávico y libre que estructura su mirada, vuelve a centrarse en un personaje que deberá enfrentarse a sí mismo y en un entorno hostil, un paisaje natural con sus formas, sus cambios y sus elementos en constante cambio.

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Farnarier toma como referencia la vida real de un campesino andaluz que estuvo 14 años viviendo por voluntad propia en las montañas, aunque hay se acaban las similitudes, la propuesta de Farnaier se encamina pro otros derroteros. Su película abandona todo elemento verbal, es una película sin diálogos, para centrarse en la figura humana (interpretado de forma ejemplar por Adri Miserachs, sin ninguna experiencia previa y amigo del director) y en su cotidianidad más elemental, de espíritu en total libertad con la naturaleza, la cámara lo sigue ininterrumpidamente, no vemos a otra persona durante todo el metraje de la película, y sólo otro ser vivo, la inclusión de un perro. El director francés pero afincado en Banyoles, tampoco emite ningún juicio psicológico ni motivación de su personaje, sólo conocemos, y tomando el arranque como medida, que viene de algún lugar oscuro, ya que tiene intención de suicidarse, pero, a partir de ese momento, no sabremos nada de su pasado, sólo su inmediato presente, y su capacidad para sobrevivir en la naturaleza y convertirse en uno más.

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Farnarier filmó su película alrededor de un año, siguiendo con naturalidad y firmeza los pasos de su criatura, y cómo iban afectando los cambios de los diferentes elementos y las estaciones que se iban produciendo. La película abandona toda clase de artificios cinematográficos, se impone la atmósfera natural y agobiante del bosque y las montañas, en que el silencio del bosque se apodera del ambiente, solo roto por los sonidos propios provocados por los trabajos y las acciones del hombre, en la que prima la luz natural y la cámara en mano, filmando tomas largas y de detalle, consiguiendo esa cercanía que describe con minuciosidad la experiencia/aventura de este hombre de una forma penetrante y humana, muy visceral y orgánica, como nos contaron Henry David Thoreau en su magnífico libro Walden, la vida en los bosques (1854), en la que retrataba dos años de vida en una cabaña en el bosque, del que la película suscribe muchas de las enseñanzas y experiencias de su aventura, y las novelas de Jack London, que enfrenta al hombre con su vertiente más primitiva y salvaje, enfrentándose a su entorno natural y su forma de sobrevivir, recuperando los orígenes perdidos por el mundo civilizado.

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Farnarier consigue transmitirnos la humanidad de su hombre, traspasando no sólo su fisicidad, sino su interior, un espacio en el que a través de sus movimientos y su trabajo diario logramos introducirnos de la forma más natural y sencilla, sin remarcarlo a través de la palabra, sólo apoyado en sus tareas cotidianas. La película respira el espíritu de Robert Bresson, en su capacidad de mostrar lo profundo a través de lo más sencillo y ordinario, sin necesidad de explicaciones innecesarias, Farnarier opta por filmar con detalle y paciencia esos trabajos, capturando el movimiento de las manos trabajadoras que rasgan la piel del jabalí, derriban los árboles para construirse su hogar, preparan el fuego, prueban los utensilios que va encontrando en casas abandonadas (mostrando el éxodo de los habitantes a la ciudad dejando los lugares rurales vacíos y en ruina) y cogen las hierbas comestibles que se cruzan en su camino, etc. Un viaje introspectivo y humanista que avanza hacia delante, sin detenerse pero sin prisa, con otro ritmo, pausado y con sublime serenidad, disfrutando y viviendo intensamente cada momento. Una película que arranca como un viaje de la aventura de la humanidad, iniciándose desde los orígenes, recorriendo la experiencia del hombre, desde la caverna (como nos explicaba Platón) para lentamente, avanzando hacia la naturaleza y a convivir en ese escenario, valiéndose por sí mismo, alejado de toda civilización, huido de todo aquello que para él ha perdido todo su sentido, en una forma de empezar de nuevo, de renacer, reconstruirse o morir para volver a nacer, pero ya en un entorno natural.

Amor y amistad, de Whit Stillman

AF_A4_AMOR&AMISTAD LAS MANIOBRAS DEL AMOR.

La escritora Jane Austen (1775-1817) apenas tuvo ninguna repercusión en vida. Desgraciadamente, todo su éxito se produjo post mortem, cuando sus relatos cortos y novelas llegaron de forma masiva al gran público, tuvo el reconocimiento que se merecía. Sus obras se estructuran a través del punto de vista femenino, principalmente jóvenes de la alta burguesía provinciana, centradas en sus conflictos internos que giran en torno a cuestiones amorosas. Su rabiosa modernidad en retratar temas que profundizan sobre la complejidad del alma humana, exponiéndolos a través de una deliciosa ironía, en el que los detalles se describen de forma precisa en el retrato de los ambientes burgueses, y sobre todo, en las relaciones que establecen los personajes implicados en las tramas amorosas, incorporando cartas y notas, vehículos que utiliza para dar rienda suelta a la comicidad. A pesar de su corta obra, debido a su prematuro fallecimiento por enfermedad, Austen se ha convertido en una de las escritoras más importantes de la historia de la literatura.

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Whit Stillman (Washinton, 1952) que arrancó su carrera como agente de ventas de las primeras películas de Fernando Trueba y Fernando Colomo, en las que apareció en pequeños papeles, e incluso como productor en La línea del cielo, de Colomo, también tuvo tiempo para dedicarse a la literatura y el periodismo. Debutó en la gran pantalla con  Metropolitan (1990), que retrataba a un grupo nutrido de jóvenes burgueses neoyorquinos, le siguió Barcelona (1994), ambientada en los 80, en la que describía las andanzas de un joven estadounidense en la ciudad condal, cuatro años más tarde, presentó The last days of disco, con los 80 nuevamente como protagonistas, pero ahora, retratando a un par de amigas de la escena de New York. Un largo período de ausencia del cine, dedicados a la televisión, lo devolvió en 2011 con Damiselas en apuros, con Greta Gerwig (la musa de Baumbach) como protagonista, en la que seguía a unas jóvenes díscolas también de N.Y. Ahora, nos volvemos a encontrar con Stillman adaptando una obra corta de Jane Austen, Lady Susan, que debe el titulo de Amor y amistad, curiosamente, a un relato primerizo de Austen. Aquí, el relato también pertenece a los inicios de Austen, y en los ambientes provinciales ingleses de 1790, en la que conocemos a Lady Susan Vernon, una viuda reciente, que llega a Churchill, junto a su hija adolescente Frederica, a hospedarse en la casa familiar de su familia política, los Decourcy. Su llegada convulsiona el lugar, debido a su fama de promiscuidad y los secretos de sus verdaderas intenciones, que según cuenta, son puramente encontrar esposo a su hija, aunque su objetivo es puramente económico. El joven de los Decourcy se siente fuertemente atraído por la viuda que, juega con él y se deja querer, aunque la dama “distinguida” parece beber los vientos por otro apuesto caballero que reside en la ciudad, aunque mientras tanto se divierte en el juego del amor, tanto con el joven citado como con otro acaudalado y mojigato caballero, mientras, para pasar el rato, comparte confidencias con su joven amiga norteamericana Alicia Johnson, casada por conveniencia con el rico y aburrido Sr. Johnson.

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Stillman describe con astucia y sencillez todas las tramas y caracteres que se cuecen soterradamente en el ambiente, no hay excesos melodramáticos ni subrayados innecesarios, y alguno que hay, lo utiliza para mofarse de estos señores aburridos de almacenar riqueza. Stillman va al grano, nos divierte de forma sutil, no provoca grandes carcajadas, aunque soltemos alguna que otra, sino más bien, esa media sonrisa de finísima ironía que a ratos conlleva amargura y tristeza, que utiliza ingeniosamente,  para acentuar los conflictos que desata la belleza arrebatadora de la viuda. Estamos ante una película de corte “british”, muy alejada del tono estadounidense. Aquí todo bulle a fuego lento, la trama va in crescendo de forma reposada y suave, las formes distinguidas de los personajes, aparentemente, dejan paso a esos devaneos sentimentales que los arrastran incomprensiblemente a los brazos de quienes menos los valoran, aunque a simple vista, pueda parecer lo contrario. La pluma de Austen sacude con energía cada fotograma de la película de Stillman, nos emociona y nos conmueve, sin pasarse claro, en su justa medida, y también, cómo no, nos invita a la reflexión, de que diantres esta formada la compleja naturaleza humana, y a que se debe que muera por el ser más infecto, y en cambio, ni tenga en cuenta de aquel que lo cuida y lo valora, cuestiones difíciles de discernir, que diría el poeta.

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Amor y amistad se suma,  saliendo por la puerta grande, a otras adaptaciones cinematográficas, que con gran acierto han sabido retratar el espíritu y paisaje moral de Austen, y ese mundo de jóvenes heroínas que mueren de amor, como Sentido y sensibilidad (1995), de Ang Lee, Emma (1996) con Gwyneth Paltrow u Orgullo y prejuicio (2005) con Keira Knightley, entre otras. Stillman ha filmado una gran adaptación, con un elenco extraordinario entre los que destacan la sorprendente sutileza y elegancia de la simpática pérfida Lady Susan (que nos recuerda a ciertas maneras y astucias del arribista  y sinvergüenza Barry Lyndon, en otro contexto eso sí, de la película homónima de Kubrick) que interpreta Kate Beckinsale (alejada de sus papeles como violent femme de palomiteros blockbusters) y su confidente damisela, la interesante Cloë Sevingy (éstas dos repiten con Stillman después de The last days of disco) y un buen ramillete de intérpretes ingleses, que transmiten naturalidad y compostura con sencillez, sin necesidad de falsas estridencias, destacando las maravillosas presencias de Stephen Fry, James Fleet y Jemma Redgrave (de saga familiar ilustre). Stillman quiere que nos divirtamos, deja que miremos su película, sin prisas ni enigmas, con la belleza de sus paisajes y con la elegancia de sus interiores, con esos planos y encuadres largos, con pocos cortes, que nos da la distancia necesaria para mirar la película sin involucrarnos demasiado en las maneras de Lady Susan, sólo en sus actuaciones, algunas reales, otras no, pero al fin y al cabo, no dicen que tanto la guerra como el amor, saca a relucir lo peor de nosotros mismos.

Entrevista a Lenna Yadav

Entrevista a Leena Yadav, directora de “La estación de las mujeres”. El encuentro tuvo lugar el jueves 21 de julio de 2016, en una terraza junto a los Cines Texas de Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Leena Yadav, por su tiempo, generosidad y simpatía, a Javier Asenjo de Surtsey Films, por su paciencia, amabilidad, y a Oriol, traductor de la entrevista que, tuvo el detalle de tomar la fotografía que encabeza la publicación.