Vida en pausa, de Alexandros Avranas

EL ESTADO CONTRA EL CIUDADANO. 

“Todos somos iguales ante la ley, pero no ante los encargados de aplicarla”. 

Stanislaw Lem

De las cinco películas que ha dirigido Alexandros Avranas (Larisa, Grecia, 1977), cuatro de ellas están estructuradas a través de la familia, situados en entornos aislados y muy domésticos, todo contado a través de una intimidad nada empática, con una atmósfera fría, concisa y alejada, que sume a los espectadores en una trama inquietante, más cerca del terror, pero de lo oscuro de lo cotidiano, de la manera de los cineastas polacos, donde lo más cercano se va convirtiendo en algo extraño, confuso y asfixiante. A partir de un guion que escriben Stavros Pamballis y el propio director donde tenemos a la familia rusa que integran Sergei y Natalia, y sus dos hijas, Alina y Katja, se han visto desplazados de su país natal y llegan a Suecia de 2018 en busca de refugio y asilo. Las niñas entran en coma porque padecen el Síndrome de Resignación infantil, una dolencia postraumática que afecta a los niños de padres obligados a dejar sus país de origen. En ese instante, los padres se ven separados de sus dos hijas, llevando su situación al límite por las continuas restricciones del estado que los trata como criminales. 

El cuidadoso y detallado trabajo de diseño de producción de Markku Pätilä, habitual del gran Aki Kaurismäki, resulta fundamental para crear ese ambiente asfixiante y claustrofóbico en los que se ven inmersos los cuatro protagonistas, a la manera kafkiana, donde se ven envueltos en una maraña legal y terrorífica, donde sus vidas se ven completamente suspendidas como reza el título Vida en pausa (“Quiet Life”, en el original). Una no vida que pasa entre funcionarios implacables, más próximos a una dictadura sudamericana que una democracia occidental, que los ametrallan a cuestiones de todo tipo acusándolos por el mero hecho de estar ahí y no convencerles la historia que cuentan por la que decidieron dejar Rusia. A pesar de su aparente frialdad y distancia, muy cerca del cine de Haneke y de Lanthimos, la película consigue sumergirnos en esa especie de parábola maquiavélica más próxima a una distopía de ciencia-ficción orwelliana que a una realidad en la que se ven inmersos gran cantidad de refugiados cada momento. Estamos ante una obra que quiere explicar una situación muy real y que parece invisible para la mayoría de ciudadanos, sin caer en la consabida película-denuncia, la cinta de Avranas huye del panfleto y se sitúa en lo emocional y la cotidianidad de la familia.

Amén del mencionado gran trabajo en el arte, la película tiene la espectacular cinematografía de Olimpia Mytilinaiou, que ya estuvo en otra de las importantes cintas de Avranas Miss Violence (2013), y vuelve a brillar en un trabajo nada fácil, que integran varios elementos y texturas dándole ese toque de naturalidad agobiante, basados en una demoledora sobriedad y un milimétrico cálculo de cada plano y encuadre resulta esencial para contar la historia demencial que viven los protagonistas. La música del compositor finlandés Tuomas Kantelinen se adapta como una segunda piel a las imágenes sin estorbar ni tampoco acompañar sin más, sino dándole ese aspecto de terror cotidiano que demanda tanto la película. El montaje de 99 minutos de metraje que firma Dounia Sichov, que tiene en su haber grandes cineastas como Mikhaël Hers, Denis Coté, Sârünas Bartas y Abel Ferrara, entre otros, compone una sobriedad que inquieta muchísimo, y que encuentra ese limbo intermedio donde vemos una cotidianidad que duele y un ambiente de constante amenaza en el que cada mirada y cada gesto resultan de un dolor insoportable, donde sentimos el dolor y el miedo monstruoso a cada instante.

El cuarteto protagonista de Vida en pausa construyen unos personajes verosímiles y muy cercanos encabezados por los padres de nacionalidad rusa como Chulpan Khamatova, con una extensa trayectoria junto a cineastas de la talla de Valery Todorovsky, su participación en la exitosa Goodbye, Lenin!, Alexey German Jr., Jôao Nuno Pinto, Krzysztof Zanussi, Kiril Serebrennikov, entre otros, y Grigoriy Dobrygin, al que hemos disfrutado en películas de Anton Crobijn y Semih Kaplanoglu, entre otros, y las niñas, Naomi Lamp y Miroslava Pashutina, y la presencia de Eleni Roussinou, en su tercera película que hace con Avranas, la sueca Elena Endre, vista en películas de Bille August, Daniel Bergman, Liv Ullmann, Paul Thomas Anderson, y la última de Thomas Alfredson, y Alicia Eriksson, vista en la extraordinaria El triángulo de la tristeza, de Östlund. Un reparto heterogéneo que debe mucho al gran esfuerzo de producción que ha tenido la película en la que participan compañías procedentes de seis países como Francia, destacada por la presencia de la productora Sylvie Pialat, Alemania, Suecia, Estonia, Grecia y Finlandia. 

Podría parecer que una película como Vida en pausa, como ya hemos mencionado, perteneciera a una sociedad inventada, aunque desgraciadamente, muchos refugiados de aquí y de allá, deben pasar por estos controles exhaustivos y terroríficos por los llamados países occidentales y civilizados y democráticos que, en el fondo y en su apariencia, usan sus métodos legales e ilegales pero apoyados por la ley de unos pocos contra unos muchos, para demoler al otro, y criminalizar cualquier ciudadano que venga de esos países enemigos o supuestos enemigos. Si el cine es una herramienta eficaz para desenterrar los monstruosidades que hacen nuestros estados, ésta película es un buen ejemplo, porque nos habla del Síndrome de Resignación Infantil, que desconocía por completo, y además nos vuelve a recordar que sólo vivimos en el mejor de los mundos aparentemente, hasta que das con tus huesos con la ley, con las leyes, y las personas que la aplican, tan funcionarios, tan rectos, tan serios, y sobre todo, tan seguros de aplicar una ley justa e igualitaria para todos los ciudadanos, sin reflexionar, sólo ejecutores de la legalidad, que nada tiene que ver con la necesidad humana, que nada tiene que que ver con la empatía, con el dolor y el sufrimiento del extraño. En fin, el terror siempre tiene forma de funcionario obediente. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Marija Kavtaradze

Entrevista a Marija Kavtaradze, directora de la película «Slow», en la terraza del PalauCafé en Barcelona, el miércoles 10 de enero de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Marija Kavtaradze, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a Rafael Dalmau, por su gran labor como intérprete, y al equipo de comunicación de la distribuidora Surtsey Films, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Slow, de Marija Kavtaradze

LOS DESAFÍOS DEL AMOR. 

“Aunque el amor llegue un día, me da miedo que tan sólo sea esto; y, aunque el amor llegue un día, también me da miedo que sea mucho más”.

Sylvia Plath

Nada hay escrito sobre el amor, y sobre las diferentes formas de amar. Aunque, en muchas ocasiones, cuando estamos en mitad de una relación sentimental, es muy difícil deshacerse de tantas pautas y formas convencionales que nos llevan a tener relaciones que se parecen demasiado a las del resto. Seguramente no lo hacemos de una forma consciente, sino que, sin darnos cuenta, actuamos de forma automatizada creyendo que hay formas correctas de relacionarnos y debemos ajustarnos a los cánones establecidos para tener relaciones buenas. Algo así le ocurre a Elena, bailarina y profesora, que lleva una vida sexual promiscua y en libertad, cuando conoce a Dovydas, un intérprete de lenguaje de signos, que se gustan, aunque el joven le desvela una peculiaridad: es asexual, nunca ha sentido desea sexual por alguien. Elena se enfrenta a algo nuevo y desconocido en su vida, y la palabra “normal” dejará de tener sentido para ella, y junto a Dovydas deberá encontrar ese difícil equilibrio en una relación totalmente diferente para ella. 

La directora Marija Kavtaradze (Vilna, Lituania, 1991), que ya nos convenció con su ópera prima Summer Survivors (2018), en la que proponía un viaje protagonizado por una psicóloga novel enfrentada a un reto mayúsculo: acompañar en un viaje a un joven con trastorno bipolar y a una mujer que ha intentado suicidarse, en una película vitalista y nada convencional. Con su segundo trabajo, que tiene producción de Lituania, Suecia y España, a través de Luisa Romeo y su compañía Frida Films, que ha producido películas tan estimulantes como María (y los demás), de Nely Reguera, Trote, de Xacio Baño y Tres, de Juanjo Giménez, entre otras. Una cinta que nos sitúa en otro gran desafío, adaptarse a una nueva forma de amar en la que no hay sexo, en una trama construida a partir del gesto y el movimiento, ya sea con el baile y la performance de Elena, y el gesto del lenguaje de signos que interpreta Dovydas, a partir de una bonita y sensible historia de amor muy diferente, nada convencional que, requiere por parte de ella toda una inmersión hacia una relación novedosa para ella, acostumbrada a una promiscuidad sexual que la ha hecho libre en el sexo. Ahora, deberá enfrentarse al no sexo, a lo romántico y a descubrir una relación que no será nada convencional ni nada sencilla. 

La película nos cuenta una historia muy íntima, muy sensitiva, y tremendamente corporal, en la que cada pliegue y textura del cuerpo explica cosas de los protagonistas, cómo si la cámara estuviera dentro de ellos, relacionándose con el otro y a la vez, metidos en un proceso de psicoanálisis constante en el que todo lo conocido deja de ser importante y se adentran en un continuo descubrimiento y desafío diario. La música del tándem Irya Greyner y Martin Hederos juega un papel fundamental con las canciones que nos van descubriendo las emociones de esta peculiar y diferente pareja. Un gran trabajo de cinematografía que firma Laurynas Bareisa, que ya estuvo en Summer Survivors, con esa cámara de 16mm con esa textura y grano, con una imagen transparente, como si pudiéramos atravesar, en la que se perciben los rostros, cuerpos y sentimientos, que entra y sale de esos cuerpos, de esas almas, y descubre con exactitud cada sentimiento alegre y oscuro, y el exquisito trabajo de montaje de Silvija Vilkaite, que condensa con gran acierto una película muy física, de gran ritmo y detalle en sus intensos 108 minutos de metraje. 

Una trama lineal pero muy sorprendente, que emociona por su cercanía y su forma de contar los sucesos que viven los personajes, donde lo inmediato se vuelve una forma de definición, donde entramos en una juego de roles y de intercambios y de descubrimientos absoluto, en que la trama va desvelando sus continuos misterios, en que los espectadores estamos expectantes a lo que va sucediendo, inmersos en un relato que se va haciendo y deshaciendo con un gran ritmo pero sin aceleramientos, con esa pausa tan importante que cuenta y se detiene en lo necesario para hacer crecer tanto a lo que se cuenta y cómo se cuenta. La inolvidable y transparente pareja protagonista se convierte en estas almas que se encuentran y (des) encuentran y ya nada será igual. Tenemos a Greta Grineviciûté que da vida a Elena, una mujer que ha tenido que luchar a contracorriente con los prejuicios de una madre castradora, y hacerse valer en el difícil y competitivo mundo de la danza contemporánea, que lleva una vida tranquila y sexualmente muy activa, se encontrará con Dovydas, que hace Kestutis Cicénas, la antítesis de Elena, que puede dar todo el amor del mundo pero sin sexo. 

Estamos ante una pareja nada convencional, porque Elena y Dovydas tampoco lo son en su forma de entender la vida y su entorno, como demuestran en la boda del hermano de él, con ese instante maravilloso. Un amor que tendrá que construir y construirse a cada momento para encontrar los lazos que los unen, aunque no será nada fácil, porque tanto uno como el otro deberán desafiar al amor y a sí mismos para mantener su amor. Kavtaradze nos propone una película que nos hace cuestionar nuestras relaciones sentimentales y nos abre la mente en las diferentes formas de amar que hay y todas las que desconocemos, en un relato incómodo, que requiere una open mind, porque nos desafía y nos descoloca, nos propone un viaje muy emocional y a nuestros prejuicios y nos interroga constantemente, en un espacio de reflexión a partir de unos personajes que aman, y también, mienten, se equivocan, y están expuestos a una relación que les agobia, que quieren pero no pueden, que desearían que fuese distinto, que están a nada de lanzarlo todo por la borda y huir a toda prisa, pero que siguen intentándolo, porque quizás no vuelven a tropezar con un amor así, un amor diferente, que requiere mucho trabajo o quizás, sólo necesita mirarlo desde perspectivas nuevas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Arica, de Lars Edman y William Johansson

MALDITOS DESECHOS.

“La economía es un sistema digestivo que devora minerales, ríos, especies y personas y defeca residuos peligrosos que envenenan la tierra, el aire o el agua”.

Yayo Herrero

La función más importante y humana del cine no es entretener al personal, eso tiene su mérito, pero no trasciende. Lo principal del cine, y lo que ha conseguido que siga un medio capaz de mantenerse en el tiempo, no es otro que visibilizar lo oculto y dar voz a los silenciados. En definitiva, mirar todo aquello humano, todo lo que el armatoste económico no convierte en un mero producto que rentabilizar económicamente. Y no solo mostrarlo, sino sacándolo del olvido y profundizar en los hechos, en su pasado, y sobre todo, convertirlo en un película que muestre otras realidades, otras perspectivas, y sobre todo, que nos haga reflexionar. Los cineastas Lars Edman, nacido en Chile y adoptado en Suecia, en la ciudad de Boliden, y William Johansson, sueco de nacimiento, ya trabajaron juntos en Toxic Playground (2010), donde daban a conocer  con los afectados de las consecuencias de los vertidos tóxicos en Arica, una ciudad desértica y empobrecida del norte de Chile, por parte de la citada empresa minera sueca.

Una década más tarde, vuelven a Arica y siguen la investigación de los afectados y sus representantes legales y el transcurso de la demanda contra la empresa sueca. El propio Edman se convierte en el medio en el que nos informa de los hechos del pasado con excelente y cuidadoso material de archivo, que se remonta allá por el año 1984 en plena dictadura chilena, cuando Boliden dejó los residuos tóxicos con el beneplácito de las autoridades. El impacto que sufrieron los miles de niños que jugaban en esas montañas de tierra negra junto a sus casas. Muchos de ellos afectados de malformaciones, canceres y demás problemas graves de salud. La película viaja por el pasado, y se asienta en el presente y sigue minuciosamente el juicio celebrado en Suecia, en el que litigan los afectados ariqueños contra la empresa Boliden. Escuchamos muchos testimonios: los chilenos padres que lloran y cuidan de sus hijos, algunos fallecidos y otros, gravemente enfermos, los abogados y activistas que los ayudan, y la otra parte, la figura de uno de los expertos de Boliden, que participó en la película de Toxic Playground, y su cambiante actitud con el juicio en primera línea, y los abogados de la compañía sueca que intentan con todo su arsenal que la compañía quede libre de cargos.

La película tiene un gran ritmo, es honesta y transparente, con el aroma de los mejores títulos de investigación, sólido y veraz, se esfuerza en hablar con todas las partes y dejar las diferentes posiciones claras, en aportar mucha información, pero no a lo bestia y sin sentido, sino que desde puntos de vista diferentes y argumentadas, tomándose su tiempo y dejando que los espectadores la observemos con detenimiento y de forma reposada. La película se centra en este hecho, pero siempre va a más, porque Boliden no es una empresa más, sino que es una compañía que funciona dentro del engranaje capitalista de usar el mundo y aquellos empobrecidos que lo habitan, para uso y disfrute de los enriquecidos. Porque la película no habla solo de una terrible injusticia que se ha cometido durante quince años con los habitantes olvidados y empobrecidos de Arica, sino que también se centra en un mundo que no ha aprendido nada de su pasado colonizador, miserable y violento, sino que sigue ejerciéndolo bajo otras prácticas igual de devastadoras, pero en este caso, silenciadas por el periodismo de masas, que no solo no informa de lo importante, sino que cuando lo hace, lo ejecuta sabiendo quién paga y manda, y todo acaba convirtiéndose en un mero espectáculo de desinformación y servidor pusilánime del estado.

Arica es una película honesta y sensible, que mira de frente a los habitantes de Arica, que les da un espacio para poder hablar, llorar y sentirse acompañados, y les hace importantes explicando su pasado y su presente. La película provoca dolor, indignación y miedo y desencanto ante el poder de los que mandan y ordenan, aunque como explica el activista que trabaja para el pueblo de Arica, ellos seguirán luchando por la dignidad y memoria de los que ya no están y de los que siguen en la lucha, aunque haya mínimas posibilidades de conseguir nada, porque aunque la lucha no signifique ganar o tener ni siquiera alguna posibilidad de salir victorioso, la lucha es necesaria para seguir levantándose cada día, y seguir manteniéndose en pie a pesar de tanta injusticia, tanta mentira y tanto dolor, porque solo se pierde si se abandona la lucha, y los ariqueños nunca abandonarán porque aparte de las carencias económicas y demás que tienen en sus vidas, su dignidad ni se compra ni se vende, se consigue luchando cada día y haciéndole frente a los problemas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Pleasure, de Ninja Thyberg

QUIERO SER UNA PORN STAR.

“Prometieron que los sueños pueden hacerse realidad, pero olvidaron mencionar que las pesadillas también son sueños”.

Oscar Wilde

Habíamos muchas películas que hablan del mundo del porno desde diferentes ámbitos, formas y géneros, adentrándose en el interior de una de las industrias más millonarias del planeta. Pero, quizás, nunca habíamos visto sus entrañas de forma tan cruda, explicita y demoledora como lo hace Pleasure, opera prima de Ninja Thyberg (Gotemburgo, Suecia, 1984), que no es solo una película sobre el mundo del porno, sino que nos sumerge en un universo donde encontramos de todo: neones, éxito, fantasía, miseria, violencia, sexo, y sobre todo, nos tropezamos con una crudísima realidad que se oculta detrás de los focos, detrás de todo ese oropel que vende y vende. Pleasure ya había sido el título de un cortometraje filmado en el 2013, de tan solo 15 minutos, donde Thyberg ya se adentraba en la industria pornográfica, a través de una chica que quería hacer una escena difícil para hacerse un hueco en el sistema.

Ahora se convierte en un largometraje, protagonizado por la debutante Sofia Kappel, de la que luego hablaremos más detenidamente, en la piel de Jessica,  una joven de 19 años que, deja su Suecia natal, para llegar a Los Ángeles convertida en Bella Cherry, y con la firme intención de ser una porn star. El guion escrito por la propia directora y Peter Modestij (que ya estaba en el cortometraje Pleasure), sigue a Bella Cherry por su periplo por la “Big City”, peor muy alejada de los lugares turísticos que tanto se venden, andamos por esas casas en las colinas, donde chicas como ella, veteranas y debutantes, esperan su oportunidad, entrando en ese negocio de exponerse, mostrando carne, acudiendo a fiestas e intentar conectarse con la gente importante. Acompañamos a Bella Cherry a sus pruebas, que siempre van de menos a más, porque no solo hay que demostrar la valía, sino también ser capaz de todo, de participar en escenas duras, donde la joven es humillada, azotada y practicar sexo duro de todas las formas desagradables y dolorosas.

La película se mueve entre un realismo salvaje, son una naturalidad que duele, sin dejarse nada fuera, mostrándolo todo, sin caer en el morbo, sino en captar todos los sentimientos contradictorios de la Bella, que ambiciona un lugar en el porno, pero desconocía por completo todas las pruebas durísimas que tiene que pasar, pero ella sigue adelante, sometida a un grupo de hombres, que dominan el negocio, y dan carnaza y suciedad porque saben que es lo que más vende. La fría y naturalista luz de la cinematógrafa Sophie Winqvist (que también trabajó en el cortometraje Pleasure), capta de manera creíble y sincera todo el interior de la joven protagonista, que se mueve entre la luz mortecina de la casa donde vive, con esa otra luz falsa y artificial de los rodajes, donde todo el resultado final envuelve una realidad muy dolorosa, angustiosa y miserable por la que deben pasar todas las chicas que quieren ser la nueva porn star. El ágil y rítmico montaje que firman Olivia Neerrgaard-Holm (responsable de títulos tan interesantes como Victoria, Holiday y Border, entre otros), y Amalie Westerlin Tjellesen, hacen que el retrato se vea con una gran fuerza, donde las esperas de la casa, y demás, se ven cruzados con todas esas escenas tan viles por las que pasa Bella.

Pleasure sería otra película sin la presencia de Sofia Kappel, auténtica revelación del film, metiéndose en la piel y el cuerpo de Bella Cherry, ambiciosa e ingenua, que transmite todo el esplendor y las pesadillas de su personaje, con esa grandísima fuerza y naturalidad, en continuo debate consigo misma, entre aquel placer que la seduce, y a la vea, todo el dolor y sufrimiento por el que debe pasar para conseguirlo. Kappel muestra toda la vulnerabilidad de un personaje inolvidable, con toda ese ímpetu, su valentía y también, sus miedos, su dolor y sobre todo, su posición de soledad y vacío en ese mundo de sombras, pesadillas y mentira, como les sucedía a otras mujeres que vieron en Los Ángeles y el mundo del cine, una forma de ser felices o no, hablamos de las Betty y Rita de Mulholland Drive (2001), de David Lynch, las mujeres de Maps to the Stars (2014), de David Cronenberg, y la Jesse de The Neon Demon (2016), de Nicolas Winding Refn, entre otras muchas incursiones cinematográficas al mundo de la fábrica de sueños, o pesadillas, porque según se mire y quién lo cuente, porque hay muchas historias, retratos y personajes.

Otro gran acierto de la película es mostrar la industria pornográfica desde dentro y a través de sus personas reales, ya que vemos muchos de ellos interpretándose a sí mismos, como Mark Spiegler, fundador de “Spiegler Girls”, una de las agencias más importantes, o las actrices porno Evelyn Claire, Dana Dearmond y Kendra Spade, entre otras. Ninja Thyberg, auspiciada por el director sueco Ruben Östlund, responsable de grandes títulos como Fuerza mayor y The Square¸ se convierte con Pleasure en una de las directoras más interesantes del actual panorama europeo, porque no solo ha hecho uno de los retratos más profundos, incisivos y brutales del mundo del porno, sino que lo ha construido de forma crudísima y reveladora, con una transparencia que a ratos parece un documento del aquí y ahora, y en otros, una fábula de toda la negritud que encierra ese universo de placer y dolor, con uno de esos personajes que lo tiene todo y le falta todo, alguien capaz de todo y de nada, alguien que se lanza al vacío sin nada que perder, aunque no ha reflexionado en todas esas partes oscurísimas que existen, pero hay que entrar para verlas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Sobre lo infinito, de Roy Andersson

LA VULNERABILIDAD DE LA EXISTENCIA.

“Si realmente reflexionas, todo es maravilloso en este mundo, todo, excepto nuestros pensamientos y acciones cuando nos olvidamos de reflexionar”

Antón Chéjov

Una imagen bellísima, poética y tremendamente desoladora nos da la bienvenida a la sexta película de Roy Andersson (Gotemburgo, Suecia, 1943) en la que observamos a una pareja enamorada y abrazada flotando en el cielo de Colonia, bajo sus pies la ciudad en ruinas por los bombardeos de la Segunda Guerra mundial, mientras suena una melodía envolvente. Una imagen que reúne todas las imágenes del cine de Andersson, en esa delicada mezcla entre lo banal y lo bello, entre lo poético y lo fútil, entre la vida y la muerte, entre la esperanza y la derrota, entre la tristeza y la alegría, la compasión y el egoísmo, entre la dualidad y la vulnerabilidad del ser humano, entre todo lo que somos, sentimos y hacemos, entre lo físico y lo espiritual, entre el todo y la nada. Una imagen que volverá a repetirse en el ecuador de la película, como imagen bisagra y tótem que enlaza todo lo que explica la película, con los únicos leves movimientos de cámara que observaremos.

Después de esa magnífica imagen, Andersson nos enmarca en una mañana en lo alto de una colina donde se divisa la ciudad a los pies, otra pareja de enamorados, de espaldas a nosotros, mira la ciudad en silencio. En un instante, ella exclama: ¡Ya estamos en septiembre!, frase extraída del Tío Vania, de Chéjov. Una obra que se detiene en el deterioro de la vida, de sus miserias, hastío y tedio. Temas que podemos encontrar en las imágenes que compone el cineasta sueco, recurriendo a sus reconocidos “Tableaux Vivants”, también presentes en su anterior trabajo Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia (2014) en una depuración de un estilo reconocible, donde observamos una secuencia, donde los personas apenas hablan, mostrándose estáticos, en que la profundidad de campo se convierte en una seña de observación en la que Andersson nos muestra otras pequeñas escenas que se desarrollan al igual que la principal.

El tiempo del relato es atemporal, imposible ubicarlo en ningún momento, no obstante, son reconocibles ciertas secuencias en su contexto histórico, ya que asistimos a la representación de la claudicación de Hitler y los suyos en un despacho derrotado acosado por las bombas enemigas, pero en su conjunto, lo que más le interesa a Andersson es la existencia humana, mostrando su cotidianidad más banal, más solitaria y desoladora, una existencia enfrentada a las emociones y las actividades físicas sin sentido, desorientadas y completamente superficiales, situaciones que nos va mostrando mientras escuchamos una voz en off de mujer, con su incansable inicio: Vi a un hombre… , una narradora que con el aroma de Sherezade de Las mil y una noches, que nos va dirigiendo por la película, explicándonos aquello que vemos, aquello que necesitamos saber que no vemos, o aquello otro importante que forma parte del contexto.

Pequeños retazos de vida, fugaces, efímeros, en el que vemos a un pastor que ha perdido la fe, a un hombre que se encuentra con un antiguo compañero de colegio y se siente menospreciado por sus logros, un padre que en mitad de una lluvia torrencial se agacha para atarle los cordones a su hija, unas jóvenes se dejan llevar por la música, unos clientes de un bar observan la nieve que cae en la calle, mientras uno de ellos menciona emocionado la belleza de la vida, pasajeros de un autobús exhortan las lágrimas de tristeza de uno de los pasajeros, una columna de soldados camina derrotada bajo el invierno de Rusia, etc.. Temas, elementos y personajes que se desarrollan bajo un marco de indudable belleza y desolación, en que el director sueco nos muestra la existencia desde todos las miradas, desde todos los ángulos, sin mover la cámara, en un estado anímico tangible, unas emociones que podemos mirar con detenimiento, observándolas sin parpadear, ensimismados por las imágenes reveladores y bellísimas de la película, con esos rostros maquillados y esas ropas de aspecto sombrío, con esos cielos plomizos y nublados, en una ambivalencia tan característica de todos los universos dentro de uno que nos plantea la mirada observadora, narradora y expectante del narrador sueco.

En el cine de Andersson todo se mueve, adquiriendo una vida fugaz, sí, pero muy intensa y profunda, donde cada marco que se desarrolla en el relato, adquiere proporciones impredecibles, donde existe cercanía, pero también lejanía, donde todo está y no está, con esa mezcla que nos empuja a reflexionar sobre sus imágenes, reflejándonos en sus personajes, sus leves y cortas historias que encierran toda una vida y todo un mundo, donde el aroma tragicómico sobrevuela constantemente en cada instante de la película, en sus maravillosos 76 minutos, donde la película muestra todo lo que se ve, lo que no se ve, y todo lo demás, en un existencia donde cohabitan infinitas capas, infinitos lugares, infinitos rostros, donde el título Sobre lo infinito, alude a la vida, a nuestras existencias, a nuestra fugacidad, a todo aquello que somos, que sentimos, no a todo aquello que tenemos, donde cada instante encierra lo infinito y lo efímero, donde Andersson se ríe y se entristece a la vez, donde sus criaturas se preocupan de sus sentimientos y su razón de existir, donde la vida parece lo menos importante, donde arrecian los males de nuestros tiempos y de todos los tiempos, donde nos preocupamos más por las razones de nuestras existencias que de existir, arrastrando lo bello y lo aterrador de nuestras vidas, y nada más. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entendiendo a Ingmar Bergman, de Margarethe von Trotta

EL LEGADO DEL MAESTRO.

“Fue uno de los pocos directores de cine  que  se  interesaba  honestamente  en  lo  que  ocurría  en  el  interior  de  los personajes femeninos”.

Gunnel Lindblom

Mucho se ha escrito y reflexionado sobre Ingmar Begman (1918-2017) y su cine, quizás mucho para algunos y poco para otros, lo que si estamos de acuerdo es que el universo cinematográfico del director sueco es muy amplio, complejo, profundo y magnífico, y son incuestionables los motivos que convierten a Bergman en uno de los mayores revolucionarios de la historia del cine, tanto en su concepción formal, narrativa y emocional, siendo uno de los cineastas que más han inspirado a legiones de cineastas alrededor del mundo. Una de esas cineastas es Margarethe von Trotta (Berlín, Alemania, 1942) una de las miradas más interesantes y críticas de aquellos “Nuevos Cines” surgida a finales de los sesenta y principios de los setenta, y más concretamente, perteneciente a la “Nueva Ola Alemana”, junto a otros nombres ilustres como Fassbinder, Wenders, Kluge, Schlöndorff. La cineasta berlinesa autora de 24 films de ficción, arranca su aventura en el documental, como si emulase el viaje al pasado igual que Isak Borg, el médico retirado de Fresas salvajes, y muy parecido al realizado por Wenders en Tokio-Ga, en el que realizaba su personal homenaje al maestro Yasujiro Ozu y recorría sus huellas. Von Trotta recoge el testigo de su coetáneo y también homenajea al maestro Bergman en el centenario de su nacimiento, mirando, analizando, reflexionando y entendiendo, como reza el título, la obra del cineasta que más le ha inspirado en su carrera, y como punto de partida la película que alumbró a Bergman y el cine a finales de los cincuenta con El séptimo sello, con la que Von Trotta inicia su película describiéndonos a modo de narrador como se hacía en las películas silentes, analizando su arranque en esa playa con ese caballero, su escudero, los caballos y la presencia de la muerte y cómo no, la partida de ajedrez, uno de los instantes míticos de la historia del cine.

Seguidamente nos trasladaremos a la ciudad de París, lugar emblemático del cine de autor, done aquellos jovenzuelos críticos de “Cahiers du Cinema” acuñaron el término de “autor” y abrieron una ventana maravillosa en la que el cine empezó a ser mirado de otra forma, desde otro punto de vista, más personal y profundo, donde el director se convertía en el autor de la película. Y cómo no podría ser de otra manera, alguien como Ingmar Bergman se convirtió en una especie de Sancta Sanctorum para muchos de aquellos amantes del cine y de los autores. Von Trotta nos conduce como narradora omnipresente por el universo cinematográfico de Bergman desde la admiración profunda al maestro inspirador y siempre presente en sus películas, también lo escucharemos en imágenes de archivo, lo recordaremos por aquellos lugares por donde transitó tanto en su vida personal como profesional, recorriendo las ciudades de Múnich, donde Von Trotta conoció personalmente a Bergman que trabaja en teatro, Estocolmo, Göteborg, y los espacios emblemáticos del cineasta como cafés, teatros, hogares, etc…

No solo eso, la cineasta alemana hace un recorrido espacial cronológico, explicándonos las vicisitudes personales que se vieron reflejadas en las películas que hacía, dando voz a personas que lo conocieron de primera mano como las actrices Liv Ullmann o Gunnel Lindblom, u otros cineastas de diferentes generaciones que reconocen su inestimable y brutal inspiración como Carlos Saura, François ozon, Mia Hansen-Love o Ruben Östlund, entre otros, mezclándolo todo con su obra, fragmentos de sus películas como  El  séptimo  sello,  Persona,  Fresas  salvajes, Noche  de  circo,  Juegos  de  verano,  Los  comulgantes,  Gritos  y  susurros,  y Fanny y Alexander, entre muchas otras, momentos que se analizan desde varias miradas y extrayendo esas conclusiones pertinentes para conocer la personalidad del cineasta de infancia difícil como nos detallará Daniel Bergman, uno de esos hijos, que nos habla de un padre ausente, de alguien que no reconocía como tal y con el que tuvo una relación compleja, como se evidencian en sus películas, siempre llenas de dificultades y oscuridad.

Veremos fragmentos de películas de Von Trotta como el de Las hermanas alemanas, película muy valorada por Bergman, e incluida en la lista de mejores películas que elaboró el cineasta sueco junto a otras de Kurosawa, Fellini, Chaplin, Wilder o Victor Sjöström y La carreta fantasma, la mejor película de la historia del cine para Bergman, y su inestimable homenaje a Sjöström dirigiéndole en su emblemático personaje en Fresas salvajes. Trotta invoca al maestro, su obra y sus fantasmas y obsesiones como la Edad Media,  la  hermandad  entre  mujeres,  Chéjov, y muchos otros de sus temas predilectos y recurrentes en su cine. Y como no podía ser menos visitaremos la pequeña isla de Farö, lugar mítico en el cine de Bergman y su vida personal, un espacio lleno de fantasmas, algunos errantes y otros no tanto, donde el cineasta se recogía del mundanal ruido y escribía y pensaba en futuras películas, en obras de teatro, donde se recoge su experiencia y trayectoria en el momento que visitamos Múnich.

Descubrimos aquello oculto y desconocido, diferentes miradas y visiones de cineastas, colaboradores y demás que nos explicarán sus relaciones, sus conflictos y tantas otras cosas que descubrimos por primera vez sobre Bergman, conociendo al obsesivo cineasta, su mirada más íntima y personal, sus miedos y angustias, sus incapacidades y aciertos, como sus personajes, todo ese mundo que nacía cuando se apagaban las luces, cuando el reconocido e inspirador cineasta dejaba paso al hombre, a la persona que debía de batallar con sus problemas, alegrías y demás. Un documento-homenaje sobre Ingmar Bergman magnífico e íntimo, desde la premisa del cineasta hijo que recuerda el legado del maestro padre, viendo su vida, como si fuera por una mirilla, acercándose a aquellos que lo conocieron y trataron, ofreciéndonos un análisis amplio y profundo de su carácter y como nacían y se desarrollaban sus ideas, sus proyectos y sus películas, como influyeron, como influyen y como influirán. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Border, de Ali Abbasi

LA HUMANIDAD DEL MONSTRUO.

Había una vez una mujer llamada Tina que trabajaba como agente de aduanas y poseía un gran olfato que le permitía oler la culpa de los demás. Un día, se encuentra con Vore, un tipo de aspecto monstruoso como ella, que oculta algo, pero Tina, no logra adivinar. Además, Tina se siente fuertemente atraído por el misterioso personaje. La segunda película de Ali Abbasi (Teherán, Irán, 1981) vuelve a estar enmarcada por los mismos derroteros que su opera prima Shelley (2016) en la que alrededor de un bosque, una pareja que no podía tener hijos, contrata un vientre de alquiler que tendrá consecuencias terribles. Con la apariencia de fábula, en un espacio natural, apartado de todo, vuelve a contarnos el relato de una pareja triste, una pareja sin sexo. Él, un apasionado de las competiciones caninas, vago y aburrido. Ella, Tina, con su quehacer diario en el trabajo, sus largos paseos en el bosque y las visitas al geriátrico donde está su padre. Todo cambiará con la aparición de Vore, con una apariencia física parecida a la de Tina, alguien que repele a Tina, pero a la vez seduce y engancha, y la hará descubrir secretos ocultos de su pasado, una nueva ilusión, su verdadera identidad, y también, el otro lado del espejo, una malévola actividad que realiza Vore y que intentará arrastrar a Tina con él.

Abbasi disfraza su relato de película fantástica, en la que casan de maravilla la parte social con lo terrorífico, para hablarnos de la soledad, la tristeza, el ser diferente, las capacidades naturales, sentirse de otro mundo, la maternidad, la falta de amor, el lado oscuro de la condición humana, y demás temas que nacieron de la novela homónima del escritor sueco John Ajvide Lindqvist, coautor del guión junto al director e Isabella Eklöff. Autor entre otras, de la novela Déjame entrar, que fue adaptada al cine por el director Tomas Alfredson, en la que a través del vampirismo, nos contaban una historia sobre acoso escolar, soledad en la infancia y el deseo de escapar. Muchos de estos temas vuelven a tocarse en Border, título que alude a esa frontera en la que se encuentra Tina en relación a Vore, un ser extraño, repelente y singular, que le cambiará toda su existencia, para bien y para mal, sin medias tintas, que descubrirá placeres como el sexo y la felicidad, y también, tormentos, como la monstruosidad de los seres humanos o no, y las consecuencias de unos actos deleznables.

Abbasi realiza una película de género, sin ser de ningún género en concreto, porque la mezcla es brutal, hay secuencias de cine social que dejan paso a otras más de terror, de puro fantástico, e incluso esa parte thriller de investigación, donde los personajes de un medio u otro, se mezclan, se confunden e interactúan, en cierta manera, estamos ante un cuento fantástico donde humanos y monstruos conviven, se relacionan y viven de manera natural, aunque sin ocultar sus grandes diferencias y secretos, en que la naturaleza se convierte en paradigma de la libertad y la felicidad, pero también, de lo más terrible, donde se ocultan grandes maldades, en que la línea que separa el bien del mal es tan fina que es imposible reconocer, donde seres de diferentes mundos y condición, se mezclan de tal manera que es imposible definirlos, y saber de qué materia están hechos, de qué color es su alma, y cuáles son sus ilusiones y anhelos.

Eva Melander como Tina y Eero Milonoff como Vore son los dos magníficos intérpretes que dan vida a estos seres fantásticos, estos trols, bajo un espectacular maquillaje, en una composición que opta más por las miradas y los gestos que por las palabras, donde los hechos prevalecen al verbo, donde sus acciones describirán sus interiores y aquello que sienten, en una película que recuerda a esas fábulas donde monstruos y humanos convivían y se mezclaban, con una apariencia física que aterra, pero que también atrae, como le sucede al personaje de Tina con Vore, esa frontera, ese muro emocional que deberá franquear o no, en el que se sentirá especial y rota por dentro, en el que descubrirá lo mejor y lo mejor de la condición humana, el alma que se esconde y oculta agazapada en su interior, en un viaje emocional hacia lo más bello y lo más oscuro del alma, en el que la magia y la realidad que Abbasi envuelve toda su película, consiguiendo momentos realmente poéticos y sobrecogedores, como las secuencias sexuales entre los dos trols, que esconden toda la belleza y lo grotesco en un mismo acto, o el tempo narrativo que hace gala la cinta, en la que de forma pausada y detallista nos mueven de un lugar a otro, de una mirada a otra, de un carácter a otro, de un espacio a otro, de forma natural y poética, dejando que el espectador se sumerja en un mundo diferente, salvaje, humanista, y lleno de sensaciones bellas, oscuras y contradictorias, donde la vida y nuestros sentidos palpitan y estallan, a veces de felicidad, y otras de terror.

Silvana, de Mika Gustafson, Olivia Kastebring y Christina Tsiobanelis

FEMINISMO A RITMO DE RAP.

“Siempre me decían que algo fallaba en mí, pero yo sabía que no era cierto”.

La película se abre de una forma clara y sencilla, cuando vemos a Silvana Imam (una cantante de rap feminista y homosexual, que canta contra toda forma de opresión) en su vuelta a la tierra de su infancia, Lituania, y accede al interior de una iglesia ortodoxa, y mantiene una leve conversación con uno de sus sacerdotes, que escucharemos en off, charla que dejará presente la diferencia y el conflicto existentes entre lo que canta Silvana y la postura de la iglesia en cuestión. Dos mundos diferentes, uno, el de Silvana que ama y canta a favor de lo diferente y el humanismo, y en cambio, el otro, el de la iglesia, que oprime, que habla de amor, cuando divide y mantiene las fronteras entre los que ellos aceptan, y los que no. Después de este breve prólogo, las tres directoras Mika Gustafson (1988) Olivia Kastebrin (1987) y Christina Tsiobanelis (1987) que debutan en el largo con Silvana, donde retratan durante un par de años, a modo de diario personal, a una joven de padre sirio y madre lituana, que a mediados de los 90, aterrizaron en Suecia, y su trayectoria desde el anonimato del arte underground a convertirse en un icono contemporáneo, a través de las letras inconformistas, políticas y de lucha contra toda forma de opresión contra aquello diferente o que simplemente, no encaja en el modelo de sociedad convencional.

Silvana que siempre ha tenido que esconder su condición sexual, y se ha trabajado todo lo que es, trabajando cada día desde lo más profundo, no es alguien que se calle ante las injusticias, alguien que sigue firme ante lo convencional, el fascismo y aquello ancestral que no respeta al otro por ser diferente. Una mujer de pie y con el puño en alto, que se define como lesbiana, feminista y antirracista, y utiliza su música rapera para protestar contra lo establecido, contra lo que oprime, contra todo estado, grupo o persona que atenta contra colectivos que luchan porque se respete su condición sexual o su manera de vivir, por muy diferente que sea con lo estándar. Las tres cineastas construyen una película de aquí y ahora, recogiendo de forma natural y honesta todo lo que pasa por su cámara, en un documental que nos abre una ventana dignísima y veraz, recogiendo con ojo avizor todo aquello que ocurre en la juventud sueca, en sus referentes musicales, y en esa protesta política e inconformista de muchos jóvenes de los países escandinavos, cada día acusados y maleados por ser como son.

Además, la crónica de estos dos años, recoge y filma con absoluta libertad y naturalidad, diversos aspectos de la vida de Silvana, desde sus reflexiones más íntimas, que tienen que ver con su condición y carácter, sus orígenes familiares, a través de la relación de sus padres y de videos caseros filmados cuando la cantante apenas tenía 7 años de edad, sus momentos de composición musical, sus conciertos, en las que incluye performances espectaculares y llenas de fuerza y valentía, la relación sentimental con otro ídolo de masas como Beatrice Eli, cantante de pop feminista y lesbiana. Una relación de amor que huye de todos los estereotipos sociales y convenciones para mostrar un amor de respeto, libre y muy vivo. Finalmente, la película explora otro aspecto muy importante en la vida de Silvana, su relación con el éxito fulgurante, en el que la exposición de su vida pública y sobre todo, la Silvana convertida en referente ensombreciendo su personalidad, todos aspectos que también una joven tiene que lidiar para no morir de éxito, y dejar de luchar por todo aquello en lo que había creído y peleado.

Gustafson, Kastebring y Tsiobanelis han creado una película llena de fuerza, y con un ritmo trepidante y vapuleador, como una canción de rap que canta Silvana, en que la película vive y respira al son de la artista, siguiéndola y entrando en su vida y en su alma, desde la espontaneidad y la honestidad hacia todo aquello que está filmando, y el respecto a una mujer libre y de carácter, que lanza al mundo, a través de las letras de sus canciones, proclamas que claman a favor de la igualdad, el respecto y la diferencia, como único camino hacia un mundo más justo, más igualitario y lleno de amor. Silvana Imam es una persona liberadora de estereotipos, que ha derribado convenciones sociales, que sigue en la carrera, sin dejar de correr, yendo de aquí para allá, convertida en una referencia para muchas jóvenes de países escandinavos, que la siguen, que la escuchan, que la aman, que grita con alegría y viveza proclamas reivindicativas y llenas de energía como: “Gracias a Dios, soy homosexual”. Una mujer segura, luchadora y reivindicativa, que sabe que hay mucho trabajo por hacer, y muchos más muros de ignorancia y fascismo que derribar, pero ella, mientras siga viva, seguirá en la brecha, sin descanso, llena de sinceridad y amor.

Master Class de Katinka Faragó

Master Class de la cineasta Katinka Faragó, script y Jefa de producción de Ingmar Bergman, con motivo de la retrospectiva que le dedica de su obra la Filmoteca de Cataluña, junto a Esteve Riambau, director de la Filmoteca. El encuentro tuvo lugar el miércoles 12 junio de 2018 en la Filmoteca de Cataluña en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Katinga Faragó, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño,  a la labor de la traductora Carol Badia, y a Jordi Martínez de Comunicación de la Filmoteca, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.