Entrevista a Jaione Camborda

Entrevista a Jaione Camborda, directora de la película “O corno”, en el Hotel Sunotel Aston en Barcelona, el jueves 19 de octubre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Jaione Camborda, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Ainhoa Pernaute de Revolutionary Press, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Alma Viva, de Cristèle Alves Meira

EL ESPÍRITU DE AVOA. 

“Los vivos cierran los ojos a los muertos y los muertos abren los ojos a los vivos”.

Había una vez una niña llamada Salomé que pasaba todos los veranos en casa de su Avoa, en un pequeño pueblo en la región de Trás-os-Montes. Ese verano será diferente, y lo será porque la abuela morirá y la existencia de Salomé cambiará, y lo hará de tal forma que tanto su familia como los habitantes del pueblo pensarán que el espíritu de Avoa se ha metido en la niña y la ha poseído. Después de una trayectoria como actriz y directora de varios cortometrajes, Cristèle Alves Meira (Montreuil, Seine-Saint-Denis, Francia, 1983), coescribe junto a Laurent Lunetta, y dirige su primer largometraje Alma Viva, en la que vuelve a sus años de infancia, cuando siendo hija de inmigrantes portugueses, volvía al pueblo de su abuela, y vivía la idiosincrasia del lugar, con sus fiestas, tradiciones, alegrías y tristezas. No es la primera vez que la directora rueda en Trás-os-Montes, ya lo había hecho en sus anteriores cortometrajes, lugar mítico que ya fue reflejado en la película homónima de Margarida Cordeiro y António Reis, rodada en 1976, convirtiendo la zona en un paisaje en el que conviven lo ancestral, lo espiritual y lo etnográfico, en uno de los mejores documentales de la historia. 

La mirada de la cineasta no está muy lejos de la película de Cordeiro y Reis, porque también recoge tanto lo humano como lo espiritual para retratar las diferentes texturas, aromas y paisajes que componen el pueblo en el que desarrolla la historia, donde vemos tradiciones como la música y el canto, la pesca mediante explosivos, el pastoreo con cabras, la fuerte carga católica, y las inevitables diferencias entre vecinos, y demás componentes en un lugar que viven lo ancestral y lo moderno. Todo ese gazpacho de aromas, texturas y tonos también se refleja en Alma Viva, porque tiene la habilidad de cruzar y fusionar la ficción y el documento de forma natural y nada artificial, creando una película que navega por diferentes lugares y atmósferas según le convenga, que le emparenta con aquella delicia que es Aquele querido mes de agosto (2008), de Miguel Gomes. No obstante, las dos películas comparten el mismo cinematógrafo Rui Poças, mítico director de fotografía de la cinematografía portuguesa, con más de setenta títulos a sus espaldas, que ha trabajado con Joào Pedro Rodrigues y Lucrecia Martel, entre otros, y la especial habilidad para crear una intimidad que traspasa la pantalla, donde interiores y exteriores van confluyendo creando ese paisaje entre la realidad más tangible y la espiritualidad más etérea, construyendo un paisaje mítico en constante movimiento y cambiante. 

El montaje de Pierre Deschamps, del que hemos visto hace poco El inocente, de Louis Garrel y hace algo más La nube, de Just Philippot, va de la mano con la luz de la película, condensando con pausa y detalle todos los movimientos físicos y emocionales que van confluyendo en el relato, con sus medidos 88 minutos de metraje, a los que no hay que añadir ni quitar nada. Aunque si hubiese que buscar la herencia que recoge la película de la cineasta francesa-portuguesa no podemos dejar de pensar en El espíritu de la colmena (1973), de Víctor Erice, quizás una de las mejores películas que fusionó la realidad más desesperanzadora con la fantasía más cercana, construyendo ese rico universo de la infancia entre sueños y monstruos-espíritus que vagan sin descanso. En ese sentido, el cine de Alice Rohrwacher también planea por la película, porque crea historias con un componente fantástico y realismo siempre con la mirada de la infancia como testigo-espectador de huida del mundo de los adultos y entrando en ese otro mundo, más soñante y sobre todo, más humano, como le sucedía a la inolvidable Alicia de Carroll, eso sí, también encontraba las oscuridades de ese otro universo. 

Estamos ante una vuelta a lo rural, y lo decimos porque en pocos años se han estrenado películas como Trinta Lumes, de Diana Toucedo, Destello bravío, de Ainhoa Rodríguez, Verano 1993 y Alcarràs, ambas de Carla Simón, El agua, de Elena López Riera, y la reciente Secaderos, de Rocío Mesa. Todas dirigidas por mujeres, y que comparten muchas líneas temáticas y texturas y el protagonismo en la infancia y la vejez. Aplaudimos que el cine mire a la infancia, a las tradiciones y sobre todo, a la realidad pasada por lo fantástico, en un cine que mira a  su más cercana realidad desde muchas miradas, posturas y reflexiones diferentes. El reparto reclutado con intérpretes naturales que no sólo crean unos personajes adultos llenos de rencillas y rencores como esos hermanos que se odian, con esos momentos berlanguianos como la llegada del coche por las estrechas callejuelas del pueblo, o la secuencia negrísima del velatorio, haciendo hincapié en un personaje muy curioso, el del hermano invidente, que actúa como testigo invisible o podríamos decir, como narrador omnipresente, lanzando unas frases que explican muy bien lo que se cuece en el pueblo y en esa familia dividida. 

Mención especial tiene Salomé, la niña Lua Michel, hija de la directora, que interpreta con un aplomo y una veracidad sorprendentes, mostrando una naturalidad, mirada y cercanía que nos ha encantado y la hemos disfrutado y padecido, en el buen sentido de la palabra. Alma viva, la ópera prima de Cristèle Alves Meira es una película pequeña, sencilla e íntima, con pocas localizaciones, que muestra un paisaje, el de Trás-os-Montes, con su peculiaridad, su historia, y sobre todo, sus gentes, y lo hace desde el drama íntimo, el cuento de terror, el documento antropológico, y la comedia disparatada, y hablar de la muerte de forma natural y profunda, toda una mezcla que funciona a las mil maravillas, y lo hace sin estridencias ni artificio, con una serenidad, simpleza y transparencia que ya lo quisieran otros cineastas más veteranos, porque la directora no sólo ha querido retratar un lugar que, quizás, el fuego y la estupidez humana hace desaparecer, sino que lo ha hecho desde la verdad, esa que aparece cuando se mira detenidamente un espacio, y se hace desde la tranquilidad y la observación, esas posiciones cómplices que ayudan a que, tanto las personas y los paisajes adquieran una mirada única para tratarlas desde su profundidad y humanidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Joâo Pedro Rodrigues

Entrevista a Joâo Pedro Rodrigues, director de la película “Fuego fatuo”, en el marco del D’A Film Festival, en el Teatre CCCB en Barcelona, el domingo 26 de marzo de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Joâo Pedro Rodrigues, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a Iñigo Cintas de Nueve Cartas Comunicación, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño, y al equipo de comunicación del D’A Film Festival. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a María Ruido

Entrevista a María Ruido, codirectora de la película “La revolución (es) probable”, en el marco de la Mostra Internacional de Films de Dones de Barcelona, en la Filmoteca de Catalunya en Barcelona, el sábado 11 de junio de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a María Ruido, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Anne Pasek y Teresa Pascual de Good Movies, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Visita guiada a la exposición “Manoel de Oliveira. Fotógrafo”

Visita guiada a la exposición “Manoel de Oliveira. Fotógrafo”, con el comisario de la exposición António Preto, en la Filmoteca de Catalunya en Barcelona, el martes 8 de noviembre de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a António Preto, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a mi querido amigo Óscar Fernández Orengo, por hacer la fotografía que ilustra esta publicación, y a Jordi Martínez de Comunicación de la Filmoteca, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

 

Entrevista a Bruno Gascon

Entrevista a Bruno Gascon, director de la película “Sombra”, en el marco del BCN Film Fest, en el Hotel Seventy en Barcelona, el sábado 17 de abril de 2021.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Bruno Gascon, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y al equipo de comunicación del Festival, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Ana Moreira

Entrevista a Ana Moreira, actriz de la película “Sombra”, de Bruno Gascon, en el marco del BCN Film Fest, en el Hotel Seventy en Barcelona, el sábado 17 de abril de 2021.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Ana Moreira, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y al equipo de comunicación del Festival, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

La metamorfosis de los pájaros, de Catarina Vasconcelos

LOS FANTASMAS Y SUS RECUERDOS.

“Los muertos no saben que están muertos. La muerte es asunto de los vivos”.

Reconstruir la memoria siempre ha sido un proceso arduo y muy complejo. En ocasiones, la memoria es un ejercicio imposible lleno de oscuridades, silencios y documentación. El gran cineasta Chris Marker (1921-2012), uno de los grandes ensayistas cinematográficos que más trabajó la memoria, su construcción y el archivo, nunca trató de persuadirnos a través de la verdad, si no a través de la vida, de ese compendio de lugares, recuerdos, escritos, imágenes y sobre todo, de invención, una ficción que ayudase a recordar, a componer la memoria perdida y olvidada, a ocupar tantos espacios vacíos cuando hay tanto desierto. La memoria es el vehículo de los trabajos de Catarina Vasconcelos (Lisboa, Portugal, 1986), como dejó claro en su trabajo final de carrera. En el cortometraje Metáfora ou a Tristeza Virada de Avesso (2014), donde indagaba en el duelo por la muerte de su madre y la revolución portuguesa con imágenes en Super8.

La directora lusa en su opera prima vuelve a la memoria y a la memoria de su madre, de su abuela, y de todas las madres. Arranca con sus abuelos, Beatriz y Henrique, y sus seis hijos, entre ellos, el mayor, Jacinto, el padre de la directora. Con una mirada íntima y muy personal, Vasconcelos arma entre el ensayo, el documental, la ficción, el género fantástico, y la poesía, una fábula que no solo nos sumerge en la vida de su familia, sino en la sociedad portuguesa, con sus alegrías y tristezas. Todo rezuma verdad, una verdad extraída de la correspondencia de sus abuelos, los recuerdos de sus tíos y de su padre, y sus propios recuerdos. Un conmovedor y sensible calidoscopio de imágenes sobrecogedoras, de una belleza plástica abrumadora, ayudada por el formato cuadrado en un grandioso trabajo de cinematografía que firma Paulo Menezes, y no menos impactante resulta el minucioso y detallista trabajo de edición de Francisco Moreira, que sabe darle cadencia o ritmo a tantas imágenes, que nos van guiando por esta travesía sobre el tiempo, la memoria de los que ya no están, y todas aquellas sombras y espectros que quedan en el interior de nosotros.

La voz en off compuesta por diferentes voces que nos ayudan a explorar el pasado y el presente, a mirar y mirarnos, a esculpir en el tiempo, que mencionaba Tarkovsky, a ejercitar nuestra memoria y a perdernos y encontrarnos en ese tiempo indefinido, un tiempo que condensa muchos tiempos, muchos recuerdos, muchas imágenes, reconstruyendo una memoria, mediante herramientas de archivo, con las fotografías que nos transportan a otra época y lugar, a otra forma de mirar y sentir, con la maravillosa metáfora de Jacinto, el niño que creía ser un pájaro, que imaginaba su vuelo y andaba en las ramas. Vasconcelos tiene una asombrosa habilidad para ir de un tiempo a otro, de aglutinar el tiempo de su familia en un casa o en un bosque, un tiempo que se diluye en el presente que se filma la película, un presente de aquí y ahora que es todos los tiempos, que es todos los lugares de su familia, que son todas las madres de su familia, que son todos los que ya no están. La directora portuguesa se toma su tiempo en crear su tiempo y su memoria, en reconstruir una memoria en la que apenas tiene imágenes y archivo al que recurrir, ella ha de inventarse la realidad, lo real como ficción, una ficción que ayude a acercarnos esa realidad y la memoria de los suyos.

Un trabajo parecido al que hizo en El gran vuelo (2014), de Carolina Astudillo, en la que construía la memoria de Clara Pueyo Jurnet, dirigente comunista desparecida a principios de los cuarenta, a través de imágenes de otros, imágenes de su época que la ayudaban a reconstruir la vida de alguien en el que apenas quedaban huellas. La abuela Beatriz, “Triz” como la llama la directora, criando sola a sus seis hijos. Su marido Henrique, el marinero ausente, Jacinto, el hijo mayor, el que quería ser pájaro, padre de la directora, y la propia cineasta, recuerdan, vuelven al lugar de los hechos, y nos hablan sobre todos esos fantasmas que ya no están, todos aquellos que partieron, todos los recuerdos que les dejaron, toda la vida que vivieron, todo lo que hicieron, todo lo que fueron y lo que son para los vivos, para los que se quedan. La metamorfosis de los pájaros no es solo una película, es mucho más, porque tiene el poder de traspasar la pantalla y traspasarnos a nosotros mismos, sumergiéndonos en la memoria de una familia como cualquier otra en aquellos años en Portugal, pero tan cerca que podría ser nuestra familia, con sus secretos y sus misterios.

Un relato profundo, fascinante y extraordinario, lleno de silencios y de habitaciones secretas que está contado como un cuento, junto al fuego, en las noches donde el silencio se apodera de todo, donde todos quieren escuchar y sobre todo, quieren saber y adentrarse en el pasado y en el tiempo de los fantasmas y recuerdos familiares. Una fábula sobre la memoria, sobre como recordamos, con ese ritmo cadencioso, como si se tratase de una vela encendida mecida por el viento, con ese misterio donde los muertos cobran vida a través de los vivos, a través de sus recuerdos, de sus escasísimas huellas, y la memoria como motor esencial que nos ayuda a saber de dónde venimos, a recomponernos y sobre todo, a mirarnos a través de los otros, de los que nos precedieron, de los que nos ayudaron a estar donde estamos, a recordarlos con una mirada serena, a caminar hacia adelante sin olvidar el pasado y nuestro pasado, en este continuo pasado-presente en el que estamos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Correspondencias, de Rita Azevedo Gomes

LA MEMORIA DEL EXILIO.

«Il y a des êtres à travers qui Dieu m’a aimé»

Louis-Claude de Saint-Martin,  “El filósofo desconocido”, 1743-1803

El año pasado, tanto propios como extraños, nos quedamos fascinados por la fuerza expresiva y narrativa de la película La venganza de una mujer, de la directora portuguesa Rita Azevedo Gomes (Lisboa, 1952) una pieza de cámara absorbente y fascinante que adaptaba de manera sublime Las diabólicas, de Barbey d’Aurebilly. Un relato de poderosas imágenes que nos atrapan a través del testimonio desgarrador de una mujer que relataba la penosa experiencia de un amor imposible del pasado. Ahora, Azevedo Gomes (que arrancó su carrera a comienzos de los 70) vuelve a mostrarnos un relato sobre el pasado, sobre la memoria, centrado en dos de las figuras más representativas de la literatura portuguesa del siglo XX, Jorge de Sena (1949-1978) perseguido por la dictadura de Salazar se exilió, primero a Brasil y finalmente a EE.UU., y Sophia de Mello Breyner Andresen (1919-2004), y la relación epistolar que mantuvieron ambos durante el período comprendido entre 1959 al 1978.

La película-viaje de Azevedo Gomes se desmarca del contenido político de las misivas para centrarse en la poesía de ambos, sus inquietudes personales y reflexiones sobre la vida, la muerte, la ausencia, el amor, etc… Y la cineasta portuguesa lo hace desde lo más profundo, acercándose a aquello que no vemos, aquello que se oculta en las sombras, aquello que forma parte de cada uno de nosotros, pero rara vez podemos explicar, y crea un mundo onírico, un mundo de luces y sombras, un caleidoscopio sin fin, en el que conviven texturas, colores, formas, pensamientos, ideas y todo aquello que la materia fílmica puede capturar, en el que viajamos hacia aquellos lugares que forman parte de la memoria de las poesías que vamos escuchando mientras reconocidas figuras van leyendo, tanto del arte como de la vida social, desde Luis Miguel Cintra, Rita Durâo, Pierre Léon, Eva Truffaut…La directora portuguesa abandona cualquier orden cronológico y estructura lineal, dejándose llevar por las diferentes poesías y creando un universo lleno de otros submundos que desconocemos donde empiezan y menos de donde acaban, en un continuo sinfín de imágenes, sonidos y lecturas que respiran unas con otras, dialogando entre ellas, y mezclándose en una elegía sobre un tiempo sin tiempo, un mundo soñado, alejado de éste, que obliga a los poetas abandonar su tiempo, lugar y vida.

Azevedo Gomes parece haber hecho su peculiar y personal viaje en el tiempo, en un tiempo sin fechas, sin lugares, y sin gente, en un tiempo onírico, imaginado, en su trabajo más libre y visceral, en una producción artesanal y con amigos, donde no había prisas ni agendas, sino tiempo para vivir y para filmar, capturando todo aquello que rebelaba lo que estaba sucediendo, lo que se vivía en ese instante, en una película-ensayo que nos devuelve la imagen primaria del cine, aquella en la que todo estaba por descubrir, aquella que nadie había manipulado jamás, cuando en sus inicios, alimentaba de sueños, mundos imposibles y lugares sin espacio y tiempo, donde la materia cinematografía se transmutaba en orgánica, como un pedazo de historia tangible y sedoso, en el que uno se podía imaginar mundos imaginarios, personas fantasmagóricas, y objetos en tránsito, como en un viaje infinito en que el alma se apropiaba de los sentidos y las ideas viajaban sin cesar, en el que tiempo y materia se mezclaban perdiendo su origen natural, y creando un espacio inmaterial y sin tiempo, en el que todo estaba dispuesto para tallar la imagen fílmica y soñada.

La realizadora portuguesa (que tuvo en Manoel de Oliveira a su mentor) ha construido un poema elegiaco, con esa característica mágica que solo encontramos en los grandes como Mekas o Sokúrov, un filme de imágenes poderosas que nos transportan hacia el interior de uno mismo, en un viaje sobre el exilio, la memoria, y la ausencia, donde la vida y la muerte conviven en un solo espacio, donde el agua (elemento primordial en la cinta, que aparece como elemento icónico en los viajes que se relatan en la película) nos devuelve hacia aquel tiempo en el que las cosas eran diferentes, en ese sueño utópico donde las cosas podrían ser de otra manera. Una película que invita al espectador a dejarse llevar, a introducirse en su materia poética de forma inocente, sumergiéndose en las lecturas de las poesías de forma reposada y con pausa, a través de sus 145 minutos, que se pasan volando, casi sin querer, en el que parece que los espectadores asistimos a una especie de trance fílmico donde nuestros sentidos viajan sin cesar hacia esos lugares imaginarios, profundos, interiores, no sólo de la película, sino de cada uno de nosotros.

Encuentro con Paulo Branco

Encuentro con el productor Paulo Branco en la presentación del ciclo dedicado a su obra, “La Lisboa de Paulo Branco”. El evento tuvo lugar el miércoles 10 de junio de 2015 en la Filmoteca de Cataluña.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Paulo Branco por su tiempo, sabiduría y su maravillosa carrera cinematográfica, y al equipo de la Filmoteca, con su director Esteve Riambau al frente, por acogerme y tratarme con afectuosa amabilidad.