Sick of Myself, de Kristoffer Borgli

GANAR O MORIR. 

“Solemos amarnos a nosotros mismos en el otro, pero no al otro por sí mismo”.

Valérie Tasso

Cuenta la historia que había una joven llamada Signe que trabajaba en una cafetería en uno de esos veranos en Oslo (Noruega). Signe vivía con su chico Thomas, un artista contemporáneo que empieza a llamar la atención en el universo del arte. Hecho que destroza a Signe, que ve como su posición en la relación está pasando a un segundo plano. Pero la joven no se quedará quieta y emprende un diabólico plan para volver a ser el centro de atención. Se tomará unas pastillas prohibidas que le desfiguran el rostro y ahí empezará su protagonismo, pero también su más terrible pesadilla. El director Kirstoffer Borgli (Noruega, 1985), ha destacado con sus cortometrajes que ha presentado en festivales tan prestigiosos como el de Sundance, SXSW, IDFA y CPH:DOX, entre otros. Con Sick of Myself entra en el mundo del largometraje por la puerta grande, planteándonos una fábula muy de nuestro tiempo, porque habla directamente de relaciones superficiales, basadas en la estúpida competitividad, la sobreexposición en las redes sociales, y sobre todo, de salud mental. 

La película coge a un personaje como Signe, un alma perdida y a la deriva cuando su pareja empieza a ser el protagonista gracias por su trabajo, y la joven, en una especie de proceso a lo Doctor Jekyll se convierte en un Mister Hyde, alguien que se convierte en el protagonista, en ese “Yo” supremo al que todos adoran, pero para conseguir eso se mete pastillas adulteradas que destrozan su rostro, llenándolo de cicatrices y heridas. Aunque el tema podría dar a una película muy oscura y enfermiza, que lo es, en su aspecto no cae en estereotipos y se aleja completamente de la película convencional de terror o vete tú a saber qué, porque la película está cortada como si fuese una comedia negrísima con una luz brillante y ese calor nórdico de la ciudad de Oslo, una comedia que pasa sin complejos y sin ningún tipo de titubeos por el realismo social, la sátira, la parábola, lo cómico, lo absurdo y la tragedia, haciendo hincapié en ese otro lado del espejo de la comedia romántica, tan vapuleada y chapucera en estos tiempos, construyendo una comedia no romántica, o mejor dicho, un romanticismo real, pegado a la vida, y no esas fantasías de Barbie y Ken en lo que ha degenerado un género que dió grandes títulos. 

Borgli ha contado con la producción de Oslo Pictures, los responsables de películas tan importantes como Hope (2021), de Maria Sodahl, y la premiada La peor persona del mundo (2022), de Joachim Trier, un magnífico trabajo de cinematografía que firma Benjamin Loeb, del que hemos visto películas como Mandy (2018), de Panos Cosmatos, y Fragmentos de una mujer (2020), de Kornél Mundruczó, donde brilla el 35 mm que le da un toque muy especial a todo lo que se cuenta, con esa luz tan cercana y a la vez, tan alejada, siguiendo los estados de ánimo tan complejos y convulsos de la protagonista. Una música que combina los temas technos del momento con composiciones clásicas, siguiendo la personalidad oscura y aparentemente dolida de Signe. Un gran montaje que firma el propio director Kristoffer Borgli, que condensa y dota de un feroz y pausado ritmo en sus tensos y concisos noventa y cinco minutos de metraje. También cabe destacar el estupendo trabajo de todos los intérpretes de la película, cabe mencionar la breve aparición de Anders Danielsen Lie, el querido protagonista de grandes títulos como Oslo, 31 de agosto y la mencionada La peor persona del mundo, ambas de Trier, y la reciente La isla de Bergman, de Mia Hansen-Love, entre otras, el artista visual Erik Saether en el papel de Thomas, ese artista enamorado de Signe, con la que mantiene una relación de destrucción, desdén, y ego terribles, lo que ahora se llama una relación tóxica, y que siempre ha sido una relación de mierda. 

Y finalmente, tenemos a Kristine Kujath Thorp, que la recordemos en la brillante y reciente Ninjababy, de Yngvild Sve Flikke, donde daba vida a Rakel, que se metía en un lío de narices por un embarazo accidental. Ahora,   se mete en la piel, y nunca mejor dicho, de la trastornada Signe, una mujer que hará lo que sea para conseguir ser el centro de todos y todo, una mujer que compite con ella misma y con los demás de forma enfermiza, haciéndose y haciendo daño, provocándose dolor y llevando hasta las últimas consecuencias su maldito ego. Viendo Sick of Myself nos acordamos de novelas como El retrato de Dorian Grey, de Oscar Wilde, y películas como Los ojos sin rostro (1960), de Georges Franju, por esas prótesis alucinantes y oscurisimas que ocultan el deformado rostro de la protagonista, en este peculiar e interesantísimo cruce de comedia no romántica, cuento de terror clásico, en el que no hay sustos, pero sí inquietud y sobre todo, locura, esa que te hiela la sangre, la que sacude la conciencia, la que transporta a otro estado, la que roba la identidad y te convierte en un monstruo despiadado en todos los sentidos, en aquellos que dañan a los demás, pero sobre todo, a uno mismo. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Un lugar llamado casa, de Emilie Beck

QUIERO SABER QUIÉN SOY.  

“Mi nombre real es Priyangika Samanthie, pero cuando me adoptaron me pusieron Kine Samanthie. Mientras otros soñaban con tener el carnet de conducir a los 18, yo solo quería volver a llamarme Priyangika”.

Esta es una historia que se remonta hasta el año 1992 en Sri Lanka, cuando nació Priyangika, hija de una madre soltera de pocos recursos que se vio forzada a dar su hija en adopción. Los afortunados fueron un matrimonio noruego que ya tenía otro niño del mismo país. Con solo siete semanas de vida, la vida de Priyangika dio un vuelco en todos los sentidos, porque se convirtió en otra persona, con otro nombre, viviendo en otro país, con otros padres y otra familia. Pero pasaron los años y Priyangika volvió a Sri Lanka con la intención de reencontrarse con su madre, su familia biológica y sobre todo, investigar las causas de su proceso de adopción. la directora Emilie Beck (Fredrikstad, Noruega, 1991), formada tanto en documental como ficción, se ha labrado una filmografía centrada en los problemas sociales, políticos y culturales y en favor de los derechos de las mujeres, como hizo en When the Wind Turned (2018), una película codirigida sobre una pareja que quiere vivir alejada de todo y todos y encuentra en el viento su fuente de energía. 

La historia sigue el periplo de Priyangika en su camino de volver a la tierra que la vio nacer, de reencontrarse con su identidad, con los suyos, con su madre, su tía, y sobre todo, investigar profundamente las características de su adopción, que está envuelta, como muchas de aquella época en enormes irregularidades y de un sistema que beneficiaba a los países enriquecidos a costa del empobrecimiento de los países asiáticos como Sri Lanka. Un viaje íntimo y sincero en el que la joven descubrirá su pasado, su país y sus gentes, y además, destapa un sistema completamente corrupto, tanto el de Sri Lanka como Noruega y muchos más otros, que se beneficiarán de la necesidad de unos y el deseo de otros. La cineasta noruega va al grano, su película es todo un estupendo ejercicio de síntesis y concisión, porque tiene una duración muy breve, apenas llega a los sesenta y siete minutos de metraje, en el que lo cuenta todo, o podríamos decir, que cuenta todo lo que necesita, cuenta un proceso muy personal de alguien que no sabe quién es, y sobre todo, se descubre a sí misma en este viaje, que es a su vez físico y emocional, un viaje que necesita para saber, para conocer y conocerse y también, para reflejarse en el país que apenas conoce, en los suyos, y las circunstancias que llevaron a su madre a entregarla en adopción.

Estamos ante una película con momentos duros, de esos que encogen el alma, como el conmovedor testimonio de su madre y la intensa conversación que mantienen frente al mar, y no menos, aquella otra que la protagonista tiene con su tía, donde se dice tan poco y se explica muchísimo, porque casi siempre las palabras explican cosas, pero las importantes, las que se sienten en el alma, no, donde hay que explicar sentimientos profundos, ocultos y difíciles de compartir. Un lugar llamado casa (No Place Like Home, en el original), es una historia que combina el dolor y la tristeza con la alegría y la esperanza, porque la historia de Priyangika Samanthie no es solo su historia, sino que es la historia de decenas de miles de niños y niñas que fueron adoptados de forma ilegal durante tantos años, sometidos a una relaciones entre el país enriquecido que necesita hijos e hijas, y el país empobrecido que necesita dinero y sobre todo, darles otra vida, mejor y más segura, para unos niños y niñas nacidos de la miseria, la injusticia y la explotación, en el fondo, otra forma de colonialismo subyacente que se sigue alimentando porque a los blancos les sigue interesando. En fin, la misma cosa de siempre, donde unos se aprovechan de otros, donde la justicia social es un espejismo, donde la democracia la impone quién tiene más y sobre todo, tiene más porque lo ha ganado de forma ilícita. 

Priyangika Samanthie conocerá su identidad, podrá compartir con los suyos y se topará con muchos enigmas, con mucha burocracia enmarañada y pasotismo por parte de las autoridades de Sri Lanka, pero dejará de sentirse en ese limbo donde no pertenecía a un país ni al otro, ahora sabe quién es, de dónde viene y algo de su adopción que ya es mucho, porque la mayoría de personas que han vivido un proceso de adopción de aquellos años, nunca sabrá nada porque la documentación existente es falsa. Resulta muy interesante y revelador la conversación que la protagonista tiene con sus padres adoptivos, donde ellos se sienten libres de cualquier responsabilidad y se aprovecharon de unas circunstancias que les favorecían. Un lugar llamado casa no habla del espacio físico, sino de la importancia capital de lo emocional, de sentir, de ser y de estar bien con quién eres, de tu procedencia, de dejar el rencor, el miedo y el dolor y abrazar la vida, la madre, los parientes y estar en paz consigo misma, porque hay cosas en la vida que no dependen de uno o una, pero lo que depende de uno, esas, las que más nos importan y nos hacen estar bien con nosotros mismos, esas son las que debemos buscarlas y reencontrarnos con ellas  y tenerlas en paz. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Solan & Eri, misión a la luna, de Ramus A. Sivertsen

EL ESPACIO Y MÁS ALLÁ. 

Solan y Eri nacieron alrededor de los años cincuenta en el diario Mannskapsavisa de la mano del dibujante y caricaturista Kjell Aukrust (1920-2002). Pronto las historias del pato Solan y el erizo Eri, junto con su humano creativo e inventor, se convirtieron en muy populares entre la audiencia finlandesa, pasando a libros y otro tipo de publicaciones. En 1975 el director Ivo Caprino ya llevó una de sus historias a la gran pantalla con Grand Prix en la montaña de los inventos, que distribuyó Pack Màgic, en la que el peculiar trío se enfrascaban en la construcción de un coche de carreras para participar en una carrera en su pueblo de Flaklypa. En Solan & Eri, misión a la luna, se basa en los personajes creados por Aukrust pero con la variedad que la historia nace de la imaginación de Ramus A. Sivertsen (Inderoy, Noruega, 1972) director y animador que lleva desde el año 2008 haciendo películas de animación cosechando grandes éxitos como la trilogía de Flaklypa, en la que ya experimentó con los personas de Solan y Eri, o las populares El bosque de Haquivaqui o Dos colegas al rescate, estrenadas en España.

En la nueva aventura, recoge el espíritu de Aukrust para llevarnos a un historia en la que el trío protagonista pretende ir a la luna medio siglo después de la primera llegada. Sivertsen mediante técnicas de stop motion y steampunk, dan vida a estos cercanos y excéntricos personajes, encabezados por Solan, un pato intrépido y valiente, junto a él, su fiel amigo y compañero Eri, un erizo demasiado prudente y acobardado, y para cerrar este terna nos encontramos con el humano con el que viven, un señor que vive en lo alto de una montaña en la que aparte de arreglar bicicletas, es un consumado inventor de todo tipo de artilugios motorizados como coches de carreras y cohetes. La película tiene una retahíla de secundarios que se mueven entre lo excéntrico y la crítica social como el recto y parsimonioso representante del gobierno, que propiciará el viaje con la financiación, la aprovechada y egocéntrica alcaldesa, los reporteros que cubren el viaje a la luna, que parecen una pareja de humoristas, el bobo y el pasota, o ese fabricante de quesos que ve en la luna una forma fácil de sacar dinero.

El relato contiene de todo, humor irónico, muy crítico con los poderes, y también, ese humor irreverente, en el que las situaciones que se van generando tienen mucho de slapstick a lo Keaton, Lewis o Sellers, creando situaciones inverosímiles pero tremendamente divertidas, en este extraño y cercano viaje a la luna, con todo ese funcionamiento del cohete, entre lo más artesano y mecánico, en el que el universo de Julio Verne es una de las grandes fuentes de inspiración. La película tiene ritmo y honestidad, no cesan de suceder situaciones que complican aún más si cabe el viaje, como inesperados tripulantes del viaje, o alguna que otra idea del representante gubernamental que tiene otros planes con la luna. La película es divertida, creativa y extraordinariamente imaginativa, conservando el espíritu productivo y creativo de grandes del género como Svankmajer, Trnka o Nick Park, creador de Wallace & Gromit, pero también muy crítica con los tejemanejes del poder y su forma de embaucar a unos aventureros inocentes como Solan, Eri y el inventor, para que ejecuten, sin saberlo, sus planes demoníacos.

En sus ochenta minutos trepidantes encontramos de todo, amistad, fraternidad, compañía, pero también, intereses, egoísmo, afán de protagonismo y una mala praxis de la utilización de los recursos personales y naturales. Un relato que nos interpela directamente a los espectadores, en cuestiones que nos atañen como la utilización de los recursos económicos por parte del gobierno, las malas prácticas de os recursos naturales, y ese afán de protagonismo y de invasión ajena para embolsar las cuentas, ajenos a las necesidades de la población. Una película que hará disfrutar a los más pequeños de la casa, y a sus padres acompañantes, porque hay para todos, donde la comedia disparatada y de tartazos se mezcla con la crítica al poder, pero haciéndolo de forma divertida y cercana, alejándose de la moralina tan añeja o el sentimentalismo de otros filmes, aquí se habla de amistad y compañerismo, de ir todos a una, ayudándose y siendo uno, creando esa empatía necesaria para vencer los obstáculos que se presenten, y sobre todo, entender al que tenemos delante, sin importarnos sus defectos o debilidades, sino abrazando todas sus virtudes y apoyándolos, creyendo en ellos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Las chicas de Amanecer Dorado, de Havard Bustnes

SECCIÓN FEMENINA.

El cine en general, y el documental en particular, es un medio eficaz y asombroso para plantearse preguntas, nunca para resolver enigmas, el creador emprende un viaje de búsqueda en los que aparecerán esos conflictos que tanto le interesan y para los que no encuentra respuesta, la película será ese vehículo propicio para adentrarse en esos enigmas, actuando de guía para adentrarse en campos de difícil acceso a los que sin ese medio sería imposible acceder. Las chicas de Amanecer Dorado nace con una pregunta: ¿Qué ha pasado en Grecia? ¿Qué ha ocurrido en un país, para que la tercera fuerza política del país sea un partido de extrema derecha? Havard Bustnes, documentalista de amplia experiencia en el documental en Noruega viajó hasta Grecia adentrándose en las entrañas de Amanecer Dorado para estudiar las raíces de una realidad triste y amarga. La película, a partir de un dispositivo naturalista y sencillo, accede a la sede del partido, las viviendas de sus seguidores y locales donde organizan sus mítines, y lo hace a través de tres mujeres, Ourania Michaloliakos (hija del fundador y líder del partido Nikolaus Michaloliakos) la madre y la esposa de otros cabecillas, en un momento donde la sección femenina ha de tomar las riendas del partido ya que su cúpula (padre, hijo y esposo) han sido encarcelada por presunta vinculación con el crimen de un rapero, a manos de algunos seguidores del partido.

Las tres mujeres emprenden la campaña electoral de 2013 y consiguen un gran respaldo en las elecciones. La cámara las filma en su intimidad, sus conversaciones y su estrategia política, todo sigue un orden pensado y establecido, aunque el cineasta le pregunta por sus vinculaciones con el nazismo y al violencia, ellas se desmarcan y siguen su guión, dentro de una inteligencia marcada, en la que cada una de ellas conoce la naturaleza y su orden en el partido. Bustnes ofrece un retrato de un partido fascista, que clama por su patria y quiere expulsar a los inmigrantes, un partido que nació en los 80 como asociación nazi y luego en los 90 se erigió como partido político que concurría a las elecciones, aunque su presencia era anecdótica, fue a partir de la devastadora crisis económica de principios del nuevo siglo, que Amanecer Dorado ha conseguido lo que es, un partido con gran respaldo por la población, una población vapuleada por el fuerte impacto del paro y demás problemas económicos que ha llevado al país a la ruina, caldo de cultivo esencial para que los partidos fascistas vendan humo y se sirvan de la desilusión de las gentes para prometerles un dorado a partir de viejas consignas nacionalistas ondeando banderas y símbolos ancestrales para devolverles ese espíritu de orgullo patrio a su favor.

Amanecer Dorado lanza a los cuatro vientos un discurso popular y democrático, para convencer a sus votantes más ingenuos, ya que acumula un sinfín de altercados violentos con la policía, los periodistas y detractores. El cineasta noruego escarba y filma todo lo que le dejan, e intenta extraerles información y que respondan a sus múltiples contradicciones, aunque no lo consigue por el propio testimonio de las implicadas, si lo consigue con su película, planteando un retrato que desde las tripas del partido, junto a material de archivo que nos ayudan a completar sus orígenes y las diferentes situaciones que han protagonizado, dejando ver su verdadera ideología racista, xenófoba y nacionalista a ultranza. Esta Sección Femenina (que recuerda a aquella de Falange que moralizó y reprimió a las mujeres durante cuarenta años de franquismo) defienden a muerte su discurso basado en el miedo del otro, en un estado falsamente democrático (que permite partidos como el suyo, por cierto) y en unas ideas políticas que han llevado al país a la ruina y a una Unión Europea basada en las leyes fascistas de mercado que empobrecen a la mayoría por el bien de unos pocos.

A través de ese discurso, populista que arenga a la parte de la población más machacada por la crisis, consiguen convencer y devolverles la ilusión perdida, aunque sea de una manera facilona e hipócrita, en el que lanzan muchas verdades (aunque esas mismas situaciones se viven o se continúan viviendo en otros países del mediterráneo como España, por ejemplo) esconden un trasfondo de odio, violencia y extremismo que ayuda a crear una división irreversible en la sociedad griega. Bustnes ha construido una película sobre la política, sus desmanes y corrupción, que en algunos instantes recuerda al cine de Ulrich Seidl y partes de su documental En el sótano, pero también, sobre el miedo de una sociedad que ya no cree en la democracia, que ha sido y sigue siendo mutilada y falseada, y esa misma sociedad, se dispone a lanzarse al abismo siguiendo las banderas de una Grecia imperial que si bien les hará sonreír y ayudar para adoctrinarlos, poco a poco, sin darse cuenta, se estarán metiendo en la boca del lobo, del que desgraciadamente, no podrán salir indemnes.

Thelma, de Joachim Trier

LAS FORMAS DEL MAL.

Una película interesante de terror que se precie, necesita un arranque sobrecogedor, algo que nos inquiete profundamente y nos deje clavados en la butaca. Thelma lo tiene. Se abre en un bosque nevado perdido por la costa oeste de Noruega, donde observamos a un cervatillo moverse a sus anchas. De repente, un hombre que se encuentra junta a su hija de seis años, a pocos metros del animal, lo apunta con su escopeta. De repente, sin ninguna razón aparente, o tal vez si, desvía su arma hacia la niña y la apunta, pero acaba bajando el arma, y la niña lo mira profundamente. Con este breve prólogo, la película ya nos deja de vuelta y media, como diría aquel, porque el cuarto trabajo de Joachim Trier (Norrebro, Noruega, 1974) después de su aventura de rodar en ingles con El amor es más fuerte que las bombas (2015) con un reparto internacional encabezado por Isabelle Huppert y Gabriel Byrne, vuelve a su Noruega e idioma natales como en sus dos primeros trabajos. Thelma es algo diferente a sus anteriores trabajos, porque se adentra en una película de género, el terror psicológico, aunque, todo hay que decirlo, sin dejar de lado el tono naturalista y ensimismado que siguen siendo sus mayores cómplices, explorando los temas que ya se planteaban en sus películas como el paso de la infancia a la edad adulta, la soledad existencial, la búsqueda de la propia identidad,  las relaciones íntimas, y la familia como epicentro emocional.

Trier vuelve a colaborar con Eskil Vogt, su guionista habitual,  para construir una película sumamente elegante y sobria, en el que seguimos a una joven, la Thelma del título, en su primer año universitario (dejando atrás su casa familiar de un ambiente rural donde ha tenido una férrea educación religiosa). La joven retraída y tímida de entrada, lentamente se irá abriendo y conocerá a Anja, una joven de la que se sentirá fuertemente atraída. Pero, el cineasta noruego nos cuenta varias líneas argumentales, por un lado, tenemos la historia de amor, que diríamos prohibida para Thelma y sus padres, luego, las convulsiones psicogenéticas que irá sufriendo la joven, y la investigación médica que se lleva a cabo para saber las causas del mal que padece la joven, y por último, las relaciones con sus padres, con ese pasado oscuro que se cierne sobre ellos, que los tiene atrapados desde la infancia de Thelma. Trier nos conduce por dos ambientes, el paisaje urbano con las aulas, bibliotecas, pasillos, vestuarios y piscina de la universidad, siendo esta última, y sobre todo, el agua, un elemento básico para la construcción de la cinta, y también, por los espacios rurales, con esa casa familiar anclada en un paraje aislado con un lago cercano, ambientes, que describen los conflictos emocionales que padece  Thelma, de unos huye, y de otros, se irá relacionando y queriendo pertenecer a ese universo nuevo y atrayente para ella, aunque debido a sus problemas mentales y de toda índole extraña, que no pude controlar, se irá retrayendo e intentando buscar soluciones a esas cosas que le ocurren.

La película avanza con ritmo cadente, sin prisas, huyendo de esos golpes de efecto tan característicos en el cine de terror convencional, introduciendo los elementos fantásticos y sobrenaturales de manera natural y sencilla, con esa luz tan mortecina y artificial obra de Jakob Ihre Fsf (cinematógrafo de todas las películas de Joachim Trier) que ayuda a la abstracción y aroma de pesadilla que sufre la protagonista y su entrono,  penetrando en el interior de sus personajes, e investigando como esos sucesos inexplicables van afectando a sus existencias, y a todo aquello que los rodea, explorando toda su complejidad y deteniéndose en todos los aspectos psicológicos que experimentan en la película los personajes. Trier elabora a fuego lento su relato, una interesante y conmovedora mezcla de drama familiar, historia de amor y thriller psicológico, tomando como referencia a autores tan dispares en primera instancia como Bergman, y sus estudios sobre la angustia y la existencia humana, o De Palma, y sus historias de terror psicológicas donde sus personajes padecían lo indeleble para superar sus males, o incluso el Giallo italiano, en sus retratos femeninos en los que sufrían males emocionales de procedencias diversas.

Trier apoya toda la trama en la apabullante y delicada interpretación de la joven casi debutante Eili Harboe, una actuación de las que dejan huella, porque compone un personaje lleno de matices y muy complicado, donde es una joven que sufre unas dolencias que acaban afectando a los demás, sin ella poder hacer nada para evitarlo, es algo así como una princesa herida en ese cuento macabro sobre nuestras pesadillas más cotidianas y en todo aquello que somos y que quizás no conocemos o aún sabiéndolo, somos incapaces de querer verlo, le acompañan Kaja Williams dando vida a Anja, la joven de la que se enamora, otra debutante, y sus padres, Henrik Rafaelsen y Dorrit Petersen (que ya estuvieron en Blind, el debut como director del guionista Eskil Vogt) aportando esa naturalidad y aplomo que requieren unos personajes que arrastran un mal del que no pueden escapar, al que tendrán que enfrentarse sin remedio. Trier sale airoso en su peculiar vuelta de tuerca, dejándose llevar por una trama de abundantes tintes psicológicos que también guarda cierto paralelismo con algunos títulos de Hitchcock, donde el maestro le fascinaban esas historias donde había personajes que experimentaban los abismos de la mente y sus infinitas contradicciones, penetrando en lo más profundo del alma sin saber que les esperaba y como salir de ese particular averno.

Entrevista a Julia Dahr

Entrevista a Julia Dahr, directora de “Gracias por la lluvia”. El encuentro tuvo lugar el jueves 1 de marzo de 2018 en la Plaza Gutenberg del Campus UPF en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a  Julia Dahr, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a Mercè, la traductora, por su amabilidad, generosidad y trabajo,  y a Ot Burgaya y Laia Aubia de El Documental del Mes, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.

Gracias por la lluvia, de Julia Dahr

EL GRANJERO CONCIENCIADO.

“Durante el resto de vuestra vida,  tenéis  que comprometeros  a que, antes de morir, dejareis un legado en forma de árboles”

Julia Dahr, una joven cineasta noruega viajó a África para hacer su primera película con el objetivo de filmar las consecuencias del cambio climático a través de los agricultores que lo sufren. Allí, y más concretamente en Kenia, se encontró con Kisilu, un granjero que trabaja la tierra, convirtiéndola en su medio de subsistencia para sus 7 hijos, su esposa y para él. Aunque, lo que hace realmente maravilloso a este hombre es que su conciencia le ha llevado a combatir el cambio climático desde la base, creando una comunidad de granjeros que trabajan entre sí, a través del cooperativismo, en acciones de conciencia que consisten en plantar árboles para favorecer la aparición de lluvias, y de esa manera parar los problemas que acarrean por estos cambios meteorológicos. Dahr enfoca su película a modo de diario apoyándose en la cotidianidad de Kisilu y su lucha diaria en la tierra, con su familia, capturando la cercanía de todo lo que ocurre, y además, sus continuos viajes para trabajar con los otros granjeros. Además, Kisilu tiene una cámara con la que registra su cotidianidad, donde escuchamos sus más íntimas reflexiones y análisis de todo este cambio.

La película filma desde la intimidad familiar y personal, todo lo que el cambio climático provoca en las entrañas de África, de los más afectados, desde las terribles sequías, o las incesantes lluvias, que provocan grandes inundaciones, desbordamientos y abnegación de las tierras echando a perder las cosechas, o más aún, el destrozo de techos, objetos  y enseres de los granjeros. Pero, Kisilu no es hombre de amilanarse, y seguirá en pie de guerra contra estos cambios devastadores, continuando con su objetivo, y hablando con los demás granjeros a que sigan en la lucha, y no abandonen su tierra y emigren a la ciudad a un mejor porvenir como han hecho tantos otros. La cineasta noruega pone el dedo en la llaga en las terribles consecuencias medioambientales que tienen las empresas poderosas sobre los más débiles, aquellos que viven de la tierra. Kisilu no solo trabaja para concienciar su entorno con nuevas formulas y estrategias para luchar contra el cambio climático, sino que, y gracias a Julia Dahr, acude como invitado a la convención internacional sobre el cambio climático que se celebra en París, para explicar su posición y su forma de lucha, aunque allí, se enfrenta a la oposición de las grandes empresas que no ceden y quieren continuar con su producción contaminante para seguir ganando indecentes cantidades de dinero.

Kisilu no lo tiene nada fácil, ya que se enfrenta al conflicto eterno, a la lucha histórica entre norte y sur, desde que el hombre es hombre, la guerra entre David y Goliat, entre aquellos capitalistas que utilizan los recursos naturales para enriquecerse, en contra de los granjeros como Kisilu que viven en consonancia con la naturaleza y los medios que va encontrando, sin dañar al medio ambiente. Dos formas, no solo de entender el trabajo, sino la vida y la posición vital de unos y otros, aunque Kisilu a pesar de los problemas, tanto del tiempo como de la avaricia del norte, y como no es hombre de ceder, consigue combatir la terrible oposición de las grandes empresas que contaminan y provocan con su producción las devastadores consecuencias del cambio climático, optando por continuar desde la base, convocando reuniones informativas, trabajando juntamente con sus colegas, y continuando con alegría, fe y compromiso, en la necesidad de plantar árboles, y trabajar juntos, no solo para su futuro trabajo que ayude a su familia a salir adelante, sino también para los otros granjeros, y su entorno.

Dahr construye una película humanista y política, un relato que filma lo más íntimo y cotidiano, que acaba adquiriendo connotaciones universales, hablándonos de la dignidad y la fuerza de los trabajadores de la tierra, de aquellos que las cifras y estadísticas nunca mencionan, pero están ahí, abriendo zanjas, plantando árboles y mirando de cara al cambio climático, y sobre todo, encontrado herramientas a su alcance para combatirlo, a pesar de la oposición del norte. Una cinta sobre la cara invisible de aquellos que sufren la avaricia y la codicia de los de siempre, de aquellos que ven en el trabajo un medio para enriquecerse aunque cueste la vida y el trabajo de otros, porque la cinta de Dahr no solo nos abre un diálogo sobre el cambio climático y cómo afecta a los granjeros de la otra parte del mundo, sino de la pérdida de conciencia social, de la fraternidad entre las personas, y la falsedad de una sociedad que permite que unos estén por encima económicamente de otros, como mencionaba Rousseau a finales del XVIII, cuando los más poderosos anteponían sus privilegios a costa de la vida miserable de los trabajadores, que solo demandaban unas condiciones dignas de trabajo y en consecuencia, de vida.

Una vida a lo grande, de Alexander Payne

LA VIDA DESDE OTRO PRISMA.

“Nos vemos al otro lado”

Habíamos visto películas donde se empequeñecían a los seres humanos en contra de su voluntad y las tremendas dificultades que generaban en sus vidas semejante tamaño reducido, siempre bajo un prisma de terror y supervivencia, como ocurría en la terrorífica Dr. Cyclops (1940) de Ernest B. Schoedsack, en la maravillosa serie B de El increíble hombre menguante (1957) de Jack Arnold, o la simpática aventura Disney de Cariño, he encogido a los niños (1989). De la mano de Alexander Payne (Omaha, Nebraska, EE.UU., 1961) descubrimos otra variante del tema, quizás más siniestra, como la reducción del tamaño como medida contra la sobreexplotación humana del planeta y así generar menos basura y sociedad, en un mundo donde unos científicos noruegos han logrado lo imposible y reducir el tamaño de los humanos a los 12 centímetros y medio, y construir sociedades a su medida en la que con sus recursos podrán vivir holgadamente y ayudar a la preservación del planeta. Payne se detiene en la vida corriente de Paul Safranek (estupendo Matt Damon) un ergoterapeuta casado con Audrey y bastante agobiado por las deudas, situación que les llevará a tomar la decisión de reducirse para empezar una nueva vida.

El cineasta estadounidense construye sus tragicomedias a partir de un viaje, tanto físico como emocional, donde sus personajes, habitantes de la América profunda, tienen vidas normales que rara vez les satisface, en comedias tristes alimentadas por una mezcla de alegría y melancolía, en el que sus individuos andan dando tumbos y buscándose constantemente a sí mismos, en las que Payne utiliza para satirizar el modelo de sociedad estadounidense, esa sociedad donde se mueven personajes como Jim McAllister, el profesor de instituto de Election (1999) que utiliza su excesivo trabajo para esconder sus frustraciones, o Warren Schmidt, el jubilado solitario y perdido de A propósito de Schmidt (2002) o el par de amigotes, el pesimista y el seductor, tan diferentes pero igual de fracasados en sus existencias de Entre copas (2004) o la Carol tan solitaria y amargada del magnífico segmento 14e arrondissement de la película colectiva París Je T’aime (2006) o la hipócrita vida de Matt King, el marido engañado de Los descendientes (2011) o el jubilado senil de Nebraska (2013).

Criaturas del universo Payne a los que hay que unir a Paul Safranek, que deseoso de cambiar de vida para huir de los agobios económicos, se ve envuelto en una situación irreversible que le lleva a sentirse vacío y solo, en un mundo no tan brillante y fantástico como creía, y deberá empezar casi de cero a mirar más hacia dentro y dejándose de sentir compasión por sí mismo. Payne junto a su habitual guionista Jim Taylor, y sus más fervientes colaboradores como Phedon Papamichael en la fotografía y Kevin Tent en el montaje, consigue construir relatos de personajes bien definidos, llenos de matices y complejidades, que interpelan directamente a los espectadores, en su acompañamiento a sus criaturas por este nuevo mundo, que desgraciadamente, acaba repitiendo los mismos errores de injusticia e insolidaridad, y en esa visagra física y emocional, se verá empujado la vida de Safranek en su nueva vida y tamaño, buscando allá donde desconocía su lugar en el mundo, y rehaciendo su existencia.

Sefranek que emprende su aventura junto a su mujer, que en el último instante se apeará de su decisión, deberá descubrirse a sí mismo y luego, conocer la realidad social de su mundo miniaturizado. En este camino de introspección le ayudará su vecino Dusan (brillante Christoph Waltz) un jeta simpático que ha generado una especie de contrabando internacional de productos de lujo, junto a su socio Konrad (interpretado por el sobrio Udo Kier) y también, se tropezara con la dura realidad con Ngoc Lan (cálida y sensible Hong Chau) una refugiada política, reducida por su gobierno como castigo y luego huida, que le enseñará la durísima realidad de los pequeños que no tienen dinero y viven de forma inhumana en un edificio junto al muro que acota este mundo de fantasía para unos, y pobreza y enfermedad para otros. Payne indaga como nadie en la naturaleza humana, en su complejidad y contradicciones, sumergiéndonos en las emociones de sus personajes, en su periplo existencial, sin olvidarse de su implacable sentido del humor, generando situaciones cálidas, divertidas y tristes.

Sefranek es uno de estos tipos del montón, que cree emprender la verdadera búsqueda de su vida al reducirse de tamaño, pero se inmiscuirá en un viaje que le hará conocerse y conocer su entorno, también los orígenes del proyecto de reducción, encontrándose con todo aquello que aparentemente ha buscado y ha querido encontrar, aunque, a veces, no siempre lo que se busca es aquello que nos hace estar felices, y sobre todo, no con aquellos que deseamos estar, resultan que son siempre la mejor compañía. Payne sumerge a sus personajes en situaciones incómodas para ellos, y para los demás que lo rodean, extrayendo lo más profundo de sus emociones, en películas que podríamos enmarcar en viajes emocionales donde hay tiempo para el drama y la comedia, y la estupenda mezcla de ambas, en un espacio fílmico  de una cotidianidad que los enfrenta a sus necesidades más personales e íntimas, en el que la magia del cine de Payne se manifiesta en lo humano, dotando sus películas-retratos-aventuras en exploraciones precisas y honestas del deambular del alma humana.

 

 

Grand Prix a la muntanya dels invents, de Ivo Caprino

cartell-a-4-jpgLA AVENTURA DE LO COTIDIANO.

“A no sé quants graus al nord, una mica cap a l’est, i més aviat amunt, hi ha Pinchcliffe. Un poblet molt petit, situat al peu d’una muntanya, sota el cel blau. Té una fàbrica de formatges que funciona amb vapor, un camping, un diari local, i el seu propi canal de tv”.

Desde tiempos atrás, se ha mencionado que los primeros cinco minutos de una película son cruciales para el desarrollo de la misma. En Grand Prix a la muntanya dels invents cumple con creces esta misiva. Se abre con una voz narradora que nos acompañará a lo largo del metraje, apuntando y explicándonos todos los pormenores, tanto físicos como emocionales, en los que se ven envueltos los protagonistas, en el pequeño pueblo de Pinchcliffe. Inmediatamente después, vemos a un señor, subido a un artilugio mecánico, se trata del reportero de televisión, que filmará todo lo que allí ocurrirá. El narrador le incita a que empiece con los títulos de crédito y éste, en un cuadro, comienza a filmar lo que se serán los créditos de apertura.

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Desde el primer momento, la película de extraordinaria imaginación, se adentra en un mundo de fantasía, lleno de magia, pero cotidiano a la vez, en que la mecánica está presente por todos lados. Nos presenta la terna de personajes implicados en el relato que nos será contado. Tenemos a Theodore Rimspoke, el anciano que vive en lo alto de un cerro y se gana la vida a trompicones reparando bicicletas, aunque su mayor afición es inventar artilugios mecánicos que utiliza en su vida diaria, le acompañan Sonny, un pájaro astuto, valiente y atrevido, y Lambert, un erizo, asustadizo y pesimista. Viven rodeados de naturaleza, y sufren la falta de dinero que les impide llevar a cabo sus proyectos de inventos, aunque este contratiempo tan importante, no les quita un ápice su optimismo desbordante y su alegría por seguir hacia adelante y centrarse en su sencilla cotidianidad llena de inusuales y divertidos aparatos mecánicos, en los que no falta la inventiva y sus momentos extraordinarios.

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El director Ivo Caprino (Oslo, Noruega, 1920-2001) hijo de marionetista, dedicó su carrera a las marionetas y al cine de animación, llevando a cabo sus obras para la publicidad y sobre todo, la televisión, aunque su obra magna fue Grand Prix a la muntanya dels invents, realizada en 1975, basada en cuentos del dibujante Kjell Aukrust, una fábula maravillosa y emocionante, con una desbordante inventiva, construida con la técnica de stop-motion, en la que trabajó junto a cuatro colaboradores durante más de tres años. La trama es bien sencilla, Rudolf, que fue aprendiz de Theodore, está cosechando una gran fama como piloto de fórmula 1 ganando carrera tras carrera, y propone, a través de la televisión, un desafío a Theodore, su antiguo maestro, pero éste no tiene dinero para construir un coche de carreras, pero la circunstancia y sobre todo, la perspicacia de Sonny lograrán el objetivo. La llegada a Pinchliffe de un jeque árabe hará posible la financiación del proyecto y el coche estará a punto para competir contra el malévolo Rudolf. Caprino nos seduce de forma honesta y sensible con su relato, los personajes excéntricos desprenden una humanidad cercana, son inteligentes y torpes, audaces y reposados, se mueven entre dudas e incertidumbres, pero contagian a través de sus grandes valores de amistad y compañerismo.

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La película recoge la larga tradición de la animación europea, en especial la surgida en Checoslovaquia (actual República Checa y Eslovaquia) con nombres tan importantes como Hermina Týrlová (1900-1993), Jirí Trnka (1912-1969) y Jan Svankmajer (1934), auténticos especialistas y pioneros de la animación y la técnica de la stop-motion, unas memorables y estilizadas maravillas visuales, basadas en su mayoría en cuentos tradicionales de su país, y realizadas con una dedicación absoluta al medio artístico, que cuentan con guiones de hierro, y una forma exquisita, llena de encuadres y planos envolventes, en las nos sumergen en mundos cotidianos donde impera lo fantástico, lo artificial y lo mágico. Una película que se disfruta con un optimismo desbordante, en la que sus 88 minutos pasan volando, llenos de fantasía y grandes emociones, con unos personajes sencillos, transparentes, que juntos emprenden una aventura de ensueño, no para demostrar a ellos ni a nadie que son los mejores en la carrera de coches (su desarrolla una alucinante maravilla del arte de la técnica de animación) sino para sentirse que forman parte de algo que les llena de alegría y sobre todo, un amor por su trabajo y el arte de inventar, en su afán que la mecánica contribuya a hacer un mundo más justo, solidario y feliz.


<p><a href=”https://vimeo.com/187629374″>GrandPrixTrailerFINAL_2</a&gt; from <a href=”https://vimeo.com/user34637086″>Pack M&agrave;gic</a> on <a href=”https://vimeo.com”>Vimeo</a&gt;.</p>

Blind, de Eskil Vogt

296006A CIEGAS

El cineasta noruego Eskil Vogt nos dejó agradables síntomas en los guiones que escribió para su compatriota Joachim Trier, en las películas Reprise (2006), y en Oslo, 31 de agosto (2011), esta última estrenada por estos lares. Ahora se enfrenta a su puesta de largo en la dirección, con esta fábula cotidiana,  fascinante, compleja  y perturbadora, que no deja indiferente a nadie, e indaga de forma ágil y contundente en las complejas relaciones del mundo moderno.

Vogt centra su relato en Ingrid, una mujer atractiva que ha perdido la vista de forma gradual, el conflicto arranca en pleno proceso de adaptación a su nueva vida a ciegas, Ingrid se niega a salir de su apartamento, no quiere abandonar un lugar donde se siente segura, donde no tropieza y conoce todos los detalles. Pero sus miedos e inseguridades están ahí, no desaparecen, desconfía de su marido, Morten, su imaginación algo enfermiza completa esos lugares oscuros y ocultos que su incapacidad le impide ver. Se pregunta si en realidad se va al trabajo, y no se queda observándola, si también, cuando están en la cama, no está chateando con su amante en vez de enviar mails de trabajo como le dice. Ingrid tiene que aceptar su nueva condición y experimentar su propia seguridad desde su interior,  y de esta manera, abrirse a ese mundo exterior que ahora se ha convertido en un poder extraño, que lentamente va desapareciendo de su mente, sus imágenes, las que tiene almacenadas, se van acabando al carecer de nuevos impulsos ópticos.

Vogt encierra a su protagonista en un solo espacio, su composición y planificación ayudan a crear un ambiente de inquietud latente que respira y vive el personaje, además la excelente luz del griego Thimios Bakatakis (fotógrafo de Canino), que consigue atrapar una luz natural que se erige creando una atmósfera entre fría y sofisticada que sobrecoge en el vacío que siente Ingrid. El realizador noruego huye del género de terror, tan recurrente en este tipo de discapacidades, su trama se vale de solo 4 personajes, que le ayudan a exponer los límites de la imaginación, de lo que somos y proyectamos, y de quiénes somos en realidad. La película se manifiesta como un espectáculo sensorial, donde el sonido juega un papel fundamental en su desarrollo, así como el lenguaje corporal, y el movimiento de los cuerpos y lo físico adquieren la sensualidad y la sexualidad que recorre todo el relato. También, se podría mirar como un estudio sobre el subconsciente, sobre el instinto, y las profundidades de nuestros miedos y anhelos secretos que siempre acaban floreciendo de manera terrible cuando nos sentimos desprotegidos y solos por algunas circunstancias terribles que nos ocurren durante el transcurso de la vida.