QUIERO SABER QUIÉN SOY.
“Mi nombre real es Priyangika Samanthie, pero cuando me adoptaron me pusieron Kine Samanthie. Mientras otros soñaban con tener el carnet de conducir a los 18, yo solo quería volver a llamarme Priyangika”.
Esta es una historia que se remonta hasta el año 1992 en Sri Lanka, cuando nació Priyangika, hija de una madre soltera de pocos recursos que se vio forzada a dar su hija en adopción. Los afortunados fueron un matrimonio noruego que ya tenía otro niño del mismo país. Con solo siete semanas de vida, la vida de Priyangika dio un vuelco en todos los sentidos, porque se convirtió en otra persona, con otro nombre, viviendo en otro país, con otros padres y otra familia. Pero pasaron los años y Priyangika volvió a Sri Lanka con la intención de reencontrarse con su madre, su familia biológica y sobre todo, investigar las causas de su proceso de adopción. la directora Emilie Beck (Fredrikstad, Noruega, 1991), formada tanto en documental como ficción, se ha labrado una filmografía centrada en los problemas sociales, políticos y culturales y en favor de los derechos de las mujeres, como hizo en When the Wind Turned (2018), una película codirigida sobre una pareja que quiere vivir alejada de todo y todos y encuentra en el viento su fuente de energía.
La historia sigue el periplo de Priyangika en su camino de volver a la tierra que la vio nacer, de reencontrarse con su identidad, con los suyos, con su madre, su tía, y sobre todo, investigar profundamente las características de su adopción, que está envuelta, como muchas de aquella época en enormes irregularidades y de un sistema que beneficiaba a los países enriquecidos a costa del empobrecimiento de los países asiáticos como Sri Lanka. Un viaje íntimo y sincero en el que la joven descubrirá su pasado, su país y sus gentes, y además, destapa un sistema completamente corrupto, tanto el de Sri Lanka como Noruega y muchos más otros, que se beneficiarán de la necesidad de unos y el deseo de otros. La cineasta noruega va al grano, su película es todo un estupendo ejercicio de síntesis y concisión, porque tiene una duración muy breve, apenas llega a los sesenta y siete minutos de metraje, en el que lo cuenta todo, o podríamos decir, que cuenta todo lo que necesita, cuenta un proceso muy personal de alguien que no sabe quién es, y sobre todo, se descubre a sí misma en este viaje, que es a su vez físico y emocional, un viaje que necesita para saber, para conocer y conocerse y también, para reflejarse en el país que apenas conoce, en los suyos, y las circunstancias que llevaron a su madre a entregarla en adopción.
Estamos ante una película con momentos duros, de esos que encogen el alma, como el conmovedor testimonio de su madre y la intensa conversación que mantienen frente al mar, y no menos, aquella otra que la protagonista tiene con su tía, donde se dice tan poco y se explica muchísimo, porque casi siempre las palabras explican cosas, pero las importantes, las que se sienten en el alma, no, donde hay que explicar sentimientos profundos, ocultos y difíciles de compartir. Un lugar llamado casa (No Place Like Home, en el original), es una historia que combina el dolor y la tristeza con la alegría y la esperanza, porque la historia de Priyangika Samanthie no es solo su historia, sino que es la historia de decenas de miles de niños y niñas que fueron adoptados de forma ilegal durante tantos años, sometidos a una relaciones entre el país enriquecido que necesita hijos e hijas, y el país empobrecido que necesita dinero y sobre todo, darles otra vida, mejor y más segura, para unos niños y niñas nacidos de la miseria, la injusticia y la explotación, en el fondo, otra forma de colonialismo subyacente que se sigue alimentando porque a los blancos les sigue interesando. En fin, la misma cosa de siempre, donde unos se aprovechan de otros, donde la justicia social es un espejismo, donde la democracia la impone quién tiene más y sobre todo, tiene más porque lo ha ganado de forma ilícita.
Priyangika Samanthie conocerá su identidad, podrá compartir con los suyos y se topará con muchos enigmas, con mucha burocracia enmarañada y pasotismo por parte de las autoridades de Sri Lanka, pero dejará de sentirse en ese limbo donde no pertenecía a un país ni al otro, ahora sabe quién es, de dónde viene y algo de su adopción que ya es mucho, porque la mayoría de personas que han vivido un proceso de adopción de aquellos años, nunca sabrá nada porque la documentación existente es falsa. Resulta muy interesante y revelador la conversación que la protagonista tiene con sus padres adoptivos, donde ellos se sienten libres de cualquier responsabilidad y se aprovecharon de unas circunstancias que les favorecían. Un lugar llamado casa no habla del espacio físico, sino de la importancia capital de lo emocional, de sentir, de ser y de estar bien con quién eres, de tu procedencia, de dejar el rencor, el miedo y el dolor y abrazar la vida, la madre, los parientes y estar en paz consigo misma, porque hay cosas en la vida que no dependen de uno o una, pero lo que depende de uno, esas, las que más nos importan y nos hacen estar bien con nosotros mismos, esas son las que debemos buscarlas y reencontrarnos con ellas y tenerlas en paz. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA