Entrevista a Lilja Ingolfsdottir

Entrevista a Lila Ingolfsdottir, directora de la película «Adorable», en el marco del BCN Film Festival, en el Hotel Casa Fuster en Barcelona, el miércoles 30 de abril de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Lila Ingolfsdottir, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Miguel de Ribot de Comunicación de A Contracorriente Films, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Kari Anne Moe

Entrevista a Kari Anne Moe, directora de la película «Mina y la radio de los presos», en el marco de El Documental del Mes, iniciativa de DocsBarcelona, en la terraza del Hotel Casa Gràcia en Barcelona, el martes 4 de febrero de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Kari Anne Moe, por su tiempo, sabiduría, generosidad, a Sam Wallis, por su gran labor como intérprete, y a Carla Font de Comunicación de El Documental del Mes, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Mina y la radio de los presos, de Kari Anne Moe

LA MUJER INCONFORMISTA. 

“Hay que dar bastante guerra. Con los perros rabiosos nadie se atreve, en cambio a los mansos los patean. Hay que pelear siempre”. 

Isabel Allende

En tiempos actuales donde la masificación audiovisual nos ciega y nos aparta del tiempo de reflexión, es de agradecer que todavía existan pequeños espacios de luz. Películas que no sigan la corriente imperante por las televisiones, y se aventuran a explicar temas que los poderes invisibilizan y prejuzgan a diario. El trabajo de la directora y productora Kari Anne Moe (Sandefjord, Noruega, 1976), es un cine a contracorriente que investiga conflictos sociales como la educación en Bravehearts (2012), sobre cuatro estudiantes juveniles y activistas enfrentados a la masacre de Utoya, en la que murieron 69 jóvenes, y en Rebels (2015), sobre cuatro jóvenes que han dejado el instituto, y ahora nos llega Mina y la radio de los presos, sobre la vida de Mina Hadjian, una periodista iraní-noruega que tenía un programa de radio muy popular y contestatario del que fue despedida por presiones y más tarde, ha creado el podcast “Radio Bandit”, en el que habla con presos profundizando en sus vidas, circunstancias e ilusiones.  

La cineasta noruega construye una película incómoda, en la que sitúa frente a la cámara la cotidianidad de Mina y la estrecha relación que tiene con sus colaboradores. Tenemos a varios presos como un musulmán convertido que era adicto a las drogas, un transgénero y Rune, un inadaptado que ha crecido en ambientes de violencia y ahora lucha contra la injusticia, incluso en la guerra de Ucrania. Tres almas que iremos conociendo a través de Mina y su espacio de radio, donde nos dan cuatro hostias de realidad y se investiga y analiza la realidad de las prisiones en Noruega, y su falta de humanidad en la rehabilitación de los presos. La película pone voz y alma a unas personas completamente estigmatizadas por un sistema demasiado racional y poco empático ante las situaciones de muchos jóvenes sin futuro y que han crecido en ambientes muy desfavorables. La película huye del panfleto y consigue eliminar bastantes prejuicios y convencionalismos que arrastran muchos de estos jóvenes. Una cinta construida a través de la intimidad y la transparencia de los personajes, donde hay muchos altibajos emocionales, enfrentados a sus luchas internas y sociales, amén de la propia Mina que no ceja de trabajar por construirles un futuro emocional diferente.

La película de Kari Anne Moe es crítica contra el sistema fallido y deshumanizado basado en el castigo para los individuos, pero lo hace desde el conocimiento situándonos en el centro de la cuestión, conociendo y escuchando las diferentes realidades de los presos en cuestión, con una cámara que huye de lo convencional y la superficialidad para adentrarse en las profundidades, donde todo se construye desde la naturalidad, construyendo un espacio íntimo y cercanísimo en el que Mina y sus colaboradores se erigen como vehículo perfecto para conocer sus vidas y sus pasados y sus posibles futuros. Es una película sobre el encuentro y el diálogo, también de la escucha, a través de su sencillez y honestidad en el que responde con hechos y realidades a las leyes prejuiciosas y clasistas de la élite política que no soluciona problemas sino que los hace más grandes, debido a una vagancia consumada en que no investiga los diferentes casos y circunstancias. La película recupera parte del cine político que nos deslumbró en los sesenta y setenta en que se hacía política a través de un cine inconformista y crítico que buscaba realidades invisibilizadas y les daba una visibilidad que no correspondía con las falsedades que lanzaban los medios oficiales. 

No deberían dejar pasar una historia como la de Mina y la radio de los presos, de Kari Anne Moe, porque seguramente no conocen su trabajo y sólo por eso debería ser suficiente para acercarse a su propuesta de podcast, en una actualidad donde hay propuestas de todo tipo y tan prescindibles la mayoría, que optan al entretenimiento sin sustancia. El trabajo de Mina es de verdad, porque ella es una activista que lucha encarnizadamente por sacar de los pozos del olvido a personas de carne y hueso que tienen una vida, unas ilusiones y proyectos como todos y todas. Debemos agradecer a la iniciativa de DocsBarcelona y su trabajo de comunicación con la propuesta de El Documental del Mes, porque no sólo acercan un cine totalmente invisibilizado por los poderes, que aquí tiene no sólo su espacio sino una forma de resistencia y fuerza como la cineasta Kari Anne Moe que sigue en la trinchera haciendo cine y promoviendo reflexiones de lo que nos rodea y por desgracia, ni vemos ni mucho menos conocemos, porque si lo hacemos nos daremos cuenta de todo lo que no sabemos y sobre todo, lo que damos por hecho y lo que nos influyen las ideas oficiales construidas desde el desconocimiento. Así que, sigan investigando y encontrarán y de esa manera, podremos conocer la realidad de forma honesta e íntima. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

The Arctic Convoy, de Henrik M. Dahlsbakken

OCÉANO ÁRTICO, 1942.   

“Aprendí que el coraje no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El valiente no es el que no siente miedo, sino el que vence ese temor”.

Nelson Mandela  

Si recuerdan la trama de Dunkerque (2017), de Christopher Nolan, situada en junio de 1940, en la que ante el poderoso avance del ejército nazi, más de 300000 soldados aliados, entre británicos y franceses, se veían rodeados sin escapatoria. Debido al dantesco panorama, el gobierno inglés hizo un llamamiento y cerca de 800 embarcaciones civiles acudieron al rescate y lograron sacar de las playas de Dunkerke a los soldados. Una hazaña que marcó un antes y después en el devenir de la guerra. Poco se ha contado de la participación ciudadana en la Segunda Guerra Mundial en el mar, y la película de Nolan es una buena muestra. También lo es la cinta de The Arctic Convoy (“Convoi”, en el original), de Henrik M. Dahlsbakken (Hamar, Noruega, 1989), en la que nos sitúa a bordo de un carguero que ha salido de Islandia con destino a Nurmansk y Arkhangelsk cargado de suministro bélico para el ejército soviético ante el arrollador avance nazi en el verano del 42. La cosa parece ir bien, escoltado por buques de guerra, pero las circunstancias hacen que deban seguir solos. 

A partir de un guion firmado por Lars Gumestad y Harald Rosenlow Eeg y Christian Siebenherz, que también actú como coeditor, que tienen en su haber libretos como Traicionados y El mar del norte, entre otras, nos colocan a bordo del carguero donde se desarrolla toda la trama, con dos pilares antagonistas. Tenemos a Skar, el capitán, un zorro marino que parece muy valiente y decidido en su cometido, frente a Mork, que lleva un par de años como marino, que tiene otra idea, más cautelosa ante las dificultades. Dos caracteres muy diferentes a bordo, en una cinta en la se impone un espléndido thriller psicológico de gran tensión y detalle, afinando mucho en las diferentes personalidades de la tripulación, como la telegrafista, de carácter frente a un espacio masculinizado, y los jóvenes, cada uno con sus procedencias y sentimientos. Tenemos la espléndida factura artística y técnica que suelen mostrar las producciones escandinavas, empezando por la dirección del mencionado Dahlsbakken, un realizador todoterreno que ha tocado todos los géneros, aunque más cómodo en el drama y el thriller, como demuestra en The Arctic Convoy, una buena muestra de cine donde encontramos drama, thriller, bélico y sobre todo, humanismo y muy personal. 

El director noruego se ha vuelto a rodear de sus cómplices más estrechos como el cinematógrafo Oskar Dahlsbakken, que le ha acompañado en toda su filmografía, con una estupenda y detallista luz, a medio camino entre la tiniebla y la densidad, creando esa atmósfera de inquietud que rodea a toda la película, como el preciso y rítmico montaje que firman el citado Siebenherz, junto a Elise Solberg y Kalle Doniselli Gulbrandsen, que mantiene con eficacia toda la tensión y el enfrentamiento entre los diferentes personajes y roles que se escenifican en las situaciones más duras. La excelente música de un experimentado compositor como Johannes Ringen, dando ese toque de tensión in crescendo y esa atmósfera turbia y densa. El gran plantel de intérpretes de la película consigue unas composiciones muy creíbles y de gran complejidad, donde asistimos a montañas rusas constantes donde los roles y las actitudes van mutando según avanzan los sucesos tan difíciles. Tenemos a Anders Baasmo como el capitán, que hemos visto a las órdenes de Nils Gaup, en La decisión del Rey, de Erik Poppe, a su lado, o frente a él, Tobias Santelman, el segundo de a bordo, protagonista de la serie Darkness, Heidi Ruud Ellingsen, la citada telegrafista tan fuerte como vulnerable, como todos sus colegas masculinos, y luego todo un ramillete de intérpretes que componen personajes complejos y naturales, como Jon Ranes, Adam Lundgren, Tord Kinge, Preben Hodneland, Jakob Fort y Olav Vaastad, entre otros. 

Des obra es conocida la tremenda popularidad que tienen las series escandinavas por nuestras plataformas, no es así con su producción cinematográfica, que cae por aquí a cuenta gotas, así que, que podamos disfrutar de una película como The Arctic Convoy, de producción noruega, no sólo resulta una gran satisfacción sino que, además, estamos ante una película bien construida, que recoge una parte desconocida para un servidor, de tantas historias de la fatídica Segunda Guerra Mundial. Estamos ante una de ellas, disfrutemosla y sobre todo, admiremos su arrojo y valentía, y el buen hacer, tanto artística como técnicamente, por su tono y relato que huye del manido heroísmo, o quizás podríamos decir, de la falsedad que acompaña al héroe, y toda la propaganda que se ha vendido, para construir un magnífico relato sobre el coraje, la valentía y todos esos héroes anónimos, héroes de verdad, los de carne y hueso, los que tienen miedo, y aún así, lo hacen, donde vemos a un grupo de personas enfrentadas a mil obstáculos que les pueden costar la vida, y a pesar de eso, o en contra de eso, se lanzan a hacerlo, no por heroísmo ni nada de eso, sino por ayudar a los otros, en un acto que nada tiene que ver con ser valiente, sino con un acto de humanidad, de ayudar al que lo necesita, en un acto de locura, sí, pero también, de humanidad que, en aquellos momentos, era más importante que cualquier otra cosa, incluso que la propia vida. La película de un suceso rescatado para el cine, cuántos habrán quedado en el olvido, por eso está muy bien reivindicar a estos civiles, por lo que hicieron y por lo que eran, a ellos y a los otros, y a todos que ayudaron con lo que tenían. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Más que nunca, de Emily Atef

QUÉ HACER CUANDO TE ESTÁS MURIENDO.

“Los vivos no pueden entender a los moribundos”.

No es la primera vez que la muerte está presente en el cine de Emily Atef (Berlín, Alemania Occidental, 1973), ya que la ha tratado en un par de sus películas. En Mátame (2012), en la que una adolescente, hastiada y desilusionada por la vida, le pide a un preso fugado que acabe con su vida, porque ella no se atreve a suicidarse. En 3 días en Quiberón (2018), se centraba en la actriz Romy Schneider que vive en una clínica de rehabilitación donde se recupera de sus adicciones y depresiones. Aunque es con esta última, que Más que nunca tiene sus conexiones, ya que ambas nos hablan de dos mujeres que deciden alejarse para encontrarse consigo mismas y aclarar sus existencias. Si en la citada, la cosa iba sobre una actriz a la deriva, ahora la situación la protagoniza Hélène, una mujer, también a la deriva, que no puede trabajar porque está enferma, una de esas dolencias raras que se llama “Fibrosis pulmonar idiopática”, que afecta a la respiración de forma severa. La enferma vive con su marido, Mathieu, en Burdeos, un lugar que para Hélène se ha convertido en una prisión, porque nadie la entiende, y la ciudad es una losa que le impide respirar y vivir. El descubrimiento de un blog escrito por otro moribundo, despertará en la mujer los deseos de salir de su espacio y viajar a Noruega, con el fin de descubrirse y perderse en la inmensidad de la naturaleza nórdica. 

La directora franco-iraní, que escribe el guion junto al alemán Lars Hubrich, del que conocemos sus trabajos para Fatih Akin en Goodbye, Berlín (2016), y Marcus Lenz en Rival (2020), nos sumerge en un relato extremadamente sobrio, con apenas tres personajes, donde abundan las miradas y los silencios, en una historia dividida en dos partes muy bien diferenciadas. En una, estamos en la mencionada Burdeos, una ciudad que apenas vemos, un lugar extraño y ajeno para la protagonista, un espacio filmado en planos cerrados y cortos, donde prevalece el diálogo y la sensación de miedo y dolor. En la segunda mitad, nos trasladamos a Noruega con Hélène, lo urbano deja paso a la inmensidad de la naturaleza, con esos planos largos y muy abiertos, donde vemos la diminutez humana comparada con el paisaje desbordante, rodeados de un lugar inhóspito por su luz, porque en verano no anochece, una hostilidad el inicio que dejará paso a un nuevo nacimiento para la enferma, que volverá a sentir las cosas, su cuerpo, su ser y sobre todo, su humildad y pequeñez ante la grandeza e inmensidad del paisaje de los fiordos. Allí, volverá a nacer, volverá a convertirse en alguien, esa persona que la enfermedad había anulado, allí, junto a Mister, o Bent, que la dejará en paz, con esas conversaciones donde Hélène encontrará a alguien que no la juzga, que no la trata como una inútil, y sobre todo, a alguien que la entiende sin imponer ni expresar nada, muy diferente que Mathieu. 

Atef construye una película minimalista, muy cercana, con un pequeño conflicto o muy grande, como cada espectador quiera ver o sentir, sin estridencias ni artificios innecesarios, contada de forma tranquila y reposada, como las historias grandes, donde las emociones se pueden sentir de verdad, cada gesto y cada tos, donde podemos escuchar el más leve sonido, incluso los silencios, donde hay vida, y también, muerte, donde lo humano se manifiesta y se hace cercano. Una cuidada, bellísima e hipnótica, que no redundante, cinematografía de uno de los grandes del cine francés como Yves Cape, que tiene en su haber películas con Alain Berliner, Bruno Dumont, Patrice Chéreau, Claire Denis, Gianni Amelio, Leos Carax, Michel Franco y Bertrand Bonello, entre muchos otros. El gran trabajo de montaje por el tándem Sandie Bompar, que ha estado en la reciente Fuego, de Claire Denis, y Hansjörg WeiBbrich, que montó 3 días en Quiberón, y películas de Aleksandr Sokurov, Bille August y Hans-Christian Schmid, entre otros. La excelente música del debutante Jon Balke, añade esa sutileza e intimidad que tanto pide una película de tema devastador, pero nunca regodearse en la tragedia ni sobre todo, que nunca cae en la estupidez ni en la sensiblería. 

Ya hemos comentado los tres únicos personajes que habitan la película. Tenemos al actor noruego Bjorn Floberg, que ha trabajado indistintamente en las cinematografías de su país y danesa, con nombres reconocibles como los de Erik Gustavson, Nils Gaup y Ole Bornedal, y más. Un personaje de la segunda parte de la historia, ese Mister/Bent, una especie de ángel de la guarda, o mejor dicho, alguien igual que ella, alguien moribundo que no sólo ha alejado ese positivismo estúpido que viene de los vivos, sino que se ha aislado y sobre todo, ha conectado mucho consigo mismo, una experiencia que tambiéne está viviendo Hélène, por eso se entienden casi sin palabras, porque no buscan respuestas ni tampoco falsas esperanzas, están conectándose con la vida sin falsos moralismos, y aceptando su muerte. Luego, tenemos al matrimonio de Gaspard y Hélène, él, que está sano, sigue a lo suyo, esperanzado, positivo y más cosas, muy de los vivos, que hace espléndidamente Gaspard Ulliel, al que va dedicada la película, porque cuando la películas estaba en proceso de posproducción, murió trágicamente mientras esquiaba. Su personaje Mathieu también hará su particular viaje, un proceso que es muy duro, pero inevitable y la más sincera y profunda prueba de amor. 

Frente a él, tenemos a Vicky Krieps, la actriz luxemburguesa, que descubrimos en Hilo invisible (2017), de Paul Thomas Anderson, y alucinamos cada vez que la vemos en la pantalla, porque es una actriz a la altura de la Davis, la Hepburn, la Streep, la Blanchett, y no exageró en absoluto, porque su mirada, su forma de moverse, su silencio, esa forma de bañarse en las aguas frías, y su paseos, y su tranquilidad, y sus ataques, sólo consiguen que nos creamos todo lo que hace en esta delicada y sincera película, porque Krieps hace y deshace a su antojo, y construye una Hélène en su trance más difícil porque debe conectarse consigo misma y con su enfermedad, y con el paisaje noruego, sólo para estar con ella, para sentir con ella, para liberarse de todos y todo, y sobre todo, para sentirse libre y flotando, como en algún que otro momento experimenta en los fiordos, y decidir su vida o lo que le quede de ella, y aún más, decidir como será el final de su vida, como será su despedida, sin tristezas ni agobios, sino en paz con ella misma y nada más, porque la vida es eso, ese período finito en el que todos y todas nos veremos en algún momento de nuestras vidas, y en ese proceso encontrarnos y encontrar nuestro lugar, sea aquí, allá o dónde sea, pero en libertad, con respeto, dignidad y amor. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Sick of Myself, de Kristoffer Borgli

GANAR O MORIR. 

“Solemos amarnos a nosotros mismos en el otro, pero no al otro por sí mismo”.

Valérie Tasso

Cuenta la historia que había una joven llamada Signe que trabajaba en una cafetería en uno de esos veranos en Oslo (Noruega). Signe vivía con su chico Thomas, un artista contemporáneo que empieza a llamar la atención en el universo del arte. Hecho que destroza a Signe, que ve como su posición en la relación está pasando a un segundo plano. Pero la joven no se quedará quieta y emprende un diabólico plan para volver a ser el centro de atención. Se tomará unas pastillas prohibidas que le desfiguran el rostro y ahí empezará su protagonismo, pero también su más terrible pesadilla. El director Kirstoffer Borgli (Noruega, 1985), ha destacado con sus cortometrajes que ha presentado en festivales tan prestigiosos como el de Sundance, SXSW, IDFA y CPH:DOX, entre otros. Con Sick of Myself entra en el mundo del largometraje por la puerta grande, planteándonos una fábula muy de nuestro tiempo, porque habla directamente de relaciones superficiales, basadas en la estúpida competitividad, la sobreexposición en las redes sociales, y sobre todo, de salud mental. 

La película coge a un personaje como Signe, un alma perdida y a la deriva cuando su pareja empieza a ser el protagonista gracias por su trabajo, y la joven, en una especie de proceso a lo Doctor Jekyll se convierte en un Mister Hyde, alguien que se convierte en el protagonista, en ese “Yo” supremo al que todos adoran, pero para conseguir eso se mete pastillas adulteradas que destrozan su rostro, llenándolo de cicatrices y heridas. Aunque el tema podría dar a una película muy oscura y enfermiza, que lo es, en su aspecto no cae en estereotipos y se aleja completamente de la película convencional de terror o vete tú a saber qué, porque la película está cortada como si fuese una comedia negrísima con una luz brillante y ese calor nórdico de la ciudad de Oslo, una comedia que pasa sin complejos y sin ningún tipo de titubeos por el realismo social, la sátira, la parábola, lo cómico, lo absurdo y la tragedia, haciendo hincapié en ese otro lado del espejo de la comedia romántica, tan vapuleada y chapucera en estos tiempos, construyendo una comedia no romántica, o mejor dicho, un romanticismo real, pegado a la vida, y no esas fantasías de Barbie y Ken en lo que ha degenerado un género que dió grandes títulos. 

Borgli ha contado con la producción de Oslo Pictures, los responsables de películas tan importantes como Hope (2021), de Maria Sodahl, y la premiada La peor persona del mundo (2022), de Joachim Trier, un magnífico trabajo de cinematografía que firma Benjamin Loeb, del que hemos visto películas como Mandy (2018), de Panos Cosmatos, y Fragmentos de una mujer (2020), de Kornél Mundruczó, donde brilla el 35 mm que le da un toque muy especial a todo lo que se cuenta, con esa luz tan cercana y a la vez, tan alejada, siguiendo los estados de ánimo tan complejos y convulsos de la protagonista. Una música que combina los temas technos del momento con composiciones clásicas, siguiendo la personalidad oscura y aparentemente dolida de Signe. Un gran montaje que firma el propio director Kristoffer Borgli, que condensa y dota de un feroz y pausado ritmo en sus tensos y concisos noventa y cinco minutos de metraje. También cabe destacar el estupendo trabajo de todos los intérpretes de la película, cabe mencionar la breve aparición de Anders Danielsen Lie, el querido protagonista de grandes títulos como Oslo, 31 de agosto y la mencionada La peor persona del mundo, ambas de Trier, y la reciente La isla de Bergman, de Mia Hansen-Love, entre otras, el artista visual Erik Saether en el papel de Thomas, ese artista enamorado de Signe, con la que mantiene una relación de destrucción, desdén, y ego terribles, lo que ahora se llama una relación tóxica, y que siempre ha sido una relación de mierda. 

Y finalmente, tenemos a Kristine Kujath Thorp, que la recordemos en la brillante y reciente Ninjababy, de Yngvild Sve Flikke, donde daba vida a Rakel, que se metía en un lío de narices por un embarazo accidental. Ahora,   se mete en la piel, y nunca mejor dicho, de la trastornada Signe, una mujer que hará lo que sea para conseguir ser el centro de todos y todo, una mujer que compite con ella misma y con los demás de forma enfermiza, haciéndose y haciendo daño, provocándose dolor y llevando hasta las últimas consecuencias su maldito ego. Viendo Sick of Myself nos acordamos de novelas como El retrato de Dorian Grey, de Oscar Wilde, y películas como Los ojos sin rostro (1960), de Georges Franju, por esas prótesis alucinantes y oscurisimas que ocultan el deformado rostro de la protagonista, en este peculiar e interesantísimo cruce de comedia no romántica, cuento de terror clásico, en el que no hay sustos, pero sí inquietud y sobre todo, locura, esa que te hiela la sangre, la que sacude la conciencia, la que transporta a otro estado, la que roba la identidad y te convierte en un monstruo despiadado en todos los sentidos, en aquellos que dañan a los demás, pero sobre todo, a uno mismo. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Un lugar llamado casa, de Emilie Beck

QUIERO SABER QUIÉN SOY.  

“Mi nombre real es Priyangika Samanthie, pero cuando me adoptaron me pusieron Kine Samanthie. Mientras otros soñaban con tener el carnet de conducir a los 18, yo solo quería volver a llamarme Priyangika”.

Esta es una historia que se remonta hasta el año 1992 en Sri Lanka, cuando nació Priyangika, hija de una madre soltera de pocos recursos que se vio forzada a dar su hija en adopción. Los afortunados fueron un matrimonio noruego que ya tenía otro niño del mismo país. Con solo siete semanas de vida, la vida de Priyangika dio un vuelco en todos los sentidos, porque se convirtió en otra persona, con otro nombre, viviendo en otro país, con otros padres y otra familia. Pero pasaron los años y Priyangika volvió a Sri Lanka con la intención de reencontrarse con su madre, su familia biológica y sobre todo, investigar las causas de su proceso de adopción. la directora Emilie Beck (Fredrikstad, Noruega, 1991), formada tanto en documental como ficción, se ha labrado una filmografía centrada en los problemas sociales, políticos y culturales y en favor de los derechos de las mujeres, como hizo en When the Wind Turned (2018), una película codirigida sobre una pareja que quiere vivir alejada de todo y todos y encuentra en el viento su fuente de energía. 

La historia sigue el periplo de Priyangika en su camino de volver a la tierra que la vio nacer, de reencontrarse con su identidad, con los suyos, con su madre, su tía, y sobre todo, investigar profundamente las características de su adopción, que está envuelta, como muchas de aquella época en enormes irregularidades y de un sistema que beneficiaba a los países enriquecidos a costa del empobrecimiento de los países asiáticos como Sri Lanka. Un viaje íntimo y sincero en el que la joven descubrirá su pasado, su país y sus gentes, y además, destapa un sistema completamente corrupto, tanto el de Sri Lanka como Noruega y muchos más otros, que se beneficiarán de la necesidad de unos y el deseo de otros. La cineasta noruega va al grano, su película es todo un estupendo ejercicio de síntesis y concisión, porque tiene una duración muy breve, apenas llega a los sesenta y siete minutos de metraje, en el que lo cuenta todo, o podríamos decir, que cuenta todo lo que necesita, cuenta un proceso muy personal de alguien que no sabe quién es, y sobre todo, se descubre a sí misma en este viaje, que es a su vez físico y emocional, un viaje que necesita para saber, para conocer y conocerse y también, para reflejarse en el país que apenas conoce, en los suyos, y las circunstancias que llevaron a su madre a entregarla en adopción.

Estamos ante una película con momentos duros, de esos que encogen el alma, como el conmovedor testimonio de su madre y la intensa conversación que mantienen frente al mar, y no menos, aquella otra que la protagonista tiene con su tía, donde se dice tan poco y se explica muchísimo, porque casi siempre las palabras explican cosas, pero las importantes, las que se sienten en el alma, no, donde hay que explicar sentimientos profundos, ocultos y difíciles de compartir. Un lugar llamado casa (No Place Like Home, en el original), es una historia que combina el dolor y la tristeza con la alegría y la esperanza, porque la historia de Priyangika Samanthie no es solo su historia, sino que es la historia de decenas de miles de niños y niñas que fueron adoptados de forma ilegal durante tantos años, sometidos a una relaciones entre el país enriquecido que necesita hijos e hijas, y el país empobrecido que necesita dinero y sobre todo, darles otra vida, mejor y más segura, para unos niños y niñas nacidos de la miseria, la injusticia y la explotación, en el fondo, otra forma de colonialismo subyacente que se sigue alimentando porque a los blancos les sigue interesando. En fin, la misma cosa de siempre, donde unos se aprovechan de otros, donde la justicia social es un espejismo, donde la democracia la impone quién tiene más y sobre todo, tiene más porque lo ha ganado de forma ilícita. 

Priyangika Samanthie conocerá su identidad, podrá compartir con los suyos y se topará con muchos enigmas, con mucha burocracia enmarañada y pasotismo por parte de las autoridades de Sri Lanka, pero dejará de sentirse en ese limbo donde no pertenecía a un país ni al otro, ahora sabe quién es, de dónde viene y algo de su adopción que ya es mucho, porque la mayoría de personas que han vivido un proceso de adopción de aquellos años, nunca sabrá nada porque la documentación existente es falsa. Resulta muy interesante y revelador la conversación que la protagonista tiene con sus padres adoptivos, donde ellos se sienten libres de cualquier responsabilidad y se aprovecharon de unas circunstancias que les favorecían. Un lugar llamado casa no habla del espacio físico, sino de la importancia capital de lo emocional, de sentir, de ser y de estar bien con quién eres, de tu procedencia, de dejar el rencor, el miedo y el dolor y abrazar la vida, la madre, los parientes y estar en paz consigo misma, porque hay cosas en la vida que no dependen de uno o una, pero lo que depende de uno, esas, las que más nos importan y nos hacen estar bien con nosotros mismos, esas son las que debemos buscarlas y reencontrarnos con ellas  y tenerlas en paz. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Solan & Eri, misión a la luna, de Ramus A. Sivertsen

EL ESPACIO Y MÁS ALLÁ. 

Solan y Eri nacieron alrededor de los años cincuenta en el diario Mannskapsavisa de la mano del dibujante y caricaturista Kjell Aukrust (1920-2002). Pronto las historias del pato Solan y el erizo Eri, junto con su humano creativo e inventor, se convirtieron en muy populares entre la audiencia finlandesa, pasando a libros y otro tipo de publicaciones. En 1975 el director Ivo Caprino ya llevó una de sus historias a la gran pantalla con Grand Prix en la montaña de los inventos, que distribuyó Pack Màgic, en la que el peculiar trío se enfrascaban en la construcción de un coche de carreras para participar en una carrera en su pueblo de Flaklypa. En Solan & Eri, misión a la luna, se basa en los personajes creados por Aukrust pero con la variedad que la historia nace de la imaginación de Ramus A. Sivertsen (Inderoy, Noruega, 1972) director y animador que lleva desde el año 2008 haciendo películas de animación cosechando grandes éxitos como la trilogía de Flaklypa, en la que ya experimentó con los personas de Solan y Eri, o las populares El bosque de Haquivaqui o Dos colegas al rescate, estrenadas en España.

En la nueva aventura, recoge el espíritu de Aukrust para llevarnos a un historia en la que el trío protagonista pretende ir a la luna medio siglo después de la primera llegada. Sivertsen mediante técnicas de stop motion y steampunk, dan vida a estos cercanos y excéntricos personajes, encabezados por Solan, un pato intrépido y valiente, junto a él, su fiel amigo y compañero Eri, un erizo demasiado prudente y acobardado, y para cerrar este terna nos encontramos con el humano con el que viven, un señor que vive en lo alto de una montaña en la que aparte de arreglar bicicletas, es un consumado inventor de todo tipo de artilugios motorizados como coches de carreras y cohetes. La película tiene una retahíla de secundarios que se mueven entre lo excéntrico y la crítica social como el recto y parsimonioso representante del gobierno, que propiciará el viaje con la financiación, la aprovechada y egocéntrica alcaldesa, los reporteros que cubren el viaje a la luna, que parecen una pareja de humoristas, el bobo y el pasota, o ese fabricante de quesos que ve en la luna una forma fácil de sacar dinero.

El relato contiene de todo, humor irónico, muy crítico con los poderes, y también, ese humor irreverente, en el que las situaciones que se van generando tienen mucho de slapstick a lo Keaton, Lewis o Sellers, creando situaciones inverosímiles pero tremendamente divertidas, en este extraño y cercano viaje a la luna, con todo ese funcionamiento del cohete, entre lo más artesano y mecánico, en el que el universo de Julio Verne es una de las grandes fuentes de inspiración. La película tiene ritmo y honestidad, no cesan de suceder situaciones que complican aún más si cabe el viaje, como inesperados tripulantes del viaje, o alguna que otra idea del representante gubernamental que tiene otros planes con la luna. La película es divertida, creativa y extraordinariamente imaginativa, conservando el espíritu productivo y creativo de grandes del género como Svankmajer, Trnka o Nick Park, creador de Wallace & Gromit, pero también muy crítica con los tejemanejes del poder y su forma de embaucar a unos aventureros inocentes como Solan, Eri y el inventor, para que ejecuten, sin saberlo, sus planes demoníacos.

En sus ochenta minutos trepidantes encontramos de todo, amistad, fraternidad, compañía, pero también, intereses, egoísmo, afán de protagonismo y una mala praxis de la utilización de los recursos personales y naturales. Un relato que nos interpela directamente a los espectadores, en cuestiones que nos atañen como la utilización de los recursos económicos por parte del gobierno, las malas prácticas de os recursos naturales, y ese afán de protagonismo y de invasión ajena para embolsar las cuentas, ajenos a las necesidades de la población. Una película que hará disfrutar a los más pequeños de la casa, y a sus padres acompañantes, porque hay para todos, donde la comedia disparatada y de tartazos se mezcla con la crítica al poder, pero haciéndolo de forma divertida y cercana, alejándose de la moralina tan añeja o el sentimentalismo de otros filmes, aquí se habla de amistad y compañerismo, de ir todos a una, ayudándose y siendo uno, creando esa empatía necesaria para vencer los obstáculos que se presenten, y sobre todo, entender al que tenemos delante, sin importarnos sus defectos o debilidades, sino abrazando todas sus virtudes y apoyándolos, creyendo en ellos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Las chicas de Amanecer Dorado, de Havard Bustnes

SECCIÓN FEMENINA.

El cine en general, y el documental en particular, es un medio eficaz y asombroso para plantearse preguntas, nunca para resolver enigmas, el creador emprende un viaje de búsqueda en los que aparecerán esos conflictos que tanto le interesan y para los que no encuentra respuesta, la película será ese vehículo propicio para adentrarse en esos enigmas, actuando de guía para adentrarse en campos de difícil acceso a los que sin ese medio sería imposible acceder. Las chicas de Amanecer Dorado nace con una pregunta: ¿Qué ha pasado en Grecia? ¿Qué ha ocurrido en un país, para que la tercera fuerza política del país sea un partido de extrema derecha? Havard Bustnes, documentalista de amplia experiencia en el documental en Noruega viajó hasta Grecia adentrándose en las entrañas de Amanecer Dorado para estudiar las raíces de una realidad triste y amarga. La película, a partir de un dispositivo naturalista y sencillo, accede a la sede del partido, las viviendas de sus seguidores y locales donde organizan sus mítines, y lo hace a través de tres mujeres, Ourania Michaloliakos (hija del fundador y líder del partido Nikolaus Michaloliakos) la madre y la esposa de otros cabecillas, en un momento donde la sección femenina ha de tomar las riendas del partido ya que su cúpula (padre, hijo y esposo) han sido encarcelada por presunta vinculación con el crimen de un rapero, a manos de algunos seguidores del partido.

Las tres mujeres emprenden la campaña electoral de 2013 y consiguen un gran respaldo en las elecciones. La cámara las filma en su intimidad, sus conversaciones y su estrategia política, todo sigue un orden pensado y establecido, aunque el cineasta le pregunta por sus vinculaciones con el nazismo y al violencia, ellas se desmarcan y siguen su guión, dentro de una inteligencia marcada, en la que cada una de ellas conoce la naturaleza y su orden en el partido. Bustnes ofrece un retrato de un partido fascista, que clama por su patria y quiere expulsar a los inmigrantes, un partido que nació en los 80 como asociación nazi y luego en los 90 se erigió como partido político que concurría a las elecciones, aunque su presencia era anecdótica, fue a partir de la devastadora crisis económica de principios del nuevo siglo, que Amanecer Dorado ha conseguido lo que es, un partido con gran respaldo por la población, una población vapuleada por el fuerte impacto del paro y demás problemas económicos que ha llevado al país a la ruina, caldo de cultivo esencial para que los partidos fascistas vendan humo y se sirvan de la desilusión de las gentes para prometerles un dorado a partir de viejas consignas nacionalistas ondeando banderas y símbolos ancestrales para devolverles ese espíritu de orgullo patrio a su favor.

Amanecer Dorado lanza a los cuatro vientos un discurso popular y democrático, para convencer a sus votantes más ingenuos, ya que acumula un sinfín de altercados violentos con la policía, los periodistas y detractores. El cineasta noruego escarba y filma todo lo que le dejan, e intenta extraerles información y que respondan a sus múltiples contradicciones, aunque no lo consigue por el propio testimonio de las implicadas, si lo consigue con su película, planteando un retrato que desde las tripas del partido, junto a material de archivo que nos ayudan a completar sus orígenes y las diferentes situaciones que han protagonizado, dejando ver su verdadera ideología racista, xenófoba y nacionalista a ultranza. Esta Sección Femenina (que recuerda a aquella de Falange que moralizó y reprimió a las mujeres durante cuarenta años de franquismo) defienden a muerte su discurso basado en el miedo del otro, en un estado falsamente democrático (que permite partidos como el suyo, por cierto) y en unas ideas políticas que han llevado al país a la ruina y a una Unión Europea basada en las leyes fascistas de mercado que empobrecen a la mayoría por el bien de unos pocos.

A través de ese discurso, populista que arenga a la parte de la población más machacada por la crisis, consiguen convencer y devolverles la ilusión perdida, aunque sea de una manera facilona e hipócrita, en el que lanzan muchas verdades (aunque esas mismas situaciones se viven o se continúan viviendo en otros países del mediterráneo como España, por ejemplo) esconden un trasfondo de odio, violencia y extremismo que ayuda a crear una división irreversible en la sociedad griega. Bustnes ha construido una película sobre la política, sus desmanes y corrupción, que en algunos instantes recuerda al cine de Ulrich Seidl y partes de su documental En el sótano, pero también, sobre el miedo de una sociedad que ya no cree en la democracia, que ha sido y sigue siendo mutilada y falseada, y esa misma sociedad, se dispone a lanzarse al abismo siguiendo las banderas de una Grecia imperial que si bien les hará sonreír y ayudar para adoctrinarlos, poco a poco, sin darse cuenta, se estarán metiendo en la boca del lobo, del que desgraciadamente, no podrán salir indemnes.

Thelma, de Joachim Trier

LAS FORMAS DEL MAL.

Una película interesante de terror que se precie, necesita un arranque sobrecogedor, algo que nos inquiete profundamente y nos deje clavados en la butaca. Thelma lo tiene. Se abre en un bosque nevado perdido por la costa oeste de Noruega, donde observamos a un cervatillo moverse a sus anchas. De repente, un hombre que se encuentra junta a su hija de seis años, a pocos metros del animal, lo apunta con su escopeta. De repente, sin ninguna razón aparente, o tal vez si, desvía su arma hacia la niña y la apunta, pero acaba bajando el arma, y la niña lo mira profundamente. Con este breve prólogo, la película ya nos deja de vuelta y media, como diría aquel, porque el cuarto trabajo de Joachim Trier (Norrebro, Noruega, 1974) después de su aventura de rodar en ingles con El amor es más fuerte que las bombas (2015) con un reparto internacional encabezado por Isabelle Huppert y Gabriel Byrne, vuelve a su Noruega e idioma natales como en sus dos primeros trabajos. Thelma es algo diferente a sus anteriores trabajos, porque se adentra en una película de género, el terror psicológico, aunque, todo hay que decirlo, sin dejar de lado el tono naturalista y ensimismado que siguen siendo sus mayores cómplices, explorando los temas que ya se planteaban en sus películas como el paso de la infancia a la edad adulta, la soledad existencial, la búsqueda de la propia identidad,  las relaciones íntimas, y la familia como epicentro emocional.

Trier vuelve a colaborar con Eskil Vogt, su guionista habitual,  para construir una película sumamente elegante y sobria, en el que seguimos a una joven, la Thelma del título, en su primer año universitario (dejando atrás su casa familiar de un ambiente rural donde ha tenido una férrea educación religiosa). La joven retraída y tímida de entrada, lentamente se irá abriendo y conocerá a Anja, una joven de la que se sentirá fuertemente atraída. Pero, el cineasta noruego nos cuenta varias líneas argumentales, por un lado, tenemos la historia de amor, que diríamos prohibida para Thelma y sus padres, luego, las convulsiones psicogenéticas que irá sufriendo la joven, y la investigación médica que se lleva a cabo para saber las causas del mal que padece la joven, y por último, las relaciones con sus padres, con ese pasado oscuro que se cierne sobre ellos, que los tiene atrapados desde la infancia de Thelma. Trier nos conduce por dos ambientes, el paisaje urbano con las aulas, bibliotecas, pasillos, vestuarios y piscina de la universidad, siendo esta última, y sobre todo, el agua, un elemento básico para la construcción de la cinta, y también, por los espacios rurales, con esa casa familiar anclada en un paraje aislado con un lago cercano, ambientes, que describen los conflictos emocionales que padece  Thelma, de unos huye, y de otros, se irá relacionando y queriendo pertenecer a ese universo nuevo y atrayente para ella, aunque debido a sus problemas mentales y de toda índole extraña, que no pude controlar, se irá retrayendo e intentando buscar soluciones a esas cosas que le ocurren.

La película avanza con ritmo cadente, sin prisas, huyendo de esos golpes de efecto tan característicos en el cine de terror convencional, introduciendo los elementos fantásticos y sobrenaturales de manera natural y sencilla, con esa luz tan mortecina y artificial obra de Jakob Ihre Fsf (cinematógrafo de todas las películas de Joachim Trier) que ayuda a la abstracción y aroma de pesadilla que sufre la protagonista y su entrono,  penetrando en el interior de sus personajes, e investigando como esos sucesos inexplicables van afectando a sus existencias, y a todo aquello que los rodea, explorando toda su complejidad y deteniéndose en todos los aspectos psicológicos que experimentan en la película los personajes. Trier elabora a fuego lento su relato, una interesante y conmovedora mezcla de drama familiar, historia de amor y thriller psicológico, tomando como referencia a autores tan dispares en primera instancia como Bergman, y sus estudios sobre la angustia y la existencia humana, o De Palma, y sus historias de terror psicológicas donde sus personajes padecían lo indeleble para superar sus males, o incluso el Giallo italiano, en sus retratos femeninos en los que sufrían males emocionales de procedencias diversas.

Trier apoya toda la trama en la apabullante y delicada interpretación de la joven casi debutante Eili Harboe, una actuación de las que dejan huella, porque compone un personaje lleno de matices y muy complicado, donde es una joven que sufre unas dolencias que acaban afectando a los demás, sin ella poder hacer nada para evitarlo, es algo así como una princesa herida en ese cuento macabro sobre nuestras pesadillas más cotidianas y en todo aquello que somos y que quizás no conocemos o aún sabiéndolo, somos incapaces de querer verlo, le acompañan Kaja Williams dando vida a Anja, la joven de la que se enamora, otra debutante, y sus padres, Henrik Rafaelsen y Dorrit Petersen (que ya estuvieron en Blind, el debut como director del guionista Eskil Vogt) aportando esa naturalidad y aplomo que requieren unos personajes que arrastran un mal del que no pueden escapar, al que tendrán que enfrentarse sin remedio. Trier sale airoso en su peculiar vuelta de tuerca, dejándose llevar por una trama de abundantes tintes psicológicos que también guarda cierto paralelismo con algunos títulos de Hitchcock, donde el maestro le fascinaban esas historias donde había personajes que experimentaban los abismos de la mente y sus infinitas contradicciones, penetrando en lo más profundo del alma sin saber que les esperaba y como salir de ese particular averno.