La memoria escondida, de José Luis Pecharromán

LA MEMORIA LGBTIQ+. 

“Que nada nos limite. Que nada nos defina. Que nada nos sujete. Que la libertad sea nuestra propia sustancia”. 

Simone de Beauvoir

Una de las funciones de los estados democráticos es mirar a su pasado más funesto y terrorífico, no con el afán de revanchismo y envidias, sino para restituir a todas sus víctimas que, en su mayoría, han sido silenciadas y olvidadas. Los gobiernos españoles democráticos no han destacado por ayudar a esclarecer los crímenes franquistas y construir una verdadera memoria de aquellos años. Todo se ha hecho con mucho esfuerzo y un trabajo incansable de agrupaciones y asociaciones civiles compuestas por familiares y amigos de los desaparecidos, que han luchado para recuperar esas memorias y sus cadáveres y darles un descanso digno y merecido. La memoria política se hace muy lentamente y con mucho esfuerzo, pero la memoria LGBTIQ+ todavía está por hacerse y sigue silenciada en la mayoría de casos. Así que, la película La memoria escondida, de José Luis Pecharromán (Madrid, 1970), resulta no sólo necesaria, sino fundamental para recuperar toda esta memoria silenciada y olvidada. 

El director madrileño, que debuta en el largometraje, después de una larga trayectoria como cinematógrafo de más de dos lustros en series como Herederos, Valientes, Cita a ciegas, Seis Hermanas, Mar de plástico, Los pacientes del Doctor García, entre muchas otras. Una película que se olvida de datos y estadísticas y del manido reportaje con textura videoclipera, para construir un documento que recoge toda la verdad y nada más que la verdad, pero no la histórica, sino la personal, la que se cuece en los hogares y en la cotidianidad de muchas víctimas que tuvieron que soportar leyes deshumanizadas como la de Vagos y Maleantes, que estuvo en vigor desde el 1954 hasta el 1970, que reprimía la homosexualidad, y la que la sustituyó, la de peligrosidad y rehabilitación social que se mantuvo hasta el 1983 y las consiguientes modificaciones que dotaban de más libertad hasta su derogación total en 1995. La película pone rostros y memoria y da voz y palabra a personas de la tercera edad, con nombres y apellidos e historia como Antonio Ruiz Fernández, Montserrat González Montenegro, Antonio Sánchez Franco y Rosa Araúzo Quintero. Todos y todas hablan mediante conversaciones, al estilo de El papel no puede envolver la brasa (2007), de Rithy Panh, y los espectadores miramos y escuchamos sus diálogos, donde explican su infancia, juventud y adultez en los que deben esconder su condición ante la persecución del estado mediante la policía, y el rechazo de su entorno familiar y social. 

Nos cuentan relatos de terror y violencia, relatos de un país sometido al odio y la ignorancia, a un país dominado por militares y curas, a un país que no respetaba a las personas diferentes y sobre todo, un país que perseguía la libertad en todos los sentidos. Pecharromán responsable de su guion, coproductor, cinematógrafo construye una película de hora y media y en primoroso y cálido blanco y negro, un no color sintomático de las no vidas de sus protagonistas-testimonios, con un exquisito y conciso montaje de Nino Martínez Sosa, del que hemos visto su trabajo en películas tan importantes de Jaime Rosales, con el que ha colaborado en cuatro de sus films, así como La buena nueva, de Helena Taberna, entre otras. Una edición que bucea en los diferentes testimonios, contraponiendo las diferentes experiencias, posiciones y sentimientos, donde las vidas de las cuatro personas tienen espacios comunes de represión, de automutilación y demás caminos para ser respetados, hacer valer su identidad y sobre todo, ser libres sin imposiciones de ningún tipo a nivel emocional y sexual. 

Aplaudimos y celebramos el trabajo de Pecharromán con su ópera prima La memoria escondida, porque hacen mucha falta películas como la suya, películas que hablen, que nos hablen y también, pongan voz a tanto silencio, y ponga rostros, nombres y apellidos, y experiencias vitales y personales de unos cuántos que son la voz de tantos y tantas reprimidos, violentadas, asesinados y silenciadas de los que muy pocos se acuerdan, porque la construcción de un país democrático y libre debe mirar a su pasado más terrorífico, y aquí siempre hay cosas, intereses y gentuza que no quiere mirar ese pasado y seguir alimentando la ignorancia, la estupidez y los intereses económicos. La película focaliza su documento en cuatro vidas, cuatro testimonios que nos hablan de la memoria de un país, de su memoria, de donde venimos y todo aquello que fuimos como país, con sus violentas leyes y persecución a todo aquel que era diferente, y sobre todo, un peligro para ellos, que ya dice que clase de estado dictatorial era, una lástima que tantas personas tuvieran que soportarlo. Una memoria que hay que contar, que escuchar y sobre todo, reflexionar por lo que tenemos hoy en día, y sin bajar la guardia, porque la ultraderecha sigue ahí, esperando su momento, y nos movemos y la derrotamos, o como dice uno de los testimonios, volveremos a tener problemas como ocurre en Hungría y Polonia, estados de pleno derecho de la Unión Europea que hacen leyes que persiguen al colectivo LGBTIQ+. En esas estamos, así que sigamos en la lucha. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Toti Baches

Entrevista a Toti Baches, directora de la película “Red Cunt”, en los Cinemes Girona en Barcelona, el martes 24 de mayo de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Toti Baches, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Pere Vall de Comunicación de la película, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Alba Sotorra

Entrevista a Alba Sotorra, directora de la película “El retorno, la vida después del ISIS”, en la oficina de su productora en Barcelona, el miércoles 29 de septiembre de 2021.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Alba Sotorra, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Jeny Montagut, de Comunicació DocsBarcelona, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Arcadeología, de Mario-Paul Martínez

ESOS LOCOS CON SUS MÁQUINAS.

“Cuando nuestros sueños se han cumplido es cuando comprendemos la riqueza de nuestra imaginación y la pobreza de la realidad”.

Ninon de Lenclos

Todos aquellos que hemos nacido en las décadas de los sesenta y setenta vivimos la euforia de las recreativas. Máquinas de diseño espectaculares, sonidos hipnóticos y pantallas que escupían videojuegos que atraían y nos mantenían pegados a ellas horas y horas. Los Space Invaders, los Pin-Ball, y demás se convertían en la diversión más amada de los chavales de los ochenta, rincones donde los sueños y las pesadillas se hacían realidad. En Arcadeología, la primera película de Mario-Paul Martínez, ilustrador, profesor de cine, y ahora cineasta, es un exhaustivo recorrido por las máquinas recreativas, y más especialmente los videojuegos Arcade, centrándose en un grupo de chiflados de Petrer (Alicante), que se reunieron y empezaron a buscar las máquinas para juntarlas y empezar a jugar con ellas. Nació la Asociación Arcade Vintage, y posteriormente un museo en Ibi, Alicante. Pero la película no solo se queda ahí, sino que documenta los testimonios de otros “locos del Arcade, como expertos en la materia, periodistas especializados, responsables de eventos vintage, y demás personalidades de la materia.

El documento viaja al pasado, el presente y analiza lo que puede ser el futuro. La introducción de los Arcade en España, su evolución y desaparición amontonando polvo en algún almacén olvidado. La película habla con los responsables de las primeras empresas españolas que hicieron videojuegos en España, con todo el movimiento retro que se realiza en la actualidad en nuestro país, y varios “locos” que hacen videojuegos con estética Arcade en la actualidad, y como no, hay espacio también para ver el lado oscuro del Arcade. La película de Martínez no solo habla de videojuegos y personas amantes de ellos, sino de la inmensa capacidad del ser humano de no solo llevar a cabo nuestros sueños, sino de todo el trabajo, el cooperativismo y la ilusión por devolver a aquellas máquinas de videojuegos de la infancia su lugar en el mundo, a través de la constancia, la paciencia y la labor del grupo.

Arcadeología  no es solo una película para aquellos locos del videojuego, ni mucho menos, porque gustará también a todos aquellos, como el que suscribe, que no le atraían nada los videojuegos cuando era un chaval, porque tiene esa estructura de thriller, de búsqueda, de descubrimiento, de investigación, como las clásicas obras de detectives, en las que varios elementos actúan para llevar a cabo un sueño, o incuso de revelar un misterio, el de unas máquinas que se olvidaron, o ese increíble momento cuando se habla de la existencia de un juego del que nadie tiene constancia de si realmente existió, y unos soñadores consiguen ponerlo en marcha, pura ciencia-ficción. La película tiene ese lado didáctico, ya que el espectador que no tenga ni idea del tema, se irá informado sobre la cuestión, y aún más, se irá creyendo un poco más que los sueños pueden de tanto en tanto hacerse realidad, y sobre todo, lo que hay detrás de esos sueños, muchísima dedicación, un enorme trabajo y ayudarse y ayudar a los otros para crear un asociación que reviva al cadáver de los Arcade, los restaure y les devuelva su espacio en un mundo donde la tecnología avanza cada segundo, y todo queda antiguo en cuestión de pocos meses.

La película ha nacido con mucho esfuerzo de todos los implicados, del propio Mario-Paul Martínez, que además de coproducir junto a Miguel Herrero Herrero a través de Cinestesia, se creó una campaña de crowdfunding para encontrar la ansiada financiación. El resultado de la película es óptimo y muy interesante, porque no se dejan nada en el tintero, vemos de todo y de todos, el ayer, el ahora y lo que puede ser lo que vendrá, todos sus elementos tanto humanos como técnicos, todo ese mundo, submundo y demás que acoge a los videojuegos Arcade y demás, todo ese fenómeno vintage, todo ese pasado que está siendo muy presente, todo ese pasado devuelto a la actualidad, a la realidad de cada día, trabajando diariamente en ese sueño, en devolver a lo que fuimos, como menciona José María Litarte, Presidente y fundador de la Asociación Arcade Vintage, cuando explica lo que sintió cuando volvió a ver una máquina Arcade: “Qué ganas de volver a verte”. Con ese mismo espíritu de resucitar a los muertos Arcade y devolverles la vida, en la que muchos de esos locos trabajan en sus ratos libres para que los sueños se hagan despiertos que es cuando uno disfruta más de ellos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Lo que no te mata…, de Alexe Poukine

TODAS LAS MUJERES VIOLADAS.

“Me llevó años romper estas sensaciones. El peor efecto secundario fue el odio”

Ada Leiris

La película se abre de una manera feroz, inquietante y veraz, con un primer plano de una mujer alrededor de los treinta años, que mira detenidamente la cámara. El encuadre es cerrado y quieto, no hay sonido ni nada que nos distraiga, solo un rostro que nos mira o esconde la mirada, haciendo un esfuerzo titánico para encontrar las palabras que tanto cuesta pronunciar. La mujer empieza a hablar, pero se detiene, le cuesta un mundo explicar su relato, explicar que con 19 años fue violada por un amigo tres veces en una semana. La directora belga Alexe Poukine, que debutó con Dormir, dormir dans les pierres (2013), en la que contaba la tragedia de su tío que vivió y murió en la calle, firma su segundo trabajo que recibe el título original de Sans Frapper (traducido como “Sin llamar”), adentrándose en las violaciones que se producen en el entorno cercano, la mayoría de los casos, a través del relato real de Ada Leiris, pero contado y analizado por una docena de mujeres que también han sido víctimas de violaciones, y también, la aportación de dos hombres.

Poukine despoja su película de cualquier elemento distorsionador, no hay música ni efectos de sonido, solo el testimonio de cada una de las mujeres, el de Ada y el suyo propio, y analizando exhaustivamente todo el proceso que vivieron, desde todos los ámbitos y ángulos posibles, acentuando la desvictimación  de las mujeres violados, y encarando de frente y en primera persona todas las emociones que han sufrido, desde la vergüenza, el sentimiento de culpa, el dolor y cada sentimiento vivido después de ser víctimas de una violación. La directora belga sigue un itinerario lineal, desde la violación de Ada, y luego, todo su proceso vital, capturando las emociones que se van generando en las personas que nos explican el relato de Ada, el suyo propio, y el análisis de las terribles consecuencias que sufrieron. Un relato ejemplar, impactante, terrorífico, y muy transparente, en que la directora aparece muy poco solo formulando alguna cuestión, casi siempre escuchamos el relato y su relato, en una película-confesión que consigue hablarnos de forma audaz y sincera de un tema desgraciadamente demasiado común, como explicaba la magnífica película corta Suc de síndria (2019), de Irene Moray, que se adentraba en las consecuencias emocionales y sexuales de una mujer víctima de una violación.

Poukine escucha y captura todos los relatos de las mujeres violadas, confeccionando un potente y doloroso retrato sobre las violaciones a mujeres, en entornos domésticos perpetrados por hombres conocidos y amigos, y lo hace desde la sencillez y honestidad de su dispositivo cinematográfico, que no puede ser más auténtico e íntimo, sin sentimentalismos ni vericuetos narrativos. Un solo plano, fijo y cercano, que consigue visibilizar con sencillez un problema demasiado habitual, mirando cara a cara a las víctimas y a los agresores, colocando a cada uno en su lugar, sin condescendencias ni nada que se le parezca, escuchando a todos, y proponiendo un brutal ejercicio de sinceridad, que saque todo aquello que se ha guardado y ocultado, mirándonos de frente, contándonos su terrible experiencia y abriéndonos su alma de la manera más descarnada y veraz. Escuchamos todas las confesiones de las mujeres violadas, sus procesos y sus emociones, su dolor y su estado actual, para generar ese tipo de reflexiones tan necesarias en el mundo veloz y estúpido que vivimos, dejándonos tiempo y espacio para mirar con honestidad a estas mujeres que se abren en canal, y escuchando sus testimonios.

La directora belga se apodera del testimonio de Ada Leiris, y nos lo cuenta a través de estas docena de mujeres, y dos hombres, ampliando el relato y filmando con increíble y potentísima credibilidad todos los demás testimonios y procesos vividos, en una película que no solo habla de la violación, sino de todos las consecuencias que han experimentado y experimentan estas mujeres, porque aquel suceso vivido ha marcado sus vidas, tanto sus futuras relaciones y todo lo que han tenido que trabajar emocionalmente para abandonar todo lo que arrastraban interiormente. Si una de las funciones del cine es explicar relatos de personas, Lo que no te mata…, es un ejemplo extraordinario, porque no solo nos explica relatos estremecedores, sino que lo hace desde el rostro y la palabra del que lo ha sufrido, abriéndonos una ventana potente sobre las violaciones silenciadas, sobre todos esos sucesos terribles que ocurrieron cuando todo hacía pensar en lo contrario. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA 

Chris el suizo, de Anja Kofmel

DESENTERRANDO LA MEMORIA.  

“Algunos periodistas no aceptaban su papel allí como observadores. Se involucraban mucho en los hechos”

Heidi Rinke, periodista

La muerte de su primo Chris Würtenberg, de 27 años de edad, en enero de 1992 cerca de Vukovar (Croacia) dejó sin referentes a Anja Kofmel (Lugano, Suiza, 1982) que contaba apenas 9 años. Con la desaparición de Chris moría su amigo del alma, su primo favorito, su hermano mayor. La muerte de Chris fue el tema de Chrigi, un cortometraje de animación que fue trabajo de final de carrera. Veinticinco años después, Anja, ya convertida en una cineasta, vuelve a los escenarios de la guerra de los Balcanes (1991-1995) para rastrear las huellas de su primo, aquel joven suizo que dejó su pacifico país para documentar la guerra como reportero. Kofmel se reúne con aquellos que conocieron a Chris, su hermano y sus padres, otros reporteros que compartieron vivencias en la guerra, incluso va más allá, encontrándose frente a un mercenario de guerra que compartió fatigas con Chris, y con el ex terrorista Carlos “El Chacal”. Todos esos encuentros van formando un caleidoscopio humano muy complejo sobre la personalidad de Chris, alguien que en cierto momento, dejó el periodismo para enrolarse en el PIV (Primer Pelotón de Voluntarios Internacionales) un grupo paramilitar fundado por Eduardo Rózsa-Flores, otro periodista, para combatir al ejército serbo-croata apoyado por el Ejército Popular de Yugoslavia.

Kofmel traza un periplo complicado en el que recopila toda la información disponible, volviendo a los lugares donde estuvo su primo, rastreándola incluso debajo de las piedras, recogiendo todos los testimonios de aquellos que trataron a Chris, encontrando las razones de cómo alguien dejó su oficio de narrar los hechos para pasar a la acción y enrolarse en un grupo militar que tenía fama de sanguinario y devastador. La cineasta suiza sigue el curso de los acontecimientos a través del diario de Chris, donde aparecen hechos concretos, lugares y personajes, también vemos imágenes de archivo que van ofreciendo luz a tantas tinieblas, y como otros documentales, nos acordamos de Vals con Vashir o Persépolis, entre otros, ilustra a través de dibujos y animación aquellos instantes y situaciones que surgen a través de la documentación y la imaginación, con una animación espectacular, donde resalta un poderoso blanco y negro, extraordinariamente imaginativo y visual, moviéndose a través de lo onírico, lo abstracto, y construyendo la relación personal entre Chris y Anja.

La película tiene ritmo y energía, combina de manera sobresaliente todos los datos en liza, con esa estructura imaginativa donde la investigación adquiere un in crescendo apabullante, donde no hay tregua, todo sigue un curso emocionante a través de los testimonios, documentos e información. Un documento necesario y valiente que ahonda en la estupidez de las guerras, los innumerables intereses de los estados occidentales, y todos esos grupos paramilitares que utilizan las guerras para hacer sus guerras personales e interesadas, provocando el caos, la violencia y el sinsentido en un país y sus gentes. Kofmel recopila muchísima información, pero no la suficiente para encontrar los responsables del asesinato de su primo Chris, alguien lanza acusaciones pero en el fondo meras hipótesis, aunque quizás el significado de la película de Kofmel va muchísimo más allá, en el sentido en que no solo confecciona un riguroso y documentado thriller de investigación, sino que convoca a todos los actores que concurren en una guerra como los periodistas y paramilitares, y consigue extraerles toda la maraña de intereses, tanto personales como gubernamentales, que concurren en una contienda, donde todos tienen sus motivos para estar ahí. Unos, recopilando información para mostrar al mundo todo lo que allí se cuece, y otros, aprovechando la guerra para dinamitar el estado que sea necesario.

La película deja muchos enigmas sin resolver, pero también aclare otros muchos, dirigiendo sus acusaciones a todos los gobiernos implicados en la guerra de los Balcanes, esos gobiernos que primero provocan la guerra, luego la mantienen, y finalmente, acaban con ella y se hacen los “responsables de la paz”, reconstruyendo y ayudando al país, para seguir embolsándose mucho dinero a costa de los demás. Una película incómoda por todo lo que cuenta y cómo lo cuenta, desde una perspectiva sencilla y directa, intentando esgrimir todo lo vivido y experimentado por un joven aventurero, intrépido y muy idealista que encontró su camino en la guerra como reportero, pero también, en un momento que desconocemos, cruzó unas líneas que no tenían marcha atrás, porque quizás su efervescente juventud le animó para ser testigo directo de la guerra desde una perspectiva más intensa y profunda, porque Chris “el suizo”, como le llamaban sus colegas, quiso ir más allá, quizás su arrojo y carácter lo llevo demasiado lejos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Almost Ghosts, de Ana Ramón Rubio

RESISTIR FRENTE AL OLVIDO.

“El cine elimina el olvido y reconstruye la memoria”.

Ricardo Muñoz Suay

En 1985 con la apertura de la red interestatal de autopistas de EE.UU. se ponía fin a la “Route 66”, la llamada entre otros nombres como The Mother Road (La carretera madre) carretera que vio la luz en el año 1926, y durante casi sesenta años atravesó 4000 kilómetros de Chicago hasta Los Ángeles. Muchos pueblos que vivían del trasiego de gentes y automóviles que la cruzaban, se vieron abocados al olvido, y muchos de sus habitantes emigraron a las grandes ciudades para conseguir una vida mejor. Otros, quizás los más temerarios o valientes, se mantuvieron firmes a su pueblo y se lanzaron a idear formas de negocio que mantuvieron vivas sus vidas y sobre todo, sus pueblos. Almost Ghosts recoge el testimonio de tres de esos hombres que rescataron del olvido la mítica “Route 66” y mantuvieron su llama latente a través de sus ingeniosas y atrevidas fórmulas de negocio para atraer curiosos, turistas y nostálgicos de la mítica carretera.

La directora valenciana Ana Ramón Rubio, después de años fogueándose en las series web o televisivas, debuta en el largometraje con una película íntima y honesta, en la que rescata del olvido la memoria de aquellos pueblos, a través de tres tipos únicos, resistentes y sobre todo, admirables como Harley Russell, 73 tacos, un músico mediocre como él se considera que mantiene una tienda de la memoria de la ruta 66 a través de miles de objetos, su show musical y las performances que dedicaba a todos aquellos que se acercaban a su tienda en Erick (Oklahoma). También conoceremos a ángel delgadillo, de 91 años, el último barbero de Seligman (Arizona) que levantó junto a otros supervivientes de la América vaciada una asociación para mantener vivo el espíritu de la famosa ruta atrayendo a curiosos y turistas. Y finalmente, Lowell Davis, un octogenario artista que convirtió su fantasma pueblo Red Oak II en Missouri, en un museo rescatando casas, objetos y demás, con el fin de restaurarlas y darles una nueva vida al pueblo, recuperando el brillo y la memoria de antaño.

La directora valencia recorre con su reducido equipo los 4000 kilómetros de la ruta desde Chicago hasta Los Ángeles, mostrándonos esos pueblos, muchos de ellos convertidos en polvo y arena, con casas y estructuras en ruina, filmando con detalle y precisión esos espacios de la memoria, del olvido en tantos casos, donde la vida pasó de largo, donde todos se fueron, donde el tiempo se detuvo sin vida. Aunque la película no se queda en la estampa nostálgica o triste, sino que va mucho más allá, porque esa realidad dura y olvidada existe y la película la muestra con la veracidad más precisa, pero también, muestra esa otra realidad, la que protagonizan los tres supervivientes citados, esos tipos que se resisten a morir con sus recuerdos y les dan la vuelta, convirtiéndolos en un medio de vida, en una manera de mantener vivo el espíritu de la ruta 66, y ofreciéndola a todos aquellos que quieran conocerla y revivirla en sus espacios de la memoria, contra el olvida, manteniendo la esencia rural, la de los pequeños lugares, la de las gentes humildes, las vidas de aquellos que nacerán y morirán en el mismo lugar, la de unos tipos llenos de humanidad y respeto por lo que fueron y lo que son, sintiéndose orgullosos de su tierra o lo que queda de ella, y mostrándosela a los demás.

Tres tipos únicos, llenos de vida, con pasado histórico y presente radiantes de vida, amor y felicidades, que pertenecen a aquellos viejos vaqueros, que después de más de mil batallas por lo largo y ancho del mundo, volvían al hogar a descansar, fumándose un cigarro mientras sentados en el viejo porche miraban el sol esconderse en el horizonte. Tres almas, tres supervivientes, tres seres que reivindican lo rural, lo tranquilo y la calma, convirtiéndose en la fuerza más resistente y activa frente a las multinacionales, y el materialismo que destroza los espacios, contribuyendo a la desaparición de la memoria y homogeneizándolo todo, creando espacios sin tiempo, monocordes y estúpidos. Rubio construye un documento necesario y magnífico sobre las sombras del pasado, y los individuos del presente, y hace un hermosísimo y sensible retrato sobre aquellas vidas sencillas y cotidianas de la América profunda, que podría ser el mundo rural de cualquier país, ese que muere cada día, ese que los gobiernos olvidan con tanta frecuencia por ese codiciado progreso que los elimina creando mega urbes de producción y consumo exacerbado, excluyendo de raíz todas esas formas de vida rural y ejemplos de negocio en consonancia con la memoria, el rescate de tantos pueblos y gentes, respeto al medio ambiente,  y contribuyendo de forma activa a la economía rural. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

An Accidental Studio, de Bill Jones, Kim Leggatt y Ben Timlett

LA DÉCADA PRODIGIOSA.

“HandMade Films era un sinónimo de calidad, de que lo que se hacía era interesante, de algo atrevido”

Terry Gilliam

Desde el título de la película con la palabra “accidental” ya queda claro el nacimiento de una compañía cinematográfica que nació de forma no prevista, que apareció para acabar la película La vida de Brian, de los Monty Python, cuando la financiación proyectada no cubría los gastos de la producción. De la mano de Geroge Harrison, ex miembro de The Beatles, y fan incondicional del grupo satírico británico, que hipotecó su casa y oficina para reunir el dinero, junto a Denis O’Brien, experto en finanzas, nació HandMade Films, en aquel paupérrimo año de 1979, en el cual el cine británico se veía sumergido en una profunda crisis, provocada por la poca asistencia del público a las salas y la falta de ideas de una industria en el que su talento emigraba a EE.UU. La compañía acabó la película que se convirtió en un gran éxito, y de ahí, envalentonados y aupados por el suceso, se lanzaron a hacer las películas que nadie quería, las que, después de pasar por todas las oficinas, acababan en la productora como último intento, porque como apunta Harrison  “Hacer películas es mi forma de ayudar a la gente”, en una de las numerosas entrevistas de archivo que inundan la película.

Bill Jones (hijo de Terry Jones, uno de los Monty Python) junto a Kim Leggatt y Ben Timlett, firman esta película que recoge la trayectoria de la singular y peculiar productora cinematográfica, algo así como un faro de calidad e inconformismo en mitad del desierto de la industria británica. La compañía que se atrevía a hacer lo que nadie ni siquiera se planteaba. A través de numerosas entrevistas, algunas hechas para la ocasión, y otras rescatadas del archivo, en las que escuchamos a gente como Terry Gilliam, Helen Mirren, Michael Caine, Michael Palin, Richard E. Grant, Neil Jordan, Cathy Gibson, Bos Hoskins, Brenda Vaccaro, Terry Jones, John Cleese, Eric Idle, intérpretes y directores que pertenecieron a la plantilla en algún momento u otro, junto a otras entrevistas del propio George Harrison, Denis O’Brien, y otros miembros del staff de la compañía como Ray Cooper, Steve Abbott o George Ayoub, entre otros, dan buena cuenta de todo lo que se cocía en la insigne e irreverente oficina de la productora, siguiendo la estela de su primera película producida, La vida de Brian, abducidos por el espíritu Monty Python, donde todo es posible, y el humor se convierte en la mejor herramienta para luchar contra lo establecido, lo conservador y lo tradicionalista.

Los testimonios nos hablan de películas inclasificables, a contracorrientes, sinceras y sobre todo, producidas por el amor al cine y a la amistad, el deseo de que ciertas historias vieran la luz y se convirtiesen en películas, algunas con éxito que elevaron a la compañía hacia cotas de producción y financiación impensables, incluso para sus propios fundadores, perplejos de tanto éxito, como El largo Viernes Santo, de John MacKenzie, un interesante y sobrio ejercicio de film noir donde se hablaba de terrorismo, Los héroes del tiempo, de Terry Gilliam, con el aroma propio de los Monty Python, llena de viajes, aventuras y surrealismo, Una función privada, de Richard Loncraine, la posguerra británica vista desde la ironía que recuperaba el aroma de los Ealing Studios, y Mona Lisa, de Neil Jordan, una de los mejores títulos del cineasta británico en el que su inquietante atmósfera y aroma noir revelaba una historia de amour fou.

También hubieron otras que no llegaron al público, por su excesiva audacia, por fallidas o simplemente, se adelantaron a su tiempo, y a día de hoy, se reverencian como obras de culto para jóvenes de todas las edades como Withnail y yo, de Bruce Robinson, en la que se contaba de forma surrealista las penurias de dos jóvenes actores, Shangai Surprise, de Jim Goddard, en la que Madonna y Sean Penn, pareja por entonces, buscaban opio en un intento fallido de cine de aventuras exóticas, y algunas otras, como Loca juerga tropical o Monjas a la carrera, que debido a su transgresión y diferentes, quizás demasiado, fueron un fracaso estrepitoso, dejando un regusto amargo a HandMade Films, que arrancó como una compañía doméstica en que el cine era una idea loca y aventurera para convertirse en otra cosa, también aupada por los éxitos que obtuvo, en una compañía más profesional y menos libre, con más gastos y menos trato personal, con más empleados y menos fiestas.

La película se apoya en los testimonios, convirtiendo las entrevistas en el centro de la acción, llevándonos de forma ágil y rítmica por aquellos años, con muchísimo sentido del humor, haciéndonos viajar en el tiempo y en la historia de uno de los hits del cine, donde el cine británico se atrevió a soñar, a ser libre, a sentirse a sí mismo, levantando y produciendo cine diferente, cómico, alejado de todos y todo, en una aventura extraordinaria de enfrentarse a un negocio demasiado mercantilista, demasiado alejado del cine, del arte. El excepcional e histórico documento muestra, desde la nostalgia de una época dorada, una década prodigiosa, increíble y festiva, rescatando del olvido a todos aquellos chalados que se propusieron hacer el cine que sentían, que querían y que sobre todo, amaban, lanzándose al vacío rodeado de caras conocidas, de colegas de siempre, de mirar un tiempo que quizás la película mitifique, pero qué más da, porque hay cosas que simplemente se recuerdan así, recordando los mejores momentos, porque todos sabemos que momentos malos también hubieron, si, pero qué más da. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

El silencio de otros, de Almudena Carracedo y Roberto Bahar

LOS OLVIDADOS EN LAS CUNETAS.

“Qué injusta es la vida… No, qué injustos somos los seres humanos”.

La frase que encabeza este texto y abre la película, la dice María Martín, una anciana que habitualmente se acerca a la curva de una carretera y deposita un ramo de flores  a un quitamiedos, el mismo lugar, Buenaventura (Toledo) donde 82 años atrás asesinaron y enterraron a su madre, Faustina López González. También, señala a en dirección a unos zarzales donde lanzaron su ropa, la anciana tenía entonces 6 años, pero lo recuerda como si fuera ayer. Desde el primer instante, la película nos sumerge en la memoria, en el recuerdo de los que ya no están, en esas ausencias que atormentan a sus descendientes, a aquellos que los recuerdan, a aquellos que jamás los han olvidados, los vivos que claman contra el terror del franquismo, contra aquella dictadura terrorífica que estuvo asesinando durante cuarenta años, y una vez terminada, con la ley de amnistía de 1977, todas esas víctimas fueron condenados al olvido institucional, una injustica inhumana que todavía persiste en la memoria de tantos que nunca los olvidarán. Almudena Carracedo y Roberto Bahar, cineastas residentes en EE.UU., donde cosecharon un gran reconocimiento con su anterior trabajo Made in L.A. (2007) en el que retrataban las visicitudes de tres costureras inmigrantes en los Estados Unidos.

En su nuevo trabajo, construyen un ejercicio humanístico y contundente sobre el pasado, sobre la memoria negra de España, y lo hacen a través de un trabajo de cinema verité e intimismo, retratando la cronología de la llamada “Querella Argentina”, donde un grupo de personas encabezadas por Carlos Slepoy, abogado de derechos humanos, víctimas directas y familiares de asesinados del franquismo emprendieron una lucha silenciada para llevar a los tribunales a aquellos asesinos y verdugos a las ordenes de la dictadura franquista, por medio de una jueza argentina que, al igual que hizo la justicia española con Pinochet, y amparados en un derecho universal de investigar los crímenes contra la humanidad, se lanzan a un proceso largo para contar la verdad, y hacer justicia, por ellos y por los que ya no están. Carracedo y Bahar han filmado durante 6 años todos los momentos de este grupo reducido al principio pero que pasó de más de 600 querellantes contra los verdugos, personas como la citada María Martín, José María “Chato” Galante (con el que recorremos la antigua cárcel de presos políticos) que siendo un joven universitario fue llevado a la Brigada Político Social de Madrid y torturado por Billy “El Niño”, uno de los torturados más significativos de la última década del franquismo, como Felisa Echegoyen, y tantos otros jóvenes en contra de la dictadura, que fueron torturados, encarcelados y algunos, asesinados, o esas madres que descubren que sus hijos dados por muertos en el parto, les fueron robados y con identidades nuevas, donados libremente a familias pudientes del régimen, y bien entrada la democracia.

Cada uno de los represaliados nos ofrece sus testimonios sobre sus casos, y vamos escuchando sus verdades, verdades silenciadas y envueltas en la oscuridad de una democracia que sigue mirando hacia otro lugar, negando la verdad y justicia que tantos claman, enfrentándose de una vez por todas a su memoria más negra y haciendo justicia reparando tantas injusticas del pasado. También, seremos testigos de exhumaciones de fosas comunes, y todas las trabas judiciales de la justicia española para no investigar, para dejar las cosas sin más. Los cineastas nos sumergen en un documento valiente y necesario, un trabajo minucioso de memoria y justicia, poniendo rostros y testimonios a tantos silenciados por el olvido impuesto por los gobiernos de turno, pero la decisión y voluntad de todos ellos sigue en la lucha por la verdad y la justicia, por dejar constancia de su testimonio y seguir en la pelea hasta el final de sus vidas.

Carracedo y Bahar nos conducen por una mirada que por momentos nos indigna, y en otros, nos emociona, y ambas cosas a la vez, donde sin trampa ni cartón, penetran en la intimidad de estas vidas rotas por el terror del franquismo, pero vidas valientes y decididas en seguir en el camino para paliar tantos errores del pasado, cueste lo que cueste, y caiga quien caiga, sin perder las esperanza a pesar de las innumerables trabas judiciales, a pesar de tantos huesos esparcidos por la geografía nacional, algunos historiadores hablan de más de 100000 desparecidos enterrados en las cunetas de tantos lugares, segundo país del mundo después de Camboya. La película nos conduce por un terrible y doloroso viaje sobre las brumas del franquismo y el olvido de la democracia, protagonizados por aquellos que sufrieron ese terror y ese olvido estatal, peor haciéndolo de manera sencilla y honesta, sin sentimentalismos, ni condescendencias, sino con coraje y determinación por dar voz y visibilidad a tantos testimonios valientes y decididos por hablarnos de verdad, justicia y sobre todo, no olvidar a aquellos que corrieron peor suerte y todavía no reposan en un lugar donde los suyos puedan recordarlos como valientes defensores de la democracia y la libertad, y que nos sean ocultados y olvidados debajo de carreteras, como esas estatuas que recuerdan a las víctimas del franquismo, perdidas y olvidadas en un páramo, que una de ellas recibió un disparo, triste metáfora para un país quebrado y errante, que pideo olvidar sin hacer ningún gesto de memoria y justicia, que tiene el deber de recordar y reparar a todos aquellos que sufrieron el franquismo, a todos los que siguen olvidados en tantas cunetas del país.

Entrevista a Pepe Andreu y Rafa Molés

Entrevista a Pepe Andreu y Rafa Molés, directores de la película “Experimento Stuka”, en el marco del Festival DocsBarcelona, en el hall del Teatre CCCB en Barcelona, el viernes 25 de mayo de 2018.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Pepe Andreu y Rafa Molés, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y al equipo del DocsBarcelona, por su tiempo, cariño, generosidad y paciencia.