Entrevista a Joana Conill, directora de la película “La cigüeña de Burgos”, junto a la font Màgica de MontJuïc en Barcelona, el martes 14 de diciembre de 2021.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Joana Conill, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“Desde la infancia nos enseñan; primero a creer lo que nos dicen las autoridades, los curas, los padres… Y luego a razonar sobre lo que hemos creído. La libertad de pensamiento es al revés, lo primero es razonar y luego creeremos lo que nos ha parecido bien de lo que razonamos”
José Luis Sampedro
El cineasta Ferit Karahan (Estambul, Turquía, 1983), se dio a conocer internacionalmente con La caída del cielo (2013), su opera prima que abordaba los conflictos personales entre turcos y kurdos. En su segunda película, con un título muy significativo, ya que en el original se llama Okul Tiraçi, traducido como “Corte pelo escolar”, no sitúa entre las paredes de un internado para niños kurdos, en una zona aislada en las montañas del este de Anatolia, y un relato intenso, asfixiante y muy corporal, acotado en apenas unas cuantas horas desde la noche al mediodía, en la piel de Yusuf, un chaval de 12 años que, al despertar ve a su compañero de litera inmóvil y con tez muy pálida, y lo lleva inmediatamente a la enfermería, ante la gravedad del asunto, el director y tres profesores implicados en el asunto, mantendrán el conflicto a medida que avanza la mañana y los problemas se les van amontonando.
La secuencia que abre la película, con esos pasillos atestados de niños dispuestos a disfrutar de su baño semanal, la cámara sigue sin descanso a Yusuf que es el encargado de introducirnos en el relato y a mirarlo a través de él, ya que está en casi todas las secuencias. Una disputa en el baño con tres chavales provoca que un profesor los castigue con bañarse con agua fría, situación que desencadenará el conflicto. Un guion que firman Acet de Gülistan y el propio director, aborda sin tapujos y de frente, temas tan universales como educar a través del miedo, la represión como norma para corregir conductas, la mentira como base de cualquier grupo social, y sobre todo, el sentimiento de culpa que va apareciendo en la trama a medida que la película va instalándose en una suerte detectivesca donde adultos y Yusuf intentan aclarar el asunto de Memo, el niño enfermo, en el que la cámara filma de forma enérgica y sin tregua los pasillos, las clases, el comedor, y ese exterior blanco por una nieve que no cesa de caer, y diferentes espacios que forman parte de las zonas laborales de la escuela.
La mirada incisiva y expectante que filma sigue a Yusuf y sus desplazamientos, siempre en silencio, siempre ocultando algo, siempre con el alma en vilo por su amigo, siempre expectante. Un extraordinario trabajo del cinematógrafo Türksoy Golebeyi, que no adorna nada, todo es seco, abrupto y extremadamente cotidiano, en que el conflicto va avanzando y estrechando más a los personajes, que se encuentran en un callejón sin salida, porque los problemas se amontonan y no encuentran ayuda, el encargado ha salido, el médico se encuentra lejos y por culpa del temporal no puede desplazarse, al igual que el coche que no puede salir de la escuela por la acumulación de nieve. Un preciso y grandioso montaje que firman el propio director, Sercan Sezgin, el proprio director y Hayedeh Safiyari, toda una institución del cine iraní porque trabaja con los más grandes como Bahman Ghobadi y Asghar Farhadi, entre otros. Un magnífico trabajo de edición con sus ochenta y cinco minutos de metraje, breves y directos, que van generando esa tensión in crescendo con esos planos cortos y cortantes que se van produciendo sobre todo, en la enfermería, un espacio que acaba siendo la habitación de la verdad, o al menos, de su búsqueda, donde todos los presentes irán desvelando su participación en el estado el niño enfermo.
Mención aparte tiene el grupo de intérpretes que ha reclutado Karahan para su película, en la que mezcla los niños sin experiencia en el cine junto a actores adultos experimentados. Están el par de debutantes, los dos chavales que dan vida a los protagonistas. Por un lado, tenemos a Nurallah Álaca como Memo, y sobre todo, Samet Yildiz en la piel de Yusuf, todo un descubrimiento, porque es un personaje complejo, ya que habla poco y mira mucho, pero una mirada que dice todo sin decir nada, convertido en la pieza clave de la película, todo un acierto del equipo y en especial, a su director Ferit Karahan. Los intérpretes adultos son Ekin Koç como el profesor Selim, uno de esos educadores que cambiará muchas formas y maneras del centro, los profes Hamza y Kenan, encarnados por Cansú Firinci y Melih Selçuk, respectivamente, siendo esos profesionales disciplinados y obedientes que siguen a rajatabla las directrices opresoras de la institución, individuos que tanto escalan en la sociedad, y en este caso, en el internado. Y luego, está el director Müdür, el funcionario serio, duro y siniestro, que hace cumplir las órdenes y luego, no es capaz de solucionar los problemas.
Karahan como ya hiciera en su primer trabajo, vuelve a demostrar sus dotes para crear un relato con un conflicto cotidiano que logra encerrar al espectador y provocarle la angustia y la reflexión, combinan el cine de autor con el de género, como hace mucho del cine iraní. El director turco construye una película que es una crítica social al sistema educativo, y no solo de Turquía, sino de cualquier país occidental, donde se prima la obediencia y lo normativo, y se expulsa lo diferente, lo único y lo inteligente, si no sigues las normas injustas, no perteneces a la sociedad. También, es un relato sobre el miedo, porque todos los personajes, tanto niños como adultos, hacen y deshacen a través del miedo, generando mentiras e imponiendo una posición que se equivoca y provoca más miedo, y todo con el aroma de aquella maravilla que es ¿Dónde está la casa de mi amigo? (1987), de Abbas Kiarostami, donde había crítica social, fraternidad y trama detectivesca. Una delicia que es todo un espejo para Mi mejor amigo. Un cine humanista, cercano y sobre todo, un cine que profundiza en los temas tan importantes como la educación, la organización de la sociedad y las relaciones humanas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Marc Parramon, codirector de la película “Altsasu (Gran Hura)”, en el marco del DocsBarcelona, en el Hotel Catalonia en Barcelona, el miércoles 19 de mayo de 2021.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Marc Parramon, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y al equipo de comunicación de DocsBarcelona, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
En el año 2012 la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenaba por primera vez al estado de Guatemala por las desapariciones forzadas durante la guerra civil (1960-1996) cifradas en más de 45000 personas desaparecidas. El GAM (Grupo de Apoyo Mutuo) creado en 1984, en el que un grupo de familiares desaparecidos pidió y consiguió esta sentencia que, entre otras reparaciones que, a día de hoy, el gobierno guatemalteco se ha negado a cumplir, se encontraban la producción de un documental. Fue entonces cuando el GAM contactó con el cineasta Claudio Zulian (Campodarsego, Padua, Italia, 1960) para llevar a cabo el proyecto. Zulian es una artista multidisciplinar (sus trabajos en el videoarte son elogiados en todo el mundo) en el largometraje ha desarrollado una filmografía anclada en el ámbito de lo social y político, como lo demuestran películas como Beatriz/Barcelona (2004) donde seguía la cotidianidad de una mujer sin nada, en A través del Carmel (2006) hacía un recorrido en un solo plano sobre el legendario barrio en el que realizaba un caleidoscopio humano sobre la historia del espacio, y finalmente, en Born (2014) se trasladaba a la Barcelona del siglo XVIII para contarnos un relato de tres personajes lleno de injurias, mentiras y violencia, que contaba con una asombrosa luz de Jimmy Gimferrer, y un gran trabajo de fuera de campo.
Ahora, Zulian se enfrenta a una película donde vuelven a entrar en liza la historia, la memoria colectiva de un pueblo, lo social y lo político, filmando a un grupo de personas, encabezadas por Miguel Ángel Arévalo, Paulo Estrada, Ofeliz Salanic y Salomón Mejía, que dialogan sobre sus familiares desaparecidos, sobre los que ya no están, sobre aquellos que les fueron arrebatados forzosamente. La película utiliza desde el dibujo, el archivo (en un gran trabajo de síntesis para contextualizarnos la terrible historia de Guatemala (uno de los países de América latina donde su pasado horrible es menos conocido internacionalmente) que nos lleva a mediados del siglo XX, cuando el imperialismo yanqui derrocó al gobierno democrático para imponer una dictadura y de esa manera, preservas sus intereses económicos en el país, hecho que provocó una firme oposición democrática que estalló en una lucha fratricida que se alargó hasta el año 1996, en que los años 1983 hasta 1985, la represión fue más atroz y cruenta con más de 200000 muertos y los mencionados 45000 desparecidos) la performance (cuando los propios familiares escenifican las argucias de la policía para asesinar a los opositores democráticos.
Zulian nos propone un viaje memorístico, donde el pasado y presente convergen en un solo, en el que visitamos los hogares de los desaparecidos y sus familiares recuperan su memoria, sus rostros y sus huellas, también, visitamos los lugares del horror, esas cárceles donde se llevaban a cabo las siniestras torturas y asesinatos, o esos espacios perdidos en el tiempo, donde algunos encontraron la muerte en manos de los genocidas. El cineasta italiano, afincado en Barcelona, convoca a los cineastas de la memoria como Claude Lanzman o Rithy Panh para conducirnos por la memoria de Guatemala, a través de la lucha de un grupo de personas que trabajan para desenterrar su pasado, para contarnos la verdad de lo que ocurrió y reparar judicialmente aquellos actos horribles, y lo hace desde el respeto a la memoria de las víctimas, de los que no están, dándoles ese espacio que el estado les negó, devolviéndoles la dignidad perdida, sacándolos del olvido estatal, recogiendo las pruebas recuperadas como el “Diario Militar” o el archivo policial, o los dibujos de sus retratos (en uno de los momentos más emotivos y especiales de la película, cuando un dibujante compone los retratos de los que ya no están).
Zulian captura a sus personajes desde la sinceridad y la naturalidad, filmándolos desde la observación, de aquel que mira sin juzgar, dejando esa parte al espectador curioso e inquieto, a través de lo colectivo, de un país que reclama justicia, que no olvida a sus muertos, que sigue trabajando desde la oscuridad, para que un día sus muertos descansen en paz, en una película que se bifurca en dos caminos, por un lado, es un documento magnífico sobre la memoria de la represión en Guatemala, y también, es un película sobre los procesos de crear una película, donde observamos las diferentes herramientas que el audiovisual permite explicar los diferentes situaciones que tuvieron que vivirse durante el horror, en el que el propio director participa, como la entrevista a un empresario conservador que niega el horror de la represión, argumentándolo de manera simplista y provocadora, secuencia que remite a la situación política actual que atraviesa Guatemala, donde estas personas que buscan dignidad para los suyos, ponen su vida en peligro, porque el estado sigue en sus trece y no tiene ningún gesto de reparación y justicia con las víctimas, sino todo lo contrario.
Entrevista a Ignacio Vilar, director de “A esmorga”. El encuentro tuvo lugar el Martes 5 de mayo en Barcelona, en el vestíbulo de los Cines Girona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Ignacio Vilar, por su tiempo y generosidad, a Sonia Uría, de Suria Comunicación, por su generosidad y paciencia, a Laura Fernández, de Vía Láctea Filmes (Productora de la película), por su simpatía y amabilidad, y a la Editorial Galaxia, por apostar por el libro y reeditarlo en castellano.