Entrevista a Claudio Zulian, director de la película “La montaña mágica”, en la Sala Laya de la Filmoteca de Catalunya en Barcelona, el jueves 19 de enero de 2023.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Claudio Zulian, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sonia Uría de Suria Comunicación, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Claudio Zulian, director de la película “No nacimos refugiados”, en la Filmoteca de Catalunya en Badalona, el miércoles 14 de octubre de 2020.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Claudio Zulian, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Judith Aregay de Acteon, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.
“Las palabras de la niñez no significan sólo reencuentros con una identidad perdida oscurecida al menos por la vida en el exilio, que por otra parte la enriquecía-, sino también la apertura a un proyecto, lanzarse a la aventura del porvenir”.
Jorge Semprún
En un instante de la película, uno de los exiliados asevera: “Tienes unas ideas y las aceptas, entonces asumes sus consecuencias”. Una definición que engloba el sentimiento que sienten las personas que han exiliado por un motivo político, una condición que viene de atrás, de unas ideas que lo posición a uno frente al poder, un poder que persigue a aquellos que piensan diferente, que se oponen, que resisten a la injusticia. Claudio Zulian (Campodarsego, Padua, Italia, 1960), ha confeccionado una carrera multidisciplinar en la que ha tocado muchos palos como las instalaciones museísticas, el teatro, la música, la televisión y el cine, donde ha desarrollado una filmografía enfocado en la periferia, en todos aquellos ciudadanos anónimos, invisibles, alejados de todo y todos, como demostró en A través del Carmel (2009), donde recorría la cotidianidad del barrio y sus gentes, en Born (2014), recreación histórica centrada en tres personajes que viven en el barrio del Bornet de la Barcelona de principios del siglo XVIII, en Sin miedo (2017), ponía voz a todos los familiares que buscan a sus seres queridos desaparecidos durante la dictadura de Guatemala.
En No nacimos refugiados, vuelve a Barcelona, a su ciudad de adopción, a sus calles, a sus cielos, para retratar ocho vidas de refugiados, ocho miradas de personas que se mueven por nuestras calles bajo el mismo cielo, y no lo hace desde la denuncia, como suele ocurrir en estos casos, sino que lo hace desde otro punto de vista, desde la humanidad que desprende cada una de ellas, a modo de breves capítulos, donde cada uno explica su pasado y presente, argumentando su decisión de exiliarse, desde lo humano y lo político, desde lo más profundo de su ser. Conocemos a Mohamad, Boris, Iryna, Gabriel, José Luis, Mahmoud, Maysam y George, de edades, profesiones y condiciones sociales diferentes, que vienen de lugares muy distintos. Unos han dejado la Siria en guerra, otros, debido a sus ideas políticas, tuvieron que abandonar su país, otros, su condición homosexual les obligó a irse, y alguna, la guerra también obligó a huir por la escasez médica que precisaba. Vidas de frente, cara a cara ante nosotros, que nos miran sin acritud, a los ojos, escuchando sus testimonios, su posición política, su vida en Barcelona, los obstáculos y barreras con las que se encuentran, la terrible burocracia para regularizar su situación, los problemas y conflictos cotidianos que nos encontramos en una posición así.
Zulian filma personas, personas diferentes, con circunstancias vitales muy parecidas, desde el respeto y la humildad, construyendo su retrato desde todos los ángulos posibles, situando a sus “personajes” en el centro de la cuestión, accediendo a sus vidas invisibles, esas vidas tan presentes y vivas, con sus tragedias y esperanzas, que funcionan como espejo para nosotros, unas vidas que podríamos ser nosotros, como asevera el subtítulo de la película: “¿Quién conoce su destino?”, toda una declaración de intenciones de todas las vidas que pasan por la pantalla, unas existencias que la vida y las circunstancias les han llevado a empezar de nuevo en otra latitud, en Barcelona, arrancando una vez más, dejando sus países de origen, al que sueñan con volver algún día, arrastrando sus heridas emocionales, sus recuerdos, toda esa vida que se truncó, que cambió, que empezó en otro universo, y lo explican desde la intimidad, desde la ausencia, y desde la más absoluta cotidianidad.
El cine de Zulian habla de personas como nosotros, de vidas-espejo que transitan por los mismos lugares que también transitamos, tropezando, en muchas ocasiones, con las mismas dificultades y sintiéndonos tan frágiles y fuertes según las situaciones. Un cine humanista, que utiliza la palabra como vehículo sensible y honesto para explicar vidas, todo tipo de vidas, un cine humanista, de carne y hueso, de gentes que intentan tener vidas dignas a pesar de tantas imposiciones deshumanizadoras, un cine por y para la vida, como el que hacían el Renoir de Toni, o el Rossellini de La terra trema, donde las películas-retrato emanan verdad, donde la realidad subjetiva emerge desde la honestidad del que mira y observa a aquellos quiénes son como nosotros, que viven y padecen, que desean llevar una vida digna y sincera, a pesar de las circunstancias, como la mayoría de seres humanos, siendo fieles a sus creencias, sus ideas, y todo lo que ellos son, sin arrodillarse ante nada ni nadie, asumiendo las consecuencias de quiénes son y dónde quieren llegar. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Claudio Zulian, director de la película “Sin miedo”. El encuentro tuvo lugar el martes 17 de abril de 2018 en los Cines Boliche en Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Claudio Zulian, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, al equipo de los Cines Boliche, y a Sonia Uría de Suria Comunicación, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.
Entrevista a Claudio Zulian, director de “Born”. El encuentro tuvo lugar el Jueves 11 de diciembre de 2014 en Barcelona, en la oficina de su productora Acteon.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Claudio Zulian, por su tiempo y sabiduría, y a Sonia Uría de Suría Comunicación, por su generosidad y paciencia.
Nos encontramos en Barcelona, en el desaparecido barrio del Bornet, a principios del S. XVIII, en el que seremos testigos de la intrahistoria, de las vidas y circunstancias de tres personajes envueltos en un marco histórico muy significativo: Bonaventura Alberini, calderero que debido a sus deudas de juego se ve tristemente desahuciado, su hermana Mariana, joven viuda desheredada por su difunto esposo que tiene que entregar a su hijo y ponerse a ganarse el pan en una taberna, y finalmente, Vicenç, un comerciante burgués codicioso y sin escrúpulos que se verá involucrado de manera siniestra en la vida de los hermanos. Después de su primer trabajo, A través del Carmel (2009), -documento rodado en plano secuencia donde radiografiaba la vida cotidiana del barrio a través de sus habitantes y lugares-, Claudio Zulian se enfrenta a una reconstrucción histórica, marcada por una forma rigurosa y muy estilizada, que atrapa y sumerge al espectador en un relato sobre desahucios, bajas pasiones, vilezas y demás situaciones donde los humanos se aprovechan de la desgracia ajena de manera cruel y despiadada. Una mirada sincera y honesta que nos remite directamente a un presente en que las cosas parecen que han cambiado para seguir igual. Un guión férreamente construido y muy bien aprovechado, basado en hechos reales (libremente inspirado en el libro La ciutat del Born, del historiador Albert García Puche), que sitúa su arranque en los albores de 1700, a través de tres segmentos o capítulos dedicados a cada uno de los tres personajes en cuestión, que culminará 14 años después con la Guerra de Sucesión, en la que combaten las tropas de Felipe V (Borbón) que defienden Barcelona contra el asedio del ejército de Carlos III (Casa de Austria). Zulian maneja el tiempo de manera brillante, adaptando cada secuencia a la historia que se nos está contando, cumpliendo de manera eficaz el ritmo y la acción que se pide en cada situación, donde los planos fijos de larga duración, el fuera de campo, el tratamiento del sonido -escuchamos un continuo bullicio callejero-, los extensos diálogos y la ausencia de música -sólo recurre a la diegética- sazonan un conjunto que se apoya en una delicada mirada hacía los detalles más íntimos que esclarecen los deseos y frustraciones de unos individuos asfixiados y sin futuro. Un proceso heredado de los grandes cineastas, en el que la acción es una mera excusa para conocer a unos personajes que se debaten entre su complejidad emocional y existencial. La estructura de las películas que filmó para televisión Rossellini fucionarían como el espejo donde mirarse, así como en la inacción de las películas de Bresson, sin olvidarnos de Barry Lindon (1975), donde Kubrick narraba de manera excelsa la figura de un trepa odioso que sería un pariente cercano del personaje de Vicenç. Una película que funciona de manera obsesiva en su forma y fondo, donde una no existe ni funciona sin la otra. El tridente de actores -Marc Martínez, Vicky Luengo y Josep Julien, sin dejar de lado, la maravillosa presencia de Mercè Arànega como alcahueta y señora entregada a la buena vida y sus placeres-, se mezcla y funde con el paisaje urbano y emocional que desgrana todo el relato, una ciudad en crisis, mugrienta, sucia, moribunda y brutal, donde la vida se hace muy dura y en la que a veces la única escapatoria es venderse al mejor postor, aunque sea a riesgo de perder la dignidad y la identidad. Mención aparte tiene la luz de la película, firmada por el excelente cinematógrafo Jimmy Gimferrer -como reivindicaban el desparecido Néstor Almendros o Vittorio Storaro, y otros, en identificar de esa manera su figura en las películas que trabajaban-. Una luz tenue, naturalista y velada, (en la que su fuente de inspiración podríamos encontrarla en el trabajo de John Alcott para Barry Lindon), que ilustra a través de los contrastes de luz y sombras, los elementos que recorren magníficamente toda la película emocionando y sobrecogiendo en algunos momentos. Una luz donde Gimferrer está creando cimientos y abriendo nuevas vías a la hora de afrontar el reto de reconstruir una época histórica concreta. Un camino que ya empezó en Història de la meva mort (2013), de Albert Serra, continúo con Stella Cadente (2014), de Lluís Miñarro, y ahora hace lo mismo con Born. No puedo acabar esta crítica sin hacer referencia al plano final de la película, un maravilloso cierre para un relato que de manera sencilla y exquisita propone un viaje hacía un momento histórico que, ante lo que pudiera parecer, sigue latiendo con fuerza en cada uno de nosotros.