Entrevista a Ali Ray

Entrevista a Ali Ray, directora de la película “Frida Kalho”, en el marco del BCN Film Festival, en el Hotel Casa Fuster en Barcelona, el miércoles 26 de abril de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Ali Ray, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Miguel de Ribot de A Contracorriente Films, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Las paredes hablan, de Carlos Saura

LOS MUROS QUE PINTARON Y QUE PINTAMOS. 

“Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara”.

Jorge Luis Borges

Mencionar el nombre de Carlos Saura (Huesca, 1932), es citar a uno de las grandes cineastas de la historia del cine español, uno de los nombres más destacados de nuestra cinematografía de sus últimos sesenta años, con películas tan inolvidables e importantes en nuestra cinematografía como La caza (1965), Peppermint Frappé (1967), Ana y los lobos (1972), La prima Angélica (1974), Cría cuervos… (1976), Mamá cumple 100 años (1979), Deprisa, deprisa (1981), Carmen (1983), ¡Ay, Carmela! (1990), Tango (1998), Goya en Burdeos (1999), películas que resultan imprescindibles para conocer España durante el franquismo, y los primeros años de democracia, convertidas en crónicas profundas y muy personales del tiempo histórico más controvertido de nuestro país. 

Aunque su primer trabajo después de la Escuela de Cine fue el documental Cuenca (1958), el cineasta aragonés se había instalado en la ficción, quizás por esas cosas que en las ficciones se podía hablar más de lo que sucedía capeando la durísima censura. Será en los años noventa donde su cine se instala en el documental musical con géneros como el flamenco, con la complicidad en la cinematografía del gran Vittorio Storaro, con títulos emblemáticos como Sevillanas (1991), Flamenco (1995), Iberia (2005), Flamenco, flamenco (2010), y otros géneros como en Fados (2007), Zonda: Folklore argentino (2015), Jota, de Saura (2017). La película Las paredes hablan, nacida de una idea de José Morillas, que escribe el guion con el propio Saura, viene de un encargo de la productora María del Puy Alvarado, que conocemos por películas como Madre, El agente topo y Anatomía de un dandy, entre otras, es un documental que, en cierta medida, recoge muchos de los elementos de aquel trabajo de juventud que fue el citado Cuenca, en el sentido que muestra una realidad y la analiza desde una perspectiva íntima, muy natural, alejándose de todo artificio y estridencia narrativa, para construir una película tan sencilla y acogedora, que se empareja con aquel cine primitivo que con tan poco llegaba a tan lejos, mostrando todas aquellas pequeñas cosas, revelando la esencia de lo invisible y deteniéndose en lo más oculto y lo más frágil y sensible. 

El Saura cineasta filma a Saura personaje y nos invita a un viaje que abarca cuarenta mil años de historia de la humanidad, que no es poco, pero la maestría del cineasta oscense le hace huir de la manida grandilocuencia, y construir un relato profundo, muy personal y a la vez, universal, lleno de conocimiento, sabiduría y sencillez. Una travesía que nos hace recorrer las cuevas de Asturias, Cantabria y Chauvet y dejarnos llevar por las maravillosas pinturas paleolíticas más significativas, un paseo por los barrios obreros de Madrid y Barcelona, y sus calles, deteniéndose en sus muros abandonados y olvidados, y con compañeros de viaje como Pedro Saura, experto en arte paleolítico, Juan Luis Arsuaga, director científico del yacimiento de Atapuerca, el pintor Miquel Barceló, la comisaria de arte del Museo de Prehistoria, Anna Dimitrova, Roberto Ontañon Peredo, director del Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria, y artistas vinculados al mundo del graffiti como Zeta, Suso33, Cuco y Musa71, que nos cuentan su arte, su filosofía y demás entre maravillosas conversaciones entre ellos y con Saura, que se convierte en un personaje más en esta historia de idas y venidas, de pasado y presente, del arte y sus artistas, en una fusión, una mezcla de tiempos, tendencias, géneros y materias. 

La película construye un puente de conexiones y vinculaciones entre el arte paleolítico y el arte urbano más actual, en el que se mira, se analiza y se profundiza en texturas, elementos, de esencias y metodologías de trabajo, visitas a talleres, en el que los vemos a parte de conversar, intercambiar ideas y cuestionar lo establecido y elogiar la incertidumbre, el error y la pérdida, en un sinfín de ideas que van y vienen, que se construyen trabajando, que se hacen y se mueren en cada trabajo, en cada estructura, y sobre todo, en ese proceso infinito de búsqueda, de buscar, de buscarse dentro de nosotros, en nuestro interior, en nuestra alma, y en nuestro alrededor de forma inquieta, curiosa y sencilla, en la que se habla del arte y del artista, de sus orígenes, sus elementos naturales y abstractos, de filosofía, de condición humana y de sentir y emociones. La sabiduría y la magia que destila la película de Saura es como una vuelta a la inocencia, a aquella pulsión del creador que empieza y quiero descubrirlo todo, haciendo preguntas y haciéndose preguntas desde la mirada del que quiere saber, del que quiere descubrir, del que busca, pregunta y observa maravillado por las pinturas, los detalles, y todo lo que hay detrás, de  ese universo invisible que está ahí, pero hay que acercarse y mirarlo detenidamente para ver todo lo que nos cuenta la pintura y sus huellas, sus restos y el artista desconocido que estuvo allí hace miles de años, porque, en cierta manera, como ya hemos planteado, Las paredes hablan y mucho, nos hablan de todo lo que ha sucedido en ellas, de todas las capas, relieves y texturas que el tiempo ha construido en ellas, y también, nos habla de las manos de los artistas que estuvieron allí, de su arte y sus mirada, de todo su contexto social, económico, político y cultural en el que vivían y pintaban. 

La película se podría mirar en el reflejo de otras como Mur murs (1981), de Agnès Varda, en el que se recogen las pinturas de arte urbano en las paredes de Los Ángeles (EE.UU), y todo su contexto y el origen y deseo de los artistas que las pintan, así como el estupendo documental La cueva de los sueños olvidados (2010), de Werner Herzog, rodado en 3D, en el que se observan y analizan con profundidad todas las pinturas rupestres de la mencionada cueva de Chauvet. Las tres películas forman una especie de trilogía en la que se abre un profundo e íntimo diálogo entre el cine y el arte, o lo que es lo mismo, se abre un diálogo sobre los procesos creativos, sobre la necesidad de mirar sin prejuicios y sin perder la curiosidad del niño o niña que todos fuimos alguna vez, y sobre todo, de disfrutar en todos los sentidos de la magia de la historia, de todos los secretos y revelaciones que sabemos y nos faltan por descubrir, de dejarse llevar por sus magníficos setenta y cinco minutos breves e intensos de metraje, en el que nos llevan de la mano por la historia de la humanidad, del descubrimiento de la consciencia, de todo lo que soñados en forma de pinturas y demás, y de nuestra identidad que es aquella que vemos cada día en un espejo, y aquella otra, la que no vemos y sentimos y es el material del que están hechos los sueños y lo que soñamos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Irene M. Borrego

Entrevista a Irene M. Borrego, directora de la película “La visita y un jardín secreto”, en el marco de L’Alternativa. Festival de Cinema Independent de Barcelona, en el Hostal Cèntric en Barcelona, el domingo 20 de noviembre de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Irene M. Borrego, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a mi querido amigo Óscar Fernández Orengo, por retratarnos de forma tan especial, y a Mariona Borrull de Comunicación de L’Alternativa, por su trabajo, amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

La Visita y Un Jardín secreto, de Irene M. Borrego

LA PINTORA Y LA CINEASTA.

“Un gran retrato es siempre más un retrato del pintor que de la pintada”.

Samuel Butler

De la cineasta Irene M. Borrego conocíamos muchas facetas en el oficio del cine. Amén de haber producido películas tan interesantes como El mar nos mira de lejos (2017), de Manuel Muñoz Rivas, Dos islas (2017), de Ariadna F. Castellanos y This Film is About Me (2019), de Alexis Delgado, y haber dirigido nueve cortometrajes entre los que destacan Vekne hleba i riba (2013) y Muebles Aldeguer (2015), piezas en las que prima la existencia cotidiana a través de lo mínimo, de aquello que no se ve, a partir de retratos donde se nos revela lo invisible y lo ausente. Los mismos elementos continúan en su primer largometraje como directora, La Visita y Un Jardín secreto, un relato breve, apenas sesenta y cinco minutos, doméstico, nunca salimos de las cuatro paredes de la vivienda de Isabel Santaló, una pintora que vive su vejez junto a su gato, la asistenta que le ayuda, alguna que otra visita y poco más.

La película aborda la figura de la pintora desde la más absoluta intimidad, sin alardes formales ni nada que se le parezca, desnudándolo todo, acercándose de manera tímida al principio, como si de un documental observacional se tratase, y luego, adentrándose más en la vida y obra de la pintora mencionada, todo contado desde la sensibilidad, delicadeza y tacto posibles, mostrando y mostrándose, porque la película no solo se queda en el retrato al uso, sino que va mucho más allá, porque recorre la vida de la pintora, dejando fuera hechos y datos, en un sentido emocional, en un sentido humano, a través de la voz del reconocido pintor Antonio López, que nos va contando los recuerdos sobre Isabel, colega de generación, situándose en ese espacio desde donde la película nos habla, rescatar la figura de Isabel, su obra, que nunca veremos, y sobre todo, su pensamiento y reflexión, pero desde la sutileza, desde lo íntimo, y desde el encuentro y desencuentro entre la pintora y la cineasta que la quiere retratar, dejando visibles todo el armazón cinematográfico, porque podemos ver la película como un ensayo de cómo se hace una película.

La película abraza ese espacio doméstico y lo muestra sin tapujos, ni formalidades ni tecnicismos, sino con toda la verdad, tanto cinematográfica como humana posibles. Encontramos a Rita Noriega, cinematógrafa de las recientes Cerdita y El cuarto pasajero, entre otras, y a Javier Calvo, que se encargo de la fotografía de Palabras para un fin del mundo (2020), de Manuel Menchón, construyendo esa luz natural y velada, en la que se acercan a la retratada de la forma más transparente y oscura que requiere la película, así como el trabajo de sonido que firman Nicolas Tsabertidis, que ya estuvo en Muebles Aldeguer, y es habitual de Jaime Rosales, y Hugo Leitâo, cómplice del cine de Pedro Costa, creando esa desnudez que tanto necesita el relato, y al citado Manuel Muñoz Rivas (montador de directores tan importantes como Eloy Enciso, Irene Gutiérrez, Mauro Herce y Théo Court, entre otros), como coguionista y coeditor junto a la directora, en un conciso y detallista en el que todo se envuelve en una aura de cercanía y misterio a la vez, porque es tan importante lo que se nos cuenta como todo aquello que se nos oculta.

Una película-documento que tiene ese aroma de búsqueda, de saber el pasado y dejar memoria de lo que fue y es, en la que la figura desconocida de Isabel Santaló va revelando y rebelándose a medida que avanza el relato, en una historia que cuenta y desentierra misterios y secretos ocultos o no, y otros, los entierra, en los que se habla de muchas cosas, desde la pintura, desde el proceso creativo, los miedos e inseguridades tanto del artista, como de la sociedad franquista y represora que le tocó vivir a la pintora, también, de la familia, ese espacio que se opuso a la decisión de Isabel, las diferentes luchas internas y externas de ser pintora, las dificultades de visibilizar su obra, tan radical y diferente a las corrientes del mundo del arte, el hecho de ser mujer y artista en una sociedad conservadora, aniquiladora y machista, y el retrato sobre la vejez y sus circunstancias, tan ausente en la mayoría del cine que se hace, en el que parece que la vejez es una enfermedad terrible que es mejor no analizar y mostrar en el cine y en cualquier arte.

La película también funciona como un misterio en sí misma, porque retrata aquello perceptible y aquello oculto, aquello que debemos intuir y en cierta forma, inventar, y en un entorno cercano y alejado a la vez, porque La Visita y Un Jardín secreto tiene ese aroma del cine doméstico y revelador que tanto tenía el cine de Chantal Akerman, en sus películas-retrato-hogar, en las que todo se cocía a fuego lento, deteniéndose en lo minúsculo, observando aquello imperceptible, descubriendo y emocionándonos con todo aquello que requiere de pausa y mirar, detenerse a mirar y sobre todo, a escuchar y escucharnos, como hace la película de M. Borrego que, a su manera, se erige como una revolución en toda regla, alejándose de este mundo mercantilizado en el que todo es rapidez y producción, donde hemos olvidado el gesto tan humano de detenerse, observar nuestro entorno más inmediato y cercano y escuchar al otro y a nosotros mismos, en el que podamos hablar, como hace la película, del olvido, la memoria, la pintura, el cine, la creación y nuestra percepción de un mundo que corre demasiado y se olvida de todo lo que importa y todo lo que tenemos delante que, quizás, es todo aquello que necesitamos para crecer y ser mejores personas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Nando Caballero

Entrevista a Nando Caballero, director de la película “L’últim salt”, en su domicilio en Sabadell, el domingo 18 de septiembre de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Nando Caballero, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Nazario presenta su Carta Blanca en la Filmoteca

Presentación de la Carta Blanca a Nazario, junto a Marina Vinyes, Jefa de programación de la Filmoteca, en el Bar La Monroe en la Filmoteca de Catalunya en Barcelona, el viernes 1 de abril de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Nazario y Marina Vinyes, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Jordi Martínez de Comunicación de la Filmoteca, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

El último arquero, de Dácil Manrique de Lara

RECUPERAR LA MEMORIA.

“No puedo devolverte tus recuerdos, pero sí que puedo contar quién eras para mi”

La memoria familiar ha sido, desde tiempos inmemoriales, objeto de estudio, conocimiento y reflexión para muchos artistas que, se han acercado a explorarla a través de sus medios artísticos. El cine de no ficción ha encontrado en la memoria su razón de ser, investigando el pasado y contextualizando en el presente, películas como El cielo gira (2004), de Mercedes Álvarez, rastreaba las huellas del pasado de su pueblo Aldealseñor (Soria), para construir una memoria familiar, colectiva y personal, en Nadar (2008), de Carla Subirana, era un viaje para formular el pasado familiar, histórico y personal, a partir de las tres mujeres de la familia, incluida la propia directora, y en África 815 (2014), de Pilar Monsell, donde rescataba la biografía paterna y familiar a través de los archivos paternos. Tres formas diferentes y complementarias de acercarse al pasado familiar y personal, a través de los objetos, restos y huellas que dejan los ausentes. El último arquero, opera prima de Dácil Manrique de Lara (Las Palmas de Gran canaria, 1976),  fomentada en la dirección de arte de cine, televisión, publicidad y videoarte, es una película que podría sumarse a las citadas, porque también nos propone un viaje íntimo y muy personal que emprende la directora para acercarse a la memoria familiar a través de las figuras de sus abuelos, el pintor Alberto Manrique (1926-2018) y Yeya Millares, violinista.

A partir de los testimonios de sus abuelos, las imágenes de súper 8, los diarios de la abuela, y la propia narración de la directora, la obra nos sumerge en la isla de Gran Canaria, viajando por un relato que arranca en 1926 y finaliza, o podríamos decir, que continúa en la memoria de los espectadores, descubriéndonos la figura del pintor, un erudito de la acuarela, y dejándonos llevar por sus pinturas imposibles, donde sus objetos no tienen peso, flotan y se deslizan por el dibujo, escenificando imágenes surrealistas, para escapar de esa realidad incomprensible, o mejor dicho, para construir una realidad más acorde a todo lo que emana en nuestro interior, a todo aquello realmente inconexo y extraño que habita en lo más profundo de nuestra alma. Manrique de Lara plantea varias voces y encuentros, los de sus abuelos, que va reconstruyendo a partir de sus testimonios, imágenes y reflexiones de ellos y suyas, fusionándolas con su propia memoria, la madre soltera, el padre ausente, sus abuelos convertidos en sus padres, su intento de asesinato cuando era una niña, su exilio a Madrid, y su vuelta para cerrar el círculo, enfrentándose a sus propios traumas y pesadillas, pero también, a las alegrías y abrazos con sus recuerdos infantiles con sus abuelos.

Los 74 minutos de la película pasan como una suave brisa frente al mar, hay tiempo para hablar de tristeza, de las derrotas que ocasiono la guerra y el franquismo así como el trauma que persigue a la directora, pero también, hay tiempo para la alegría y la reconciliación y el abrazo, reivindicando el arte, no solo como una herramienta personal e íntima de múltiples variantes y experimentaciones, sino como un vehículo primordial para la sanación personal, a través de los sueños y realidades que provoca, y sobre todo, como elemento indispensable para la vida y sus circunstancias, evocando la cita que abre la película: “Sin el arte, la crudeza de la realidad haría que el mundo fuese insoportable”, de George Bernard Shaw. Un guión firmado por la propia directora e Isabelle Dierckx, con la colaboración de Elena Goatelli y Andrés M. Koppel, que seduce desde sus primeras imágenes, sumergiéndonos en la biografía de Manrique y su esposa, y todos aquellos otros artistas que crecieron juntos, imaginando universos imposibles, en un país demasiado oscuro y sin futuro.

El último arquero, en relación al propio Alberto Manrique, como el último superviviente que, en 1950, junto a  los artistas Felo Monzón, Agustín y Manolo Millares, fundaron LADAC (“Los arqueros del arte contemporáneo”), conectándonos con lo humano, esa materia sensible y delicada, donde nos invita a una exploración íntima del pasado, a partir de los restos del naufragio, de sus huellas, volviéndolas a mirar y extrayendo todo aquello que la memoria y el tiempo se empeña en borrar, dejando que los recuerdos fluyan y experimentando todo aquello que la película va rescatando y recordando, en los mismos espacios donde se desarrollaron las situaciones, devolviéndoles la magia de volver al pasado a través de lo conservado. Una película sencilla y honesta, que emociona por sus imágenes, sus recuerdos, y sobre todo, su aproximación al mundo de la pintura, del arte, a partir de las experiencias bellas y dolorosas de la familia, reconstruyendo una memoria que sigue latente, despierta y frágil, que no solo interpela constantemente a Manrique y Yeya, sino también, a la directora, y a todos aquellas personas ausentes que siguen entre nosotros, aunque ya no podamos verlas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

La Pasión en el Arte, de Phil Grabsky

LAS IMÁGENES DE LA PASIÓN.

“A cualquiera que le interese el arte o le interese simplemente la cultura visual, le tiene que interesar la historia de Jesús, porque en ella se muestran las imágenes más bellas, conmovedoras e intensas de toda nuestra cultura visual. Sin duda, es la historia más ilustrada de  la historia occidental. La ambición, el dolor, el sufrimiento, la gloria, todos los elementos de la tragedia clásica convergen en este drama increíblemente intenso”

Rachel Campbell-Johnston, historiadora y crítica de arte

Muchos de nosotros, amantes del arte y la cultura, nos hemos sentido fascinados frente a una pintura, mirándola como si no hubiese un mañana, ensimismados en sus trazos, sus figuras, sus colores, su luz, sumergidos en su contemplación, y en su interior, en la escena que representa, y no solo en ella, sino a la que la precede y también, en la que vendrá después. Una pintura explica un momento de la historia, un relato suspendido en el aire, un instante que quedará grabado para la historia y para quien la contempla.

El cineasta británico Phil Grabsky lleva toda su carrera produciendo y dirigiendo documentos sobre arte, su catálogo es impresionante y especialmente jugoso por la enorme variedad de sus trabajos que van desde grandes compositores como Mozart, Beethoven o Chopin, pintores como Manet, Vermeer, Renoir, los impresionistas europeos o americanos, Da Vinci o Picasso. Aunque, quizás le faltaba la guinda del pastel, la vida y muerte de Jesús representada en la pintura a través de la historia del arte. El relato de Grabsky arranca y se despedirá con una misa de la iglesia ortodoxa rusa, una religión muy sensible con el arte sacro, ya que sus iglesias se muestran especialmente muy recargadas de pinturas e imágenes, asistimos a su liturgia, acompañados por los cantos. Después de este intenso prólogo, la película da paso a los expertos en la materia, historiadoras/es del arte e investigadores de prestigios, empezando por Rachel Campbell-Johnston, seguido de Jennifer Sliwka y David Gariff, que nos irán iluminando con sus certeras reflexiones y estudios sobre las diversas pinturas que veremos desde Caravaggio, Raphael, Michelangelo, Leonardo, El Greco, Dalí, Rubens, Tiziano y muchos más, que nos irán contando la vida, muerte y resurrección de Jesús, dando saltos en el tiempo y viendo un recorrido brutal y fascinante por la historia del arte y sus diferentes estilos, épocas y escuelas.

Un viaje en el que nos acompañarán también, el relato en off de los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan que iremos escuchando las diversas escenas de la vida de Jesús. No solo estamos ante una película que explica como la historia del arte se ha acercado a la vida de Jesús, sino que nos sumerge en un universo fascinante, cautivador y profundo sobre la imagen como herramienta poderosa para hablar de nuestro pasado y de nosotros, como explica la historiadora e investigadora Jennifer Sliwka: “Creo que a la gente le incomoda mucho lo que no entiende. A menudo, puede que no se sienta incómoda con esas historias, ya que realmente son historias que violentan. Si el cuadro no te interpela, pasas de largo, sin más. En cambio, si dedicas un tiempo a conocer la historia bíblica, buscas respuestas en el cuadro y reflexionas como algunas obras han interpretado la historia bíblica, y la respuesta es extraordinaria en todos los sentidos. Entender la historia bíblica, nos ayuda a entender muchas cosas sobre nosotros, seamos religiosos o no”.

El cineasta británico compone un relato de 85 minutos que viaje alrededor de nuestros sentidos, mostrando con una capacidad magnetizadora las diversas pinturas que pasan frente a nosotros, en el que las diversas voces que van leyendo los evangelios nos introducen aún más si cabe en las múltiples interpretaciones que han realizado los artistas de las escenas más importantes y fundamentales no solo de la cristiandad, sino de nuestra historia occidental. Mirando, descubriendo, redescubriendo, completamente imbuidos por la fuerza de las imágenes, su contenido, su luz, sumergidos en la fascinación de todo aquello que nos explica y que interpela en nosotros, independientemente de nuestras creencias religiosas, llevados hacia el interior de la pintura, su contexto histórico, y el instante en que el artista la imaginaba y la pintaba, muchos instantes de la historia, de nuestra historia, suspendidos en una obra de arte, en una pintura que explica la vida de un ser humano convertido en la divinidad más grande de todo el mundo occidental. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

El cuadro, de Andrés Sanz

EL ENIGMA DE LAS MENINAS.

“Un cuadro que constantemente es una escenificación de la realidad en que todo es fingido”

Francisco Calvo-Serraller

Toda imagen, independiente de cuál sea su forma y estructura, oculta un misterio, un enigma que se revelará justo en el instante en que un espectador la observe, solo en ese momento será cuando esa imagen desvelará o no sus enigmas ocultos, porque cada espectador la mirará de formas diferentes y sobre todo, cada espectador hará su propia interpretación, que seguramente será muy diferente a la de otro espectador. Las meninas, quizás el cuadro más misterioso ya no solo de su autor Velázquez (1599-1660) sino de la historia del arte, se convierte en la primera película de Andrés Sanz (Madrid, 1969) en el centro de todo, en la materia de investigación y en el objeto a estudiar, desde múltiples puntos de vista. Sanz vinculado con el mundo del arte desde sus estudios y realizador de piezas relaciones con el universo pictórico, enmarca su película en un thriller intenso y profundo sobre los misterios de Las meninas, convocando a expertos en la obra de Velázquez y en su célebre pintura.

Algunos de estos estudiosos pasan por delante de su cámara como si fuesen testigos de un crimen y ofrecen sus testimonios para esclarecer los hechos que plantea la famosa pintura. Veremos y escucharemos al historiador estadounidense Jonathan Brown; los conservadores del Prado Manuela Mena, Javier Portús, Matías Díaz Padrón; el académico Félix de Azúa, el crítico Francisco Calvo Serraller; y los expertos del Metropolitan Keith Christiansen y Michael Gallagher, o el pintor Antonio López, especialistas del Museo Nacional del Prado y del Metropolitan Museum de Nueva York, entre muchos otros. Todos mantienen una relación estrecha con Velázquez y Las meninas, todos aportan su mirada al misterio del cuadro, lanzando sus ideas sobre lo que oculta la obra, cada uno a su forma, cada uno desde el convencimiento de que algo se oculta, algo misterioso ronda por la pintura. Ideas, planteamientos y formas de ver una obra y estudiarla, que choca contra las de otros expertos.

Entre todos nos ofrecen una idea de cómo acercarse al cuadro, como introducirnos en su interior y viajar por ese espacio que plantea la pintura de Velázquez. “Mirar a través del cuadro”, como espeta uno de los testimonios que aparecen en la cinta, o lo que es lo mismo, viajar por su interior, mirando con detenimiento sus figuras, sus sombras, sus espejos y sus múltiples reflejos que nos interpelan constantemente, produciendo esa fascinación que sigue hipnotizando a todos los observadores del cuadro desde hace tres siglos y medio. Sanz escenifica el tiempo, allá por el año 1656, en que se pintó la obra en la corte de Felipe IV, las relaciones entre Velázquez y el rey, y todo aquello que se cocía entre ellos y en mitad de un tiempo de decadencia de un reino que desaparecía entre las sombras, por medio de secuencias de miniaturas animadas por la técnica de stop motion, creando ese mundo laberíntico y absorbente que encierra la pintura, en una película que arranca proponiéndonos un sueño, un sueño recurrente del propio Sanz desde que era niño, cuando alguien le invitaba a mirar a través del agujero de una casa que escondía otros mundos infinitos e imposibles donde se desarrollaban escenas de la realización del cuadro.

La enigmática y magnífica música de Santiago Rapallo, la cinematografía misteriosa y sombría de Javier Ruiz conforman ese haz de misterio y enigma por el cual se estructura la película convocándonos a los espectadores a un juego de fantasmas, espectros y sombras en que dilucidar lo que se oculta, en un juego detectivesco en la mejor tradición del género, de la misma forma que se desentrañaban las formas de trabajo de Picasso en el fascinante documento de El misterio de Picasso, de H. G. Clouzot, o en La ronda de noche, de P. Greenaway, en que el cuadro de Rembrandt, también ocultaba un misterio en forma de asesinato, y que era desentrañado en la película. Sanz ha hilvanado con paciencia quirúrgica una obra fascinante, hipnótica y maravillosa sobre la pintura, el arte, los misterios materiales e inmateriales, el tiempo, los fantasmas y la increíble capacidad del arte para detenernos en una imagen, que sea cual sea su misterio o enigma que encierre, seguirá sometiéndonos a su belleza, a sus trazos, colores, juegos de espejos, espacios infinitos y sobre todo, seguirá manteniendo en suspense todos sus misterios que oculta, porque cada generación de espectadores seguirá elucubrando nuevas teorías, conspiraciones, hipótesis y demás ideas sobre Las meninas, Velázquez, Carlos IV y sus profundas e inagotables interpretaciones. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

La mirada de Orson Welles, de Mark Cousins

EL HOMBRE DETRÁS DEL GENIO.

“Crea tu propio estilo visual. Hazlo único para ti mismo e identificable para los demás”.

Orson Welles

Hablar del cineasta Orson Welles (1915-1985) no es tarea fácil, amén de la innumerable cantidad de material de todo tipo que ya existe sobre su obra y su figura, tanto personal como pública, un material de archivo que ha trazado un sinfín de caminos indagando y profundizando acerca de su peculiar y compleja obra, siempre realizada con dificultades de toda índole, aunque la perseverancia de Welles vencía casi todos los obstáculos y llevaba a buen puerto las obras que proyectaba convirtiéndolas en películas que forman parte de la historia del cine. Mark Cousins (Belfast, Reino Unido, 1965) escritor y cineasta siempre interesado en la mirada y sus construcciones en la que ha investigado  en buena parte de su carrera en forma de grandes libros sobre cine como su imprescindible The Story of Film, que convirtió en una memorable serie de más de 900 minutos a la que añadió el subtítulo An Odissey, o los títulos de  Escena por escena, Historia y Arte de la mirada. A su trabajo en el campo de la literatura, Cousins ha creado una vía muy estrecha  y en perfecta sintonía en el campo audiovisual, con la ya mencionada serie a la que se añaden otros trabajos sobre el cine menos conocido como su trabajo en The First Movie, sobre niños del Kurdistán iraquí, entre otras.

Ahora con el hallazgo de desconocidísimo material plástico de Welles por parte de su hija Beatrice Welles y Philip Hallman, del Departamento de Artes Visuales y Culturas de la Universidad de Michigan, se abre una nueva vía para acercarse a la figura del cineasta desde un ámbito completamente diferente, el de su trabajo visual, con infinidad de dibujos, ilustraciones y bocetos de sus películas, obras de teatro y demás proyectos vistos, frustrados, conocidos o no. El cineasta irlandés coge todo ese material inédito y construye una película en la que mediante su voz en off iremos viajando por aquellos lugares de la vida de Welles, en forma de misiva, transitando de forma desestructura por esos paisajes que antes vio Welles, espacios suyos y lugares que vieron nacer al genio que se estaba fraguando. Cousins estructura su película en tres actos: Peón, Caballo y Rey, añadiendo el epílogo sobre el tema del Bufón. En el primer acto, “Peón”, la película nos sumerge en la política de Welles, todos esos personajes de gente corriente y sencilla que transitan por su cine. En el segundo acto, “Caballo”, nos muestra al Welles obsesionado por el amor y sus tormentosas relaciones con mujeres como Dolores del Río o Rita Hayworth, con esos ideales quijotescos de caballeros andantes que pertenecían a otra época.

Y Finalmente, el tercer acto, “Rey”, los temas del poder y la corrupción en el cine Shakesperiano de Welles en títulos como Macbeth, Campanadas de medianoche u Otelo, sin olvidarnos de esos tipejos desagradables y malvados como el policía de Sed de mal, interpretado por el propio Welles. El epílogo trata sobre imágenes burlonas y grotescas en su obra y carácter, con el añadido de la intervención de Welles mofándose de sí mismo. La película se detendrá en lugares como Kenosha, en Wisconsin, donde nació Welles, en Irlanda, donde trabajó en el Gate Theatre por primera vez, en Chicago donde estudió dibujo, en New York y Los Ángeles donde paso tanto tiempo, o Arizona, o Europa, con España donde rodó la citada Campanadas de medianoche o Mr. Arkadin, o Marruecos e Italia, lugares de vidas, rodajes, trabajos, procesos creativos en los que Cousins dialoga en cómo eran entonces y cómo son en la actualidad, en que explora ese tiempo imperfecto, entre el tiempo de antes y el de ahora, y el tiempo cinematográfico, aquel que creó Welles.

La película analiza de forma exhaustiva la forma cinematográfica de Welles, con esos planos generales donde veíamos los techos y la profundidad de campo, en que el diseño de producción adquiría connotaciones importantísimas, o los elegantes primeros planos y los imposibles, algunos filmados en varios sitios que en su cine adquirían un limpieza y orden visual al alcance de muy pocos, todo eso acompañándonos la preciosa música de “Adagio”, de Albinoni, melodía que Welles utilizaó por primera vez en el cine en su adaptación de El proceso, donde ponía en imágenes el universo de Kafka, deteniéndonos en sus obras de teatro, sus trabajos como intérprete para sus películas y para otros, sus magníficas intervenciones en la radio y su memorable voz narrando La guerra de los mundos, donde atemorizó a toda la nación que creyeron como verdad la magnífica locución de Welles, o su compromiso social y político que a través de las ondas intentaba concienciar a la población de hechos bárbaros cometidos contra los más débiles y necesitados.

Cousins traza un película caleidoscópica sobre una figura difícil, un verdadero outsider que hizo el cine que quiso a pesar de lo endiabladamente extraño que era en una industria donde se controlaba mucho y se dejaba poco espacio para la libertad creativa, y eso que arrancó de forma ejemplar con títulos como Ciudadano Kane o El cuarto mandamiento, pero luego vinieron los problemas, la libertad creativa de Welles enfrentada a los estudios de Hollywood, su libertad profesional ante las fauces de un negocio demasiado encorsetada en una forma de hacer cine, y poco dado a las propuestas revolucionarias y creativas que proponía el genio de Welles, alguien incomprendido, alguien extraño, alguien fuera de su tiempo, pero sobre todo, alguien que amaba su trabajo, apasionado, con carácter y un genio que miraba mucho más allá, imaginando mundos desconocidos y vidas aventureras, periféricas y llenas de amor y odio a la vez. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA