Mamífera, de Liliana Torres

LOLA NO QUIERE SER MADRE. 

“Porque hay una historia que no está en la historia y que sólo se puede rescatar escuchando el susurro de las mujeres”

Rosa Montero 

En los últimos años hemos visto que la cinematografía española ha mirado y explorado las diferentes formas de maternidad. Películas como Els dies que vindran, de Carlos Marqués-Marcet, Cinco lobitos, de Alauda Ruíz de Azúa, Viaje al cuarto de una madre, de Celia Rico, Ama, de Júlia de Paz Solvas, y La maternal, de Pilar Palomero, son sólo algunos ejemplos de un cine que profundiza en el hecho de ser madre. Podríamos decir que Mamífera, de Liliana Torres (Vic, 1980), es el contraplano de todo ese cine, porque la película no nos habla de la maternidad, sino de la decisión de no ser madre. Una decisión que no es fácil, repleta de estigmatizaciones y sobre todo, de múltiples presiones y estereotipos sociales que cuestionan la moral de las mujeres que deciden no ser madres. La película se pregunta a sí misma, se cuestiona todo y a todas, y lo hace desde un personaje como el de Lola, una mujer feliz con su pareja Bruno que, al quedarse embarazada, le volverán todos los miedos del mundo a la hora de afrontar su decisión. 

A Torres la conocíamos con Family Tour (2013), una interesante propuesta que investigaba las relaciones y (des) encuentros de la propia directora, que interpretaba Nuria Gago, con su familia, que se interpretaba a sí misma,  después vimos ¿Qué hicimos mal? (2021), protagonizada por Liliana que visitaba a tres ex parejas y les preguntaba por la citada cuestión. Con Mamífera se cierra una especie de trilogía en la que aborda la maternidad, pero desde un prisma sensible y nada juzgante, desde lo más íntimo y cercano, desde una mirada sobre la aceptación de uno mismo y la de los demás, aunque tomen decisiones alejadas a las de la protagonista. El personaje principal Lola, hilo conductor, con la que viajamos por esa Barcelona y rodalies tan domésticos, la acompañamos en su deriva y temores en esos tres días de reflexión, según la ciencia, en la que interrumpirá el embarazo. Seremos su compañía y su espejo en el que reflejarse, arrastrando dudas, miedos y preocupaciones, visitando a las madres, a las que tienen y no tienen, y a su madre, para exponer sus reflexiones, sus ideas y pensamientos, en un viaje muy interior, parecido al que vivía la protagonista de Cléo de 5 a 7 (1962), de Agnès Varda, en otro contexto y situación pero tanto una como otra, llenas de incertidumbre y abismos. 

La cinematografía tan directa y traspasadora de Lucía C. Pan, que hemos conocido por sus trabajos para Xacio Baño, Andrés Goteira, Sonia Méndez y Álvaro Gago, entre otros, que ya estuvo en ¿Qué hicimos mal?, ayuda a crear un espacio íntimo y profundo, dejando de lado artificios y estridencias argumentales para seguir con una cámara que es una extensión de la propia Lola, rodeada de esos grisáceos de la periferia barcelonesa, con sus continuos viajes en tren o metro. El estupendo montaje de Sofi Escudé, que codirigió con Liliana el documental Hayati (Mi vida), que nos atrapa y asfixia en sus 93 minutos intensos y sin tregua, siguiendo a una Lola que deambula, que va y viene y no sabe adónde va, en un relato en primera persona y singular con esas partes oníricas tan ricas y profundas que materializan todos esos pensamientos y temores de la protagonista. La música de Joan Pons Vilaró, que también estuvo en Hayati (Mi vida), resignifica el tono y la forma de una película que navega sin prejuicios por el drama y la comedia, mezclándolos de forma natural como la montaña rusa de emociones y sentimientos en la que está Lola. 

Una película sencilla, transparente y nada pretenciosa como Mamífera requería de unos intérpretes que vayan más allá de lo que se cuenta, y cómo se cuenta, con esas miradas y silencios que hablan mucho más que los diálogos, con una magnífica y poderosa María Rodríguez Soto que, protagonizó junto a David Verdaguer la mencionada Els dies que vindran, ahora con el mismo arranque pero en unas decisiones y circunstancias totalmente diferentes, porque su Lola no quiere ser madre y debe lidiar con ese espacio de soledad y miedo ya que su entorno no ha tomado la misma decisión, y la actriz mezcla la fuerza y la vulnerabilidad de un personaje valiente y lleno de miedo. A su lado, Enric Auquer, la pareja cercana, sensible y cuidadora, aunque la decisión de Lola también generará conflictos y muchas palabras, quizás demasiadas. Tenemos una retahíla con personajes breves, pero igual de interesantes como los de Amparo Fernández haciendo de madre de Lola, Anna Alarcón y Ruth Llopis, una madre y otra que quiere, darán puntos de vista muy distintos y respetables para la protagonista. Y otras cómo Mireia Aixalà, Ann Perelló, Anna Bertran y Maria Ribera, entre otras. 

Me encantaría que el público fuera a ver una película como Mamífera, porque les hará cuestionarse muchas cosas de su propia vida y las de su alrededor, y quizás, ya no juzgarán tan a la ligera y se encerrarán en sus propios miedos, prejuicios y valores de mierda, porque la película aboga por la empatía, ese aspecto tan en desuso y en vías serias de extinción, en hacer el ejercicio y el esfuerzo en mirar más al otro que, posiblemente es el/la que tenemos más cerca, y necesita eso mismo, que los mires, los escuches y sobre todo, los entiendas aunque no tengas la misma idea de vida, de maternidad o lo que sea, porque lo que nos hace humanos no es pertenecer a esta especie, ni mucho menos, sino en esforzarnos en respetar y cuidar al otro/a y no imponerles nuestros valores, porque ellos tienen los suyos, y quizás, están muy lejos de los nuestros, y eso no quiere decir que sean mejores o peores, sino diferentes, y tenemos el deber de escuchar y respetar, y no juzgar, así que, ya saben y sabemos, vivan como puedan y sobre todo, miren de frente al otro/a, sólo eso, y créanme, eso cambiará muchas cosas, nos hará humanos y nos acercará los unos/as con los otros/as. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Buscando a Coque, de Teresa Bellón y César F. Calvillo

¿DÓNDE SE FUE NUESTRO AMOR? 

“Cuando alguien dice que todo está bien, es que nada está bien”. 

Hay comedias románticas y comedias románticas. Y digo esto, porque en las últimas décadas el género se ha prostituido demasiado, es decir, se ha convertido en una amalgama de clichés, historias demasiado superficiales y nada atrayentes, donde nos entretienen con chucherías con grandes cantidades de azúcar para finalmente, celebrar exageradamente la idea del amor idealizado o algo que se le parece. ¿Dónde quedaron aquellas maravillosas comedias románticas? Me refiero a aquellas como Sucedió una noche, Al servicio de las damas, La fiera de mi niña, Historias de Filadelfia, Vacaciones en Roma, Con faldas y a lo loco, Charada, Annie Hall y Atrapado en el tiempo, entre muchas otras. Historias divertidas, llenas de amor (o eso que sentimos que nos pasa cuando nos gusta alguien), con personajes excéntricos y muy cotidianos, y sobre todo, con grandes dosis de aventura, de riesgo y de no te menees. Salvando las distancias, la película Buscando a Coque, pertenece a este segundo grupo, y no porque pretenda emularlas, ni mucho menos, sino porque nos sitúa en el seno de una pareja con 17 años de amor en común. Una relación que parece que va bien, aunque, a simple vista, esto mismo se podría decir de la mayoría. Una unión que se torpedea cuando ella se va a la cama con Coque Malla, el ídolo de él, y el lío ya está montado, porque él quiere preguntar a Coque los motivos, y hará lo indecible para conseguirlo. 

La pareja de cine y de amor formada por Teresa Bellón y César F. Calvillo que ya nos deleitaron con películas cortas como Cariño, me he follado a Bunbury (2016), del que nace esta película en cuestión, cambiando el músico zaragozano por el madrileño, amén de otros cortometrajes como No es fácil ser… Gorka Otxoa (2016), y Una noche con Juan Diego Botto (2018), todos con el denominador en común del famoso y el/la fan. Para su primer largometraje, nacido de las Residencias de la Academia de Cine, han contado con la compañía de la productora Beatriz Bodegas con películas tan interesantes como Tarde para la ira y Animales sin collar, entre otras, en la que la mencionada pareja, que se llaman igual que la pareja de cineastas, interpretan a una pareja en crisis, o quizás, son una pareja que han perdido el amor y lo que ha pasado es un detonante que los saca del letargo de la relación,  y él decide que van a emprender un viaje desde Madrid a Miami tras la pista del músico. Allí, se encontrarán una ciudad de contrastes, grande y apabullante, donde se sienten más perdidos que antes, con el choque de la fantasía del turista con la realidad superficial, deambulando su  ex amor o lo que queda de él, en una especie de terapia inconsciente en que se miran, comparten y son cómplices, después de bastante tiempo, de lo que son, tanto como persona como pareja, y siendo realistas de todo aquello que han ido perdiendo sin darse cuenta. 

La trama tiene interés porque no sólo se queda en ellos, sino también en “Miami”, lleno de almas perdidas como ellos, con la velocidad absurda de una gran ciudad que carece de identidad, y las estupideces consumistas en las que estamos todos atrapados sin hacer nada para cambiarlas. Estamos ante una comedia romántica al uso, con sus tópicos, pero tópicos con gracia, ingeniosos diálogos, y esos choques entre los recién llegados y los de allí, que son también de aquí, en una gran urbe materialista llena de almas sin consuelo, como esa maravillosa recepcionista de la discográfica, o el insatisfecho tatuador, dos grandes intérpretes de reparto que no sólo dan profundidad a la pequeña odisea de los protagonistas, sino que dan un toque real y surrealista a la trama. Qué decir de Coque Malla, haciendo y riéndose de sí mismo, o mejor dicho, siendo el personaje que está en todas partes y nunca vemos, omnipresente en las conversaciones-reproches de los protas y la otra cara de la moneda, siempre invisible y esquivo. La cuidada y natural cinematografía de un grande como Javier Salmones, con más de noventa títulos a sus espaldas, da ese aroma de cotidianidad, pero también de peli de aventuras urbanas, donde lo importante no es si encuentran o no a Coque, sino todo lo que les ocurre en los United States mientras tanto. El montaje de Irene Blecua combina lo grande con lo más pequeño, es decir, que estamos ante una comedia romántica entretenida y nada pretenciosa, con esa otra comedia más profunda, donde se habla de amor o aquello que creemos que es, de las propias existencias, de nuestras decisiones y todo lo que nos ha llevado al punto donde estamos, a preguntarnos y cuestionarnos quiénes somos y porqué. 

La música de Coque Malla ayuda a profundizar en aquello que sienten los personajes, deambulando por varios estados emocionales, con el famosísimo tema “No puedo vivir sin ti”, con el que hay bastante humor socarrón, la canción “Todo ocurrió de pie”, que es clave en la película, con una secuencia de esas que hacen grande cualquier trama, y otros temas del músico que consiguen ser el mejor cómplice para la historia que se está contando. Una película así, en la que la pareja protagonista debe ser creíble y sobre todo, atrayente, y con vis cómica, está muy bien conseguida con el dúo Alexandra Jiménez y Hugo Silva, formando esa pareja con su crisis y sus crisis, dando rienda suelta a sus miedos, inseguridades, y tras Coque Malla, o quizás, sólo andan detrás de aquello que un día tuvieron y ahora no encuentran. Unos seres perdidos, como todos, en esta maraña de existencias, de lugares, de sentimientos, que van de nosotros, aunque la mayoría de veces, no les hacemos ni puto caso, porque estamos en otras cosas que creemos muy importantes, pero en realidad no lo son, son inmediatas, más entretenidas y fáciles, tal vez, porque las importantes son aquellas que nos duelen de verdad, aquellas que si perdemos, tardaremos en recuperarnos y dejarán en nosotros una huella imborrable, ya saben de qué les hablo. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Maite Alberdi

Entrevista a Maite Alberdi, directora de la película «La memoria infinita», en los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona, el viernes 15 de diciembre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Maite Alberdi, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Lara P. Caminha y Sergio Martínez de BTeam Pictures, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.

Entrevista a Paulina Urrutia

Entrevista a Paulina Urrutia, protagonista de la película «La memoria infinita», de Maite Alberdi, en los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona, el martes 9 de enero de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Paulina Urrutia, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Lara P. Caminha y Sergio Martínez de BTeam Pictures, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.

Entrevista a Diego Llorente

Entrevista a Diego Llorente, director de la película «Notas sobre un verano», en el marco del D’A Film Festival, el Hotel Regina en Barcelona, el viernes 25 de noviembre de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Diego Llorente, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Iván Barredo de Surtsey Films, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Alejo Moguillansky

Entrevista a Alejo Moguillansky, codirector de la película «La edad media», en el Turó Park en Barcelona, el martes 5 de julio de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Alejo Moguillansky, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a mi querido amigo Óscar Fernández Orengo, por retratarnos de forma tan especial. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

La quietud en la tormenta, de Alberto Gastesi

DOS ROSTROS, DOS TIEMPOS. 

“-Las heridas son parte de la vida, Daniel. Nos recuerdan que el pasado fue real. 

– Yo no estoy herido. – No, tú estás perdido en el tiempo”.

La primera imagen con la que se abre una película es fundamental, porque, en cierta manera, define lo que será el devenir de lo que se quiere contar. En La inquietud de la tormenta, la ópera prima del donostiarra Alberto Gastesi, no nos encontramos con una imagen, sino dos. Dos imágenes definitorias. Dos rostros en silencio, que parece que miran a algún lugar, ya sea físico o emocional. Dos rostros que pertenecen a Lara y a Daniel. Dos almas que, quizás, se recuerdan, o simplemente, se reencuentran. La película se inicia con un misterio. Un misterio que posiblemente desvele algo oculto, o no. Como la misteriosa ballena varada en la playa de La Concha, ante el asombro de los transeúntes, que recuerda a otros cetáceos como aquel de La dolce vita (1960), de Fellini, o el de Leviatán (2014), de Andrey Zvyagintsev, que van mucho más allá del hecho accidental, para descubrir los estados de ánimo de los personajes, unos individuos que contemplan atónitos el inmenso animal, y a su vez, actúan como espejo-reflejos en sus circunstancias personales. 

El director guipuzcoano, que lleva una larga trayectoria en el mundo del cortometraje, se adentra en las posibilidades o no de una pareja que no lo fue. Lara y Daniel se conocieron o quizás nunca hablaron, simplemente se miraron, puede ser que se dedicaran alguna sonrisa, y ahí quedó la cosa. Pero, ¿Qué pasaría si hubieran ido a más?. Esta pregunta es la que se plantea la historia de La inquietud de la tormenta, que obedece a Gelditasuna ekaitzen, en euskera, porque la película asume con naturalidad las situaciones de la ciudad vasca y mantiene los dos idiomas. La película, con un guion de Alex Merino, que ya coescribió con Gastesi el cortometraje Cactus (2018), y el propio director, nos mueve entre dos tiempos, el presente, con Lara y su pareja, Telmo, que vuelven de París con la intención o no, de instalarse en Donostia y visitan un piso, y ella se reencontrará con Daniel, que ahora vende pisos. También, está el pasado, en la no historia de Lara y Daniel, en lo que pudo ser y no fue. Y ahí estamos, entre un tiempo y el otro, entre dos personajes, entre dos posibilidades de vida, que recuerda a aquella maravilla de La vida en un hilo, (1945), de Edgar Neville. 

Filmada con elegancia y sensibilidad, con un impecable blanco y negro y el formato 4:3, en un prodigioso trabajo de cinematografía de Esteban Ramos, con una interesante filmografía que le ha lelvado a trabajar con Galder Gaztelu-Urrutia, el director de El hoyo (2019), Iban del Campo y con Gastesi en el cortometraje Miroirs (2016), y el conciso y rítmico montaje del que se encarga el propio director, en un depurado trabajo en el que la naturalidad y la cercanía son la base de un metraje que abarca los noventa y seis minutos. Luego, tenemos a Donostia, esa ciudad nublada, con la lluvia como protagonista, como les ocurría a los personajes de la película de Neville, convertida en un paisaje que vemos desde varios ángulos, en dos tiempos y a partir de dos miradas, de ese tiempo que parece que navega a la deriva en bucle, que parece anclado, como la mencionada ballena, como esos dos personajes, que parece que sí, que parece que no, y luego, las circunstancias actuales, las de ese presente, las de ese piso vacío, las de esa tormenta, las cosas que nos decimos, las que nos callamos, y todas las heridas que nos acompañan. 

La voz cantante de la película, la llevan la inmensa pareja protagonista en las miradas, ¡Qué miradas!, de Loreto Mauleón, que nos encantó en Los renglones torcidos de Dios, de Oriol Paulo, y ahora se mete en la piel de Lara, una joven que pudo tener todo en Donostia, pero que el tiempo y lo demás, la llevaron a París enamorada, y ahora, el tiempo y demás, otra vez, la devuelve a la ciudad, y a su pasado. Frente a ella, Daniel en la piel de Iñigo Gastesi, que ya había protagonizado algún de su hermano Alberto, amén de películas tan nombrables como Oreina (2018), de Koldo Almandoz, y Ane (2020), de David P. Sañudo, entre otras, dando vida a ese joven que se quedó, que hizo su vida en Donostia, que está enamorado de Vera y parece algo estancado y algo herido, que se reencuentra con Lara y el pasado lo traspasa o simplemente, le devuelve algo que creía perdido. Acompañan a esta peculiar pareja, Aitor Beltrán en Telmo, el chico de Lara, al que hemos junto a directores como Mikel Rueda y Gracia Querejeta, entre otros, y Vera Millán como Vera, la chica de Daniel, que la recordamos en A puerta fría (2012), de Xavi Puebla, y luego, todos esos personajes como la madre de Daniel, tan sabia y tan llena de paz, un contrapunto al estado emocional de su perdido hijo, que tiene esa secuencia, tan bien filmada y mejor hablada, que explica tantas cosas de Daniel, y ese otro momento con el amigo de Lara y su chico, en plena calle, una especie de reencuentro, que detalla las vicisitudes y egoísmo que imperan en la alocada y nerviosa existencia actual. 

La quietud en la tormenta es una película pequeña y sencilla, y me refiero a sus circunstancias de producción, no así a su acabado formal ni emocional, que son de primer nivel, porque contiene alma, y vemos a unos personajes contradictorios y complejos, tan vulnerables como todos nosotros, porque habla de muchas cosas, y lo hace de forma magnífica y depurada, contando todo lo necesario y sin ser reiterativo, una trama muy sensible y cercana, sin caer en los relamidos momentos sensibleros y demás, sino con cabeza y corazón, porque lo que les pasa a Lara y Daniel, nos ha pasado a muchos y seguirá pasando, porque nunca sabes a ciencia cierta todo aquello que vas dejando o todo aquello que no te atreviste a comenzar, eso nunca lo sabremos, porque la vida es así, siempre en continuidad y en presente, no nos da valentía cuando la necesitamos, sino a tiempo pasado, cuando ya no hace falta, en fín, las circunstancias de la existencia y esa manía estúpida de la velocidad, que nos lleva a equivocarnos demasiado a menudo, y cuando nos detenemos, es cuando miramos mejor y sobre todo, nos miramos mejor. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Matías Bize

Entrevista a Matías Bize, director de la película «El castigo», en el marco del LATCinema Fest, en la sede de la Casa Amèrica de Catalunya en Barcelona, el martes 21 de marzo de 2023

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Matías Bize, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño,  y a Anna Vázquez de Casa Amèrica de Catalunya por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Antonio Pagudo, Eva Ugarte y Juan Carlos Vellido

Entrevista a Antonio Pagudo, Eva Ugarte y Juan Carlos Vellido, intérpretes de la película «Bajo terapia», de Gerardo Herrero, en la cafetería del Hotel Market en Barcelona, el jueves 16 de marzo de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Antonio Pagudo, Eva Ugarte y Juan Carlos Vellido, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Katia Casariego de Revolutionary Press, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

Bajo terapia, de Gerardo Herrero

TRES PAREJAS EN CRISIS. 

“Amor no es resignación eterna, vulneración de principios, sumisión, descalificación o engaño. Los límites del amor están en nuestro amor propio, en nuestra dignidad”.

Alex Rovira

La historia de Bajo terapia, escrita por Matías del Federico, nació en los teatros donde se representó cosechando un gran éxito de crítica y público. Ahora, llega su adaptación al cine de la mano de Gerardo Herrero (Madrid, 1953), prolífico productor con más de 150 títulos entre los que se encuentran grandes nombres internacionales como Ken Loach, Adolfo Aristarain, Alain Tanner, Tomás Gutiérrez Alea, Arturo Ripstein, y de aquí como Manolo Gutiérrez Aragón, Mariano Barroso, Enrique Urbizu, Cesc Gay, Álex de la Iglesia, Rodrigo Sorogoyen, entre muchos otros. Paralelamente Herrero ha construido una interesante filmografía como director que abarca 20 títulos entre los que destacan las adaptaciones de novelas de Almudena Grandes, Belén Copegui, Manuel Vázquez Montalbán, entre otros. La premisa de Bajo terapia es muy sencilla y directa. La trama se localiza en un único escenario, en este caso un coworking ubicado en las afueras, en una de esos centros industriales reconvertidos, y con sólo seis personajes, que son tres parejas en crisis. Tres parejas acuden a la psicóloga, pero esta vez la profesional se muestra ausente y ha dejado unos sobres para que las tres parejas hagan terapia en grupo conjuntamente. 

El guion del propio Herrero se disfraza de comedia de sexos, aunque a medida que avanza la trama, la cosa irá derivando por otros derroteros. Tenemos tres conflictos. Es decir, a  Esteban y Carla, en el que ella no se decide a vivir juntos, a Daniel y Laura, que discuten sobre la forma de educar a sus hijos, y finalmente, a Roberto y Marta, que no llevan bien la depresión de ella. La hora y media de película la pasamos escuchándolos discutir y mucho, convirtiendo la improvisada y accidental reunión en una guerra de hombres machirulos que se niegan a aceptar unos roles que ellos creen que les desautorizan y demás cuestiones que los separan en estos dos bandos declarados. La película tiene ese toque de comedia disparatada pero con muchos toques de atención, donde toca temas serios y pertinentes tan actuales como el machismo, la salud mental, la mentira, el miedo y tantas cosas que nos suceden cuando estamos en pareja. El cineasta madrileño se acompaña de un equipo admirable arrancando con la precisa y natural cinematografía, llena de planos secuencias y planos cortos, de un experto como Juan Carlos Gómez, que tiene en su haber películas de Achero Mañas, Daniel Sánchez Arévalo y Gracia Querejeta, entre otras. 

Un único, inusual y especial escenario de un grande como Iñaki Ros, con más de cuarenta títulos a sus espaldas, añadiendo un plus muy interesante, con ese espacio donde no queda nadie y con ese aroma impersonal. La delicada e interesante música de Paula Olaz, que hemos escuchado en películas como Nora, Errementari y La cima, entre otras. Y por último, el preciso y conciso montaje de Clara Martínez Malagelada, que consigue un ritmo que casa perfectamente con las situaciones y los conflictos que se van desarrollando y acumulando entre los seis personajes de la película. Una trama de estas características necesitaba a seis intérpretes muy metidos en su roles y sus deseos, ilusiones y miedos y tristezas, y consigue un reparto lleno de grandes aciertos y sorprendente, empezando por Fele Martínez y Juan Carlos Vellido, que rescata de la obra homónima, y que acompaña de sus respectiva “parejas” en el rostro de Alexandra Jiménez y Malena Alterio, y Eva Ugarte y Antonio Pagudo, la pareja que falta. Una interesante mezcla de gente que viene de varios medios como el teatro, cine y televisión, en el que van creando esa lucha sin cuartel de hombres llenos de miedos y prejuicios contra las realidades que van imponiendo unas pacientes mujeres. 

Bajo terapia juega y con mucho acierto a ese tipo de comedias de sexo en apariencia, porque dentro de ella hay muchísimo más, porque es una película que nos hace reflexionar y mucho, viendo a unos personajes que parecen una cosa y en realidad son otra, individuos que mienten, que ocultan cosas, que se mueven en un miedo patológico que acaba lastimando a los demás, y sobre todo, a ellos mismos, que se engañan, que se pierden en sus idiotas prejuicios y demás estupideces que nos hace muy infelices y sin darnos cuenta vamos dañando a los que más queremos. Una película que va creciendo a medida que van avanzando sus intensos, divertidos y reflexivos noventa y dos minutos de metraje, en el que asistimos a poner sobre la mesa cuestiones que no nos atrevemos a plantear con nuestra pareja y mucho menos con nosotros mismos, y la ocurrencia de la invisible psicóloga hace posible. Citar a tres parejas en crisis que no se conocen entre sí, y ahora deberán hablar y mirarse los unos a los otros, para encontrar soluciones a sus respectivos conflictos, eso sí, sin trampa ni cartón, con toda la transparencia y desnudez posible, con todos sus sentimientos sobre la mesa, a la vista de todos y todas, y nada de eso es fácil, y mucho menos para personas que hablan mucho, en las que también me incluyo yo mismo, y casi todos, y bla bla bla, y sobre todo, no llegamos a decir nada relevante ni importante para solucionar los conflictos con los que amamos y con nosotros mismos, en fin, el mal moderno, de hablar para entretenerse, y no para crecer y mejorar. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA