En temporada baja, de David Marqués

CUATRO TIPOS EN UN CAMPING. 

“La mitad de la vida es deseo, y la otra mitad insatisfacción”.

Carlo Dossi

En las películas de David Marqués (Valencia, 1972), nos cruzamos con tipos sin suerte, algunas veces por accidente, y otras, en su mayoría, por su mala cabeza. Hombres que pasan de los cuarenta, en su mayoría, divorciados y sin trabajo, o con empleos inestables que ellos creen que un golpe de suerte los salvará de su deprimente situación. El director valenciano no los juzga, el que más o el que menos, quién no ha tomado decisiones qué creía estupendas y luego, con el tiempo ha visto que no lo eran. Sus hombres hacen lo que pueden, o quizás menos, pero el caso es que los mira con cariño, no excesivo, sino con cercanía y verdad, no edulcora sus vidas ni tampoco lo pretende, mete esas dosis de comedia que hacen que el drama no se vea tan duro, tan trágico, como mencionaba Chaplin. El término que se usa ahora es el de “dramedia”, aunque las comedias más interesantes siempre han tenido verdaderos dramas en sus relatos, porque si les quitamos los momentos chistosos, sólo nos quedan existencias duras, de esas por las que nadie les gustaría pasar, así que toca reírse y sobre todo, reírse de uno mismo. 

En Temporada baja, séptimo trabajo de Marqués, con un guión escrito por él mismo y el trío Javier Echániz, Ion Iriarte y Asier Gerricaechevarría, que han estado en películas como Cuando dejes de quererme, Agallas, 70 binladens, Errementari (El herrero y el diablo y La pasajera, entre otras, nos instala en el ambiente de un camping, pero no durante el período vacacional, sino durante el resto del tiempo, cuando los turistas han vuelto a sus casas, y el camping está poblado de tipos que no tienen a donde ir, tipos como Alberto, un mánager de futbolistas de tercera, que se hace llamar “El crack”, uno de esos que espera su pelotazo en forma de pichichi, pero pasan los años y todo sigue igual o peor, le sigue Raúl, un periodista de investigación con demasiados principios y valores para trabajar en un antro de prensa amarilla o algo peor, Martín, no trabaja ni quiere, es un misterio de qué vive, pero deambula por el camping sin nada qué hacer y cabreado con todo, y más consigo mismo. A esta terna de hombres sin vida, en continua espera de no sé qué, se les une Charly, un policía local que lleva dos meses sin casa y qué los días en los que se desarrolla la película, ha de cuidar a sus hijos porque su ex se ha ido de charla a Ibiza. 

Marqués nos sitúa en ese camping, en ese territorio de acogida, de levantarse y orinar en compañía, casi como un ritual, en silencio y en amistad, de pasar tardes al sol y a la orilla del mar o de tertulia en el bar, siempre con cervezas, de hablar de todo y de nada, de cambiar el mundo constantemente, y de no hacer nada para cambiar sus vidas o lo que queda de él, esperanzados a la suerte o a qué los astros se fijen en ellos por arte de magia, parecen más esos cowboys envejecidos y retirados, no por ellos, sino por la vida, y pasan sus horas muertas en esos porches fumando y recordando que un día fueron o al menos así lo quieren sentir. La película se ve bien, hay momentos más conseguidos que otros, y la risa va y viene, hay instantes muy divertidos, de comedia loca y burra, pero hay otros, que la risa se congela, y el patetismo de estos tipos se impone y es mejor quedarse callado porque se humillan mucho, quizás demasiado, aunque la película no cae en el desánimo y la desesperanza, siempre se tendrán a ellos que en su caso ya es bastante, y quizás, su situación no mejorará, pero podrán reírse de sus miserias y estupideces en compañía, que no es algo que puedan decir muchos. Una película que tiene el regusto de aquellas comedias que se hacían en los ochenta, muchas de ellas protagonizadas por Resines, como La mano negra y Estoy en crisis, ambas de Colomo.  

El director levantino ha acertado de pleno en la elección del reparto con esos cuatro monstruos del saber estar y la risa de uno mismo, arrancando con un desatado y maravilloso Antonio Resines como Alberto, el caradura simpático y buscavidas patético, y un montón de cosas más que muchas son delito, pero en el fondo, una especie de padre gurú de todo el grupito variopinto del camping, Coque Malla es Raúl, el periodista de otro planeta, que debido a sus valores se muere de hambre en ese lugar sin vida, Fele Martínez es Martín, el “cabreao”, con todos y con él, aunque no lo reconozca, alguien que habla a destiempo y sin nada que aportar, pero ahí sigue, Edu Soto es el nuevo inquilino del camping, su Charly es un pobre diablo, que todavía está en shock con lo de su separación, algo así como un Robinson Crusoe que no sabe que está sólo. Después encontramos una retahíla de estupendos intérpretes, valencianos en su mayoría, como Ana Millán, Rosana Pastor, Vanesa Romero, Nacho Fresneda, Marta Belenguer, María Almudéver y Lorena López, entre otros y otras, que completan esos personajes de reparto tan esenciales en las comedias de verdad, esas que hablan de la condición humana y los sinsabores de la vida y demás. Vean En temporada baja, no les defraudará ni les hará perder el tiempo, porque habla de personas que podríamos ser nosotros, y no lo digo como mal augurio, sino porque la vida y esta sociedad tan cambiante e inquietante, puede llevarnos a un camping no por un período de asueto, sino por necesidad, por no tener nada mejor donde vivir, cuando se quiere vivir en otra parte y en otras circunstancias, pero la vida y sobre todo, la sociedad es así, ahora tienes y mañana quién sabe, porque nunca se sabe, y estos cuatro tipos no tiene nada y tampoco expectativas, y mejor, porque las que tienen los arruinan aún más, si cabe, así que mejor se quedan dónde están, en compañía, porque todo juntos duele menos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Gerardo Herrero

Entrevista a Gerardo Herrero, director de la película “Bajo terapia”, en la cafetería del Hotel Market en Barcelona, el jueves 16 de marzo de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Gerardo Herrero, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Katia Casariego de Revolutionary Press, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

Bajo terapia, de Gerardo Herrero

TRES PAREJAS EN CRISIS. 

“Amor no es resignación eterna, vulneración de principios, sumisión, descalificación o engaño. Los límites del amor están en nuestro amor propio, en nuestra dignidad”.

Alex Rovira

La historia de Bajo terapia, escrita por Matías del Federico, nació en los teatros donde se representó cosechando un gran éxito de crítica y público. Ahora, llega su adaptación al cine de la mano de Gerardo Herrero (Madrid, 1953), prolífico productor con más de 150 títulos entre los que se encuentran grandes nombres internacionales como Ken Loach, Adolfo Aristarain, Alain Tanner, Tomás Gutiérrez Alea, Arturo Ripstein, y de aquí como Manolo Gutiérrez Aragón, Mariano Barroso, Enrique Urbizu, Cesc Gay, Álex de la Iglesia, Rodrigo Sorogoyen, entre muchos otros. Paralelamente Herrero ha construido una interesante filmografía como director que abarca 20 títulos entre los que destacan las adaptaciones de novelas de Almudena Grandes, Belén Copegui, Manuel Vázquez Montalbán, entre otros. La premisa de Bajo terapia es muy sencilla y directa. La trama se localiza en un único escenario, en este caso un coworking ubicado en las afueras, en una de esos centros industriales reconvertidos, y con sólo seis personajes, que son tres parejas en crisis. Tres parejas acuden a la psicóloga, pero esta vez la profesional se muestra ausente y ha dejado unos sobres para que las tres parejas hagan terapia en grupo conjuntamente. 

El guion del propio Herrero se disfraza de comedia de sexos, aunque a medida que avanza la trama, la cosa irá derivando por otros derroteros. Tenemos tres conflictos. Es decir, a  Esteban y Carla, en el que ella no se decide a vivir juntos, a Daniel y Laura, que discuten sobre la forma de educar a sus hijos, y finalmente, a Roberto y Marta, que no llevan bien la depresión de ella. La hora y media de película la pasamos escuchándolos discutir y mucho, convirtiendo la improvisada y accidental reunión en una guerra de hombres machirulos que se niegan a aceptar unos roles que ellos creen que les desautorizan y demás cuestiones que los separan en estos dos bandos declarados. La película tiene ese toque de comedia disparatada pero con muchos toques de atención, donde toca temas serios y pertinentes tan actuales como el machismo, la salud mental, la mentira, el miedo y tantas cosas que nos suceden cuando estamos en pareja. El cineasta madrileño se acompaña de un equipo admirable arrancando con la precisa y natural cinematografía, llena de planos secuencias y planos cortos, de un experto como Juan Carlos Gómez, que tiene en su haber películas de Achero Mañas, Daniel Sánchez Arévalo y Gracia Querejeta, entre otras. 

Un único, inusual y especial escenario de un grande como Iñaki Ros, con más de cuarenta títulos a sus espaldas, añadiendo un plus muy interesante, con ese espacio donde no queda nadie y con ese aroma impersonal. La delicada e interesante música de Paula Olaz, que hemos escuchado en películas como Nora, Errementari y La cima, entre otras. Y por último, el preciso y conciso montaje de Clara Martínez Malagelada, que consigue un ritmo que casa perfectamente con las situaciones y los conflictos que se van desarrollando y acumulando entre los seis personajes de la película. Una trama de estas características necesitaba a seis intérpretes muy metidos en su roles y sus deseos, ilusiones y miedos y tristezas, y consigue un reparto lleno de grandes aciertos y sorprendente, empezando por Fele Martínez y Juan Carlos Vellido, que rescata de la obra homónima, y que acompaña de sus respectiva “parejas” en el rostro de Alexandra Jiménez y Malena Alterio, y Eva Ugarte y Antonio Pagudo, la pareja que falta. Una interesante mezcla de gente que viene de varios medios como el teatro, cine y televisión, en el que van creando esa lucha sin cuartel de hombres llenos de miedos y prejuicios contra las realidades que van imponiendo unas pacientes mujeres. 

Bajo terapia juega y con mucho acierto a ese tipo de comedias de sexo en apariencia, porque dentro de ella hay muchísimo más, porque es una película que nos hace reflexionar y mucho, viendo a unos personajes que parecen una cosa y en realidad son otra, individuos que mienten, que ocultan cosas, que se mueven en un miedo patológico que acaba lastimando a los demás, y sobre todo, a ellos mismos, que se engañan, que se pierden en sus idiotas prejuicios y demás estupideces que nos hace muy infelices y sin darnos cuenta vamos dañando a los que más queremos. Una película que va creciendo a medida que van avanzando sus intensos, divertidos y reflexivos noventa y dos minutos de metraje, en el que asistimos a poner sobre la mesa cuestiones que no nos atrevemos a plantear con nuestra pareja y mucho menos con nosotros mismos, y la ocurrencia de la invisible psicóloga hace posible. Citar a tres parejas en crisis que no se conocen entre sí, y ahora deberán hablar y mirarse los unos a los otros, para encontrar soluciones a sus respectivos conflictos, eso sí, sin trampa ni cartón, con toda la transparencia y desnudez posible, con todos sus sentimientos sobre la mesa, a la vista de todos y todas, y nada de eso es fácil, y mucho menos para personas que hablan mucho, en las que también me incluyo yo mismo, y casi todos, y bla bla bla, y sobre todo, no llegamos a decir nada relevante ni importante para solucionar los conflictos con los que amamos y con nosotros mismos, en fin, el mal moderno, de hablar para entretenerse, y no para crecer y mejorar. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Lluís Segura

Entrevista a Lluís Segura, director de la película “El club de los buenos infieles”. El encuentro tuvo lugar el miércoles 21 de marzo de 2018 en los Cinemes Texas en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Lluís Segura, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Ainhoa Pernaute de Vasaver, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.

Entrevista a Jordi Vilches

Entrevista a Jordi Vilches, actor en la película “El club de los buenos infieles” de Lluís Segura. El encuentro tuvo lugar el miércoles 21 de marzo de 2018 en los Cinemes Texas en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Jordi Vilches, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Ainhoa Pernaute de Vasaver, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.

El club de los buenos infieles, de Lluís Segura

LA MASCULINIDAD EN PELOTAS.

Las cenas de reencuentros escolares sirven, en la mayoría de casos, para darse cuenta que el tiempo es muy sabio, y nos dice que, con aquellas personas que compartimos casi todo en nuestros años de EGB o Instituto, ya no tenemos nada en común, y se han convertido en verdaderos extraños, y en algunos casos, en unos cretinos de muy padre y señor mío. La película arranca con una cena de esas y claro está, se reencuentran cuatro amigos que formaban una panda. Después de la cena, siguen la marcha y acaban casi de día, colándose en el colegio que los conoció para rendirse cuentas a ellos mismos y mostrarse sinceros con esos desconocidos que hacía la tira que no veían. Cada uno de ellos se sincera de tal manera que evidencia la fatiga del matrimonio, y lo que es más grave, la falta de deseo hacia sus mujeres, que ya no lo hacen por falta de tiempo, sino que no tienen ganas. De esa noche, deciden volverse a verse y salir de marcha para ligar con otras mujeres, “tomatear” lo llaman, aunque como suele ocurrir en estos casos, la teoría anda muy bien aprendida, pero lo que es la práctica, es otro cantar.

La opera prima de Lluís Segura (Barcelona, 1973) después de foguearse en los videoclips, la publicidad, en la Escac como profesor y trabajar como asesor con J. A. Bayona, no es la típica comedia de cuarentones que atraviesan alguna crisis para finalmente solucionarlas al lado de los suyos, no, nada de eso, la película es una comedia, pero no una cualquiera, sino una que contiene una crítica mordaz inteligente sobre el amor, el deseo y la infidelidad en los tiempos actuales. Porque estos cuatro tipos salen una noche de juerga engañando a sus respectivas señoras, pero no mojan, y piden asesoramiento a un experto en seducción, magnífica la composición de Adrián Lastra, cachas y repeinado (algo así como el personaje que hacía Tom Cruise en Magnolia, aunque ahora un rollo youtuber sabelotodo) y se lanzan a la aventura, pero lo que son las cosas, hay más hombres que viven ese conflicto en su matrimonio, y se les adhieren más, como el psiquiatra de uno de ellos, que además les proporciona las pastillas y demás, y el amigo de turno soltero empedernido, y así, nace “El club de los buenos infieles” (algo así como planteaba la película El club de la lucha, pero aquí sin darse hostias, sólo buscando sexo, o al menos intentarlo, que no es poco) unas excursiones a ciudades alejadas donde se dan una fiesta y ligan con otras mujeres, con la firme intención de liberarse de sus matrimonio, y recuperar la lívido, y salvar sus vidas en pareja.

La película está contada como si fuese un fake, los protagonistas se someten a entrevistas donde dan rienda suelta a que era el club, una especie de confesionario donde son capaces de emocionarse, gritar, enfadarse y explicar sus sentimientos, miedos e inseguridades. Segura nos hace reír, reír pero bien, porque estos pobres desgraciados tienen mucho que explicar y desahogarse, y no sólo en el sexo, y lo hace despojando a sus criaturas de lo masculino, de aquello que convencionalmente tienen que ser los hombres, y de cómo actúan cuando están juntos, y de sus secretos y pasiones más ocultas, y haciendo una película sobre hombres y sus problemas, pero que puede ser vista también por las mujeres, porque el director no se detiene en alabar a ellos, sino todo lo contrario, a sumergirse en sus miserias cotidianas y en su vulnerabilidad, dejándolos en pelotas, y profundizando en su patetismo, idiotez e infantilismo, haciéndonos replantear muchas cuestiones sobre el amor, como la fidelidad a uno mismo y la pareja, al amor fiel y duradero para siempre, el sexo en el matrimonio, la pasión y demás conflictos que a más tardar surgen en una convivencia.

Un grupo de intérpretes en estado de gracia ayudan a este juego sobre aquello que sentimos y no decimos, y aquello que queremos hacer y mentimos para llevarlo a cabo, o que aceptamos como real, cuando sabemos que no es así. Cuatro amigos tan diferentes entre sí, pero con el mismo conflicto a cuestas, tenemos a David (Hovik Heuchkerian) que se muestra seguro y uno de los artífices de la broma que acaba siendo casi una multinacional del pecado, Carlos (Raúl Fernández de Pablo) el menos seguro de todo este tinglado y el que más dudas plantea a todo este mejunje de mentirosos y pardillos, Marcos (Fele Martínez) el que finge orgasmos y además, siente que ya no desea ni quiere a su pareja, y por último, Juan (Juanma Cifuentes) el gordito del grupo, que practica sexo telequinético, que mientras lo haces con tu señora piensas en otras, se les sumarán los ya citados anteriormente, el matasanos (Albert Rivalta) y el soltero de siempre (estupendo Jordi Vilches) vaya par también. Segura ha construido una película con mucha gracia, que se ríe de sus criaturas y la manera tan peculiar que tienen de solucionar sus problemas, en una divertidísima sátira sobre esos conflictos propios de años de matrimonio, en una juerga con toda la carretera por delante, birras y a ritmo de La frontera y su himno de principios de los noventa, que decía así: “Te esperaré en el límite del bien y del mal…”, que si bien tiene momentos de comedia alocada y despendolada, no se queda ahí y va mucho más allá, reflexionando sobre el amor, el matrimonio, el sexo y la pasión, desde varios puntos de vista diferentes, en los que cada uno podrá sacar sus propias conclusiones, y sentirse más en la línea de unos u otros, porque como pasa en todo en la vida, las cosas no son nunca lo que parecen, y todo tiene infinitos puntos de vista.