Entrevista a Antonio Pagudo, Eva Ugarte y Juan Carlos Vellido

Entrevista a Antonio Pagudo, Eva Ugarte y Juan Carlos Vellido, intérpretes de la película “Bajo terapia”, de Gerardo Herrero, en la cafetería del Hotel Market en Barcelona, el jueves 16 de marzo de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Antonio Pagudo, Eva Ugarte y Juan Carlos Vellido, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Katia Casariego de Revolutionary Press, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

La niña de la comunión, de Víctor García

SARA Y LA MUÑECA MISTERIOSA.  

“A veces hace falta oscuridad para ver mejor las cosas”

“El tribunal de las almas”, de Donato Carrisi

El género de terror de los últimos tiempos se ha instalado en el susto facilón, subiendo los decibelios del sonido acompañando esos momentos de puertas y ventanas abriéndose, y alargando los misterios en cuestión para después sacarse de la manga una resolución completamente inverosímil. No obstante, director como M. NIght Shyamalan, Jordan Peele, Robert Eggers, Alex Garland, Eskil Vogt y Rob Savage, entre otros, se han alejado de estas chapucerías, y se han decantado por un terror más puro, más clásico y sobre todo, más de atmósferas y personajes. La niña de la comunión, el séptimo trabajo de Víctor García (Barcelona, 1974), se mueve por estos lares, teniendo a Verónica (2017), de Paco Plaza, un referente bien claro. La idea surge del director y Alberto Marini, que ha trabajado con el mencionado Plaza y con otro grande del género como Jaume Balagueró, en un guion que firma Guillem Clua, reputado dramaturgo y director teatral, del que hemos visto hace poco Los renglones torcidos de Dios, de Oriol Paulo. 

La cosa va de un pueblo cualquiera a finales de los ochenta, y más concretamente en 1987, cuando Sara y su familia se instalan en el pueblo. Rebe, extrovertida y diferente, se hace íntima de la recién llegada. Todo se vuelve del revés cuando Sara encuentra una noche una muñeca de niña de comunión, y sufren en sus carnes unas especies de trances que los deja inconscientes y los traslada a otra dimensión. Lo mismo le sucede a Rebe, y a un par de amigos. Podríamos decir que la película sigue la estructura clásica, porque los protagonistas empiezan a investigar qué hay detrás de todo lo que les ocurre, hablando con el cura, que calla mucho más de lo que sabe, y una madre que busca a su hija desesperadamente. El director barcelonés, que después de El ciclo (2003), un cortometraje de 9 minutos de terror que lo llevó a trabajar en el cine estadounidense, en el que ha hecho principalmente secuales como Return to House on Haunted Hill (2007), y Hellraiser: Revelations (2011), entre otras, construye una película sencilla y muy cercana, con una gran ambientación de finales de los ochenta con los anuncios míticos, el temazo “Lobo hombre en París”, de La Unión, los imprescindibles recreativos, el bar del futbolín, y la discoteca a ritmo de Chimo Bayo.

Un buen equipo de técnicos con un gran trabajo de diseño de producción de Marc Pou, del que conocemos por series como Nit i dia y No matarás, de David Victori, los grandes David Martí y Montse Ribé de la imperdible DDT, que estuvieron en el El laberinto del fauno (2006), de Guillermo del Toro, se encargan de una parte esencial de efectos, una excelente composición del músico Marc Timón, que va más allá del mero acompañamiento, del que hemos visto Sanmao: La novia del desierto y la reciente Oswald. El falsificador. Una gran cinematografía apoyada en una luz velada donde hay muchos interiores y noche, que firma José Luis Bernal, con una filmografía con títulos como Zulo, La jauría y un par de películas con Pere Vilà i Barceló, entre otras, y un gran trabajo de edición de Clara Martínez Malagelada, que también estuvo en Sanmao, Billy, de Max Lemcke, y el reciente documental Sintiéndolo mucho, de Fernando León de Aranoa, que condensa con acierto y buen ritmo los 98 minutos de intenso y oscuro metraje. Un magnífico reparto que mezcla con acierto caras nuevas como las de Aina Quiñones, Marc Soler y Carlos Oviedo, que dan vida a los jóvenes del pueblo y ejercen de protagonistas, junto a Carla Campra, a la que vimos como la niña desaparecida en Todos lo saben, siendo una de las amigas de la citada Verónica, dando vida a Sara, que recuerda a la Sandra Escacena de Verónica, una chica atrapada en un misterio que se cierne en torno a las muñecas de comunión, y luego están los otros, los adultos que son interpretados por intérpretes muy importantes de la escena catalana como Maria Molins, Manel Barceló, Anna Alarcón, Mercè Llorens y Jacob Torres, que vuelve al universo de Víctor García, veinte años después de protagonizar El ciclo

Nos lo hemos pasado muy bien viendo La niña de la comunión, aunque podríamos puntualizar, porque lo que pretende la película y consigue no es que lo pases bien, sino todo lo contrario, que lo pases un poco mal con su tensión y su estupenda atmósfera, que sufras al lado de sus desdichados protagonistas, afectados por algo que desconocen y les hace mucho daño, asfixiados en un lugar concreto, en ese pueblo que nos ha devuelto aquellos años de finales de los ochenta, con sus miserias, su hipocresía y maldad, y totalmente sujetos a la butaca viendo el misterio que se cierne con las muñecas de comunión, como deja bien claro el brutal prólogo de la película. No se pierdan la película si les gusta pasarlo un poco mal en el cine, que también está bien pasarlo un poco mal de vez en cuando, y más cuando nos cuentan una historia que podría pasar en el lugar donde vivimos, porque a veces, las cosas suceden, la gente calla y parece que así se ocultan, pero no, solo están dormidas, esperando, pacientes hasta que llega alguien nuevo al pueblo, alguien que no conoce nada, y convierte la leyenda en realidad, o lo que es lo mismo, destapa la oscuridad y todo lo que encierra que no es poco. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Clara Martínez Malagelada

Entrevista a Clara Martínez Malagelada, co montadora de la película “Billy”, de Max Lemcke, en la sala de montaje de su próxima película en Barcelona, el lunes 20 de septiembre de 2021.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Clara Martínez Malagelada, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sandra Carnota de ArteGB, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Max Lemcke

Entrevista a Max Lemcke, director de la película “Billy”, en su domicilio en Hospitalet de Llobregat, el viernes 17 de septiembre de 2021.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Max Lemcke, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sandra Carnota de ArteGB, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.

Billy, de Max Lemcke

LOS VERDUGOS NUNCA MUEREN.

“Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia”

José Saramago

La película arranca bajo dos líneas narrativas en las que se va a sustentar todo su entramado. Por un lado, vemos imágenes de la película El hombre que mató a Billy el niño (1967), de Julio Buchs, uno de los tantos spaghetti western que durante los sesenta y setenta se filmaron en España. Nos muestran una persecución, la misma que emprendió la película Billy, con la labor fundamental de desenterrar la figura de Antonio González Pacheco, alías “Billy el niño” (1946-2020), un policía metido a matón a sueldo del franquismo a través de la temida Brigada Político Social. La segunda línea tiene que ver con el personaje en cuestión, que murió durante la filmación de la película. Dos elementos paradigmáticos y muy reveladores de cómo el sistema democrático de España ha gestionado la memoria, la falta de implicación en recuperar la memoria histórica del franquismo, llevar al banquillo a sus torturadores y asesinos, y sobre todo, y lo más deleznable, alargar los procesos judiciales para que las víctimas vayan desapareciendo y así, reconstruir ese período funesto de la historia del país a través de un siniestro pacto de silencio, donde todo cambie para seguir como siempre.

El cuarto trabajo como director de Max Lemcke (Madrid, 1966), sigue escarbando en los grandes problemas de la sociedad. En Mundo fantástico (2004), nos puso en la piel de dos aspirantes a actrices con una existencia difícil, muy activa, que recogían ínfimos frutos. Con Casual Day (2007), se metió de lleno en el mundo laboral y esas estrategias para fomentar la competitividad y la individualidad entre los empleados, y en 5 metros cuadrados (2011), la compra de una vivienda por parte de una joven pareja se eternizaba y se llenaba de múltiples trabas y conflictos. Con Billy se mete de lleno en el franquismo, ese periodo oscuro que la democracia de este país se ha empecinado en borrarlo y llenarlo de sombras. El cineasta madrileño compone una película que se sustenta a través de variados e interesantes elementos y marcos. Por un lado, tenemos el documental testimonial, donde varias víctimas de “Billy”, en los lugares de infausto recuerdo (como lo hacía Rithy Panh en S-21: La máquina de matar de los Jemeres Rojos), explican sus orígenes de activismo político en la década de los setenta, sus detenciones y sus torturas a manos del susodicho. A esas imágenes se le van entrelazando material de archivo, en un trabajo my serio de found footage, con otros momentos musicales con canciones de protesta de la época en las que escuchamos a nombres tan importantes como Serrat y María del Mar Bonet, entre otros, y finalmente, imágenes de películas de ficción, la citada sobre el famoso pistolero, Siete días de enero, (1979), de Juan Antonio Bardem, sobre los asesinatos de los abogados de la calle Atocha, donde un personaje estaba basado en “Billy el niño”.

Todo ese compendio de imágenes propias y ajenas, ayuda a reconstruir o podríamos decir, a desenterrar la figura del célebre torturador, del que vemos algunas imágenes de archivo con el aspecto de entonces y el actual, pasando por incógnito por Madrid, situación que cambió cuando la justicia Argentina quiso extraditarlo, pero la Audiencia Nacional desestimó la demanda en abril del 2014. Billy ayuda a conocer a este siniestro personaje, y solo por eso, ya merece un lugar importante en el documental de este país, aunque no solo se queda ahí, va mucho más allá, porque nos habla de las cloacas oscuras del tardofranquismo y la transición, desmontando toda esa estructura que se empeña en entronizar un período sangriento y extremadamente convulso, descabalgando todos sus no héroes y desmitificándolo todo, en que un tipo como Antonio González Pacheco, se convierte en un personaje completamente revelador de las chapuzas y malas gestiones de la democracia con el franquismo.

El extraordinario trabajo de montaje de la película que firman Clara Martínez Malagelada y Julie Trillo, consiguen ritmo, contenido, sensibilidad, tensión y convierten su relato y su narración breve, de tan solo 70 minutos, en un caleidoscopio imaginativo, profundo, absorbente, valiente y magnífico en el trato al material encontrado, a los testimonios y la conjunción de todos esos elementos y miradas y texturas para construir un documento que destapa a verdugos y sistemas podridos, pero lo hace con intensidad, naturalidad y sobriedad. Billy  tiene mucho de cine de guerrilla, porque no ha recibido ninguna ayuda estatal, y su financiación se ha conseguido gracias al micro mecenazgo de personas que han contribuido a su producción, otro síntoma triste y sintomático de la relación del poder con ese pasado franquista, en una inútil tarea de meter la mierda bajo la alfombra y esperar la desaparición de testigos y olvido de todos. Billy, al igual que otras películas que siguen escarbando como El silencio de otros y Lesa Humanitat, por citar algunas de las más recientes, que no solo demuestran la ineficacia del estado mal llamado democrático, sino que ayudan a seguir esclareciendo y nombrando a todos los que asesinaron, a todos los desaparecidos, y a los que siguen hablando de lo que vivieron, aunque en este deshonroso país no hagan nada el poder que debe, por humanidad, hacerlo. Habrá que seguir haciendo películas, escribiendo libros, cantando canciones, investigando y trabajando incansablemente para que nada de todo eso quede en el olvido. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA