Entrevista a Carlos Cuevas, Anna Moliner y Vicente Villanueva

Entrevista a Carlos Cuevas, Anna Moliner y Vicente Villanueva, intérpretes y director de la película “La ternura”, en los Cines Kinépolis en Cornellà de Llobregat, el lunes 16 de septiembre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Carlos Cuevas, Anna Moliner y Vicente Villanueva, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Judit Huguet de Intèrmedia Comunicació, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

La ternura, de Vicente Villanueva

AMORES Y DESACUERDOS. 

“La raíz de todas las pasiones es el amor. De él nace la tristeza, el gozo, la alegría y la desesperación”.

Lope de Vega (1562-1635)

La filmografía de Vicente Villanueva (Valencia, 1970), siempre se ha movido dentro de una comedia romántica al uso, películas-producto producidas para el gran público con el fin de romper taquillas. Unas más conseguidas que otras, entre las que destacan Toc Toc (2017), y Sevillanas de Brooklyn (2021), de los cinco largometrajes que ha dirigido. Con su sexo largometraje, La ternura, que adapta la pieza teatral homónima de Alfredo Sanzol, representada con grandísimo éxito, la carrera del director valenciano entra en otro campo. Un espacio donde la comedia sigue siendo el vehículo, pero deja el chiste fácil y el enredo convencional, para adentrarse en otras latitudes de comedia inteligente, es decir, una comedia que evoca a grandes nombres como los de Shakespeare, quedan evidentes sus resonancias a obras como La tempestad, Sueño de una noche de verano, y Mucho ruido y pocas nueces, entre otras, donde se introduce la fantasía con la magia de esa Reina Esmeralda que guarda mucho parecido a la Reina de Corazones de Alicia en el país de las maravillas, de Carroll, con ese aroma a aquel Hollywood clásico con aquellos queridos fantasmas de las películas de Lean, Clair y Mankiewicz, entre otros.

Estamos frente a una deliciosa y entretenidísima aventura amorosa donde hay cabida para todo tipo de elementos y situaciones como el drama, el slapstick, las aventuras con isla de volcán por medio, rica metáfora, los enredos, los inequívocos, la guerra de sexos, el travestismo, la identidad, el género, incluso, el terror y mucho más. Villanueva trata con mesura y gracia un texto potente e inteligente, llevándolo a un terreno alejado a lo convencional, mezclando texturas, fondos y argumento, que parecía que no iba a funcionar, pero todo lo contrario, porque consigue una historia llena de intensidad, ritmo y mucho amor, el de todo tipo, incluso el más inesperado y extraño. La ternura funciona como un excelente cruce entre la comedia-producto con algo más, con esa trama que nos divierte, pero no sólo eso, sino que nos hace reflexionar, sobre todo, en nosotros y cómo nos relacionamos en las relaciones personales. En definitiva, en lo mal que lo hacemos con los demás y con nosotros, en todas nuestras torpezas, vilezas y demás desastres, unas actitudes provocadas por el miedo constante y esa búsqueda incapaz e impaciente del amor, sea como sea, y al precio que sea, en fin, un desvarío y una tragedia, porque es el amor el que muere ante tanta idiotez y superficialidad. 

Una película con un gran esfuerzo de producción que les ha llevado a rodar en las Islas Canarias y la República Dominicana, que casan a la perfección en ese lugar en el que todo puede ocurrir, con ese volcán amenazante, esas flores difíciles de conseguir para fabricar pócimas que encanten a los demás… Con la gran cinematografía de Luis Ángel Pérez, del que le debemos su gran trabajo en El crack cero (2019), de Garcí, que empezó en los cortometrajes de Villanueva como La rubia de Pinos Puente (2009), y ha realizado con él la mencionada Sevillanas de Brooklyn y El Juego de las llaves. El estupendo montaje de José Manuel Jiménez, que ha trabajado en películas de Achero Mañas, Miguel Ángel Vivas, Isabel Ayguavives, entre otras. Y especialmente, la extraordinaria música de un grande como Fernando Velázquez, con más del centenar de títulos en su filmografía, al lado de Bayona, Guillermo del Toro, Wim Wenders, Koldo Serra, Oriol Paulo, y muchos más. Su trabajo en la composición es de una gran belleza con una música llena de matices, colores y apabullante que ayuda a crear esa madeja de sentimientos y emociones que hay en la película. 

Otro de los grandes aciertos de la película es su reparto. Un elenco que brilla con intensidad y funciona a las mil maravillas, porque junta a dos titanes como Emma Suárez como la Reina Madre, un personaje que no está muy lejos en su vis cómica de Diana, la condesa de Belflor en la maravillosa El perro del hortelano (1996), de Pilar Miró, basada en una pieza del mencionado Lope de Vega, del que La ternura también se nutre con esa intensa mezcla de comedia y drama amoroso que funciona con brío y gran elocuencia, con ese verso que se integra con naturalidad en la cotidianidad de la isla, de estas seis almas en busca del amor o de sí mismos, y sobre todo, de ese lugar en el mundo que todos nos encantaría encontrar. Le acompaña un partenaire magnífico, un Gonzalo de Castro como Leñador Marrón,  en su salsa, ya sea como padre o como enemigo de las mujeres, cuánta perorata sale de sus labios cuando habla de las féminas, todo un caso. Sus hijos son Fernando Guallar como el Leñador Verdemar, el mayor, el que sigue a pies juntillas las proclamas y deseos paternos, aunque no los crea. Y el pequeño, el Leñador Azulcielo en la piel de un desatado y estupendo Carlos Cuevas, el ignorante y engañado. Al otro lado, o quizás sea mejor decir, al lado o encima o debajo de ellos, las hijas de la Reina, que escapan de un destino odiado y acaban en la isla, que vaya isla para acabar. Tenemos a Alexandra Jiménez como la Princesa Rubí, una actriz que se desenvuelve muy bien en la comedia, y en los enredos y mentiras, y junto a ella, Anna Moliner, la pequeña Princesa Salmón, una actriz que baila y canta, como deja bien claro en el maravilloso número musical en el que se lucen en la playa la Reina y sus hijas, ahí es nada. 

Seis personas en busca del amor o en enamorarse, que no es lo mismo, aunque lo parezca. Seis náufragos perdidos por convicción que aún se perderán mucho más cuando sepan que no están solos, porque la compañía los desbarata y de qué manera. Seis personajes no en busca de autor, como mencionaba Pirandello, sino en busca de una salida a sus desgracias, aunque quizás, y todavía no lo saben, con este encuentro fortuito, porque ellos huyen a la isla para olvidar a las mujeres, y ellas, huyen por el mismo problema, pero con hombres. Un encuentro desafortunado que tendrá de todo, con el amor de por medio, un amor de verdad, un amor inesperado que nos revuelve y de qué manera y aún más, no sabemos el porqué, esa racionalidad que siempre nos aleja de la emoción y el sentimiento que vivimos. Quizás estamos ante la mejor película de Vicente Villanueva, juzguen ustedes, al que suscribe le ha interesado y gustado mucho, porque se deja de lo esperado y nos habla de esas torpezas, miedos y tonterías que hacemos cuando nos enamoramos o cuando creemos que hemos encontrado a alguien que sí. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Gerardo Herrero

Entrevista a Gerardo Herrero, director de la película “Bajo terapia”, en la cafetería del Hotel Market en Barcelona, el jueves 16 de marzo de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Gerardo Herrero, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Katia Casariego de Revolutionary Press, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

Bajo terapia, de Gerardo Herrero

TRES PAREJAS EN CRISIS. 

“Amor no es resignación eterna, vulneración de principios, sumisión, descalificación o engaño. Los límites del amor están en nuestro amor propio, en nuestra dignidad”.

Alex Rovira

La historia de Bajo terapia, escrita por Matías del Federico, nació en los teatros donde se representó cosechando un gran éxito de crítica y público. Ahora, llega su adaptación al cine de la mano de Gerardo Herrero (Madrid, 1953), prolífico productor con más de 150 títulos entre los que se encuentran grandes nombres internacionales como Ken Loach, Adolfo Aristarain, Alain Tanner, Tomás Gutiérrez Alea, Arturo Ripstein, y de aquí como Manolo Gutiérrez Aragón, Mariano Barroso, Enrique Urbizu, Cesc Gay, Álex de la Iglesia, Rodrigo Sorogoyen, entre muchos otros. Paralelamente Herrero ha construido una interesante filmografía como director que abarca 20 títulos entre los que destacan las adaptaciones de novelas de Almudena Grandes, Belén Copegui, Manuel Vázquez Montalbán, entre otros. La premisa de Bajo terapia es muy sencilla y directa. La trama se localiza en un único escenario, en este caso un coworking ubicado en las afueras, en una de esos centros industriales reconvertidos, y con sólo seis personajes, que son tres parejas en crisis. Tres parejas acuden a la psicóloga, pero esta vez la profesional se muestra ausente y ha dejado unos sobres para que las tres parejas hagan terapia en grupo conjuntamente. 

El guion del propio Herrero se disfraza de comedia de sexos, aunque a medida que avanza la trama, la cosa irá derivando por otros derroteros. Tenemos tres conflictos. Es decir, a  Esteban y Carla, en el que ella no se decide a vivir juntos, a Daniel y Laura, que discuten sobre la forma de educar a sus hijos, y finalmente, a Roberto y Marta, que no llevan bien la depresión de ella. La hora y media de película la pasamos escuchándolos discutir y mucho, convirtiendo la improvisada y accidental reunión en una guerra de hombres machirulos que se niegan a aceptar unos roles que ellos creen que les desautorizan y demás cuestiones que los separan en estos dos bandos declarados. La película tiene ese toque de comedia disparatada pero con muchos toques de atención, donde toca temas serios y pertinentes tan actuales como el machismo, la salud mental, la mentira, el miedo y tantas cosas que nos suceden cuando estamos en pareja. El cineasta madrileño se acompaña de un equipo admirable arrancando con la precisa y natural cinematografía, llena de planos secuencias y planos cortos, de un experto como Juan Carlos Gómez, que tiene en su haber películas de Achero Mañas, Daniel Sánchez Arévalo y Gracia Querejeta, entre otras. 

Un único, inusual y especial escenario de un grande como Iñaki Ros, con más de cuarenta títulos a sus espaldas, añadiendo un plus muy interesante, con ese espacio donde no queda nadie y con ese aroma impersonal. La delicada e interesante música de Paula Olaz, que hemos escuchado en películas como Nora, Errementari y La cima, entre otras. Y por último, el preciso y conciso montaje de Clara Martínez Malagelada, que consigue un ritmo que casa perfectamente con las situaciones y los conflictos que se van desarrollando y acumulando entre los seis personajes de la película. Una trama de estas características necesitaba a seis intérpretes muy metidos en su roles y sus deseos, ilusiones y miedos y tristezas, y consigue un reparto lleno de grandes aciertos y sorprendente, empezando por Fele Martínez y Juan Carlos Vellido, que rescata de la obra homónima, y que acompaña de sus respectiva “parejas” en el rostro de Alexandra Jiménez y Malena Alterio, y Eva Ugarte y Antonio Pagudo, la pareja que falta. Una interesante mezcla de gente que viene de varios medios como el teatro, cine y televisión, en el que van creando esa lucha sin cuartel de hombres llenos de miedos y prejuicios contra las realidades que van imponiendo unas pacientes mujeres. 

Bajo terapia juega y con mucho acierto a ese tipo de comedias de sexo en apariencia, porque dentro de ella hay muchísimo más, porque es una película que nos hace reflexionar y mucho, viendo a unos personajes que parecen una cosa y en realidad son otra, individuos que mienten, que ocultan cosas, que se mueven en un miedo patológico que acaba lastimando a los demás, y sobre todo, a ellos mismos, que se engañan, que se pierden en sus idiotas prejuicios y demás estupideces que nos hace muy infelices y sin darnos cuenta vamos dañando a los que más queremos. Una película que va creciendo a medida que van avanzando sus intensos, divertidos y reflexivos noventa y dos minutos de metraje, en el que asistimos a poner sobre la mesa cuestiones que no nos atrevemos a plantear con nuestra pareja y mucho menos con nosotros mismos, y la ocurrencia de la invisible psicóloga hace posible. Citar a tres parejas en crisis que no se conocen entre sí, y ahora deberán hablar y mirarse los unos a los otros, para encontrar soluciones a sus respectivos conflictos, eso sí, sin trampa ni cartón, con toda la transparencia y desnudez posible, con todos sus sentimientos sobre la mesa, a la vista de todos y todas, y nada de eso es fácil, y mucho menos para personas que hablan mucho, en las que también me incluyo yo mismo, y casi todos, y bla bla bla, y sobre todo, no llegamos a decir nada relevante ni importante para solucionar los conflictos con los que amamos y con nosotros mismos, en fin, el mal moderno, de hablar para entretenerse, y no para crecer y mejorar. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Vasil, de Avelina Prat

EL REFLEJO DEL OTRO.

“Tengo que conocer a la otra persona y a mí mismo objetivamente, para poder ver su realidad, o, más bien, para dejar de lado las ilusiones, mi imagen irracionalmente deformada de ella”.

“El arte de amar” (1956), Erich Fromm

¿Qué extraño mecanismo consigue que conectemos con alguien, o por el contrario, no lo soportemos? ¿Qué detonantes o elementos, y no me refiero a los materiales, construyen una relación estable, o por el contrario, hacen que naufrague estrepitosamente?. Muchas de estas cuestiones son las que se exponen en Vasil, el primer largometraje de la directora valenciana Avelina Prat, que empezó como arquitecta, peor pronto acudió a la llamada del cine, donde ha trabajado como script en más de cuarenta títulos junto a nombres como los de Fernando Trueba, Javier Rebollo, Jonás Trueba, Manuel Martín Cuenca, Cesc Gay, entre otras, amén de dirigir algunos cortometrajes de ficción y documental. Para su opera prima se ha decantado por un relato sobre un (des) encuentro con el otro, en la que Alfredo, un arquitecto jubilado de vida tranquila y algo huraño, y carácter muy peculiar, por circunstancias ajenas a su voluntad, debe convivir en su casa con Vasil, un búlgaro que necesita un sitio donde quedarse.

Prat cocina a fuego lento una historia cotidiana, sencilla y nada complaciente, donde a través de la curiosa situación entre los dos hombres mencionados, seremos testigos de todos los cambios que se van produciendo en la persona de Alfredo, eso sí, muy sutiles y casi sin darnos cuenta. La película con suma delicadeza y sensibilidad, que no ñoñería ni sentimentalista, nos sitúa en medio de estas dos almas, tan diferentes y extrañas entre sí, pero que poco a poco, se irán conociendo, reconociendo en el otro y sobre todo, cambiando, sobre todo el cascarrabias Alfredo. Hay otros elementos curiosos que hacen de Vasil, una película atípica, como su escenario localizado en Valencia, que huye de lo típico mediterráneo a la que se relaciones, para situar la historia en invierno, en un lugar nublado, tristón y apagado, en que la cinematografía de un grande como Santiago Racaj ayuda a dotar a la trama de ese aspecto distante al principio, y después, mucho más cálido, así como su preciso montaje que acoge con detalle sus noventa y tres minutos de metraje, que firma Juliana Montañés, que tiene en su filmografía a directores como Carlos Márques-Marcet, Clara Roquet y Nely Reguera, entre otros.

La excelente música que acentúa ese aspecto agridulce que recorre toda la película obra de Vincent Barrière, que ha trabajado con Adán Aliaga, Claudia Pinto, Alberto Morais y Roser Aguilar, etc… Con la producción de Miriam Porté que, a través de Distinto Films ha producido a Neus Ballús, Sílvia Quer, Laura Mañà y Patricia Ferreira, entre otras. Dos juegos, muy opuestos entre sí, en apariencia, porque los dos requieren de conocimiento, concentración y habilidad, se convierten en el quid de la trama. Uno de ellos es el ajedrez, convertido aquí en un juego que sirve de puente para salvar las diferencias entre los dos protagonistas, y el bridge, el famoso juego de cartas formando parejas, donde la habilidad de Vasil en ambos juegos, lo convierte en los demás en una pieza muy codiciada. Con unos protagonistas cercanos y complejos, entre los que, sin saberlo a ciencia cierta, se necesitan más de lo que son capaces de admitir, hay también unos personajes de reparto que no solo muestran las diferentes realidades ocultas de los principales, sino que profundizan en los sinsabores de una realidad difícil para los recién llegados como Vasil, y las eternas burocracias que más que ayudar, marean y dañan.

Tenemos a Alexandra Jiménez, en un personaje muy alejado de las comedietas que nos tiene acostumbrados, dando vida a Luisa, la hija de Alfredo, una experta en idiomas que, durante las comidas semanales con su padre, estallarán más de un conflicto por lo parco en información de Alfredo. Susi Sánchez es Carmen, una experta jugadora de bridge, que verá en Vasil una oportunidad de ganar a sus odiosas contrincantes en el club, y de paso, conocer mejor al búlgaro talentoso, y Sue Flack, con más de treinta títulos en España, da vida a Maureen, otra jugadora del bridge, antigua compañera de juego de Alfredo, que ayuda a Vasil. Mención especial tiene la pareja protagonista, que tiene el aroma de aquella memorable que hacían Jack Lemmon y Walter Matthau, en la piel de un Karra Elejalde, en uno de sus mejores interpretaciones, un tipo solitario, apasionado del ajedrez y cansado y hastiado de la vida, con sus pequeños placeres y poco más, que con la llegada de Vasil todo su espacio y su microcosmos se ve amenazado y cambiado.

Frente a él, el tal Vasil, que interpreta Ivan Barnev, viejo conocido por estos lares por protagonizar películas como La lección y The Father, ambas del tándem Kristina Grozeva y Petar Valchanov, y Destinos, de Stepahn Komandarev, siendo el mejor Vasil posible, un tipo de gran inteligencia y aplomo, con una grandísima actitud ante la adversidad, digno de admiración por parte de un sorprendido Alfredo. Nos alegramos de la fantástica incorporación a la dirección de largometrajes de Avelina Prat y por su reposada y profunda mirada, para hablarnos a hurtadillas de una historia muy contemporánea que aborda los grandes problemas de las sociedades actuales; la soledad, el miedo al otro, la actitud ante la adversidad, y sobre todo, los conflictos con los demás y son uno mismo. Y todo esto lo hace con una asombrosa sencillez, humanidad, con unos personajes de carne y hueso, sumamente complejos y cercanísimos, igual que las personas que nos cruzamos diariamente en nuestras vidas, con sus cosas, que como Alfredo y Vasil, tienen sus cosas y se parecen mucho a las nuestras. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Las distancias, de Elena Trapé

TRES DÍAS CON LOS AMIGOS.

“Todos creíamos que a partir de cierta edad sentirías un clic y lo entenderías todo, pero este clic no llega nunca”

En las primeras líneas de la excelente novela Cuatro amigos, de David Trueba, leemos lo siguiente: “Siempre he sospechado que la amistad está sobrevalorada. Como los estudios universitarios, la muerte o las pollas largas. Los seres humanos elevamos ciertos tópicos a las alturas para esquivar la poca importancia de nuestras vidas”. Sin ánimo de hacer comparaciones, aunque las dos compartan hablarnos de la amistad de cuatro amigos, aunque sus miradas transitan por caminos complementarios, sí, pero también diferentes. Aunque, esas primeras líneas de la novela, podrían ser también las primeras líneas de la película. Se esperaba con entusiasmo el nuevo trabajo de Elena Trapé (Barcelona, 1976) después de las buenas sensaciones que dejó su debut con Blog (2010) la historia de un grupo de adolescente que pactan quedarse embarazadas como protesta. Entre medias, Trapé ha dirigido Palabras, mapas, secretos y otras cosas (2015) un documento que recorre el trabajo de la cineasta Isabel Coixet, a través del espíritu de sus películas.

Las distancias nos habla de amistad, de emociones (des) encontradas y desordenadas, de precariedad, de huidas, y sobre todo, de una generación muy preparada académicamente, pero con pocas expectativas de futuro laboral, económico y emocional. Sí en Blog, la amistad era ese espacio de compañerismo, absolutamente férreo, sin aristas, y todas a una. En Las distancias, es todo lo contrario, aquellas adolescentes han cumplido años y ahora se encuentran en los 35 años, que se convierte en el punto de partida de la película, ya que tres amigos viajan a Berlín a sorprender y celebrar el cumpleaños de Comas, con esa excusa ya que hace la tira que no se ven. Aunque lo que allí se encuentran o reencuentran no es lo que esperaban, y el fin de semana divertido y cálido, se convierte en un tono oscuro y gélido, en el que la atmósfera de ese Berlín frío y nublado se convierte en el marco ideal para hablarnos de las emociones que experimentan los jóvenes treintañeros. Trapé nos está hablando de ella y sus amigos, y del contexto precario en el que se mueven todos ellos, empezando por Olivia (Alexandra Jiménez) embarazada de siete meses, y con serias dudas con sus sentimientos y el padre de su futuro hijo, Eloi (Bruno Sevilla) con un trabajo a media jornada, abandonado por la novia, y volviendo a casa de sus padres a vivir por no poder pagar su piso, Guille (Isak Férriz) al que parecen ir bien las cosas laboralmente hablando, arrastra una relación de pareja no del todo satisfactoria con Anna (Maria Ribera) que lo acompaña en el viaje, y por último, Comas (Miki Esparbé) el anfitrión y cumpleañero, que vive instalado en Berlín, que se muestra apático y reservado, que será la figura ausente de la película.

La cineasta barcelonesa enmarca su relato en sólo tres días, con un prólogo, donde todos son encuentros, abrazos y sonrisas, para pasar a ese sábado casi siniestro, donde se cimenta el grueso de la historia, donde cada uno de los personajes acabará en solitario, deambulando por una ciudad extraña, irreconocible y triste, algo así como un espejo demoledor de sus emociones, donde cada uno de ellos se encerrará en sus ideas, pensamientos y reflexiones sobre sí mismo y sus amigos, en el que la directora opta por seguirlos con la cámara pegada a ellos, como esa sombra molesta de la que no pueden huir (es grandioso el trabajo de luz de Julián Elizalde, con esa luz lúgubre y velada que acompaña toda la película) en el que se irán perdiendo por las calles berlinesas, aceptando su realidad, una realidad de la que llevan demasiado tiempo intentando escapar. El preciso trabajo de montaje, obra de Liana Artigal (que ya firmó el de Blog) llevándonos de un personaje a otro, siendo testigos de sus preocupaciones, misterios y sobre todo, de sus miserias emocionales, de aquello que no cuentan a nadie, pero que no les deja en paz.

Un guión obra de la propia directora, junto a Josan Hatero y Miguel Ibáñez Monroy (autor entre otras de la serie Cites) que es parco en palabras, construido a través de silencios y gestos, y de las soledades interiores de cada uno de ellos, en esos momentos de conflictos, de reproches, de una amistad que fue, que ocurrió, que los acompañó durante largos años, pero a día de hoy, una amistad rota, donde más que amigos parecen extraños, una amistad que sigue manteniéndose gracias al pasado (como ese precioso y terrible momento en que Olivia recupera un cd del grupo Los Fresones Rebeldes y su canción “Al amanecer”, todo un himno allá a finales de los 90) donde parece devolvernos a esa juventud temprana, donde todos parecíamos más felices, y sobre todo, éramos más jóvenes, cargados de ilusiones, donde vislumbrábamos un futuro muy diferente a lo que es realmente, donde los sueños parecen maravillosos, y la amistad que teníamos parecía irrompible, eterna y feliz.

Trapé recoge el espíritu que acompañaba a películas como Reencuentro, de Kasdan o Los amigos de Peter, de Branagh, en el que amigos y amigas pasaban de la celebración a las verdades en la cara, sin concesiones ni rodeos, un mismo espíritu que tanto Trapé, al igual que sus compañeras de la Escac, como Mar Coll, Roser Aguilar, Nely Reguera o Liliana Torres, a la que podríamos incluir a Sergi Pérez, nos hablan de relaciones entre amigos, de emociones soterradas y deseos incumplidos, de una juventud que quería conquistar el mundo, pero la realidad la llevó por otros lares más incómodos y demasiado tristes. Trapé  ha hecho una película magnífica, honesta y cercana, huyendo del sentimentalismo y los aspavientos emocionales, rodeado de un grupo artístico y técnico de altura, contándonos un relato donde mucha gente, en los que se incluye un servidor, se verá muy reflejado, quizás demasiado, porque la película se convierte en ese espejo donde se reflejan todos nuestros miedos, inseguridades y nuestra incapacidad para los temas emocionales, nuestra torpeza y cobardía para afrontar lo que sentimos, y la nula incompetencia para afrontar nuestra precaria realidad y detener esa eterna huida de nosotros mismos, y de los demás, quizás los únicos amigos sinceros, o al menos alguna vez lo fueron, que nos quedan para tomar una cerveza y contarnos lo que nos ocurre, pero de verdad, sin mentiras ni falsedades.