Baltimore, de Christine Molloy y Joe Lawlor

LA HISTORIA DE ROSE DUGDALE. 

“Una autoridad que se funda en el terror, en la violencia, en la opresión, es al mismo tiempo una vergüenza y una injusticia”. 

Plutarco 

Esta es la historia de una mujer que dejó el lujo y la riqueza para abrazar la lucha armada. Su nombre es Rose Dugdale, nacida en el seno de una familia aristócrata británica, aunque rebelde ante su destino, la joven fue a la Universidad y allí se descolgó de su pasado y a principios de los setenta, abrazó el IRA, traducido como el ejército Republicano de Irlanda, que lucha de forma armada contra el imperialismo británico, erigiéndose como una de las activistas más capacitadas y valientes. Baltimore, de la pareja de irlandeses Christine Molloy y Joe Lawlor, coproductor de la cinta junto a David Collins, nos cuenta un episodio muy sonado de Rose cuando acompañada de tres miembros más accedió a la casa señorial de Russborough, en el condado de Wiclow, en la costa medio-oriental de Irlanda, y sustrajeron 19 obras maestras de la pintura valoradas en más de 8 millones de libras esterlinas de la época. Un suceso que captó la atención de todo el mundo de alguien que dejó la vida de heredera millonaria por una causa que creía justa y luchó hasta el fin de sus días contra el ejército británico en Irlanda del Norte.  

El dúo de cineastas irlandeses que desarrolló una gran carrera en el teatro, siguió con reconocidos cortometrajes y han dirigido varios largometrajes entre los que destacan documentales y ficciones hasta llegar a Baltimore, donde construyen un relato que respira y se mueve bajo la atenta mirada de Rose Dugdale, su entera protagonista, y lo hacen desde el mencionado atraco siguiéndolo a modo de documento directo y tenso, eso sí, la película se descuelga del entramado lineal y va dando oportunos saltos atrás y adelante, en los que minuciosamente nos van señalando los pormenores de la existencia de la protagonista. Su despertar al activismo contra la opresión y el machismo hasta llegar a la lucha armada con el IRA, después de los trágicos sucesos del “Domingo sangriento”, de 1972. La historia de corte policial, pero no de ese tramposo y muy visual, sino aquel que planta la cámara y desarrolla un buen ejercicio de espacio-paisaje y la relación entre los diferentes personajes. No es una película de acción al uso, sino todo lo contrario, un estupendo ejercicio de tensión, noir de primer nivel y cadencia, aquella que genera más incertidumbre, malestar y miedo. 

Un gran trabajo de cinematografía de Tom Comerford, que ya trabajó con el tándem en La interpretación de Rose (2019), y en películas tan estimables que conocemos por estos lares como Aisha (2022), de Frank Berry. La luz plomiza y etérea tan típica de Irlanda se convierte aquí en un elemento crucial que se adapta para reflejar ese desbarajuste emocional de los activistas rodeados de montañas en las tierras salvajes del oeste de Cork. La música, otro elemento esencial en el film, obra de un grande en la cinematografía irlandesa como Stephen Mckeon, con más de sesenta títulos, que también estuvo en la mencionada La interpretación de Rose, construye unas melodías y temas que agudizan la sensación de aislamiento, inquietud y terror que va asomando en las miradas, gestos y diálogos de los activistas. El montaje que confirman la pareja de directores, también, consigue en unos 98 minutos de metraje tenernos en una tensión constante, como esos momentos en que Rose baja al pueblo a llamar, o aquel otro donde se encuentra al vecino que parece haber visto, o algo que escuece todavía del atraco, y alguna situación más, que ayudan a activar ese tono de policíaco donde la espera mata sin escapatoria.

Del reparto destaca por su sobriedad, mirada y talante la gran Imogen Poots, que ya habíamos visto en películas destacadas junto a directores de la talla de Winterbottom, Bogdanovich, Malick, Zeller, entre otros, en sus casi medio centenar de largometrajes para alguien de sólo 36 años. Su Rose Dugdale es impresionante, se come la pantalla, es una líder total, con sus aciertos y errores. Le acompañan los actores irlandeses Tom Vaughan-Lawlor, Lewis Brophy, Jack Meade como otros activistas y la presencia del veterano actor irlandés Dermot Crowley, con más de cuatro décadas de trayectoria al lado de Blake Edwards, Robert Redford, Iñárritu, Tornatore, Leilo, y muchos más. No se pierdan Baltimore, porque de buen seguro les sucederá como a un servidor, que desconocía la historia de Rose Dugdale, y siempre está bien saber que detalles y matices se ocultan en la maraña de verdades relacionadas con el IRA y su lucha. Y por otra parte, disfrutarán con el cine negro de siempre, el que está bien contado, con personajes creíbles y donde no siempre hay que contar lo más espectacular de algo, porque como suele suceder, la verdadera historia, la que nos llega más, es aquella que ocurre cuando en realidad no está ocurriendo nada y si no, vean. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Green Border, de Agnieszka Holland

EUROPA, EUROPA. 

 “Mi generación de cineastas sentía que éramos responsables de representar los problemas del mundo y que era necesario hablar de temas difíciles y hacer preguntas, no sólo existenciales, sino también éticas, sociales y políticas. Los críticos denominaron a este movimiento «Kino Moralnego Niepokoju», el cine de la ansiedad moral”.

Agnieszka Holland

Hay películas y películas. Están las que nos hacen pasar un buen rato, y están las otras, las que explican historias, donde lo que prevalece es el sentido humano, es decir político, en el que los personajes se ven envueltos en situaciones difíciles, donde el cine deja de ser un mero retratador, para ser otra cosa, algo parecido a un observador profundo y honesto de las vidas y realidades que lo componen, mostrando unos sucesos y reflexionando sobre lo que cuenta y cómo lo hace, alejándose de cualquier estereotipo, prejuicio y convencionalismo. Un cine que dialogue de frente con lo que filma, y sobre todo, con los espectadores que están al otro lado. Un cine de ida y venida en que el público sea un ente que se cuestione, no sólo la propia película, sino sus propias cuestiones.

Las películas de Agnieszka Holland (Varsovia, Polonia, 1948), coetánea de  Krzysztof Kieslowski o Janus Kijowski, sobre todo las que hizo y hace en Europa, pertenecen a las obras que quedan en nuestro interior, que nos hacen y deshacen como Actores provinciales (1979), Fiebre (1981), Amarga cosecha (1985), Kobieta samotna (1987), entre otras. Con Europa, Europa (1990), su película más emblemática, donde relataba la biografía del judío Solomon Perel que escapa de la Alemania nazi en 1938, con 13 años, crece bajo el amparo soviético, y luego, con la Segunda Guerra Mundial sobrevive haciéndose pasar como joven hitleriano de vuelta a Alemania. Una obra mayor filmada hace 34 años que describe hechos de los años cuarenta, y a día de hoy, pasados ochenta años, seguimos en las mismas, con una Europa de doble moral, cuna del pensamiento y del arte y los avances sociales, y también, un continente de guerras, destrucción e intolerancia. Con Green Border, Holland vuelve a despachar una obra mayúscula, deteniéndose en otros refugiados como lo fue Solomon Perel, ahora en la piel de sirios, afganos y africanos que intentan entrar en el continente por la zona boscosa entre Bielorrusia y Polonia, la llamada “Frontera Verde”, un espacio primitivo, denso y pantanosa. 

A partir de un guion de Gabriela Lazarkiewicz, que estuvo como asistente en Spoor (2017), Maciej Pisuk y la propia directora, donde se hace hincapié al lado humano e íntimo, a cómo las decisiones políticas afectan al ciudadano de a pie. Estructurado a partir de cuatro relatos que, debidamente presentados, se irán mezclando a lo largo de la historia. Por un lado, tenemos a la familia siria que quiere llegar a Suecia y elige, por desconocimiento puro, el lado más salvaje y peligroso, siendo maltratados por la guardia fronteriza bielorrusa y polaca. Después, tenemos al guardia fronterizo, con su dilema moral, hacer cumplir órdenes que van en contra de los derechos humanos, o revelarse ante ellas, en el tercer bloque, los activistas, tratados como criminales, que ayudan a los refugiados y finalmente, Julia, una psicóloga acomodada que se hace activista después de enfrentarse a una situación de humanidad. La cineasta polaca, manteniendo la larga tradición del cine del este, es decir, un cine que mira con atención los avatares políticos de su alrededor, y no sólo muestra una cara sino múltiples rostros, escarbando toda su complejidad, y sobre todo, las cuestiones morales individuales con respecto a lo colectivo. Un cine que se hace muchas preguntas, pero no se atreve a responderlas, porque eso sería maniqueo, aquí hay verdad, o mejor dicho, hay una forma de enfrentarse a los conflictos sociales desde la mirada del anónimo, alejándose de los grandes momentos históricos, porque la historia siempre sucede en la invisibilidad. 

La extraordinaria cinematografía de Tomasz Naumiuk, que ya estuvo en Mr. Jones (2019), de Holland, y también en High Life (2018), de Claire Denis, entre otras, con esa impresionante apertura del plano general cenital del espeso bosque en color que se torna blanco y negro, el no color de la película, en una construcción híbrida donde la ficción se torna documento y ficción a la vez, en que todo está muy cercano, sumergiéndose en lo físico y lo emocional de cada personaje, con esa tensión y agobio en cada encuadre, tanto en lo que vemos como el fuera de campo, con unos contundentes planos secuencias donde prevalece el primer plano y el detalle. El gran trabajo de montaje de Pavel Hrdlica, en su cuarto trabajo junto a la directora, donde tenía por delante un trabajo complejo en una película que se va los 147 minutos de metraje, y en que dialogan muchos personajes y situaciones que sitúan al límite a sus diferentes individuos, en un empleo inmejorable del off, de la tensión con la pausa, con momentos muy tensos e inquietantes, más próximos al cine de terror que el de la vida diaria. Un corte que no se anda de subrayados ni estridencias de ningún tipo, la verdad está en cada plano, y sobre todo, la posición ética de la directora en relación a lo que filma y cómo lo hace, desde la integridad, la honestidad y la mirada del que no impone sino muestra desde lo humano, en consonancia con la íntima música de Frédéric Vercheval, del que hemos visto sus trabajos para Marine Francen, Olivier Masset-Depasse y Bille August, que describe al son de la imagen, con total libertad para el espectador, sin guiarlo, sólo a su lado. 

Un gran reparto de intérpretes que dan vida a los personajes de forma que tanto la acción física como emocional nace desde lo complejo y el cuestionamiento constante, acompañados de la verdad que tanto hablamos, con lo sensible y lo vulnerable en primera línea. Un elenco encabezado por los sirios Jalal Altawil, Mohamad Al Rashi, que junto a la franco-libanesa Dalia Naous, forman la familia siria que huye, la polaca Maja Ostaszewska, que hemos visto en películas de Malgorzata Szumowska, en el rol de Julia, la franco-iraní Behi Djanati Atai es una afgana sola con mucho coraje, el polaco Tomasz Wlosok es el guarda fronterizo, Agata Kulesza, una activista que conocimos como una de las protagonistas de Ida (2013) y Cold War (2018), ambas de Pawel Pawlikowski, y Las inocentes (2016), de Anne Fontaine, entre otras. Tiene una gran oportunidad con el estreno de Green Border, no sólo de ser testigos del horror vivido en la maldita frontera, todas lo son, entre Bielorrusia y Polonia, sino de la doble moral de la mal llamada “Unión Europea”, que persigue con crueldad y violencia a los refugiados que vienen de países donde mantiene intereses económicos, y por otro lado, acoge con paz y armonía a los refugiados que vienen de Ucrania, ya que la guerra la provoca Rusia, donde mantienen una pugna mundial sobre el control económico en terceros países. Un horror y sinsentido, pero aquella Europa del siglo XX destrozada con las dos peores guerras de la historia, sigue en su línea, acogiendo o matando según le convenga, y esto es así, mientras la población anestesiada con sus “experiencias” y existencia mercantilizada, con la esperanza que algunas, pocas, personas dejan sus vidas de lado, y miran a la de los demás, ofreciendo ayuda a los que nada tienen. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Mario Pons Múria

Entrevista a Mario Pons Múria, director de la película «L’Espill», en el Poliesportiu de L’Ampolla en Tarragona, el domingo 16 de abril de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Mario Pons Múria, por su amistad, tiempo, sabiduría, generosidad, y a Óscar Fernández Orengo, por retratarnos de forma tan especial, y por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Eterna. Una película documental sobre Gata Cattana, de Juanma Sayalonga y David Sainz.

EL LEGADO DE GATA CATTANA. 

“Me voy como lo que vine / como la antítesis de lo ario, de lo puro» (…) Quedará un yo, ese yo que solo aparecerá / con un olor, con una risa, una nota, / un litro, una persona, un ruido, un silencio, / y, lo más importante, un pensamiento».

Gata Cattana

La temprana muerte de un artista carismático e influyente, siempre deja un vacío enorme y sobre todo, deja una huella imborrable. Ya sucedió con Eduardo Benavente, el líder de “Parálisis permanente” en 1983, cuando falleció en un accidente con apenas veinte años. Un caso parecido ha vuelto a suceder con el repentino fallecimiento de la artista Gata Cattana en el 2017, cuando sólo contaba veinticinco años. En Eterna. Una película documental sobre Gata Cattana, los directores Juanma Sayalonga (Sevilla, 1988), y David Sainz (Las Palmas de Gran Canaria, 1983), formados en el videoclip, en el cortometraje, en la web series, y demás espacios audiovisuales, no solo quieren hacer un homenaje, sino que también quieren descubrirnos a la artista y a la persona que había detrás, y no solo a través de los testimonios de sus familiares y amigos, y colaboradores y cómplices, sino otros y otras que la conocieron, que la trataron y la admiraron, sino que también hay un buceo profundo y sincero a través de ella, recuperando imágenes domésticas y televisivas, en las cuales vemos a la joven como va creciendo tanto a nivel humano como artístico. 

Muchos habíamos escuchado alguna cosa de Gata Cattana, pero no la conocíamos en profundidad, ni mucho menos, y por eso, uno de los grandes aciertos de la película no es solo que exista, sino que habla de ella, porque la cinta también actúa como espacio de abrir su arte a todas aquellas que necesitábamos conocerla mucho más, para acercarnos su arte y su legado a todas esas personas inquietas de la cultura, del arte en general, de la política, de la sociedad, de la historia y de lo humano, porque Ana Isabel García Lorente, el nombre que la vio nacer allá por 1991 en el pequeño pueblo de Adamuz (Córdoba), era todo eso y muchísimo más. Una artista de los pies a la cabeza, con una personalidad y una capacidad innata para brillar en el soneto, en la poesía y en el rap, donde era toda una fiera, según sus propias palabras: “Frágil pero muy guerrera”. Una de las cualidades de la película que no solo encantará a los amantes del rap español, a todos esos y esas que disfrutan con las llamadas “peleas de gallos” y demás, sino que es una cinta que gustará a todos los que les gusten las historias sobre el alma, sobre la vida, porque Gata era todo un terremoto y una batalladora en todos los frentes. 

Sus canciones hablan de historia, de sociedad, de política (de la que era licenciada universitaria), de poesía, de feminismo, una artista implicada a todos los niveles, que hablaba de injusticia, de explotación, de derechos, de mujeres, de amor, y de todo, y encima lo hacía con mucho arte, con letras interesantes, profundas y entretenidas, que calaron en mucha gentes joven y acercó a materias, antes imposibles, con una forma de hablar, recitar y cantar asequible para todos y todas, y sobre todo, generando esa conciencia que tanta hace falta en la sociedad actual. La película hace un recorrido desordenado y vivo, lleno de vitalidad, de risas, de humor, y de amor, a través de una artista que era todo amor, toda furia, toda guerra y toda alma, inquieta y luchadora, una mujer que lo tenía todo para convertirse en una de las más grandes y no solo en el ámbito del rap, sino en el mundo artístico, sin lugar a dudas, por su enorme talento, inteligencia y sabiduría. Otro de los aspectos que enriquecen la película es su estado de ánimo, es decir, que la película es un fiesta de la vida, de la vida de Gata Cattana, y en ningún momento cae en la tristeza y en la melancolía, sino todo lo contrario, es una continua celebración de su vida, de su camino, y sobre todo, de su aspecto humano y artístico. 

La película tiene un estupendo ritmo y se sumerge con muchísima transparencia en la intimidad y el alma de la artista. Conocemos sus inquietudes, sus alegrías y tristezas, y mucho más, en una bellísima aproximación de la mujer y la cantante, la poetisa, la lectora y demás, en un viaje que pasa por muchos lugares, su citado Adamuz, Granada, donde despertó totalmente su poesía, sus canciones y su rap, Madrid, donde se asentó y despertó el interés de todas y todos a nivel musical en todos los sentidos, y también pasa por New York, muchos lugares, muchas experiencias, muchos conciertos, muchos versos, y sobre todo, mucha vida de alguien que veía muchísimo más, de alguien que veía la sociedad, y la codificó bajo su verso y su poesía, siempre en actitud de activismo social, una luchadora que cantaba a la injusticia, a la explotación, a esta mierda de capitalismo feroz e inhumano, y a las mujeres, a su lucha, a su feminismo y a su camino, y lo hacía de tal forma, tan brillante, tan inteligente y tan especial, que capturaba la atención de todas y todos, ya fuesen amantes del rap como los otros, los que solo eran amantes de la cultura con mayúsculas. 

Celebramos, aplaudimos y nos vamos de fiesta con la película Eterna. Una película documental sobre Gata Cattana, porque nos ha encantado, porque sus noventa y nueve minutos de duración son una pasada, hemos disfrutado muchísimo en todos los sentidos. Hemos descubierto una artistaza que no solo nos deja un buen puñado de poemas y canciones magníficas, sino que también ha derribado tantos muros tan necesarios para que otras mujeres también se acerquen a la poesía y al rap y sigan todo lo que ella empezó, porque el mayor legado de una artista que, desgraciadamente nos ha dejado demasiado pronto, no es otro que la huella que ha dejado en los otros y otras que después vendrán, y como dice la Gata, nos despedimos con sus maravillosas palabras: “Vine de la tierra y a la tierra voy más que agradecida. Pueblo errante sabe que ná dura, por eso sabe de pintura también dejarlo escrito en la pared, pá quién venga después”. Solo nos queda decir que, a ti Gata, allá donde estés, gracias infinitas por todo lo que has dejado por aquí. Te cantaremos, te leeremos y sobre todo, te seguiremos amando, hasta el infinito y mucho más allá, por ser quién fuiste y por ser quién eres. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Anna Giralt Gris

Entrevista a Anna Giralt Gris, directora de la película «Robin Bank», en la oficina de la productora Gusano Films en la Incubadora Almogàvers en Barcelona, el lunes 26 de septiembre de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Anna Giralt Gris, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y al equipo de Gusano Films, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Labordeta, un hombre sin más, de Paula Labordeta y Gaizka Urresti

EL POETA DEL PUEBLO.

“Recuérdame como un árbol batido; como un pájaro herido; como un hombre sin más. Recuérdame como un verano ido; como un lobo cansino; como un hombre sin más”

De la canción Ya ves, de José Antonio Labordeta

Cuando todavía era niño no entendía el activismo de mi padre, aunque siempre que mi madre me dejaba, lo acompañaba. Él siempre estuvo afiliado a partidos de izquierda, incluso llegó a ser candidato a la alcaldía de Sabadell. Era feliz acompañándolo a enganchadas de carteles, reuniones y diferentes actos políticos y manifestaciones. Lo que más recuerdo de aquellos años, años de agitación política que raro era el día que no se escuchaban muchas canciones protesta, entre ellas, como no, “Canto a la Libertad”, de José Antonio Labordeta (1935-2010), que nació un año antes que mi padre. De adulto, conocí a Labordeta , tanto al poeta como al hombre, y no era solo aquel tipo de “Un país en la mochila” de TVE, sino un hombre del pueblo, alguien que siempre defendió al reprimido, al perseguido, al huido, a aquel que siempre se enfrentó al capital, como se decía antes. Un hombre que escribió, cantó y habló sobre los derechos de los olvidados, de los que nadie hacía caso, de los que no paran de trabajar y apenas tienen algo. Perteneció a la generación de mis padres, aquellos que crecieron en dictadura, aquellos que no se dejaron domar, como decía el gran Marcelino Camacho, aquellos que trajeron la libertad y la democracia a este país, con sus luchas, protestas, política y humanidad.

La película Labordeta. Un hombre sin más, de Paula Labordeta, su hija menor, que ha estado toda la vida realizando televisión, junto a Gaizka Urresti, cineasta de larga trayectoria que ha producido a gente tan importante como Agustí Villaronga, Carlos Saura y Santiago Tabernero, entre otros, y dirigido películas sobre Buñuel o Luis Eduardo Aute, entre otros. La película con guion de Miguel Mena, Ana Labordeta y los propios directores, no es un homenaje al uso, porque profundiza en su lado más íntimo y personal, y lo hace a través de los suyos, su viuda Juana de Andrés, sus tres hijas, Ana, Ángela y Paula, y sus nietas, amén de amigos como el dramaturgo Sanchis Sinistierra y algunos más, e indagando en el hombre desde dentro, del humano, del que dudaba, del que sentía miedo, del que se frustraba, pero también reía, se ilusionaba, y a pesar de los pesares, como diría el poeta, seguía en la lucha, aunque bien sabía que había mucho que hacer para conseguir tan poco, cosas de este país tan oscuro y tan triste, donde siempre acaba mal, como mencionaba Gil de Biedma.

La cinta repasa su vida, sus publicaciones, su poesía, su etapa como político, su vida familiar, y sus tantas vidas de alguien inquieto, muy curioso, y alguien que miraba el mundo desde otras perspectivas, desde otra forma, y hacía música para reivindicar a lo pequeño, a lo sencillo, a todo aquello que se les negaba a sus gentes sin más de Aragón. Como buen retrato, no hay espacio para el edulcoramiento y demás falsedades narrativas, porque el propósito de la película es abordar todo aquello del hombre que menos se conoce, porque vemos momentos célebres de su vida, y otros, menos cómodos, donde le asaltaban las dudas, la desilusión y la tristeza. La película ayudará a recordar a uno de los grandes tipos que vivió, cantó y luchó en buena parte de la dictadura y su final, y aquellos años de euforia de la democracia recién nacida y su posterior asentamiento, aquellos años de miedo y oscuridad que muchos intentan contar de otra manera, y también, ayudará a todos aquellos que todavía no conocen su vida y quieran conocerlo, peor conocerlo de verdad, a través de sus hazañas, como contaba aquel tebeo mítico, y sus tristezas, que también las hubo, y las pasó como se pasan, con mucha ayuda y casi siempre en soledad.

El mayor logro de Labordeta. Un hombre sin más, de los muchos que tiene, es su sencillez, su transparencia y su humildad, porque hablar de un hombre como Labordeta que era todo humanidad e intimidad, requería una película así, una película construida como un homenaje de verdad, de los que ya apenas se hacen, con cara y ojos y cuerpo y alma, para hablar de alguien que era uno más, pero a pesar de su existencia sin más, logró destacar y convertirse en un referente, que en este pobre mundo tanta falta hacen, porque ahora parece que cualquier mojigato de tres al cuarto cree hacer algo y mucho más, qué equivocados andan, porque seguramente no conocen a tipos como Labordeta, que era mucho más de lo que fue, sin pretenderlo, y mucho menos sin buscarlo. Y también, es un sincero y profundo homenaje no solo a Labordeta sino a todos aquellos que le acompañaron, tanto conocidos como desconocidos, todos aquellos que lucharon por un mundo mejor y por un trozo de libertad. Para despedir este texto no puedo hacerlo de otras manera que cediendo la palabra y la música al poeta: “Habrá un día en que todos al levantar la vista, veremos una tierra que ponga libertad… Vivan todos aquellos que soñaron con la libertad, y a José Antonio Labordeta, único, irrepetible y sobre todo, un tipo sin más, que hizo mucho, que en este país es toda una proeza. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Como yo quiera, de Samaher Alqadi

LAS MUJERES EGIPCIAS EN PIE DE LUCHA.

“Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos de pie”

Emily Dickinson

El dictador egipcio Mubarak cayó en febrero del 2011 debido a las multitudinarias protestas del pueblo levantado ante tanta injusticia y pobreza. La protesta más fuerte fue la del 25 de enero, la Plaza Tahrir, la Plaza de la liberación, epicentro de la capital El Cairo, en la que unas 15.000 personas la abarrotaron. Esa es la imagen que se lanzó al mundo, el pueblo egipcio levantándose contra la tiranía de su gobierno. Aunque, ese día hubo otras historias en la plaza, en la que los hombres aprovecharon el tumulto para violar en grupo a muchas mujeres. A partir de esa imagen de horror, que contrasta profundamente con la imagen de protesta, la directora egipcia Samaher Alqadi, que creció en el campo de refugiados de Jalazon en la ocupada Cisjordania, una cineasta siempre interesada en los conflictos de oriente medio, y sobre todo, los problemas relacionados con las mujeres árabes, nos sumerge en una extraordinaria película de una grandísima fuerza, llena de tensión, capturando los acontecimientos invisibles contra las mujeres, y los años posteriores de continuas luchas contra el gobierno de los hermanos musulmanes que recogieron el relevo de Mubarak, y continuaron gobernando mal.

Alqadi lo cuenta todo desde la mirada femenina, filmando los testimonios de mujeres que reciben acoso constante, su propia experiencia y testimonio, y además, nos habla de la maternidad, de la suya propia y la de su madre, haciendo un gran recorrido histórico del sometimiento femenino en Egipto. Como yo quiera es una película que habla de un pasado reciente, pero su narración y contenido y su forma de capturarlo, parece una película rodada aquí y ahora, porque Alqadi nos conecta con la calle tomada por las mujeres, su lucha, habla con activistas, se enfrenta al acoso de los hombres y realiza una película que va mucho más allá de su tiempo, trazando una poderosísimo mensaje sobre todas las mujeres árabes y del resto del mundo que han sufrido acoso, las que continuamente deben reivindicar su condición de activismo y demás, y la lucha feminista para hacer de este mundo un lugar menos triste.

La directora egipcia construye una relato muy contundente, apasionante, político y liberador, lleno de esperanza, pero también lleno de obstáculos, tensiones y terrorífico, a través de un formidable montaje que firma Gladys Joujou, donde la intimidad de lo doméstico se confunde con lo público de la calle, como esos fantásticos encuadres desde su balcón donde vemos las disputas callejeras y la vida que va y viene por esa calle, bajamos a la guerra de la calle, con las luchas callejeras entre bandos enemigos, con la policía, las continuas manifestaciones y protestas de las mujeres, luchando por sus reivindicaciones, por sus derechos, para salir a la calle sin miedo, y sobre todo, por ser ellas mismas, con voz y voto en un país machista y conservador. Al igual que Alqadi, muchas otras mujeres cineastas han cogido la cámara y han mirada a las mujeres como Haifaa Al Mansour, Annemari Jacir, Meryem Benm’ Barek, Munia Meddour, Maryam Touzani, solo son algunas de las cineastas árabes que, a través del documentla o la ficción indistintamente, han mostrado un relato diferente al estatal, dando vida y reflejo a las mujeres árabes, las grandes olvidadas de estos países, mirándolas con detenimiento, explorando sus vidas, sus sentimientos, sus ilusiones y anhelos.

La directora Samaher Alqadi no solo ha hecho un documento sobre la realidad de las mujeres egipcias, sino que también se ha sumergido en la sociedad árabe patriarcal, en las formas de lucha política, en la libertad que será para todos y todas o no será, no solo en la lucha feminista, sino en la lucha de todos y para todos, donde la situación de sometimiento y opresión que sufre la mujer sea por siempre vencida, y la lucha sirva para que todos vivan bien, no solo los hombres. La película demuestra que hay mucho camino todavía por recorrer, pero que muchas mujeres árabes y egipcias, como describe la película, se hayan levantado y tomen las calles reivindicando sus derechos, sus vidas y sus libertades es muchísimo, y ya se ha empezado a caminar con paso firme, decidido y valiente, y esto, por mucho que hayan retrógrados y machistas del Medievo, ya no hay quién lo pare, tardará más y se enfrentará a muchas dificultades, pero seguirá hacia adelante, porque ya se han puesto de pie y se han lanzado a luchar, y eso hasta la fecha nunca había pasado. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Miss Marx, de Susanna Nicchiarelli

MI NOMBRE ES ELEANOR MARX.

“Vamos a lanzar tres bombas a las masas: inquietud, educación, organización”

Eleanor Marx

Ser hija de una gran personalidad histórica como Karl Marx (1818-1883), filósofo, economista, político, sociólogo y junto a Friedrich Engels (1820-1895), el padre del socialismo y el comunismo moderno, no resulta tarea nada sencilla. Como se deja claro al inicio de la película cuando Eleanor Marx (1855-1898), se identifica con la siguiente afirmación: “Mi padre Karl Marx luchó por la libertad de las personas, salvo la mía”. Susanna Nichiarelli (Roma, Italia, 1975), de formación filósofa, y oficio de cineasta, que aprendió en el prestigioso Centro Sperimentale di Cinematografia, escuela por la que han pasado nombres ilustres como Pasolini, fellini y Antonioni, entre otros, se ha fogueado entre documentales, para luego pasarse a la ficción, siempre desde la posición feminista, relatos sobre mujeres valientes, decididas y luchadoras en películas como Cosmonauta (2009), sobre una chica de 15 años que sueña con ser astronauta en la Italia de los sesenta, en La Scoperta dell’alba (2012), sobre las hijas de un profesor asesinado por las Brigadas Rojas, y Nico, 1988 (2017), reflexiona sobre los últimos años de la vida de Christa Päffgen, musa de Warhol y cantante de la Velvet Underground. Retratos sobre mujeres, muy políticos, sociales y culturales, que recorren buena parte de los cambios del siglo XX.

En Miss Marx, la directora romana se ha ido más lejos, situándonos a finales del XIX, en el Londres victoriano, purista y conservador, arrancando con la muerte de Karl Marx, en 1883, y deteniéndose en la extraordinaria figura de su hija Eleanor, que tras la muerte de su padre, y junto a Engels, preserva su memoria y legado y se lanza a movilizar a los trabajadores y trabajar y defender sus derechos. La película abarca hasta el año 1896, y recorre el activismo político y humano de Eleanor, así como sus hermosas traducciones de Flaubert e Ibsen, sus grandes dotes como actriz, su relación con su sobrino, con Engels y su familia, y su amor con Edward Aveling, escritor y activista como ella, pero un derrochador y libertino. La exquisita, naturalista y cercana cinematografía de Crystal Fournier (la directora de fotografía de la gran directora Céline Sciamma), que vuelve a trabajar con Nicchiarelli después de la experiencia de Nico, 1988, dotando a la composición de esa intimidad y profundidad que tanto necesita el marco de una mujer de gran coherencia que luchaba con la misma fuerza e ímpetu, tanto fuera como en su hogar.

El delicioso y rítmico montaje de Stefano Cravero, editor de toda la filmografía de la directora italiana, encuadra con garra y tensión una película que abarca trece años de la vida agitada y poderosa de una mujer muy inquieta, que no paraba quieta ni un momento, luchando, agitando y batallándose contra unos y otros por los derechos de los trabajadores, de las mujeres y todo aquel conservador que se oponía a los avances sociales y humanistas en el Londres de finales del XIX. El otro elemento capital de la película es su sorprendente banda sonora, que deja de lado las composiciones clásicas para ilustrar la época, describiendo con astucia a una mujer como Eleanor, una gran avanzada a su tiempo, en sus ideas y activismo político, una mujer feminista, socialista y sindicalista, bien acompañada por una música de la banda de punk rock “Downtown Boys”, llena de canciones de aquí y ahora, que casan a la perfección con la forma y el fondo de la película, donde se mezclan con sabiduría su atemporalidad e intimidad, como esa alucinante versión de “La Internacional”, en francés, uno de los momentos más brillantes de la película, o ese otro instante con ese baile increíble de la propia protagonista que nos deja alucinando, lanzando ese mensaje que las ideas de Eleanor Marx vienen de muy de lejos y siguen tan vigentes como el primer día.

Si la elección de los intérpretes en una película resulta crucial, como mencionaba Chabrol. En Miss Marx, Scchiarelli ha juntado un grupo actoral que resulta muy creíble y brillante, tanto en la cuidadísima ambientación, los pequeños detalles y las miradas que dicen todo sin decir nada, donde todos los personajes cazan sus roles y transmiten esa transparencia que tanto se busca en la película, como John Gordon Sinclair que hace de Engels, con esa sobriedad que caracterizaba al pensador, el cineasta Philip Gröning, que muchos cinéfilos recordarán por su monumental película de El gran silencio, interpreta a Karl Marx, en ese momento en que cada uno de los miembros de la familia, en época de en vida del padre, explican el significado que tienen para ellos la palabra “libertad”, Patrick Kennedy, actor muy prolífico en televisión en series tan relevantes como Mr. Holmes, Downton Abbey, Boardwalk Empire y Black Mirror, entre otras, tiene en su Edward Avelling, ese amante y hombre de Eleanor, muy activo en la política, pero también, muy golfo y pendenciero en su vida privada.

Y por último, Romola Garai (actriz británica que hemos visto en títulos muy interesantes de la mano de Woody Allen, François Ozon, Kenneth Branagh y Lone Scherfig, entre otros), que hace una espléndida, brutal e intensa Eleanor Marx, el alma indiscutible de la película, desde su llamativo y colorido vestuario, sus formas de hablar a la gente, su determinación, su grandísimo activismo, y sus convicciones, no exentas de dudas y miedos, una personalidad arrolladora, llena de fuerza, feminista, cuando ser feminista era muy peligroso, luchadora incansable, perfecta en seguir con el legado del padre, y sobre todo, una mujer de carácter, sensible y llena de energía que era inteligente, sabía transmitir y era una alma incansable por hacer de este mundo un lugar mejor, aunque se consiga poco, Eleanor Marx es un grandísimo ejemplo, y la película lo sabe desarrollar y componer sin caer en ningún momento en esos biopics tan manidos donde se obvian ciertas etapas para endulzarlo todo, y se convierten en meros entretenimientos banales donde se vanaglorian los hechos optimistas del personaje en cuestión, en Miss Marx, la cosa no va por ahí ni de lejos, donde no ha trampa ni cartón, sino verdad, donde se cuentan los hechos que condicionaron la existencia de Eleanor, y los más oscuros, en un retrato lleno de color, grises y demás. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Juan Tomás Ávila Laurel

Entrevista a Juan Tomás Ávila Laurel, escritor y protagonista de la película «El escritor de un país sin librerías», de Marc Serena, en el hall de los Cinemes Girona en Barcelona, el martes 3 de diciembre de 2019.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Juan Tomás Ávila Laurel, por su tiempo, amistad, generosidad y cariño, y a Carla Gómez de Comunicación de la película, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

El escritor de un país sin librerías, de Marc Serena

LA GUINEA SILENCIADA.

“Hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio”.

Mario Benedetti

Guinea Ecuatorial ha sufrido dos siglos de dominación colonial por parte de Portugal y España. En 1968 con la recién inaugurada independencia y un camino por delante de ilusión y reparación, recuperó una libertad que le fue arrebata en 1979 con el golpe de estado de Teodoro Obiang, que instauró una dictadura que se ha convertido con cuatro décadas en el poder es la más longeva del mundo. Un país que sigue sufriendo, aunque eso no haya sido impedimento para que unos cuántos sigan reclamando derechos y democracia, y sigan creyendo que hay un futuro mejor para su Guinea Ecuatorial. Entre aquellos que siguen en la lucha encontramos a Juan Tomás Ávila Laurel (Annobón, Guinea Ecuatorial, 1966) nacido en plena colonia española, de infancia difícil, pero ahora convertido en escritor reconocido internacionalmente, que vive exiliado en España desde 2011 debido a su manifestante condena al régimen autoritario de Obiang que le llevó a una huelga de hambre. Ahora, volvemos a Guinea de la mano de Juan Tomás Ávila, a través de su experiencia y a través de sus amigos, de aquellos activistas que siguen en la brecha intentando ofrecer ventanas de resistencia, aunque mínimas, mediante la política, la cultura y el activismo social.

El director Marc Serena (Manresa, 1983) autor del largo Tchindas (2015) que ponía el foco en Tchinda Andrade, un transexual de una pequeña isla de Cabo Verde, también codirigió junto a Biel Mauri el documental sobre autismo Peces de agua dulce (en agua salada) y ha escrito varios libros entre ellos ¡Esto no es africano!, un recorrido sobre amores prohibidos en el continente africano. Ahora vuelve a África para presentarnos El escritor de un país sin librerías, significativo título que pone de manifiesto las dificultades que anidan en un país sin libertad, derechos ni cultura. Un viaje de Barcelona a Guinea que hacemos a través de la mirada y la voz de Juan Tomás Ávila, en el cual conoceremos el pasado colonial español, su independencia y la llegada al poder de Obiang, la dictadura y sobre todo, el activismo de conocidos y amigos de Juan Tomás Ávila, que frente a la cámara explican sus actividades, entre las que destaca la función teatral que habla del pasado y presente de Guinea, y escucharemos a ex presos políticos que explican sus experiencias en la política y en la cárcel.

Haremos un repaso por la historia de Juan Tomás Ávila, un niño de una pequeña isla que creció y se convirtió en escritor, su literatura muy crítica contra Obiang y a su familia, a través de imaginativas y coloridas animaciones que dibujan su vida, acompañadas de música autóctona con artistas como Concha Buika o Negro Bey, entre otros. Serena nos cuenta de manera sencilla y honesta la realidad triste y silenciada de Guinea, a través de la mirada de Juan Tomás Ávila, un escritor humilde y reposado que se mueve por Guinea como alguien que sabe que su país ha quedado lejos de su vida, que está sin estar, como le espeta uno de sus amigos, alguien que conoce una realidad amarga y desesperanzadora de su tierra, que la mira con orgullo y pasión, pero se siente triste por la situación que atraviesa, que no tiene signos de mejoría, debido principalmente del apoyo que recibe Obiang de países como España y compañía. El director manresano se centra en las personas, en la actividad resistente de seres humanos que a pesar de la situación política de Guinea, siguen empecinados de mostrar otras realidades más humanitarias que viven, aunque sea medio en la sombra y ocultas en la realidad imperante de un país silenciado y vacío, que rinde culto y pleitesía a su dictador como si fuese una especie de mesías redentor.

La película muestra un activismo real y cercano, lleno de entusiasmo y humanista, y las personas que lo practican, haciéndose eco de una realidad que no llega a los medios internacionales, por falta de veracidad y atada a intereses económicos, recorriendo un país donde la gente vive a pesar de las restricciones, de los conflictos sociales y demás problemas que atraviesa el país. Un obra necesaria y valiente que ayuda a enseñar una realidad silenciada, una realidad oculta, una realidad que existe, que se mueve y sigue luchando, ofreciendo una vida diferente y ajena a la realidad de oropel para unos cuantos privilegiados que vende el régimen autoritario de Obiang, como los fastos pro su cumpleaños o las ristras de hoteles y residencias de la élite del país, una realidad falsa, vacía y superficial que dista mucho de la realidad de la mayoría de ciudadanos que se levantan cada día trabajando por un poco y nada más. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA


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