Pasca, tiene alrededor de 40 tacos y vive en el barrio madrileño de Vallecas, junto a Toni, su hermano inválido, al que cuida, postrado en una silla de ruedas por un accidente de automóvil en el que perecieron sus padres. Se gana los cuartos ejerciendo de sparring, soportando hostias de jóvenes aspirantes a profesionales. Tuvo una carrera como boxeador, pero aquello quedó atrás, es algo que sucedió en otro tiempo y lugar, que casi ya no recuerda. Además, acarrea la amistad de Fonsi, ex boxeador y alcohólico, en el paro, con mujer e hijo, del que saca de más de un apuro. Repentinamente, su vida dará un inesperado giro cuando conoce a Adela, una joven maestra interina y de origen asturiana, que vendrá a darle un poco de luz y una posibilidad de redención a su oscura existencia. El realizador David Marqués, en el quinto título de su carrera, realiza un drama sobre la culpabilidad y las rencillas del pasado, utilizando un marcado tono realista y sombrío, atrapa con su objetivo a unos seres a la deriva, machacados por la crisis, con poco aliento, y sin mostrar ningún atisbo de mejoría. La cinta muestra un barrio deprimido, poblado de individuos solitarios, sin trabajo, o con empleos precarios, que a duras penas les da para seguir tirando. Su realización aguanta bien el tirón, nos cuenta la dureza sin caer en ninguna sensiblería, además, tiene tiempo para dosificar su relato con algunos toques de humor, que ayudan a aligerar el tremendo peso que arrastran sus criaturas. La película nos habla de frente, encajando los golpes que se van sucediendo, no se esconde en su discurso, que es honesto y sincero. Tiene ese aire a ciertas películas del Free cinema, o independientes americanas, donde la acción se detiene en pocos personajes, y una trama sencilla, centrada en personas de carne y hueso, trata de desvelarnos si finalmente estas almas en tránsito conseguirán su objetivo. La única objeción vendría a raíz de un final algo atropellado, que desluce en cierta manera el desenlace, quizás su cierre, pedía algo más de tiempo, no en vano, el resultado final deja un buen sabor de boca. Pasca guarda un lejano parecido a Terry Malloy, el maravilloso personaje que interpretó Brando en La ley del silencio (1954), el ex boxeador fracasado que desafiaba la impunidad mafiosa. Pasca, -magníficamente interpretado por Hugo Silva, que a un físico demoledor, le acompaña una mirada fría y cálida- quiere cambiar su destino y su vida autoimpuesta relanzado por Adela -guapísima, dulce y parlanchina Megan Montaner- y ese golpe del destino que le pone en bandeja una oportunidad que no puede dejar escapar, porque quizás sea uno de los últimos trenes que pasan por su vida.
Totalmente recomendable, cine español de calidad…..
©PIPO FERNÁNDEZ