Dos días, una noche, de Jean-Pierre y Luc Dardenne

490001Fábula sobre la (in)solidaridad

Había una vez una mujer llamada Sandra, de unos cuarenta años, casada y madre de dos hijos que, después de atender una llamada, cae derrotada en su cama llorando desconsoladamente. Al rato, llega Manu, su marido, que le trae buenas noticias, hay una posibilidad de salvar su puesto de trabajo. Sandra se anima, recobra algo de fuerza y se dibuja algo de esperanza en su rostro. Jean-Pierre y Luc Dardenne, vuelven a poner el dedo en la llaga, con una historia terrible, esta vez nos cuentan el conflicto de Sandra, que después de sufrir una grave depresión, se dispone a reincorporarse a su trabajo, pero su jefe se ha desmarcado con una oferta insólita y macabra, ha propuesto a sus compañeros, elegir entre cobrar una prima de 1000 euros o mantener el puesto de Sandra. La trama gira en torno a un fin de semana, un par de días, en los que Sandra intentará convencer a sus compañeros que la elijan a ella en vez de la prima, ya que el lunes habrá una votación en la que deberán decidir. Parecido dispositivo empleado por Kiarostami en la magistral El sabor de las cerezas (1997), donde un señor a bordo de su automóvil, intentaba encontrar a alguien que le ayudase a ser enterrado una vez que se suicidase. Las dos películas plantean sendos dilemas morales con la complicidad del espectador. Los Dardenne, desde que debutasen a finales de los 80, han creado una magnífica y laboriosa filmografía en la que las injusticias sociales y los seres desplazados por su condición, tanto física, emocional o falta de trabajo, tienen el protagonismo. Relatos construidos con delicadeza, en los que no falta una dureza, y a veces una violencia, emocional o física, tremendamente seca. Una cámara que los sigue sin descanso, los escruta, en largos planos secuencia, dotando sus películas de retratos vivos, actuales, que respiran agitadamente, y que no sólo nos hablan de nuestro presente, sino también, del pasado y el futuro. Fábulas ambientadas en suburbios, en barrios obreros, en lugares cercanos, habitaciones que conocemos, personas que nos abren sus vidas y sus problemas. Los Dardenne no juzgan, sólo relatan, y de qué forma, transmitiéndonos toda la ilusión y desesperanzas de sus personajes. Sandra en su particular vía crucis, barrio a barrio y casa a casa, se encuentra con unos compañeros que le exponen razones económicas justificadas para aceptar la prima, su misión no es fácil, pero el apoyo de su familia y de algún compañero que se suma a su causa, le ayudan a seguir hacia delante y luchar por su trabajo. El rostro y la mirada de Marion Cotillard nos guían maravillosamente por este itinerario urbano, en una composición bellísima, creando un personaje que lucha por su dignidad a fuerza de embestidas. Cotillard sigue en esa línea de seres machacados por la vida, como la joven que pierde sus piernas en De óxido a hueso (2012), o la polaca que se prostituía en el Nueva York de principios de siglo en El sueño de Ellis (2013). Una fábula moderna que nos habla directamente, sin tapujos, en la que se pone en juego la difícil elección entre el pan y la honra, entre ser solidarios con el prójimo o no serlo. Los realizadores belgas analizan y exponen una realidad durísima, en una sociedad europea capitalizada muy injusta que, trata a los seres humanos como simples productos para generar dinero, donde los valores y principios éticos ya no existen.

 

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