Aquel verano en París, de Valentine Cadic

BLANDINE CONOCE A BLANDINE. 

“En el cine, las jóvenes solitarias suelen ir asociadas al drama o al peligro. Me interesa explorar esa soledad como espacio de descubrimiento. Con Blandine quería retratar a esas mujeres que superan la treintena sin ajustarse a las expectativas sociales, sin reivindicarlo necesariamente”.  

Valentine Cadic

Seguramente recuerdan a Delphine, la protagonista de El rayo verde (1986), de Eric Rohmer que, al llegar las esperadas vacaciones, no tenía con quién ir y decidía ir sola, y eso la llevaba a conocer una parte oculta y muy importante de su alma. Algo parecido le ocurre a Blandine, la protagonista de Aquel verano en París (en el original, “Le rendez-vous de l’été”, traducido como “Reuniones de verano”), ópera prima de ficción de Valentine Cadic que, al igual que Delphine, llega al París en pleno auge de Juegos Olímpicos en el verano de 2024 desde Normandía con la idea de ver la competición de la nadadora Béryl Gastaldello, que se interpreta a sí misma, y aprovechar su viaje para ver a su hermana mayor Julie, que no ve desde hace diez años, y de paso conocer a su sobrina Alma. 

A través de un guion coescrito entre Mariette Désert, que tiene en su haber films de Martin Rit y Mikaël Hers, y la propia directora, seguimos las peripecias, desventuras y tropiezos de Blandine, que soporta con estoicismo y buen humor todos los avatares de la turista que se pierde, que no puede entrar al recinto porque su mochila es demasiado grande y cosas de ese tipo. La película no oculta su sencillez e intimidad, sino que al contrario hace de ello su fortaleza y solidez para construir una historia que nos atrapa desde el primer instante, combinando las imágenes propias del documento que está sucediendo al instante con la obra de ficción que se fusiona generando una idea de vida y ficción que casa con claridad y de forma muy natural, como ya hizo Cadic en dos cortos como Les grandes vacances (2023), con un camping en plena temporada como telón de fondo, y en Omaha Beach, que reconstruye el desembarco de Normandía en los mismos lugares donde sucedió. Blandine nos sirve de guía en mitad de un caos de ciudad, llena de gente, y el reencuentro/desencuentro con Julie, más pendiente de su caos personal que de la visita de su hermana. 

La directora que ha actuado en las películas “Ava” de Léa Mysius y “Nuestras batallas” de Guillaume Sénez, se ha rodeado de una gran cinematógrafa como Naomi Amarger, que trabaja en las cintas de Marie-Castille Mention-Schaar, impone una luz clara y transparente que evidencia la humanidad de la joven protagonista, con la textura que da el celuloide como hacían en Mi vida con Amanda (2018), del citado MIkaël Hers, y en Una bonita mañana (2022), de Mia Hansen-Love, mostrando un París caótico sí, pero captando los contrastes entre las calles de multitud con los interiores más reposados. La música de Saint DX, que debuta en el cine, ayuda a establecer un interesante diálogo entre las imágenes festivas con los las emociones que experimenta Blandine, una especie de náufraga que más que salir de la isla quiere estar un rato en silencio y experimentando lo que es y lo que necesita. El montaje de Lisa Raymond, en una película breve, tranquila y nada complaciente, aunque a primera vista a algún espectador le pueda parecer lo contrario, en un montaje clásico, que no usa recursos modernos ni da que maquille lo que se cuenta y de la forma en que lo hace, en sus interesantes y profundos 77 minutos de metraje. 

Si el guion funciona a las mil maravillas con un París que se ve diferente, con una perspectiva de ciudad densa, multitudinaria y también, con pequeñas historias que suceden en silencio como la de Blandine, auténtica alma de la película con la magnífica y emocionante interpretación de Blandine Madec, que ya fue la antiheroína de la mencionada Les grandes vacances, con un personaje diferente pero con esa actitud de estar sola sin nadie alrededor. Le acompañan India Hair como Julie, que hemos visto en películas de Quentin Dupieux, Ursula Meier, Maïwenn y la reciente Tres mujeres, de Mouret, Arcadi Radeff que ra uno de los protagonistas de El cuadro robado, entre otros. Una película como Aquel verano en París es una rara avis porque reivindica la soledad como herramienta esencial para estar y conocerse a uno mismo para crecer, respirar y sentir a tu manera, despacio y sin prisas. Una película en ese sentido muy revolucionaria, porque en un mundo lleno de presiones sociales, donde estar soltero/a se relaciona a algo negativo y no a una elección muy personal, el relato de la directora francesa captura con gran sentido y claridad la necesidad de estar sola que tiene Blandine, y sobre todo, de tomarse la vida como viene, a aprender a dejar de amar, a una lección constante, a ser y estar como uno quiera sin necesidad de dejarse llevar por una sociedad tan libre que se olvida de sentir el verdadero significado de ser libre. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Encuentro con Tsai Ming-Liang

Encuentro con el cineasta Tsai Ming-Liang, con motivo de la retrospectiva que le dedica la Filmoteca de Catalunya, con la presencia del actor Lee Kang-Sheng, el director de la Filmoteca, Pablo La Parra Pérez, y el representante en funciones de la Oficina Económica y Cultural de Taipéi en España, Francisco Chang, en la Sala Laya de la citada institución, en Barcelona, el miércoles 4 de junio de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Tsai Ming-Liang, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Jordi Martínez de comunicación de Filmoteca, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

La acusación, de Teddy Lussi-Modeste

EL PROFESOR DENUNCIADO POR ACOSO A UNA ALUMNA.  

“Mi película es un grito, y si hay un grito, es porque hay esperanza. Porque un grito está hecho para ser escuchado. La sociedad, para ser sociedad, necesita más que nunca que se lleve a cabo está transmisión entre profesores y alumnos”. 

Teddy Lussi-Modeste 

Hace algún tiempo hablando con un amigo profesor, me comentaba la dificultad de ejercer su profesión actualmente. Explicaba que, más que ejercer de docente con sus alumnos, éstos, con el beneplácito de la institución y de sus padres, iban imponiendo una forma de educación muy alejada de la labor de un profesor. La situación que plantea la película La acusación (en el original, “Pas de Vagues”, traducido como “Sin generar conflictos”), me ha refrescado las reflexiones sobre su trabajo de mi amigo profesor, ya que trata sobre una alumna que, completamente equivocada y presionada por sus compañeros, acusa de acoso a un joven e idealista profesor Julien. A partir de ese instante, la cosa se irá tornando cada vez más oscura, y el profesor se sentirá muy sólo, con un instituto sin herramientas para resolver el conflicto, y dejando al espacio, un entorno de por sí complicado al tratarse de un barrio de los suburbios, en que los alumnos irán en contra del citado docente. 

El director Teddy Lussi-Modeste (Grenoble, Francia, 1978), tiene dos películas como director: Jimmy Rivière (2011), y El precio del éxito (2017), sobre un gitano que rompe con su pasado, y un joven de barrio obrero que le llega el éxito. Amén de coescribir los guiones de Una chica fácil, de Rebecca Zlotowski y Jeanne du Barry, de Maïwenn. En su tercera película rescata un hecho real que vivió durante su etapa como profesor en un instituto de la periferia, en un guion que coescribe junto a Audrey Diwan, la excelente directora de El acontecimiento, en el que no sólo nos sitúa en el centro de la acción entre un profesor y sus alumnos, en un acercamiento muy natural y magnífico, como hacían en Entre les murs (2008), de Laurent Cantet, en el que se trata de forma contundente y nada complaciente, la respuesta de la institución ante hechos que generan un gran conflicto en el centro. La película se posa en el rostro y el gesto de Julien, el profesor implicado, pero no por eso genera una trama superficial, ni mucho menos, porque añade otras miradas que construyen una historia muy compleja sobre la fragilidad que existe en la actualidad, donde se han construido espacios esenciales de respeto y dignidad, aunque, en muchas ocasiones, se derriban estos valores y se acusa sin pruebas y muy a la ligera. La película, muy inteligentemente, cuestiona los procesos y las inexistentes herramientas que existen ante casos de esta especie.

El director se arropa de un gran equipo técnico empezando por el cinematógrafo Hichame Alaouie, que tiene en su haber grandes nombres como los de Joachim Lafosse, Nabil Ayouch y François Ozon, en un encuadre asfixiante y rompedor, donde el instituto se convierte en una jaula para Julien, con pocos exteriores, y con el 35mm para crear esa textura que evidencia la intimidad en la que se desarrolla el relato. La implacable y sutil música de Jean-Benoît Dunckel, la mitad del gran dúo “Air”, al que recordamos por sus composiciones para Maria Antonieta, de Sofia Coppola, Verano del 85, del citado Ozon, y la reciente Esperando la noche, de Céline Rouzet. Unas melodías que no limitan a acompañar la soledad en la que se mueve el protagonista, sino que va introduciendo esos momentos de auténtica tensión y terror que va creando la película. El montaje de Guerric Catala, un autor con más de 30 títulos en su filmografía, entre los que destacan los cineastas Mélanie Laurent, Marion Vernoux y Emmanuel Courcol, entre otros. Su edición acoge los intensos y agobiantes 91 minutos de metraje, en un in crescendo, donde todo se torna cada vez más oscuro y tremendo.

No resultaba tarea fácil encontrar al actor que encarnará a Julien, y el director ha encontrado a un cercano y corporal François Civil, que hace poco nos convenció siendo el mismísimo D’Artagnan, amén de películas con Cédric Klapisch. Su Julien transmite todo ese entramado emocional que está viviendo y lo hace de una forma muy visceral y sin cortapisas, muy de verdad. Mencionamos a sus “alumnos/as” como Toscane Duquesne hace de Leslie, Mallory Wanecque, Bakary Kebe, y Shaïn Boumedine en un rol importante que mejor no desvelar, y los “otros”, sus colegas que hacen lo que pueden y algunos menos que eso ante la situación que se produce. En La acusación, de Teddy Lussi-Modeste nos hablan de un caso real que podría generarse en cualquier instituto, y seguramente, sucedería más o menos lo que ocurre en la película, porque ante casos de este tipo, se genera un ambiente incierto, en que la atmósfera se vuelve del revés, y donde la duda, primero y luego, la necesidad de culpabilidad vuelve a todos muy oscuros e indefensos frente a unos hechos de esa magnitud. Recordarán películas que se mueven por los mismos parámetros como Sala de profesores, de Ilker Çatak y Amal, de Jawad Rhalib, ambas de 2023, que nos explican que puede ocurrir cuando los protocolos existentes no ayudan y lo enredan todo aún más. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Miguel Rellán

Entrevista a Miguel Rellán, actor de la película «La buena suerte», de Gracia Querejeta, en el marco del BCN Film Festival, en el Hotel Casa Fuster en Barcelona, el lunes 28 de abril de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Miguel Rellán, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Katia Casariego de Revolutionary Comunicación, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Ken Wardrop

Entrevista a Ken Wardrop, directora de la película «Una Navidad para todos», en el marco de El Documental del Mes, iniciativa de DocsBarcelona, en los Jardins Mercè Vilaret en Barcelona, el martes 3 de diciembre de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Ken Wardrop, por su tiempo, sabiduría, generosidad, a Sam Wallis, por su gran labor como intérprete, y a Carla Font de Comunicación de El Documental del Mes, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Paradise is Burning, de Mika Gustafson

NIÑAS SOLAS. 

“Ser excluido del mundo del trabajo, de la producción, del consumo, de la comunidad humana, genera un sentimiento de humillación, de inutilidad, de no existir. De eso trataba Rosetta y todavía es cierto hoy, esa soledad, es una cuestión de dignidad humana”

Jean-Pierre y Luc Dardenne en el Festival Lumière en 2020 

Muchos recordaréis la película Nadie sabe (2004), de Hirokazu Koreeda, en la que una madre abandona a sus cuatro hijos menores en un pequeño piso de las afueras de Tokio. En Paradise is burning (Paradiset brinner, en el original), el arranque es muy parecido, aunque las edades cambian sustancialmente, porque en ésta, las hermanas que se quedan solas son Laura de 16, Mira de 12 y Steffi de 7. Tres edades en tres estados emocionales bien diferentes. La primera está entrando en el mundo de los adultos, descubriéndose a sí misma, el deseo y las responsabilidades. La segunda está entrando en la adolescencia, en los cambios en el cuerpo y descubriendo que significa ser mujer. La pequeña vive una infancia difícil, llena de libertad y descubrimiento. 

Desde su película de fin de carrera Mephobia (2017), un cortometraje de 24 minutos sobre dos niñas de la periferia que deambulan por su barrio, sin más compañia que ellas mismas, la directora Mika Gustafson (Linköping, Suecia, 1988), ha deseado sus dos anteriores trabajos a trazar retratas profundos y sinceros sobre mujeres decididas, fuertes y valientes de cualquier edad, como también hizo en Silvana (2017), un contundente y transparente documental sobre la rapera feminista lituana, que se vio aquí de la mano de El documental del mes de DocsBarcelona. Por eso, para su primer largometraje, coescrito junto al actor Alexander Öhrstrand, que también tiene un breve papel, sigue profundizando sobre sus mujeres solas, sin adultos, que siguen peleando diariamente para salir del fango o no hundirse en él. Como ya anuncia su gran arranque, donde los personajes están agitados y se mueven velozmente, y la cámara las sigue encima de ellas, sin descanso, abriendo puertas y cruzando la calle, en un espacio laberíntico, lleno de obstáculos y salvaje, donde cada día es una aventura, una inquietud y sobre todo, un desamparo constante. 

La voz cantante la lleva Laura, inquieta y astuta, que está muy cerca de la mencionada Rosetta de los Dardenne. Una buscavidas a pesar del desarraigo en el que vive, con esa madre alcohólica, en ésta, ausente, de la que no sabemos nada, pero lo podemos intuir todo, porque la película muestra crudeza, no se regodea de ella, ni mucho menos, porque transita entre lo duro y lo más amable, entre el drama y el humor, entre la desesperación y la ilusión, aunque sea una tarde en una piscina de una casa que acaban de tomar con las amigas, porque hasta rodeados de miseria y sin futuro, siempre hay un lado para la esperanza, como nos decía Kaurismäki. La estupenda y cercana cinematografía de Sine Vadstrup Brooker, del que conocemos sus trabajos para televisión en series como Cara a cara (Forhoret) y El caso Hartung, entre otras,  que define con veracidad a los personajes y los lugares, que describe con sutileza, sin caer en el tremendismo ni nada que se le parezca, con una cámara que es un personaje más, incluso una hermana más. Un ser que mira, reflexiona y nunca juzga. La música del italiano Giorgio Giampà, con más de treinta títulos en su filmografía, es una composición muy presente, pero nada invasiva, que comparte espacio con las canciones del momento que escuchan, sobre todo, la hermana más pequeña, que ayuda a mirar la historia de verdad, sin interferencias ni subrayados. 

Un gran trabajo de montaje de Anders Skov, del que hemos visto excelentes películas como Sameblod, Heartstone, Border, de Ali Abbasi y Charter, entre otras, en una tarea de difícil ejecución, porque estamos ante una película contada como un diario, muy cotidiano y transparente, donde la realidad tiene muchas caras y matices, y la película se va a los 108 minutos de metraje, pero la edición del danés es ejemplar, con secuencias de puro corte y nada complaciente. La gran idea de fusionar un reparto de intérpretes naturales con otros más experimentados hace que la película emane verdad y honestidad, que nos sintamos partícipes y sobre todo, logre con esa mezcla la necesaria reflexión. Tenemos al trío de hermanas encabezado por Blanca Delbravo como Laura, Dilvin Assad es Mira y Safira Mossberg es Steffi, reclutadas de forma casual, que llenan la pantalla en sus respectivos conflictos y formas de crecer y enfrentarse a sus diferentes cambios y necesidades. Y luego, tenemos a los adultos como Ida Engvoll, que la hemos visto en Un hombre llamado Ove y en The Kingdom, de Lars von Trier, hace de Hannah, un personaje que se relaciona con Laura, y hasta aquí puedo leer, Mitja Siren es Sasha, alguien que tiene que ver con Mira y el karaoke, y Marta Oldenburg es Zara, la vecina que tiene de todo. 

Estamos ante una película bien llevada, mejor filmada y extraordinariamente interpretada, que se detiene en esos barrios alejados de todo, carne de servicios sociales, llenos de inestabilidad, familias desestructuradas, padres ausentes o desconocidos, y niñas y niños que crecen desamparados, ajenos de los adultos, creciendo como pueden, descubriendo la vida y sus alegrías y oscuridades de forma natural y quizás, demasiado pronto, en una suerte de vidas rotas y extrañas, que sobreviven con lo poco que saben y pueden, cogiendo de aquí y de más allá, vidas afeitadas, vidas salvajes, vidas golpeadas y sobre todo, no vidas como aquella que sufría Antoine Doinel en la memorable Los 400 golpes, de hace más de 60 años que, vista la actualidad más reciente, las cosas siguen ahí, siguen despedazando vidas, aunque Laura, Mira y Steffi parece que como le ocurría al joven que deseaba salir de su agujero y aislamiento adulto, ellas no se amedrentan y a pesar de sus tristes circunstancias siguen con sus vidas, compartiendo lo poco que tiene que, a veces, es todo, con sus cambios, sus pequeñas e incompletas alegrías, con las demás y con ellas mismas, y esperando que la vida les cambie o al menos, no les haga tanto daño, porque la vida puede ser muchas cosas, pero que tenga menos oscuridad y no tanta soledad, que es lo que más duele cuando se és tan pequeño todavía. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Que nadie duerma, de Antonio Méndez Esparza

LOS ESPEJOS DE LA IRREALIDAD. 

“La vida era también un plano ciego en el que cada uno debía ir colocando los acontecimientos que la delimitaban”

Frase de la novela “Que nadie duerma” (2018), de Juan José Millás

Hace justo un año que se estrenaba en cines la adaptación de la novela “Desde la sombra”, de Juan José Millás bajo el título de No mires a los ojos, dirigida por Félix Viscarret. Ahora, llega otra adaptación de Millás, la de la novela “Que nadie duerma”, que con el mismo título, nos pone en la vida de Lucía, una informática que de la noche a la mañana pierde su trabajo y se recicla como taxista en un barrio obrero de Madrid. La vida de esta mujer se sitúa en visitar a su anciano padre, recordar la muerte trágica de su madre y mirarse en el espejo y no reconocerse, sentir que su vida siempre está en otro sitio sin ella. Las horas del taxi le están ayudando a no sentirse tan sola, escuchando e interactuando con sus clientes, sus historias y miedos, compartidos y cercanos, aunque Lucía todavía no sabe que su vida y sus deseos y frustraciones también están siendo visibilizados con sus clientes. La realidad, o lo que creemos que es, lo onírico, lo cotidiano y lo absurdo mezclado con lo surreal y lo fantástico,  la sensación de estar y no estar, resultan elementos cruciales en el imaginario de Millás, que se acerca y traspasa a sus personajes envolviéndolos en situaciones reales o no, de verdad o no, y sobre todo, difíciles de explicar y mucho menos entender. 

De Antonio Méndez Esparza (Madrid, 1976), conocíamos su cine primero filmado en México donde hizo Aquí y allá (2012), en la que repasaba la difícil situación de un mexicano que vuelve a su país después del periplo migratorio en Estados Unidos. Luego, instalado en Florida con La vida y nada más (2017), donde profundiza las complejas relaciones de una madre soltera y un conflictivo hijo adolescente, y en Courtroom 3H, de hace 3 años, en la que recogía los casos en una sala de juicios especializada en relaciones de padres e hijos. Con la película Que nadie duerma, filma por primera vez en su ciudad, en un Madrid muy cercano, de diario, de barrio obrero, y lo hace en 16 mm con Barbu Balasoiu (del que vimos en 2016 su trabajo en Sieranevada, del prestigioso Cristi Puiu), el cinematógrafo que le ha acompañado en sus tres largos anteriores, con el propósito de acercarnos a la vida de Lucía, de sentarnos en su taxi y ser un testigo más de su existencia. A partir de un guion que firman el talento de Clara Roquet, y el propio director, que consigue, sin alardes ni estridencias, trasladar ese universo particular de Millás, entre lo real y lo irreal, lo soñado y lo vivido, entre aquello que proyectamos y no, entre tantas cosas y ninguna. 

Un relato donde se juega a través de la vida de Lucía, una mujer sola, quizás demasiado sola, y demasiado inquieta para el mundo que le ha tocado vivir, que se obsesiona un día como otro cualquiera, cuando escucha la música de su vecino de arriba, en la que suena la pieza “Nessum Dorma”, cantada por Pavarotti para el “Turandot”, de Puccini. Sube y conoce a su vecino Calaf, que tras desaparecer, deja a Lucía obsesionada con él. Clientes del taxi que se hacen amigos como Roberta, una bella y sofisticada productora teatral, Ricardo, un escritor nada especial que podría ser un sosías del propio Millás, y otros clientes tan inquietantes con los que surgirán situaciones rocambolescas e irreales, o tal vez, demasiado reales para ser comprendidas. Con un gran trabajo de montaje de la gran Marta Velasco, en una película pausada pero muy agitada en la que no dejan de suceder muchas cosas, que logra dotar de precisión y detalle a una trama que alcanza los 122 minutos de metraje. La asombrosa composición musical de una estupenda Zeltia Montes, fundamental para contarnos esta película, que con una banda sonora compuesta de cuerdas consigue golpearnos emocionalmente siendo testigos de la vida de Lucía, una irrealidad muy real que deambula como Crusoe, no en su isla desierta, sino en su propio desierto, en su taxi y en ese Madrid periférico e inquietante, donde hay muchos mundos a parte de este, en el que Lucía va descubriendo con sus almas tristes y solitarias, de las que hay saberse cuidar y mantener alejadas. 

Un personaje de la inquietud y complejidad como el que transmite Lucía debía tener una actriz que tuviese la mezcla entre lo ingenuo, lo frágil y lo oscuro como resulta la extraordinaria interpretación de una sublime Malena Alterio, a la que hemos visto en muchos roles diferentes que van de la comedia y el drama, pero su Lucía es otra cosa, una mujer capaz de todo, y cuando digo capaz de todo, es que lo es, porque muchas veces la vida se vuelve del revés y nos da de hostias, tantas que perdemos la cabeza o quizás, sólo perdemos la esperanza y las ganas de levantarnos cada día en ese mundo o inframundo en el que nos ha tocado vivir. Le acompañan una sobresaliente Aitana Sánchez-Gijón en el papel de Roberta, con un look muy rompedor con ese pelo rizado a lo afro, esas gafas enormes, esos vestidos de mujer elegante e independiente con empleo liberal que es como así decirlo la imagen del otro lado del espejo al que le encantaría reflejarse Lucía. Tenemos al siempre eficaz José Luis Torrijo como escritor y articulista, uno más o uno menos, alguien que pasa desapercibido, de esas personas agradables pero aburridas, que las mata callando y tienen una vida sin más, interesante sólo por el caparazón. También, como no, hay un actor, el tal Calaf, que en realidad es Braulio Botas, que interpreta Rodrigo Poisón, que tiene sus momentos de representación, acaso la vida no lo es, que engatusa a la infeliz de Lucía, o quizás se engatusa ella misma, a la que falta todo y no sabe por dónde empezar, ni por donde caminar, y sobre todo, qué hacer cómo encontrarse en su vida y aceptarse y pasar más de los demás. 

Recomiendo enormemente la película Que nadie duerma, de Antonio Méndez Esparza, porque materializa con gran inteligencia el cotidiano, absurdo, tenebroso y fantástico universo de Millás, que no es nada fácil en el cine, del que sólo conoce tres adaptaciones contando la mencionada, tenemos la de La soledad era esto (2002), de Sergio Renán, y lo mejor de todo, que no opta por lo fácil con trucos ni engaños, sino por la parte más interesante y compleja, porque aparentemente todo se muestra muy real e íntimo, pero su forma de mirar, como si fuéramos un voyeur, que nos escondemos para mirar por un agujero por el que nunca nos sorprenden, una sensación que experimentamos cuando se lee a Millás. Porque la película y su protagonista se muestran desnudas, con todo lo que son y lo que hay, sin nada más, en una trama que mira de frente a sus personajes y lo que van experimentando, a partir de una realidad que duele, que se siente mucho, o mejor dicho, una realidad más irreal que cualquier otra, donde todo es posible y no, porque siempre dependerá de quiénes seamos y de todas las mentiras de los demás y las propias que seamos capaces de creernos y de sentir, porque, al fin y al cabo, como sostiene Lucía, llega un momento que miramos de otra manera, mucho más adentro y descubrimos cómo son en realidad los demás. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a David Trueba

Entrevista a David Trueba, director de la película «Saben aquell», en la terraza del Hotel Zenit en Barcelona, el lunes 23 de octubre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a David Trueba, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sandra Ejarque y Ainhoa Pernaute de Revolutionary Press, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Carolina Yuste

Entrevista a Carolina Yuste, actriz de la película «Saben aquell», de David Trueba, en la terraza del Hotel Zenit en Barcelona, el lunes 23 de octubre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Carolina Yuste, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sandra Ejarque y Ainhoa Pernaute de Revolutionary Press, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Gerard Jofra

Entrevista a Gerard Jofra, hijo del humorista Eugenio y autor de las novelas «Eugenio» y «Saben aquell que diu», sobre la película «Saben aquell», de David Trueba, en la terraza del Hotel Zenit en Barcelona, el lunes 23 de octubre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Gerard Jofra, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sandra Ejarque y Ainhoa Pernaute de Revolutionary Press, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA