Un lugar común, de Celia Giraldo

PILAR SE HA OLVIDADO DE VIVIR.  

“Me interesa la vida cotidiana del alma, esa que la gran Historia no suele tener en cuenta”.

Svetlana Aleksiévich 

En una de las iniciales secuencias de Un lugar común, la primera película que dirige en solitario de Celia Giraldo (Cornellà de Llobregat, 1995), en los vestuarios vistiéndose para afrontar la jornada laboral en la clínica, su protagonista, Pilar, se queda a cuadros cuando una de sus compañeras les pregunta lo siguiente: ¿Cómo eras antes de ser madre?. Una pregunta que define el estado emocional por el que atraviesa una mujer de cincuenta y tantos, toda la vida dedicada a su familia, que acaba de ser despedida como enfermera y ahora, ante tal panorama, no sabe a qué dedicar su vida. Un vacío existencial que ya exploró Giraldo en su aclamado cortometraje Te busco en todos (2018), cuando una madre alquilaba la habitación a un alemán después que su hijo se fuera. Dos madres que, ante la falta o ausencia porque los suyos ya no están o están mayores, se quedan detenidas, abandonadas y sobre todo, pérdidas sin saber cómo afrontar la vida ahora que deben ocuparse de ellas mismas. 

A la inagotable cantera de valores que surgen de la Escac cada temporada, hay que añadir un nuevo nombre, el de Celia Giraldo que ya daba buena cuenta de su talento en la película colectiva La filla d’algù (2019), codirigida junto a otros 10 compañeros/as, entre los que encontramos a Alejandro Marín, director de Te estoy amando locamente (2023), y Júlia de Paz Solvas, que se reserva una breve presencia en Un lugar común, y en la reconocida serie Això no es Suècia del año pasado, que dirigían Mar Coll que, con su primera vez con Tres dies amb la família (2009), inició el camino en el que se han ido sumando otras cineastas, y Aina Clotet, que era la protagonista de La filla d’algú y actúa como actriz en la película de Giraldo. Un cine que habla sobre mujeres de todas las edades, siempre con rigor e inteligencia, y deteniéndose en todos los procesos emocionales en una sociedad tan volátil en el que no hay tiempo para pensar y pensarnos, en un cine reflexivo y profundo que no cae en convencionalismos ni nada por el estilo, sino en nombrar y situar en primera fila conflictos sobre la mujer que durante muchos años han estado ocultos como los significados de ser mujer, la maternidad, la madurez, el amor, la vida en pareja y demás. 

La directora cornellanense se ha reunido para su primera aventura en solitario de compañeros de promoción como la coguionista Bianca Francez Omonte, que conocemos por su trabajo con Asier Ramos en cortometrajes como Los apaches (2019), el cinematógrafo José Cachón, del que hemos visto la serie Buga Buga y L’home dels nassos, en un detallado trabajo donde prima la naturalidad y la cercanía en el que abundan los planos secuencia y los encuadres cerrados que van abriéndose a medida que avanza la travesía emocional de la protagonista, el montador Javi Gil, de la serie Moebius y la citada Te estoy amando locamente, en un ejercicio de duración convencional con sus 88 minutos de metraje, donde hay poco respiro y si mucha intensidad en la deriva que va sufriendo Pilar, y la música de Jona Hamman, que ayuda a acentuar todo ese maraña emocional en el que está una protagonista que debe volver a mirarse al espejo y no huir cuando vea su reflejo. Amén de la terna de productores con Sergi Casamitjana y Aintza Serra de Escac Studio y Escándalo Films y Nadine Rothschild e Inés Massa de Materia Cinema, que produjeron La imatge permanent, de Laura Ferrés, entre otras. 

Una película que tiene mucho que ver con la búsqueda personal y reencontrarse con lo que fuiste y ya has olvidado debía de tener una protagonista capaz de mantener ese frágil equilibrio entre la carga emocional y la ligereza con la que está contada la historia, en el que emergen la comedia y el sonrojo en algunos momentos. La mejor Pilar es una Eva Llorach fantástica, con todos los matices y detalles que imprime un personaje a punto de estallar que se mantienen en la cuerda floja como puede. Una intérprete que maneja con inteligencia y naturalidad todas las complejidades y contradicciones de una existencia dada a los demás que ahora debe aprender a vivir por ella y nada más que ella. Le acompañan una alocada y antítesis Aina Clotet como hermana liberal y artista, Mia Sala-Patau que también ha pasado por Això no es Suècia, es Clara, la hija adolescente egoísta que pasa mucho de su madre y sus cosas, Félix Pons es Juan, el marido también a sus cosas, al igual que Teo Soler que hace de hijo pequeño. Todos a una y PIlar a solas. No olvidamos la breve presencia de Irene Moray, la directora de esa maravilla que es Suc de sindria

La película Un lugar común es una propuesta inteligente, ayudar y brillante sobre los conflictos de las mujeres maduras cuando ya no cuidan a los demás y deben aprender a cuidarse a sí mismas. Un conflicto que también exploró la mencionada Mar Coll en su maravillosa Tots volem el millor per a ella (2013), con su protagonista Geni que anda muy cerquita de Pilar. Unas mujeres hartas de su vida que deciden poner tierra de por medio para conocerse y emprender nuevos caminos, nuevos retos y sobre todo, reconocerse en quién fueron y ya lo han olvidado. Tanto la Alicia de Alicia ya no vive aquí (1974), de Scorsese y la Bárbara de Vámonos, Bárbara (1978), de Cecilia Bartolomé, también estarán en este grupo de mujeres que deben dejar su vida y su hogar y hacer uno nuevo, o al menos, irse lejos o quizás, irse hacia adentro, olvidándose de todos y todas, dejando atrás su vida o lo que queda de ella y dejar de preocuparse de los demás, que tan poco lo agradecen, y empezar a mirarse más, a estar más con ellas, a vivir más con ellas, en fin, a volver a quiénes eran con la experiencia de lo que no quieren ser, a volver de otra manera porque los años han pasado, y a volver a descubrirse, a mirar de nuevo todo otra vez. A ser ellas mismas dejando a la mujer que se han convertido y ya no quieren ser. El viaje empieza ya. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Luis (Soto) Muñoz y George Steane

Entrevista a Luis (Soto) Muñoz y George Steane, director y actor de la película «Sueños y pan», en el marco del D’A Film Festival, en los Jardines Mercè Vilaret en Barcelona, el sábado 6 de abril de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Luis (Soto) Muñoz y George Steane, por su amistad, tiempo, sabiduría, generosidad, y a Marina Esteban Marín de Mubox Studio, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Sueños y pan, de Luis (Soto) Muñoz

JÓVENES EN EL LIMBO. 

“Me encantan los sueños, incluso cuando son pesadillas, lo cual debe ser lo habitual. Mis sueños están a rebosar por los mismos obstáculos, pero no importa”

Luis Buñuel

La primera vez que descubrí el cine de Luis (Soto) Muñoz (Baena, Córdoba, 2000), fue a través de la película El cuento del limonero, a través de la magnífica plataforma Filmin, un relato social y fantástico sobre la vejez filmado en la Puerta de Córdoba durante los meses pandémicos, y protagonizado por su abuela Dolores Marín. Unos meses antes, en enero de 2020, había empezado a rodar Sueños y pan, una película que rendía homenaje a dos títulos emblemáticos: Los olvidados (1950), de Luis Buñuel, y Los golfos (1960), de Carlos Saura. “Una película para aprender a hacer cine”, según palabras del director. Un rodaje con amigos, de guerrilla y filmado en los ratos libres, que se alargó hasta julio del 2021, con el mismo espíritu de Los ilusos (2013), de Jonás Trueba. Un cine hecho desde adentro, sin dinero, y en compañía y en cooperativa, siguiendo el espíritu de la sección “Un impulso colectivo”, del imperdible D’A Film Festival de Barcelona, comisariada por el escritor cinematográfico Carlos Losilla, de la que este año ha formado parte. 

La película toma el extrarradio y la periferia madrileña como escenarios vacíos y olvidados para contarnos las desventuras de dos jóvenes Dani, más extrovertido, más locuaz y más todo, y Javi, todo lo contrario, que forman un dúo de ladronzuelos sin suerte, sin rumbo y llenos de sueños. Junto a Sara y el hijo pequeño de ésta, forman una especie de familia que comparten piso, esperanzas y pesadillas. La cosa arranca cuando roban una pintura que parece valiosa. Pero, los problemas empiezan cuando pretenden venderla que no resultará tan fácil como pensaban, y darán comienzo a una serie de travesías urbanas que les llevará a los lugares más elitistas de la ciudad. A partir de un extraordinario y sobrio blanco y negro que firma Joaquín Ga-Riestra Guhl, con esa luz que traspasa a sus protagonistas, entre sombras y lugares sin alma, confundiéndonos entre realidad y sueño, donde lo tangible y lo onírico se mezclan, creando ese no lugar lleno de matices y no colores. La misma posición opta el montaje que firma el propio director, porque fusiona de forma ejemplar los momentos trepidantes, donde la cámara se agita y se desplaza con los pasos de los personajes, y esos otros momentos en los que la pausa y el respiro se adueñan de la pantalla, donde hay tiempo más que para la reflexión, para escuchar a estos dos jóvenes sin pasado y sin futuro, moviéndose en un presente continuo que parece, en ocasiones, en un extraño bucle que parece no tener principio ni fin. 

Una película de estas características necesitaba unos intérpretes muy involucrados en la causa, es decir, que transmitieran la naturalidad y la fragilidad de unos personajes al borde de todo y todos. Tenemos a George Steane, que hemos visto dando vida a uno de los cowboys de Extraña forma de vida, de Almodóvar, y en la serie La mesías, entre otras, dando vida al hermano y soñador Dani, un tipo de buen corazón, aunque algo tosco y fiera, pero que ayuda a dotar de paz y tranquilidad a este trío heterogéneo. Javi es Javier de Luis, un tipo que se enfada mucho, que es callado e introvertido, que es más inteligente que Dani pero que le cuesta comunicarse. Y finalmente, tenemos a Sara que hace Cristina Masoni, el vértice de este extraño trío, del que no sabemos nada, ni de su pasado ni de cómo se conocieron (sólo que tiene problemas con las drogas y tiene un hijo pequeño), un enigma que ayuda a la película y a su propuesta. Sin olvidarnos de Mubox Studio con Alejandro González al frente, que ya estuvo detrás de El cuento del limonero, y ahora vuelve a unir sus fuerzas con (Soto) Muñoz para levantar la película. Sueños y pan es una película que nace de muchas otras, y no esconde sus múltiples referencias, para nada, si no que las hace evidentes y sobre todo, las hace suyas, las va introduciendo en la trama de una forma sencilla y natural, sin ningún tipo de estridencias ni nada que se le parezca. 

Los espectadores más cinéfilos y más informados verán que hay referencias a mucho del cine quinqui y social que se hizo en España en el tardofranquismo como los ya mencionados Buñuel y Saura, y otros como Eloy de la Iglesia, Angelino Fons, José Antonio de la Loma, entre otros, y algunos más contemporáneos que también tuvieron el quinqui como inspiración como Juan Vicente Córdoba y su Quinqui Stars (2018), donde Ramsés Gallego “El Coleta”, su protagonista que buscaba a Saura, tiene una breve presencia en la película. No deberían perderse una película como Sueños y pan, elocuente y formidable título que le va como anillo al dedo, porque es una película de cómo hacer cine cuando se tienen ganas de hacerlo y apenas se tienen medios para llevarlo a cabo, porque es un torrente de ideas, sugerencias y reflexiones de cómo hacer una película sobre el aquí y ahora, aunque los más informados sobre el fútbol y el Atlético de Madrid pueden ubicar el tiempo en el que se posa la película, aunque tenga esa actitud de atemporalidad, de ese no tiempo, no lugar y si personajes, unos tipos que a pesar de todo, sueñan con una vida mejor, o con eso que el sucederá al día siguiente, porque la pintura que han robado no es más que el camino para hacer realidad sus sueños, el macguffin de un relato que les va embrujar y atrapar desde su primera secuencia del robo, a la carrera, o mejor dicho, Deprisa, deprisa, como manda el género. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Hèctor Hernández Vicens

Entrevista a Hèctor Hernández Vicens, director de la película «Beach House», en la terraza del Antic Teatre en Barcelona, el miércoles 13 de diciembre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Hèctor Hernández Vicens, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Pere Vall y Sonia Uría de Suria Comunicación, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.

Entrevista a Martí Atance y Albert Carbó

Entrevista a Martí Atance y Albert Carbó, intérpretes de la película «Beach House», de Héctor Hernández Vicens, en la terraza del Antic Teatre en Barcelona, el miércoles 13 de diciembre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Martí Atance y Albert Carbó, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Pere Vall y Sonia Uría de Suria Comunicación, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.

Entrevista a Antonina Obrador

Entrevista a Antonina Obrador, directora de la película «Quest», en el Hangar. Fàbriques de Creació en Barcelona, el viernes 1 de diciembre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Antonina Obrador, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Ana Sánchez de Trafalgar Comunicació, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Creatura, de Elena Martín Gimeno

MILA, SU CUERPO Y EL SEXO. 

“Es una idiotez ignorar que el sexo está mezclado con ideas emocionales que han ido creciendo a su alrededor hasta hacerse parte de él, desde el amor cortesano hasta la pasión inmoral y todas esas cosas, que no son dolores de crecimiento. Son tan poderosas a los cuarenta como a los diecisiete. Más. Cuanto más maduro eres, mejor y más humildemente reconoces su importancia“.

Nadine Gordimer

Muchos de nosotros que conocíamos a Elena Martín Gimeno (Barcelona, 1992), por haber sido la protagonista de Les amigues de l’Àgata (2015), fascinados por su intensa mirada, fue más que agradable ver dos años después su ópera prima Júlia ist, la (des) ventura de una joven en su erasmus en Berlín, tan perdida y tan indecisa tanto en los estudios, en el amor y con su vida. Por eso nos alegramos de Creatura, su segunda película. Una cinta que aunque guarda algunos rasgos de la primera, en la relación dependiente con los hombres y la relación turbulenta con la familia, en este, su segundo trabajo, la directora catalana ha explorado un universo mucho más intenso y sobre todo, menos expuesto en el cine como la relación de la sexualidad y el cuerpo desde una mirada femenina. Una visión profunda y concisa sobre el deseo en sus diferentes etapas en la existencia de Mila, la protagonista que interpreta la propia Elena. 

A partir de un guion escrito junto a Clara Roquet, la cineasta barcelonesa construye una trama que a modo de capítulos, va mostrando las diferentes etapas desde esa primera experiencia a los 5 años, el despertar sexual a los 15 y finalmente, esa lucha entre el deseo y el sexo a los 30 años de edad. La película siempre se mueve desde la experiencia y la intimidad, convirtiéndose en un testigo que mira y no juzga, penetrando en ese interior donde todo se descubre a partir de una especie de cárcel donde el entorno familiar acaba imponiéndose siempre desde el miedo y el desconocimiento. Una historia tremendamente sensorial, muy de piel y carne, convocando un erotismo rodeado de malestar, dudas y oscuridad. Más que un drama íntimo, que lo es, estamos ante un cuento de terror, donde los monstruos y fantasmas se desarrollan en el interior de Mila, a partir de ese citado entorno que decapita cualquier posibilidad de libertad sexual. Creatura es una película compleja, pero muy sensible. Una cinta que se erige como un puñetazo sobre la mesa, tanto en lo que cuenta y en cómo lo hace, sin caer en espacios trillados y subrayados inútiles, sino todo lo contrario, porque en la película se respira una atmósfera inquietante, donde el deseo y el sexo y el cuerpo sufren, andan cabizbajos y con miedo. 

Un grandísimo trabajo de cinematografía de Alana Mejía González, que ya nos encantó en las recientes Mantícora, de Carlos Vermut y Secaderos, de Rocío Mesa, en la que consigue esa distancia necesaria para contar lo que sucede sin invadir y malmeter, mirando el relato, con su textura y tacto, con su dificultad y conflictos que no son pocos. El preciso, rítmico y formidable montaje de Ariadna Ribas, en una película que se va casi a las dos horas de metraje, y además, es incómoda y atrevida porque indaga temas tabúes como el sexo, y su forma de hacerlo tan de verdad e íntima, a través de tres tiempos de la vida de la protagonista, y lo hace a partir de tres miradas diferentes, tres actrices que van decreciendo, en un fascinante viaje al pasado y mucho más, ya que la película va reculando en su intenso viaje hasta llegar al origen del problema. Resultan fundamentales en una película donde lo sonoro es tan importante en lo que se cuenta, con la excelente música de Clara Aguilar, a la que conocemos por sus trabajos en Suro y en la serie Selftape, porque ayuda a esclarecer muchos de los aspectos que se tocan en la película, y no menos el trabajazo en el apartado de sonido con el trío Leo Dolgan (que también estaba en la citada Suro, Armugán, Panteres y Suc de síndria, entre otros), Laia Casanovas, con más de 80 trabajos a sus espaldas, y Oriol Donat, con medio centenar de películas, construyen un elaborado sonido que nos hace participar de una forma muy fuerte en la película. 

Una directora que también es actriz sabe muy bien qué tipo de intérpretes necesita para conformar un reparto que dará vida a unos individuos que deben enfrentarse a momentos nada fáciles. Tenemos a Oriol Pla, que nunca está mal este actor, por cómo mira, cómo siente y cómo se mueve en el cuadro, da vida a Marcel, el novio de Mila a los 30, que aunque se muestra comprensible siempre hay algo que le impide acercarse más, el mismo conflicto interno manifiesta Gerard, el padre de Mila, que interpreta Alex Brendemühl. Dos hombres en la vida de Mila, que están cerca y lejos a la vez. Diana, la mamá de la protagonista es Clara Segura, una actriz portentosa que actúa como esa madre rígida y sobreprotectora que no escucha los deseos de su hija. Carla Linares, que ya estuvo tanto en Les amigues de l’Àgata como en Júlia ist, y Marc Cartanyà son los padres de Mila cuando tiene 5 años. Un personaje como el de Mila, dividido en tres partes muy importantes de su vida, tres tiempos y tres edades que hacen la niña Mila Borràs a los 5 años, después nos encontramos con Clàudia Malagelada a los 15, una actriz que nos encantó en La maternal, desprende una mirada que quita el sentido, descubriendo un mundo atrayente y desconocido, que se topará con esos chicos que sólo quieren su placer, obviando el placer femenino, y con unos padres que van de libres y en realidad, mantienen las mismas estructuras de represión que sus antecesores. 

Finalmente, Elena Martín Gimeno, al igual que sucedió en Júlia ist, también se mete en la piel de su protagonista, en otro viaje amargo y difícil, componinedo una Mila magnífica, porque sabemos que tiene, de dónde viene y en qué momento interior y exterior se encuentra, en un viaje sin fondo y en soledad, que deberá afrontar para disfrutar de su deseo, de su sexo y su placer. Creatura  está más cerca del terror que de otra cosa, un terror del cuerpo, que lo emparenta con Cronenberg, sin olvidarnos del universo de Bergman que tanto exploró en el dolor y sufrimiento femenino, y más cerca con películas como Thelma, de Joachim Trier, y Crudo, de Julia Ducournau, y el citado Suc de síndria, de Irene Moray, en el que se exploraba el viaje oscuro de una mujer que sufre un abuso y su posterior búsqueda del placer.  Nos alegramos que existan películas como Creatura, por su personalísima propuesta, por atreverse a sumergirse en terrenos como la confrontación entre el deseo, tu cuerpo y el sexo, a mirar todas esas cosas que nos ocurren y que conforman nuestro carácter y quiénes somos. No dejen de verla, porque seguro que les incomoda, porque no estamos acostumbrados a qué nos hablen desde ese espacio de libertad, desde esa intimidad, y tratando los temas que hay que tratar, porque también existen. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Notas sobre un verano, de Diego Llorente

MARTA Y EL AMOR Y GIJÓN. 

“Creo que en el amor no somos más que principiantes. Decimos”.

Raymond Carver

La vida de Marta está en Madrid, junto a su pareja Leo, con el que se acaba de mudar, dejó su Gijón natal para mejorar profesionalmente, o eso pensaba en ella. Su realidad es diferente, la precariedad se ha instalado en su existencia, mantiene varios trabajos y no está satisfecha. Es verano y vuelve a Gijón sola, su chico ha de trabajar, para estar con los suyos, salir de noche, ir a la playa, tomar sidra y recuperar viejas relaciones, como las de su ex Pablo. El tercer largometraje de Diego Llorente (Pola de Siero, 1984, Asturias), se mueve dentro del mismo marco de sus anteriores trabajos como Estos días (2013), la ruptura de una pareja y los diferentes caminos de sus componentes, y Entrialgo (2018), documento sobre el pueblo homónimo, con sus adultos y niños, y digo esto, porque vuelve a ser un largometraje producido por él, con historias sencillas, sobre gente de su edad, o lugares que conoce, y además, el amor es la base en el que se desarrollan los avatares e imperfecciones sentimentales de sus atribulados personajes. 

En este caso, tenemos a Marta, y su vida-puente, entre Madrid y Gijón, entre esa precariedad en la que existe, con un amor que parece teñirse de dudas, de diferentes trabajos para subsistir en la mecanización de la gran ciudad, y luego, el reflejo, ese Gijón de la infancia, ahora de la juventud, del verano, de antiguos amores, y deseos difíciles de detener. Dos vidas o dos formas de enfrentarse a una vida que no es la que uno desea, o simplemente, la vida está pero no logramos alcanzarla, porque estamos demasiado lejos de todo aquello que queríamos. Con esa luz tenue y algo fría tan del norte, del mar cantábrico que baña Gijón, obra de Adrían Hernández, que ya se encargó de la citada Estos días, consigue sumergirse, y nunca mejor dicho, como esa maravillosa secuencia de Marta y Pablo bajo las aguas del Cantábrico, en esos días de veraneo, un estío diferente, uno más o no para Marta, porque vivirá, al igual que su vida, entre dos ciudades, entre dos formas de amar y desear, entre las imperfecciones del amor, entre esa vida desplazada en la que ella no acaba de encontrar su sitio y su estabilidad tanto emocional como económica. 

Una vida que va pasando, entre días y noches de compartir con sus amigas, con Pablo, como sí la vida se detuviera, bajo esa Luz de agosto en Gijón, que canta Nacho Vegas, que conversa directamente entre la infelicidad no declarada de Marta, que todavía alberga algo de esperanzas que las cosas cambiarán, como cada verano, como cada viaje de ida y vuelta a Madrid, a no sé sabe qué. Días de verano norteño entre lecturas de Lispector, Berger y Carver, entre mitad del rumor del mar, entre el sexo con Pablo, la llegada de Leo, esperada e incómoda, en la que Marta aún más se sumirá en ese letargo de no saber, de dudas interminables, de caminatas en compañía y no tanto, en esos ratos con el amor o con quién crees que es el amor, o yo qué sé. Llorente no se pierde entre vericuetos ni estridencias, y hace de su modestia su mejor virtud, porque su relato es sencillo, íntimo y transparente, y ofrece una magnífica indagación en el mar de dudas de las vidas de ahora, de esas vidas, sumamente preparadas profesionalmente que no acaba de encontrar su lugar en la vida laboral, y en los sentimientos también andan perdidos, deambulando en un laberinto sin entrada ni salida, como deja en evidencia su equilibrado y rítmico montaje, que firma el propio director, con esos 83 minutos de metraje, donde cabe de todo, esas idas y venidas, esos ratos sexuales, esos otros de amor, o algo que se le parece, y esas complicidades con la familia y las amigas, y todo eso que algún Marta dejó y cada verano recupera y le atormentan las dudas de su vida aquí y allí, o esa otra vida que ni sabe dónde se quedó o se perdió. 

Si hay otro elemento fundamental en la película que brilla con luz propia, es su ajustado, cercano y cómplice reparto, una ramillete de excelentes intérpretes de rostros poco conocidos para el público mayoritario, encabezado por una extraordinaria Katia Borlado, en el papel de Marta, que recuerda a la Léa de Tres días con la familia (2009), de Mar Coll, el hilo conductor de la trama, en ese mar de dudas, en ese mar de sentimientos contradictorios, como espeta en alguna que otra ocasión, una mujer que sabe dar a su personaje esas contradicciones que nos abordan continuamente, aunque no seamos tan honestos de reconocerlas. Junto a ella, Alvaro Quintana como Pablo, el que se quedó, el que sigue con un trabajo que no permite abandonar la casa paterna, el que recupera algo de ese amor con Marta que se quedó atrás. Un amor que está y no está, que está en Gijón, pero no en el Gijón de ahora. Antonio Araque es Leo, que hace poco vimos en Te estoy amando locamente, es Leo, la pareja oficial, con el que vive en Madrid, el que aparece y crea más distensión en todo lo que vemos y sucede. Otros rostros son Rocío Suárez, Laura Montesinos y Elena Palomo, entre otras, que contemplan un elenco desconocido pero que transmite las dudas e imperfecciones del amor, y por ende de la vida. 

Notas sobre un verano, de Diego Llorente es una de esas películas que necesitan una, dos y mil oportunidades para descubrir, saborear y degustar con calma, sin prisas, y en silencio, viajando con la protagonista adónde quiera llevarnos o la vida le vaya llevando, que a veces, es más esto segundo que lo primero. Un viaje cercano y emocional, de esos que nos replantean muchísimas cosas, quizás demasiadas, o esas cosas que siempre dejamos para otro día y un día, que menos esperamos, nos da un sonoro bofetón de dudas y realidad. Una travesía dejándonos llevar por Gijón, por Marta, por todo lo que sucede, tanto lo que se ve como lo que no, con esa complicidad que tienen las películas de Rohmer, Linklater y Jonás Trueba, donde el verano no es sólo la estación de las vacaciones, sino también, la estación donde nos damos la oportunidad, casi sin quererlo, de descubrirnos, de mirarnos hacia adentro y sobre todo, de aclararnos, aunque como casi siempre nos ocurre, una cosa es lo que piensas y otra, muy distinta, las circunstancias de la realidad, esa que no se puede controlar, ni mucho menos comprender, la que va ocurriendo mientras tú… Ya saben de qué les hablo. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Mi mejor amigo, de Ferit Karahan

MI AMIGO ESTÁ ENFERMO.

“Desde la infancia nos enseñan; primero a creer lo que nos dicen las autoridades, los curas, los padres… Y luego a razonar sobre lo que hemos creído. La libertad de pensamiento es al revés, lo primero es razonar y luego creeremos lo que nos ha parecido bien de lo que razonamos”

José Luis Sampedro

El cineasta Ferit Karahan (Estambul, Turquía, 1983), se dio a conocer internacionalmente con La caída del cielo (2013), su opera prima que abordaba los conflictos personales entre turcos y kurdos. En su segunda película, con un título muy significativo, ya que en el original se llama Okul Tiraçi, traducido como “Corte pelo escolar”, no sitúa entre las paredes de un internado para niños kurdos, en una zona aislada en las montañas del este de Anatolia, y un relato intenso, asfixiante y muy corporal, acotado en apenas unas cuantas horas desde la noche al mediodía, en la piel de Yusuf, un chaval de 12 años que, al despertar ve a su compañero de litera inmóvil y con tez muy pálida, y lo lleva inmediatamente a la enfermería, ante la gravedad del asunto, el director y tres profesores implicados en el asunto, mantendrán el conflicto a medida que avanza la mañana y los problemas se les van amontonando.

La secuencia que abre la película, con esos pasillos atestados de niños dispuestos a disfrutar de su baño semanal, la cámara sigue sin descanso a Yusuf que es el encargado de introducirnos en el relato y a mirarlo a través de él, ya que está en casi todas las secuencias. Una disputa en el baño con tres chavales provoca que un profesor los castigue con bañarse con agua fría, situación que desencadenará el conflicto. Un guion que firman Acet de Gülistan y el propio director, aborda sin tapujos y de frente, temas tan universales como educar a través del miedo, la represión como norma para corregir conductas, la mentira como base de cualquier grupo social, y sobre todo, el sentimiento de culpa que va apareciendo en la trama a medida que la película va instalándose en una suerte detectivesca donde adultos y Yusuf intentan aclarar el asunto de Memo, el niño enfermo, en el que la cámara filma de forma enérgica y sin tregua los pasillos, las clases, el comedor, y ese exterior blanco por una nieve que no cesa de caer, y diferentes espacios que forman parte de las zonas laborales de la escuela.

 La mirada incisiva y expectante que filma sigue a Yusuf y sus desplazamientos, siempre en silencio, siempre ocultando algo, siempre con el alma en vilo por su amigo, siempre expectante. Un extraordinario trabajo del cinematógrafo Türksoy Golebeyi, que no adorna nada, todo es seco, abrupto y extremadamente cotidiano, en que el conflicto va avanzando y estrechando más a los personajes, que se encuentran en un callejón sin salida, porque los problemas se amontonan y no encuentran ayuda, el encargado ha salido, el médico se encuentra lejos y por culpa del temporal no puede desplazarse, al igual que el coche que no puede salir de la escuela por la acumulación de nieve. Un preciso y grandioso montaje que firman el propio director, Sercan Sezgin, el proprio director y Hayedeh Safiyari, toda una institución del cine iraní porque trabaja con los más grandes como Bahman Ghobadi y Asghar Farhadi, entre otros. Un magnífico trabajo de edición con sus ochenta y cinco minutos de metraje, breves y directos, que van generando esa tensión in crescendo con esos planos cortos y cortantes que se van produciendo sobre todo, en la enfermería, un espacio que acaba siendo la habitación de la verdad, o al menos, de su búsqueda, donde todos los presentes irán desvelando su participación en el estado el niño enfermo.

Mención aparte tiene el grupo de intérpretes que ha reclutado Karahan para su película, en la que mezcla los niños sin experiencia en el cine junto a actores adultos experimentados. Están el par de debutantes, los dos chavales que dan vida a los protagonistas. Por un lado, tenemos a Nurallah Álaca como Memo, y sobre todo, Samet Yildiz en la piel de Yusuf, todo un descubrimiento, porque es un personaje complejo, ya que habla poco y mira mucho, pero una mirada que dice todo sin decir nada, convertido en la pieza clave de la película, todo un acierto del equipo y en especial, a su director Ferit Karahan. Los intérpretes adultos son Ekin Koç como el profesor Selim, uno de esos educadores que cambiará muchas formas y maneras del centro, los profes Hamza y Kenan, encarnados por Cansú Firinci y Melih Selçuk, respectivamente, siendo esos profesionales disciplinados y obedientes que siguen a rajatabla las directrices opresoras de la institución, individuos que tanto escalan en la sociedad, y en este caso, en el internado. Y luego, está el director Müdür, el funcionario serio, duro y siniestro, que hace cumplir las órdenes y luego, no es capaz de solucionar los problemas.

Karahan como ya hiciera en su primer trabajo, vuelve a demostrar sus dotes para crear un relato con un conflicto cotidiano que logra encerrar al espectador y provocarle la angustia y la reflexión, combinan el cine de autor con el de género, como hace mucho del cine iraní. El director turco construye una película que es una crítica social al sistema educativo, y no solo de Turquía, sino de cualquier país occidental, donde se prima la obediencia y lo normativo, y se expulsa lo diferente, lo único y lo inteligente, si no sigues las normas injustas, no perteneces a la sociedad. También, es un relato sobre el miedo, porque todos los personajes, tanto niños como adultos, hacen y deshacen a través del miedo, generando mentiras e imponiendo una posición que se equivoca y provoca más miedo, y todo con el aroma de aquella maravilla que es ¿Dónde está la casa de mi amigo? (1987), de Abbas Kiarostami, donde había crítica social, fraternidad y trama detectivesca. Una delicia que es todo un espejo para Mi mejor amigo. Un cine humanista, cercano y sobre todo, un cine que profundiza en los temas tan importantes como la educación, la organización de la sociedad y las relaciones humanas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

 

¡Corten!, de Marc Ferrer

EL AMOR ES MÁS FRÍO QUE LA MUERTE.

“Todos nos utilizamos mutuamente. El amor es más frío que la muerte”.

El universo de Marc Ferrer (Sabadell, Barcelona, 1984), vive por y para el cine. Sus películas están llenas de referencias cinéfilas, desde las más profundas a las más populares, todo tiene cabida en el mundo de Ferrer, eso sí, posee una sensibilidad especial a todo aquello subgénero y oculto, a todos esos artistas en la sombra, a todo ese otro mundo, que muchas veces queda oculto. Su cine tiene infinitas ramas: el musical, con esas grandes actuaciones a ritmo de pop, sinvergonzonería y mucha pluma, esa comedia petarda y romántica, muy alocada y llena de humor irreverente, simpático y naif, esos toques de thriller, un noir de andar por casa, pero muy sugerente y con su atmósfera particular, y la gran visibilización que hace del mundo no normativo en todos sus aspectos, por donde pululan amores de todo tipo y formas, tanto gay como hetero, y demás, y finalmente, el cine, porque siempre son películas sobre el cine, tanto dentro como fuera, y donde sus personajes son amigos de Marc interpretando a otras personas muy parecidas a su propia realidad. Metrajes breves, apenas rondan la hora de duración. Un gazpacho muy de aquí, especialmente imaginativo, sorprendente y lleno de vitalidad y fiesta, y que se ríe constantemente de sí mismo, sin excepción. Un cine que te atrapa al instante o lo odias para siempre.

Desde el año 2016, Ferrer, licenciado en Comunicación Audiovisual por la UPF, no ha parado y ha despachado cada año su película de turno, ya sea largo o corto. Su opera prima Nos parecía importante (2016), a las que la han seguido La maldita primavera (2017), Puta y amada (2018), Mi odio en tu corazón (2019), Corazón rojo (2020), y ¡Corten!, que el propio Ferrer describe como un “giallo marica”, en la que su cine ha dado un gran paso, introduciendo por primera vez el género de terror, aumenta la duración de la película llegando a los 78 minutos, y pasa del digital al cine, rodando en 16 mm, que firma el cinematógrafo Nilo Zimmerman (que además de actor, ha firmado las películas de Tiger, de Aina Clotet, o Boi, de Jorge M. Fontana), consiguiendo esa textura ochentera que tanto demanda la película de Ferrer, con esa cercanía y esos primeros planos de los intérpretes, la indispensable música de Adrià Arbona, líder de los Papa Topo, que protagonizaban La maldita primavera, y autor de todas las bandas sonoras del cine de Ferrer, una score que va de los ritmos divertidos y desenfadados, a aquellos otros propios del cine giallo, con su suspense y sus lugares tenebrosos desde la cotidianidad. El arte de Erik Rodríguez Fernández, otro cómplice de Ferrer, que vuelve a hacer casi con los mínimos elementos lo máximo, llenando de colorido cada plano y encuadre de la película.

El director sabadellense no oculta sus referentes, sino todo lo contrario, los hace muy evidentes, y los muestra sin ningún tipo de pudor, como las películas de Corman, los universos de Fassbinder, y sus personajes melancólicos, tristes y perdidos, el cine giallo de Argento, en el que se menciona varias veces, incluso aparece un libro dedicado a su obra, el universo cutre de Waters y Divine, con ese aroma del cine trash, basura, y el desenfado de hacer lo que quieras con los medios escasos que tengas, el cine de Zulueta y todo lo cinéfilo que le rodea, como el vampirismo, los primeros Almodóvar y su mundo y submundo, con maricas, travestis y demás seres que pululan llenos de amor, desengaños y desilusión, con ese toque sucio, transgresor y lleno de incorrección y mucha risa y diversión. En ¡Corten!, Ferrer, que interpreta a un director de cine que hace películas de bajísimo presupuesto que no tienen nada de éxito, ha contado con un reparto nuevamente lleno de amigos como Marga Sardà, que interpreta a una deslumbrante secretaria de “Producciones Inmundas”, borde como ella sola, llena de tensión, agitadísima y sobre todo, un pedazo de descubrimiento para el cine de Ferrer, como antes lo habían sido Júlia Betrian y Zaida Carmona.

Acompañan a Sardà, los Gregorio Sanz, María Sola, Saya Solana, Paco Serrano y Álvaro Lucas, entre otros, más a La Prohibida, con la que ya había hecho videoclips, y Samantha Hudson, que se marca una de las grandes actuaciones de la película cuando interpreta el tema “Por España”. Marc Ferrer hace un cine popular, filmado con escaso presupuesto, de que más lejos de suponer un problema, él lo lleva su espacio y además de reírse de todas esas penurias económicas, saca el máximo rendimiento tanto artística como técnicamente, haciendo de sus carencias sus mejores virtudes, en el que la realidad y la ficción, o lo que es lo mismo, la vidas de Marc y sus amigos, no es más que un pretexto para mirarlas a través del cine, donde el reflejo es constante, donde cada espejo encadena las diferentes historias que pululan por sus películas, donde lo coral es una gran baza, donde cada encuadre está lleno de vida y misterio, en el que todo ocurre con una grandísima naturalidad y cercanía, sin sentimentalismos ni aspavientos, y sus defectos y errores están totalmente adaptados a la historia, y lo que pudiera parecer un obstáculo, la película lo acoge y lo adapta sin problemas, y aun más, les da una mirada diferente y muy honesta.

La omnipresente Barcelona, la ciudad-lugar de sus películas, convertida por la cámara de Marc Ferrer en un gran plató, donde visitamos esos pisos pequeños peor con glamur, esos bares de maricas, donde nacen y mueren amores y nos divertimos con esas actuaciones desenfadas de travestis y artistas de lo oculto, y las oficinas de la productora, que lugar y que cutrez, como alude uno de los personajes. Una ciudad que se la quiere y se la odia a partes iguales, porque como evidencia la frase que abre y cerrará la película, es una ciudad que atrae y repele, donde parece tranquila y también, está llena de peligros. Ojala podamos seguir viendo películas de Marc Ferrer, no solo por seguir desmenuzando esos mundos, submundos, y todo lo underground, cutre y bajo coste de su cine, como dice una de las actrices de su película: “Yo por el cine underground español hago lo que sea”, toda una sencilla y directa declaración de intenciones, porque eso sí tiene el cine de Ferrer, honestidad y diversión, y además, una equilibrada y profunda reflexión sobre las relaciones humanas y amores de ahora, con su locura, su naturaleza efímera, y sobre todo, sus caminos laberínticos, que sabes por dónde empiezan y nunca como acaban. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA