Entrevista a Sandra Reina

Entrevista a Sandra Reina, directora de la película «El bus», en el marco de la Mostra Internacional de Films de Dones en Barcelona, en la terraza del Café Librería La Central Raval en Barcelona, el viernes 9 de junio de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Sandra Reina, por su tiempo, sabiduría, generosidad y a Teresa Pascual y Anne Pasek de Comunicación de la Mostra, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Helena de Llanos

Entrevista a Helena de Llanos, directora de la película «Viaje a alguna parte», en la Filmoteca de Catalunya en Barcelona, el viernes 29 de septiembre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Helena de Llanos, por su tiempo, sabiduría, generosidad y a Jordi Martínez de comunicación de la Filmoteca, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Nina y el secreto del erizo, de Alain Gagnol y Jean-Loup Felicioli

LA FÁBRICA DEL TESORO. 

“La infancia conoce el corazón humano”. 

Edgar Allan Poe

La pareja artística Alain Gagnol (Roane, Francia, 1967) y Jean-Loup Felicioli (Albertville, Francia, 1960), son unos entusiastas de la animación con unas películas cortas que les valieron reconocimientos internacionales. Su debut con Un gato en París (2010) y su segundo trabajo, Phantom Boy (2010), siguieron almacenando prestigio y grandes logros, tanto a nivel técnico como artístico, a partir de historias para niños de todas las edades, con una atmósfera propia del cine clásico noir, en unas tramas que remiten tanto al cine clásico estadounidense, y autores como los Chandler, Hammet y Cain, como cineastas de la grandeza de Hawks, Huston y demás, con grandes dosis del Polar francés, con personajes oscuros, complejos y nada complacientes. Relatos nada estridentes ni enrevesados argumentalmente, sino todo lo contrario, historias sencillas, cercanas y sumamente rítmicas, donde encontramos tensión, realidad social y mucha emoción, a partir de unos personajes que se ocultan para llevar a cabo sus ideas difíciles pero efectivas, que suelen chocar con la seriedad, la madurez y la responsabilidad de los adultos. 

Con su nuevo largometraje Nina y el secreto del erizo Nina et le secret du hérisson, en el original), vuelven a situarnos en un ambiente noir como no podía ser de otra manera, en que el conflicto estalla cuando los padres de Nina de 10 años y su íntimo amigo y vecino Mehdi, pierden sus empleos en la fábrica cercana donde trabaja. Los niños que descubren que el jefe, antes de ser detenido, ha guardado el dinero robado en algún escondite de la empresa, ahora custodiada por su esbirro y un perro negro. Nina, más decidida y valiente, convence a Mehdi, que se muestra más cobarde, en entrar en la mencionada factory y encontrar el dinero que salvará el trabajo de sus respectivos padres. A mitad camino entre lo social, la película de aventuras infantil y la trama detectivesca, la pareja Gagnol y Felicioli logran una estupenda película de dibujo y animación nada histriónica y especialmente tranquila e íntima, donde lo que importa son los personajes, sus relaciones, y una capacidad de pensar y actuar, sobre todo, los niños que se implican en el conflicto de los adultos. Con un personaje como Nina, una niña que no cesará para conseguir el ansiado tesoro de esta historia que no anda muy lejos de la novela La isla del tesoro, del grandísimo Stevenson, ya que también plantea una cinta en la que los niños parecen más adultos que los propios adultos. 

Con la excelente música de Sege Besset, que consigue una brillante composición que no sólo acentúa los momentos más significativos de la películas, sino que se convierte en esencial para describir ciertos momentos emocionales de los protagonistas. Un gran música que tiene en su haber trabajos con Michael Dudok de Wit, que más tarde hizo la fascinante La tortuga roja (2016), y con Jacques-Rémy Girerd, que fue coguionista de la mencionada Un gato en París, y es un cómplice del dúo desde sus películas cortas. Un estupendo montaje de Sylvie Perrin que añade ritmo, detalle y emoción en un metraje breve pero intenso en sus 77 minutos. Cabe señalar que en la versión original francesa pone la voz la excelente y conocida actriz  Audrey Tatou, como hiciese en la citada Phantom Boy. Todos los espectadores que se acerquen a ver Nina y el secreto del erizo, ante todo, lo pasarán bien, pero no en el sentido de la película entretenida sin más, que nos divierte una hora y poco más, sino en el sentido que nada está por estar, y no construyen un argumento sólo destinado a la diversión infantil, sino que aún entreteniendo a los más pequeños, los adultos no pierden interés. 

Después de un prólogo maravilloso donde el padre le cuenta historias sobre la tenacidad de un erizo que fracasa en sus trabajos por su idiosincrasia, elemento fundamental para entender el trabajo de Nina en su empresa. La historia gira en torno al empleo, y la falta de él, y cómo los niños ante esa dificultad de la que podríamos pensar que son ajenos, al contrario, la aceptan e idean una forma de ayudar a sus padres, a partir de lo que conocen y su forma de ver y sentir las cosas. Unos personajes muy íntimos, que están diseñados y descritos de forma sencilla y honesta, captando toda su complejidad y diversidad, donde lo humano se convierte en el centro de la acción, en la que todo lo que sucede a sus protagonistas, tiene mucho que ver por esa forma de pensar y hacer, aún sabiendo o quizás, no, del peligro al que se enfrentan. Una cinta donde no hay nada del manido heroísmo, ni la épica de la aventura, ni tampoco los momentos demasiado dramáticos, sino una mirada a lo cercano, a la cotidianidad de cualquier barrio de una ciudad, con un bosque al lado, y una fábrica vaciada, que en algún rincón de sus espacios se encuentra ese tesoro que pude salvar el trabajo de los padres, donde los niños hacen lo imposible para ayudar a otros, en una película que sin pretenderlo se convierte en una lección de valores humanos, esa cualidad que parece que va desapareciendo en la sociedad actual que estamos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Cuando acecha la maldad, de Demián Rugna

EL PUEBLO MALDITO. 

“No hace falta conocer el peligro para tener miedo; de hecho, los peligros desconocidos son los que inspiran más temor”.

Alejandro Dumas

Entre la marabunta de estrenos cada temporada cinematográfica, de tanto en tanto resuenan en las salas un tipo de películas de producción modesta, sin pretensiones, con intérpretes desconocidos para el gran público, con las únicas bazas de contar una historia llena de tensión, de ritmo y miedo, como es el caso de Cuando acecha la maldad, de Demián Rugna (Haedo, Argentina, 1979), un director que almacena seis títulos, algunos codirecciones, en que el género de terror y la comedia negra son los elementos en los que se maneja. Los misterios indescifrables de la vida, como los del cine, han hecho que una película como la suya se convierte en eso que llaman los estadounidenses “sleeper”, algo así como en una de las películas revelación del curso, porque estamos ante un relato que se funde con lo clásico, es decir, que alimenta su historia de elementos que el terror de ahora ha olvidado, o simplemente, obvia, como el miedo desconocido, la cotidianidad enfrentada al mal, a un mal terrorífico que no entendemos y que debemos aprender para combatirlo, y sobre todo, unos personajes de carne y hueso, como nosotros, en un cóctel lleno de angustia y miedo, mucho miedo. 

Una película que bebe mucho de aquel terror de los treinta americano que hacía de lo sugerido y el fuera de campo toda una declaración de principios que conectó con el público, o aquel otro cine de serie B de los cincuenta y sesenta que hacía las delicias de los espectadores con relatos inquietantes y muy cercanos, y aquel otro cine de género setentero que indagaba en monstruos desconocidos que venían a este planeta a revolverlo todo. Un cine que hacía de su modestia su mejor baza, en apelar directamente a la imaginación del espectador, aquel que tiene más miedo de lo que imagina que lo que ve con sus propios ojos, como les ocurre a los personajes de la película. En algún pueblo remoto de la Patagonia argentina, un par de hermanos granjeros que unos ruidos los alertan y descubren un hombre partido por la mitad y en “embichado”, o “encarnado”, como lo definen ellos mismos, un tipo postrado en una cama lleno de pus, que recuerda al tipo de la “pereza”, de aquel monumento que fue Seven (1995), de David Fincher. A los dos hermanos se les une Ruiz, el terrateniente del lugar, y se quitan el problema de encima, trasladando al “monstruo”, lejos de allí, aunque consiguen el efecto contrario y el lugar se llena de una especie de mal que anula la capacidad de las personas y las convierte en terribles amenazas que matan a los demás. 

A partir de una música que añade más tensión y locura al relato que firma Pablo Fuu, con el gran trabajo de montaje de Lionel Cornistein, que ya estuvo en Aterrados (1997), del mencionado Demién Rugna, que añade grandes dosis de caos y miedo en sus impactantes 109 minutos de metraje, y la estupenda cinematografía de Mariano Suárez, habitual de otros cineastas argentinos del género como Daniel de la Vega y Fabián Forte, entre otros, que también trabajó en la citada Aterrados, en un detallista trabajo donde la noche y los claroscuros se convierten en la luz que mejor define lo que estamos viendo. Otro gran acierto de la película es contar con un ramillete de intérpretes de “verdad”, es decir, que compongan unos personajes de aquí y ahora, individuos que tienen miedo, que sientes su miedo, enfrentados a un mal destructivo del que no conocen nada, que lo único que pueden hacer es huir y esconderse y hacer lo que pueden. Unos personajes humanos, donde no hay heroísmo ni estupideces de ese tipo, bien interpretados por Ezequiel Suárez que hace de Pedro, el alma mater de la historia, un tipo de oscuro pasado que intenta hacer las cosas mejor. 

Otros intérpretes que acompañan, muy a su pesar, al citado Pedro, es el hermano pequeño del protagonista, que vive a su sombra, el callado y reservado Jimi, que hace el actor Demián Salomón y un habitual del universo de Rugna porque ya estuvo en Aterrados y en otras películas del director argentino. Les acompañan el veterano Luis Ziembrowski, de dilatada trayectoria, que le ha llevado a trabajar con nombres importantes de la cinematografía argentina como los de Diego Lerman, Albertina Carri y Marcelo Piñeyro, entre otras, haciendo el personaje de Ruiz, temperamental y dueño de la zona, y otra veterana como Silvina Sabater que hace de Mirtha, la “bruja” del lugar, la apartada, la que más conoce el mal y cómo combatirlo, la luz de una película con tantas tinieblas, que vimos en Alanis (2017), de Anahí Berneri, entre otras, y la presencia de Emilio Vodanovich que hace del hijo mayor y autista de Pedro, que ha participado en películas de Claudia Llosa y Miguel Cohen, y luego, un ramillete de intérpretes que dan profundidad y verosimilitud a todas los conflictos que se van generando. 

No dejen escapar una película como Cuando acecha la maldad, y dense prisa porque ante la marabunta de estrenos, hay películas que valen la pena como esta, que se quedan sin el tiempo suficiente para hacer correr el boca a boca tan necesario para darles la oportunidad que se merecen, porque a parte de apoyar un cine modesto y sencillo, que no simple, pasarán un rato bueno en el cine, y no lo digo de forma irónica, porque pasarlo mal de vez en cuando viendo una película como esta siempre es agradable, porque alimenta esa idea ya olvidada, que el cine es más interesante cuánto menos muestra y sugiere más, y digo esto, no porque no haya películas con estas características, pero debería haber muchas más, y por eso nos alegramos enormemente de la existencia de esta película, que reivindica el cine de género de forma honesta y sencilla donde el espectador no quedará decepcionado, como se suele decir, porque da mucho más de lo que aparentemente pueda parecer y eso, en el mundo actual en el que vivimos, es muy importante. Así que, prepárense a pasar miedo, pero miedo de verdad, del que se mete en las entrañas y no te suelta, con esa tensión y agobio del que uno nunca se olvida. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Marija Kavtaradze

Entrevista a Marija Kavtaradze, directora de la película «Slow», en la terraza del PalauCafé en Barcelona, el miércoles 10 de enero de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Marija Kavtaradze, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a Rafael Dalmau, por su gran labor como intérprete, y al equipo de comunicación de la distribuidora Surtsey Films, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Slow, de Marija Kavtaradze

LOS DESAFÍOS DEL AMOR. 

“Aunque el amor llegue un día, me da miedo que tan sólo sea esto; y, aunque el amor llegue un día, también me da miedo que sea mucho más”.

Sylvia Plath

Nada hay escrito sobre el amor, y sobre las diferentes formas de amar. Aunque, en muchas ocasiones, cuando estamos en mitad de una relación sentimental, es muy difícil deshacerse de tantas pautas y formas convencionales que nos llevan a tener relaciones que se parecen demasiado a las del resto. Seguramente no lo hacemos de una forma consciente, sino que, sin darnos cuenta, actuamos de forma automatizada creyendo que hay formas correctas de relacionarnos y debemos ajustarnos a los cánones establecidos para tener relaciones buenas. Algo así le ocurre a Elena, bailarina y profesora, que lleva una vida sexual promiscua y en libertad, cuando conoce a Dovydas, un intérprete de lenguaje de signos, que se gustan, aunque el joven le desvela una peculiaridad: es asexual, nunca ha sentido desea sexual por alguien. Elena se enfrenta a algo nuevo y desconocido en su vida, y la palabra “normal” dejará de tener sentido para ella, y junto a Dovydas deberá encontrar ese difícil equilibrio en una relación totalmente diferente para ella. 

La directora Marija Kavtaradze (Vilna, Lituania, 1991), que ya nos convenció con su ópera prima Summer Survivors (2018), en la que proponía un viaje protagonizado por una psicóloga novel enfrentada a un reto mayúsculo: acompañar en un viaje a un joven con trastorno bipolar y a una mujer que ha intentado suicidarse, en una película vitalista y nada convencional. Con su segundo trabajo, que tiene producción de Lituania, Suecia y España, a través de Luisa Romeo y su compañía Frida Films, que ha producido películas tan estimulantes como María (y los demás), de Nely Reguera, Trote, de Xacio Baño y Tres, de Juanjo Giménez, entre otras. Una cinta que nos sitúa en otro gran desafío, adaptarse a una nueva forma de amar en la que no hay sexo, en una trama construida a partir del gesto y el movimiento, ya sea con el baile y la performance de Elena, y el gesto del lenguaje de signos que interpreta Dovydas, a partir de una bonita y sensible historia de amor muy diferente, nada convencional que, requiere por parte de ella toda una inmersión hacia una relación novedosa para ella, acostumbrada a una promiscuidad sexual que la ha hecho libre en el sexo. Ahora, deberá enfrentarse al no sexo, a lo romántico y a descubrir una relación que no será nada convencional ni nada sencilla. 

La película nos cuenta una historia muy íntima, muy sensitiva, y tremendamente corporal, en la que cada pliegue y textura del cuerpo explica cosas de los protagonistas, cómo si la cámara estuviera dentro de ellos, relacionándose con el otro y a la vez, metidos en un proceso de psicoanálisis constante en el que todo lo conocido deja de ser importante y se adentran en un continuo descubrimiento y desafío diario. La música del tándem Irya Greyner y Martin Hederos juega un papel fundamental con las canciones que nos van descubriendo las emociones de esta peculiar y diferente pareja. Un gran trabajo de cinematografía que firma Laurynas Bareisa, que ya estuvo en Summer Survivors, con esa cámara de 16mm con esa textura y grano, con una imagen transparente, como si pudiéramos atravesar, en la que se perciben los rostros, cuerpos y sentimientos, que entra y sale de esos cuerpos, de esas almas, y descubre con exactitud cada sentimiento alegre y oscuro, y el exquisito trabajo de montaje de Silvija Vilkaite, que condensa con gran acierto una película muy física, de gran ritmo y detalle en sus intensos 108 minutos de metraje. 

Una trama lineal pero muy sorprendente, que emociona por su cercanía y su forma de contar los sucesos que viven los personajes, donde lo inmediato se vuelve una forma de definición, donde entramos en una juego de roles y de intercambios y de descubrimientos absoluto, en que la trama va desvelando sus continuos misterios, en que los espectadores estamos expectantes a lo que va sucediendo, inmersos en un relato que se va haciendo y deshaciendo con un gran ritmo pero sin aceleramientos, con esa pausa tan importante que cuenta y se detiene en lo necesario para hacer crecer tanto a lo que se cuenta y cómo se cuenta. La inolvidable y transparente pareja protagonista se convierte en estas almas que se encuentran y (des) encuentran y ya nada será igual. Tenemos a Greta Grineviciûté que da vida a Elena, una mujer que ha tenido que luchar a contracorriente con los prejuicios de una madre castradora, y hacerse valer en el difícil y competitivo mundo de la danza contemporánea, que lleva una vida tranquila y sexualmente muy activa, se encontrará con Dovydas, que hace Kestutis Cicénas, la antítesis de Elena, que puede dar todo el amor del mundo pero sin sexo. 

Estamos ante una pareja nada convencional, porque Elena y Dovydas tampoco lo son en su forma de entender la vida y su entorno, como demuestran en la boda del hermano de él, con ese instante maravilloso. Un amor que tendrá que construir y construirse a cada momento para encontrar los lazos que los unen, aunque no será nada fácil, porque tanto uno como el otro deberán desafiar al amor y a sí mismos para mantener su amor. Kavtaradze nos propone una película que nos hace cuestionar nuestras relaciones sentimentales y nos abre la mente en las diferentes formas de amar que hay y todas las que desconocemos, en un relato incómodo, que requiere una open mind, porque nos desafía y nos descoloca, nos propone un viaje muy emocional y a nuestros prejuicios y nos interroga constantemente, en un espacio de reflexión a partir de unos personajes que aman, y también, mienten, se equivocan, y están expuestos a una relación que les agobia, que quieren pero no pueden, que desearían que fuese distinto, que están a nada de lanzarlo todo por la borda y huir a toda prisa, pero que siguen intentándolo, porque quizás no vuelven a tropezar con un amor así, un amor diferente, que requiere mucho trabajo o quizás, sólo necesita mirarlo desde perspectivas nuevas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Abigail Schaaff

Entrevista a Abigail Schaaff, directora de la película «L’home dels nassos», en los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona, el jueves 18 de enero de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Abigail Schaaff, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Núria Costa de trafalgar Comunicació, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Diego Vicentini

Entrevista a Diego Vicentini, director de la película «Simón», en un apartamento de Ciutat Vella en Barcelona, el viernes 19 de enero de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Diego Vicentini, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Ana Ros de comunicación de la película, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

La floristería de Iris, de Ofir Raul Graizer

DOS AMIGOS Y UNA MUJER. 

“El amor es una enfermedad inevitable, dolorosa y fortuita”.

Marcel Proust

Debido al avasallamiento descontrolado de la cinematografía estadounidense, nos quedamos huérfanos de otras formas de hacer cine que, en la mayoría de casos, resultan un cine muchísimo más interesante, estimulante y enriquecedor del citado que desgraciadamente copa las pantallas. La película La floristería de Iris (“América”, en el original), llega de la cinematografía israelí, de la mano del director Ofir Raul Graizer (Ra’anana, Israel, 1981), del que se vió por estos lares la interesante El repostero de Berlín (2017), en la que un accidente trágico devolvía al protagonista a su país natal que le llevaba a relacionarse con la mujer del amigo fallecido. En su segundo trabajo, Eli, vuelve a Tel Aviv desde Chicago, por la muerte de un padre con el que no tenía relación desde hace una década. Allí, se reencuentra con Yotam, un gran amigo y la prometida de éste, Iris. Otro accidente, resignificar la situación tanto física como emocional de los tres personajes. 

Como sucedía en su primera película, el relato se construye de forma intimista, a partir de los tres personajes mencionados, amén de los padres de Yotam, en un espacio cotidiano y muy doméstico, a partir de un presente que arrastra un pasado doloroso en el caso de Eli, que volverá ante la situación difícil que cuenta la trama. Una historia que nos habla de lo que somos, de todo aquello del pasado que nos toca, y cómo vivimos ante el peso del trauma y cómo el presente siempre tiene sorpresas que por mucho que lo intentemos, nunca podremos librarnos de ellas, ya sean situaciones que nos gustan y las que no. Es una película el que no hay ni sorpresas facilonas ni estridencias argumentales, ni nada que se les parezca, la honestidad y la intimidad con la que se cuenta la compleja historia, a través de una transparencia basada en los personajes y sus relaciones, en sus silencios, ausencias y miedos. El director israelí sabe que maneja un material sensible y no lo estropea, se toma su tiempo para contar su película, con bastantes saltos en el tiempo, inevitables para ir desvelando la naturaleza de los acontecimientos que sufren los tres protagonistas, en una constante de idas y venidas del personaje de Eli, que vive entre la citada Tel Aviv y la estadounidense Chicago, donde es entrenador de natación para chavales. La floristería de Iris se convierte en ese lazo luminoso que tiende puentes entre Eli y la citada propietaria, con las flores que dan luz y belleza ante tanto dolor. 

Muchos de los técnicos que acompañaron al director en El repostero de Berlín, vuelven a trabajar en La floristería de Iris, como el cinematógrafo Omri Aloni, que se luce en una película que usa mucha luz natural y adapta toda su forma en el rostro de los protagonistas, acogidos en ese espacio tan cercano y corpóreo en el que se edifica la película, así como otros cómplices que repiten como el montador Michal Oppenheim, que consigue un historia llena de ritmo pausado y tranquila, en una película que se va casi a las dos horas de metraje, que en ningún instante decae su interés, y el músico Dominique Charpentier, que compone una melodía íntima, deliciosa y nada complaciente. Un ejemplar reparto que contribuye a hablar de frente de temas complejos y nada fáciles, que explora la fragilidad de los sentimientos y la vulnerabilidad de lo que sentimos y de las circunstancias vitales. Tenemos a Michael Moshonov, que tiene en su filmografía a directores como Nadav Lapid, del que vimos por aquí Sinónimos (2019), y alguna que otro trabajo con el cineasta Park-Chan-wook, dando vida a Eli, un personaje ambiguo y esquivo, sus razones tiene, que se convierte en el vértice y algo más para la pareja que forman Iris y Yotam, Ofri Biterman es Yotam, e Iris es Oshrat Ingadashet. 

El elenco se completa con las estupendas presencias de los veteranos Moni Moshonov, padre de Michael, que ha trabajado en dos películas de James Gray, e Irit Sheleg, de la que conocemos Llenar el vacío (2012), de Rama Burshtein, dan vida a los padres de Yotam. Celebramos el buen ojo de Sylvie Leray, que a través de su distribuidora Reverso Films, va a la caza de películas de cinematografías poco habituales en nuestras pantallas, y no sólo destacan por su rareza, sino por ofrecernos películas que cuentan historias muy emocionales e interesantes, amén de agrandar nuestra mirada para que sigamos conociendo otras formas de hacer cine y sobre todo, de explicar historias muy cercanas a nosotros, que hablen de diferentes modos de vida, de situaciones y demás peculiaridades. Nos alegramos de volver a reencontrarnos con el cine de Ofir Raul Graizer, porque sigue contándonos relatos de y sobre personajes que nada tiene de superficial, a partir de momentos sensibles y humanos. Si pueden, no dejen pasar una película como La floristería de Iris porque les hará pensar en quiénes son y en las decisiones que tomaron en sus vidas, las acertadas y las que no, porque eso es vivir, equivocarse y volver a equivocarse, y sobre todo, quitarle trascendencia a tanta equivocación y seguir como se pueda, que créanme, no es poco. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Pablo Derqui e Ivan Benet

Entrevista a Pablo Derqui e Ivan Benet, intérpretes de la película «L’home dels nassos», de Abigail Schaaff, en los Cines Renoir Floridablanca en Barcelona, el jueves 18 de enero de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Pablo Derqui e Ivan Benet, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Núria Costa de trafalgar Comunicació, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA