Entrevista a Georgia Oakley, directora de la película «Blue Jean», en el marco del D’A Film Festival, en la terraza del Hotel Regina en Barcelona, el domingo 26 de marzo de 2023.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Georgia Oakley, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a Iván Barredo de Surtsey Films, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño, a mi querido amigo Rafael Dalmau, por su gran labor como intérprete, y al equipo de comunicación del D’A Film Festival. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“Nada más intenso que el terror de perder la identidad”.
Alejandra Pizarnik
Hay secuencias que, por sí mismas, explican cada detalle y cada gesto de lo que siente el personaje en cuestión, sin necesidad de subrayados en los diálogos y la explicación reiterativa. En Blue Jean, la ópera prima de Georgia Oakley (Oxfordshire, Reino Unido, 1988), existe esa secuencia, y no es otra que esos momentos, creo que son un par en la película, en el que vemos a Jean, la protagonista, tiñéndose el cabello y luego, sentada en el sofá, en el silencio de la noche, ensimismada en sus pensamientos. Filmar no sólo su intimidad, sino también la soledad que la rodea, y su interior, debatido en lo que es y siente, y la presión social que estigmatiza su condición LGTBQ+. Una secuencia que sin emplear la palabra, explica el complejo estado de ánimo de una profesora de educación física en el norte de Inglaterra conservadora de Thatcher de 1988, y su maldita ley, la conocida Sección 28 que impedía que los maestros y los que trabajan para las autoridades locales reconocieran la existencia de la homosexualidad. Toda una barbaridad que Jean no lleva nada bien, porque debe guardar las formas y esconder su lesbianismo, y llevar una doble vida con su novia Viv y las demás lesbianas que tienen una cooperativa para ayudarse y defender sus derechos que, en contraposición, viven su condición de forma libre y sin ataduras. Aunque, esa aparente y difícil realidad se romperá con la llegada de Siobhan, una alumna lesbiana que sacará a relucir demasiadas cosas que afectarán a Jean.
La directora británica construye una película potente y muy compleja, alejándose del esquematismo y el mensaje, y filmando una película muy íntima y sensible, donde hay verdad, miedo, y estigmatización a una forma de ser y sentir que es perseguida y machacada. El aspecto 1,66:1 y la película de 16mm ayuda a crear esa atmósfera que traspasa la pantalla, muy cercana, y donde podemos tocar a los personajes y sentir su piel y emociones, la misma textura que encontrábamos en los primeros cines de Loach, Frears y Leigh, entre otros. Un cine que habla de la sociedad, de sus individuos y sobre todo, de sus problemas y sus inquietudes. La cinematografía de Victor Seguin, del que habíamos visto su trabajo en películas muy interesantes como Gagarine y A tiempo completo, entre otras, ayuda a creer en todo lo que se cuenta, y también, a implicarnos en el conflicto que sufre la protagonista, al igual que el conciso y revelador montaje de Izabella Curry, que consigue aglutinar con acierto todos los detalles, tanto físicos como emocionales, en unos intensos y conmovedores noventa y siete minutos de metraje.
La película genera debate y controversia ante la actitud de la protagonista, una mujer que se debate entre su pasión por la docencia y la educación física, y la estigmatización de una sociedad muy conservadora, clasista y ensimismada en unos valores arcaicos y excluyentes para diferentes formas de vivir y de amar. Los espectadores somos Jean, la acompañamos en este particular vía crucis tanto vital como identitario en el que está diariamente, sin poder expresarse libremente y sobre todo, ocultando quién es y qué hace fuera del instituto. Oakley introduce varios frentes y todos muy convenientes, desde la relación con esa hermana, casada y madre, y ese cuñado, con esas vidas tan convencionales y en las antípodas de Jean, y qué decir, del hallazgo de guion, escrito por la propia directora, en el que existe el conflicto entre las dos alumnas: Lois que acosa a Siobhan por ser lesbiana y la guerra que se genera entre ellas, en la que Jean, como su profesora, deberá intervenir y ser partícipe de un conflicto en el que ella tiene mucho que ver porque lo sufre cada día.
Una película que consigue con pocos elementos sumergirnos en la atmósfera de esa Inglaterra de los ochenta tan llena de contrastes, en el que vemos a unas lesbianas bailando música techno y sintiéndose libres en sus espacios y en contra, tenemos a un gobiernos aplicando leyes homófobas y racistas, que sufren mujeres como Jean, que deben ocultarse frente a la rectitud y el conservadurismo de sus compañeros y la dirección del instituto donde trabajo. Un relato conciso, de pocas palabras y llena de piel y sentimientos que se sienten y no hay palabras para expresarlos y que nos muestra la intimidad y la cotidianidad de alguien que sufre y se siente atrapada sin saber cómo hacer ante las imposiciones injustas de la vida, debía tener un reparto igual de potente y lleno de detalles, donde una mirada y un gesto dice mucho más que un diálogo. Tenemos a dos jóvenes actrices como Lucy Halliday y Lydia Page como Lois y Siobhan, respectivamente, que dan vida de forma muy convincente a las dos estudiantes en litigio, tanto en la cancha por ser la líder que no quiere perder su estatus, y en su sexualidad, porque Lois hará lo impensable para desterrar a su rival.
Mención aparte tienen las dos actrices adultas principales, donde destacan por sus grandes composiciones a Kerrie Hayes, que hemos visto en series como The Mill, The Living and the Dead, entre otras, se mete en la piel de una sorprendente Viv, una mujer que vive su lesbianismo sin complejos, sin importarle nada y sobre todo, sin ocultarse, frente a ella, Rosy McEwen, que ha triunfado con la serie El alienista, junto a Daniel Brühl, tiene en el personaje de Jean su gran oportunidad de protagonizar un drama íntimo tan importante, y no defrauda en absoluto, sino todo lo contrario, porque su composición es sublime, lleno de detalles, y cómo mira, unas miradas en las que sentimos todo el desbarajuste emocional en el que transita un personaje que se siente en tierra de nadie, a la deriva, luchando con todas sus fuerzas en silencio, y sobre todo, afectada por un miedo aterrador, ocultándose por la estigmatización de su condición de lesbiana. Nos quedamos con el nombre de la cineasta Georgia Oakley a la que seguiremos su esperemos carrera cinematográfica, ya sea en el cine o la televisión, porque si en su primera película ha sido capaz de hacernos reflexionar y emocionarnos de esta forma, deseamos que en sus próximos trabajos conforme una línea tan brillante y potente como esta, porque hacen falta muchas historias que se detengan y expliquen de dónde venimos y analicemos las innumerables barbaridades que han impuesto tantos gobiernos llamados democráticos contra la libertad del individuo y sus diferentes formas de sentir y amar. En fin, la lucha continúa. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Joâo Pedro Rodrigues, director de la película «Fuego fatuo», en el marco del D’A Film Festival, en el Teatre CCCB en Barcelona, el domingo 26 de marzo de 2023.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Joâo Pedro Rodrigues, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a Iñigo Cintas de Nueve Cartas Comunicación, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño, y al equipo de comunicación del D’A Film Festival. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
El director Rubin Stein (España, 1982), se dio a conocer con la trilogía de cortometrajes Luz & Oscuridad, que componen los títulos Tin & Tina (2013), Nerón (2016), y Bailaora (2018), que cosecharon un enorme éxito mundial, con más de cien premios y quinientas selecciones en festivales. Ahora, uno de ellos, Tin & Tina, da el salto al largometraje con una cinta de terror al uso, pero no lo que se llama terror ahora, que van más de sustos y trampas para enganchar a los ávidos y jovencísimos espectadores. La ópera prima de Stein va por otros lugares, ya desde su ubicación, situada entre los años 1981 y 1982 del siglo pasado. La película se abre con el intento de golpe de estado de febrero del 81, pasará por las elecciones que ganó el PSOE de González y Guerra y concluirá durante el Mundial de Fútbol del verano del 82. Una tendencia de ubicar historias en los ochenta y noventa como ya hicieron Verónica y La niña de comunión. El relato intenso y nada complaciente, arranca con una joven pareja Lola y Adolfo que, ante la imposibilidad del embarazo, optan por adoptar dos niños muy peculiares, los hermanos Tin y Tina, albinos y criados bajo el amparo de un convento de monjas muy estrictas con los preceptos religiosos. Lo que en un primer instante parece una familia bien avenida, pronto empezarán una serie de actitudes de los recién llegados que siguen a rajatabla la biblia, sin tener en cuenta las consecuencias.
El director español nos sitúa en una época concreta, en una casa aislada, y sobre todo, echa mano del terror clásico, el que siempre ha funcionado, no por el efectismo, sino por todo lo contrario, la inquietud constante, el misterio de lo cotidiano, y sobre todo, crear un aura de incertidumbre y de incomodidad apabullante. La película cuenta con un gran esfuerzo técnico como la excelente cinematografía de Alejandro Espadero, que ya estuvo en la trilogía de Luz & Oscuridad con Stein, amén de haber trabajado en películas como El plan y Jaulas, y en los equipos de películas con Alberto Rodríguez, el arte de Vanesa de la Haza, que ha trabajado con directores habituados al género como Miguel Ángel Vivas y Paco Cabezas, el exquisito y elaborado montaje de un grande de nuestro cine como Nacho Ruiz Capillas, con casi ciento cincuenta títulos con nombres tan importantes como Gracia Querejeta, Fernando León de Aranoa, José Luis Cuerda, Alejandro Amenábar e Icíar Bollaín, entre otras, y finalmente, la brutal música de una magnífica Jocelyn Pook, que ha estado bajo las órdenes de Kubrick, Laurent Cantet y Julio Medem, y más.
Tin & Tina no esconde sus referentes en absoluto, incluso los evidencia, no como copia chapucera sino como homenaje, con títulos capitales del terror como El pueblo de los malditos (1960), de Wolf Rilla, El espíritu de la colmena (1973), de Víctor Erice, ¿Quién puede matar a un niño? (1976), de Narciso Ibáñez Serrador, La profecía (1976), de Richard Donner, y el suspense terrorífico de Hitchcock, los ambientes claustrofóbicos de Polanski, y los espacios malsanos de Haneke, fusionado con las pinturas negras de Goya y los ambientes cotidianos y fantásticos de mucho cine clásico de los treinta y cuarenta como el que hacía Tourneur, entre otros. La película cuenta con un cuidado y ajustadísimo reparto que mezcla a dos intérpretes populares como Milena Smit y Jaime Lorente como el matrimonio desdichado, los niños debutantes en estas lides como Carlos González Morolllón y Anastasia Russo, dando vida a los inquietantes hijos adoptivos, y luego, unos intérpretes de reparto, rostros muy conocidos de la televisión de los ochenta, como Teresa Rabal, Chelo Vivares, Ruth Gabriel o Luis Perezagua.
El cineasta Rubin Stein consigue lo que se propone, contarnos un cuento de terror con aroma clásico e inquietarnos con lo tiene a mano, la cotidianidad de una casa y unos personajes interesantes, con sus complejidades y miedos e inseguridades, y encima de contarlo con imaginación, lo hace con muchísimo gusto, alejándose enormemente de la corriente actual ya antes comentada, y sumergiéndose en un terror de piel y carne, sin aditivos, o al menos, efectos que ayuden a la historia, no al revés, porque aquí no se trata de engañar al respetable, sino de hacerle pasar un buen rato con miedo, con ese miedo que se te mete en las entrañas, aquel que te va preparando con ambientes muy oscuros y personajes, en este caso los inquietantes niños, porque con ese aire de fragilidad y vulnerabilidad, ocultan una forma de ver y hacer en la vida, que nada tiene que ver con la realidad, porque tienen la religión demasiado metida en sus existencias, y no saben diferenciar entre el bien y el mal, y eso no es que sea un verdadera problema para el matrimonio formado por Lola y Adolfo, sino que puede ser su perdición. En fin, vean Tin & Tina, porque seguro que lo van a pasar mal, y sufrirán mucho, ese sufrimiento del que cuando se encienden las luces de la sala de cine, uno o una se vuelve a casa contento del dinero invertido, y sobre todo, de ver que el fantaterror de los pioneros sigue estando muy presente y los cineastas actuales siguen regalándonos buen cine de entretenimiento realizado con muchísima capacidad e inventiva. Seguiremos la pista muy de cerca de Rubin Stein en sus próximos trabajos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“Si te interesa algo, sea lo que sea, ve a por ello a toda velocidad. Recíbelo con los brazos abiertos, abrázalo, ámalo y, sobre todo, apasiónate por ello. Lo tibio no es bueno. Lo caliente tampoco. Ser incandescente y apasionado es la única opción”.
Roald Dahl
La directora Mascha Haberstad (Holanda, 1973), fogueada en mil y una batallas en el universo de la animación, menciona como fuente de inspiración al grandísimo escritor Roald Dahl (1916-1990), que dedicó tantas obras para el público infantil con títulos inolvidables como Gremlins, Charlie y la fábrica del chocolate, Fantastic Mr. Fox, Las brujas y Matilda, entre otras. El autor galés siempre creó personajes encantadores con sus lados oscuros, elevando a una categoría superior el libro infantil, convirtiéndolo en obras de culto para todos los públicos, al igual que algún que otro de los personajes que nutren Oink Oink, el primer largometraje de Haberstad, que parte del libro De wraak van Knor, de Tosca Menten, adaptado para la gran pantalla por la guionista Fiona van Heemstra, en la que nos cuenta la peripecia de Babs, una niña de 9 años que va en skate y pasa las horas en su cabaña con su fiel amigo, y vive junto a sus padres muy diferentes. La madre es una obsesiva del veganismo, con su huerto y sus ejercicios, y el padre, reservado y poco carácter que pinta muy poco.
La película se agita y de qué manera, rompiendo toda esa aparente tranquilidad, volviendo todo del revés a partir de dos inesperadas visitas: la del abuelo, que viene de Estados Unidos y demasiado cowboy, que vuelve a casa con la espinita de su exilio forzado cuando, veinte y cinco años atrás, fue descalificado del gran concurso local de “El rey de la salchicha”, por una pelea con su enemigo acérrimo, el carnicero de la ciudad, y la del cerdito Knor, que se convierte en inseparable para Babs, que podrá quedarse con la condición de ser adiestrado. Estamos ante una película de exquisita belleza plástica y un elaboradísimo diseño de producción basado en la técnica de animación “Stop-motion”, que dota a los personajes de una naturalidad y cercanía maravillosas, en un equipo entre los que destacan la producción de Marleen Slot, el supervisor de efectos visuales Florentijn Bos, la cinematografía de Peter Mansfelt, la música de Rutger Reinders, y el exquisito montaje de la propia directora, en un depurado trabajo en una película brevísima de setenta y dos minutos de duración.
Estamos delante de una película con el mismo espíritu de aquella maravilla que era Babe, el cerdito valiente (1995), de Chris Noonan, en que el protagonista absoluto de la cinta era un pequeño cerdito que venía a trastocar las leyes naturales de la granja y de la vida, porque su mayor sueño era ser pastor de ovejas, un filme que era deudor de la gran novela Rebelión en la granja, de George Orwell. En la misma línea podríamos añadir otros títulos emblemáticos como James y el melocotón gigante, basada en una novela de Dahl, Chiken Run, evasión en la granja, Wallace y Gromit, la maldición de las verduras, La oveja Shaun, La vida de calabacín, entre otras. Película destinadas al público más pequeño, pero que no olvidan a los adultos que lo acompañan, porque mezclan a las mil maravillas las situaciones divertidas e ingeniosas que harán las delicias de los niños y niñas, y tienen esas partes que nos hablan directamente a los adultos, en las que se habla, como ocurre en el caso de Oink Oink, de ecologismo, de mentiras, de apariencias, de egoísmo y demás oscuridades de la condición humana, y todo contado desde la sencillez y la intimidad, y la humanidad de unos personajes que sienten y padecen como nosotros, rodeados de una apabullante técnica de animación, llena de una imaginación desbordante, una capacidad de fabulación infinita y sobre todo, un amor por la belleza y la plasticidad de la creación de los personajes y los mundos que habitan.
La cineasta Mascha Halberstad, a la que habrá que seguir la pista, ha construido una delicia para los sentidos, una cuento muy Dahl con muchísima imaginación que tiene de todo: crítica social, comedia desternillante y en algunos tramos, muy negra, drama intimista y familiar, y sobre todo, mucha aventura cotidiana, y ese toque de codicia y manipulación que albergan algunos personajes, en su afán de tener aquello o lo otro aunque tengan que pisar a unos y otros, una crónica social que vemos continuamente en la sociedad superficial y sin valores en la que vivimos diariamente. Su implacable y detallismo en cada secuencia, en cada encuadre, y en cada espacio de la pequeña ciudad y la casa en la que se sucede la película, la hace extraordinaria y una aventura en sí misma, porque está llena de detalles y belleza por toda la acción. Una trama extraordinariamente sencilla pero exquisitamente elaborada, en la que todo encaja a la perfección y todo rezuma vida y sencillez, y todo contado en sus escasos setenta y dos minutos, que aún la hace más estupenda, en una cinematografía actual que tiene al alargue innecesariamente, sometiendo al espectador a series cada vez más exentas, y con escaso contenido, donde se impone el cuánto más mejor, pues no, porque Oink Oink, demuestra todo lo contrario, porque es breve y con un contenido abrumador, que hace pensar, entretiene un montón, y además, usa la reflexión como mejor arma, en que niños y adultos lo pasarán muy bien y encima, se irán a casa reflexionando, unos elementos que no abundan en la mayoría de la producción que se realiza, destinada al más puro entretenimiento y a veces, ni eso. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Matías Bize, director de la película «El castigo», en el marco del LATCinema Fest, en la sede de la Casa Amèrica de Catalunya en Barcelona, el martes 21 de marzo de 2023
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Matías Bize, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Anna Vázquez de Casa Amèrica de Catalunya por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Izaskun Arandia, directora de la película «My Way Out», en el marco del D’A Film Festival, en el Teatre CCCB en Barcelona, el martes 28 de marzo de 2023.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Izaskun Arandia, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a Sonia Uría de Suria Comunicación, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño, a mi querido amigo Óscar Fernández Orengo, por retratarnos de forma tan especial, y al equipo de comunicación del D’A Film Festival. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
Entrevista a Helena Wittmann, directora de la película «Human Flowers of Flesh», en el marco del D’A Film Festival, en el Teatre CCCB en Barcelona, el lunes 27 de marzo de 2023.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Helena Wittmann, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a Víctor Paz de Lost & Found Films, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño, a mi querido amigo Óscar Fernández Orengo, por retratarnos de forma tan especial, y al equipo de comunicación del D’A Film Festival. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA