Entrevista a Aitor Arregi, codirector de “Handia”. El encuentro tuvo lugar el martes 17 de octubre de 2017 en el hall de los Cines Verdi en Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Aitor Arregi, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Nuria Costa y Katia Casariego de Working at Weekend, por su amabilidad, paciencia, atención, generosidad y cariño.
“La tarea de la ficción es la persecución de la verdad, no de los hechos”
Oakley Hall
Cuenta la leyenda que allá a mediados del siglo XIX, en la pequeña aldea de Altzo, perdida en los montes de Gipuzkoa, vivían en el caserío familiar, Martín Eleizegi y su hermano menor Joaquín. La tranquilidad de los quehaceres cotidianos de labranza, fueron interrumpidos un día de 1833 cuando la primera guerra carlista se llevó a Martín a luchar. Cuando esta acabó, Martín imposibilitado económicamente de marchar a EE.UU. regresó al caserío y se encontró con su hermano Joaquín con una estatura enorme. Convencidos por un organizador de espectáculos se lanzaron a presentar al mundo al gigante de Altzo. El mismo equipo de Loreak (2014), Jon Garaño (San Sebastián, 1974) José Mari Goenaga (Ordicia, 1976) y Aitor Arregi (Oñati, 1977), que convencieron a crítica y público con una drama intimista filmado en euskera y protagonizada por tres mujeres que veían trastocada su vida por unas flores que se cruzaban en su camino.
Todos ellos, socios cinematográficos que llevan más de 15 años realizando películas como Lucio (2007) o 80 egunean (2010), vuelven a la carga con otra cinta intimista, inspirada en hechos reales, pero ahora han dejado la actualidad para adentrarse en el convulso siglo XIX, época de grandes cambios, donde las luchas se sucedían por una Europa en continua transformación, entre el antiguo régimen que se resistía a los nuevos tiempos y el nuevo orden industrial que avanzaba a pasos agigantados. Tiempos convulsos y de continuos cambios se erigen como el paisaje ideal para contar la historia del gigante de Altzo y su hermano, dos seres completamente diferentes, pero iguales a la vez. Martín, el mayor, inútil del brazo izquierdo en la guerra, inconformista y rebelde ve en sus ansías de conocer el mundo una gran oportunidad para abandonar el estancamiento del caserío familiar, por el contrario, Joaquín, el gigante, es hogareño y tradicional, aunque los dos, debido a las considerables dimensiones de Joaquín emprenderán un viaje lleno de nuevos lugares y gentes, en un itinerario que los cambiará para siempre, enfrentándolos a nuevos retos inimaginables en su pequeño pueblo, como la reconstrucción de la identidad, la ambición desmedida, la fama del pueblo y grandes cantidades de dinero que no sólo los cambiaran, sino que los llevarán por lugares muy oscuros a los que quizás no están tan preparados.
Garaño y Arregi ahora en labores de dirección, con el trabajo como coguionista de José Mari Goenaga y la aportación de Andoni de Carlos, construyen una fábula moral sobre dos hombres que por azares del destino se ven envueltos en un mundo ajeno a ellos, muy alejado de su vida tradicional de pueblo, un mundo de oportunidades y aventuras, pero también de extraños y oscuros lugares, tanto físicos como emocionales, porque los dos hermanos se transforman, Martín, encuentra en esta aventura por el mundo una manera de saciar su sed de ver mundo y avanzar, sentirse siendo otro, con aquella persona que siempre había soñado y ahora se hacía real, en cambio, Joaquín, pierde lo que era, su identidad, convirtiéndose en un mono de feria, en alguien demasiado expuesto, en una pobre criatura admirada y denostada por otros, y llevando la tortura de seguir creciendo, problemas que lo llevan a sufrir fuertes dolores. Dos hermanos que los actores Joseba Usabiaga y Eneko Sagardoy consiguen capturar los detalles y matices que describen a sus personajes, dotándolos de garra y fuerza.
Los cineastas vascos cimentan su película en la relación antagónica de los dos hermanos, las dos caras de una moneda, y siguen su viaje de éxito y soledad, de ambición económica y tragedia personal, donde todo parece que vale para ser quiénes no son. Los cineastas guipuzcoanos envuelven esta fábula en una admirable y vigorosa concepción formal, con la precisa y bellísima luz, y una apabullante atmósfera que mezcla el expresionismo y el realismo de Zurbarán, conseguida por el cinematográfo Javier Aguirre, uno de sus más fieles colaboradores, como el música Pascla Gaigne, que firma una banda sonora envolvente de melodías suaves que nos devuelven al mundo romántico y oscuro de la cinta, elementos que ayudan a sumergirnos en un cuento clásico que aborda el mito, su construcción y todas las leyendas que giran a su alrededor, pero lo muestra de una manera íntima, indagando en las consecuencias que conlleva todas estas experiencias, observando a sus criaturas desde la honestidad y seriedad, sin juicios morales ni nada que se le parezca, sino que mostrando unos hechos y como lidian con sus conflictos interiores, en un mundo que avanza demasiado rápido, casi sin tiempo de evaluar los hechos y digerirlos para seguir hacia delante, sin perder de vista lo que son y todo aquello que dejaron tras de sí.
Garaño y Arregi nos hablan de la cultura popular enfrentada al nuevo mundo, las rondallas de toda la vida contada por los abuelos frente a la industrialización, en un mundo deseoso de grandes avances que acaba admirando a un ser de gran altura (cuentan que llegó a medir 242 cm) sólo por su físico, sin apreciar el carácter y el mundo interior que esconde una persona como ellos, un relato que aborda el drama, la amistad, la identidad, el mito, lo romántico, lo fantástico, o el conflicto entre el hombre corriente y el mundo industrializado, así como el ser diferente ante ese mundo normalizado que se burla de lo diferente, que se inspira en grandes títulos como “Frankenstein”, la novela de Mary Shelley, y la película homónima de Whale, La bella y la bestia, El mago de Oz, Freaks de Browning, El pequeño salvaje o El hombre elefante, en la que el idioma también juega un papel fundamental en el transcurso del relato, unos aldeanos que sólo hablan euskera, y tienen que comunicarse en otros idiomas, como el castellano, el francés o el inglés, aún afianza más la falta de adaptación de Joaquín, que aparte de sus problemas de salud debido a su imparable crecimiento, se añaden su soledad, su sufrimiento, y la falta de amor carnal debido a sus dimensiones, problemas que lo acaban convirtiendo en quién no desea ser con todos los conflictos internos que le provocan.
Encuentro con Agustí Villaronga, Núria Prims, Marcel Bòrras, Oriol Pla, Bruna Cusi, Fernando Esteso e Isona Passola, con motivo de la presentación de la película “Incerta glòria”. El evento tuvo lugar el martes 14 de marzo de 2017 en el Sant Pau Recinte Modernista en Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: al equipod e “Incerta glòria”, tanto el que estuvo presente como el que no, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Katia Casariego y Nuria Costa de Working at weekend, por su amabilidad, paciencia y cariño.
Entrevista a Núria Prims, actriz de “Incerta glòria”, de Agustí Villaronga. El encuentro tuvo lugar el martes 14 de marzo de 2017 en Sant Pau Recinte Modernista en Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Núria Prims, por su tiempo, generosidad y cariño, y a Katia Casariego y Nuria Costa de Working at weekend, por su amabilidad, paciencia y cariño.
“No t’oblidis ensenyar-los a sobreviure, perquè la majoria de vegades, sobreviure i matar van de la mà”
Nos encontramos en el frente de Aragón en junio de 1937. Es mediodía. En ese instante, irrumpe en la pantalla un jeep militar del que se apeará Lluís, un joven oficial republicano que llega a un pueblo en ruinas para levantar la moral de la tropa y enseñarles a matar. Allí, en ese tiempo y lugar de espera, en que la guerra todavía no ha hecho su presencia, conocerá a la Carlana, la señora del pueblo. También, coincidirá con Soleràs, su mejor amigo, y más tarde, se incorporará Trini, su mujer e hijo. Agustí Villaronga (Mallorca, 1953) ha construido una filmografía fiel a su estilo, en el que explora la naturaleza humana a través de personajes complejos que se debaten en sus emociones más descarnadas y vivas, las que nacen desde las entrañas y provocan hechos inesperados que los cambiarán para siempre, situando a sus personajes en lugares de atmósferas asfixiantes e irrespirables, espacios ajenos a ellos, en los que se sienten extranjeros o desplazados.
En Incerta glòria vuelve a la Guerra Civil, o mejor dicho a las consecuencias devastadoras que ésta provoca en las personas. Este especie de trilogía, no declarada, arrancó con El mar (2000), en la que basándose en una novela de su paisano Blai Bonet, relataba la relación homosexual de dos jóvenes enfermos de tuberculosis, siguió Pa negre (2010), inspirada en la novela de Emili Teixidor, esta vez la mirada se posaba en los ojos de un niño que perdía su inocencia en la Cataluña rural de posguerra. Ahora, vuelve a fijar su mirada en un texto, en Incerta glòria, de Joan Sales, una de las novelas más importantes escritas en lengua catalana desde su publicación a mediados de los 50, un inmenso freso histórico de más de 1000 páginas que recorre la devastación de la Guerra civil, el antes y el después, que hace dos años tuvo una adaptación teatral. Villaronga y su coguionista Coral Cruz, han dejado de lado la parte filosófica y espiritual de la novela, y a buen criterio, se han centrado en la parte más emocional, aquella que mueve a unos personajes entre la devastación moral que provoca la guerra, a través de una estructura de western (que recuerda a Duelo al sol, de Vidor) se adentran en un pueblo en ruinas, tanto moral como físicamente, en el que el personaje de la Carlana se erige como epicentro de la trama que se nos cuenta. Villaronga nos cuenta un relato en el que la guerra actúa como telón de fondo, en el que un ejército está esperando (como sucedía en El desierto de los Tártaros, de Zurlini).
La guerra es una sombra que contamina todo y a todos, en el que la tierra árida y el viento seco ahogan, dejando a la deriva a unos personajes que se mueven por sus emociones e intereses, en un paisaje ruinoso y asfixiante, donde las pasiones amorosas son soterradas, como si la guerra lo hubiera secado todo, en el que los personajes son incapaces a dar rienda suelta a lo que sienten y siempre tropiezan con los demás, Lluís, el joven oficial, que se mueve entre la ingenuidad y la pérdida paulatina de sus ideales, se siente fuertemente atraído por la Carlana, ésta, que huye de su pasado tortuoso, se muestra inflexible cuando arrecian el deseo y la pasión, es una araña que teje pacientemente su tela y va atrapando a los hombres para su conveniencia, Soleràs, que es un tipo que se mueve entre la razón y la locura, entre la lucidez y su especial sensibilidad, ama en secreto a Trini, la mujer de su amigo, y ésta última, que ama a su marido pero sabe que éste no la ama.
Villaronga filma a sus criaturas en ese paisaje turbio, de violencia latente (como las obras de Lorca o Aldecoa) de amores frustrados y rabia contenida (como el mejor cine de los 70 de Saura o Borau) en el que los exteriores reflejan el estado emocional de los personajes, unas emociones rotas, oscuras a punto de estallar, y los exteriores, marcadamente sobrios y desnudos, desatan lo oculto, lo que no se dice, lo que da miedo. Un grandioso trabajo interpretativo en los que la terna de jóvenes, capitaneados por Núria Pirms dando vida a la fiera herida de la Carlana (que vuelve al cine por la puerta grande después de años de retiro voluntario), Marcel Borràs como Lluís, el joven víctima de su deseo y desamparo, la fuerza arrolladora de Oriol Pla dando vida a Soleràs, y la dulzura y la energía de Bruna Cusí como la Trini, acompañados maravillosamente por los intérpretes veteranos aragoneses Luisa Gavasa, Terele Pávez, Fernando Esteso y Juan Diego.
Sin olvidarnos del trabajo técnico admirable, habitual de Villaronga, como Josep Mª Civit en la cinematografía, con un trabajo de claroscuros que recuerda a las pinturas de Goya y sus desastres de la guerra, Ana Alvargonzález en el arte, con un minucioso trabajo entre lo conciso y lo ausente, despojado de todo artificio, el montaje pausado de Raúl Román, y la producción de Isona Passola (quinto filme que rueda con Villaronga) componen una buena película, un relato que nace desde dentro, en el que la guerra, no sólo amenaza con destruirlo todo, sino a los personajes, en esta historia de retaguardia, de colas de racionamiento, de bombardeos en la ciudad, de animales en descomposición, de medicinas que pueden costar vidas, de amores que no acaban de encontrar consuelo, de heridas sin cicatrizar, de amistades rotas por culpa de las balas, y sobre todo, de pasiones encontradas, sucias, oscuras que se mueren cada día, sin dejar rastro.