Sueño mexicano, de Laura Plancarte

DERROTADA PERO NO VENCIDA. 

“Dónde haya un árbol que plantar, plántalo. Allá donde haya un error que enmendar, enmienda. Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú”. 

Gabriela Mistral 

Durante mucho tiempo, la imagen que hemos tenido de la mujer americana ha sido la de una mujer sumisa y sometida a la voluntad del macho. En muchos lugares, todavía no se ha roto con esa mecánica, pero en otros, sí, en otros, aparecen mujeres como María Magdalena Reyes, una mujer mexicana que casó muy joven, tuvo tres hijos, y un marido que la maltrató. Ella se separó, perdió a sus hijos y trabajó para tener una vida diferente, trabajando y esforzándose para tener otra vida, volver a reunirse con sus hijos y no dejarse vencer por las adversidades vitales. Sueño mexicano, el cuarto trabajo de la cineasta mexicana Laura Plancarte, construida a partir de un guion que firma junto a su protagonista, nos cuenta su vida, su cotidianidad, su fuerza, su vulnerabilidad, su valentía y coraje, pero también, su tristeza y desilusión, porque Malena, como la conocen sus allegados no es una mujer que se rinda fácilmente, ella ya ha conocido el infierno y por eso, es una mujer mucho más fuerte de lo que creía, y si tiene algún miedo es de sí misma, de volver a antiguas desesperanzas. 

La directora mexicana ya había hecho Tierra caliente (2014), sobre una familia en mitad de un enfrentamiento entre narcos y militares, Hermanos (2017), donde dos hermanos tienen el sueño de emigrar a EE.UU., y Non Western (2020), en que nos cuenta la relación de un indio y una estadounidense que preparan su boda y se enfrentan a sus diferencias. Cuatro títulos en los que ronda la familia como epicentro de donde nace la historia, y las dificultades para seguir unida, a partir de unos personajes que no se detienen ante los conflictos, ya sean internos o exteriores, porque son individuos que han tenido que luchar y resistir muchas veces, y saben que la única forma de conseguir sus objetivos es no dejarse vencer y seguir su camino por muy difícil que este sea. Las tramas de Plancarte nos cuentan la cotidianidad de seres anónimos, a través de su humanidad, con una cercanía e intimidad extraordinarias, en que la mirada de la cineasta se posa para observar sus vidas, desde una posición de mirar y no molestar, optando el punto de vista de testimonio, de estar muy cerca de ellos y ellas sin inmiscuirse en sus existencias, de acompañar y de mostrar, siempre desde lo humano y la naturalidad.

Un grandísimo trabajo técnico ayuda a que sus películas se vean con reposo y nada artificiales, en que la cinematografía de Franklin Dow, que ya había trabajado en la citada Non Western, la vemos presente y nada juzgadora, sino desde la transparencia y el reposo, así como la excelente música de Pablo Todd, en su segunda colaboración con la directora después de la mencionada Hermanos, que no suena impostada sino de apoyo para contar toda la montaña rusa de emociones que vive la protagonista, y el tema de Marc Vicente, “Es un momento mágico”, cantada por Isis Cruz, en uno de esos instantes donde vemos a la protagonista sumergida en ese sueño del que habla la película, donde la cinta adquiere todo su sentido. El magnífico montaje de la chilena Andrea Chignoli, que ya va por el medio centenar de títulos a pesar de no haber cumplido los 35, junto a grandes de su país como Andrés Wood, Nicolás Acuña, Pablo Larraín, Marialy Rivas y José Luis Torres Leiva, entre muchos otros, que hace un trabajo impecable ya que la historia que se cuenta no era nada sencilla, por los continuos altibajos por los que pasa Malena, en sus continuas idas y venidas por las que transita una mujer en sus intensos 89 minutos de metraje, en los que pasa de todo y a todos. 

Es muy bueno para sus vidas que vean una película como Sueño mexicano, de Laura Plancarte, porque verán hundirse sus prejuicios en relación a las mujeres americanas, primero de todo, y después, conocerán la vida de una mujer como María Magdalena Reyes, una persona como todas nosotras, que vive y trabaja y lucha y se alegra y se entristece que, a veces, se rinde una noche y a la mañana siguiente, vuelve a ponerse el mono de trabajo de la vida y continúa con la lucha y la batalla diaria, perdiendo y ganando como todos, y soñando, cayéndose y levantándose otra vez, y una más y así siempre, con coraje y sin rendirse nunca. Tiene la película un tono parecido al que tenía La camarista (2018), de Lila Avilés, que también contaba las dificultades de una mujer que trabajaba en un hotel y no podía estar con su hijo. También, si todavía no lo conocen, sabrán del cine que hace la directora mexicana Laura Plancarte, relatos llenos de vida, con personajes de verdad, de esos que nos explican realidades como las nuestras, y no desde el embellecimiento o el sentimentalismo para agradar, sino desde lo humano, desde lo emocional, a través de ese torbellino de sentimientos y emociones en los que vivimos todos y todas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Diario de Mi Sextorsión, de Patricia Franquesa

CHANTAJE A UNA CINEASTA. 

“La vida se contrae o expande en proporción a tu coraje”. 

Anaïs Nin 

En noviembre de 2022 bajo la gran iniciativa del DocsBarcelona a través de El Documental del Mes conocimos el trabajo de la directora Patricia Franquesa (Barcelona, 1989), a través de su ópera prima Querida Sara (2021), en el que de forma íntima y cercana nos hablaba de Sara Bahai, la primera taxista de Afganistán. Un trabajo no sólo de documentar y observar una mujer valiente, decidida y luchadora, en el que también se generaba un vínculo muy especial e interesante  entre cineasta y retratada. Una historia breve, de apenas una hora de metraje, donde el retrato iba y venía, en un revelador juego de espejos donde realidad, ficción y documento se cruzaban generando un relato caleidoscópico y lleno de matices y grises que generaba una aproximación muy directa y transparente tanto de la protagonista como de la cineasta. Un trabajo de extrema sencillez y complejidad que la directora catalana asume desde la sencillez y transparencia de una película que se pregunta y responde constantemente. 

Después de aquella primera experiencia tan interesante y rompedora, se generó en mi mucha expectación ante Diario de Mi Sextorsión, segundo trabajo de Franquesa, donde no solo afirma las buenas sensaciones de su debut, sino que va más allá, y vuelve a construir un relato íntimo y muy personal, esta vez sobre una experiencia vivida en sus propias alma y carnes, cuando el 14 de mayo de 2029 mientras se encontraba en un bar le fue sustraído su ordenador portátil. La sorpresa fue que pasados dos meses de aquel fatídico suceso, recibió un correo en que un hacker le exigía una cantidad de dinero para no hacer públicas tres fotos íntimas de ella. La directora coge ese material y lo convierte en el tema de su segunda película, y nos va relatando su experiencia del chantaje y su sextorsión, a través de grabaciones vía móvil y conversaciones personales, todo contado a través de pequeñas pantallas o ventanas tanto del pc como del citado móvil, mientras escuchamos de la propia Franquesa todos los sucesos y pormenores de esta travesía donde hay dolor, miedo, preocupación, amigos, un ex, familia y demás agentes, de los que se ayuda la cineasta para contar su periplo, donde hay llamadas y visitas a la policía, reflexiones personales y demás asuntos y trasuntos de una situación de terror. 

Aunque la película tiene oscuridad, tiene también ese tono de humor y ligereza para contrarrestar tantos momentos de angustia y horror, y es esa mezcla que la hace tan cercana y tan especial, porque hay una enriquecedora aproximación a las actividades criminales de los hackers, a sus formas de extorsión, y a la vez, todo ese material se convierte en una película, con una atmósfera similar a la que había en la citada Querida Sara, donde la película se va construyéndose a sí misma, y todo lo que vemos tiene esa textura de borrador/película, donde ficción, documental y retrato se vuelven a mezclar generando esas bifurcaciones profundas y muy reflexivas. No obstante, las dos vuelven a tener una duración similar, apenas una hora más o menos, tiempo en el que no dejan de suceder cosas, eso sí, también hay tiempo para mirar y observar, sin que la agitación de las situaciones vividas se convierta en elemento para enfatizar. Estamos ante una película donde Franquesa asume la técnica de rodaje, tanto en cámara como en sonido, donde lo doméstico emerge de forma natural y nada artificial, en que el borrador de la película es la propia película y viceversa. Eso sí, con la complicidad en postproducción de la composición musical de Laura Casaponsa, que tiene en su haber una extraordinaria película como Más allá del espejo (2006), de Joaquim Jordà, y el extraordinario diseño sonoro de una grande con más de 100 títulos como Laia Casanovas. 

En Diario de Mi Sextorsión, la cineasta construye una trabajo nada convencional, que acoge las nuevas formas de lenguaje y comunicación derivas de internet, para conseguir una película que en algunos momentos recuerda a Host (2020), de Rob Savage, un formidable cuento de terror filmado a través de videollamada y en plano fijo, donde se palpa la tensión y se consigue una atmósfera inquietante y fuera de lo común como sucede en la película de la directora barcelonesa, donde la sensación de soledad, secuestro y amenaza están muy presentes generando ese bucle de laberinto sin salida y persecución. Un diario filmado que se aproxima sin prejuicios a un tema demasiado cotidiano para muchas personas que se ven extorsionadas y acosadas a estos niveles, y faltaba una película que lo mostrará con toda la crudeza, sencillez y honestidad posibles y aquí está, directa y transparente como sólo se podía contar una experiencia como la experimentada por la propia cineasta. Una película/experiencia, donde el cine y la vida se vuelven a cruzar, fusionar y retroalimentar como el cine de Chantal Akerman, por ejemplo, en sus maravillosas home movies, donde no hay límites marcados, sino de la profunda reflexión de lo que se filma y su porqué, y el hecho de compartir con el público como herramienta de mostrar las oscuridades de la existencia y la forma que ayuda para gestionar el conflicto propio, donde la cineasta usa su propia experiencia para construir su cine y su forma de mirar su entorno. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Lo que me queda de ti, de Zara Zerny

LA VEJEZ Y LOS AUSENTES. 

“El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”. 

Gabriel García Márquez 

Parece ser que la vejez no es buen tema para el cine, ya que existen pocas películas que traten ese período de la vida desde la profundidad y la reflexión que se requiere, y no sea un mero acompañante de los protagonistas. Son contadas las películas en que sus principales personajes sean mayores, por eso, una película como Lo que me queda de ti (“Echo of You”, en el original, traducido como Eco de ti), sea no sólo un gran acontecimiento, sino que, además, su forma de acercarse a la vejez sea extraordinariamente lúcida, bella y muy profunda, porque aquí no vemos a ancianos que ayudan a los demás y tampoco que se sitúan en la sombra y las necesidades de sus descendientes y demás. En la película nos hablan de ellos y ellas, y sobre todo, de sus respectivas parejas que ya no están, fallecidas, y lo hacen desde el alma de cada uno de ellos y ellas, mirando y mirándonos a través de  la cámara, de frente, desnudando sus sentimientos y mostrando sus miedos, alegrías y demás. 

La directora danesa Zara Zerny (Ontario, Canadá, 1985), se formó en la escuela de cine independiente Super16 donde filmó películas en las que fusiona la ficción con el documental, por eso en su ópera prima, no sólo recoge los testimonios sinceros e íntimos de un grupo de mayores con edades comprendidas entre los 80 y más de 100 años, sino que los hace mezclando documento y expresiones poéticas, como el maravilloso arranque cuando la propia directora pide a uno de sus personajes que cierre los ojos e inmediatamente después, coloque sus manos encima de sus ojos para finalmente, recordar algo del ayer. Una imagen poderosa y muy elocuente que describe con exactitud el contenido de la película. Una obra que transita por la memoria, por el hecho de recordar, y hablar de esos momentos compartidos con la pareja que falleció, en el que hablan del amor, de la convivencia, de los días de vino y rosas, y de todo lo que conlleva vivir con una persona tantos años. Unas experiencias que la cámara recoge con claridad y sin aspavientos de ningún tipo, construyendo un cine reposado, que observa y filma, sin artificios y mirando con tiempo y honestidad a las personas que escucha atentamente.

La excelente y envolvente música de Viktor Dahl contribuye a que cada testimonio se convierta en una relación íntima entre persona, cámara y directora, generando ese acompañamiento y de vínculo que tanto necesita el cine documental para que tenga ese aroma de misterio y revelación como también hace el cine de Chantal Akerman, donde lo doméstico y lo universal se dan la mano creando un nuevo espacio para la emoción y la reflexión. La cinematografía de Jacob Sofussen se construye a partir del testimonio en su entorno, donde la cámara fija recoge su experiencia y su trayectoria vital, sus recuerdos y su cotidianidad, donde no hay prisa, y todo se envuelve desde la tranquilidad y el reposo, desde ese espacio de escucha, de pausa y de intimidad. Un montaje donde no hay estridencias ni nada que perturbe la paz y la pausa de los ancianos, en sus contenidos y especiales 76 minutos de metraje, en los que Zerny nos apabulla con lo real, y con lo poético, donde la vejez se asume desde la profundidad y la tranquilidad que dan los años y las dificultades físicas, en el que se desprende un amor hacia lo que filma, y hacia los que ya no están, y ese vínculo que genera el cine entre la vida y la muerte, como mencionaba Johan van der Keuken en su inolvidable Las vacaciones del cineasta

Hacía tiempo y muchas películas después que no veía una película que tratara la vejez desde lo más profundo e íntimo, no desde la tristeza y la pesadumbre de ser mayor, sino desde otro ángulo, el de la memoria, el de los años vividos con el amor, desde el recuerdo de las experiencias, ya fuesen duras y menos duras, desde la alegría, la felicidad, la tristeza y la soledad, y no haciéndolo de forma negativa sino todo lo contrario, filmando a unas personas que recuerdan y hacen balance de sus vidas, de sus amores y desengaños, de todo lo que contiene una vida larga de 80, 90 y 100 años, a través de sus miradas, carácteres, acontecimientos y demás situaciones. No vayan a ver una película como Lo que me queda de ti desde la tristeza, porque aunque la haya, todo se cuenta desde el alma, desde la vida vivida y no añorada, de los aciertos y desaciertos, de la ilusión y desilusión, de los pros y los contras de sus vidas y la de todos y todas cuando lleguemos, si es que llegamos, a sus edades. El misterio de la vida o mejor dicho, el misterio de seguir viviendo en soledad, rodeados de uno mismo o de otros, siguiendo en la vida o lo que queda de ella, recordando al ausente en una suerte de presencia y no que alimenta la reflexión profunda sobre quiénes somos en realidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Xun Sero

Entrevista a Xun Sero, director de la película «Mamá», en el marco del LATCinema Fest, en la Casa Amèrica de Catalunya en Barcelona, el martes 21 de marzo de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Xun Sero, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Anna Vázquez de Casa Amèrica de Catalunya, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Un viaje de mármol, de Sean Wang

EL CAPITALISMO Y NOSOTROS. 

“La gente paga por su propia subordinación”

Noam Chomsky

Los tremendos y rápidos cambios económicos de China han quedado retratados de forma profunda y seria por un cineasta de la talla como Jia Zhangke en películas como El mundo (2004), Naturaleza muerta (2006), y Wuyong (Useless) (2007), entre otras, excelente cronista de su país y el desánimo de una población lanzada al capitalismo y expulsada a la vida. Otro cineasta chino como Sean Wang, retrata en Un viaje de mármol el capitalismo desde dentro y sobre todo, desde fuera de China, y sus conexiones con Grecia, destino turístico y colaborador esencial en engrandecer la economía de sus ciudadanos más pudientes. No es la primera vez que el director chino se ha acercado a la realidad griega, ya lo hizo en su ópera prima Lady of the Harbour (2017), en la que se centraba en el trabajo de Suzanne, una activista china que junto a su equipo, ayudaba a los refugiados que llegaban exhaustos a Lesbos, Pireo y Atenas, esos mismos lugares, a los que se añade otros lugares turísticos como Santorini y demás, son los espacios en los que se desarrolla la película.

La película tiene un arranque tan revelador como demoledor con las gemelas chipriotas haciendo un directo frente al Partenon y hablando en chino, a los que se les acercan un par de turistas chinos y el diálogo y la cordialidad se desarrolla de manera sencilla y divertida. Luego, pasamos al Peloponeso, la ciudad de donde se extrae el mejor mármol del mundo, con el que se construyó el Imperio Romano, que ahora se exporta a China para que los ricos se gasten cantidades indecentes en sus casas del material tan noble. Conoceremos a todos los agentes en cuestión: las citadas gemelas, una especie de embajadoras que reclutan ricos para que compren en Grecia su sol, sus islas y cualquier producto, un artesano chino del mármol que fabrica para el mundo entero haciendo copias y réplicas esparcidas por todos los países, un empresario que explota sus negocios con la piedra en China, en la que hay más permisividad a nivel laboral y legal, y finalmente, el sobrante del mármol, que acaba en los talleres chinos para crear souvenirs que vuelven a Grecia y se esparcen por todo el mundo. Wang va construyendo su narrativa desde un punto de vista global, sin caer en la condescendencia ni en el sentimentalismo. 

Un filme que propone la observación detenida, sin prisas, en la que nos abre una ventana para que contemplemos la belleza del mármol, y el mercantilismo feroz y terrible que se hace de él, con unas imágenes elegantes y sofisticadas, que en muchos momentos creemos que estamos en una película de ciencia-ficción por toda esa ostentosidad que contrasta con los talleres tan miserables en los que hay polvo nocivo, niñas trabajando y unas condiciones de explotación y horror. Wang no remarca en absoluto su discurso político, no le hace falta y tampoco sería necesario, porque sus imágenes y sobre todo, lo que retrata, deja muy patente la absurdidad del mundo capitalista y esa falsa idea de globalización de estar más cerca de todo y los otros, que es una falsedad, porque seguimos como siempre, unos privilegiados viven de esa forma porque la otra mitad de la población trabaja sin descanso y sufre una precariedad extrema. La película muestra situaciones de pobreza laboral, aunque también, mira y atiza a los “presuntos” empresarios, que van y vienen de Grecia a China y viceversa, copiando, replicando y rodeados de un lujo hortera y estúpido, donde todos parecen fotocopiados, en un mundo descontrolado donde la idea de amasar dinero y gastarlo en gilipolleces está a la orden del día, un mundo que parece el posapocalíptico de otro que fue, y ya no está, donde todo lo bello acaba siendo pasto de la mentira, la riqueza y la estupidez humana. 

Con un ritmo estupendo y ágil, nos llevan de manera suave y reposada por esos ambientes empresariales, donde abundan los encuentros, las fiestas y demás, incluidos los religiosos, y los otros, los que los trabajadores chinos y chinas pierden su vida y su salud esclavizados por el bien del progreso de otros, porque no del suyo. Wang podría haber construido una tragedia sin esperanza, pero aunque vemos poca de esperanza, sí que ha concluido mucho humor en su película, un humor divertido y en otras ocasiones, muy irónico, en el que se descojona sin compasión de todas las argucias y estupideces del sapiens por ganarse al rico y venderle de todo, con saraos superficiales, sonrisas fingidas y demás poses para ganarse la confianza, es decir su chequera. Aprovechen la ocasión que les brinda el DocsBarcelona a través de su maravillosa iniciativa del Documental del Mes y no se pierdan Un viaje de mármol, de Sean Wang, porque tiene de todo y muy bueno. Tiene eso que mucho cine actual ha olvidado y no es otra cosa que mostrar y retratar una realidad, pero no edulcorada cayendo en la deshonestidad, sino todo lo contrario, mostrando una realidad que duele, pero es así, porque podemos mirarla desde otros ángulos si queremos, pero seguirá siendo la misma realidad, eso sí, podemos contarla como lo hace Wang, de verdad, con emoción y con mucho humor, porque es bueno ver las cosas desde otro modo, aunque sigan siendo crudas, ayuda a sacar nuestras propias conclusiones y la próxima vez que tengamos la necesidad de comprar un artículo o turistear a algunos de esos países, pensemos un poco en toda la basura que mantiene esa injusticia, y sobre todo, a la maquinaria que hace que este mundo de tanto asco. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

 

Tolyatti Adrift, de Laura Sisteró

LOS JÓVENES DE TOLYATTI.

“La juventud no es un tiempo de la vida, es un estado del espíritu”.

Mateo Alemán

La ciudad de Tolyatti, situada en la parte sudeste del país de Rusia, a orillas del Volga, creció enormemente en la extinta Unión Soviética a razón de su empresa automovilística AvtoVAZ, la compañía que inundó de modelos Lada todo el país y parte del extranjero, convirtiéndose en la imagen próspero de la industria soviética. En la actualidad, con la desaparición del gigante soviético y la competitividad capitalista, la ciudad se ha convertido en un espejismo de lo que fue, erigiéndose en una de las ciudades más pobres del país, donde los jóvenes están perdidos, deambulando en una especie de limbo-bucle y sin ninguna perspectiva de vida. Tolyatti Adrift (que podríamos traducir como “Tolyatti a la deriva”), no sumerge en esa realidad asfixiante que viven cientos de jóvenes rusos en la ciudad mencionada, y sobre todo, en su afición, en el que compran viejos coches Lada, los tunean, y los hacen derrapar, en un espacio de rebeldía, de resistencia y de felicidad, aunque sea solo por un breve espacio de tiempo.

La directora Laura Sisteró (Barcelona, 1986), pasó por la Emav, y luego fue a la Escac a estudiar documental, y conoció la realidad actual de Tolyatti a través de un artículo y se marchó a conocer in situ esa realidad. La cámara se posa en tres vidas, las de los jóvenes Slava, Misha y Lera, y sus respectivas circunstancias, uno de ellos quiere librarse del servicio militar obligatorio, el otro, siendo el alumno con mejores calificaciones, se ve abocado a un futuro incierto, y finalmente, la chica, que trabaja muchas horas como cocinera y sueña con tener un Lada y ser una más de este movimiento joven y rebelde. Durante un año, como esas vidas en continuo bucle, asistimos de forma íntima y profunda, a ser testigos de esas existencias detenidas, difíciles y llenas de incertidumbre, en una dualidad constante entre el pasado glorioso soviético y la miseria actual, entre los mayores y los jóvenes, entre lo de fuera y dentro, entre no saber qué hacer ni adónde ir, una especie de reflejo-doble donde los Lada y sus derrapes adquieren toda la fuerza y libertad para unos jóvenes que parecen zombies anclados en una realidad muy sucia y muerta, que deambulan sin rumbo esperando que suceda alguna cosa.

La directora catalana se ha rodeado de un excelente equipo como el cinematógrafo Artur-Pol Camprubí, debutante en estas lides y alma de la película, con esa luz, casi siempre nocturna, entre sombras y abstracta en ocasiones, que recuerda al cine de terror, y una cotidianidad dura, que duele. El trío de montaje con la magnífica Ariadna Ribas, Alissa Doubrovitskaia, que ha trabajado en los equipos de películas como La vida de Adèle, e Yves Saint Laurent, y la propia directora, que consiguen sumergirnos con precisión y sensibilidad a esa irrealidad tan real en unos setenta minutos breves de metraje. El gran trabajo de sonido que firman un grande como Jordi Ribas, que conocemos de sus películas con Albert Serra, Gerard Tàrrega Amorós, que ha trabajado con Mar Coll, Neus Ballús y Elena Trapé, etc… E Iban R. Gabarró, que ha firmado películas con Miguel Ángel Blanca. Y el fantástico equipo de producción con Boogaloo Films con Bernat Manzano y Miguel Ángel Blanca, y la francesa Les Films d’Ici, con la que vuelven a coproducir después de la experiencia del documental Hayati (2018), de Sofi Escudé y Liliana Torres.

Sisteró ha construido una película que va más allá de la propia realidad que retrata, porque en muchos instantes nos olvidamos del documento y nos adentramos en terreno de ficción, donde entran el cine de género, como Jarmusch con Sólo los amantes sobreviven (2013), que imaginó unos vampiros vagando por esa fantasmal Detroit, también epicentro de la industria automóvil antaño, ahora una lugar reducido a cenizas y sombras. La película retrata una realidad fragmentada, una realidad espectral, una realidad que no tiene futuro, adentrándose en una juventud perdida y desorientada, sin rumbo ni nada qué hacer, solo con sus Lada, con ese mundo del motor, de sus piezas y los derrapes, mirando a una realidad durísima peor sin tremendismo, una mirada que se asemeja a las del citado Miguel Ángel Blanca en sus magníficas Quiero lo eterno (2017) y Magaluf Ghost Town (2021), sendas aproximaciones a la primera juventud, a ese limbo que parece irreal, donde unos jóvenes andan de aquí para allá, sin saber, sin hacer y sobre todo, sin sentir. Aplaudimos la opera prima de Laura Sisteró y nos alegramos no solamente que nos descubra la realidad de una ciudad como Tolyatt de la Rusia de Putin, y también, esa otra Rusia, más cotidiana y cercana, que alberga muchas vidas y almas como los jóvenes que aquí se retratan y otros que están también ahí, que difieren muchísimo de esa realidad tan superficial que continuamente nos venden desde los medios y el poder que los financia que, a la postre, no dejan de ser el mismo mecanismo de falsedad y sometimiento a su “verdad”, cuando vemos que la realidad siempre es diversa, complejísima y llena de subterfugios y demás zonas muy profundas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Miguel Ángel Blanca

Entrevista a Miguel Ángel Blanca, director de la película «Magaluf Ghost Town», en el Zumzeig Cinema en Barcelona, el jueves 9 de diciembre de 2021.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Miguel Ángel Blanca, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sandra Carnota de Begin Again Films, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Rock por mil, de Anita Rivaroli

A VECES LOS SUEÑOS SE HACEN REALIDAD.

“El riesgo es que los guitarristas, por su papel habitual dentro del típico grupo de rock, actúen como unas divas. De todas formas, creo que hemos conseguido enviar un mensaje subliminal: “Hay mil músicos tocando. No hay espacio para el virtuosismo ni para las masturbaciones musicales con el instrumento”. Me interesa Rockin’1000 como experimento “sociomusical”, porque se trata de anular el ego. Es algo muy zen. Yo creo que va a ser muy bueno para los músicos”.

Erase una vez en la localidad de Cesena, al norte de Italia, que un tipo llamado Fabio, biólogo de profesión y rockero de pasión, tenía un sueño. Su sueño era que la banda de rock estadounidense “Foo Fighters” tocará en su ciudad. Y para ello, con la amistad y el trabajo de varios colegas del rock, idearon una aventura de nombre Rockin’1000. La aventura era convocar a mil músicos entre bateristas, guitarristas, bajistas y cantantes para que tocasen el tema del grupo “Learn to Fly” y filmar toda esa experiencia única e irrepetible. Hubo una campaña de crowfunding de donde salieron los gastos presupuestados en más de 40000 euros, un casting vía internet, y llegó el gran día, donde todo fue rodado. Grabaron un video que subieron a youtube que en pocos días alcanzó más de veinte millones de visualizaciones y Dave Grohl, líder de la banda, conoció a Fabio y el grupo y prometieron tocar en Cesena.

La cineasta Anita Rivaroli, natural de Cesena, y graduada en el prestigioso Centro Sperimentale di Cinematografia, con experiencia en cortos y videoclips, amén de autora del videoclip de Roking’1000, es la autora de esta película que documenta no solo la aventura de un grupo de rockeros del norte de Italia, sino el trabajo en equipo, de hacer posibles lo imposibles, y sobre todo, a pesar de la individualidad y superficialidades imperantes de esta sociedad consumida por lo material y la impostura, de tanto en tanto, un montón de gente deciden aparcar sus vidas y sus historias y ponerse al servicio común, a la maravillosa idea cooperativista de todos a una, de trabajar e invertir su tiempo para otros, o mejor dicho, para una causa que les va reportar un bienestar emocional, todo un milagro en los tiempos que corren. Rivaroli crea un documento al uso, con sus respetivos testimonios de todos los instigadores del proyecto, tanto creadores como músicos, y de los otros, todos esos músicos anónimos que arribaron a Cesena con la ilusión y las ganas de ser parte de una iniciativa loquísima y llena de amor y alegría.

Las imágenes nos hablan del inicio del proyecto, sus adversidades, sus continuos problemas económicos y de logística, y de su periplo, su enorme éxito, en que el video resultante se convirtió en un fenómeno mundial, el concierto de Cesena y la larga vida de la experiencia Rockin’1000 ya convertida en una banda de rock que llena estadios de todo el mundo. La película no solo nos habla de la pasión de cada uno, sino de los infinitos caminos de la música, con sus múltiples formas, texturas y variantes de entenderla, experimentarla y de vivirla. Un grupo de mil músicos que no entienden la vida sino es tocando sus instrumentos y hacer mucho ruido, tocar los temas de sus grupos de referencia, y porque no, un día, en la medida de sus posibilidades, pertenecer a esos músicos de rock que tocan en estadios llenos y hacen vibrar a una masa entregada y vital. Rock por mil también nos habla de los sueños, de los sueños de cada uno, de todas esas ideas, ilusiones y demás que nos rondan la cabeza.

La película se centra en todo el trabajo que hay detrás de cada sueño y cada aventura, de todos y todas que los hacen realidad, de todas las posibilidades que nos ofrece trabajar en grupo y crear una comunidad, de esa magnífica idea de creer en algo y llevarlo a cabo con la ayuda de tantos entusiastas como tú, porque en un sistema que continuamente aboga por el yo, es una forma de resistencia crear un nosotros, donde no hay nombres, ni egos ni nada que se le parezca, solo un grupo de mil personas que suman talentos para crear algo bueno, bonito y lleno de esperanza, en una especie de rito sagrado, una mirada espiritual, donde el único fin es pasárselo bien y sobre todo, crear en comunidad, todos y todas a una por y para el rock, porque aunque el mundo siga a lo suyo, o sea, a su inevitable autodestrucción con sus ansias de crecer y crecer y explotarlo a todo y todos, en Cesena, una pequeña localidad del norte de Italia, se lanzaron a una aventura que parecía imposible, un sueño que no solo se hizo realidad, sino que construyó mil realidades y mil formas de hacer música y disfrutar de la vida desde otro ángulo imposible y posible. Ya solo nos queda decir: ¡LARGA VIDA A LOS SUEÑOS IMPOSIBLES Y A LAS PERSONAS QUE LOS SUEÑAN!. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Iván Guarnizo

Entrevista a Iván Guarnizo, director de la película «Del otro lado», en el marco de L’Alternativa. Festival de Cinema Independent de Barcelona, en el recinto de la Universidad de Barcelona, el martes 30 de noviembre de 2021.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Iván Guarnizo, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y al equipo de comunicación de L’Alternativa, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

En el umbral, de Coraci Ruiz

LA MADRE QUE FILMA A SU HIJO TRANS.

“Intentar entender al otro significa destruir los clichés que lo rodean, sin negar ni borrar su alteridad”

Umberto Eco

La opera prima de la directora brasileña Coraci Ruiz, codirigida junto a Julio Matos fue Letters to Angola (2012), en la que nos hablaba de personas nacidas en Angola y su migración y exilio en países como Portugal y Brasil, en la que también se abordaba el encuentro con el otro. Bajo esa premisa, la cineasta nacida en Sâo Paulo, se enfrenta a otro reto mayúsculo, esta vez centrándose en la intimidad de su familia, porque ha comenzado a filmar el proceso de su hija que siente la necesidad de ser otra persona. La película está construida  desde múltiples ángulos y texturas, desde el material de archivo, con esas imágenes domésticas donde vemos la infancia de su hijo, la juventud de la madre, y la propia de la directora. Hay una parte importante que la película se apoya en el diálogo íntimo y transparente, entre la madre de la directora y ella misma, donde conocemos su activismo político en aquel Brasil de principios de los setenta con la dictadura derrocada y una sociedad nueva llena de cambios y sobre todo, de libertad. Y ese otro diálogo, entre madre e hijo, donde nos adentramos en las reflexiones, dudas y preocupaciones tanto de madre como de hijo, a través de una conversación tranquila, profunda y abierta.

Las imágenes de Ruiz traspasan el documento para profundizar en la vida, y en el otro, en todas las ideas, prejuicios y combates internos que tenemos ante los conflictos emocionales que se nos van presentando en nuestra existencia. La película tiene una vitalidad extraordinaria, porque maneja con soltura los citados momentos íntimos, con otros como las manifestaciones feministas y LGTBI, en el Brasil que abarca tres años de rodaje de la película, el que va de 2016 con el fin de la progresista Dilma Rousseff y la llegada del ultraderechista Jair Bolsonaro en el 2019. Acontecimientos que impregnan la película y la hacen muchísimo más reivindicativa y humana, porque estamos ante una película que abraza la diferencia, la diversidad, y sobre todo, nos plantea todo aquello que pensamos sobre cuestiones diferentes a nosotros, colocándonos en una situación en la que debemos mirar, escuchar y entender al otro, liberándonos de todo aquello que se ha ido cociendo en nuestro interior, siendo valientes para observar y ver que hay dentro de esas personas que sienten diferente a nosotros, y mucho más cuando se trata de tu propio hijo.

La directora brasileña trata con suma delicadeza y sensibilidad todo aquello que filma, el archivo que edita, y las personas que filma y cómo las filma, de frente, nunca sin condescendencia ni sentimentalismo, sino de forma auténtica, de verdad, sin acompañamientos ni efectos estilísticos, de forma natural, con esos encuadres cerrados y llenos de humanidad, acercándose con tacto y ternura a sus compañeros de viaje como su madre y su hijo. La película empieza hablándonos de un conflicto íntimo e interno, para crecer enormemente y construir todo un viaje personal, político, social y económico sobre querer ser otro, y cómo esa sociedad que cada vez se vuelve más intransigente y conservadora, responde ante esos cambios que nos hablan de una nueva generación de personas, como aquella otra de los setenta, la de los abuelos, que quiere y necesita vivir sin miedo, aceptando a los demás y sobre todo, aceptándose a sí mismos, construyendo y luchando por una sociedad más justa, con más liberta, y llena de vida, de amor, y de personas que son respetadas y aceptadas por los demás independientemente de su identidad y su género.

Aplaudimos y celebramos la valentía y la sinceridad de una película que habla del individuo para hablarnos de lo colectivo, de una película que se formula a través de lo que filma y como lo hace. Un gran alegría por el coraje de Coraci Ruiz, su coguionista Luiza Fagá, su productor Julio Matos, y de todo su equipo, para levantar una película bellísima, tanto por su contenido como por su forma, por poner sobre la mesa tantos temas de aquí y ahora que entroncan con el pasado, en un tiempo de lucha, reivindicación y manifestaciones, alzándose contra el poder, contra los muros y barreras que continuamente ponen a la libertad de uno mismo. En el umbral habla en realidad de todos nosotros, de todos aquellos que alguna vez en la vida nos hemos sentido diferentes y hemos querido vivir de otra manera, más acorde a lo que sentíamos, aunque para ello tuviéramos que ser objeto de críticas y demás. Todos somos Noah, y también, Coraci, y la abuela. Porque todos vamos en el mismo barco, porque todos queremos una vida tranquila y sobre todo, una vida de verdad, aunque para ello tengamos que enfrentarnos a tantos cavernarios. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA