La terra negra, de Alberto Morais

LAS GENTES DEL MOLINO. 

“Ante este mundo de ganadores vulgares y deshonestos, de prevaricadores falsos y oportunistas, de gente importante que ocupa el poder, de todos los neuróticos del éxito, del figurar, del llegar a ser. ante esta antropología del ganador de lejos prefiero al que pierde”. 

Pier Paolo Pasolini 

El universo cinematográfico de Alberto Morais (Valladolid, 1976) lo componen relatos sobre lo humano y la resistencia en el que pululan “los otros”, desplazados e invisibles que hacen de su cotidianidad un coraje para seguir adelante a pesar de los pesares, a partir de una estructura en la que el itinerario establece la forma y el fondo.  En su primera obra Un lugar en el cine (2007), un alegórico documental que  seguía a Angelopoulos, Erice y Tonino Guerra en sus reflexiones sobre la experiencia cinematográfica, en Las olas (2011), un anciano hacía un largo viaje para volver a Argeles, donde estuvo preso después de la guerra, en Los chicos del puerto (2013), unos chavales recorrían de punta a punta Valencia con el propósito de hacer un último recado al abuelo de uno de ellos, y finalmente, en La madre (2016), un adolescente deambula en busca de cariño tropezando con la cruda realidad. 

Con La terra negra, el cineasta, valenciano de adopción, con un guion escrito por Samuel del Amor y él mismo, en el que continúa con los derrotados, pero virando un poco, en ésta ya no hay movimiento ni viaje, todo es mucho más interior, donde vuelve a lo rural como hiciese en La madre, instalándose en una película de corte clásico, estática y pausada, partiendo de una estructura del western más cercana a Peckinpah y Hellman, nos sitúa en un pueblo valenciano en la actualidad alrededor del trabajo de un molino regentado por dos hermanos, Ángel y María al que llega un forastero, Miquel, para trabajar y ser uno más. Inmediatamente, asaltan los recelos de los otros habitantes de la zona y amigos de Ángel, que ansían poder controlar el codiciado molino. Y no acaba ahí la cosa, porque Miquel tiene un poder que puede influenciar en la conducta de las personas. Como pueden imaginar, el conflicto se desata. Morais planta la cámara y nos cuenta una historia con reminiscencias a la tragedia griega, donde la bondad y lo humano y lo sagrado se enfrentan a lo oscuro, a la envidia y a la violencia, y lo hace con una película que se ve con mucho interés, donde todo avanza con reposo y calma, a partir de un tempo en el que prevalecen los personajes, sus relaciones y los abundantes silencios, miradas y gestos, generando una atmósfera muy oscura a través de lo más cotidiano. 

La excelente cinematografía de Roberto San Eugenio, al que conocemos por sus trabajos con el director Samuel Alarcón, construye una luz muy cercana y natural, porque lo que se busca es que lo doméstico adquiera esa misticidad que proviene del personaje de Miquel rodeado de un microcosmos donde impera una rabia violenta que emana en las raíces del odio y la maldad. El montaje de Julia Juániz, tercera película con Morais, después de las citadas Un lugar en el cine y La madre, donde vuelve a realizar un trabajo excelente, en que se impone un ritmo adecuado y abrumador, donde el enfrentamiento entre la luz y la oscuridad es constante, donde lo terrenal y lo divino se manifiestan como en el cine de Pasolini, claro referente que ya estaba en Un lugar en el cine, ya que Angelopulos viajaba hasta Ostia, la playa donde fue asesinado el insigne cineasta-poeta italiano. Juaniz, con más de 70 películas en su filmografía al lado de Carlos Saura, con el que hizo 10, amén de Erice y Mercedes Álvarez, entre otros, construye una magnífica película con unos intensos 100 minutos de metraje, con unos planos que no sólo explican lo que vemos sino todo aquello que permanece en el lugar pero todavía no sabemos ver.

Otro elemento fundamental en la película y en todas las obras de Morais son sus excelentes repartos. Aquí tenemos a una pareja extraordinaria como son Laia Marull, en su tercera película con el director, después de ser la bondadosa compañera de viaje del abuelo de La olas, siguió con la no madre ausente e inmadura de La madre, y ahora, le ha tocado en suerte a María, la que volvió al molinos después que la vida le zurrara bastante, sobrevive llena de amargura y silencio, la llegada de Miquel, interpretado por un grande como Sergi López, uno de los grandes actores del país y de Europa, que da ese toque de extrañeza, persona de vuelta de todo y humanidad que tanto falta en el pueblo maldito. El tercero en discordia es Ángel que hace un magistral Andrés Gertrudix, el hermano heredero, amigo de todos los “otros”, un tipo débil que no acaba de asumir el mando. Y luego están los codiciosos: tenemos a Abdelatif Hwidar, y los valencianos, la gran presencia de un poderosa actriz como Rosana Pastor, Álvaro Báguena, María Albiñana, que ya estaba en La madre, Toni Misó y Bruno Tamarit, que conforman “el pueblo” tan arraigado a la tierra que cualquier extrañeza y diferencia la enfrentan con miedo y usando la violencia grupal como recurso cobarde y enfermizo. 

Morais hace su película más poderosa y más llena de recovecos y pliegues que se erige como ejemplo de una sociedad que no acaba de romper con ese pasado de crueldad y violencia y no tiene la capacidad de resolver sus conflictos mediante la palabra y el amor. Quizás hay una parte de nuestra condición que se resiste a dejarnos y nos golpea con fuerza cuando el miedo al otro y a la pérdida de no sé qué valores ancestrales que nos someten a una realidad que ya no existe, porque los tiempos cambian y nuestras formas de ser parecen ancladas a realidades pasadas que nos envuelven en un aire de superioridad que se mezcla con miedo e irracionalismo. La terra negra es una película que expone todo esto, y lo hace con sencillez y honestidad, sin trampas ni estridencias argumentales, con mucha naturalidad en el que se fusionan lo humano con lo sagrado, lo más terrenal con lo místico, tiene aquello que tanto le gustaba a Bresson, donde los cuerpos lo dicen todo, sin recurrir al diálogo. Tiene ese aroma de la tragedia rural, donde todos están contra todos, donde el bien parece un leve resquicio de luz ante tanta podredumbre y un odio visceral que no razona, que no habla, que pega y mata. Sigamos alerta porque los monstruos siempre se disfrazan de todo menos de lo que son. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Hada, de Àlex Mañas

LOS TIEMPOS PASADOS, LOS TIEMPOS PRESENTES.  

“Si pudiéramos saber dónde y cuándo nos volveremos a reencontrar, seríamos más tiernos con nuestros amigos al despedirnos”

Marie Louise Ramé “Ouida”

Si hay una película que reflexiona sobre la juventud pasada y donde fueran a parar aquellos tiempos pasados es sin lugar a dudas Reencuentro (The Big Chill, 1983), de Lawrence Kasdan, donde un grupo de amigos, quince años después, se reencuentran para asistir al funeral de uno de los miembros del grupo. Unos amigos que volvían a verse y se enfrentan al paso del tiempo y a todo aquello que los unió y ahora, ya no existe. Hada, la ópera prima de Àlex Mañas podría ser una película hermanada con la de Kasdan, porque también habla de un reencuentro, y también, son unos amigos que acuden al funeral de uno de ellos. A esos elementos se añaden el suicidio y el equipo de basket como nexo de unión. Partiendo del trabajo final de carrera de unos alumnos de interpretación de la escuela Eòlia, Mañas ha reclutado a ocho jóvenes de 23 años que son los amigos y ex compañeros de baloncesto de Hada, la joven que se ha quitado la vida. Estaremos unos días con ellos, unos días donde se hablará del pasado, de las oscuridades y otros temas. 

A Mañas lo conocemos por su trayectoria de dos décadas en las tablas en las que ha trabajado como dramaturgo y director en obras tan potentes como  Béla Bartók: Exili en Nova York (2013) o Amanda T (2016/18/19), sus trabajos como guionista para tv-movies y la dirección del corto Mejor amigo (2015). La idea de Hada surgió a partir del montaje de Amanda T, una obra sobre el suicido de una joven canadiense a raíz del ciberacoso que sufrió que, al año después, recibió la llamada del suicido de una ex compañera de su antiguo equipo de basket que fue a ver su obra. A partir de esta experiencia real, la película se centra en esos días previos al funeral y el día de autos, donde un grupo de jóvenes, después de años sin verse, se reencuentran y vamos conociendo sus realidades y lo que compartían o no con la fallecida. Hay dos voces cantantes, Maria y Sara que nos van guiando por la historia, en el que la fragmentación se impone tanto en la forma como en el fondo evidenciando las fronteras y los espacios personales de cada uno de ellos. Todo lo vemos en partes, como un puzzle que en el pasado se compartía y ahora, en el presente, se ha difuminado en diferentes piezas que poco o nada tienen en común. 

El cineasta barcelonés captura la agitación y las inestabilidades de una generación que no acaba de sentirse bien consigo misma y mucho menos, encontrar aquel trabajo, amor u otra cosa con la que soñaban y que el tiempo no ha terminado de concretar. La cámara de Kiku Piñol recoge con audacia y reposo todo ese microcosmos de unas personas que, ahora parecen extraños de sí mismos y con los demás, con una cámara muy cercana, que construye esa asfixia del momento y de las vidas por hacer o simplemente, olvidadas porque dieron a otras inesperadas. La música de Savi Lloses, que ha trabajado en los equipos de películas como Yo y Laia, y en las galas de Premis Gaudí, ayuda a acentuar esa no vida que sigue pendiente y argumenta los muros que separan a este grupo de amigos que ya no lo es tanto, y luego un par de temas que mejor no desvelaré. El montaje de Juan Gabriel García, que tiene en su haber experiencia en documental que, en sus 83 minutos de metraje nos lleva de aquí para allá, sin descanso y mucho corte limpio, en el que las oportunas pausas entre los reencuentros generan ese abismo y a la vez, esa cercanía que existe entre ellos, y entre la ausencia/presencia de Hada. 

Si la técnica brilla con altura en Hada, Mañas muy conocedor de los intérpretes, por sus años en el teatro, ha reclutado un equipo de ocho actrices y actores excelente que demuestran una gran naturalidad y transparencia en unos personajes de aquí y ahora, que se parecen mucho a lo que hemos sido o somos, donde exponen sus dudas, miedos, contradicciones y demás aspectos y emociones en un sinfín de altibajos que se producen después de la “noticia”. Sus nombres son: Maria Sanz y Sara Espías, las protagonistas, y las compañías Júlia Ferré, Irene Quirós, Sofía Cortés, Héctor Vidondo, Adrián Portillo y Néstor Circolone que comparten el mismo nombre con sus personajes. Mañas ha debutado a lo grande con un proyecto pequeño, hablando de suicidio, de jóvenes, de amigos, o ex-amigos, y también, sobre la vida, sobre lo que fuimos, sobre lo que somos, sobre lo que nunca seremos, y sobre todas esas cosas que suceden cuando la vida se rompe, y la muerte cae sobre nosotros como un señor despiadado y poderoso que nos devuelve a la fragilidad de nuestras existencias, a lo pequeño que somos realmente, y todas esas cosas que deberíamos haber hecho y no hicimos, y ahora, ya es demasiado tarde. Una película que abre muchas puertas y ventanas a reflexionar sobre todas esas cosas que parecen importantes y que, en realidad, lo son y mucho, y lo tarde que nos damos cuenta de todo. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA 

Entrevista a Alex Sardà

Entrevista a Alex Sardà, director de la película «El príncep», en la sala del Zumzeig Cinema en Barcelona, el jueves 28 de noviembre de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Alex Sardà, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Iñigo Cintas de Nueve Cartas Comunicación, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Paulino Viota

Entrevista al cineasta Paulino Viota, con motivo de la retrospectiva y Carta Blanca que le dedica la Filmoteca de Catalunya, en su habitación del Hotel Barceló Raval en Barcelona, el miércoles 2 de octubre de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Paulino Viota, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Jordi Martínez de comunicación de Filmoteca, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Pappi Corsicato

Entrevista a Pappi Corsicato, director de la película «Jeff Koons. Un retrato privado», en el marco del BCN Film Fest, en el Hotel Casa Fuster en Barcelona, el jueves 25 de abril de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Pappi Corsicato, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Miguel de Ribot de A Contracorriente Films, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Weapons, de Zach Cregger

LOS 17 NIÑOS DESAPARECIDOS DE MAYBROOK.

“Se encuentra frente al gran misterio… Al que hace temblar a la humanidad desde su origen: ¡lo desconocido!”.

Gastón Leroux

Toda interesante película, independientemente del género y la textura, debe tener por decreto, un prólogo lleno de misterio, intriga e inquietante que produzca al espectador motivos para quedarse a verla. En Weapons, de Zach Cregger (Condado de Arlington, Virginia, EE.UU., 1981) se cumplen con creces esta regla no escrita pero sumamente eficaz. La historia se abre con una situación muy sorprendente: los 17 niños desaparecidos, en mitad de la noche, en un lugar tranquilo, familiar y sin más como Maybrook. Nadie sabe nada, nadie ha visto nada. Ante esta premisa, nos introducen una voz en off de niña que nos guiará estos primeros instantes del relato. Los únicos hilos a los que tirar son dos: Justine, la maestra de los niños, que está atónita ante el hecho, y Alex, el único alumno que se ha personado en el colegio la mañana después. Una apertura digna de una película absorbente y estupenda de terror, aunque como comprobaremos en unos minutos, la película sabe manejar la dosificación de información para dejarnos atrapados en sus imágenes. 

A partir de un espléndido guion del propio Cregger con estructura “Rashomon”, es decir, parte de cinco episodios de los personajes principales: Justine, Archer, uno de los padres afectados, Paul, un policía, Marcus, el director del colegio y Alex en los que va desgranando sus cotidianidades, miedos y las relaciones que se producen entre ellos, en los que veremos las diferentes perspectivas de la misma historia. Un planteamiento excelente que se aleja completamente de ese terror de sustos y música alta tan popular en estos tiempos. Aquí hay inquietud, angustia y terror a través de la cotidianidad, construyendo un cuento de hadas, con sus elementos característicos, sí, pero llevado a nuestra contemporaneidad, generando ese toque de atemporalidad que se agradece y mucho, porque la historia va avanzando a través de lo desconocido, sin recurrir a estratagemas ni a sorpresas para engatusar al espectador, aquí no hay nada de eso, su fórmula se basa en lo clásico: contarnos una historia a través de personajes bien planteados y avanzar el relato desde la pausa, la mirada, el gesto y dosificando enormemente la información para producir esa sensación de adentrarse en un lugar del que no hay vuelta atrás.

A Cregger lo conocíamos por su faceta como actor en series populares, y haber codirigido alguna comedia juvenil, y su destape en el terror con Barbarian (2022), en una historia de casa encantada o al menos eso parece. Su cum laude lo consigue con Weapons, en la que se ha rodeado de grandes técnicos como el cinematógrafo Larkin Seiple, del que hemos visto su trabajo en To Leslie (2022), de Michael Morris, y en la reciente Wolfs, de Jon Watts. Su luz etérea y plomiza crea esa imagen sombría tan adecuada para la historia que nos cuentan, y unos planos y encuadres bien estudiados donde lo revelador se consigue mediante la quietud y no al contrario. La música la firman los hermanos Rayn y Hays Holladay, que ya hicieron Class Action Park, un documental que documentaba los accidentes y peligros de un parque acuático, y el propio Cregge, que debuta en estos menesteres. Los tres consiguen una soundtrack magnífica, donde no hay sorpresas sacadas de la manga, sino todo lo contrario, siguiendo el tono de la película, a partir de lo inquietante y lo sugerido más que lo mostrado. El montaje es de Joe Murphy, viejo conocido del director, ya que estuvo en Barbarian, del que sabemos sus trabajos con James Franco y Eliza Hittman y en films como Swallow. Su trabajo no era nada sencillo, en una película que se va a los 128 minutos de metraje, donde todo se sujeta a lo que no conocemos, creando esa atmósfera donde todo es muy oscuro. 

El director estadounidense se rodea de un brillante reparto en el que destaca la gran composición de Julia Garner como la maestra tan perdida como los demás en el condado, siendo uno de esos roles que tiene sus cosas, pero nada que ver con la desaparición, en otro gran papel después de The assistant y Hotel Royal, en una filmografía que pasa de los treinta títulos con apenas 31 años. Su antagonista se pone en la piel de Josh Brolin, que está muy bien como padre desesperado, este actor nunca está mal, y además elige buenos guiones que le hacen lucirse mucho más, a los que le pone carisma y humanidad a cada uno de sus personajes. Tenemos a Alden Ehrenreich como el policía, que anda con su conflicto a parte de los 17 niños desaparecidos, un actor de largo recorrido al que hemos conocido en papeles de reparto con Coppola, hermanos Coen, Woody Allen, entre otros, al igual que Benedict Wong que es el director de la escuela, un todoterreno del cine mainstream, y la veterana Amy Madigan, en un personaje clave en la trama, del que no desvelaremos nada más, con más de setenta títulos y cuatro décadas de carrera, junto a grandes como Altman, Malle, Romero, Holland, entre otros.

Sólo podemos rendirnos a una propuesta como Weapons (un título muy acertadísimo, ya lo sabrán cuando vean la película, y no de lo que imaginan ahora mismo), de Zach Cregger, un director al que habrá seguir de cerca, y no sólo si vuelve a plantearse una de terror, sino porque su forma de contarnos la historia, que bien saben, lo es todo, su alucinante atmósfera de cuento de terror a la antigua usanza, donde prima el relato, los personajes y un desconocido tan aterrador como cotidiano, y además, imponer un ritmo pausado y sin ninguna prisa, para sujetar a los espectadores con lo mínimo, llevándolo de la mano como si caminamos por un sendero, adentrándonos en un bosque donde hay una casita al que nadie hace caso, o quizás, abandonada, quién sabe. Vayan a verla, porque Weapons no es una película de terror más, es una magnífica película, llena de detalles y matices, con un misterio que hay que desvelar, un misterio que no es tan raro como imaginamos, porque como suele suceder, alrededor nuestro siempre hay monstruos, aunque con nuestras prisas y nuestras vidas ocupadas, nos olvidamos de mirar a nuestro alrededor y pasar desapercibido nuestra realidad y mucho más nuestra cercanía. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Luàna Bajrami

Entrevista a Luàna Bajrami, directora de la película «Phantom Youth», en el marco del BCN Film Fest, en el Hotel Casa Fuster en Barcelona, el domingo 21 de abril de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Luàna Bajrami, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Miguel de Ribot de A Contracorriente Films, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Caye Casas

Entrevista a Caye Casas, director de la película «La mesita del comedor», en su domicilio en Terrassa, el lunes 8 de julio de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Caye Casas, por su tiempo, sabiduría, generosidad, a Óscar Fernández Orengo, por sus gestión y retratarnos de forma excelente, y a Pere Vall de Comunicación, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Carlotto Rose y Alex Kumar

Entrevista a Carlotto Rose y Alex Kumar, directores de la película «Malditos», en el domicilio de uno de los directores en Barcelona, el miércoles 18 de junio de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Carlotto Rose y Alex Kumar, por su tiempo, sabiduría, cercanía y generosidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Aquel verano en París, de Valentine Cadic

BLANDINE CONOCE A BLANDINE. 

“En el cine, las jóvenes solitarias suelen ir asociadas al drama o al peligro. Me interesa explorar esa soledad como espacio de descubrimiento. Con Blandine quería retratar a esas mujeres que superan la treintena sin ajustarse a las expectativas sociales, sin reivindicarlo necesariamente”.  

Valentine Cadic

Seguramente recuerdan a Delphine, la protagonista de El rayo verde (1986), de Eric Rohmer que, al llegar las esperadas vacaciones, no tenía con quién ir y decidía ir sola, y eso la llevaba a conocer una parte oculta y muy importante de su alma. Algo parecido le ocurre a Blandine, la protagonista de Aquel verano en París (en el original, “Le rendez-vous de l’été”, traducido como “Reuniones de verano”), ópera prima de ficción de Valentine Cadic que, al igual que Delphine, llega al París en pleno auge de Juegos Olímpicos en el verano de 2024 desde Normandía con la idea de ver la competición de la nadadora Béryl Gastaldello, que se interpreta a sí misma, y aprovechar su viaje para ver a su hermana mayor Julie, que no ve desde hace diez años, y de paso conocer a su sobrina Alma. 

A través de un guion coescrito entre Mariette Désert, que tiene en su haber films de Martin Rit y Mikaël Hers, y la propia directora, seguimos las peripecias, desventuras y tropiezos de Blandine, que soporta con estoicismo y buen humor todos los avatares de la turista que se pierde, que no puede entrar al recinto porque su mochila es demasiado grande y cosas de ese tipo. La película no oculta su sencillez e intimidad, sino que al contrario hace de ello su fortaleza y solidez para construir una historia que nos atrapa desde el primer instante, combinando las imágenes propias del documento que está sucediendo al instante con la obra de ficción que se fusiona generando una idea de vida y ficción que casa con claridad y de forma muy natural, como ya hizo Cadic en dos cortos como Les grandes vacances (2023), con un camping en plena temporada como telón de fondo, y en Omaha Beach, que reconstruye el desembarco de Normandía en los mismos lugares donde sucedió. Blandine nos sirve de guía en mitad de un caos de ciudad, llena de gente, y el reencuentro/desencuentro con Julie, más pendiente de su caos personal que de la visita de su hermana. 

La directora que ha actuado en las películas “Ava” de Léa Mysius y “Nuestras batallas” de Guillaume Sénez, se ha rodeado de una gran cinematógrafa como Naomi Amarger, que trabaja en las cintas de Marie-Castille Mention-Schaar, impone una luz clara y transparente que evidencia la humanidad de la joven protagonista, con la textura que da el celuloide como hacían en Mi vida con Amanda (2018), del citado MIkaël Hers, y en Una bonita mañana (2022), de Mia Hansen-Love, mostrando un París caótico sí, pero captando los contrastes entre las calles de multitud con los interiores más reposados. La música de Saint DX, que debuta en el cine, ayuda a establecer un interesante diálogo entre las imágenes festivas con los las emociones que experimenta Blandine, una especie de náufraga que más que salir de la isla quiere estar un rato en silencio y experimentando lo que es y lo que necesita. El montaje de Lisa Raymond, en una película breve, tranquila y nada complaciente, aunque a primera vista a algún espectador le pueda parecer lo contrario, en un montaje clásico, que no usa recursos modernos ni da que maquille lo que se cuenta y de la forma en que lo hace, en sus interesantes y profundos 77 minutos de metraje. 

Si el guion funciona a las mil maravillas con un París que se ve diferente, con una perspectiva de ciudad densa, multitudinaria y también, con pequeñas historias que suceden en silencio como la de Blandine, auténtica alma de la película con la magnífica y emocionante interpretación de Blandine Madec, que ya fue la antiheroína de la mencionada Les grandes vacances, con un personaje diferente pero con esa actitud de estar sola sin nadie alrededor. Le acompañan India Hair como Julie, que hemos visto en películas de Quentin Dupieux, Ursula Meier, Maïwenn y la reciente Tres mujeres, de Mouret, Arcadi Radeff que ra uno de los protagonistas de El cuadro robado, entre otros. Una película como Aquel verano en París es una rara avis porque reivindica la soledad como herramienta esencial para estar y conocerse a uno mismo para crecer, respirar y sentir a tu manera, despacio y sin prisas. Una película en ese sentido muy revolucionaria, porque en un mundo lleno de presiones sociales, donde estar soltero/a se relaciona a algo negativo y no a una elección muy personal, el relato de la directora francesa captura con gran sentido y claridad la necesidad de estar sola que tiene Blandine, y sobre todo, de tomarse la vida como viene, a aprender a dejar de amar, a una lección constante, a ser y estar como uno quiera sin necesidad de dejarse llevar por una sociedad tan libre que se olvida de sentir el verdadero significado de ser libre. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA