Entrevista a Liliana Torres

Entrevista a Liliana Torres, directora de la película «Mamífera», en la Ikas de Gràcia en Barcelona, el lunes 29 de abril de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Liliana Torres, por su amistad, tiempo, sabiduría, generosidad, y al equipo de comunicación de la película, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Riverbed (El estanque de la doncella), de Bassem Breche

MADRE E HIJA VISITAN SUS FANTASMAS. 

“No se puede llegar al alba sino por el sendero de la noche”

Khalil Gibran 

Siempre es de agradecer que las distribuidoras apuesten por un cine poco visto por estos lares como puede ser la cinematografía libanesa. Así que, estamos de enhorabuena por ver una película como Riverbed. El estanque de la doncella, que relata la cotidianidad de Salma, una mujer madura que vive en un pequeño pueblo y sola en una casa que refleja tantos años de guerras, muertes, ausencias y fantasmas. Su rutina se basa en un empleo que consiste en atender llamadas telefónicas, y pasar tiempo con su amante clandestino, una relación que recorren los caminos en automóvil y escuchando música, intentando recuperar tanto tiempo perdido, como su propia existencia alejada de todos, llevada desde el secreto y la invisibilidad. No conocemos su pasado al detalle, pero podemos intuir que está lleno de dolor, silencio y pérdidas, al igual que su país, sumido en una continua depresión que reflejan las casas del pueblo, medio derruidas y llenas de sombras y habitadas por almas en pena. 

El guion escrito por Ghassan Salhab y el propio director Bassem Breche (Líbano, 1978), con años de experiencia como guionista, hace su salto al largometraje con Riverbed, donde nos habla de Salma y su reencuentro con su hija Thuraya, después de años sin relación. Una hija que vuelve separada, embarazada y derrotada, que buscará refugio y amparo junto a una madre ya acostumbrada a vivir en soledad. La película está construida en base a este encuentro no deseado, o quizás, podríamos decir, un encuentro complejo, lleno de oscuridad y sobre todo, repleto de demasiados fantasmas, los propios, los familiares y los del propio país. Un relato lleno de miradas y silencios, en el que estas dos mujeres reflejan un estado de ánimo, la sensación de sobrevivir en un entorno que no lo puso nada fácil, también es la historia de dos almas enfrentadas, dos mujeres que no encajan, que vienen de un pasado muy doloroso, donde hubo que seguir viviendo a pesar de tanta derrota, tanta violencia y tantas muertes. Ahora, deben convivir, o al menos ayudarse a empezar otra vez, como siempre han hecho, en las cuatro paredes de una casa en presente pero llena de pasado, de demasiado pasado, como si este pasado se negará a desaparecer y continúa muy presente. Una onírica paradoja que, en el fondo, define a los libaneses y a un futuro que no llega y que siempre huele a pasado. 

Breche no quiere detenerse en detalles superfluos ni en piruetas argumentales que desvíen lo más mínimo la atención de sus dos personajes, porque todo se cuenta desde la intimidad y la cercanía, traspasando esas almas sin descanso, atrapadas en un estado bucle de dolor y tristeza, aunque ahora, la vida, les está dando otra oportunidad, un intento de volver a ser ellas, a mirarse a los ojos, y decirse todo aquello que deben de decirse, o si todavía no pueden, darse ese tiempo para volver a hablar, aunque sea con la mirada y los gestos, por ejemplo, un abrazo. La cinematografía de Nadim Saema va en consonancia a los sentimientos encontrados y contradictorios de las dos mujeres, rodeadas de penumbras y silencios de toda índole, así como eso leves resquicios de luz donde parece que la esperanza quiere abrirse camino con ellas. El montaje de Rana Sabbagha también actúa en los mismos términos, dando ese tiempo necesario para ver, saborear y sentir cada gesto, cada mirada, cada silencio y cada acercamiento entre las dos protagonistas, además ayuda su breve metraje, que apenas llega a los 78 minutos, en esa idea por el minimalismo, tanto en el tono como en la forma. 

La magnífica pareja protagonista que forman Carole Abboud, actriz de larga trayectoria en el cine libanés desde mediados de los años noventa, que le ha llevado a labrarse una excelente filmografía tanto en el medio televisivo como en el cinematográfico, y Omaya Malaeb, teclista de la banda indie libanesa Mashrou’s Leila, debuta en el cine. Ellas son Salma, la madre y Thuraya, la hija, dos mujeres que han vivido a pesar de los demás, a pesar de la guerra, a pesar de tantos fantasmas con los que deben convivir, y sin embargo, ahí siguen, firmes y valientes, aunque doloridas y tristes, y ahora, la vida, en sus vueltas y revueltas irónicas las vuelve a juntar, obligándose a mirarse, a sentir todo eso que pensaban olvidado, aunque las cosas nunca son como uno desea, sino como son, y nos devuelve todo aquello que nos empeñamos en fingir que ya no recordábamos, que ya no estaba en nosotros, qué ilusos somos los sapiens, y qué perdidos estamos siempre. En fin, la existencia y el pasado no sólo van de la mano, que forman parte de uno y de un todo, que no podemos ni siquiera comprender y mucho menos controlar, como les sucede a Salma y Thuraya, una madre y una hija que deben volver a ser madre e hija, y sobre todo, sentir en lo que eran, en lo que son y en tender puentes entre una y otra, y mirar a la otra, e intentar acercarse más, porque la vida les hecha un cable, y no pueden desperdiciar. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Mamífera, de Liliana Torres

LOLA NO QUIERE SER MADRE. 

“Porque hay una historia que no está en la historia y que sólo se puede rescatar escuchando el susurro de las mujeres”

Rosa Montero 

En los últimos años hemos visto que la cinematografía española ha mirado y explorado las diferentes formas de maternidad. Películas como Els dies que vindran, de Carlos Marqués-Marcet, Cinco lobitos, de Alauda Ruíz de Azúa, Viaje al cuarto de una madre, de Celia Rico, Ama, de Júlia de Paz Solvas, y La maternal, de Pilar Palomero, son sólo algunos ejemplos de un cine que profundiza en el hecho de ser madre. Podríamos decir que Mamífera, de Liliana Torres (Vic, 1980), es el contraplano de todo ese cine, porque la película no nos habla de la maternidad, sino de la decisión de no ser madre. Una decisión que no es fácil, repleta de estigmatizaciones y sobre todo, de múltiples presiones y estereotipos sociales que cuestionan la moral de las mujeres que deciden no ser madres. La película se pregunta a sí misma, se cuestiona todo y a todas, y lo hace desde un personaje como el de Lola, una mujer feliz con su pareja Bruno que, al quedarse embarazada, le volverán todos los miedos del mundo a la hora de afrontar su decisión. 

A Torres la conocíamos con Family Tour (2013), una interesante propuesta que investigaba las relaciones y (des) encuentros de la propia directora, que interpretaba Nuria Gago, con su familia, que se interpretaba a sí misma,  después vimos ¿Qué hicimos mal? (2021), protagonizada por Liliana que visitaba a tres ex parejas y les preguntaba por la citada cuestión. Con Mamífera se cierra una especie de trilogía en la que aborda la maternidad, pero desde un prisma sensible y nada juzgante, desde lo más íntimo y cercano, desde una mirada sobre la aceptación de uno mismo y la de los demás, aunque tomen decisiones alejadas a las de la protagonista. El personaje principal Lola, hilo conductor, con la que viajamos por esa Barcelona y rodalies tan domésticos, la acompañamos en su deriva y temores en esos tres días de reflexión, según la ciencia, en la que interrumpirá el embarazo. Seremos su compañía y su espejo en el que reflejarse, arrastrando dudas, miedos y preocupaciones, visitando a las madres, a las que tienen y no tienen, y a su madre, para exponer sus reflexiones, sus ideas y pensamientos, en un viaje muy interior, parecido al que vivía la protagonista de Cléo de 5 a 7 (1962), de Agnès Varda, en otro contexto y situación pero tanto una como otra, llenas de incertidumbre y abismos. 

La cinematografía tan directa y traspasadora de Lucía C. Pan, que hemos conocido por sus trabajos para Xacio Baño, Andrés Goteira, Sonia Méndez y Álvaro Gago, entre otros, que ya estuvo en ¿Qué hicimos mal?, ayuda a crear un espacio íntimo y profundo, dejando de lado artificios y estridencias argumentales para seguir con una cámara que es una extensión de la propia Lola, rodeada de esos grisáceos de la periferia barcelonesa, con sus continuos viajes en tren o metro. El estupendo montaje de Sofi Escudé, que codirigió con Liliana el documental Hayati (Mi vida), que nos atrapa y asfixia en sus 93 minutos intensos y sin tregua, siguiendo a una Lola que deambula, que va y viene y no sabe adónde va, en un relato en primera persona y singular con esas partes oníricas tan ricas y profundas que materializan todos esos pensamientos y temores de la protagonista. La música de Joan Pons Vilaró, que también estuvo en Hayati (Mi vida), resignifica el tono y la forma de una película que navega sin prejuicios por el drama y la comedia, mezclándolos de forma natural como la montaña rusa de emociones y sentimientos en la que está Lola. 

Una película sencilla, transparente y nada pretenciosa como Mamífera requería de unos intérpretes que vayan más allá de lo que se cuenta, y cómo se cuenta, con esas miradas y silencios que hablan mucho más que los diálogos, con una magnífica y poderosa María Rodríguez Soto que, protagonizó junto a David Verdaguer la mencionada Els dies que vindran, ahora con el mismo arranque pero en unas decisiones y circunstancias totalmente diferentes, porque su Lola no quiere ser madre y debe lidiar con ese espacio de soledad y miedo ya que su entorno no ha tomado la misma decisión, y la actriz mezcla la fuerza y la vulnerabilidad de un personaje valiente y lleno de miedo. A su lado, Enric Auquer, la pareja cercana, sensible y cuidadora, aunque la decisión de Lola también generará conflictos y muchas palabras, quizás demasiadas. Tenemos una retahíla con personajes breves, pero igual de interesantes como los de Amparo Fernández haciendo de madre de Lola, Anna Alarcón y Ruth Llopis, una madre y otra que quiere, darán puntos de vista muy distintos y respetables para la protagonista. Y otras cómo Mireia Aixalà, Ann Perelló, Anna Bertran y Maria Ribera, entre otras. 

Me encantaría que el público fuera a ver una película como Mamífera, porque les hará cuestionarse muchas cosas de su propia vida y las de su alrededor, y quizás, ya no juzgarán tan a la ligera y se encerrarán en sus propios miedos, prejuicios y valores de mierda, porque la película aboga por la empatía, ese aspecto tan en desuso y en vías serias de extinción, en hacer el ejercicio y el esfuerzo en mirar más al otro que, posiblemente es el/la que tenemos más cerca, y necesita eso mismo, que los mires, los escuches y sobre todo, los entiendas aunque no tengas la misma idea de vida, de maternidad o lo que sea, porque lo que nos hace humanos no es pertenecer a esta especie, ni mucho menos, sino en esforzarnos en respetar y cuidar al otro/a y no imponerles nuestros valores, porque ellos tienen los suyos, y quizás, están muy lejos de los nuestros, y eso no quiere decir que sean mejores o peores, sino diferentes, y tenemos el deber de escuchar y respetar, y no juzgar, así que, ya saben y sabemos, vivan como puedan y sobre todo, miren de frente al otro/a, sólo eso, y créanme, eso cambiará muchas cosas, nos hará humanos y nos acercará los unos/as con los otros/as. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Paola Cortellesi

Entrevista a Paola Cortellesi, directora de la película «Siempre nos quedará mañana», en el marco del BCN Film Festival, en el Hotel Casa Fuster en Barcelona, el sábado 20 de abril de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Paola Cortellesi, por su amistad, tiempo, sabiduría, generosidad, a la intérprete del festival por su gran labor, y a Lara P. Camiña de BTeam Pictures, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Patrick Ryborn y Mikael Persbrandt

Entrevista a Patrick Ryborn y Mikael Persbrandt, productor y actor de la película «Hammarskjöld. Lucha por la paz», de Per Fly, en el marco del BCN Film Festival, en el Hotel Casa Fuster en Barcelona, el lunes 22 de abril de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Patrick Ryborn y Mikael Persbrandt, por su amistad, tiempo, sabiduría, generosidad, a Alba Sala, por su gran labor como intérprete, y a Sílvia Lobo de Stendhal Films, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Siempre nos quedará mañana, de Paola Cortellesi

UNA MUJER ITALIANA DE POSGUERRA. 

“Es fácil ser una hembra. Bastan con un par de tacones y vestidos cortos. Pero para ser una mujer, te tienes que vestir el cerebro de carácter, personalidad y valentía”. 

Anna Magnani 

Si nos detenemos a pensar en las dos actrices que mejor han mostrado a la “Mamma italiana” de posguerra, sólo nos vienen dos nombres: Anna Magnani en Bellisima (1951), de Visconti, y Sofia Loren en Dos mujeres (1960), de De Sica. Dos mujeres y madres que, desafiaron el patriarcado impuesto, y se lanzaron a materializar sus sueños en una Italia muy gris, muy pobre y sin esperanza. Paola Cortellesi (Roma, Italia, 1973), muy popular en el país transalpino, por unas cuantas comedias divertidas y románticas que han reventado taquillas, se enfunda en su primera película como directora, que ha sido todo un fenómeno en Italia con más de 5 millones de espectadores y más de 40 millones de recaudación. Siempre nos quedará mañana (C’è ancora domani, en el original), nace a partir de un guion que coescriben Furio Andreotti, Giulia Calenda, que la directora recluta de sus comedias junto a Riccardo Milani, y ella misma.

Estamos ante en un drama ambientado en la dura posguerra de 1946, en una Roma llena de miseria, tanto física como moral, en el que abundan los empleos precarios, los soldados estadounidenses, y una vida anodina e infeliz en que los días se amontonan y apenas hay momentos de alegría. A partir del personaje de Delia, que no está muy lejos de la Magnani ni de la Loren, es una de esas mujeres que se levantan cada día, como vemos en el magnífico arranque, con ese piso subterráneo que define con detalle su situación, y prepara a los suyos, un marido autoritario y violento, una hija enamorada de un joven de su edad de familia acomodada, y un par de hijos pequeños que andan a la gresca todo el día. Después, la mujer se lanza a la calle, y emplea su tiempo en varios trabajos como en una tienda que reparan paraguas, poner inyecciones, y tender ropa de adinerados, situaciones que ayudan a mostrar el reflejo de la desigualdad en un país que perdió la guerra, pero que a algunos no les fue tan mal. Cortellesi recupera el aroma de los grandes como los mencionados, a los que se podrían añadir los Rossellini, Pasolini y demás que, mostraron una realidad difícil que se denominó Neorrealismo, porque las cámaras salían a mostrar la vida de los italianos que, a duras penas, sobrevivían. 

La película no sólo se queda en el drama, sino que introduce las dosis necesarias de comedia para aligerar tanta tristeza, como los de ese vecino que parece el reportero de la ristra de edificios en forma de placita, muy popular en la época, donde las mujeres, mientras laboran cotillean de unas y otras, y esos momentazos musicales que suavizan los malos tratos que recibe Delia de Ivano, su amargado y frustrado marido, y todos esos instantes con su amiga Marisa, que regenta una parada del mercado callejero, donde parece que la vida puede ser otra cosa. El excelente blanco y negro y la cuidada composición de la cinematografía que firma Davide Leone que, después de muchos trabajos de equipo y miniseries, hace su segunda película, revelándose con un extraordinario empleo de la luz y la composición, donde vuelve a la idea que se puede mostrar la realidad dura con belleza plástica. En el mismo tono se construye el montaje de Valentina Mariani, también fichada de las comedias que, impone un tiempo maravilloso donde la película se cuento con reposo y mirada, en una trama que se va casi a las dos horas de metraje, en la que ni falta ni sobra nada, con momentos de drama, comedia y documento, donde la realidad y las formas de trabajo y cotidianidad nos devuelven a aquel tiempo, sin ningún alarde técnico ni estridencia argumental, mostrando los personajes y sus pequeñas batallas diarias. 

La gran aportación musical de un grande como Lele Marchitelli, habitual de Sorrentino desde Le Grande Belleza, con la sutileza adecuada para mostrar sin subrayar, con una banda sonora que explica más allá sin ser nada empalagosa ni estridente, escarbanda en la  complejidad interior de los diferentes personajes. Si la técnica de Siempre nos quedará mañana resulta exquisita y sensible, las interpretaciones no podían estar a otra altura que no fuese acorde con cómo se cuenta. Tenemos una retahíla de intérpretes como Valerio Mastandrea, que hace poco vimos como uno de los suicidados en El primer día de mi vida, amén de películas con grandes como Bellocchio, Ferrara, el citado Sorrentino y muchos más, se encarga del rol de Ivano, muy bien caracterizado, el hombre italiano machista, tradicional y violento, con la característica camiseta de tirantes blanca, con ese enfado crónico con su país, con él mismo y con todos. La maravillosa y casi debutante Roman Maggiora Vergano como Marcella, una joven enamorada que sueña con abandonar la dura realidad de su familia y emprender una vida al lado de Giulio, que hace Francesco Centorame, y que el anuncio de su compromiso altera la existencia y de qué manera, de Delia y su familia. 

Un par de intérpretes, esenciales en la historia, como Giorgio Colangelli, con más de setenta títulos, hace de Ottorino, el suegro enfermo crónico, malhumorado y deslenguado, que tiene en su haber películas con Scola y el mencionado Sorrentino. Vinicio Marchioni es Nino, el amor que no puede olvidar Delia, quizás la última esperanza para salir de su cruda existencia, y finalmente, Emanuela Fanelli es Marisa, la amiga y la confidente de Delia, ese ratito con ella en que la vida puede ser de otro color. Hemos dejado para el final, como los grandes artistas, para hablar de Paola Cortellesi, porque su Delia es un personaje maravilloso que una actriz siempre espera, con una interpretación magnífica, llena de detalles y sutileza, con esa mirada intensa en la que la amargura está pero sabe camuflarla. Una mujer de bandera, intensa, valiente que no se arruga ante nada ni nadie, y soporta los avatares de la vida con dignidad, convirtiéndose no sólo en la protagonista de la película, sino en un ejemplo de cómo mantenerse en pie a pesar de tanta hostia y sobre todo, no perder la esperanza nunca porque, como dice película, mañana volverá a ser otro día, otra oportunidad, otra esperanza. 

No se dejen asustar por el blanco y negro, porque resulta la mejor luz para situarnos en la posguerra italiana de 1946, y acepten la invitación de Paola Cortellesi que, no sólo ha conseguido una de la películas del año, sino que nos emociona con una sensibilidad honesta y extraordinariamente sincera, sin tapujos, con delicadeza, sin caer en el tremendismo ni en la sensiblería, porque la película podría caer en el regodeo de la tristeza, pero no lo hace, ni mucho menos, de hecho, se aleja muchísimo de todo eso, moviéndose en lo humanista que, aún la hacen más soberbia, como las secuencias entre Delia y Nino, puro romanticismo, y en esas otras donde describe con sutileza esa Roma dura, donde las gentes van de aquí para allá intentando ganar algunas liras, como los colgadores de carteles que nos remiten a la inolvidable Ladrón de bicicletas (1948), de De Sica, y esos diminutos pisos llenos de polvo de la periferia romana que tanto nos ha mostrado el talento de Pasolini, y sobre todo, es una de las grandes obras sobre mujeres de aquel momento y de cualquier otro en que, a pesar de su triste y violenta existencia, se levantan cada día, abren las ventanas y salen a la calle con paso firme y decidido, sin dejar de batallar para que sus sueños de una vida mejor se hagan realidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Boré Buika y Nansi Nsue

Entrevista a Boré Buika y Nansi Nsue, intérpretes de la película «Hate Songs», de Alejo Levis, en el marco del D’A Film Festival en la Sala Raval del Teatre CCCB en Barcelona, el lunes 8 de abril de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Boré Buika y Nansi Nsue, por su amistad, tiempo, sabiduría, generosidad, y a Maria Oliva de Sideral Cinema, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Alejo Levis y Àlex Brendemühl

Entrevista a Alejo Levis y Àlex Brendemühl, director y actor de la película «Hate Songs», en el marco del D’A Film Festival en la Sala Raval del Teatre CCCB en Barcelona, el lunes 8 de abril de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Alejo Levis y Àlex Brendemühl, por su amistad, tiempo, sabiduría, generosidad, y a Maria Oliva de Sideral Cinema, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Luis (Soto) Muñoz y George Steane

Entrevista a Luis (Soto) Muñoz y George Steane, director y actor de la película «Sueños y pan», en el marco del D’A Film Festival, en los Jardines Mercè Vilaret en Barcelona, el sábado 6 de abril de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Luis (Soto) Muñoz y George Steane, por su amistad, tiempo, sabiduría, generosidad, y a Marina Esteban Marín de Mubox Studio, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Hate Songs, de Alejo Levis

PONERSE EN EL LUGAR DEL OTRO. 

“He decidido apostar por el amor. El odio es una carga demasiada pesada”. 

Martin Luther King

El magnífico trabajo de Ibon Cormenzana (Bilbao, 1972), a través de su productora Arcadia Motion Pictures, con la que ha producido más de 40 películas a cineastas de la talla de Pablo Berger, Rodrigo Sorogoyen, Claudia Llosa, Julio Medem y Enrique Urbizu, entre otros, a lo largo de dos décadas. Con Mundo Cero, el bilbaíno emprende una nueva aventura, con el ánimo de producir cine social, comprometido y humanista con la finalidad de impulsar un cambio social y recaudar fondos para apoyar el trabajo de las ONGs. La primera película que nace es Hate Songs, que se detiene en el genocidio de Ruanda que, entre abril y julio de 1994, el gobierno hegemónico hutu trató de exterminar a los tutsis, con una cifra de asesinados cercana al millón de tutsis, según las organizaciones internacionales. La película no lo hace desde la grandilocuencia y el discurso condescendiente, sino que se adentra en la emisora de radio, la RTML, la Radio Televisión Libre de las Mil Colinas, en la que promulgaron el discurso del odio e incitaron a la población hutu a salir a las calles a exterminar tutsis, dando todo tipo de detalles de sus víctimas.  

Un único espacio, el estudio donde se ubicó la emisora, e inspirados por Musekeweya (Nuevo amanecer) que, desde 2003, utiliza la ficción radiofónica para ayudar a la reconciliación y al perdón entre los ruandeses. El director barcelonés Alejo Levis, del que conocíamos sus trabajos como montador y cinematógrafo para Eugenio Mira o el mencionado Cormenzana en Culpa (2022), y sus dos largos con Todo parecía perfecto (2014), producida por Arcadia, donde se adentraba en un extraño amor onírico, y No quiero perderte nunca (2017), que daba vueltas a las relaciones paterno-filiales desde el fantástico. Con Hate Songs continúa instalado en los relatos sencillos, con pocos personajes, intensos y situados en una localización. Porque todo eso es la película, a partir de un guion que firman Denise Duncan, vinculada al mundo teatral, Albert Val, del que hemos visto recientemente su trabajo en El maestro que prometió el mar, y el propio director, nos sitúan en la mencionada emisora en la que se esta llevando a cabo el ensayo de una ficción sobre el genocidio de Ruanda. Estamos en abril pero en el 2019, con Simon, un técnico y director belga, y Nansi Nsue y Ncuti, dos intérpretes ruandeses. El ensayo y el recuerdo de aquella infausta radio que alentó el odio y el asesinato, pronto destaparán muchos fantasmas, los de aquellos que perecieron en aquel tiempo de horror, y las tensiones entre los tres participantes, en el que parece que hay mucho que reparar todavía, y donde el perdón y la reconciliación están presentes, pero todavía requeiren de mucho trabajo. 

Tomando de inspiración la excelente Doce hombres sin piedad (1957), de Sidney Lumet, y otras experiencias del gran director estadounidense, el relato lleno de tensión, con una atmósfera que se va cargando generando un aire irrespirable, con tres personajes que escenifican los tres elementos en conflicto: occidente, hutus y tutsis. Tres personajes que irán subidos en esta montaña rusa de emociones, sentimientos y tensiones, que irán cambiando el rol y su posición en ese trabajo que no va a resultar tan sencillo como parecía. La parte técnica ayuda a establecer los códigos de este entramado thriller psicológico que te agarra y no te suelta, con la participación de la debutante Lali Rubio en la cinematografía que, firma junto al director, un excelente trabajo de luz, apoyada en los rostros y los primerísimos planos, y los encuadres con el cristal de por medio, una gran idea que resalta las tremendas diferencias y sus respectivos roles cambiantes entre unos y otros. Otro debutante es el músico Asier Renteria, que impone una melodía que no se limita a acompañar, sino a sumergirse en las emociones complejas de los personajes, y el montaje, también de Levis, que en sus excelentes 82 minutos de metraje, nos lleva por un relato lleno de furia, de rencor, y también, de amor, memoria y reconciliación.

Con un trío de intérpretes maravillosos como Àlex Brendemühl, qué decir de uno de los actores más extraordinarios de nuestro cine, y de cualquier cine, siendo el técnico y el director belga, componiendo esa mirada hipócrita y cínica de occidente, con esa mirada condescendiente y oportunista del blanco. A su lado, Nansi Nsue, la actriz ecuatoguineana, que hemos visto en películas recién estrenadas como El salto, de Benito Zambrano, y de Clara Roquet, entre otros, hace de Stephanie, la actriz tutsi que recordará a los suyos, en un viaje al alma, a su memoria, y sobre todo, a la redención y al perdón que tanto ansía, aunque duela y mucho. Frente a ella, Boré Buika, mallorquín de ascendencia ecuatoguineana, que hemos visto en series de éxito como La mesías y Mar de plástico, entre otras, es el actor hutu, que también tendrá su viaje particular hacia el dolor, la reconciliación y la memoria. Tres intérpretes que no sólo transmiten verdad y emoción en sus diferentes personajes, sino que lo hacen mirándonos de frente, sin artificios ni estridencias ni nada que se le parezca, en unas composiciones difíciles, que demandan actitud, serenidad y aplomo, para no sólo viajar por la memoria, y las diferentes cargas y duelos personales, sino por la memoria de todo un país que hace casi 30 años se sumió en las más terrible de las oscuridades. 

Damos la bienvenida a la propuesta de la productora de Mundo Cero y su primera película Hate Songs, porque hace aquello que ha hecho grande el cine, en su espacio de conocer, recordar, y por ende, a no olvidar, a volver al terror de Ruanda, pero no desde la revancha sino desde la reconciliación, en un acto de memoria, tan necesario, aunque cueste tanto recordar, porque recordar significa volver al dolor, volver a aquello que nos hizo daño, y requiere valentía y coraje, porque recordar siempre es un acto difícil y muy doloroso, pero vital para seguir mirándonos los unos a los otros, perdonarse y sobre todo, perdonar a los otros, porque sino todo lo que se edifica en ese sentido nunca está del todo bien construido, porque está lleno de faltas, de pedazos inconclusos, de taras que no se han resuelto. Todo camino de perdón es complejo y oscuro, y por eso cuesta mucho empezar, pero es tremendamente necesario para uno mismo y para los demás, por la convivencia y el amor, tan faltos en este mundo donde impera el egoísmo, el silencio y dejar pasar el tiempo. Recuerden que nunca es tarde para pedir perdón, porque además de ser un acto muy generoso hacia el otro, es el acto más valiente que existe. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA