Entrevista a Xavier Legrand

Entrevista a Xavier Legrand, director de la película «Custodia compartida». El encuentro tuvo lugar el miércoles 18 de abril de 2018 en los Cines Boliche en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Xavier Legrand, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, al equipo de los Cines Boliche, y a Lorea Elso de Golem Distribución, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.

Entrevista a Claudio Zulian

Entrevista a Claudio Zulian, director de la película «Sin miedo». El encuentro tuvo lugar el martes 17 de abril de 2018 en los Cines Boliche en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Claudio Zulian, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, al equipo de los Cines Boliche, y a Sonia Uría de Suria Comunicación, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.

Entrevista a Carmen Machi, Asier Etxeandía y Marina Seresesky

Entrevista a Carmen Machi, Asier Etxeandía y Marina Seresesky, intérpretes y directora de «La puerta abierta». El encuentro tuvo lugar el lunes 29 de agosto de 2016, en una de las salas de los Cines Boliche de Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Carmen Machi, Asier Etxeandía y Marina Seresesky, por su tiempo, generosidad y simpatía, a Javier Giner de Prensa, por su paciencia, amabilidad, y cariño, y a un compañero de los pases, que tuvo el detalle de tomar la fotografía que encabeza la publicación.

La puerta abierta, de Marina Seresesky

LPA poster 700x1000 ESP AFALGUIEN QUE NOS CUIDE.

El arranque de la película nos pone sobre la mesa sus intenciones y los caminos por donde transitará el relato, escuchamos la canción “Fantasía”, de Sara Montiel, tema que también despedirá la película, acercándonos a la mirada de Rosa, una prostituta que roza los cincuenta, una mirada que describe la amargura y el desaliento de una vida machacada y triste. Después de una dura jornada nocturna, Rosa vuelve a su diminuto piso que comparte con su madre Antonia, una ex prostituta senil, inválida y tierna, que ha creado su propia fantasía y se cree Sara Montiel. En el piso de al lado, tenemos a Lupita, un travesti de 180 cm, tiarrón y lleno de bondad, con el que se relacionan como uno más de la familia. Viven  en una corrala en la que el patio que comparten con los demás vecinos se ha convertido en el microcosmos de este mundo, en el que conviven otras prostitutas con las que se discuten, pelean y se gritan, bajo la atenta vigilancia de Juana, la portera metomentodo. El conflicto se desata cuando una de las vecinas, una joven rusa yonqui que ejerce la prostitución aparece muerta, su hija Lyuba se esconde en el piso de Rosa y la policía la busca.

Todas en sillón LA PUERTA ABIERTA

La directora Marina Seresesky (1969, Buenos Aires, Argentina) ya había demostrado sus dotes para la cámara en sus anteriores trabajos, en los que abordaba la vida de gente humilde y sus quehaceres diarios, en El cortejo (2010), se adentraba en la vida de un sepulturero que esperaba paciente la llegada de una mujer que venía a poner flores a una tumba, y en La boda (2012), donde describía la vida de una inmigrante cubana que trabaja de limpiadora, en el día de la boda de su hija, dos piezas con las que obtuvo el reconocimiento en numerosos festivales. En su puesta de largo, Seresesky aborda el relato desde el drama y la comedia negra, la película se mueve con facilidad transitando por los dos géneros, aunque a veces la risa contenga algo de amargura, sus personajes se mueven dentro de ese espacio doméstico en el que viven con poco, ganándose el pan cada día, sin más expectativas que las que da el momento. La directora huye de la sordidez que implica la prostitución, se basta de algunas pinceladas para mostrarnos la crudeza del oficio. Su película se adentra en otro terreno, el de la humanidad de sus criaturas, y la dignidad que manifiestan en las situaciones que van viviendo. Rosa, que se erige como el hilo conductor, arrastra una vida amargada y consumida por el dolor, no soporta a su madre, ni su trabajo y vive anclada en una existencia vacía y a un amor perdido, su viaje será de dentro hacía afuera, descubriendo una vida diferente en la que puede haber algo de luz, Antonia, vive en su mundo, aunque ficticio, pero ella es feliz, disfruta de sus recuerdos, y ha logrado sentirse bien en su unvierso, Lupita, es pura bondad, es toda una madraza y llena de optimismo y alegría la vida ajada de Rosa, y finalmente, Lyuba, la niña que descubre otro mundo, un lugar donde la quieren y la protegen, un espacio donde sentirse niña otra vez, alejada de la vida solitaria y oscura en la que vivía.

Rosa y Lyuba casa LA PUERTA ABIERTA

Una obra que destila el aroma de aquel cine alemán de primeros de los 70, el que hacían Wenders o Fassbinder (testigo que recogerá de este último Almodóvar en su primer cine), rodeado de personajes cotidianos que se movían en ciudades frías y vivían en entornos miserables y tristes, pero hacían lo posible para salir de esas vidas, aunque raras veces lo conseguían, pero dando todo lo que tenían, su humanidad y bondad. Un equipo técnico que ya había trabajado con seresesky en sus cortos, acompañado de un cast de altura, la inmensa Carmen Machi, que con un leve gesto o detalle, dota a su triste personaje de dignidad, solamente con su mirada, el pelo oxigenado y consumiendo un cigarrillo, Terele Pávez, con esa fuerza y ese vozarrón, llena la pantalla con los enfrentamientos con una hija a la que quiere, pero a su manera, Asier Etxeandía, en uno de sus trabajos más potentes hasta la fecha, es el travesti que se ha convertido en la madre protectora de todas, que hará lo imposible para mantenerlas todas juntas y en paz, y finalmente, Lucía Balas, la niña que con su madurez y esa tierna mirada conseguirá ser aceptada. Seresesky se ha puesto el traje de faena construyendo una película sobre la maternidad, el hecho de ser madre, y las segundas oprtunidad, las que ofrece una vida que a duras penas aguanta, sobre como nos comportamos con nuestros semejantes, sobre las relaciones y las familias que se crean a partir de vínculos emocionales que nada tienen que ver con los de sangre, grupos de personas que lo único que quieren es lo que queremos todos los seres humanos, que alguien esté ahí, cuidándonos y queriéndonos, aunque sea un poco, sólo eso, nada más.

El profesor de violín, de Sérgio Machado

epdv_cartel_online_af_8794ESPERANZA EN LA MISERIA.

La cinematografía brasileña nos llega a nuestras pantallas de forma limitada e inconstante, parece que el verano es la estación elegida por los distribuidores para acercarnos este cine. Tenemos varios ejemplos como Estación Central de Brasil, Ciudad de Dios, Carandiru, Tropa de élite, y los más recientes El lobo detrás de la puerta o Una segunda mujer, entre otros, cine de indiscutible calidad y un fuerte compromiso con su realidad social, económica y cultural de un vasto país sacudido por los cambios políticos de la última década. Siguiendo esta misma estela, nos llega la última película de Sérgio Machado (1968, Salvador de Bahía, Brasil) cineasta curtido en obras como la citada Estación Central de Brasil, en la que hacía labores de ayudante de dirección, o en Madame Satá, en la que aparecía como coguionista. El cine de Machado se instala en lo social, penetrando en esos mundos invisibles y alejados para la inmensa mayoría, en los que se mueven seres desahuciados y a la deriva que sueñan con salir de las situaciones miserables en las que se encuentran, dotados de una humanidad sincera y honesta.

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Ahora, se ha centrado en la historia real del maestro brasileño Silvio Baccarelli, que inspira a su vez la obra “Arcade Brasil”, de Antonio Ermírio de Moraes, centrándose en el drama de Laerte, un violinista de gran talento que se encuentra en plena crisis emocional, es incapaz de extraer una nota de su instrumento, motivo por el que no logra pasar la audición para convertirse en el solista de la orquesta sinfónica de Sâo Paulo, escenario donde se desarrolla la película, en los años 90, incrementado a sus problemas económicos, no tiene más salida que aceptar un trabajo como profesor de música en el Heliópolis, una de las favelas más deprimentes y peligrosas de la ciudad. En ese lugar, perdido y sin futuro, Laerte encuentra los síntomas necesarios para salir de su situación, rodeado de adolescentes en situaciones durísimas de vida: malos tratos, tanto psicológicos como físicos, delincuencia, pobreza y en graves situaciones de vida. Machado huye del sentimentalismo y la condescendencia, su relato se enmarca en un retrato social de gran altura, más cercano a obras como Diario de un maestro o  La clase, películas de excelente factura que se sumergían en el trabajo docente a través de una mirada valiente, honesta y didáctica, cine necesario y humanista, que atrapa desde la sencillez de una historia cercana y emotiva, que explica un terrible drama, pero sin caer en ese dramatismo exacerbado que suele aparecer en muchas producciones que tratan los mimos temas.

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La película se favorece de la impresionante composición de Lázaro Ramos, que ya había estado en Cidade baixa, uno de los grandes éxitos de Machado, y la participación de los niños que forman la orquesta de Heliópolis. Machado nos habla desde el alma, en la que explora situaciones difíciles y terroríficas, pero desde un lado optimista y mirando al futuro de forma positiva, a pesar de los temas tan terroríficos que jalonan su película, niños en riesgo de exclusión social, atrapados por la delincuencia y la muerte, desgraciadamente caldo de cultivo cotidiano en estos lugares. Machado no solamente ha realizado una obra contundente y llena de energía, seduciéndonos con sus momentos íntimos, en los que nos sumerge en una película sobre la educación, la necesidad de encontrar un espacio de libertad y humanista, a través de la música (que actúa como instrumento de grandísimo valor, tanto educativo como espacio artístico de esa libertad individual y colectiva de la que carecen, de la capacidad de supervivencia de los seres humanos en entornos hostiles, y en ser ellos mismos, y en el trabajo cooperativista, el compañerismo y la enorme actitud frente a los avatares que nos azota la vida.

El verano de May, de Cherien Dabis

el_verano_de_may_54841ENTRE DOS MUNDOS.

Después de foguearse en el mundo del cortometraje, con el que consiguió varios reconocimeintos internacionales, la cineasta Cherien Dabis (1976, Omaha, Nebraska, EE.UU.) debutó en el largo con Amerrika (2009), en la que se adentraba en los problemas de adaptación de una palestina y su hijo adolescente en un pueblo de Wisconsin. En su segundo trabajo, intercambia los papeles, para contarnos el viaje a la inversa, la «extranjera» que vuelve a la tierra de su infancia. El hilo conductor de la película es May Brennan, una neoyorquina que afamada excritora que regresa a su casa, en Amman (Jordania), con el objetivo de casarse con su prometido. Dabis construye un relato costumbrista, conocemos la forma de vida árabe, y pensamiento de su madre, Nadine, convertida al cristianismo que rechaza el matrimonio de su hija porque se casa con un musulmán, también encontrará a sus hermanas menores, que se comportan como unas adolescentes rebeldes, y finalmente, su padre, Edward, que se ha vuelto a casar con una mujer de su misma edad. El choque cultural y social que se encuentra May es brutal, ella es jordana, pero con mentalidad estadounidense, sus raíces son árabes, pero su modo de vida y pensamiento son completamente diferentes.

Stills of Cherien Dabis' movie "May In The Summer" with Displaced Pictures productions

Dabis no se centra en el conflicto político eterno de la zona, está ahí, nos lo explica con pequeños detalles los sucesos trágicos que forman parte de la cotidianidad en los países vecinos (como el avión que escuchamos que paraliza por un instante a todos cuando se encuentran en el hotel de lujo del mar muerto), su mirada se centra en el entorno familiar, en las heridas del pasado, y en las complejas relaciones entre May y su madre, y sobre todo, en la crisis emocional que lentamente irá invadiendo el interior de May, y llenará de dudas ante el paso de contraer matrimonio. La trama navega entre los momentos de gran complejidad emocional, en el que Dabis se acerca al drama de forma íntima y midiendo la distancia, sin caer en el sentimentalismo, mostrándose sensible y honesta con la materia que tiene entre manos, también deja espacio para la comicidad, hay momentos de comedia alocada, con carreras y risas entre las situaciones que se van generando entre un mundo cerrado y de fuertes lazos familiares, en contraposición con lo que representa May, la exiliada que vive en un entorno de libertad y capitalismo.

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La película se muestra fresca y valiente, con unos personajes bien construidos, en el que cada uno de ellos está construido por una profundidad que hace aún más rica la historia, todos se mueven en ese entorno familiar en el que se han guardado demasiadas cosas hacia dentro, que nada es lo que parece, que aún faltan palabras que no fueron dichas, o simplemente no era el momento, todos los personajes tienen esa profundidad emocional , y cada uno de ellos alberga su propio conflicto personal, con el que lucha y en algún momento, deberá enfrentarse, y a continuación, sacar a los demás integrantes familiares. Podría tratarse de un verano más, pero no será así, May y su familia pondrán sobre la mesa sus rencillas familiares y tratarán de manifestar sus miedos, inquietudes, y aquello que les hace daño y todavía no han sido capaces de tratar. Cherien Dabis además de actuar, dirige, escribe y coproduce una película que tiene a la estupenda Hiam Abbas (que ha trabajado con Jarmusch, Spielberg, y demás) como la madre recta y protectora, y la experiencia y sabiduría de Bill Pullman, como Edward, el padre extranjero que mantiene una dura pugna con sus hijas. Un obra en ocasiones dulce y compleja, divertida y dramática, que se sumerge en los conflictos familiares y los choques culturales y sociales de un modo atrevido, sencillo, y sensible.

Desde allá, de Lorenzo Vigas

desde_alla-cartel-6928MIRAR PERO NO TOCAR.

Armando es un hombre de mediana edad que vive en un barrio acomodado de Caracas, se gana la vida como prótesico dental, y con sudinero atrae a jóvenes de mal vivir de barrios deprimidos hasta su vivienda para masturbarse mientras los contempla desnudos. Un día, conoce a Elder, y entre los dos nace una relación paterno-filial que se mueve entre el deseo, el amor, la manipulación y el poder. La puesta de largo de Lorenzo Vigas (1967, Mérida, Venezuela), sigue profundizando en las relaciones paterno-filiales, los mismos derroteros que ya exploraba su cortometraje Los elefantes nunca olvidan (2004), que se vió por Cannes. Ahora, partiendo de una historia del propio Vigas y Guillermo Arriaga (productor de su corto e insigne guionista de los primeros títulos de Iñárritu), construyen una cinta pequeña y poderosa, de factura bellísima, con personajes profundamente complejos, que se mueven entre las desigualdades de una ciudad fuertemente azotada por la crisis social y econòmica de un país a la deriva. Alfredo y Elder pertenecen a mundos diferentes, pero los dos comparten el mismo conflicto, la ausencia paterna, una ausencia de afecto que ha transformado y condicionado por completo sus vidas, a Alfredo, lo ha convertido en un fantasma en su propia ciudad, un ser abyecto, que rehuye el contacto físico, un automáta que no encuentra la manera de satisfacerse, un tipo acomplejado por un pasado traumático que no le deja seguir hacía adelante. Por su parte, Elder, es un joven de la calle, que vive en los bloques pobres de Caricuao (que ya vimos en Pelo malo, de María Rondón) y malvive de aprendiz en un desguace de coches y con lo que roba con sus compinches.

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La película está construida a través de la relación que se establece entre Armando y Elder, la serenidad y comodidad del primero, contrasta fuertemente por la energia y la pobreza del segundo, una relación que se vera fuertemente condicionada por la aparición de alguien del pasado de Alfredo, que zarandeará la trama cambiando totalemente el rumbo inicial. Todo ello edificado a través de una forma férrea, en la que la cámara sigue sin descanso a los personajes, penetrando en sus maltrechas almas de manera sencilla y poderosa, ejerciendo una fuerza extenuante que los vapulea, sacándoles sus más bajos instintos, en un paisaje urbano tremendo y salvaje, en el que deben de sobrevivir. Una estructura sólida, sin aristas, y con hechuras, va in crescendo, manejando el tempo narrativo de manera eficaz, exponiendo, con calma pero sin pausa, las diferentes derivas emocionales a las que se van enfrentando la dupla protagonista.

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Vigas (que se alzó contra todo pronóstico, con el León de Oro del pasado Festival de Venecia) se ha reunido de un equipo excelente para levantar supelícula: los productores que le han acompañado en esta aventura son los directores Michel Franco y Gabriel Ripstein, además del actor Edgar Ramírez, en el apartado fotográfico ha contado con el grandísimo trabajo de Sergio Armstrong (responsable de la cinematografía del cine de Pablo Larraín) que imprime a la película esa luz adormecida y triste de la Caracas actual, una ciudad de recortes, de interminables colas esperan de comida, de calles desesperanzadas por una violencia extrema, que contrasta con el entorno de Alfredo, la vivienda de colores ópacos y tristes, y el blanco roto del laboratorio donde trabaja, pero sin dejar esa frialdad que recorre toda la película, y se ajusta de manera brutal y corrosiva a la ausencia que padecen los protagonistas.

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Una historia que navega entre el melodrama y el thriller, de unos seres condenados a una realidad que les asfixia sin remedio,  que tienen que enfrentarse a un pasado terriblemente doloroso, que por mucho que lo intenten so incapaces de dejarlo atrás. Una película que recuerda a elementos y ambientes próximos del cine de Fassbinder, Paul Morrisey o Eloy de la Iglesia, en esa mirada a la crudeza de los bajos fondos en contraposición con las clases acomodadas. La cinta se beneficia de la gran labor de sus intérpretes, la mezcla entre el actor professional y el amateur (ya experimentada con grandes aciertos por Vigas en su cortometraje) el actor chileno Alfredo Castro (habitual del cine de Larraín) y el joven debutante Luis Silva (de pasado truculento, al igual que su personaje)  manejan unos personajes de gran complejidad emocional, componiendo unas almas perdidas, que vagan por las calles a la caza de algo o alguien, sin más futuro que el que dicta otro día más, que acabará esfumándose como cada atardecer.

El juez, de Christian Vincent

EL_JUEZ_CARTEL_A42SENTIR TU MIRADA.

Michel Racine es el temido y respetado presidente del Tribunal de lo penal, en cambio en su casa, su mujer (con la que está en trámites de divorcio) lo menosprecia e ignora. A Racine se le conoce en el Palacio de Justicia por el magistrado de dos cifras, porque sus condenas siempre pasan de 10 años. Ahora, se enfrenta a un caso de muerte de un bebé de escasos meses en manos de su padre. Mientras se elige al jurado popular que juzgará el caso, una de los miembros elegida, una mujer atractiva y elegante, conoció a Racine en el pasado.

La nueva película de Christian Vincent (1955, París) después de la comedia La cocinera del presidente (2012), no sitúa en una pequeña localidad de provincias del norte, Saint-Omer (que nos recuerda a los lugares provincianos y herméticos tan apreciados por la mirada de Chabrol) y en el transcurso de un juicio. El cineasta francés construye su película a través de dos personajes, el presidente Racine y Ditte, la miembro del jurado. Una relación basada en miradas íntimas y cercanas, en gestos torpes, y movimientos inquietos. Vincent se centra en los pocos días que durará el juicio, un juicio con tono naturalista y sincero, muy alejado de otras miradas más esteticistas e irrealistas del desarrollo de un juicio, buscando lo morboso y espectacular. Escuchamos a todos los implicados exponer sus argumentos y explicaciones, el juez que actúa de manera sobria y seria, los diferentes testigos que en ocasiones les cuesta responder, las intervenciones del fiscal y los abogados defensores, y alguna pregunta de los miembros del jurado. Mientras, Vincent, a través de un guión ajustado y elegante, lleno de matices y sugerencias, en la que mezcla la seriedad del juicio con la distensión de las charlas en las cafeterías, llenas de diálogos ocurrentes y sutiles, nos va introduciendo la relación que mantuvieron en el pasado sus dos protagonistas, y cómo va creciendo en ellos una bella, maravillosa y sutil historia de amor.

"L'Hermine" de Christian Vincent

El director francés nos habla de personas reales, personas que podríamos encontrarnos en cualquier lugar, gentes como nosotros, con posturas diferentes en torno a las relaciones de doctor y paciente, a personas que mantienen luchas internas con lo que sienten. La excelente pareja protagonista consigue conmovernos de manera sencilla, entender a sus personajes, envolvernos con paciencia y sutilidad, y dejarnos llevar por lo que está ocurriendo en sus interiores. Dos actores en estado de gracias, por un lado, el eficaz y emocionante trabajo de Fabrice Luchine (maravilloso intérprete de muchas películas de Rohmer) interpretando al oscuro y malhumorado Racine, que encima arrastra un tremendo catarro, que vuelve a trabajar con Vincent después de 25 años cuando hizo La discreta (debut del director). Y por otro lado, la belleza y elegancia de Sidse Babett Knudsen (la actriz danesa protagonista de la serie política Borgen), en su primer trabajo en francés, realiza una composición brutal de un personaje que está feliz con su vida, y se erige como lo contrario a Racine. Dos miradas, dos mundos, un pasado que los une, dos sentimientos, y todo ello en mitad de un juicio. Un película que se ve con naturalidad a través de las miradas y los silencios que se dedican los protagonistas, una historia sencilla, emocionante y que atrapa desde el primer encuentro que tienen, como suele suceder con el amor, que llega sin que nos demos cuenta.

O los tres o ninguno, de Kheiron

af_guia_o_los_tres_o_ninguno_5259LA FAMILIA COMPROMETIDA.

Nos encontramos en una aldea del sur de Irán alrededor de 1955. Conocemos a una familia numerosa, 12 hijos, entre ellos, nos presentarán a Hibat Tabib, el hilo conductor de la historia que a continuación nos contarán. Un salto en el tiempo, nos traslada hacía 1972, Hibat se ha convertido en un opositor al régimen dictatorial del Sha de Persia, es detenido y encarcelado. Cuando es liberado, estalla la revolución, pero todo se tuerce, el Ayatolá Jomeini y sus radicales islamistas llegan al poder e instauran un régimen autoritario. Hibat conoce a Fereshteh, y se enamoran, y siguen en la lucha política.

La opera prima de Kheiron, alias del nombre Nouchi Tabib, cómico de gran éxito en Francia en el El club de la comedia, y antiguo educador social, nos cuenta la historia de sus padres, y de todos aquellos resistentes que lucharon contra la injusticia en Irán, y tuvieron que exiliarse a Europa y seguir desde el exterior la lucha por la libertad de su pueblo. Kheiron adopta la tragicomedia para contar la existencia de sus progenitores, una vida llena de dificultades con años de cárcel, vida clandestina, y el penoso viaje por las montañas cruzando la frontera hasta Turquía, y más tarde, una nueva vida desde cero en Francia. El cineasta iraní sigue directrices y propuestas similares de Persépolis (2007), en la que Marjane Satrapi, junto a Vincent Paronnaud, a través de la animación y en clave de tragicomedia, contaba su vida en Irán durante el régimen de Jomeini, desde el punto de vista de la mujer, la principal perjudicada de la falta de libertad. Kheiron construye una fábula como las de antaño, sin olvidarse de los momentos durísimos de la vida en Irán, y los difíciles comienzos en Francia. El director cuenta su película en francés, en la que vivimos una historia de amor sensible y delicada, en el que reinan la tolerancia y el compromiso por un mundo mejor. Su película es imaginativa, divertida, y humana, pero también, terrorífica y trágica, eso sin perder en ningún momento el punto de vista de la comedia, arrancando sonrisas e ilusión en todos los momentos, incluso también en los duros.

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No es una película panfletaria, ni bienintencionada, explica la resistencia con muchísimo humor de alguien que creía en un mundo diferente, y allá donde estuvo, siempre siguió con esa premisa para los suyos y él mismo. Tampoco es una película política, aunque está muy presente durante todo el metraje, Kheiron la tiene en cuenta, pero su mirada se encamina hacía su familia, como siguieron unidos y todos fueron a una, a pesar de las dificultades por las que tuvieron que pasar. La incursión de la actriz Leïla Bekhti, con ese carácter y temperamento (como todas las mujeres que se describen en la película) aporta las dosis necesarias que necesita el personaje del padre para tocar de pies a tierra, y centrarse en su familia. Una luz en la que priman los rostros y las miradas, y los tonos oscuros, cuando el film se endurece y áspera, acompañada de una divertida y mágica banda sonora que sigue a los protagonistas a ritmo de pop y música tradicional. Una película sobre la familia, pero a partir de un concepto humano y realista, alejándose de esa idea anglosajona de la familia como idea central del desarrollo del individuo, aquí, la idea se sustenta en algo totalmente diferente, se cimenta en que el grupo familiar como soporte para realizarse como persona, y los otros miembros apoyarán y construirán una vida a pesar de las diferencias y el entorno hostil en el que vivan. Kheiron recoge el testigo de los grandes como Chaplin, Keaton, Hermanos Marx, etc… que nos explicaron que por muy duras y terribles que sean las experiencias que vivamos, siempre hay que ofrecerles una sonrisa, tratarlas con humor, para reírse de ellas y sobre todo, reírse de uno mismo, porque quizás la comedia es lo único humano que nos queda.

Entrevista a Luis Aller

Entrevista a Luis Aller, director de «Transeúntes». El encuentro tuvo lugar el lunes 25 de enero de 2015, en la Escuela de cine Bande à Part de Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Luis Aller, por su tiempo, generosidad y afecto, a Sonia Uría de Suria Comunicación, por su amabilidad, paciencia y cariño, y a Nuria Polo de la productora El Dedo en el OJo, por su atención y simpatía.