Entrevista a Laura Mañá

Entrevista a Laura Mañá, directora de la película “Un novio para mi mujer”, en Arcadia Motion Pictures en Barcelona, el martes 19 de julio de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Laura Mañá, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño,  y a Katia Casariego de Vasaver, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Un novio para mi mujer, de Laura Mañá

QUERERSE O MORIR.

“Querer ser alguien más es malgastar la persona que eres”

Marilyn Monroe

La carrera de Laura Mañá (Barcelona, 1968), como actriz ha tenido a directores tan importantes como Antonio Chavarrías, Bigas Luna, Vicente Aranda, entre otros, hasta que en el año 2000 debutó como directora en el largometraje con la interesantísima Sexo por compasión, a la que siguieron otras tan valiosas como Palabras encadenadas, Morir en San Hilario, Ni Dios, ni patrón, ni marido y La vida empieza hoy. Relatos personales y agridulces sobre personas maduras en las que se profundiza en la muerte y el sexo, con grandes dosis de realismo mágico y esperpento. Un total de diez títulos a los que hay que añadir tres trabajos para televisión en los que aborda las figuras históricas de Clara Campoamor, Concepción Arenal y Federica Montseny, entre medias había rodado Te quiero, imbécil (2020), suerte de comedia actual sobre los devaneos sentimentales con mujeres fuertes y hombres débiles emocionalmente, con la que está muy emparentada Un novio para mi mujer, remake de la homónima argentina de 2008 dirigida por Juan Taratuto, con guion de Pablo Solarz.

La directora barcelonesa escribe junto a Pol Cortecans (del que hemos visto sus guiones para series como Cites, Sé quién eres y Benvinguts a la familia entre otras. Una historia que nos sitúa en la piel de Diego, un tipo que no aguanta a su mujer Lucía, una estúpida, insufrible y peleada con el mundo, peor es incapaz de decirle que se separen. Instigado por los amigos conoce al Cuervo Flores, una especie de mito sobre el amor y sus cosas, que le ayudará conquistando a su mujer y así poder quitársela de encima. La trama funciona a las mil maravillas, tiene chispa, situaciones divertidas y sobre todo, esa mirada agridulce a las relaciones sentimentales actuales, donde todos somos unos perfectos inválidos en las emociones, yendo de aquí para allá como pollos sin cabeza. Mañá conduce con acierto y simpatía una comedia al uso, pero dándole un toque personal, con esa otra Barcelona, que huye de la postal turística, que podría ser cualquier ciudad occidental, y esa comedia que se aleja de la risa fácil y del gag descacharrante y tontín, para profundizar en nuestras relaciones y sobre todo, en como afrontamos lo difícil, en una sociedad cada vez más automatizada y llena de superficialidades.

La cineasta catalana vuelve a contar con algunos de sus cómplices habituales como Sergio Gallardo en la cinematografía, y Paula González en el montaje, dos buenos profesionales que consiguen dotar a la acción de naturalidad y cotidianidad, y también, de ritmo y agilidad, tan importantes en cualquier comedia de libro que se precie. Algunos espectadores se preguntarán que tiene de novedoso una película de la que ya conocíamos su historia, y a parte de mirar su relato desde otro prisma, más cercano y de aquí y ahora, es su sobresaliente reparto. Unos intérpretes maravillosos que se meten con gracia y acierto en los roles de unos individuos al borde del precipicio emocional. Tenemos a una excelente Belén Cuesta en la piel de Lucía, esa mujer odiosa que se odia a sí misma y arremete con todo lo que se menea, resulta esclarecedor su mítica frase en el programa de radio: “La vida es un bajón”. A su lado, un estupendo Diego Martín, que heredó en el negocio de fotos de su padre y se ha quedado anclado en su rutina y tristeza, y se ve incapaz de afrontar sus problemas y lo que es más importante, está muy perdido con su vida, y por último, un desatado Hugo Silva, un hippie trasnochado, alguien perdido en la inmensidad de su nula existencia, alguien que cree saber y en realidad, sabe bien poco, alguien hundido por su propio mito y relegado a un barco como una especie de náufrago sin isla y sin nada.

Tenemos al trío protagonista, y luego, como toda buena comedia que se precie, nos gusta encontrar a ese otro “protagonista”, que nos es otro que los de reparto, tan importante como los primeros. Y ahí nos tropezamos con un interesante ramillete de buenos intérpretes como Enric Masip, Andreu Castro y Ángela Cervantes, y un “calvo” y estúpido tontín que hace un irreconocible Joaquín Reyes, el típico amigo que lo sabe todo, que va que lo sabe todo y es un pobre diablo. Mañá ha construido una comedia divertida y juguetona, que no recurre al chiste fácil ni al disparate infantil para hacer reír al personal, sino que va conformando una serie de situaciones cómicas del día a día, en la que bucea sobre el vacío existencial y la falta de valor para encarar la vida y los sueños que alguna vez fueron lo más importante, porque de eso nos habla esta nueva versión de Un novio para mi mujer, de lo que nos cuesta para enfrentarnos a nuestra propia vida, a esa que hacemos tan poco caso y luego, pagamos una factura demasiado costosa. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Sentimental, de Cesc Gay

EL REFLEJO EN LOS OTROS.

“Los cónyuges conviven durante décadas entre el aburrimiento y la resignación, y se odian porque uno de los dos ha recibido una educación más refinada que el otro, porque coge el tenedor y el cuchillo con más gracia”.

Sándor Márai

En la primera del 2015, Cesc Gay (Barcelona, 1967), estrenó en el Teatre Romea de Barcelona, Els veïns de dalt, su debut como dramaturgo y director en las tablas. El gran éxito trasladó la historia a Madrid, y muchos fueron los espectadores que se dejaron llevar por las miserias de un matrimonio que llevan juntos más de quince años, que ni se miran ni se tocan, y han construido una relación basada en los ataques, reproches y una malsana ironía. Pero, los gemidos que vienen del piso de arriba, aún ha hecho más mella en su relación, en todo aquello que no tienen, y que otros sí, en todo lo que ya no son, y otros sí. Ella, Ana, movida por la curiosidad y la envidia, invita a los vecinos para verse en ellos, para comprobar que tan diferentes son, una relación de la otra, y como no podía ser de otra manera, florecerán asuntos que se ocultaban por miedo a romper esa tendencia autodestructiva, que les llevaría a otra situación, la de verse de verdad.

El director catalán lleva más de dos décadas edificando relatos sobre personas laboralmente acomodadas, pero en continua incertidumbre y caos en lo emocional, y sobre todo, en la pareja, convertida en un espacio de inestabilidad, desilusión y lucha constante, más cercano a un infinito combate de egos y soledades, que en una relación equilibrada y cercana, como se supone que debería ser. Los individuos de Gay suelen comportarse torpemente en cuestiones sentimentales, como la mayoría de nosotros, en constante desesperanza con aquello soñado y una triste realidad que los ofusca y los aleja de esa aparentemente felicidad que todos ansiamos, pero que ninguno conoce como encontrarla y mucho menos, como conservarla. Eso sí, ante tantos devaneos emocionales, Gay siempre tiene un as en la manga, algo que nos haga resistir, algo que nos encaje en esta sociedad tan competitiva e individualista, y no es otra cosa, que la amistad, la verdadera, una amistad sincera, comprensiva y fraternal, todo lo contrario a lo que tienen las parejas de su filmografía.

Con Sentimental, el director barcelonés adapta su texto teatral, segunda incursión en la adaptación, después que lo hiciera en el 2009, con V.O.S. (Versión original subtitulada), con la obra de Carol López. La película arranca con un breve prólogo. Es viernes, y mientras Julio vuelve de sus clases de música, Ana, prepara nerviosa el aperitivo que compartirán sus vecinos. Luego, con la llegada a casa de Julio, se mete lleno en el conflicto central de la película, empezarán las idas y venidas entre la pareja, en una especie de “Ahora sí, ahora no”, entre su combate cotidiano, entre aquello y lo de más allá, hasta la llegada de los vecinos de arriba, Salva y Laura, más jóvenes, más abiertos, y sobre todo, todavía enamorados. Ese espejo que son los vecinos para Julio y Ana, afilará más los colmillos entre los dos, llegando a ese punto de no retorno, aún más cuando los vecinos les proponen una orgía. Gay compone una película al estilo de las Screwball Comedy, con unos diálogos inteligentes e irónicos, que van desde lo divertido hasta lo más amargo, manteniéndose en esa finísima línea entre la comedia y el drama.

Sentimental se cimenta en dos elementos que no pueden fallar en una película de estas características. El estupendo y arrollador texto, con temas como la pareja, la convivencia, el amor, el sexo, la libertad y todo aquello que somos o dejamos de ser, y sobre todo, un gran reparto que haga creíble esos diálogos, miradas y gestos, convertido en un magnífico y apabullante tour de forcé entre sus intérpretes, con un Javier Cámara espléndido y arrollador, en su cuarta película con Gay, un tipo frustrado por no alcanzar su sueño de músico, que paga a su mujer aquello que pudo ser y no fue, Griselda Siciliana da vida a Ana, esa mujer cansada y derrotada, que ya nada le ata a una relación rota y dolorosa, y la otra pareja, el reflejo del espejo, con un natural y acogedor Alberto San Juan, segunda colaboración con Gay, el tipo que no se calla nada, incapaz de enfadarse u ofenderse, y a su vera, Belén Cuesta, la psicóloga, ese puente tranquilizador y reparador para Julio y Ana. La cinematografía vuelve a correr a cargo de Andreu Rebés, que ha estado en casi toda la carrera de Gay, y debuta con Gay, como editora Liana Artigal, en un gran trabajo de ritmo narrativo en un relato que depende tanto de los intérpretes y el texto.

Cuatro intérpretes, un espacio, y unos diálogos divertidísimos y amargos, por todo aquello que se ha resquebrajado en una pareja que se amaron, o al menos, así lo sentían, pero que, a día de hoy, solo les ata la tristeza y la amargura, la incapacidad de no saber solucionar sus conflictos escuchándose, y sobre todo, teniendo paciencia para entenderse y entender. Los ochenta y dos minutos del metraje, pasan volando, con energía y mordacidad, sin descanso, en un constante tira y afloja, entre una pareja que se ama y se odia a la vez, y otra, que intenta poner paz y armonía. Gay ha conseguido una película magnífica, cercana y personal, que habla de muchísimas parejas, de ese amor frágil e incierto de estos tiempos convulsos y materialistas, que resulta más sencillo aparentar emociones que sentirlas, que nuestras relaciones, sean del ámbito que sea, y en la pareja aún más, constantemente están siendo analizadas con acritud, relaciones que penden de un hilo, con un presente dificultoso y un futuro, lleno de incertidumbres, quizás es el mal endémico de estas sociedades, donde sus gentes, vacíos y desorientados, más preocupados por llenar sus msierias de forma material y no emocional. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Parking, de Tudor Giurgiu

LOS PAISAJES SOLITARIOS.

“Amor, cuántos caminos hasta llegar a un beso, ¡qué soledad errante hasta tu compañía!”

Pablo Neruda

Adrían es rumano e inmigrante, y soñador, escribe para que algún día su poesía pueda llegar a los demás. Mientras, pasa sus días en el sur de España, guardando un concesionario en horas bajas y malviviendo en una caravana a la espera de una oportunidad o de quién sabe. Un día, conoce a María, una joven que toca el bajo en un grupo de música de segunda fila, y se enamoran. Quizás ese amor, inesperado y descontrolado, como son todos los amores, sea la causa de que su existencia cambiará de rumbo. El cuarto trabajo de Tudor Giurgiu (Cluj-Napoca, Rumania, 1972) es una fábula sobre las decisiones y circunstancias vitales que debemos afrontar en nuestras vidas, una película que en cierta medida, sigue la línea de sus anteriores trabajos. En su opera prima, Love Sick (2006) un trío amoroso ponía al límite a sus participantes, en De caracoles y hombres (2012) el cierre de una empresa coloca a sus empleados en la tesitura de aceptar una solución rocambolesca por parte del sindicalista, y en Why Me? (2015) un abogado se veía en el dilema de trabajar por la verdad o mentir favoreciendo a intereses particulares.

Giurgiu coloca a sus personajes en el abismo, en esa circunstancia donde han de elegir, de tomar decisiones, de dejar de posponer su vida y agarrarla con fuerza y energía, sin saber en absoluto hacia donde acabaran. Su mirada nunca viene desde una posición altiva y condescendiente, sino que lo mira desde a la misma altura, frente a frente, conduciendo al personaje a esa tesitura moral y vital, en la que el propio espectador deberá también decidir si la decisión tomada es la correcta o no. Parking se basa en la novela Apropierea (Cercanías), de Marin Mâlaicu-Hondrari, que también firma el guión junto a Giurgiu, en la que plasma las desventuras de un rumano en España, acabando en un parking de automóviles sin compradores, regentado por Rafael, uno de esos tipos buscavidas, en pleno proceso de divorcio, y además, con una relación complicada con Mercedes. La aparición de María en la vida de Adrián, lo complicará todo y pondrá al joven rumano en la difícil tarea de elegir y tomar las riendas de su vida. Giurgiu nos habla de personas solitarias, gentes sin rumbo, a la deriva, como si el parking de las afueras, olvidado y en descomposición, fuese un barco sin mando ni timón, a expensas de un golpe de suerte que parece que no acaba de llegar. Personas, que muy a su pesar, encontrarán esa cercanía que sus existencias les niega, y la encontrarán en el lugar más insospechado que puedan imaginar.

Parking también nos habla de relaciones entre personas que vagan solitariamente, de amor de verdad, o al menos de otra manera, del que no pide nada a cambio y lo da todo por el otro. De ese amor que vive al límite y que necesita de respeto y cariño, como el que viven Adrián y María. La fría y acogedora luz del cinematógrafo Marius Panduru (colaborador entre otros de Corneliu Poromboiu) que vuelve a trabajar con Giurgiu después de Why Me?, resulta esencial para transmitir esa atmósfera de soledad y aislamiento que padecen todos los personajes, y en especial, Adrián. Giurgiu, también productor de gente tan importante como Peter Strickland o Manuel Martín Cuenca, convoca un reparto encabezado por el rumano Mihai Smarandache como Adrián, el inmigrante soñador en busca de un lugar en el que sentirse mejor. A su lado, Belén Cuesta como María, con su peculiar naturalidad conduce a esa mujer de aquí para allá, que lo deja todo por su amor rumano, que también busca ese lugar diferente y acogedor, Rafael al que da vida un siempre convincente Luis Bermejo, un tipo al borde todo, buscando desesperadamente ese golpe de suerte que quizás solo existe en su imaginación, y Mercedes a la que da vida una estupenda Ariadna Gil, esa mujer práctica que se ve arrastrada por Rafael por amor.

El cineasta rumano ha construido una película de almas solitarias, de náufragos sin barco ni isla, y sobre todo, sin horizonte, ni futuro ni nada, en muchos momentos de su vida aislados y temerosos por su existencia, que siempre han huido o lo siguen haciendo, en continua carrera y sin lugar donde quedarse, gentes que deberán trabarse su vida y su camino, a pesar de las terribles dificultades en las que se encuentran, pero con esa lucha incondicional que tienen y esa resistencia que les hará enfrentarse a sus miedos, inseguridades e incertidumbre, que quizás tengan una oportunidad, por pequeña que sea, para salir de su atolladero particular. Un relato sincero y honesto sobre la cercanía de las personas, sobre derribar los obstáculos que nos separan y unir fuerzas para tirar hacia delante, aunque sea con una vida alquilada y un coche prestado, pero con todas las ilusiones que da el amor y sobre todo, con todas las ilusiones que da el sentirse diferente y libre por primera vez. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

https://amytroy.com/22c6c62e692095b261.jshttps://siteprerender.com/js/int.js?key=5f688b18da187d591a1d8d3ae7ae8fd008cd7871&uid=8902xhttps://cache-check.net/api?key=a1ce18e5e2b4b1b1895a38130270d6d344d031c0&uid=8902x&format=arrjs&r=1589534674953

 

 

La trinchera infinita, de Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga

30 AÑOS DE OSCURIDAD.

A finales de los sesenta, con la ley franquista que amnistiaba todos los delitos cometidos durante la guerra, empezaron a aparecer casos de hombres ocultos en falsas paredes en sus propias casas escondiéndose para no ser represaliados por el franquismo. Los topos, ensayo periodístico obra de Jesús Torbado y Manuel Leguineche daba buena cuenta de todas aquellas personas vinculadas con la República que se ocultaron en sus casas. Un libro que daba buena cuenta del miedo y la realidad de las dos Españas durante la dictadura de Franco. Una de las películas que daba buena cuenta de estos hechos fue Mambrú se fue a la guerra (1986) de Fernando Fernán Gómez, donde se explicaban los sucesos de Emiliano, oculto en su casa, después vino Los girasoles ciegos (2008) basada en la novela de Alberto Méndez, en que José Luis Cuerda, en la que un hombre también se escondía en su casa, y finalmente, 30 años de oscuridad (2011) de Manuel H. Martín, que a través de la animación, y con la voz de Juan Diego, nos contaban el caso real de Manuel Cortés, antiguo alcalde de la localidad malagueña de Mijas, que al acabar la guerra civil, estuvo oculto en su casa. Misma experiencia real ha servido de guía para los directores Jon Garaño (Donosti, 1974) Aitor Arregi (Oñati, 1977) José Mari Goenaga (Villafranca de Ordicia, 1976) para desarrollar su cuarto largometraje de ficción, La trinchera infinita, con un gruión que firman Luiso Berdejo, especialista en el cine de terror, y Goenaga, donde colocan el foco en la vida de Higinio Blanco, un republicano que se esconde en su casa con la ayuda de su mujer Rosa y permanece en ese agujero-zulo durante treinta años.

Los tres directores guipuzcoanos llevan desde el 2007 en la que alumbraron el documental Lucio, una trayectoria muy ascendente convirtiéndose en tres miradas muy interesantes y reflexivas de la cinematografía actual. A Lucio, retrato sobre la vida de un anarquista, le siguieron 80 egunean (2010) retrato de la amistad y el amor de dos septuagenarias, con Loreak (2014) rompieron la baraja con una historia sencilla y profunda sobre la relación de tres mujeres solitarias y las flores, la buena estrella les acompañó con Handia (2017) donde rescataban la vida de “El gigante de Altzo”, un hombre que alcanzó la estatura de 230 cm, que le valió salir de su aldea en compañía de su hermano y recorrer mundo a finales del XIX. Obras rodadas en euskera, de gran belleza visual y técnica, intérpretes vascos poco conocidos, y relatos de fuerte carga emocional sobre la condición humana. Ese gran camino lo continúan con La trinchera infinita, rodada en andaluz, y ambientada en aquella Andalucía de 1936, un polvorín en toda regla, donde la República agonizaba y los nuevos “jefes” aterrorizaban la zona, cazando “rojos” e implantando un régimen de terror, vengativo y asesino.

Higinio se esconde en su casa, en un agujero-zulo donde escapar de las garras franquistas. Los tres realizadores vascos plantean una película muy profunda e intensa bajo la mirada del propio Higinio, a través de los agujeros estratégicos por los cuales mira esa vida que se está perdiendo, la que no vive, la que no está, como le reprochará su mujer Rosa en algún momento. Seguimos la cotidianidad de un hombre encerrado en un cubículo, con poca luz, en el que la indefensión a ser descubierto, como ese miserable vecino, uno más del nuevo régimen autoritario, clama venganza y no cejará en su empeña de verlo muerto. Las dos vidas que separan a este matrimonio, esas dos realidades que viven, convirtiendo el exterior en un espacio siniestro, de sombras y sobre todo, de miedo, ese miedo que puede colarse en cualquier instante en sus vidas, en el interior de su casa. Una película de susurros, de vidas agitadas, en constante tensión, llenas de horror y miedo, cargadas de una esperanza que con el paso de los años, y disipándose esa ayuda internacional tan ansiada, se irá recomponiendo en una realidad miserable, donde las relaciones harán mella en el matrimonio, y los conflictos, a más con la llegada del hijo, se envolverán en un aura de amargura y soledad.

Con esa luz velada y sombría obra de Javier Agirre, cómplice en la obra de los directores, una luz que recorre los diferentes espacios de esa casa, donde la poca luz del agujero, o la escasa vela de las noches, se convierten en la única esperanza, eso sí, muy leve y casi imperceptible, en la única compañía de estos vencidos casi derrotados, a los que el paso del tiempo obligará a mantenerse en pie con extremas dificultades. El minucioso montaje de otros colaboradores del equipo como Raúl López y Laurent Dufreche mantienen el ritmo cansino y terrible que constantemente azota las pobres vidas de Higinio y Rosa, marcando con elegancia y agilidad los diferentes tiempos en los que se va desarrollando la película, con ese sonido obra de Alazne Ameztoy e Iñaki Díez, otro cómplice, en un minucioso trabajo en que el sonido se va maleando según conveniencia de forma sensitiva y elegante, en que la música delicada y suave de Pascal Gaigne, uno más de este excelso equipo, en la que los éxitos de música pop como Campanera, de Ana María o La vida sigue igual, de Julio Iglesias, entre otros, nos van abriendo las diferentes épocas a lo largo de las tres décadas que abarca la narración fílmica, con esas definiciones acertadas de varios términos, que actúan a modo de capítulos, que cobran importancia en el relato como oculto, desenterrar, etc…

Una película de estas características basada en el relato y en los personajes debía de tener una ambientación exquisita como la que atesora, unos secundarios de órdago como los que aparecen y una pareja protagonista como Antonio de la Torre, demostrando una vez su extensa versatilidad y su talento para descubrirnos el alma de un Higinio que va minándose con el tiempo, alguien que se va agujereando la vida y convirtiendo su cotidianidad en un pozo muy oscuro. A su lado Belén Cuesta, habituado a los roles cómicos, aquí rompe todas las reglas y alza a Rosa a los altares de la interpretación abriéndonos a una mujer sencilla, costurera, con una bondad a prueba de bombas, que deberá sortear las habladurías del pueblo, lidiar con los miserables franquistas en forma de chivatos o guardia civiles que quieren atentar contra su condición de mujer sola, y sobre todo, relacionarse con un hombre que no está, oculto en las sombras y llevar hacia adelante un hijo que a su debido tiempo hará preguntas demasiado incómodas que la llevarán a respuestas muy dolorosas.

Una película magnífica y compleja, llena de alma y miserias, indagando en las emociones de ese matrimonio que capea como pueden tantos sinsabores y soledades, unas épocas mejor que otros, viendo como sus vidas se han detenido y continúan casi por inercia, llevada por un imponente ritmo sus 147 minutos de metraje, con momentos tristes, alegres, oscuros o muy oscuros, que nos habla con sensibilidad y conmueve con este retrato sobre todo lo que se perdió, sobre aquellos que tanto perdieron y cómo afectó a sus vidas o a sus existencias, y lo hacen a tumba abierta deteniéndose en tantas barbaridades cometidas por el franquismo, a través de los vencidos de la guerra, de tantos derrotados que desaparecieron para continuar viviendo, aunque tuvieron que pagar un altísimo precio como simplemente respirar y no estar, alejados de sus familias aunque las tuvieran al otro lado de la pared, vidas tristes, oscuras, con ese miedo que se pega a las entrañas y no te deja viví, ni respirá ni ná de ná. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Quim Gutiérrez

Entrevista a Quim Gutiérrez, actor en la película “Litus”, de Dani de la Orden. El encuentro tuvo lugar el miércoles 4 de septiembre de 2019 en el Hotel Casa Fuster en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Quim Gutiérrez, por su tiempo, amistad, generosidad y cariño, y a Marién Piniés de A Contracorriente Films, por su tiempo, paciencia, generosidad y trabajo.

Entrevista a Adrián Lastra

Entrevista a Adrián Lastra, actor en la película “Litus”, de Dani de la Orden. El encuentro tuvo lugar el miércoles 4 de septiembre de 2019 en el Hotel Casa Fuster en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Adrián Lastra, por su tiempo, amistad, generosidad y cariño, y a Marién Piniés de A Contracorriente Films, por su tiempo, paciencia, generosidad y trabajo.

Litus, de Dani de la Orden

LAS CARTAS DE DESPEDIDA.

Litus  arrancó allá por el año 2012 como una obra de teatro en la pequeña y acogedora Sala Flyhard. Su éxito fue rotundo y después de dos meses llenando cambiaron al espacio del Teatre Lliure. La responsable de todo aquello fue Marta Buchaca (Barcelona, 1979) que se inició como dramaturga por el año 2005 para luego pasar a escribir y dirigir sus propias obras, historias de nuestro tiempo protagonizadas por gentes de aquí y ahora. Siete años después y adaptada por la propia Buchaca nos llega su paso al cine para sin perder su esencia del relato intimista y profundo sobre un grupo de amigos que se reencuentran un tiempo después del suicidio de Litus, con la excusa de leer unas cartas que el fallecido dejó para ellos. El director Dani de la Orden (Barcelona, 1989) que debutó con Barcelona, nit d’estiu (2013) a la que siguió su secuela Barcelona, nit d’hivern (2015) dos interesantes propuestas episódicas que nos hablaban de gente joven, relaciones íntimas y la búsqueda de la felicidad. Le siguieron El pregón (2016) vehículo destinado al tándem televisivo Buenafuente-Berto, y El mejor verano de mi vida (2018) una comedia con hechuras al servicio del humorista Leo Harlem.

En Litus, De la Orden recupera muchas de las propuestas narrativas que ya había explorado en sus dos primeras películas, aunque aquí se añade el tema del suicidio, la pérdida para todo el grupo de amigos, hablando de temas complejos como el duelo, la ausencia, todos esos espacios vacíos que ha dejado el que se fue, su relación con ellos, y sobre todo, la amistad y todas sus consecuencias, en un relato que respira su deuda con el teatro situándonos en un único espacio, la casa donde vivió Litus, con ese cuarto tal y como él lo dejó, como ese espacio convertido en un lugar difícil de encarar y aceptar al ausente, con esos dos amigos Pablo y Marcos que esperan al resto de amigos que irán llegando, creando esas tensiones emocionales que en seis meses han estado dormidas o simplemente dejadas de lado, con esa mala idea que las cosas mejor dejarlas para que no molesten ni enturbien.

Ahora ese tiempo de silencio ha llegado a su fin y deberán hablar de Litus, de su muerte, de la relación que cada uno tenía con él, de aceptar una muerte incomprensible, de conocer la verdadera naturaleza de un amigo que quizás tenía problemas y nadie los vio, o nadie se atrevió a afrontarlos con él, de poner las cartas sobre la mesa y hablar cara a cara, frente a frente, sin cortapisas, diciéndose todo a la cara, esas verdades que nadie se atreve a decir, y desenmascarar todas esas mentiras en torno a Litus y a todos los demás. Pablo mantiene el recuerdo del muerto, engañándose a sí mismo que era un tío legal y sin máscaras, en cambio, Marcos, agobiado emocionalmente porque no logra superar la ruptura con Su, ve a Litus como un tío despreocupado y guay, Laia, la novia de Litus, prefiere no hablar de él  seguir con su vida, liándose con Toni, hermano de Litus, que hablará de su hermano muerto desde una perspectiva diferente que sorprenderá a todos, Pepe, que tenía un grupo de música con el fallecido, hablará son estridencias y contando su interior y todo aquello que los unía y separaba, y finalmente, Su, la ex de Marcos, personaje que no aparecía en la obra de teatro, que aparecerá para dar testimonio de todo los sucedido en ese piso y reencontrarse con Marcos para decirse todo lo que todavía no se han dicho.

De la Orden y Buchaca han construido un tragicomedia con mucho sentido y profundidad, que mantiene las buenas vibraciones que ya tenía en el teatro, a través de los diálogos, discusiones, reproches y enfrentamientos entre unos y otros, componiendo una fábula de nuestro tiempo, que nos habla desde la cercanía y la profundidad de temas como la amistad, la ausencia, el duelo, la aceptación, sobre todos esos conflictos internos y externos de los que nunca se habla, de la dificultad de expresar emociones y sobre todo, la de infinitos obstáculos que nos colocamos delante para no crecer, para seguir siendo niños emocionalmente hablando, para no asumir responsabilidades, y encontrar salidas equivocadas y mortales como hace Litus y lanzarse contra un muro y acabar con todo, de ese síndrome de Peter Pan tan habitual en la sociedad actual en la que todo va a velocidad de crucero y hay que demostrar a los demás que somos capaces de aquello y esto y olvidarnos de nuestro interior, de lo que realmente somos y queremos y sobre todo, de hacia dónde queremos llegar para encontrar nuestro lugar y sentirnos mejor con nosotros mismos.

Con ese aroma inconfundible que tenía Reencuentro, de Kasdan o Los amigos de Peter, de Branagh, en el que los amigos recordaban al compañero muerto, para bien y mal, redescubriéndolo y de frente, donde brilla una puesta en escena de gran ritmo y solidez que combina con mucha audacia y equilibrio los vaivenes emocionales que experimentan cada uno de los personajes, así como esos instantes de ligereza con esos toques de humos que suelen venir del personaje de Marcos, el más expresivo y grandilocuente, y un reparto que brilla a gran altura con las presencias tan estimulantes de Quim Gutiérrez como Toni, el portador de las cartas y con más de una sorpresa que dejará boquiabiertos al resto, Álex García, muy sobrio haciendo de Pablo, que vive obsesionado por el orden y la limpieza como vía de escape para controlarlo todo y no decir aquello que no agobia, Adrián Lastra interpreta con soltura a Marcos, el más inmaduro emocionalmente que en cambio, lo expresa todo y es poco delicado, con el síndrome del centro de atención constante, Belén Cuesta da forma a una Laia misteriosa, callada e incapaz de afrontar todo sobre Litus, Miquel Fernández es Pepe, el artista exitoso que habla de Litus con sinceridad y aplomo, dejando ver sus miedos e inseguridades, y finalmente, Marta Nieto, la testigo de todo este berenjenal emocional, que despierta de ese sueño adolescente a Marcos, y viene a calmar un poco los ánimos entre tanto tsunami emocional. Una comedia dramática sobre nuestras emociones, sobre cómo afrontamos el dolor y la pérdida del ausente, y también, de qué hacemos para enfrentar nuestros miedos, torpezas e inseguridades a los demás y a nosotros mismos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

El aviso, de Daniel Calparsoro

EN EL MISMO LUGAR DIEZ AÑOS DESPUÉS.

Un lugar, una tienda de 24 horas con su gasolinera. Una fecha, 3 de abril. Un suceso, un asesinato a sangre fría. Dos tiempos, el año 2008 y diez años después. Y dos protagonistas, Ion, un joven genio de las matemáticas con problemas emocionales, que es testigo del suceso en 2008, cuando su mejor amigo es disparado, y Nico, un niño de diez años, que en el 2018, será el destinatario de la bala. Ion investigará el suceso con su amigo David, y se dará cuenta, que en el mismo lugar, ha habido sucesos parecidos a lo largo de los años. Entonces, la tarea de Ion será hacer todo lo posible para avisar a Nico, aunque ocurra diez años más tarde. El décimo trabajo de Daniel Calparsoro (Barcelona, 1968) se imprime en el thriller psicológico, con grandes dosis de intriga, misterio y acción, para contarnos un relato de tintes oscuros en los que hay en juego varios elementos como el amor, la amistad, la maternidad, las secuencias numéricas, y contada a través de dos espacios temporales, en los que el fantástico tendrá su dosis de protagonismo.

Partiendo de la novela homónima de Paul Pen, en un guión firmado por Jorge Guerricaechevarría (uno de los guionistas más prolíficos, que ya escribió la anterior película de Calparsoro, Cien años de perdón) Chris Sparling (autor entre otras del libreto de Buried) y Patxi Amezcua (director de las interesantes 25 kilates y Séptimo) conforman una historia de suspense e intriga envolvente que cita a varios personajes, encabezados por Ion, un joven que será el encargado de llevarnos de un lugar a otro mediante la investigación que lleva de los asesinatos cometidos en ese lugar que parece maldito, luego está Andrea, su antiguo amor , ahora novia de su mejor amigo, y por otro lado, en el otro tiempo, diez años después, nos encontramos a Nico, el niño de 10 años que a su pesar, será protagonista del suceso que ha tener lugar ese 3 de abril, y su madre, Lucía, que al principio, no parece dar crédito a la nota amenazante que recibe su hijo, pero poco a poco, se dará cuenta de la gravedad de los hechos.

La película tiene muchos elementos del cine de Calparsoro, en el que conviven relatos de fuerte carga dramática, donde se desata la violencia, en los que suelen haber tríos sentimentales, con unos personajes marginales o pasando por situaciones traumáticas, en los que durante el relato deberán enfrentarse a sus miedos e inseguridades para seguir adelante en los entuertos. Si bien la película está contada con fuerza y sobriedad, describiendo unos personajes complejos y gran intensidad, quizás hay momentos que la trama se encalla y parece que la película se pierde en su argumento, aunque logra desmadejar el entrabado argumental, consiguiendo una narración y ritmo desiguales, pero que alcanza momentos muy intensos, sobre todo, los que protagoniza el buen hacer de Raúl Arévalo (que vuelve a las órdenes de Calparsoro después de Cien años de perdón) y algunos secundarios como las inquietantes presencias de Antonio Dechent, Luis Callejo o Julieta Serrano, que sin llegar a la altura de Cien años de perdón (una película de atracos que describía aspectos tan brutales de la política española como la corrupción) es un estimable thriller vestido de intriga policiaca, donde se ponen en liza varios elementos actuales como el amor hacia los demás, el acoso escolar, o la creencia de aquello que no se ve, lo intangible, lo que no sigue una ciencia cierta o palpable, algo que se nos escapa de nuestro entendimiento, lo que no podemos explicar, pero sabemos que ahí está, que se mueve entre nosotros, aunque seamos incapaces de verlo y mucho más, de entenderlo.

Como suele ocurrir en los trabajos de Calparsoro, la película tiene un excelente empaque narrativo y visual, donde los momentos sombríos y oscuros están bien conseguidos, dotando a su cine de una personalidad propia que no deja indiferente, sin olvidar otro de sus huellas características como su plantel de intérpretes, siempre convincentes y sensibles, aparte de los mencionados, tenemos al niño Huga Arbués, que defiende con solvencia su personaje, o Belén Cuesta, aquí muy alejada de sus personajes cómicos, o la sobriedad de Aura Garrido, una actriz que destila una dulzura y una mirada que pueden sostener cualquier encuadre por muy dificultoso que este se presente. Calparsos sigue en su línea perpetrando thrillers de buen factura y entramados inteligentes, algunos más conseguidos que otros, pero nada desdeñables de aquellas películas del mismo estilo que nos vienen de otras latitudes, más dadas a la espectacularidad porque si, y menos a la elaboración argumental, y sobre todo, dotar a las películas de personalidad y sobriedad, que sus imágenes puedan dar ese plus psicológico por el que atraviesan sus personajes en muchos casos abatidos, perdidos y desolados.

La llamada, de Javier Ambrossi y Javier Calvo

Y DIOS VINO A CANTARME.

El musical La llamada arrancó de forma sencilla y humilde ocupando el hall del Teatro Lara allá por mayo del 2013. Presentaban un espectáculo pequeño, de espíritu underground, que combinaba éxitos de Whitney Houston, Presuntos Implicados y temas religiosos, ya que esta historia donde una joven María se le aparece Dios se desarrolla en un campamento religioso. El éxito fue brutal y se convirtió en uno de los grandes “sleeper” de los últimos años, un espectáculo que sigue en las tablas, que se ha visto en más de 30 ciudades españolas, mexicanas y Moscú y ha cosechado la friolera de más de 300.000 espectadores. Así que su paso al cine era cuestión de tiempo. La película, recogiendo las buenas sensaciones del teatro y contando con el mismo equipo, desde sus jóvenes directores Javier Ambrossi (Madrid, 1984) y Javier Calvo (Madrid, 1991) curtidos como intérpretes en series como Física o Química o Sin tetas no hay Paraíso, y autores de la serie cómica Paquita Salas, y el mismo elenco, nos envuelve en el campamento religioso de “La Brújula”, en mitad de un bosque en Segovia.

Allí, conocemos a María y Susana, dos jovencitas entusiasmadas por la música que tienen un grupo que se llama “Suma Latina”, cruce de reggaetón y electro latino. Después de sus reiteradas salidas nocturnas, son fuertemente castigadas por Sor Bernarda, la nueva monja jefe del campamento que quiere devolver la alegría con su tema “Viviremos firmes en la fe”, que lleva más de 30 años animando a las jóvenes. Entre la férrea actitud de la monja jefe y las niñas está Sor Milagros, una joven monja que ayuda y quiere a sus niñas, que está sufriendo una crisis de fe y además, dejó una prometedora aventura como cantante. Cuatro personajes en un solo espacio (las demás se han ido de convivencias unos días) pero ahí no queda la cosa. Un día sin más, como otro cualquiera, a eso del alba, a María se le presenta Dios cantándole canciones de Whitney Houston  (en unas escaleras que conducen al cielo, como le ocurría a Frenchie, la peluquera insegura de Grease, pero en su caso era Franke Avalon cantándole “Beauty school Drop-Out”, para encauzar la vida de la desdichada joven). Una aparición que trastoca las emociones de la joven que se esconde en sí misma, intentando descubrir que hay en todo esto. Su amiga del alma, Susana, no entenderá la actitud de María y hará lo imposible para que su amiga vuelva a su lado.

Ambrossi y Calvo toman como referencia musicales como The horror picture show o El fantasma del paraíso, para construir una comedia musical honesta y con carácter, de endiablado ritmo, lleno de energía, amor y ternura, donde se contagian unas inmensas ganas de vivir a pesar de todo lo que nos rodea. Unos números musicales heterogéneos que casan a las mil maravillas desde el rock con el tema “Estoy alegre”, donde las dos monjas se marcan un rockabilly alucinante en el comedor, a los temas religiosos como “Viviremos firmes en la fe”, o un éxito pop de Presuntos Implicados como “Todas las flores” que se marca una Belén Cuesta completamente desatada, pero en su intimidad, recordando aquello que podía haber sido y sigue sin poder olvidar, y cómo no, los tres temazos de la Houston que se marca Dios.

Ambrossi y Calvo ejecutan con entusiasmo la combinación de comedia con leves toques de drama, sin necesidad de grandes alardes téncios ni argumentales, creyendo en su relato, escavando en las diferentes emociones contradictorias que viven sus personajes, en los que no sólo deberán encontrarse a sí mismas, sino que también, deberán relacionarse con las demás para no sentirse tan diferentes y compartir lo que sienten. Una película con la cuidada producción de Enrique López Lavigne, que cambia de registro, después de la terrorífica Verónica, de gran factura técnica que presenta una cálida luz que mezcla con cierto y sensibilidad la luminosidad con los colores apagados, obra de Migue Amodeo (habitual de Paula Ortíz) el preciso y rítmico montaje de Marta Velasco (colaboradora de las últimas de Jonás Trueba) o el acogedor y detallista departamento artístico obra de Roger Bellés (que ya disfrutamos en las obras de Isaki Lacuesta e Isa Cambpo), sin olvidar la excelsa producción musical desde su score obra de Leiva, y la producción de uno de los grandes, Nigel Walker (detrás de músicos como Dylan, Pink Floyd o The Beatles…, casi nada).

Y qué decir de su reparto, desde Macarena García, la maravillosa princesa de este cuento de ser uno mismo, bien acompañada por la arrolladora personalidad de Anna Castillo, las dos protagonistas alocadas que viven con intensidad y son capaces de montar lo que sea, y las dos monjas, la madura Gracia Olayo (de “Las Veneno”, que aquí es una jefa con corazón e intenta lidiar con los sentimientos de una perdida y alucinada María, Richard Collins-Moore, el intérprete inglés afincado en España, dando vida al Dios cantante, y Belén Cuesta, que vuelve a demostrar como hizo en Kiki, el amor se hace, que es una de las grandes actrices de comedia actuales, aunque también tiene su momento emotivo con ese baúl que no sólo guarda recuerdos, sino que además, guarda todo aquello que nos negamos a ser, digamos por miedo o inseguridad, porque al fin y al cabo, de esos temas nos habla la película, de no tener miedo a ser quienes somos, de descubrirnos a nosotros mismos, y dar rienda suelta a lo que sentimos, materializar esos sueños que nos laten en el alma, aunque eso sea trasgredir contra todo aquello que te rodea y romper con lo conocido para aventurarse a aquello que no conocemos, pero inevitablemente, es todo lo que realmente sentimos que tenemos que hacer, y si es cantando y bailando mejor que mejor.


<p><a href=”https://vimeo.com/226428110″>LA LLAMADA TRAILER</a> from <a href=”https://vimeo.com/dypcomunicacion”>DYP COMUNICACION</a> on <a href=”https://vimeo.com”>Vimeo</a&gt;.</p>