Entrevista a Àlex Mañas

Entrevista a Àlex Mañas, director de la película «Hada», en su domicilio en Barcelona, el miércoles 3 de septiembre de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Àlex Mañas, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Pere Vall, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Maria Sanz y Sara Espías

Entrevista a Maria Sanz y Sara Espías, actrices de la película Hada» de Àlex Mañas, en el domicilio del director en Barcelona, el miércoles 3 de septiembre de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Maria Sanz y Sara Espías, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Pere Vall y Àlex Mañas, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Aquel verano en París, de Valentine Cadic

BLANDINE CONOCE A BLANDINE. 

“En el cine, las jóvenes solitarias suelen ir asociadas al drama o al peligro. Me interesa explorar esa soledad como espacio de descubrimiento. Con Blandine quería retratar a esas mujeres que superan la treintena sin ajustarse a las expectativas sociales, sin reivindicarlo necesariamente”.  

Valentine Cadic

Seguramente recuerdan a Delphine, la protagonista de El rayo verde (1986), de Eric Rohmer que, al llegar las esperadas vacaciones, no tenía con quién ir y decidía ir sola, y eso la llevaba a conocer una parte oculta y muy importante de su alma. Algo parecido le ocurre a Blandine, la protagonista de Aquel verano en París (en el original, “Le rendez-vous de l’été”, traducido como “Reuniones de verano”), ópera prima de ficción de Valentine Cadic que, al igual que Delphine, llega al París en pleno auge de Juegos Olímpicos en el verano de 2024 desde Normandía con la idea de ver la competición de la nadadora Béryl Gastaldello, que se interpreta a sí misma, y aprovechar su viaje para ver a su hermana mayor Julie, que no ve desde hace diez años, y de paso conocer a su sobrina Alma. 

A través de un guion coescrito entre Mariette Désert, que tiene en su haber films de Martin Rit y Mikaël Hers, y la propia directora, seguimos las peripecias, desventuras y tropiezos de Blandine, que soporta con estoicismo y buen humor todos los avatares de la turista que se pierde, que no puede entrar al recinto porque su mochila es demasiado grande y cosas de ese tipo. La película no oculta su sencillez e intimidad, sino que al contrario hace de ello su fortaleza y solidez para construir una historia que nos atrapa desde el primer instante, combinando las imágenes propias del documento que está sucediendo al instante con la obra de ficción que se fusiona generando una idea de vida y ficción que casa con claridad y de forma muy natural, como ya hizo Cadic en dos cortos como Les grandes vacances (2023), con un camping en plena temporada como telón de fondo, y en Omaha Beach, que reconstruye el desembarco de Normandía en los mismos lugares donde sucedió. Blandine nos sirve de guía en mitad de un caos de ciudad, llena de gente, y el reencuentro/desencuentro con Julie, más pendiente de su caos personal que de la visita de su hermana. 

La directora que ha actuado en las películas “Ava” de Léa Mysius y “Nuestras batallas” de Guillaume Sénez, se ha rodeado de una gran cinematógrafa como Naomi Amarger, que trabaja en las cintas de Marie-Castille Mention-Schaar, impone una luz clara y transparente que evidencia la humanidad de la joven protagonista, con la textura que da el celuloide como hacían en Mi vida con Amanda (2018), del citado MIkaël Hers, y en Una bonita mañana (2022), de Mia Hansen-Love, mostrando un París caótico sí, pero captando los contrastes entre las calles de multitud con los interiores más reposados. La música de Saint DX, que debuta en el cine, ayuda a establecer un interesante diálogo entre las imágenes festivas con los las emociones que experimenta Blandine, una especie de náufraga que más que salir de la isla quiere estar un rato en silencio y experimentando lo que es y lo que necesita. El montaje de Lisa Raymond, en una película breve, tranquila y nada complaciente, aunque a primera vista a algún espectador le pueda parecer lo contrario, en un montaje clásico, que no usa recursos modernos ni da que maquille lo que se cuenta y de la forma en que lo hace, en sus interesantes y profundos 77 minutos de metraje. 

Si el guion funciona a las mil maravillas con un París que se ve diferente, con una perspectiva de ciudad densa, multitudinaria y también, con pequeñas historias que suceden en silencio como la de Blandine, auténtica alma de la película con la magnífica y emocionante interpretación de Blandine Madec, que ya fue la antiheroína de la mencionada Les grandes vacances, con un personaje diferente pero con esa actitud de estar sola sin nadie alrededor. Le acompañan India Hair como Julie, que hemos visto en películas de Quentin Dupieux, Ursula Meier, Maïwenn y la reciente Tres mujeres, de Mouret, Arcadi Radeff que ra uno de los protagonistas de El cuadro robado, entre otros. Una película como Aquel verano en París es una rara avis porque reivindica la soledad como herramienta esencial para estar y conocerse a uno mismo para crecer, respirar y sentir a tu manera, despacio y sin prisas. Una película en ese sentido muy revolucionaria, porque en un mundo lleno de presiones sociales, donde estar soltero/a se relaciona a algo negativo y no a una elección muy personal, el relato de la directora francesa captura con gran sentido y claridad la necesidad de estar sola que tiene Blandine, y sobre todo, de tomarse la vida como viene, a aprender a dejar de amar, a una lección constante, a ser y estar como uno quiera sin necesidad de dejarse llevar por una sociedad tan libre que se olvida de sentir el verdadero significado de ser libre. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Tierra baja, de Miguel Santesmases

RECUERDO QUE TE HABÍA OLVIDADO.  

“Yo nunca te olvidé. No me olvides tú a mi”. 

Los primeros instantes de Tierra baja, de Miguel Santesmases (Madrid, 1961), están concebidos para situarnos en el contexto de su protagonista, Carmen, una mujer que ha huido de Madrid, agobiada por un trabajo, el de guionista, que no la llenaba, o quizás, huyó por otras razón. Todavía no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que ella se ha recluido en el mas de su familia, ubicado en uno de sus pueblos de la provincia de Teruel, en el Bajo Aragón. Un lugar apartado de todos y todo, exceptuando algún encuentro fortuito con sus allegados: Damián, el hombre que le ayuda al mantenimiento, María Rosa, una prima, que le insta a volver a escribir. Entre quehaceres cotidianos y ratos de mirar y otros, en una búsqueda profesional, porque los olivos, antaño muy productivos, ahora no hay negocio. Así encontramos al comienzo del relato a Carmen, que no sabe por dónde tirar, más en un tiempo de espera a su pesar. Un día recibe una postal de un tal Eduardo, un hombre que en el pasado significó algo para ella. Un algo que todavía no sabemos. En poco tiempo, la película se presenta llena de incógnitas, secretos que se irán desvelando o no. 

Del cineasta madrileño que tuvo su momento en la industria con La fuente amarilla (1999), Amor, curiosidad, prozak y dudas (2001), y Días azules (20016), escritas junto a Antón y Martín Casariego, y Lucía Etxebarría, que se movían entre el thriller y el drama sobre jóvenes. En 2016 hace Madrid, Avobe The Moon, cine de guerrilla que construye una comedia romántica nada convencional. Ahora nos llega Tierra baja, que coescribe junto a Ángeles González-Sinde, amén de dirigir tres largos, ha escrito para cineastas tan importantes como Ricardo Franco, Manuel Gutiérrez Aragón y Gerardo Herrero, entre otros. Mantiene el mismo espíritu que la anterior, donde un buen guion y estupendos intérpretes hacen el resto. Aquí se añade el impresionante paisaje que escenifica la realidad interior de la protagonista y las consecuencias de lo que se llama como la España vaciada, donde las formas de trabajo mutan y los jóvenes huyen a las grandes urbes. La historia se mueve por varias travesías. Por un lado, tenemos a la mujer que vuelve a su pueblo con la idea de instalarse, están las nuevas formas de subsistencia ante los cambios en la agricultura, bien condimentado con el drama personal, lo romántico como leit motiv, pero muy alejado de los estándares convencionales, y por último, la ficción como espacio para imaginar la realidad o simplemente, como un lugar para refugiarse para abordar las dificultades de lo que se llama realidad. 

Tiene la película de Santesmases esa atmósfera ligera y transparente de las películas de Alexander Payne, pero muy profundas en sus planteamientos emocionales, donde convergen unos personajes con ideas que chocan con los demás, pero firmes en sus decisiones quijotescas. Una película cuidada en el aspecto técnico con una cinematografía que firma Alberto Pareja, del que hemos visto la semana pasada Miocardio, de José Manuel Carrasco, y ya estaba en la citada Madrid, Avobe The Moon, en el que prima la luz natural y captar la grandiosidad del paisaje pero sin embellecerlo. La música de Alejandro Román, habitual del cineasta balear Toni Bestard, y películas como Estándar y La pasajera, consigue con un pocos temas sumergirnos en una historia muy sutil y con pocos personajes, que atrapa con muy poco. El montaje que firman Germán Roda, autor de una extensa filmografía de documentales como Marcelino, el mejor payaso del mundo y Vila y sus dobles, y el propio director, maneja con soltura y ritmo los 96 minutos de un metraje que se ve con interés y no recurre a los lugares comunes, sino que al igual que la película sobre Madrid que hemos mencionado, busca en el paisaje y su forma de encuadrarlo una mirada más personal e íntima. 

Una película como esta tan llena de matices, detalles y mucha alma necesitaba una actriz tan extraordinaria como Aitana Sánchez-Gijón, que se guarda mucho sus sentimientos y cómo los expresa cuando es totalmente imprescindible. Una intérprete con sus miradas y sutilezas alimenta de misterio y belleza un personaje como Carmen, tan cercana como esquiva, tan seria como vulnerable, que parece una versión femenina de Crusoe en su pequeña isla, unos días a la deriva y otros, no se sabe dónde y por qué. A su lado, otro tótem como Pere Arquillué, una bestia en el teatro que no se prodiga tanto en el cine como me gustaría. Su personaje Eduardo Llanos es un productor de cine algo cansado y desencantado de su oficio, o quizás, por eso, llega al reino desterrado de Carmen en busca de engancharse a la vida, o al menos, reencontrar algo que recordó que había perdido. La presencia de Itziar Miranda, un personaje clave en la trama y ahí lo dejamos. Los autóctonos como Javier Gúzman que hace de Damián, el chico para todo, Lydia Vera es María Rosa la prima que está y Sonia Bel Faci como Cristina, la otra amiga que lleva el bar, y otras almas del pueblo, dan la profundidad necesaria para no quedarse sólo en la anécdota. 

Me ha convencido la propuesta de Tierra baja, de Miguel Santesmases, por su sencillez y honestidad, por contarnos una película que habla sobre el cine o sobre los que hacen el cine, sobre los oscuros y difíciles mecanismos de la creación y la tortura y complejidad de un oficio tan enriquecedor como masoquista, que mencionaba Truman Capote, como el de la escritura, y en este caso, el de guionista. Su absorbente naturalidad y calidez que desprende la hace tan cercana que los espectadores nos vemos moviéndonos como un personaje más, donde se juega mucho en los límites de lo que entendemos como realidad y ficción. Una película que invita a aventurarnos en los espacios de la creación y la fabulación, tan necesarios en un planeta cada vez más superficial e inmediato, que olvida muy a menudo la calma y la serenidad para adentrarse en esos otros aspectos de nuestro interior, escarbando en nuestras emociones, en nuestros miedos, en los que nos hace fuertes y vulnerables, en lo que somos realmente cuando se acaba el ruido. Tierra baja es una película sobre el hecho de escucharse, rodeado de silencio, de paz y tranquilidad, espacios tan importantes para la existencia, huyendo del ruido ensordecedor de las grandes ciudades, lugares destinados para la prisa y el estrés. Quédense un rato en las imágenes que propone Santesmases y comprobarán que necesitan otra vida y porque no, algo de ficción nunca está de más. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Las cícladas. Escapada de amigas, de Marc Fitoussi

BLANDINE SE REENCUENTRA CON MAGALIE. 

“Solo nos separamos para reencontrarnos”.

John Gay

Cuenta la no vida de Blandine, una mujer de cuarenta y tantos, como cantaba Sabina, a la que su marido dejó hace dos años por una mujer tan joven como su hijo de 20 años. Blandine va del trabajo a su vida rutinaria y aburrida hogareña, tan cuadrado como previsible, sin más qué hacer y sometida a su pena y compasión, apática y triste. Su hijo, preocupado por su madre, provoca una cita con Magalie, una amiga íntima del instituto treinta años atrás. Magalie es el otro lado del espejo de Blandine, es ruidosa, vive al día, de aquí para allá, libre en el amor y despreocupada en todo. La cita no acaba de funcionar, una está en la vida y disfrutar, y la otra, está en sufrir y encerrarse. Pero la cosa no va acabar ahí, porque el hijo, otra vez, empecinado en la felicidad de su madre, provocará otro encuentro, empujando a compartir viaje a Grecia y visitar la famosa isla Amorgos, donde se rodó su película favorita de entonces, Le Grand Bleu (1988), de Luc Besson. 

Como es de esperar, el viaje estará plagado de imprevistos, desencuentros y mucho más. Si echamos un vistazo a la filmografía de Marc Fitoussi (Francia, 1976), a los ocho títulos que la componen, está repleta de heroínas femeninas, o mejor dicho, de antiheroínas femeninas, de todas las edades y condiciones sociales. Mujeres envueltas en encrucijadas emocionales que deben lidiar con problemas de todo tipo, pero sobre todo, con ellas mismas. En Las cícladas. Escapadas con amigas, (que hace referencia al archipiélago griego donde se desarrolla la película), no iba a ser menos, pero esta vez, reúne a dos mujeres en las antípodas, tan diferentes como extrañas que, en su día, fueron íntimas pero ahora son dos desconocidas. Como ocurre en sus anteriores trabajos, mezcla con sutileza y acierto, el drama íntimo y personal con la comedia más loca y desprejuiciada, en las dos figuras protagonistas. Una, Blandine, es alta y delgada, una especie de patito feo que ni se quiere ni lo intenta, y enfadada con el mundo, pero más con ella misma, una especie de día nublado en bucle. Frente a ella, Magalie, que está en el otro extremo, totalmente despreocupada en todos los sentidos, fascinada por la dance music, liberada en el sexo y en las relaciones, y sobre todo, una mujer que vive la vida sin pensar en el mañana. 

El director francés estructura su película a través de una road movie al uso, visitando las diferentes islas, es decir, Santorini, la primera escala, luego Kerinos, donde conocen surfistas y cabras, y esperan, Miconos, donde pasan una gran noche con bijou y Dimitris, una pareja excéntrica, y finalmente Amorgos, el destino final o no. Unas islas que las circunstancias van llevando a las protagonistas, donde cada isla-visita se convierte en los diferentes estados de ánimo por los que van pasando las actrices principales y en sus (des) encuentros, que tienen muchos momentos agridulces y altibajos. Con una cuidada y detallada luz mediterránea que combina sus claroscuros propios de la historia que nos cuenta, que firma Antoine Roch, en su segunda película con Fitoussi después de Las apariencias, hace tres años, en una interesante incursión en el thriller psicológico. el exquisito y agitado montaje de Catherine Schwartz, que ya trabajó con Fitoussi en la serie Call My Agent (2015), entre otras, en una película con muchas experiencias y situaciones que se va a los 110 minutos de metraje. 

Aunque la verdadera fortaleza de la película reside sin dudarlo en su grandísimo reparto con una desatada y exuberante y genial Lauren Calamy como Magalie, en su segundo trabajo con el director después de la citada Call My Agent, y que hemos visto mucho últimamente en títulos tan diferentes como el drama íntimo y social A tiempo completo, y el thriller rural Sólo las bestias. Junto a ella, y en ocasiones, algo más alejada, jejejeje, un impresionante y Señorita Rottenmeier triste y rígida como Olivia Cóte, que nos encantó como la secretaria de Catherine Frot en Entre rosas,  en su primera vez con Fitoussi, dos actrices que ya coincidieron en la comedia alocada y divertidísima Vacaciones contigo… y tu mujer (2020), de Caroline Vignal, y para rizar el rizo, a esta pareja cómica y tan diferente, se les une una estupenda Kristin Scott Thomas, que le da ese toque desatado que va mucho con el personaje de Magalie, las dos tan locas y divertidas. Una actriz a la que nos hemos acostumbrado demasiado a verla en roles dramáticos cuando es una gran comedianta como demuestra con su Bijou y la relación libre que tiene con su griego, o sea, con Dimitri, el pintor rico que no entiende ni papa de francés. 

Fitoussi nos regala y nunca mejor dicho, una comedia para divertirse y pasar el rato, pero con algo más, como suele pasar en la cinematografía francesa, tan cuidadosos con ese cine comercial con algo más, porque Las cícladas. Escapada con amigas, no sólo nos hace pasar un buen rato riéndonos con las ocurrencias de Magalie y las reacciones de Blandine, sino que también explora temas tan universales y humanistas como la amistad, la bondad, la fraternidad, la empatía, el amor y la reconciliación y cómo lidiar con las personas que queremos y son tan diferentes a nosotros, y sobre todo, es también un relato que nos habla a susurros y a gritos de cómo aceptar la derrota, el abandono y encontrar las herramientas para seguir, para conocernos y conocer a los otros, a que la tristeza puede ser un gran vehículo para dejar y dejarnos de leches y descubrir y descubrirnos porque el mundo está ahí fuera y nunca espera a nadie, sigue girando con más o menos personas, es así, y Blandine lo debe de aceptar y mirarlo de frente. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Francesc Garrido, Joan-Marc Zapata y Agustina Leoni

Entrevista a Francesc Garrido, Agustina Leoni y Joan-Marc Zapata, intérpretes y director de la película «El color del cielo», en los Cinemes Girona en Barcelona, el martes 18 de octubre de 2022.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Francesc Garrido, Agustina Leoni y Joan-Marc Zapata, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Sandra Carnota de Begin Again Films, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Una vez más, de Guillermo Rojas

REENCONTRARNOS CON LO QUE FUIMOS.

“El pasado es lo que recuerdas, lo que imaginas recordar, lo que te convences en recordar, o lo que pretendes recordar”.

Harold Pinter

Erase una vez una joven treintañera llamada Abril, que se trasladó a Londres desde Sevilla persiguiendo su sueño de convertirse en una arquitecta reconocida. Han pasado cinco años de aquello, y Abril está instalada en la ciudad inglesa trabajando como arquitecta y enamorada de Paul. Pero, su abuela muere, y se traslada a su Sevilla natal, como le sucedía a Léa, la protagonista de Tres días con la familia, de Mar Coll, también opera prima, donde se reencontrará con todo lo que dejó un lustro atrás. La casa de sus padres donde vivió, sus amigas del alma, las calles y los edificios de la ciudad que la vio crecer, y sobre todo, con Daniel, el ex novio con el que vivió cinco años, una relación que dejó cuando marchó a Londres. El director Guillermo Rojas (Córdoba, 1981), debuta en el largometraje con un relato de aquí y ahora, retratando a toda esa juventud muy preparada, que ha tenido que emigrar buscando oportunidades laborales que se les negó aquí, y no lo hace desde una posición embellecedora y simplista, sino todo lo contrario, a través de las contradicciones y claroscuros propios de alguien que siente nostalgia por aquello que tuvo, que fue, peor a la vez, siente alivio por vivir en otra ciudad, donde el trabajo es digno y humano. Entre esas dos dicotomías emocionales se mueven los sentimientos encontrados, recuperados y también, contrapuestos, que siente el personaje de Abril.

El cineasta cordobés, que también, escribe el guión, produce y monta la película, filma un par de instantes en Londres, pero acota su película en Sevilla, en ese par de días, donde seguimos a Abril y su (des) reencuentro con Daniel, paseando con ellos, yendo en bicicleta, observando la ciudad desde lo alto, lugares turísticos, que como exclama Abril: “No dejan de ser bonitos y agradables, aunque los inunden los turistas”, recorren una de esas pequeñas librerías, donde Daniel trabaja contando cuentos a los niños, en las que nos tropezamos con libros que hablan tanto de nosotros, y lo que sentimos, al igual que la película que la pareja circunstancial entra para ver un cine, y no es otra que La reconquista, de Jonás Trueba, otro (des) reencuentro entre ex después de quince años, topándose con la secuencia maravillosa del baile, o esas canciones, que como sucede en el cine de Almodóvar, hablan tanto de lo que les está ocurriendo a los personajes, con la canción “Una vez más”, interpretada por Laura Hojman, coproductora y jefa de vestuario de la película, además de directora de documentales como Tierras solares, que da título a la película, que escuchamos en directo, casi íntegramente, como ocurre con los directos de las películas de Kaurismäki o el propio Jonás Trueba, o esa catarsis del recuerdo, cuando entre todos los amigos, en mitad de la noche, se ponen a cantar “Ojos negros”, de Duncan Dhu, y otros temas musicales, que nos sirven para ejercer esa disección de las emociones de los principales protagonistas, y esa maraña de sentimientos complejos por los que pasan en estos apenas tres días de película.

Una jornada larguísima caminando por Sevilla, es el marco en el que se desarrolla el relato de Rojas, con sus luces y sombras, con ese día brillante, donde parece que todo vuelve a ser como antes, o esa noche, que despierta todos los reproches que no se dijeron en su día, o se guardaban para el posible momento, con sus risas y sus tristezas, con la vida de frente, sin tapujos, ni adornos. Con una luz naturalista e íntima, obra del cinematógrafo Jesús Perujo, que recoge la inmensa luz brillante de la capital andaluza, o la noche duerme vela de la ciudad, ayuda enormemente a capturar toda ese escenario de actualidad que recoge la película, aunque los temas universales que trata, la hacen atemporal a la vez, investigando la emigración de una juventud sin oportunidades, la problemática de la precariedad laboral, y sobre todo, todos esos sueños que albergábamos de jóvenes, todo lo que fuimos y nos eremos, tantas cosas que se perdieron por el camino, tantas emociones, tantos amores inconclusos, perdidos, que dejaron de ser para no ser jamás, tantas cosas que fuimos y ya nunca más seremos, reencontrarnos con todo eso es difícil, complejo y nada agradable de batallar.

Un reparto de jóvenes intérpretes andaluzas, entre los que destaca la maravillosa y cercana pareja protagonista, eje de la película, con una Silvia Acosta y Jacinto Bobo, componiendo sus respectivos Abril y Daniel, explotando esa naturalidad e intimidad que tanto demanda la película, con esas miradas que dicen tanto y callan más, con gestos que explican más que las palabras, con esos paseos que no solo recorren la ciudad, sino que recorren lo que sintieron, lo que fueron, y sobre todo, lo que pudo haber sido, en un relato sentimental y nostálgico, que huye del romanticismo azucarado, para adentrarse en una comedia dramática con hechuras y envolvente, que tiene en la palabra su razón de peso, como en las películas de Rohmer, Woody Allen, Linklater o las comedias madrileñas de los ochenta de los Colomo, Fernando Trueba y compañía, que no solo reflejaban una juventud esperanzada en los nuevos tiempos que afloraban, sino que retrataban de manera inteligente y real, las vicisitudes sentimentales de unos jóvenes torpes y frustrados, como ocurre en Una vez más, donde la juventud debe lidiar con la falta de trabajo, y las incertidumbres económicas, con el amor, un amor que más parece un náufrago a la deriva, perdido en la inmensidad de sus emociones, y esperando a encontrar o reencontrarse con aquel que fue, aquel que añora, o simplemente, aquel instante en que todo era posible. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Quim Gutiérrez

Entrevista a Quim Gutiérrez, actor en la película «Litus», de Dani de la Orden. El encuentro tuvo lugar el miércoles 4 de septiembre de 2019 en el Hotel Casa Fuster en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Quim Gutiérrez, por su tiempo, amistad, generosidad y cariño, y a Marién Piniés de A Contracorriente Films, por su tiempo, paciencia, generosidad y trabajo.

El hijo del acordeonista, de Fernando Bernués

LAS CICATRICES NO SE BORRAN.

Los aficionados a la lectura quizás recordarán la novela corta Reencuentro, de Fred Uhlman (1901-1985) en la que exploraba los males del nazismo y sus terribles secuelas en la mirada de Hans, judío, y Konradin, nazi, dos amigos adolescentes que la guerra separó, y su posterior reencuentro en los años sesenta. Mucho de aquella novela encontramos en el libro El hijo del acordeonista, de Bernardo Atxaga (Asteasu, País Vasco, 1951) en la que el escritor vasco se sumerge en la amistad entre David y Joseba, dos chavales que crecen en Obaba, pueblo mítico e imaginario en el universo de Atxaga (una especie de Macondo particular) a mediados de los setenta. Un lugar dividido entre los que ganaron la guerra, el padre y los amigos de David, y los perdedores, el entorno de Joseba, a los que el pueblo asfixiante y conservador se les ha quedado muy pequeño. Este desolador panorama de rivalidades y heridas demasiado abiertas, se convierte en el caldo de cultivo perfecto para que David, por mediación de Joseba, lo deje todo y se convierta en un soldado clandestino que luchará con armas por la causa vasca, junto a su amigo del alma.

El director Fernando Bernués (Donosti, 1951) reconocido en el teatro, televisión y cine, con la que ha codirigido dos películas, debuta en solitario adaptando la novela más personal de Atxaga, que ya tuvo una adaptación teatral en el 2013, dirigida por el propio Bernués. Cuarta novela de Atxaga que llega al cine, con guión de Paxo Telleria (también adaptador en el teatro) en un relato que se divide en dos etapas, en la primera, centrada en los setenta, vemos como David y Joseba viven en ese pequeño pueblo donde las envidias, la miseria moral y lo tradicional mellan a una parte de la población, la vencida de la guerra, la que vive sometida ante el régimen franquista. Y una segunda etapa, la de finales de los noventa, cuando David, gravemente enfermo, recibe la visita de su amigo Joseba, ya adultos, dispuestos a enfrentarse cara a cara y hablar del pasado, cerrar heridas y marchar en paz.

La película viaja de un lugar a otro continuamente, mostrando todos aquellos aspectos oscuros de la vida cotidiana de los setenta, en una atmósfera irrespirable y opresiva en que habitan dos bandos, y donde aumentará la radicalización de David y Joseba cuando son testigos de las injusticias y asesinatos que cometen las autoridades franquistas. Después, nos contarán la vida clandestina perteneciendo a ETA, sus actividades y las diferencias entre los miembros del comando, para finalmente, saltar en el tiempo y llevarlos hacia su reencuentro, a rememorar aquellos años y todo lo que ocurrió entre ellos, mirándose y confesando todos los errores y aciertos que cometieron en unos tiempos convulsos y llenos de miedo, donde coger las armas significó para ellos un antes y después en sus vidas. Bernués opta por una luz enigmática y natural obra del gran Gonzalo Berridi (responsable de películas de Medem, Uribe, Gutiérrez Aragón…) creando esa atmósfera turbia y opresiva que tanto demanda el pueblo de Obaba, una extensión de la emocionalidad de los personajes, que se encuentran perdidos y encerrados entre tanto miedo y opresión, con la excelente música de Fernando Velázquez, que sin subrayar ni acompañar, ayuda a crear esos ambientes de luz que tiene la película, aunque sean muy pocos, crean esa tensión interior entre lo que sienten los personajes y el ambiente de terror en el que se mueven, y finalmente, el ágil y estupendo montaje de Raúl López (autor de Loreak o Handia, entre otras) que viaja de un tiempo a otro, sin que resulte pesado o tedioso.

Un relato duro y lleno de aristas emocionales que recupera el aroma de películas como En el nombre del padre o The Boxer, ambas de Jim Sheridan, dedicadas a explorar el terrorismo del IRA y sus graves consecuencias en la población. Bernués nos habla de la herencia paterna, del miedo de aquellos años de franquismo, de las tensiones entre lo que se debe hacer y lo que se siente, la violencia moral que se vive cuando las cosas se hacen mal, y la violencia física como único recurso ante tantas injusticias. Una narración brillante y laberíntica, nos lleva a la cotidianidad de unos personajes marcados por una guerra, la de los padres, y todo aquello que dejó en el ambiente, esa mugre y podredumbre entre unos y otros, hablándonos de frente de la culpa, el remordimiento, el rencor, el odio y la violencia que ha azotado durante tantos años una tierra bella, pero llena de cadáveres. Un estupendo y contundente reparto de caras poco conocidas encabezados por Aitor Beltrán y Cristian Merchán, dando vida a David de adulto y joven, respectivamente, al igual que Iñaki Rikarte y Bingen Elortza, dan vida a los Joseba, Frida Palsson es la mujer americana de David, y las otras mujeres como Mireia Gabilondo, Miren Arrieta y Laia Bernués, dando vida a esas miradas que sufren y padecen los avatares de tanta tensión entre los hombres, José Ramón Argoitia como el tío Eusebio, tan alejado de su padre, el acordeonista oficial del pueblo y franquista, que también hace el oficio del gran Joseba Apaolaza, con el instrumento musical como objeto de controversia y tensión entre padre e hijo, ya que significa obedecer y seguir los pasos de los vencedores y asesinos.

Una película que se sumerge en nuestra historia reciente, la más oscura, en aquella que todavía no está cerrada, en la que tantos recuerdan a aquellos que ya no están, que murieron porque unos y otros decidieron que la muerte significaba luchar contra la opresión y a favor de la libertad. Tiempos de miedo, de terror, de enemigos propios y ajenos, de amigos y traidores, de política, de violencia, de enemistades, de hombres corrientes que se lanzan a la lucha armada, de tiempos oscuros y llenos de sangre, de un tiempo que recordarán los amigos en los noventa, cuando ha llegado el tiempo de recordar, de mirarse a los ojos, de sumergirse en el interior del otro, y perdonar, confesar tantas verdades y acciones que en su día no encontraban explicación, de hablar sin tapujos, de contarlo todo, de construir el presente a través de confesar los errores del pasado, sin miedo y con profundidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA