Entrevista a José Luis Guerín, director de “La academia de las musas”. El encuentro tuvo lugar el lunes 28 de diciembre de 2015, en la vivienda del director en Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a José Luis Guerín, por su tiempo, sabiduría y generosidad, a Sonia Uría de Suria Comunicación, por su paciencia, amabilidad y cariño, y al colega de El Punt Avui, que tuvo el detalle de tomar la fotografía que ilustra esta publicación.
Entrevista en Radio Ripollet sobre la página 242películasdespués.com, en el programa “El setè art de Talia”, presentado y dirigido por Joana Raja. El encuentro tuvo lugar el lunes 8 de junio de 2015 en los estudios de Ripollet Radio.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a Joana Raja, que ha hecho posible este emocionante y especial encuentro, por su tiempo, generosidad y cariño hacia la página, y sobre todo, hacía mi persona.
(La imagen que ilustra esta publicación pertenece a la película “Fanny & Alexander”, de Ingmar Bergman).
Entrevista a Vito Sanz, uno de los actores de “Los exiliados románticos”, de Jonás Trueba. El encuentro tuvo lugar el martes 8 de septiembre de 2015 en el hall del Cine Zumzeig de Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Vito Sanz, por su tiempo, simpatía y generosidad, y a Eva Herrero de MadAvenue, por su paciencia, amabilidad y cercanía.
La directora Dominga Sotomayor (Santiago de Chile, 1985), dejó un buen sabor de boca en su opera prima De jueves a domingo (2012), una interesante y reflexiva aproximación del desmoronamiento de una pareja y la relación con sus hijos. Una road movie donde una pareja en la treintena viajaba con la compañía de sus dos hijos al norte del país. Sotomayor elegía el punto de vista infantil, un espacio de diversión, juegos y sueños, que contrastaba con el mundo de los padres, triste, perdido y sin ilusiones, formado por una pareja que ha decidido separarse. En su segunda película Mar, Sotomayor se enfunda el traje de observadora, ahora el punto de vista no está centrado en nadie, sólo quiere que seamos testigos de lo que vemos y saquemos nosotros, los espectadores, nuestras propias conclusiones. Su relato se centra en Martín, un joven de 33 años que se ha escapado junto a su novia unos días a disfrutar del sol, la piscina, y el buen tiempo de Villa Gesell, en Argentina.
La joven pareja se muestra distante, el amor, si alguna vez lo hubo, se está descomponiendo, ya no se muestran cariñosos, y cada vez se sienten más alejados el uno del otro. En la segunda mitad de la película, con la llegada de la madre de Martín, aún se agravará más la situación de calma latente que respira la pareja. Sotomayor fabrica su cine a través de gestos y detalles, su cine se muestra sutil, hay que buscar concienzudamente entre sus aristas y pliegues para ir descubriendo lentamente la multitud de capas que encierran tanto sus historias como los personajes que las habitan. La cotidianidad de los días de vacaciones son utilizados por la realizadora chilena para tejer entre la pareja y el paisaje que los rodea, una tela de araña malsana, en la que todo pasa, pero nada se muestra. Si hay alguna evidencia en la película no se muestra en una primera capa, hay que rascar fuertemente para que pudiéramos encontrarnos con ella.
La cámara de Sotomayor se muestra observadora, tomando la distancia prudente, en el que las cosas suceden, sin intervenir de manera moral, una cámara que sólo se mueve en un par de ocasiones, donde la directora hace evidente ese movimiento, ese cambio que se está produciendo en Martín. Una película breve, apenas 60 minutos, e intensa, que no deja nada al azar, con una forma muy definida, y un argumento lleno de espacios oscuros y sin fondo. Una obra que certifica los buenos augurios que nos dejó el primer trabajo de Dominga Sotomayor, que desde ahora y en adelante, seguiremos sus pasos con ojo avizor, en la diversidad y riqueza de sus trabajos, ya sean en la dirección, guión o producción, a través de CINESTACIóN, la cooperativa cinematográfica donde con un puñado de jóvenes cineastas talentosos se han agrupado para seguir en el camino produciendo un cine interesante, reflexivo y emocionante.
Encuentro con el productor Marin Karmitz en el marco del ciclo dedicado a la figura del cineasta Alain Resnais. El evento tuvo lugar el miércoles 27 de mayo de 2015, en la Filmoteca de Cataluña.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Marin Karmitz por su tiempo, sabiduría y su maravillosa carrera cinematográfica, y al equipo de la Filmoteca, con su director Esteve Riambau al frente, por acogerme y tratarme con afectuosa amabilidad.
Una plaga de castores está destruyendo el ecosistema hostil y agreste de Tierra del fuego, en la Patagonia chilena. Una pareja de biólogos y enamorados, Derek y Giorgia, son enviados a la zona con la misión de acabar con los castores y restaurar el entorno natural. El tándem de directores chilenos, Nicolás Molina (1985) y Antonio Luco (1986), nos introducen en una película que maneja varios géneros, desde la comedia más surrealista hasta el sentido del humor más cínico y grotesco, pasando por las películas de aventuras en entornos duros y complejos, deteniéndose en los films de terror con un look muy semejante a las que afloraron en los 70, incluso se atreven con la ciencia-ficción más terrenal y psicológica, muy alejada de la sofisticación edulcorada de algunas obras. Pero todo tiene un inicio, y para analizar con detenimiento el origen de la plaga hay que remontarse al año 1946, cuando unos lunáticos codiciosos de dólares, trajeron a la zona 25 parejas de castores con el único fin que se multiplicaran para vender sus pieles. Pero, el negocio no fructífero y los animales no fueron devueltos a su lugar de origen, invadiéndolo todo y adueñándose del lugar, principalmente a que no era su entorno natural y carecían del acecho de ningún depredador.
En la actualidad, destrozan el ecosistema talando árboles y construyendo represas para los suyos, provocando el desvío del cauce natural de los ríos y múltiples contaminaciones. Los realizadores sudamericanos, en poco más de una hora de metraje, se enfunden el traje de exploradores y sabuesos para localizar a estos animales y acabar con ellos. Una película que pone en cuestión diversos temas de extrema dificultad y complejidad, como el modus vivendi de los castores tan parecido al de los seres humanos, que destruye el entorno natural para su beneficio individual, que invade y contamina las zonas naturales sin estudiar detenidamente las desastrosas consecuencias que vendrán en el futuro, poniendo en cuestión la difícil convivencia del hombre con la naturaleza, incluso también, la idea de eliminarlos, no son animales con derechos que simplemente fueron sacados de su lugar para vivir en otro, que ahora han hecho suyo, y el tema de los gobiernos, que por tratarse de un lugar donde apenas existen recursos naturales que se puedan explotar económicamente, han provocado la desidia de los gobernantes. Temas y reflexiones que la película, utilizando un tono suave y tranquilo, aborda mostrando un tono serio y reflexivo, sin olvidarse de los puntos de humor que jalonan con buen criterio el relato. Cine serio pero con sentido del humor. Cine que nos muestra un problema difícil adoptando una forma pausada, que se detiene en todos los puntos de vista, los testimonios resultan muy contundentes esclarecedores, además de reflejar las necesarias y diferentes opiniones, y posturas de los habitantes del entorno.
La primera película de Lorenz Merz (1981, Zurich. Suiza) arranca como una película de los hermanos Dardenne, y más concretamente como Rosetta (1999), con la que comparte más de una idea, pero a Merz no le interesan las dificultades económicas y sociales del entorno donde los cineastas belgas instalaban su relato, sino más bien otro entorno, el emocional. Es en el estado emocional donde desarrolla su película que se inicia con la joven Zoé huyendo de un piso –impecable la composición de la actriz Lolita Chammah, con ese rostro y miradas perdidas y contenidas que acongojan y desnudan a cualquiera- huyendo de un pasado del que se nos ofrece poca información, algunas frases/mensajes de teléfono que iremos escuchando a lo largo del metraje, y heridas físicas que la chica va arrastrando, datos que nos llevan a intuir que escapa de algún novio-.
La huida es siempre hacía delante, la chica se interna en su propio interior y en su dolor, se pierde en el bosque, acaba en una gasolinera, lugar de paso, en el que intenta viajar, de copiloto o de polizonte. La cámara la sigue durante los 7 días y una mañana que dura tanto la película como su trayecto físico y emocional, un viaje sin destino, una road movie donde el aliento se escapa, donde el trayecto duele, donde los pasos están cargados de dudas, de incertidumbre, ocasionados por un dolor que ahoga, que no deja respirar, donde se arrastra una fuerte carga que pesa, que cuesta llevar. La cámara de Merz sigue incansablemente a su protagonista, la sumerge en lugares fríos y vacíos, filmados con una luz tenue y blanquecina, una chica que se erige como la verdadera protagonista del relato, sólo vemos ese punto de vista, no hay ningún otro, seguimos los movimientos torpes y cansados de una joven que no sólo huye de una situación dolorosa, sino también de sí misma, de sus pensamientos, de su destino, y sobre todo, de su existencia.
Una película estructurada a través del vaciado tanto formal como argumental, un despoje brutal de todo lo tangible, que se lanza sin pértiga hacía un discurso más sensorial que físico y más emocional que verbal, que en algunos momentos parece naufragar, pero en su totalidad mantiene su propuesta de manera interesante y eficaz. Merz se adentra en terreno pantanoso, y más cuando su película se adentra en otro tiempo, en otro género, cuando en la segunda mitad del metraje, la película cambia de disfraz, y se mete de lleno en una suerte de thriller psicológico, el instante que la joven cruza el Canal de la Mancha, de polizón desde el maletero de un coche, cuando sale y en mitad de la travesía, se desplaza como una zombie por un ferry casi vacío, parece un barco fantasma, como si fuese a la deriva, sin nadie a bordo, sólo ella, que cruza el canal sin una ruta marcada, como le sucede a la protagonista que a cada paso se vuelve más invisible a los demás, a las cosas, y así misma. Después de ese trayecto, la joven pisa tierra convertida en otra, adquiriendo la actitud y el rol de un personaje. En ese nuevo lugar vive como la otra, hace las cosas destinadas para otra persona, aunque quizás la carga es demasiado fuerte para despojarse de su yo, y quizás el destino ya está escrito y uno, por mucho que lo intente y se esfuerce, no puede escaparse de sí mismo.
Presentación del ciclo dedicado a la figura del director Jírî Menzel. El encuentro tuvo lugar el martes 10 de marzo de 2015, en la cafetería de la Filmoteca de Cataluña.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Jírî Menzel por su tiempo, sabiduría y su maravillosa carrera cinematográfica, a Sandra Ejarque, de Vasaver, por su paciencia y generosidad, y a Pilar García, de la Filmoteca, por acogerme y tratarme con amabilidad.
Entrevista a Irene Gutiérrez, directora de “Hotel Nueva Isla”. El encuentro tuvo lugar el Lunes 1 de junio en Barcelona, en el hall del Cine Zumzeig.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Irene Gutiérrez, por su tiempo, generosidad y sabiduría, a un amigo de la cineasta Marta Andreu, que tomó la fotografía que ilustra la publicación, y al equipo del Cine Zumzeig, por su trabajo, complicidad y lo estupendamente bien que me tratan cada vez que los visito.
El origen de la película se remonta al año 2010, cuando Irene Gutiérrez (Ceuta, 1977), en compañía de Javier Labrador, su co-director, realizaban largas caminatas nocturnas por los márgenes del barrio habanero Jesús María, provistos de una cámara de fotos y una cabeza llena de historias. En una de aquellas veladas descubrieron el armazón enorme y esquelético del hotel, un alojamiento que tuvo sus días de gloria, pero ahora se ha convertido en un inmueble ruinoso y sucio que se cae a pedazos.
El relato se detiene en su último habitante, Jorge, un enjuto, enfermo y callado sesentón que sigue viviendo entre esas ruinas, una suerte de Quijote desterrado y olvidado, y Robinson Crusoe, que resiste con bravura y paciencia los embates de su existencia. Jorge sigue firme a su propósito de encontrar alguno de los tesoros que, según él, depositaron los últimos visitantes en las paredes del hotel al huir, cuando estalló la revolución. La cámara sigue su devenir cotidiano, observando los quehaceres de Jorge, su trabajo incesante donde se va encontrando con pequeños utensilios y viejas máquinas que repara, siendo testigo de su caminar diario entre un lugar deshabitado, un espacio que tiende a desaparecer, a olvidarse, sólo los vecinos de Jorge, Waldo, un negro que al igual que él, sueña con darle un futuro mejor al envejecido hotel, y La flaca y su hija, que deciden abandonar el lugar en busca de un sitio mejor. Las visitas de Josefina, amante de Jorge, que intenta infructuosamente alejar a Jorge del hotel, y empezar una nueva vida juntos en otro lugar, sin olvidarnos del inseparable Patabán, un pequeño can que sigue inseparablemente a Jorge por todo el hotel.
La cineasta ha elegido ese único espacio, lleno de pasillos, estancias, y habitaciones cochambrosas y en peligro de derrumbe. Del exterior, sólo vemos un par de planos de la Habana vieja, el resto del metraje, se convierte en ese fuera de campo, en off, un escenario que sólo escucharemos, y veremos a través de la luz que se filtra. Gutiérrez con experiencia en el campo documental, donde ha desarrollado un trabajo muy estimulante, donde ha reflexionado profundamente sobre la problemática de las fronteras y los márgenes que resquebrajan los territorios y espacios que nos rodean. En esta película, que significa su puesta de largo, se erige como una cineasta paciente, delicadamente observadora, capacitada para sumergirnos y enfrentarnos a los espectadores a una historia fuera de lugar, donde conoceremos a unos personajes complejos y sobre todo, resistentes, unos nadies que luchan diariamente por su dignidad y su vida. Una cinta honesta y hermosa, que se mueve entre el retrato social y político, y alberga la maravillosa capacidad de funcionar de manera implacable como brutal metáfora y espejo de la historia reciente del país caribeño, una Cuba cansada y desilusionada, que se mantiene a duras penas en pos de un futuro que todos esperan mejor, pero que por ahora, se resiste a llegar.