The Royal Game, de Philipp Stölzl

EL AJEDREZ COMO RESISTENCIA.

“He oído que en Estados Unidos no es tan importante quién eres o quién fueras. Sino quién quieres ser. – Ni siquiera sé la persona que era antes”.

Novela de ajedrez, de Stefan Zweig (1881-1942), fue la última novela que escribió el genio vienés, publicada póstumamente en 1942 después de su suicidio junto a su esposa en Brasil. Zweig escribió una obra durísima contra el nazismo, dejando una terrible crónica de los espeluznantes métodos de la Gestapo, la incomunicación y el exilio forzado, que sufrió el propio escritor. En los años sesenta tuvo una adaptación al cine, también fue adaptada como ópera y en cómic. Ahora nos llega una nueva traslación a la gran pantalla del magnífico texto de Zweig, dirigida por el director Philipp Stölzl (Múnich, Alemania, 1967), que muchos conocemos por otra adaptación, la de la novela El médico (2013), de Noah Gordon, amén de haber dirigido óperas y desarrollar una filmografía con títulos populares. En The Royal Game, nos pone en la piel de Josef Bartok, un notario vienés detenido por la Gestapo en la Viena de 1938, cuando los nazis se apoderaron del país.

La intención de los nazis es sacarle a Bartok un bien altamente preciado, la existencia de unos códigos numéricos que descifrarán los lugares donde se hallan las grandes fortunas de nobles austriacos. Bartok no da su brazo a torcer y resiste la prisión, asilamiento, miedo y locura en el hotel más lujoso de la ciudad convertido en prisión por los nazis. Toda esa terrible existencia cambia radicalmente cuando cae un manual de ajedrez en manos de Bartok, un objeto insignificante se tornará en un objeto preciado para el recluso, que lo estudiará concienzudamente. A partir de un guion del letón Edlar Grigorian, la película se estructura a partir de dos instantes en el tiempo, que se intercambiarán en continuas idas y venidas en el tiempo ye le espacio, creando esa sensación de frágil equilibrio que padece el protagonista. Viajaremos desde el presente de la Viena del 38 con Bartok preso y torturado, y luego, al otro tiempo, el de Bartok ya liberado, viajando en un magnífico barco con rumbo a Estados Unidos, donde se jugará una partida de ajedrez de lo más subyugante. La cuestión que plantea la mirada de Stölzl no es si lo conseguirá o no, porque eso ya lo sabemos, si no otra muchísimo más interesante, como es el proceso de resistencia de Bartok en el tiempo de prisión, y luego, como gestionará el trauma de tanto tiempo recluso.

El cineasta alemán envuelve su película en un viaje al terror del nazismo, y a todos los miedos y dolor que provoca, y lo hace con suma elegancia y belleza, que en algunos momentos nos viene a la memoria la preciosidad del cine de Ophüls o Minnelli, en la que la parte técnica brilla con armonía y sensibilidad, donde el director alemán cuenta con colaboradores anteriores como el cinematógrafo Thomas W. Kiennast, el montador Sven Budelman, y el músico Ingo Ludwig Frenzel, donde nos quedamos fascinados con esa Viena pre nazi, con esos bailes majestuosos y esa clase alta que parece ajena al infierno que se les viene encima, y qué decir del fascinante viaje en barco, donde encontramos todo tipo de elementos y detalles, desde la psicosis que sufre Bartok, rodeado de fantasmas y espectros de su vida, y esos personajes enigmáticos e inquietantes que, atraen y repelen a partes iguales. Un plantel extraordinario de intérpretes ayuda a generar esa tensión y terror que impregna todo el metraje, entre los que destacan actores destacados en la cinematografía alemana como Samuel Finzi, Albrecht Schuch, en el rostro del maléfico oficial de la Gestapo, Joel Basman en un papel de Barman, que hemos visto hace nada como el protagonista de Pájaros enjaulados, el actor sueco Rolf Lassgârd,  la maravillosa presencia de Birgit Minichmayr como la esposa de Bartok, que muchos la recordamos en interesantes películas como La cinta blanca, de Haneke, y Entre nosotros, de Maren Ade, con su belleza, corporeidad y esa imagen de mujer moderna y enamorada.

Y finalmente, la magnífica aportación de Oliver Masucci en la piel del desdichado Bartok, que conocemos por su participación en la serie Dark y en La sombra del pasado, entre otras, un actor que nos recuerda físicamente al intérprete danés Mads Mikkelsen, compone un personaje inolvidable, uno de esos tipos que se admiran por su coraje y humanidad cuando no tenemos nada y estamos en el pozo más oscuro y solos, un personaje que padece una transformación brutal en la trama, que pasa de un vienés de clase alta a un despojo humano que resiste gracias al ajedrez, un juego que cae del cielo, una forma de entretenerse y sobre todo, ejercitar la mente ante el abismo en el que se encuentra. Stölzl ha construido una película con hechuras, bien ejecutada, que mantiene esa tensión emocional durante todo el proceso, sin caer en ningún momento en la sensiblería que padecen muchas películas actuales, sino en todo lo contrario, en un viaje a las entrañas del nazismo y sus terribles consecuencias, y encima, asistimos a una inquietante y magnífica partida de ajedrez entre el campeón del mundo, y Josef Bartok, alguien que sabe que después de estar en el infierno, no tiene nada que perder. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Al sostre del món, de Rémi Chayé

cartell dna4UN LUGAR EN EL MUNDO.

Nos encontramos en 1882 en la Rusia zarista, allí conocemos a Sasha Chernetsov, una joven de 14 años que pertenece a una de las familias aristócratas más influyentes de San Petersburgo. Sasha vive del recuerdo de su abuelo Olukin, un imponente explorador que desapareció durante un viaje a la conquista de la Antártida, a bordo de su insumergible barco Davai. El descubrimiento de un mapa que abre una vía de búsqueda, y el desencuentro con el príncipe heredero que, se muestra contrariado con la figura del explorador al que se le quiere homenajear, empujan a Sasha a emprender un viaje largo y peligroso, que arrancará sola y decidida, para encontrar el barco del abuelo y limpiar su imagen.

El debutante Rémi Chayé, dibujante y animador de oficio, ayudante del gran Bruno Le Foch, y curtido en películas de animación de gran valía como El libro secreto de Kells, Le tableau o Kériti, la casa de los cuentos, entre otras… emprende su propia aventura desafiando la naturaleza y contándonos, a través de una joven intrépida, la odisea de un grupo de marineros que buscan un barco que nadie ha encontrado. Rémi fascinado por la aventura que vivieron el explorador Ernest Shakelton que durante la travesía pro la Antártida su barco embarrancó y tuvieron que sobrevivir 22 meses en condiciones extremas, construye un relato de aventuras como las de antes, de finales del siglo XIX, como los que contaba Julio Verne, un conjunto en el que preside la figura de la joven Sasha, una mujer valiente, intrépida y decidida a encontrar el barco, y sobre todo, recuperar la memoria de su abuelo. Sasha recuerda a las heroínas rusas de la literatura, como la Tatiana de Eurgenio Oneguin, de Pushkin, o la Natasha de Guerra y Paz, o la Ana Karenina, ambas obras de Tolstoi. Mujeres de carácter ingobernable, ajenas a las formas y las apariencias de una época conservadora y puritana, luchadoras infatigables y obstinadas por conseguir materializar sus deseos e ilusiones, jabatas que no se detienen ante nada ni nadie, resistentes y fuertes en un mundo dominado por los hombres que las relegan a la oscuridad y la obediencia, a ir en contra de su voluntad, a no ser ellas mismas.

2.Sasha i capità al Pol Nord

Un estilo gráfico basado en la animación japonesa, construido a partir de tintas planas que por momentos llega a la abstracción, una animación en continuo movimiento, con personajes complejos y humanos, muy alejados de la imagen de Disney, aquí se libran batallas interiores, y también, entre los demás personajes. La banda sonora tejida a partir de melodías pop-folk dota a la película de un ambiente diferente y acogedor. Una película llena de emoción, asombrosa y humanista, que nos habla de la capacidad de lucha y sacrifico de una joven rusa que se descubre a sí misma, y conoce un entorno completamente diferente que, la hace vivir unas experiencias terribles, pero también, sumamente emotivas y reveladoras que la hacen crecer como persona y como mujer. Un personaje de grandísima fortaleza y convicciones personales que nos devuelve a la Lara Antipova del Doctor Zhivago, tanto en la novela de Pasternak, como en la película de David Lean, en la que se le otorgaba más protagonismo a la figura de la joven que lucha contra todos y todo a favor de sus sentimientos. Sasha es un personaje admirable, fuerte y resistente, una heroína valiente ante la injusticia y sobre todo, una mirada femenina inteligente, y de carácter, enfrentada a un mundo hostil que no cree en ella y menosprecia sus grandes capacidades.


<p><a href=”https://vimeo.com/157113026″>TRL_Al sostre del m&oacute;n V3</a> from <a href=”https://vimeo.com/user34637086″>Pack M&agrave;gic</a> on <a href=”https://vimeo.com”>Vimeo</a&gt;.</p>

Cherry Pie, de Lorenz Merz

Cherry_Pie-310246286-largeSIN MIRAR ATRÁS

La primera película de Lorenz Merz (1981, Zurich. Suiza) arranca como una película de los hermanos Dardenne, y más concretamente como Rosetta (1999), con la que comparte más de una idea, pero a Merz no le interesan las dificultades económicas y sociales del entorno donde los cineastas belgas instalaban su relato, sino más bien otro entorno, el emocional. Es en el estado emocional donde desarrolla su película que se inicia con la joven Zoé huyendo de un piso –impecable la composición de la actriz Lolita Chammah, con ese rostro y miradas perdidas y contenidas que acongojan y desnudan a cualquiera-  huyendo de un pasado del que se nos ofrece poca información, algunas frases/mensajes de teléfono que iremos escuchando a lo largo del metraje, y  heridas físicas que la chica va arrastrando, datos que nos llevan a intuir que escapa de algún novio-.

La huida es siempre hacía delante, la chica se interna en su propio interior y en su dolor, se pierde en el bosque, acaba en una gasolinera, lugar de paso, en el que intenta viajar, de copiloto o de polizonte. La cámara la sigue durante los 7 días y una mañana que dura tanto la película como su trayecto físico y emocional, un viaje sin destino, una road movie donde el aliento se escapa, donde el trayecto duele, donde los pasos están cargados de dudas, de incertidumbre, ocasionados por un dolor que ahoga, que no deja respirar, donde se arrastra una fuerte carga que pesa, que cuesta llevar. La cámara de Merz sigue incansablemente a su protagonista, la sumerge en lugares fríos  y vacíos, filmados con una luz tenue y blanquecina, una chica que se erige como la verdadera protagonista del relato, sólo vemos ese punto de vista, no hay ningún otro, seguimos los movimientos torpes y cansados de una joven que no sólo huye de una situación dolorosa, sino también de sí misma, de sus pensamientos, de su destino, y sobre todo, de su existencia.

Una película estructurada a través del vaciado tanto formal como argumental, un despoje brutal de todo lo tangible, que se lanza sin pértiga hacía un discurso más sensorial que físico y más emocional que verbal, que en algunos momentos parece naufragar, pero en su totalidad mantiene su propuesta de manera interesante y eficaz. Merz se adentra en terreno pantanoso, y más cuando su película se adentra en otro tiempo, en otro género, cuando en la segunda mitad del metraje, la película cambia de disfraz, y se mete de lleno en una suerte de thriller psicológico, el instante que la joven cruza el Canal de la Mancha, de polizón desde el maletero de un coche, cuando sale y en mitad de la travesía, se desplaza como una zombie por un ferry casi vacío, parece un barco fantasma, como si fuese a la deriva, sin nadie a bordo, sólo ella, que cruza el canal sin una ruta marcada, como le sucede a la protagonista que a cada paso se vuelve más invisible a los demás, a las cosas, y así misma. Después de ese trayecto, la joven pisa tierra convertida en otra, adquiriendo la actitud y el rol de un personaje. En ese nuevo lugar vive como la otra, hace las cosas destinadas para otra persona, aunque quizás la carga es demasiado fuerte para despojarse de su yo, y quizás el destino ya está escrito y uno, por mucho que lo intente y se esfuerce, no puede escaparse de sí mismo.